sábado, 5 de noviembre de 2011

TIRAR DE LA CADENA


El ser humano tardó siglos en caer en la cuenta de que la salud depende en gran medida de la higiene. Eso, tan evidente y asumido en lo que respecta al cuidado del cuerpo, no parece estar tan claro cuando de lo que se habla es de la salud del alma, individual y colectiva.
El día de ayer, con su lluvia traicionera y el demoledor -para quien, como yo, cree en la justicia social y el Estado del Bienestar- sondeo del CIS, reunía la mayor parte de los ingredientes para haber tenido ese "día marrón" al que canto Luz cuando aún no era Casal. Sin embargo la lluvia limpió esta ciudad cada vez más sucia y la tarde-noche con los amigos de siempre y otros recuperados, una buena cerveza, un poco de conversación y la música, siempre la música, acabaron por ponerme a salvo del maleficio.
También ayudaron las buenas noticias que llegaban del mundo de la televisión, con la retirada de la mayor parte de los anunciantes de esa miserable bazofia que han bautizado como "La noria" y a la que, de vez en cuando y más pendientes de las audiencias que de la decencia, se han asomado "nuestros" (así entre comillas) políticos.
Hay quien no tiene estomago para subirse a esa noria, y yo presumo de ello, porque no soporta el mareo y la náusea, pero parece que siempre hay alguien dispuesto a soportar tal tortura a cambio de no sé qué placer que debe residí en la desorientación y el vértigo.
La noria de la que hablo, la que paga esas presuntas "confesiones descarnadas" en las que, mediante ese "valiente" periodismo de chantaje y talonario, unos pervertidos sociales desnudan a quienes, por estar muertos o para no entrar en el juego, pueden defenderse, acaba de quedarse sin la energía que mueve el motor que la hace girar y no sabéis como me alegro.
Quisieron rizar el rizo, poniendo una bala más en la recámara del revólver con que invitan a jugar a una sociedad, la nuestra, enferma de soledad y falta de vida, a la que la mayor parte de las cosas que pasan, le pasan en la tele.
La bala que cargaron en la recámara fue una entrevista pagada en exclusiva a la madre de un adolescente tan cruel como imbécil, protagonista al parecer de uno de los crímenes más crueles e injustos que se pueden cometer -los dictadores de Chile y Argentina saben mucho de eso- a los familiares de la víctima se les niega el consuelo de un cadáver al que llorar.
A mucha gente le pareció que se había cruzado una frontera y fue un periodista de esos que hacen más signa esta profesión tan deteriorada, Pablo Herrero, quien tomó la iniciativa de activar las redes sociales, exigiendo a través de actuable el boicot de los anunciantes a tan repugnante programa. Y, afortunadamente, la cosa funcionó. Primero fueron Campofrío Bayer y las leches Puleva y President quienes respondieron a la iniciativa y, más tarde, Panrico Donuts, una marca de quesos y el Banco Sabadell quienes siguieron su estela.
Creo que, por paradójico que parezca, el de ayer-también el jueves- fue un gran día para la libertad de expresión. Habrá quien comience a decir que no es bueno que los anunciantes influyan en el contenido de los espacios televisivos. Probablemente, pero sólo si se lleva al mismo extremo que han llevado los responsables de Tele-5 lo que llaman "la libertad de expresión.
Espero que a Jordi González, tan culpable como el que más, anoche se le atragantara la cena que, con lo que cobra por sus servicios a la sociedad, no sería de embutidos Campofrío con pan de mnolde de Panrico..

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