sábado, 10 de diciembre de 2011

SENSACIONES AGRIDULCES



Cuando uno hace el esfuerzo de tratar de comprender qué está pasando en Europa, acaba por tener la sensación de que, en realidad, forma parte del público de un espectáculo de prestidigitación, De hecho en la recién concluida cumbre de Bruselas no sabemos -al menos yo no lo sé- qué es lo que ha pasado y cómo va a afectar a nuestro futuro, porque hay interpretaciones para todos los gustos y no sólo eso, porque los papeles de héroes y villanos se intercambian con una celeridad pasmosa.
Ya nadie habla, salvo la voz de los sindicatos que clama en el desierto de los medios, de la perversa Angela Merkel ni de su fiel escudero "Sarko", empeñados en laminar al batallón de los "pigs", todo por obra y gracia de David Cameron, el perfecto Mcguffin, empeñado con su, al parecer, mal calculada machada en convertirse en el blanco de las iras de esa extraña mezcla de nacionalistas que se hacen llamar europeístas.
La proverbial mala vecindad entre el continente europeo y el Reino Unido ha vuelto a aparecer y se ha manifestado en un golpe de efecto en cave electoral del primer ministro británico que, no sólo se ha manifestado contrario a pagar cuenta alguna de sus socios, sino que ha tenido el poco tacto de dejar traslucir una cierta alegría al ver como se desmoronaban el euro y sus partidarios.
Bien es verdad que la reforma impuesta por Merkel no podía interesarle la armonización impositiva y la cesión de soberanía que supondrá el nuevo tratado. El Reino Unido es el paraíso de los paraísos fiscales, alguno de los cuales se asienta sobre su territorio. Además, la City de Londres no deja de ser el portaviones desde el que se han venido lanzando los ataques contra nuestra deuda y nuestra moneda. No sé qué consecuencias tendrá sobre esto el "aislamiento" escenificado ayer por Cameron, pero está claro que sería un buen argumento para empezar a poner coto a esa nueva forma de piratería que constituyen esos inmorales refugios en qué se han convertido para el más fétido de "nuestros" capitales.
Pero ¡que pare la música de violines en este punto! porque, mientras la emprendemos a zapatillazos mediáticos en el culo de Cameron, se ha apretado un poco más la correa que asfixia a los trabajadores europeos. Seguirá el paro, al menso en España, y los trabajadores que lo encuentren tendrán que tragarse sapos y culebras al aceptarlo.
Y, a todo esto, el PP comienza a reconocer sin tapujos que Zapatero hizo, si no lo mejor, sí lo que pudo para intentar capear el temporal de la crisis. En fin, sensaciones agridulces.


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