martes, 31 de enero de 2012

ESTRATEGIAS


No está mal la estrategia informativa del huevo gobierno de España, al menos la que está llevando en materia económica. Es muy sencilla. Tan sencilla como ésta: uno dice una cosa y, a continuación, alguien del mismo nivel, o superior, le desmiente, como es el caso de ese trío obsceno que forman Cristóbal Montoro, Luis de Guindos y Soraya Sáenz de Santamaría. A estas alturas, no sé si tal estrategia ha tenido efecto sobre los mercados, lo que sí sé es que la presión informativa sobre la situación se ha desplazado de la economía pura y dura - a nadie le gusta opinar sobre acertijos- al terreno del empleo y la legislación laboral.
Sin embargo, lo que hizo ayer Rajoy fue inaugurar un nuevo escenario, dando un paso más en su vieja táctica de silencio, ese arte suyo para dejar que los problemas se resuelvan a fuego lento y que los enemigos se cuezan a fuego lento.
Ayer y de una manera insólita, Rajoy inauguró un nuevo tiempo, al comentar a su colega finlandés y en un perfecto castellano que "la reforma laboral le va a costar una huelga general", del mismo modo que le dijo al holandés que la situación "es muy dura". Curiosa táctica, esta de decir a colegas que presumiblemente no le entienden, en presencia de cámaras con micrófono abierto, lo que la prensa y sus interlocutores, Congreso incluido, no consiguen escuchar de sus labios.
A estas alturas, no sabemos en qué va a consistir la Reforma Laboral, aunque si sabemos que no va a gustar en la acera de los sindicatos y, por la actitud de Rajoy, que ya ha tiene asumidos el descontento de los sindicatos y la lógica huelga general. Tampoco sabemos cuáles son los ejes fundamentales de la política económica, aunque sí sabemos que la situación es dura.
Menos mal que contamos, que el PP cuenta, con la glosa de Esteban González Pons que, después del amenazador gruñido de Rajoy, dicho, como siempre, entre dientes, nos habla de no sé qué tono coloquial, como queriendo buscar un doble sentido a las palabras del presidente.
Yo, como el gato escaldado que del agua fría huye, me temo lo peor. Y me temo que lo de ayer no fue tan accidental sino, más bien, un truco para que nos sintamos muy mal y muy culpables, logrando así que, cuando el castigo llegue, éste sea más leve de lo esperado u, cuando menos, lleve el alivio de que por fin llega.
Estrategias, al fin y al cabo.

lunes, 30 de enero de 2012

BOLSAS Y BASURA


Aún recuerdo aquellos años en que el papel de periódico cobraba una segunda vida en los mostradores de los comercios y en los puestos de los mercados, aquellos mercados que han sucumbido ante la presión de las grandes cadenas de distribución que, curiosamente, se erigen en ahora, al menos en Madrid, como salvadores de los escasos supervivientes a cambio de amputarles la mitad de la superficie.
Pero esa, aunque muy seria, es otra historia. O no. Porque, en gran medida, las "grandes superficies" fueron las que impusieron con mucha mano izquierda, horarios extendidos, parkings y bolsas de plástico, muchas bolsas de plástico la dulce tiranía con que nos tiene encadenados.
Me viene todo esto a la cabeza porque el pasado viernes tuve un arranque de rebeldía -últimamente tengo muchos, quizá demasiados- cuando, en un conocido hipermercado, la bolsa que me cobraron estaba "ilustrada" de arriba a abajo con la imagen de marca del mismo. Mi rebeldía consistió en preguntar con una sonrisa a la cajera por qué si la bolsa era mía, puesto que al pagarla la compraba, me obligaban a ir exhibiendo su publicidad hasta mi casa.
Parece una tontería más de tiquismiquis que a veces soy, pero no lo es tanto. Si estos establecimientos -mi padre decía mucho lo de "establecimiento para referirse al suyo- cobran, ahora que les obligan, las bolsas que antes regalaban ¿no sería más lógico -y justo- que nos entregasen una bolsa blanca o que al menos llevase impresa publicidad institucional recomendando el reciclado?
Deteneos un momento a pensarlo. Antes esas bolsas no existían. Mejor dicho, no abundaban y tampoco saturaban nuestras casas y nuestros contenedores de basura. La gente iba a la compra con las bolsas de red o plegadas que llevaba desde casa y que se utilizaban una y mil veces. Unas bolsas que se fabricaban -a veces a mano- se vendían -yo he vendido muchas- inducían a un cierto orden a la hora de ir al mercado y, sobre todo, evitaban cargar y cargar bolsas y bolsas hasta el límite del dolor, como equivocadamente hacemos ahora, poniéndonos a salvo de tantas lesiones en brazos y columna.
Que conste que sé que volver a aquello es imposible y que la decisión de cobrar las bolsas de plástico en los grandes comercios es una buena medida e inteligente medida que, ojalá, se complemente con la implantación de los envases retornables, pero dejadme que añore aquellos tiempos del cubo de basura forrado con papel de periódico y ocupado sólo por residuos orgánicos.
Sin embargo, hoy nuestra basura está integrada fundamentalmente por envases y la mayoría de los periódicos que leemos no son más que una imagen en una pantalla.

domingo, 29 de enero de 2012

¿ARDE LA CALLE?


Debe ser mucho el miedo que atenaza los españoles, porque, por menos de lo que estamos viviendo, en otros tiempos, los ciudadanos habrían tomado las calles. Debe ser mucho el miedo o ha debido ser mucho lo que ha cambiado la sociedad en España.
Uno tiende siempre a creer que la sociedad es como la vemos, pero la cruda verdad es que la sociedad es como es. Es la vieja paradoja que podría resumirse en que, por desgracia, vemos las cosas no como son, sino como somos. Quizá por eso la gente no se mueve como yo me moví y se movieron otros españoles de mi generación. Bien es verdad que eran otros tiempos, que a la universidad se iba a algo más que a obtener un expediente tan brillante como inútil en el mercado de trabajo, que, en los tajos, los trabajadores eran conscientes de su fuerza y que, en general, los ciudadanos de este país no agachaban la cabeza con la facilidad con que lo hacen ahora.
De vez en cuando pongo en práctica un ejercicio tan beneficioso como desolador y que no es otro que dejarse caer por un centro comercial de esos que sitian a todas las ciudades de un cierto tamaño que hay en España o en cualquier otro país de nuestra área y hacerlo, a ser posible, un sábado por la tarde. Ese es el país en que vivimos. Todos esos chándales, todas esas barriguitas cerveceras, todas esas tribus de poligoneros constituyen el tejido social que vota o deja de hacerlo y protesta o deja de hacerlo. Y si uno se deja caer con los ojos bien abiertos en medio del torrente de clientes y mirones que llenan los pasillos, todos iguales, de esos centros comerciales, todos iguales, se dará cuenta de que, en medio de la masa, se adormece la conciencia. Uno se da cuenta de que es vigilado, conducido y, a veces, humillado por esa máquina perfecta de vender, donde el olor a gofre y kebab se alterna con los estúpidos "aromas inteligentes" que algún listo a vendido a las tiendas haciéndoles creer que, como las feromonas, desatan el deseo en los clientes.
Esa masa es la que tendría que echarse a la calle ahora que uno de cada cinco españoles que quiere trabajar no puede hacerlo. De momento está dormida, empujando su carrito mientras mira el reloj para llegar a casa con tiempo de ver el partido. Pero, ojo, todo tiene un límite y ese límite está a punto de alcanzarse.

sábado, 28 de enero de 2012

ATERRIZAJE FORZOSO


Resulta difícil explicarles a los trabajadores de Spanair que no quedaba otro remedio que el cese de operaciones de la compañía pero creo que sería aún más difícil mantenerlas con dinero público, de la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, mientras e cierran quirófanos, se recorta el combustible a los bomberos o la comida a los detenidos y se recortan los salarios de los empleados públicos o se aumenta su jornada laboral.
No es bueno que 2.500 trabajadores se vayan a la calle, pero no es mucho mejor enterrar dinero público en el sueño de que una compañía aérea tenga Barcelona como base de operaciones. No está el horno para bollos ni el cuerpo para prestigios, cuando, en muchos casos, lo que necesita es lo mínimo para subsistir.
¿Cuántas aventuras de este tipo no se habrán emprendido en la España alegre y confiada de los últimos años? ¿Cuántos aeropuertos para cazadores, para mafiosos listillos o para que un caique autoritario y megalómano plante una escultura de veinte toneladas en que poner su cara dura que, de momento, sólo ven los conejos que corren por las pistas?
En contra de lo que se nos ha dicho en estos años, el prestigio no da de comer ni crea puestos de trabajo. Sí da votos a quien lo esgrime para conseguir unos cuantos votos de descerebrados que prefieren presumir de cocha grande antes que dar de comer decentemente a sus hijos.
Es terrible que unos cuantos miles de viajeros y trabajadores paguen con molestias o con la tragedia del paro, pero debería saber de escarmiento para quienes aprueban con su voto a quienes dilapidan el dinero público en machadas que a nada conducen.
Se puede pensar que el destino de los 2.500 empleados de Spanair es apenas una anécdota frente a los cinco millones trescientos mil parados que tiene ya nuestro país. Pero no es así. Es sólo una foto más de la tragedia que estamos viviendo y que ya alcanza a uno de los mayores, si no el mayor, imperios económicos de este país como es El Corte Inglés.
Los españoles nos hemos quedado sin dinero o tenemos miedo de gastar el que nos queda y si no se consume no se vende y si no se vende no se repone y si no se repone no merece la pena producir. La derecha que ahora nos gobierna anda ya preparando el terreno para resucitar la construcción que, lo siento, sólo puedo ver como especulación y corrupción.
¿Qué pretenden? ¿Vender las riquezas naturales del país -playas, montes y zonas protegidas- por metros cuadrados a los jubilados alemanes para que una legión de trabajadores en condiciones cercanas a la esclavitud les retiren las basuras y las caquitas? Si es así que lo hubiesen dicho. Yo tampoco les hubiera votado, pero quienes lo hicieron sabrían a dónde iban.
Lo malo de la suspensión de operaciones de Spanair no es que sus aviones se queden en tierra. Lo malo es que esa tragedia personal es sólo un síntoma más de que, pese a las magulladuras, aún no hemos concluido nuestro aterrizaje forzoso.

viernes, 27 de enero de 2012

LOS INVENTOS DE BOTELLA


La alcaldesa de Madrid que durante la transición ejercía de "niña pija" con su novio y sus amigos acaba de inventar, casi tres décadas después, las asociaciones de vecinos. Digo esto porque ¿qué son las bibliotecas y centros culturales y deportivos gestionados por vecinos voluntarios?
Yo aún recuerdo como gente con inquietudes políticas "montaba" en bajos y locales esos centros en los que muchos vecinos encontraban los libros que llevaban otros vecinos, donde se daban clases de cultura general, donde cada uno mostraba y transmitía a los otros sus habilidades en cocina, artesanía, donde se enseñaba a tocar la guitarra o se montaban grupos de teatro. Claro está que, de paso, esos voluntarios que cedían sus horas y conocimientos al resto de sus vecinos, le inoculaban la semilla de la rebeldía en un tiempo crucial.
Lo que pretende Ana Botella no es, en absoluto, resucitar aquel espíritu que fue capaz de movilizar a una población consciente pero dormida y convertirla en la conciencia crítica de la sociedad que ayudó a traer la democracia.
Fue por eso -y aún estamos pagándolo- por lo que los partidos políticos, también y especialmente los de la izquierda, se encargaron de desactivarlas. Por eso, ahora es tan difícil, o lo era al menos hace cinco minutos, movilizar a la izquierda social, porque no está articulada en torno a nada y mucho menos en torno a los partidos, cuya militancia es más que simbólica.
Ana Botella no quiere voluntarios. A los voluntarios se les supone algo más que su capacidad de trabajo ejercida en la usurpación del trabajo de otros, más y mejor preparados y con familias a sus espaldas. Lo que pretende Ana Botella es ahorrarse las nóminas de quienes dan servicio a los centros culturales, los polideportivos y las bibliotecas, sin que nadie pueda reprocharle su cierre.
Otra cosa sería que el ayuntamiento cediese esas estructuras a los vecinos para que se encargasen de su gestión, pero mucho me temo que alguien capaz de justificar la resignación hasta en los cuentos no va a ser capaz de tener tal gesto de generosidad y tanto  espíritu democrático.

jueves, 26 de enero de 2012

GALLARDÓN EL PROGRESISTA


Durante mucho tiempo y aún hoy día hay quien lo piensa, el ministro de Justicia de Rajoy, Alberto Ruiz Gallardón, ha disfrutado de una inmerecida fama de simpático y "progresista", y eso que su propio padre, José María, ya advertía, cuando el entonces fiscal en excedencia daba sus primeros pasos en política bajo el ala de Fraga, que su hijo "era más de derechas que Don Pelayo".
A Alberto Ruiz Gallardón le ha faltado tiempo para dar la razón a su difunto padre desde su despacho del ministerio de la calle de San Bernardo, anunciando las líneas generales de una reforma de la Justicia descaradamente conservadora, puesto que lo de justicia igual y gratuita para todos pasa a mejor vida.
De esos planes, el más siniestro es el de obligar a pagar para poder recurrir una sentencia considerada injusta. Mantienen el ministro y quienes le jalean que en este país se recurren las decisiones judiciales por sistema y que, cobrando los recursos, se desatascarán los tribunales. Yo, que tengo el cariño por el que fuera mi alcalde por los suelos, hago esta otra lectura: que los pobres vayan despidiéndose de la justicia, porque sólo podrán recurrir los Botín, los Camps, los Fabra y los mafiosos -no he escrito "otros" en lugar de "los", pero ganas no me han faltado-, mientras que los humildes se quedarán sin una segunda o tercera instancia en sus cuitas con la justicia o tendrán que pedir un crédito a un banco de Botín para poder acceder al derecho que hasta ahora tienen a recurrir los fallos.
Otra línea de reforma, absolutamente conservadora, es la implantación de lo que Gallardón anunció como "reclusión permanente revisable" y que no es otras cosa que la cadena perpetua, una pena que allá donde existe se ha mostrado ineficaz y va en contra del fin primordial del sistema penitenciario, que es el de rehabilitar al condenado, aunque, eso sí, proporciona jugosos réditos electorales a quienes la propugnan.
Pero no queda ahí la cosa. Menos sorpresivo ha sido el anuncio de que revisará la regulación del aborto para exigir el consentimiento paterno a las menores que quieran interrumpir sus embarazos, algo que nos devuelve a otros tiempos en los que un padre -o una madre o los dos a un tiempo- podían amargar la vida de su hija y la de su criatura en aras de no sé qué creencias o sentido de la propiedad.
Ya por último, está también la reforma del sistema de elección de los órganos de gobierno de la judicatura, alejándolo del control de los ciudadanos mortales y sin toga, para devolverlo al control de las asociaciones de jueces que, si son representativas entre el colectivo, no lo son entre la ciudadanía y no hay que olvidar que la Justicia no es de los jueces, que trabajan o deberían hacerlo para ella, sino de los ciudadanos, de todos los ciudadanos.
Espero que al escurridizo Gallardón, acostumbrado a escapar al control de las ruedas de prensa y a maquillarse con inauguraciones y festivales, enfrentarse a la política pura y dura acabe por mostrarle ante la opinión pública como lo que es: un "guerrero del antifaz" que pretende retrasar treinta años el reloj de la justicia y los derechos en este país.

miércoles, 25 de enero de 2012

TÚ ME ACOSTUMBRASTE


Acababa de compartir en Facebook "Tú me acostumbraste", ese deliciosao bolero que escribiera Frank Rodríguez y que se hizo inmortal en las voces de Elena Burke, Olga Guillot o Chavela Vargas, cuando, al abrir la edición digital de EL PAÍS, me he dado de bruces con la noticia de que Google ha decidido -por su cuenta, claro- unificar las bases de datos de todos sus usuarios, sin que a estos les quede otra que "tragar" con las nuevas condiciones, porque, como las lentejas, o las tomas o las dejas.
Al enterarme, no he podido más que recordar los versos del bolero, que le vienen como anillo al dedo a los gestores de Google.  
"Tú me acostumbraste, a todas esas cosas,
Y tú me enseñaste, que son maravillosas,
Sutil, llegaste a mí, como una tentación,
Llenando, de inquietud, mi corazón,
Yo no concebía, como se quería,
en tu mundo raro, y por ti aprendí,
Por eso me pregunto, al ver que me olvidaste,
Porque no me enseñaste, cómo se vive, sin ti” 
Google ya nos tiene en sus brazos, entregados. Es el dueño de la maquinaria que difunde nuestros blogs, del sistema operativo de nuestros móviles "android", conoce nuestros hábitos de búsqueda... y conoce a la perfección qué música nos gusta, qué leemos, dónde pasamos nuestras vacaciones, con quién nos relacionamos o qué nos interesa en política, religión, cultura o deporte, como sólo un amante celoso conoce los hábitos y las debilidades del objeto de su delirio.
Google acaba de decirnos eso de si no sois míos no seréis de nadie. No sé por qué, pero me he puesto un poco nervioso.
 

lunes, 23 de enero de 2012

PONER CARA AL ENEMIGO


En cualquier contienda -y la vida es una sucesión de contiendas- es primordial saber quién es el enemigo, algo que no siempre resulta fácil y más si el enemigo es un monstruo insaciable que se alimenta de nuestros miedos y nuestras miserias, mientras sentimos su aliento en nuestros cogotes cansados ya de tanta humillación.
Acostumbrados como estábamos a localizar a nuestros adversarios entre "los clásicos", nos hemos dejado embaucar por la marea liberal que ha sabido implicarnos en su juego, borrando de nuestro pensamiento el orgullo de clase que tan lejos llevó a la izquierda en otros tiempos.
Ese es el mayor pecado de la izquierda en los últimos tiempos. Haber sido capaz de avergonzarse de lo que más debería enorgullecerla, como lo son la búsqueda de la justicia y la solidaridad. También, haber pretendido aplicar a la contienda por el poder las mismas reglas que se aplican a la venta de un detergente o un refresco, haber difuminado las señas de identidad de la izquierda para no provocar rechazo en esa gran masa acobardada y ventajista que huye de cualquier cambio que perturbe su fin de semana de sofá y centro comercial.
La izquierda se ha dejado demasiados jirones de su piel en ese afán de mimetizarse con ese ciudadano indeterminado y gris. La izquierda ha apartado su mirada de los problemas cotidianos de los barrios y los centros de trabajo, la izquierda de ha desdibujado y se ha desmovilizado entre los halagos de la banca y los aliados de fuera, convirtiéndose en un tigre reumático al que le cuesta ya salir de su cómodo refugio para cazar y defenderse.
Lo hicieron muy bien Tatcher y sus muchachos. Vendiendo a los desfavorecidos unas viviendas que, por humildes que fuesen, constituían un derecho, consiguieron convertir a Cenicienta en una princesa soberbia e inconsciente, que no tardó en volverse un juguete del príncipe y sus lacayos. Hicieron creer a los de abajo que los de arriba eran los suyos. Y no era cierto.
Por eso reconforta escuchar discursos como el del líder socialista francés, François Hollande que que ha dicho alto y claro que su adversario es el sistema financiero, para el que propugna una reforma radical. Ojalá les vaya bien a él y a los franceses. Ojalá Francia vuelva a ser el escenario de otra victoria contra la tiranía que ya no gasta pelucas empolvadas, sino yates, coches caros y otros lujos que no son más que un insulto a sus víctimas.

viernes, 20 de enero de 2012

CASTRAR A UN TIGRE


Al FBI no le gusta la circulación libre de la información, Ya pasaba en tiempos de ese ser contradictorio y a menudo despreciable, Edgar Hoover, que, con la ley y el orden como excusa, anduvo, por ejemplo, husmeando la bragueta de Martin Luther King.
La poderosa Oficina Federal de Información acaba de cerrar Megaupload, uno de los portales de descargas en la red con mayor volumen de tráfico, y dicho cierre ha desatado de nuevo el debate larvado de un tiempo a esta parte sobre todo lo concerniente a la propiedad intelectual.
El cierre de Megaupload puede ser sólo el principio de una ofensiva mayor que lleve al cierre de instrumentos de comunicación tan importantes hoy día como Google o, por qué no, Youtube, Twitter o el mismo Facebook.
Resulta curioso que la razón aducida para el cierre es la de que los responsables del portal se lucraban con el tráfico de archivos generadores de derecho de autor. Yo me pregunto entonces para cuándo el cierre de Movistar, Orange, Vodafone y cualquier otro operador de telefonía que viven de la circulación de megas y megas de música, cine, literatura e información, pública o privada, por sus canales de distribución de Internet a cambio de importantes mensualidades.
Yo, que he tenido cerca y he sufrido el mal entendido negocio de la música, tengo que rebelarme contra este abuso que, de ir más allá o, simplemente, de no dar marcha atrás, nos llevará de nuevo a la tiranía de las discográficas que deciden qué debemos consumir, dónde y cuándo, cono ocurría no hace tanto, cuando los sobres, los favores y la cocaína tenían más que decir sobre éxitos o fracasos que el libre juicio de los consumidores de esos productos musicales.
Internet y todas las herramientas que han crecido y se han extendido en ella han roto el embudo a través del cual los propietarios de las industrias culturales decidían que autores publicaban, cuánto tiempo permanecían sus libros en los estantes o cuando quedaban descatalogados. Eso por no hablar de las fronteras que nos impedían conocer otras músicas, otras literaturas u otro cine.
El embudo ha dejado de serlo y, ahora, nadie o casi nadie decide qué debe gustarnos.
Los éxitos no los decide la cadena de turno y, en esencia, las obras de un autor o un músico consagrados tienen las mismas oportunidades en la red que la de un desconocido.
La música, la literatura y el cine han evolucionado en estos últimos años como no lo habían hecho nunca y ha sido gracias a la red y a que la red impide el control absoluto de la distribución. Si sigue adelante esta barbaridad, si se cierran los canales donde los usuarios cuelgan y retiran lo que quieren difundir o conocer, volveremos a las tinieblas. Eso, sin olvidar que esos espacios de libertad sirven también para que quienes carecen de ella puedan conquistarla.
A quienes ostentan el poder, que se parecen demasiado entre ellos, no le gustan los rugidos ni la agresividad del tigre. Por eso quieren castrarlo. Ahora bien, si lo hacen, lo que tendrán ya no será un tigre. Quizá lo que ocurre es que es precisamente eso lo que pretenden.

jueves, 19 de enero de 2012

¿EL ALGUACILDOR ALGUACILADO?


Os aseguro que yo también pensé que hay horas a las que los ministros de Hacienda nunca deberían conceder entrevistas, porque luego pasa lo que pasa.
Ayer fue Cristóbal Montoro o alguien de su departamento quien cometió el error de aceptar la invitación de las Cadena SER a esa hora en la que, pee a que ya están puestas las calles, que diría un castizo, todavía no lo están las ideas -las buenas ideas, las claras- en las cabezas de algunos ministros.
A falta de otra respuesta, al señor Montoro, que cada día gana peso político o al menos lo parece, frente a su colega Luis de Guindos, se le ocurrió proponer como medida para el control del gasto en las administraciones públicas penalizar a quienes gasten más de lo que ingresan las entidades que controlan.
A uno, que a esas horas también anda despegándose las sabanas, se e aparecieron entonces las caras -duras- de Jaume Matas, Carlos Fabra, Francisco Camps y unos cuantos más de uno y otro color, que también los hay, y le confortó pensar que acabarían con el traje a rayas, aparcados por un tiempo a la sombra, en lugar de imaginármelos en su palacete, limpiando sus retretes con escobillas de a tres mil euros. Pero fue sólo un momento. Luego pensé en el hecho de que este país ya tiene leyes de sobra para perseguir a los chorizos, por muy investidos de autoridad que están cuando se les pilla con la mano en la caja, y en que los ciudadanos tienen la potestad, aunque demasiado a menudo renuncian a ella, de apear de los cargos a los despilfarradores, aunque se lo gasten sin dolo.
Mi segundo pensamiento, alumbrado ya por el efecto tonificador de un café y unas tostadas es el de que, de preparar una reforma de ese tipo, el encargado de hacerlo sería el, hasta hace unas semanas, alcalde de Madrid, ciudad endeudada donde las haya, especialmente desde que el hoy ministro de Justicia, con cuentas pendientes que habrán de pagar, por ejemplo, mis nietos, si es que llego a tenerlos y deciden quedarse a vivir en Villa Botella, con su calle Manuel Fraga y todo.
¿Cómo sería esa Ley Gallardón? ¿Estaría llena de excepciones como la de gastárselo en comprar y acondicionar el palacio del príncipe de Cenicienta para sede del ayuntamiento? ¿Quedaría al margen un alcalde que llenase de árboles secos las orillas de un río sin agua al que le ha puesto playa? ¿Tendría bula el alcalde que cobra dos veces la recogida de basuras y luego no paga a las concesionarias del servicio porque se ha gastado la pasta en otra cosa?
Demasiadas excepciones para que la ley fuera justa o demasiado estricta una ley que acabaría con el ministro de Justicia entre rejas. Mucho me temo que todo sea un farol o un apagón matinal de las luces del ministro de Hacienda y que nos quedaremos sin ver al alguacilador alguacilado.

miércoles, 18 de enero de 2012

IL CAPITANO


Para todos nosotros, acostumbrados a las historias de heroísmo en el mar, escuchar la conversación entre "il capitano" Francesco Schettino y las autoridades de Tráfico Marítimo italianas resulta más que inquietante. El comportamiento de este capitán no es lo que podríamos esperar de hacer caso a lo que en los libros y en la vida real dicen las leyes del mar, aquello de que "el capitán es el último en abandonar el barco".
Es desolador saber que este señor, entrenado para algo más que compartir la cena de gala con el pasaje de su nave y, presumiblemente, con una larga carrera a sus espaldas dejó abandonados a su suerte a seres humanos aterrorizados e indefensos. Quizá ese desprecio -o cobardía, quién sabe- tenga que ver con el hecho de que, en estos tiempos, una o dos semanas a bordo de un crucero están al alcance de cualquier jubilado o joven empleado, y, claro, tratar con gente tan vulgar desanima al más pintado.
Sin embargo, tampoco debería extrañarnos tanto el comportamiento de Schettino. Sin uniforme y sin galones estamos cansados de ver de ver schettinos que abandonan administraciones y empresas, dejando " a bordo" y abandonados a su suerte a decenas, si no centenares o miles de trabajadores, mientras ellos se retiran con sus bonus y sus pensiones de mareo y el uniforme de persona respetable impoluto y recién planchado.

Ahora, este "capitano" está bajo arresto domiciliario, a la espera de que se le exijan las responsabilidades que sin duda tiene. No estaría de más que se hiciese otro tanto con los muchos capitanos que andan por ahí hundiendo empresas.
En fin. No corren buenos tiempos ni para la lírica ni para las buenas costumbres.

martes, 17 de enero de 2012

GARZÓN


Hoy sientan en el banquillo al juez Baltasar Garzón. Han pasado muchos meses, demasiados, desde que los abogados de la trama Gürtel -y otras muchas tramas de o pelo- se querellaron contra él por haber tenido la osadía de intentar averiguar si colaboraban con sus clientes en la honrada tarea de mover dinero, presumiblemente negro, puesto a buen recaudo de las investigaciones más allá de nuestras fronteras.
A veces, uno tiene la sensación de que un tribunal es el altar en el que se consagra la hipocresía, disfrazada de togas y puñetas. Esto lo digo, porque estoy seguro de que los abogados que se han revuelto contra Garzóin ni siquiera pretenden su mal. Más bien al contrario, lo que persiguen es que olvidemos lo que hemos visto y oído. Su único fin es hacer desaparecer cualquier valor probatorio de la "pillada" en que se vieron sorprendidos por el juez, con el visto bueno, por cierto, de la Fiscalía Anticorrupción. Y no sólo eso, con una justicia tan garantista como la nuestra, se esfumaría no sólo lo escuchado, sino todo lo averiguado a partir de lo escuchado.
Por eso se juega tanto en esta vista. Si Garzón es condenado la mayor parte de lo investigado perdería valor, al igual que ocurriría con cualquier investigación parecida. Y no es de extrañar el interés de los abogados y de su colegio en Madrid, porque sus clientes se juegan mucha cárcel y ellos las elevadas minutas que suelen cobrar por alquilar su habilidad, su inteligencia y su falta de escrúpulos -curiosa profesión ésta, en la que esa falta de escrúpulos puede llegar a ser una virtud- a sus clientes.
Conocí a Garzón hace años, cuando me ocupaba de asuntos relacionados con los tribunales e Interior en la Cadena SER y he de decir que siempre me cayó bien, aunque, del mismo modo, he de reconocer que hay algo de tramposo en su planteamiento de los casos. Creo que se debe a que la mayor parte de ellos han tenido que ver con el terrorismo y que esta sociedad ha hecho siempre la vista gorda cuando a quienes se les perturban los derechos es a los terroristas.
Cuántas veces no se habrá hecho lo mismo que se hizo con los implicados en el caso Gürtel con imputados en terrorismo o con estafadores y chorizos de poca monta que no tienen padrinos o dinero suficientes como para pagarse esos caros abogados.
Es lo que tienen las leyes especiales, que acaban enseñando atajos a los que luego es difícil renunciar y, visto desde el otro lado y como apuntaba esta mañana un contertulio en la Cadena SER, qué difícil sería para esta sociedad condenar al juez que hubiese autorizado unas escuchas con las que se hubiese averiguado el paradero de los restos de Marta del Castillo. Pues eso, hipocresía solemne, pero, al fin y al cabo, hipocresía.

lunes, 16 de enero de 2012

FRAGA


Sé de sobra que no está bien visto hablar mal de quienes han muerto., También sé que a los hombres públicos, mejor dicho, a su imagen, la muerte suele sentarles muy bien.
Hoy he amanecido envuelto en los cantos de alabanza a la figura de este hombre, Manuel Fraga, incapaz de concebir su vida al margen del poder y supongo que muchas de las cosas que de él se han dicho son ciertas y dignas de elogio, pero a mí me resulta imposible no recordarle sentado a la mesa de consejos de ministros, m los de Franco, en los que se firmaban penas de muerte. Tampoco puedo olvidarme de su autoritarismo ni de su coqueteo con el mayor acto de crueldad y soberbia que puede tener un hombre y que no es otro que el de quitar la vida a un semejante,  aunque se haga en nombre del bien común o de la justicia.
Siempre que surge este tema evoco la figura de Nicolás Salmerón, aquel presidente de la República Española que dejó la jefatura del Estado parea no tener que firmar la pena de muerte decretada contra un grupo de militares que se habían levantado contra su gobierno.
Creo que la grandeza y la rectitud de conciencia de loas hombres no es circunstancial o de quita y pon. Los principios son, quizá, lo único que merece la pena conservar.

viernes, 13 de enero de 2012

INFELICES

Después de tantos años de sufrir, con conciencia o sin ella, sus atormentadas maldades y, sobre todo, su negación de la alegría de vivir, esa es la conclusión a la que he llegado: nos quieren infelices.
No puede ser de otra forma. No puede ser que a los niños que, con la más lógica e inocente curiosidad, comienzan a explorar su cuerpo y los misterios, muchos de ellos, esos sí, gozosos, que lo envuelven, sean amenazados con el fuego del infierno, si no con terribles enfermedades. No puede ser que se empuje a hombres y mujeres a morir entre terribles dolores, cuando, hoy por hoy, la ciencia, enemiga de la superchería, facilita el tránsito hacia la otra vida -o a la nada, quién sabe- con la calma de quien sabe que el final va a ser un sueño.
Tampoco puede ser que un obispo, como el de Córdoba, apartado durante décadas del mundo real se permita acusar a los colegios de secundaria de su diócesis de incitar, al igual que el cine y los medios de comunicación, a la fornicación. Resulta curioso que el tal Demetrio Fernández, en su carta semanal a los católicos cordobeses, hable de la sexualidad desordenada como de una bomba de mano ¿Será porque la suya no ha ido más allá de estar entre sus manos?
Tampoco puede ser que esos que se hacen llamar Iglesia, con mayúsculas, pretendan decidir con quién ha de ser feliz nadie. Por fin el TSJ de Andalucía se ha sometido a la sentencia del Tribunal Constitucional, desdiciéndose y declarado nulo el despido de Resurrección, una profesora de Religión despedida por haber contraído matrimonio -civil, por supuesto- con un divorciado. Una batalla ganada por la profesora que rompe con la absurda injusticia de que el dios de los obispos se inmiscuya en los asuntos del césar, porque, aunque la materia que enseñaba era la de Religión, el puesto de trabajo y el salario dependían del Ministerio de Educación. Que yo sepa, la Real Academia de Ciencias no decide sobre quién debe ser ni, mucho menos, sobre con quién deben casarse los profesores de Química.
Insisto. Nos quieren infelices. Y nos quieren así porque ellos lo son. Reprimen sus más naturales inclinaciones y pretenden que hagamos lo mismo. Convierten algo que además de gozoso puede ser muy hermoso en algo tortuoso y culpable, haciéndolo desde una doble moral y, sobre todo, con una oscura intención de dominación desde la culpa.
Han escogido formar parte del "funcionariado" de la iglesia católica y se creen con poder sobre la totalidad de los ciudadanos. Han renunciado, para ello, a desarrollar su sexualidad y son, por ello, una especie de castrati que pretenden que todos lo seamos un poco.
Son como esas mujeres de la Andalucía más oscura y más profunda, de de Bernarda Alba, condenadas a la soltería para hacerse cargo de la vejez del padre. Son infelices y pretenden que todos lo seamos.


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jueves, 12 de enero de 2012

¿POR QUÉ SE PELEAN?


Ante todo, quede constancia de que no soy tan cándido como para hacerme la pregunta en serio. Lo que ocurre es que me gusta señalar las paradojas que circulan como ramas que lleva la corriente en medio del torrente absurdo de las perogrulladas, medias verdades y mentiras completas que constituyen la cáscara de la política de este país.
Daría risa, si no fuese para echarse a llorar, que los políticos designados para regir la política económica de este país anden a trastazos -sordos, eso sí- por un quítame alá ese control de gasto autonómico, en tanto que su jefe, el silencioso Rajoy, ha dejado sin cubrir la vicepresidencia económica del gobierno, no sé si esperando que uno de ellos rinda su orgullo y sus apoyos ante el otro o para que se despedacen ante los ojos de todos, como aquellos terribles combatientes siameses, los peces caníbales del álbum "Vida y color".
Lo cierto es que, con un agujero presupuestario como el que existe en la práctica totalidad de las comunidades autónomas, algo habrá que hacer para que dichas comunidades dejen de ser la herida por la que se desangra absurdamente el déficit del Estado. Uno, Luis de Guindos, tecnócrata de la banca sin piedad que nos ha llevado a esta crisis, apuesta por que los presupuestos de cada una de las autonomías se sometan al control del Estado Central, el otro, hombre de partido, no parece querer enemistarse con los barones -también el PP los tiene- que quitan y ponen en los congresos del partido.
Cierto es también que los dos tienen su punto de razón, porque no podemos seguir haciendo por todas partes aeropuertos sin aviones, mientras las escuelas, como en la boyante Valencia de las regatas y la Formula Uno, se ven abocadas al cierre o al rescate del Gobierno por falta de liquidez para pagar a los proveedores y los salarios de sus maestros; tampoco sería razonable asfixiar el tejido económico de esos territorios paralizando cualquier inversión que, como parecen haber olvidado, los adalides de la tijera, es fuente de riqueza y, sobre todo, puestos de trabajo.
En fin, que ya veremos en qué queda este combate de moscas sin alas en el tarro de Rajoy. Pero, mientras tanto, que nos e froten las manos en el PSOE, porque el espectáculo que están dando los dos precandidatos a su congreso, tampoco resulta nada edificante. Y aquí viene la paradoja: si unos y otros comparten ideología y todos dicen estar en política para defender el bien común ¿por qué se pelean?



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miércoles, 11 de enero de 2012

PACIENTES


Las consultas de los hospitales son uno de los escenarios, si no preferidos, sí habituales de mi vida, ya que con cierta frecuencia me veo obligado a visitarlas. Pues bien, en ellas, la sala de espera es exactamente eso: un enorme escenario en el que, desde una localidad más que de primera fila se nos permite asistir a una representación siempre igual y siempre distinta por la que desfilan toda una serie de personajes que podrían constituir el resumen de todos los personajes de esta sociedad.
Cuando uno acude tan rutinariamente y tan a menudo a las consultas y más si sabe como yo que la espera se puede demorar horas, renuncia a la compañía, ara no castigar a nadie con lo que uno mismo puede soportar solo. Es entonces, cuando los oídos y, en mi caso, los maltrechos ojos se abren a todas esas conversaciones, monosílabos y gestos que definen a todos y cada uno de los "colegas" de esa mañana.
Yo ya sabía y he defendido siempre que el mayor espectáculo que tenemos a nuestra disposición es la vida misma y que no hay como pararse a mirar y a escuchar qué está pasando a nuestro alrededor, porque no hay nada mejor que jugar a inventar historias con los fragmentos de vida que pasan delante de nosotros cuando estamos sentados en un banco de la calle, esperando al autobús, en un vagón de metro o en la sala de espera de una consulta médica.
Ese día, cuando, aburrido, tecleé a una amiga en el Facebook de mi teléfono la que me esperaba, ella me aconsejó que me dejase arrastrar por el espectáculo, porque, en él, iba a encontrar materiales para mi blog. No era necesario el consejo, pero lo agradecí y me puse ojos y oídos a la obra.
Lo primero que constaté es la enorme paradoja que supone llamar pacientes a quienes demasiado a menudo hacen gala de su impaciencia. A veces, se empeñan, con sus malos modos, en hacerle pagar su impotencia al personal sanitario que, al menos en el hospital que frecuento, se desvive supliendo con amabilidad y profesionalidad la falta de medios en que tienen que llevar a cabo su trabajo. Afortunadamente los pacientes impacientes, al menos los impertinentes, son minoría y casi nadie se suma a sus airadas cruzadas.
Al margen de estas inoportunas broncas, las dos o tres horas que paso sentado en esas incómodas sillas me sirven para ver lo terrible que es la vejez, lo duro que es tener que depender de familiares, amigos o personal contratado para acudir a las consultas. También me da para observar como tratan los años a las parejas, convirtiendo a algunas en un remanso de cariño y complicidad, mientras que, a otras las torna en una batalla sin tregua. Lo que sí está claro es que ellas, si no mejores enfermas, sí son pacientes más eficaces que se las saben todas y que en una sola mañana se hacen con todos los secretos del hospital.
A veces, cuando me aburro y me canso de observar esas caras que tanto se repiten en un servicio que recibe a tantos "crónicos", pongo atención a los nombres de quienes van siendo llamados por la megafonía y juego a imaginarme la edad del propietario del nombre, siguiendo esa ley no escrita que lleva a que los nombres, como los colores o el largo de las faldas, llegan por oleadas que acaban por sucumbir a una nueva. También dicen mucho los nombres de la nacionalidad de su propietario y os aseguro que desde que comenzó la crisis, los nombres de latinoamericanos han desaparecido casi por completo, lo que deja muy mal a quienes se han llenado la boca de acusaciones contra los inmigrantes, tildándoles de gorrones que vienen a nuestro país a saquear nuestro estado de bienestar. Pues bien, acabado el trabajo, se está acabando también su presencia en las consultas. Las horas de espera también dan para las emociones, especialmente, cuando quien aparece detrás de uno de esos nombres es un joven o un niño llenos de vida, para quienes acabas por desear toda la suerte que a ti te ha faltado, porque, al margen de todo lo dicho, la mayoría de los pacientes son pacientes y, sobre todo, son solidarios.
En fin, todo esto es sólo una parte de lo que se puede "disfrutar" haciendo el esfuerzo de abrirnos a nuestros semejantes. Os recomiendo que lo hagáis, porque es mucho más barato que la más barata de las televisiones y porque, sobre todo, enseña más de la vida que la mejor de sus series.


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martes, 10 de enero de 2012

ENGAÑADOS


Como bien imagináis, no es mi caso, pero tengo la impresión de que a estas alturas de la incipiente legislatura ya debe haber quien se siente engañado. Me refiero, claro está, a los votantes del PP. Si me apuráis, podría incluir también a quienes pensaron que el PSOE merecía un escarmiento y le negaron el voto que hasta entonces le habían dado. Lo que no me explico es cómo unos y otros pudieron creer que las cosas iban a ser distintas.
Vayamos por partes. El PP se postuló como el partido de la honradez frente a escándalos que, si no mayores que los que afectan a alguno de sus dirigentes, apuntando en más de una ocasión a más de un despacho de la calle Génova. Rajoy y otros dirigentes populares pusieron la mano -también el codo- por Francisco Camps, el "querido Paco" de Rajoy, y Jaume Matas, el ministro eficaz de Aznar. Hoy los tenemos sentados simultáneamente en sendos banquillos, enredados en cuantas, facturas y otras madejas que o mucho me equivoco o tienen cabos comunes que a veces se confunden. Y no me extraña que uno y otro hiciesen lo que no está escrito para no acabar delante de un tribunal, porque hay que ver la cara de delincuente que s ele pone a uno sentado sobre la dura madera del banquillo de los acusados. Es decir, y sin hablar de caciques como Carlos Fabra o algún presidente de diputación gallego, escándalos también los tienen ellos y los tienen para dar y tomar como estamos comprobando y comprobaremos cuando enseñen sus vergüenzas ante el juez.
Si entramos en el capítulo de medidas económicas -un eufemismo de recortes- comprobamos que la cosa no va mucho mejor de lo que iba con los socialistas. Rajoy y sus presidentes autonómicos han "tirado" de tijeras con un entusiasmo digno de mejor, tanto que no sólo han estrechado el traje más de lo debido, sino que en más de un caso han alcanzado a la piel de los ciudadanos. Eso, sin que se vean por ninguna parte los estímulos a la inversión ni el entusiasmo que, según Rajoy, iba a traernos la felicidad que algunos ya ni recuerdan.
Dijeron que no tocarían los impuestos y sólo lo han hecho, o lo van a hacer, con los que afectan a quienes viven de un sueldo o consumen, en tanto que no se toca el patrimonio ni los beneficios de las grandes fortunas, algo que no sólo deprime, sino que hiela la sangre que tanto necesita este país para reaccionar.
Y si, ya por último, hablamos del peligro que corren las libertades o los pilares que sustentan el tan bien ganado Estado de Bienestar, la cosa es para echarse a temblar. Por eso creo que más de uno debe andar ya cabreado y tentándose la ropa ante el error cometido. Eso o que, más que las patadas en el culo o que se pisoteen sus derechos, les importa quién lo hace.
Sí, quizá sea eso. Quizá la mentira y el daño, si viene de los nuestros, es menos mentira y es menos daño.


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lunes, 9 de enero de 2012

¿PRESIDENTE RAJOY?


Nadie puede proclamarse sorprendido por la "no presencia" del presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, no ya en los foros internacionales, sino en el día a día de la política española. Debe ser su manera de hacer política "como dios manda", dado que, si no dios, sí su franquicia terrenal, con sede en Roma, lleva veinte siglos rigiendo los destinos materiales y espirituales de quienes se reconocen como sus fieles y quienes no lo hacen, desde la intangibilidad del misterio.
No cabe ningún resquicio a la sorpresa, porque el deporte que está practicando Rajoy es el mismo que ha venido practicando todos estos años al frente del Partido Popular y desde la más desleal de las oposiciones. No dar la cara para explicar las medidas adoptadas por su gobierno, por más duras que sean, parece ser su consigna y su método. Una estrategia que le funcionó a las mil maravillas en los años de desgaste a Zapatero, pero que, ahora, sin un enemigo a batir, no creo que le funcione.
Lo que no le van a faltar a Rajoy son los corifeos que ensalcen sus virtudes, porque la prensa, que se lame las heridas de las dos crisis que padece, la de todos y la específica del sector, o bien mantiene los apoyos que ya le dio contra Zapatero, o bien se recoloca y se prieta bajo el paraguas del Gobierno que, al fin y al cabo, acabará siendo, si no su salvador, sí el proveedor del bálsamo que las alivies.
Quizá por eso, en la edición digital de EL PAÍS una hipotética gestión del nuevo gobierno para conseguir una silla en el foro en que se deciden el futuro de Europa se antepone al hecho incontestable de que no va a estar en Roma, junto a Merkel, Sarkozy y Monti el día 20.
Mucho tendrá que cambiar Rajoy en los próximos meses, porque, si hasta ahora esconder la cabeza, como hace el avestruz, le ha servido, dudo que le siga dando los mismos resultados. Además, lo que se juega ahora no es su futuro, si siquiera sólo el de su partido. Lo que se juega ahora es el futuro de todo el país.


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domingo, 8 de enero de 2012

CUÁNTO DAÑO

Sí. Cuánto daño han hecho en la sociedad española los años de cómoda prosperidad y dinero fácil. Cuánto daño ha hecho ese "y dos huevos más" en las carreras por el poder entre uno y otro partido que, al final, han acabado con nuestros huesos en la piscina sin agua de la crisis.
Las obras faraónicas, los gastos suntuarios, la parafernalia que acompañaba a cada "caquita" con que nos obsequiaba la clase política, tal parece que un político no puede hablar si no es en medio de marco incomparable de moqueta y canapés, la falta de realismo en la gestión de ‘las cuentas, junto al desapego de los ciudadanos respecto de lo público y su coste, han "parido" una sociedad que no es capaz de ver más allá del umbral de su vivienda o del parabrisas de su coche.
Creo que Zapatero y sus asesores aún no sabe aún el daño que hicieron a este país, a esta sociedad, el día que dijeron aquello de que bajar impuestos también es de izquierdas. Hoy tenemos una prueba de ello en la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS que arroja el terrible e insolidario dato de que la mayoría de los españoles consultados apoya los recortes, pero no la subida de impuestos. Está claro que a los que piensan eso aún no les ha tocado la crisis. Está claro que aún tienen trabajo y salud y que necesitan ese dinero que se les reclamaría para sostener el Estado, que es de todos, para cambiar de coche o viajar a destinos exóticos.
El resultado de la encuesta es, como digo, terrible. Y es terrible porque es insolidario. Parece como si hubiésemos retrocedido varias décadas en el tiempo. Parece un mal sueño en el que señores con bigotito y maletines cruzan las fronteras en sus "dodges" para poner el dinero ganado con el sudor de sus empleados o las penurias de sus inquilinos a salvo del "estado rapiñador" al que, cuando les conviene, no dudan en llamar patria.


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miércoles, 4 de enero de 2012

DEBATE


Ayer, mientras hacía tiempo, esperando a una amiga para comer, asistí a un interesante debate, mientras tomaba una cerveza en una terraza de la calle Columela de Cádiz. No pude ver las caras de quienes en él participaban, porque los tenía a mi espalda. Sin embargo, por sus voces deduje que eran de mediana edad, algo que en estos tiempos de jóvenes de treinta y cinco años y chicas de sesenta es decir muy poco, gaditanos y, por lo que consumieron, sendas copas de rioja, más o menos pudientes.
Delante de nosotros y desde hacía unos minutos, se desarrollaba una de esas escenas tan típicas en estas fechas en cualquier calle comercial de nuestras ciudades: carreras de inmigrantes tratando de poner a salvo la mercancía que malvenden, mientras la policía trata de, si no detenerlos, sí al menos apartarlos de esas calles en las que consiguen los pocos euros con que pagar su cama y su comida.
Me llamó la atención la cordialidad con que mis "guardaespaldas" debatían sobre la actitud de algún comerciante o vecino, no me quedó muy claro, había franqueado su puerta a alguno de estos "negritos"´-decían "negritos" con tanta naturalidad y tanto cariño que me resultó imposible ver en el apelativo un atisbo de racismo- protegidos por quienes, de hacer caso a los biempensantes, habrían de ser sus víctima. Uno de los interlocutores decía que no sólo no hacían mal a nadie, sino que en tiempos en que una camiseta "oficial" de cualquiera de los ídolos con que sueñan los "niños chicos" puede coitar sesenta o setenta euros y que, con lo que pagarían con ella en una tienda, bien podrían sus padres satisfacer su sueño y comprarles, de paso, esos dos "pijamillas" que tanto avío les harían.
Quien esto decía mantenía algo así como que los negritos estaban tendiendo un puente para que quienes apenas pueden llegar a fin de mes no se alejen del todo de quienes pueden darse y dar a los suyos todos sus caprichos.
Su compañero de mesa no tardó en recordarle que las leyes están para cumplirlas y que el Ayuntamiento estaba en la obligación de hacerlas cumplir, porque, según decía, los negritos habían acabado con las tiendas de deportes y las ópticas de Cádiz a base de vender imitaciones cuando no falsificaciones de ropa deportiva o gafas de sol.
Fue en ese punto cuando me quedé con ganas de terciar, recordándoles -soy hijo de pequeño comerciante- que quienes han acabado con esos comercios no han sido otros que los grandes centros comerciales, sacando a los hipotéticos clientes de los barrios y el centro de las ciudades para llevarles a esas mega superficies todas iguales, todas con las mismas tiendas, no mejores ni más baratas que las que había en las ciudades.
Llegó mi amiga, pagué mi cerveza y nos fuimos, pero no pude dejar de darle vueltas a lo que había escuchado, un debate civilizado con argumentos, sin violencia verbal, sobre algo que estaba sucediendo ante nuestros ojos. Ya esta mañana, cuando me he despertado con la noticia de que l Gobierno irá al rescate de las deudas de la derrochadora y aparentemente malversadora Generalitat de Valencia, no he podido sino acordarme de los negritos, los euros que entran al bolsillo de los Messi o los Ronaldo, el Real Madrid o el Barça y de los trajes del señor Camps.
¡Pobres de nosotros y, sobre todo, pobres negritos!





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