jueves, 25 de agosto de 2011

A HURTADILLAS


El español, pese a los desmanes de la Academia y ese vicio tan letal como extendido de "castellanizar" palabras inglesas en lugar de traducirlas, sigue siendo un tesoro repleto de palabras y expresiones que por sí solas lo dicen todo.
Escribo esto, porque me he encontrado con una de esas joyas de nuestra lengua a la hora de explicar de qué manera pretenden "colarnos" una reforma constitucional impuesta por quienes se han quedado con las llaves de la caja en la Unión Europea. Esa expresión, tan descriptiva como rotunda, no es otra que la de "a hurtadillas" que equivale a la de "a escondidas", pero que evoca además la idea de que lo que se hace de esa manera, se hace como lo harían los ladrones.
Tal parece que eso es lo que han acordado y pretenden Zapatero y Rajoy: hacernos tragar a toda prisa y sin anestesia una reforma constitucional que, por ejemplo, impediría hoy pagar el subsidio a quienes han perdido su empleo o mantener el poder adquisitivo de las pensiones.
¿Por qué se nos "hurta" la garantía de que esa reforma de la Constitución se apruebe por referéndum? Quizá porque es tanto lo que perderíamos que si alguien nos lo explica con detalle no daríamos el sí que nos piden. Otra cuestión que debería aclararse es el por qué de tanta prisa. Tenemos derecho a saber qué ha pasado en los últimos días para que la reforma, junto a otras que llevan muchos años esperando, no pueda esperar a celebrar un referéndum a convocar antes de las elecciones o, mucho mejor, después de que las elecciones configuren un nuevo parlamento, tras una campaña electoral en la que los candidatos hubiesen explicado su postura ante la reforma en cuestión.
Si las prisas y las hurtadillas se deben a que alguien ha amenazado a España con no tomar medidas contra el acoso a su deuda, que se sepa. Si Alemania es hoy tan fuerte y preeminente en la UE como para imponernos este bozal, que se sepa. Si nuestras cuentas son tan oscuras como para que la reforma se haga necesaria, que se sepa. Si a Zapatero ya no le queda margen de maniobra, que se sepa.
Siempre he creído que con la verdad por delante se llaga muy lejos y que los subterfugios no hacen sino aplazar la solución de los problemas y alargar el sufrimiento. Si no queda otro remedio que tragar que nos lo digan. Pero esto no será digno de llamarse democracia.
Nos llevan a hurtadillas a un futuro incierto. Sólo espero que alguno de los diputados socialistas, los necesarios para exigir la convocatoria de un referéndum, recuerden que, antes que a su partido, se deben a sus votantes. Yo, porque supondrá un triunfo de la verdadera democracia, les estaré eternamente agradecido.