martes, 9 de agosto de 2011

LA GOTA


Resulta paradójico que una gota, una sola gota de agua, encierre la mejor explicación de que algunos barrios del norte de Londres, primero, y de otras ciudades del Reino Unido, ahora, estén en llamas. Pero, de algún modo, es así.
Quién no ha observado, cuando era niño o en un momento de soberano aburrimiento, el goteo de un grifo. Quién no ha visto cómo la gota se va formando en la boca de ese grifo, cómo va creciendo hasta que el peso la va estirando y, mientras la estira, se va formando en la gota un estrechamiento, por el que, antes o después, acaba dividiéndose en dos, una de las cuales se desprende, cae y, finalmente, estalla.
Las sociedades de hoy, al menos en esta parte del mundo, crecen y crecen. Pero la gravedad manda y siempre hay en ellas una parte, la de abajo, que acaba por separarse de la gota madre cuando lo que la une a ella -un trabajo, un subsidio o una escuela- se va estrechando hasta romperse. Es entonces como esa gota que creemos prescindible se estrella contra el fondo del lavabo con un ruido tan pertinaz como irritante.
Lo que ha ocurrido con los jóvenes de Totenham es eso. Un incidente grave como lo es la muerte de uno de los suyos a manos de la policía ha acabado por romper ese cuello que aún mantenía la pobreza sin futuro unida al sistema. Es entonces cuando todos esos jóvenes o gran parte de ellos han caído al vacío, estrellándose contra el fondo y estallando en violencia.
Lo más preocupante de todo esto es que quienes deberían haberse preocupado de cerrar el grifo o la llave de paso para impedir el goteo estaban de vacaciones o sordos ante el goteo.

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