lunes, 19 de marzo de 2012

¡VIVAN LAS CADENAS!


Cuentan que, una vez derrotado el invasor francés, cuando regresó a España el que acabaría siendo conocido como "rey felón", Fernando VII, alguien tuvo la infeliz idea de desenganchar los caballos de su carruaje para sustituirlos por quienes, apenas unos meses antes, habían alcanzado la consideración de ciudadanos. Fue entonces cuando dejaron de serlo, para volver a ser súbditos, y fue entonces cuando alguien acuño ese terrible grito de ¡Vivan las cadenas!
Resulta irónico que un país que acaba de repetir ese grito, dando el poder absoluto a quien, en apenas cien días, ya ha desmontado o manifestado su intención de desmontar los avances sociales de la última década y las garantías que recibe el ciudadano del Estado de Bienestar, se empeñe en celebrar aquella constitución de vida tan efímera, proclamada en Cádiz hoy hace dos siglos. Pero aún resulta más irónico que los fastos de la conmemoración tengan lugar en una ciudad, Cádiz, capital de una de las provincias más deprimidas de Andalucía, la comunidad que está a punto de cerrar otro eslabón de la cadena con que el partido popular quiere atarnos al pasado.
Ironías al margen, no sé qué diablos tenemos que celebrar los españoles, si aquella constitución que nos equiparaba a las naciones más avanzadas de la Europa de hace dos siglos, apenas pudimos disfrutarla. Sí la disfrutaron, más o menos, las naciones que, en América, la usaron como cizalla para sacudirse las cadenas que las ataban al lo que quedaba de aquel imperio español.
Aquella constitución de hace dos siglos, elaborada por la flor y nata de la intelectualidad española fue una oportunidad perdida que se esfumó con la vuelta de aquel rey que traicionó todos los sueños de quienes, azuzados por la siempre nefasta idea del nacionalismo, no supieron ver que el futuro no estaba en una corona que sustentaban todos los opresores y abusadores que acumulaban los privilegios y la propiedad de la tierra.
Si aquella "Pepa" no murió en la flor de la vida fue porque se embarcó a tiempo hacia a las Américas, mientras aquí, en España, dábamos un salto hacia atrás en el tiempo. Un salto que nos tuvo apartados del progreso y la libertad durante décadas. Celebremos pues lo que pudo ser y dónde nos pudo llevar aquella constitución y hagámoslo con una mirada crítica que ilumine todos los errores y pecados que nos dejaron y nos dejan tan maltrechos.


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