viernes, 2 de septiembre de 2011

EL PORQUÉ DE LAS COSAS


Anoche, como si me estuviese preparando para lo que me esperaba hoy, me enganché a un documental británico, creo que de la BBC, que explicaba a la perfección el origen de la crisis que tan gravemente ha afectado a nuestros bolsillos y amenaza con hacer otro tanto con nuestra dignidad.
El documental, parte de una serie titulada "El poder del dinero" que está disponible "online", se remonta a la Inglaterra del XVIII para explicar que el mayor error en Economía es pensar en la vivienda como en un valor de inversión seguro que, en caso de necesidad, garantizaría la obtención de créditos para emprender cualquier tipo de actividad.
Partiendo de la decadencia de la aristocracia inglesa que fue perdiendo sus propiedades y con ellas, el poder que les garantizaba en el parlamento, nos lleva al New Deal que permitió el florecimiento de la economía norteamericana de posguerra a base de promover la propiedad de la vivienda, con acceso a créditos a los futuros propietarios.
Lo cierto es que en una sociedad en la que los derechos civiles estaban vetados a los negros, también esos créditos les fueron vetados y el paro y la marginación llevaron a agitar un cóctel ya de por sí explosivo que acabó por reventar en Detroit en unos disturbios que tuvieron como objetivo esas propiedades inalcanzables para quienes no era blanco y no había ido al instituto.
Para evitar nuevos brotes se decidió garantizar hipotecas blandas, garantizadas por el Estado, para que quienes carecían de otro modo de conseguir una vivienda en propiedad accediesen a ella. Algo que hizo también la Tatcher facilitando la compra de esas "cajas de zapatos" de dos plantas de propiedad municipal tan típicas del Reino Unido, una artimaña para aplacar los ánimos y promover el conservadurismo en quienes habían accedido a la propiedad.
Lo malo es que alguien pensó que, si el estado acababa garantizando esos préstamos, el negocio iba a estar a partir de entonces en concederlos a diestro y siniestro. Así lo hicieron muchos bancos que con la ayuda de las agencias de calificación escondieron su "basura" en paquetes de inversión que, como los lotes en las tiendas de saldo, la disimulaban con un producto "triple A" que, además, se exportó a bancos europeos, ansiosos de ofrecer a sus clientes "duros a peseta".
Al final el globo se pinchó y las viviendas que fueron perdiendo quienes no tenían un trabajo estable para asumir los crecientes intereses fueron perdiendo todo su valor, arrastrando a los bancos que compraron toda esa basura en forma de hipotecas.
La moraleja de los autores del documental es la de que el único valor sólido es el trabajo, algo que aquí parece haberse olvidado, porque el paro sigue creciendo y nadie parece capaz de hacer nada al respecto, especialmente de cara al futuro, porque los grandes empresarios son tan insaciables como los mercados, exigiendo contratos de formación hasta los treinta años y poder encadenar los contratos temporales "ad infinitum".
Un ejemplo más de la cruel economía de mercado. El mercado municipal que hay frente a mi casa llevaba años agonizando a causa de la competencia de las grandes superficies y lo hacía hasta el punto de que muchos comerciantes se jubilaban sin que ninguno de sus hijos quisiese seguir con un negocio que exige grandes madrugones, frío en invierno y calor en verano, con lo que quienes han podido mantener su negocio ya no pueden hacer frente a los gastos comunes.
Ahora, el Ayuntamiento ha dado con la solución: "meter al enemigo en casa". Es decir, conceder la mitad o más de cada uno de esos mercados a grandes cadenas como Carrefour u otras. Es una trágica parábola de lo que está pasando en nuestro país: hemos matado los pequeños negocios para entregar su cadáver a los grandes que acaban por imponer sus precios, sus sueldos y sus condiciones.
Para echarse a llorar

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