jueves, 31 de mayo de 2012

DÍAS TODOS IGUALES



La vida, como una peonza, no debe dejar de dar vueltas, no debe pararse, porque, si se para, cuando se detiene el vertiginoso giro de los días y nos paramos a analizar el verdadero sentido de esa sucesión de días y de noches, corremos el peligro de perder la falsa impresión de equilibrio que da el encadenamiento de todos esos días que, en el fondo, apenas son una antesala del mañana que les sucede. Es entonces cuando se cae poco a poco y sin estrépito, como acaba cayendo la peonza.

Ese es el peligro de las rutinas y de acabar por tomar el control sobre ellas: poco o nada nos va a sorprender el nuevo día: lo previsible, lo seguro no emociona y, a veces, se acaba por agradecer un golpe de viento o un breve chaparrón en una tarde de verano. Tanto que, cuando un día de sol se suma a otro, la angustia vital, de la que tanto hablaban los existencialistas, acaba por cabalgar sobre nuestros hombros.

Y, cuando, como hoy, una visita al médico, pese a que en ocasiones comporte malas noticias o algún que otro desagradable tratamiento, se convierte en una cita en la agenda, en una meta, en una silueta en el horizonte, es porque algo anda mal, algo que no hiere, pero amarga y duele.

Por eso hay que luchar contra el desfallecimiento, poniendo los ojos en todo aquello que reconforte: una risa, una música, una imagen hermosa, un paisaje un roce, una caricia siempre igual de emocionantes, siempre distintos. Aunque, hay que tenerlo presente, a veces nos lleve al error o al desengaño. Hay que buscar cada día, y ya es trabajo, una razón distinta, un cabo, un islote o cualquier promontorio que nos permitan ver distinta la costa aparentemente uniforme por la que nos deslizamos, sin radio, GPS ni carta de navegación.

Y entonces, cuando los encuentras, todo es más fácil, se hace más dulce deslizarse por este tobogán, por esa línea de costa de días todos iguales. Aunque, todo tiene un pero, alguna de esas señales nos arrastre a un banco de arena en el que, de improviso y sin saber bien por qué, podemos quedar atrapados, a la espera de un golpe de mar que a veces tarda en llegar o no llega, que nos arranque de la trampa de nostalgia y arena.

Es entonces, en las horas de calma chicha, varados sobre esa trampa, cuando el sol abrasa y no hay siquiera un jirón de brisa que alivie la espera anunciando un cambio, la música, un buen libro, que en mi caso, habrá de ser electrónico y me temo que pirata, y los recuerdos, aunque sean tristes, ayuden a pasar las horas e, incluso nos arranquen una sonrisa. Yo, cómo el sublime Franz Kafka, me proclamo sibarita, y hago mías aquellas palabras suyas que me trajo Alfredo Bryce Echenique: "Los recuerdos bonitos, mezclados con tristeza, saben mucho mejor. Así que, en realidad, no estoy triste, sino que soy un sibarita"


Y, mientras tanto, la peonza gira cada vez más lentamente, la línea de costa se parece cada vez más a si misma y los días acaban por ser todos iguales.



miércoles, 30 de mayo de 2012

ESTADO DE EXCEPCIÓN



Desde que Rajoy y Rubalcaba se vieron más o menos discretamente en la Moncloa, una pregunta me quita el sueño ¿Qué sabía el presidente, qué sabe desde entonces el jefe de la oposición, que no debe conocer el resto de los españoles?
Algo grave debe ser lo revelado, puesto que desde aquella de cita -han pasado apenas cinco días aunque parece que el encuentro fue hace un siglo- los acontecimientos nos han precipitado hacia el desastre, porque un desastre va a ser que acabemos rescatados por Europa después de haber perdido más de un año manoteando y boqueando como náufragos extenuados en el intento de evitarlo. Otra forma de verlo es la de tratar de llegar a otra conclusión que no puede ser otra que la de que uno y otro sabían lo que estaba pasando, porque motivos tenían para ello.
La cuestión es que miles de millones de los euros que han contabilizado los bancos en su balance son como la espuma de la cerveza que, una vez en la jarra, más o menos deprisa, se deshace. Miles de millones de pisos, promociones inmobiliarias, solares y terrenos que Europa quiere contabilizar a precio de mercado y que dejan a nuestros modélicos bancos, porque no creo que haya ninguno limpio, con el culo al aire.
Para pasar el examen de Frankfurt hay que quitar esa espuma de los balances, como los buenos tiradores de cerveza la quitan con su paleta. Lo malo es que a algunos no les va a quedar cerveza en la jarra, porque casi todo era espuma, y hay que "inyectarle" más cerveza para que pueda ponerse sobre el mostrador. Y ahora lo que toca es encontrar el barril del que sacarla.
Más allá de que el barril sea propio o ajeno, lo importante es encontrarlo y pagarlo. Eso sí, a ser posible y por el prestigio del establecimiento, de España, sin que nadie se entere de que el barril es prestado y con condiciones.
En esas andamos. Tratando de maquillar con burdos brochazos de ingeniería financiera, "trucos" lo llama el Financial Times, que quizá engañen a los depositantes de Bankia, pero en modo alguno a los serios contables del BCE. Cada vez queda menos tiempo y, cada vez, menos alternativas posibles. De momento, la de pelotear el préstamo como bonos de deuda pública que, al final, habría de asumir el Banco Central Europeo, ya parece descartada. A ver que se les ocurre ahora a los magos de las cuentas que parece haber en el equipo de Guindos.
Ya sé que todo esto que escribo es como una letanía cansina y aburrida. Pero es que no hay más y es que, además, nuestro país está atravesando por la situación más grave de los años de democracia, comparables y, a toro pasado, más grave por sus consecuencias que la intentona del 23-F. Y, menos mal que Europa es el principio y el fin de nuestros males, porque, fuera de Europa, estas cosas se resolvían con mano dura y uniformes.
Lo que no acabo de entender es esa obcecación en el silencio, ese intento vano de recortar por la puerta de atrás los derechos de los ciudadanos. Lo que no entiendo es por qué Rajoy y Rubalcaba, aunque este último acaba de pedir tímidamente que los responsables de lo que ha pasado en Bankia lo expliquen en el Congreso, nos quieren dejar al margen de la verdad. Es como vivir un estado de excepción en el que el único derecho que se niega a los ciudadanos, y qué derecho, es el de conocer la verdad para poder defenderse y defender lo suyo.
Si Rubalcaba no pide la comisión de investigación en el Congreso, tendré, tendremos, motivos suficientes para pensar que alguna responsabilidad hay en su partido, porque, si no la hay y tal y como está el panorama, nada mejor que conocer la verdad sobre lo que, por malicia o por torpeza, ha pasado.
Rubalcaba debe hacer caso a quienes desde su partido le están pidiendo ya que, a su vez, pida la comisión donde unos y otros expliquen por qué los gestores de una de las mayores entidades del país, esos que se van a casa con pensiones millonarias, incumplieron la primera norma de cualquier manual de Economía: que nunca se deben poner todos los huevos en la misma cesta. Y menos si esa cesta es la del ladrillo.
Ayer, vapuleado por propios y extraños, Miguel Ángel Fernández Ordóñez dimitió de su cargo de gobernador del Banco de España, el presunto "gran hermano" de la banca y, aún así y pese a que lo ha pedido, no se le permite explicar su verdad ante el Congreso.
Lo dicho vivimos en un estado de excepción en el que nos es permitido casi todo, salvo que lo que pretendamos sea conocer algunas verdades.


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martes, 29 de mayo de 2012

REVENTAR POR NO TOSER



¿No os ha pasado nunca? Es angustioso y siempre acaba como acaba: en una explosión incontrolable y descomunal de aquello que querríamos evitar. Suele ocurrir cuando todo el mundo está pendiente de nosotros y sentimos una enorme necesidad de toser. Es entones cuando nos parece inoportuno girarnos un poco y, discretamente, aliviarnos tosiendo. Qué pensarán, pensamos ¿Que estoy enfermo? ¿Que no tengo educación? ¿Que está sucio mi pañuelo? Nos han enseñado que es mejor aparentar que ser y en esas estamos ¡Qué vergüenza!
Dejamos de intervenir en la conversación, nos va faltando el aire, nuestro color se va tornando rojo y cada vez estamos más congestionados. Tanto, que ya se nos saltan las lágrimas y, cuando todo el mundo está pendiente de nosotros, reventamos en una explosión de tos compulsiva que todo lo interrumpe y a todo el mundo salpica.
Eso, exactamente eso, es lo que está pasando con España y sus bancos. Rajoy, y ahora Rubalcaba, se han empeñado en aguantarse la tos que nos provoca toda la basura acumulada en Bankia y qué se yo cuántos bancos más para acabar reventando ante toda la prensa y los mercados mundiales, salpicando a los españolitos de a pie con los humores contenidos en los enormes agujeros de los infectados pulmones de la banca.
Cuando llega este momento, ninguno queremos saber cómo llegamos a enfermar de esa manera. No queremos acordarnos de aquella noche que paseamos la casa sin calzarnos las zapatillas, ni de aquella divertida velada que pasamos en la terraza de le especulación inmobiliaria ligeros de ropa, aunque, eso sí, en agradable compañía. Mucho menos de aquella ducha helada de la que tanto tardamos en recuperarnos, ni de habernos dormido con la ventana abierta, en medio de la corriente.
Si hacemos esto, nos estamos equivocando de medio a medio. Lo mejor es toser y asumir a tiempo que nos hemos enfriado, tratar de ponerle remedio y, sobre todo, cuidarnos para salir del trance. Sin embargo, quienes pueden, en lugar de atajar el asunto en el origen, han decidido que, para combatir esa tos incipiente y sintomática, lo mejor era ir amputando los dedos de las manos y los pies, uno a uno, y, ante la falta de resultados seguir con tan traumática cirugía.
Lo peor es que, ahora que ya sabemos lo que nos pasa, el médico al que pedimos una segunda opinión, Rubalcaba, parece empeñado en seguirle la corriente a nuestro, forzado, médico de cabecera, Rajoy ¿Por qué lo hace? ¿Es acaso el gremialismo de los políticos, es acertado el diagnóstico de Rajoy o es que uno y otro tratan de exculparse de haber dejado que nuestro catarro haya acabado en neumonía?
No lo sé, pero quiero saberlo. Quiero que los que nos llevaron al catarro, los que se empeñaron en ocultarlo y los que ya no son capaces de contener nuestra tos paguen el tratamiento y la factura del especialista al que habrá que recurrir para curarnos.
De la patética rueda de prensa de Rajoy ayer en Génova 13, mejor no hablamos.


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lunes, 28 de mayo de 2012

IGLESIA



Sólo en los últimos años del franquismo y primeros tiempos de la transición la iglesia católica española ha estado más o menos cerca de la sociedad real. Eran los tiempos de aquel obispo bueno y demócrata, Tarancón, para el que los fascistas pedían paredón, plantaba cara al franquismo en descomposición, tiempos en los que la iglesia era, para sindicalistas y vecinos, era refugio ante la persecución policial. Eran los tiempos de Añoveros, aquel obispo vasco que, con sus homilías, puso en jaque a un tiempo a Madrid y Roma.
Aquellos años de la iglesia fueron la lógica consecuencia del Concilio Vaticano II y la figura de dos pontífices, Juan XXIII y Pablo VI, que apearon el catolicismo de sus tronos, para acercarlo a la sociedad real, sus problemas y sus sentimientos. Yo aún recuerdo aquellos "recitales" de cantautores en alguna iglesia de mi barrio, para recaudar fondos con los que pagar multas y fianzas. Por aquel entonces yo ya no creía, pero la labor de aquellos curas que se la jugaban como el que más me merecía todos los respetos.
Hoy todo es distinto. Hace tiempo que los obispos no piensan en que pueden hacer por la sociedad. Hace tiempo que sólo piensan en qué es lo que pueden sacar de la sociedad para alcanzar su meta en la curia. Bien es verdad, y sería injusto olvidarlo, que hay una parte de la iglesia, las más de las veces al margen de su jerarquía, que trabaja por la gente que lo pasa mal a través de Cáritas, aprovechando la estructura que siempre han tenido las parroquias y los fondos que reciben de ayuntamientos y gobiernos. Es esa iglesia, no siempre conforme con los obispos, la que enarbola Rouco para hacerse perdonar impuestos como el IBI, mediante el chantaje a la sociedad toda.
Es curioso que cuando más lejos está la iglesia, al menos sus obispos, de la gente más empeño tienen en meterse en su cama para decidir cómo y con quién la comparte, al tiempo que tiende sus redes en el que, desde hace siglos ha sido su mayor negocio, la enseñanza, mediante el cual llena sus arcas y perpetúa su impronta en las clases dominantes.
Lo peor de todo es que, desde que estamos en democracia, los poderes públicos, incluso gobiernos con mayoría absoluta de izquierdas, han tirado la toalla a la hora e plantarle cara a la iglesia. Han tenido miedo de hacer frente a tan colosal rival y éste, que se alimenta de miedo, ha engordado y se ha crecido cercándole en asuntos como el aborto o el matrimonio para todos. Ni Felipe González ni Zapatero han tenido el valor suficiente para hacerle frente. Tanto Guerra como Fernández de la Vega han renunciado a limar los privilegios de la iglesia que, en este país, son muchos.
Ahora, con andanadas en contra de la prensa que representa los interesas de los privilegiados, el PSOE quiere retomar esa batalla, reclamando a los obispados el pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles del que ahora están exentos por uno de esos vacios legales que, ayudado de la apatía que manifiestan los gobernantes cuando se trata de hacer frente a los colosos, le ha permitid extender la exención de pagarlo por los locales de culto a viviendas, garajes y quién sabe si el piso de alguna barragana.
Ayer mismo escuché a Gaspar Zarrías hablando de esta campaña, admitir que se había perdido la oportunidad de afrontar el asunto en pasadas legislaturas. Creo que lo de Zarrías, sin dejar de ser verdad, son lágrimas de cocodrilo que habrá que ver en qué quedan cuando en el futuro, si es que llega, vuelvan a ocupar el poder, porque, de verdad y pese a todo lo demás, ese es el mayor reproche que le hago y le hará siempre a Zapatero; no haber cogido el toro por los cuernos, para poner a la iglesia en su sitio.
Hoy se sienta Javier Krahe en el banquillo acusado de injurias y no sé qué más a la iglesia y sus dogmas por un cortometraje rodado hace 25 años. Es una consecuencia intolerable de todos los miedos que han impedido a este país alcanzar su libertad plena. A Krahe s ele piden 192.000 euros por ello y yo me pregunto cuánto habría que pedir a todos esos articulistas camorristas que cada mañana se empeñan en acabar con la buena fama de quien no les gusta en la mayor de las impunidades. Seguro que, ni con el agujero de Bankia, habría suficiente.

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domingo, 27 de mayo de 2012

VACÍO MORAL



Hoy domingo, último día de esta semana que ha sido trágica para este pobre país adulado siempre por aquellos que desprecian a su gente, me ha venido a la cabeza la imagen del juez Garzón abandonando abatido la sede del Supremo que le acababa de despojar de su carrera. Salía del Supremo dejando atrás tantos años, tantas noches de luz encendida en su despacho de la Audiencia Nacional, justo al lado, y, mientras, en las dos aceras de la calle por la que camina abatido, quien fue compañero suyo en la Audiencia, Carlos Dívar, conserva sus dos despachos y todos, algunos inmorales, privilegios.
La que hoy acaba ha sido una semana trágica para los españoles, al menos para los que nos paramos a reflexionar sobre lo que pasa, lo que nos pasa, lo que nos está pasando, así, como si nada.
Resulta preocupante, preocupante y deprimente, que el mismo gobierno que está desmontando el Estado de Bienestar, que está destrozando la enseñanza y la sanidad públicas, para sacar de sus jirones los diez mil millones de euros que le reclama Merkel, admita poner, con la mayor de las naturalidades y toda la ingeniería financiera de la que tanto sabe el ministro, los veintitrés mil millones que ha de inyectar en Bankia, sin exigir a cambio ninguna depuración de responsabilidades a sus antiguos gestores, Rodrigo Rato y Miguel Blesa.
También resulta preocupante y deprimente escuchar, como estoy escuchando al ministro de Justicia, que la imagen del presidente del Consejo General del Poder Judicial y su presidente, Carlos Dívar, ha salido reforzada después de sus "no explicaciones" y su "no asunción de responsabilidades" por los escandalosos dispendios que se ha permitido Carlos Dívar y que espero que nunca más se permita, nunca más le permitamos.
Más que deprimente, resultó indignante escuchar a la camorrista y provocadora Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, intentar incendiar, afortunadamente sin éxito, la final de la Copa del Rey de fútbol para tapar la basura que rebosa de sus cuentas y sus despachos. Yo no estuve allí, pero tened por seguro que, sólo por su actitud provocadora, me hubiese sumado a la pitada para responder a esta pendenciera que, al final, ni siquiera tuvo la dignidad de acudir al estadio para medir las consecuencias de su provocación.
Está claro que no ha sido la mejor de las semanas y, volviendo a la foto de Garzón, lo ha sido porque ha quedado claro que hay un enorme vacío, no legal, sino moral que permite que actos irresponsables, torpes o maliciosos, de tamañas consecuencias, queden impunes y otros que, por caminos no siempre rectos, lo admito, sólo perseguían hacer justicia, se pagan con el oprobio.
En estas últimas veinticuatro horas, una frase me persigue, esa terrible "Abandonad toda esperanza" escrita, dicen, a las puertas del infierno. La leí ayer en un poema de Beckett y se la acabo de escuchar a Joan Romero. Abandonad toda esperanza, os digo, mientras el vacío moral que nos asfixia permita defender con la ley lo injusto y perseguir con la misma ley a quien quiere pretende hacer justicia.

Muchas veces, demasiadas, nos hablan de la existencia de "un vacío legal" para justificar determinados hechos y comportamientos. Pero existe otro, aún peor, del que nadie parece querer hablar, el vacío moral., y es peor porque, en él, se encuentra justificación para todo.



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sábado, 26 de mayo de 2012

¿SABREMOS LA VERDAD ALGÚN DÍA?


Cada vez lo tengo más claro. Mucho me temo que no, que nunca sabremos la verdad sobre el desastre consentido y propiciado en Bankia. Nuestros representantes, los que deberían velar por nuestros intereses están demasiado acostumbrados a mentir, casi tanto como nosotros lo estamos a callar. Y, con esa ventaja, en esas condiciones, cómo podemos pretender que alguien nos diga que pasó y por qué.
Ayer tarde asistí en el Telediario de las nueve a la paradoja de ver cómo la crónica en que se adelantaba el reconocimiento por parte del Consejo de Administración de Bankia, el que presidía el "pobre" Rato, de que nos había engañado en las cuentas, de que el banco de la vergüenza no había ganado en 2011 los trescientos millones de euros que firmaron al pie de sus cuentas, sino que tuvo tres mil millones en pérdidas, estaba ilustrada con la entrada de esos consejeros en el garaje de las torres, cada uno de ellos a bordo de un flamante, carísimo y alemán Audi 8.
Habrá quien piense -ya lo estoy escuchando en boca de algunos creadores de opinión pública- que eso de "maquillar" las cuentas es algo habitual ¿Y qué? También son habituales el robo, la violencia y el tráfico de drogas y, sin embargo, están considerados delito. Entonces, me pregunto, por qué no se lleva a los tribunales a quienes, con sus mentiras, han llevado a millones de clientes a hacer nuevos depósitos en Bankia o a mantener sus ahorros en ella.
No sé si la cárcel sería el justo castigo para quienes mienten con tanta alegría a costa de ahorros de tanta gente. Desconozco las leyes, pero el corazón me dice que no estaría mal. Tampoco le estaría que se les prohibiese tocar un euro más, salvo los suyos, y siempre que hubiesen satisfecho el desastre ocasionado por sus nefastas decisiones o por el silencio cómplice para que otros las tomasen.
Y aquí llegamos al meollo del asunto. Llegamos a la falacia que suponen todos esos consejeros que, en el caso de las cajas de ahorro, se nombraban atendiendo a las cuotas de poder de los partidos en comunidades autónomas o ayuntamientos. Hay quien dice que, al fin y al cabo, se limitaban a calentar la silla y cobrar el sueldo, lo que no resulta nada consolador, sino todo lo contrario, porque, con su silencio, han comprometido la posibilidad de conocer la verdad de Bankia.
Horas antes de que estallase, con su espoleta retardada, la bomba de Bankia, Miguel Ángel Fernández Ordóñez pidió por carta comparecer en el Congreso para explicar su verdad sobre el desastre de la banca española. Inmediatamente supimos que al PP no le hace gracia el asunto, como tampoco le hace gracia que Rato y Blesa, miembros del partido o recomendados por el partido y primeros actores de la debacle en Bankia, comparezcan ante una comisión parlamentaria.
Si lo hacen, es porque saben que el PSOE no va a esforzarse mucho en pedirlo, porque comparte con ellos demasiados secretos de alcoba que explicarían todo el proceso o porque se vería salpicado por tanta mierda como han visto pasar ante sus narices sin haberla olido.
La única esperanza que nos queda es la de la iniciativa ciudadana y los tribunales, aunque, para que fructifiquen y se extiendan, es necesario el apoyo y el aliento de la prensa. Y esa, la prensa, vive de la publicidad y los créditos que provienen de quienes deberían sentarse en el banquillo.
Ya a punto de publicar esta entrada en el blog, escucho a Goirigolzarri, pensionista de lujo, decir que no ha encontrado nada sucio en la gestión de Rato y Blesa. ¿Qué son entonces? ¿Simplemente torpes? Lo siento, pero la buena voluntad no me da para tanto
Ah, una cosa más, que subasten los audis, porque, para parar algún desahucio, seguro que dan.


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viernes, 25 de mayo de 2012

NI DIMITE NI SE EXPLICA


Siempre he desconfiado de quienes han de "calzarse" un uniforme, a ser posible lleno de insignias, para hacer valer su autoridad. Es cierto. No me gustan los uniformes. Los tolero, en todo caso, cuando su fin es el de preservar durante el trabajo la vestimenta personal del que lo lleva y siempre que ese uniforme iguale a quienes lo llevan, algo que se agradece cuando uno acaba en un hospital, público, por supuesto, y le endosan un pijama que, con suerte es de su talla y está entero, porque no necesita ni debería saber de un sólo vistazo a qué clase social pertenece el compañero de habitación.
Decía que odio los uniformes cuyo fin es el de dar autoridad a quien quizá la necesita de tela porque de la otra, la moral, la que dan la prudencia y la sabiduría, de esa no tiene. Pero debo añadir que los que más odio son los que visten a quienes los llevan con ropas talares, decimonónicas, oscuras y solemnes. Y, entre ellos y en especial, claro, los curas y los jueces, dueños de la norma y la moral que, demasiado a menudo, esconden bajo sus faldas pecados inconfesables de cinismo y de soberbia.
Cinismo y soberbia. Estoy convencido de que eso esconden quienes, como los curas, renuncian a ser plenamente hombres, con sentimientos y pasiones, para situarse por encima de los hombres. También estoy convencido de que quienes, sacrificando lo mejor de su juventud, preparan las durísimas oposiciones para ganar una plaza de juez -la de dios hace tiempo que no sale- llegan a su destino sin las vivencias y la experiencia necesarias para decidir sobre vidas y haciendas y acaban escondiendo esas carencias bajo la solemnidad de una toga que, también, les aleja del resto de los mortales.
Tanta autoridad y tanta liturgia acaban por disfrazarles la realidad y haciéndoles creer que son distintos, que no se equivocan y, sobre todo, que nadie tiene derecho a decírselo.
Eso es lo que le ha ocurrido al presidente del Consejo General del Poder Judicial, el cada vez menos respetado y más bien tenido por pícaro y aprovechado Carlos Dívar, que carga sus larguísimos fines de semana al erario, sin el menor rubor, el más mínimo arrepentimiento y convencido de que es tan valioso e importante como para no dar cuentas a nadie de sus gastos.
Uno podía pensar que tan bochornoso comportamiento habría creado inquietud en quienes todos nos días nos dan lecciones de rectitud y justicia, pero no. Haber "pillado" a su "jefe" con el tarro de la mermelada, dedos y morro pegajosos, no les ha llevado a castigarle, ni tan siquiera a recriminarle. Todo lo contrario. Quienes, con cuentas y horarios, hacen de su toga un sayo se han revuelto contra el Pepito Grillo que osó denunciar a Dívar, pidiendo su dimisión por haber minado el prestigio y la credibilidad del consejo, mientras afilan sus navajas a la espera de una pelea entre consejeros que, sin duda, aún no ha acabado y será, cuando menos, sangrienta.
Carlos Dívar, del que el ministro Gallardón, el gran hipócrita que pretendió hacerse pasar por progre, ha dicho públicamente que la figura de Dívar saldrá reforzada de este asunto, mientras el propio Dívar se permite decir que "ni dimite ni dará explicaciones" por su comportamiento.
Es lo que tiene ser juez y parte, ser el dueño de la norma, su interpretación, la VISA y la autoridad que dan faldones, insignias y puñetas. Dívar consideró una miseria el gasto cuando sólo se conocía la mitad del mismo, quizá esos miles de euros pudiese pagarlos de su bolsillo sin esfuerzo. Ahora bien, ni con el elevado sueldo que cobra y cobrará ni con la VISA ciega que le han dado podrá comprar el prestigio que ha perdido y ha hecho perder a la institución que preside. Demasiada inmoralidad y falta de prudencia en quienes deben velar con esa virtud de que en este país se haga justicia.
Espero que su dios se lo perdone, porque, lo que soy yo, nunca.



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jueves, 24 de mayo de 2012

¡Y DALE MOLINO!


Eso de ¡y dale molino! lo decía a menudo uno de los maestros e mi infancia. Era su frase anatema para mostrar su enfado cuando nos empeñábamos en caer una y otra vez en los mismos errores. Por eso, y recordando aquellos tiempos, n viene a la memoria la frase para expresar lo que siento ante el júbilo desproporcionado que parece haberse desatado desde que, anoche, se conociese que la pertinaz candidatura de Madrid a la organización de los Juegos Olímpicos de 2020 ha dejado fuera, junto a Tokio y Estambul, a la ardiente Doha en otoño y a la aún tercermundista Bakú.
No me gusta volver a empezar. Me deprime esa especie de entontecimiento colectivo que embarga a unos y otros en esta ciudad que, en mi opinión, no necesita de hipotéticos juegos, sino de realidades sensatas. La experiencia me dice que, una vez más, la candidatura se va a convertir en un juguete en manos de los políticos de turno, con la que engatusar a los ciudadanos, mientras se les niega el pan de la justicia social y la solidaridad.
Durante demasiados años hemos tenido un alcalde ocupado en coquetear con el COI, uno de los entes más corruptos que existen, a la búsqueda de una franquicia -los juegos no son otra cosa- que cada vez reporta menos beneficios al que la obtiene, a cambio de inversiones muchimillonarias que no siempre revierten en los ciudadanos. Al final, vamos a quedarnos como esos pobres benditos que montan una papelería o una tintorería bajo una franquicia y, después de dejarse sus ahorros en la instalación, apenas duran uno o dos años con el cierre levantado.
Tampoco me gusta un pelo sentirme obligado a celebrar "éxitos" como el de ayer, por temor a quedar estigmatizado como traidor, antipatriota o aguafiestas. Creo que el dinero de los madrileños estaría mejor invertido, si lo estuviesen en dotaciones y servicios que cubriesen sus necesidades reales.
Los Juegos Olímpicos ya no son lo que fueron. Creo que los últimos grandes juegos fueron los de Barcelona, puesto que sirvieron para transformar una ciudad ahogada por su balcón al mar que recuperó tras la enorme transformación ciudadana que, en Madrid no es posible ni necesaria. Aún así, el sueño olímpico de Barcelona duró lo que duró, desde luego mucho más que las facturas que aún pagan sus vecinos.
De momento y hasta que, dentro de año y medio, se decida definitivamente qué ciudad organizará los juegos dentro de ocho años, nos esperan meses de caras excursiones municipales por todo el mundo, prebendas y agasajos a personajes de la catadura de Alberto de Mónaco, millones de euros invertidos en campañas destinadas, no a convencer al COI, sino a hacernos creer a los madrileños que la casa ya está hecha, para, luego, caer sin paracaídas sobre la dura realidad, dando por bueno tanto derroche, como si nada hubiera pasado.
En efecto, Doha y Bakú han quedado fuera de la carrera hacia los juegos de 2020 -como veis, se me ha pegado la épica de la cosa- y mientras nosotros buscamos cómo salir adelante y llegar a final de mes, la alcaldesa y sus mariachis, Jaime Lissavetzky, portavoz socialista en el ayuntamiento, incluido, a lo suyo que es levantar espejismos delante de quienes, cada cuatro años, les votan,
¡Y dale molino!


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miércoles, 23 de mayo de 2012

SOBRE PATRIAS, HIMNOS, BANDERAS Y REYES



Decía mi abuelo, hombre bueno y sensato, que las banderas son trapos que apenas sirven si no es para llevar a los hombres a la guerra. Y qué razón tenía.
Las banderas y los himnos con demasiada frecuencia se levantan en el aire y se entonan para humillar al otro. Aquí en este Madrid excluyente e intolerante que tanto le gusta a Esperanza Aguirre padecimos años de terror en los que cantar el "Cara al sol", brazo en alto, ante banderas y uniformes de los que nos creíamos a salvo, era el peaje que había que pagar por pisar determinadas calles con el pelo demasiado largo, determinados periódicos bajo el brazo o la ropa informal que tanto odiaban los jovencitos de lacoste, loden o castellanos. Todo eso deja huella y no debe extrañaros pues mi alergia ante determinados símbolos y algunas actitudes.
Me ocurre con la presidenta de la Comunidad de Madrid, camorrista de manual, que, conociendo como conoce los bajos instintos que mueven a alguna gente, sabe como hostigarlos. No puedo con ese afán por envolverse en la bandera para arengar, con esa voz chulesca y desagradable, tan fuera de lugar siempre, a quienes -como dice mi amigo Luis- tienen todavía en la frente la rosca de la boina, para lanzarlos contra enemigos inexistentes, mientras, qué hábil, les mete la mano en la cartera.
No pasa, no debe pasar nada, porque se silbe un himno o se abuchee a una persona, por mucho que simbolicen a una nación, porque qué es una nación ¿no es acaso el conjunto de quienes viven en ella?
Parece que no. Parece que lo más útil, para algunos, es reducirla a unos colores, a unos acordes, a una figura como la del rey, para, a su sombra, sacar provecho de lo que es de todos, esconder tras esos símbolos que agitan ante las narices de los incautos, lo más sucio, lo menso edificante de la condición humana.
Debe entender Esperanza Aguirre y quienes cargados de buena voluntad la defienden que es muy difícil, para mí lo es, al menos, mantener el respeto a un señor que se marcha a cazar elefantes a Bostwana mientras en el país al que representa más de un millón de niños cada mañana se van al colegio sin desayunar, después de haberse acostado sin cenar porque sus padres no tienen trabajo y viven por debajo del umbral de la pobreza.
Creo que yo no estaría entre los que este viernes silben al himno o a los príncipes, pero les entiendo. Entiendo que los símbolos están también para eso y que a la familia real le va en el sueldo tener que aguantar estoicamente situaciones como esa. A mí me vacunaron contra himnos y banderas aquellos fachas del barrio de Salamanca que, afortunadamente, consiguieron hacerme insensible ante los aplausos y los abucheos ante tan absurdas abstracciones. Yo, como mi admirado José Emilio Pacheco, cuando me enfrento a situaciones como la que está provocando Desesperanza Aguirre, me siento reo de alta traición.
Alta Traición
(José Emilio Pacheco)
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Para mí, eso es la patria, ríos, paisajes, gentes. No las banderas, no los himnos, no los reyes.


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martes, 22 de mayo de 2012

IRRESPONSABLES

Que hay ciudadanos de primera y de segunda, hace tiempo que lo sabía. Lo que aún me costaba trabajo reconocer es que los hay que tienen que responder de todos y cada uno de sus actos y los hay que no. Incluso había llegado a admitir esa especie de fuero de que dispone el rey para evitar convertirle en el pim pam pum de quienes pretendiesen fines espurios acosando su figura.
Eso es lo que pensaba no hace tanto. Sin embargo, los últimos tiempos, estos últimos tiempos en los que el descaro y la desvergüenza se han convertido en la moneda de cambio, me están llevando a reconsiderar planteamientos tan caritativos y candorosos como esos. No puede ser que la mayor polémica en que se ha visto envuelta la figura del rey, el "accidentado" viaje de "placer" de Don Juan Carlos a Botswana se resuelva con apenas tres frases pronunciadas ante una cámara y un micrófono en un pasillo de una clínica, en un encuentro previamente pactado. No puede ser que, en tiempos en los que dos millones de niños españoles viven por debajo del umbral de la pobreza -el dato lo dio ayer UNICEF- la más alta autoridad de este país se permita el dispendio de ese safari en un país remoto y entre amistades, un safari cuyas consecuencias obligaron a movilizar todo un equipo médico y un avión privado.
Pero la cosa no queda ahí, porque en el caso de que concediésemos "bula" al rey para mantener estas aficiones, lo que no tiene un pase es que otra alta autoridad del Estado, que, por estar situado en la cúpula del poder judicial, el que decide sobre vidas y haciendas, debiera ser ejemplo de conducta recta y decente, el presidente del CGPJ, Carlos Dívar, pase sus largos fines de semana en Puerto Banús a cuenta de los impuestos de todos los españoles, incluso de aquellos que hace años que no han ido de vacaciones. Ayer nos dijo el fiscal del Supremo que nada puede investigar sobre esos viajes, ni siquiera para saber si eran por razones del cargo o del placer, porque el presidente no está obligado a justificarlos ante el consejo. Así, sin más. Tan escandaloso que aún no he resuelto esta duda que me asalta: saber si el fiscal, al firmar el escrito en el que tiraba la toalla, estaba rojo de la vergüenza o de la risa.
Y es que, como en el tango, "cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón...". Otra prueba de ello es que, ayer, el presidente del "almacén de ladrillos chungos" que es Bancaja, José Luis Olivas, dimitió compungido y admitiendo errores en la gestión de la entidad, pero exculpándose por lo grave e imprevisto de la crisis y sin renunciar a ninguna de sus prebendas ni devolver, que yo sepa, nada de lo recibido hasta ahora en su cargo. Se ve que ha cundido el ejemplo de Rodrigo Rato, que se quitó de en medio en Bankia, pero sigue al frente de Caja Madrid como si nada hubiera pasado.
Y no queda ahí la cosa, porque para suceder a Olivas queda como presidente en funciones José Antonio Tirado, tránsfuga socialista acogido al calor del PP y pieza fundamental en los manejos de Carlos Fabra, el de los aeropuertos sin aviones, e imputado por falsedad contable... toma ya.
Mientras tanto, el mniestro -entre ministro y siniestro- José Ignacio Wert recorta con la mayor de las frialdades miles de millones en algo tan trascendente para un país como es la educación de sus niños y jóvenes. Debe pensar que cuanto menos sepan, menos protestarán por tanta ignominia y seguirán permitiendo que algunos, como los citados, sigan sin responder de sus actos.



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lunes, 21 de mayo de 2012

EQUIVOCAR LOS ALIADOS


Cada vez estoy más convencido de que el gobierno español no ha puesto en hora su reloj que sigue anclado en un tiempo del que, parece, deberíamos estar saliendo. Prueba de lo que escribo son las últimas horas de Rajoy en Chicago, una buen prueba de que la apuesta de Rajoy es por un caballo que, después de haber marchado en cabeza toda la carrera, arrastrando tras de sí al resto de participantes, ahora está desfondado y ve como su rival le toma la delantera en la recta final.
El cabreo despreciativo hacia Hollande seguido de la excursión fluvial con Angela Merkel no creo que fuese lo más beneficioso para España, ahora que se está rectificando el rumbo hacia el crecimiento después de haber navegando demasiado tiempo con la proa puesta hacia el iceberg del déficit cero con resultados de sobra conocidos.
Nuestro país ahora mismo echa en falta dos elementos fundamentales para salvarse. Uno es la ilusión que parece habernos abandonado desde que los consejos de ministros se convirtieron en un taller de costura en el que un viernes sí y otro también, las tijeras mordían nuestras vidas. Otro es una meta distinta del futuro arrasado y escuálido que nos ofrece Rajoy. Necesitamos ilusión y futuro y el Gobierno parece empeñado en negárnoslos.
Pienso que haríamos mejor en buscar a nuestros aliados entre quienes se rebelan contra la austeridad a cualquier precio. Está claro que si se un país deja de dar pedales pierde el equilibrio y, nosotros, hace demasiado tiempo que dejamos de darlos. Hasta los propios alemanes han comenzado a ver, y lo han demostrado con su voto más reciente que comienzan a estar preocupados por el empobrecimiento de quienes les comprábamos los audis.
Y, frente a ese entreguismo del Gobierno a las tesis de Merkel, Rajoy exhibe esa especie de alergia a todo lo que tiene que ver con las políticas sociales y la economía real, más allá de la de las cifras. Por eso gruñó, entre balbuceos, silencios y más balbuceos, ante las opiniones de Hollande sobre el futuro de la banca española. Había escrito "nuestra banca", pero, salvo a la hora de rescatarla, la banca no es nuestra, sino de los de siempre, los que nos han llevado hasta donde estamos.
También rechazan Rajoy y su partido al derrotado PSOE y a su líder Alfredo Pérez Rubalcaba y lo hace con malos modos, insultando y despreciando, sin pensar que nada habría mejor para este país que ofrecer un sólo mensaje en el exterior. La otra opción, una vez que se ha visto que gran parte de la herencia de la que tanto se queja el PP y que tan útil le ha sido para eludir responsabilidades es de las autonomías que gobierna desde hace tantos años, es la de cocerse en su jugo ante el silencio calculado de la oposición y os aseguro que no sólo se está cociendo, sino que ya está casi en su punto.



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domingo, 20 de mayo de 2012

COMO EN GRECIA


Ya estamos como nuestros hermanos griegos. Nuestra palabra vale ya tanto, tan poco, como la suya. Con unas cuentas manipuladas a todas luces y una banca que tiene más trampas que una película de chinos, ya sólo nos faltan el Partenón y las islas para ser como ellos, porque, sentirme, al menos yo, ya me siento como ellos.
Aún recuerdo los primeros momentos de la crisis, aquellos en los que se acusaba a Gracia de mentir en sus cifras, de tener las jubilaciones más prematuras de Europa y de ser, en fin, una recua de parásitos, aferrada a la teta de Europa, algo que ya no nos queda tan lejos.
La desfachatez de los gestores públicos españoles, que esconden las facturas en los cajones y barren sus vergüenzas bajo las alfombras, da que pensar. Como da que pensar escuchar al consejero madrileño de Sanidad, Fernández-Lasquetty, colocarse la medalla al heroísmo por hacer, y hacerlo tarde, lo que está obligado a hacer.
Más desasosegante es escuchar a Rajoy, el presidente guadiana, esa mezcla perfecta entre un avestruz y Don Tancredo, que ayer balbuceaba excusas en su patética respuesta a las palabras con que Hollande admitía la posibilidad de intervención de los bancos españoles, poniéndolas en duda y no dándose por enterado de las mismas, como si entre el personal de Moncloa no hubiese una legión de periodistas y diplomáticos encargados de escuchar, glosar e informar al presidente de cualquier alusión a nuestro país.
Vamos camino de estar como Grecia o, quizá, un poco peor, porque, si los griegos no pueden formar gobierno, nosotros tenemos uno con mayoría absoluta que resulta tan inoperante como el no gobierno que tienen los griegos. Y es que está claro que el gabinete de Rajoy no sabe hacer otra cosa que restar partidas de los presupuestos más sociales, mientras que es incapaz de anticiparse a fenómenos más o menos previsibles, dando con ello pábulo a quienes difunden rumores y siembran dudas en beneficio de los especuladores.
En fin, vamos camino de convertirnos en la segunda Grecia de Europa y, no sólo eso, porque, con este gobierno, que es como un mal sueño, podemos, incluso, mejorar el modelo. De momento, los inspectores de Bruselas están echando un nuevo vistazo a nuestras cuentas. A saber que encuentran en ellas.

 

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sábado, 19 de mayo de 2012

¿DE QUÉ SE RÍEN?


Uno contempla esta foto que muestra a Esperanza Aguirre, Alberto Fabra y Rita Barberá riendo, cada uno a su manera, y tiene la tentación y el derecho de creer que celebran, contentos y orgullosos, su habilidad para colar y mantener oculto durante tanto tiempo el "pufo" que ayer se descubrió a las cuentas del Estado. Aunque también podría ser que estuviesen celebrando el matrimonio "a punta de pistola", que dice ahora doña Esperanza, viciado y ladrillero diría yo, entre Caja Madrid y Bancaja.
De ser ciertas cualquiera de mis hipótesis, está claro que, en ambos casos, de quienes se ríen es de todos nosotros, porque llevan meses haciéndonos creer que la culpa de nuestros problemas la tiene el gran derrochador que fue Zapatero y que nos pasa lo que nos pasa por haber vivido por encima de nuestras posibilidades.
Ayer nos enteramos de que la comunidad que Aznar y Rajoy ponían como modelo de gestión y para el resto de España, Valencia, tiene sus cuentas llenas de agujeros, los armarios repletos de fantasmas y los cajones atiborrados de facturas impagadas. Y también de que no es la única. Ni siquiera la peor, porque Madrid, el otro modelo, el del ultra liberalismo, el del "sálvese quien pueda", porque el mercado todo lo ajusta y lo nivela, está trufado de cuentas tramposas, de balances manipulados, de números maquillados que arrojar a la cara de otras autonomías, como la andaluza, para tildar su gestión de ruinosa y a sus ciudadanos de vagos y aprovechados.
Lo peor de todo es la impunidad con que lo hacen. A ninguno de ellos les pasa ni les pasará nada por habernos engañado tanto tiempo ni por haber arruinado nuestra imagen de país. Qué más da, si, al fin y al cabo, obtienen el perdón de los votantes, engañados con la propaganda de campañas electorales financiadas "de aquella manera" a través de empresas de dudosa catadura por las que, ahora, tendrán que dar explicaciones.
Parece claro que no sé si en este mundo, pero sí, al menos, en este país de lo que se trata es de crear realidades virtuales y manejarlas con la inestimable ayuda de los medios para obtener los fines que se pretenden. Y no hay que irse muy lejos para comprobarlo. Basta con hacer un seguimiento de las acciones de Bankia en las últimas cuarenta y ocho horas, hundidas en el abismo y rescatadas de él como por arte de magia. Dicen que han sido de nuevo las operaciones "a corto", facilitadas por la compra a crédito -para eso sí lo hay- para, a base de rumores y movimientos convulsos, hundirlas, pagar por ellas mucho menos de su valor y reflotándolas de nuevo, ya con ellas en propiedad.
Se ríen -y no me extraña que lo hagan- porque siempre, en una u otra cosa, nos engañan t acabamos pagando sus fiestas.


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viernes, 18 de mayo de 2012

NO ES INEVITABLE

De un tiempo a esta parte, la prensa, la radio, los medios en general, acostumbran despertarnos con las noticias, casi siempre malas, que llegan de los mercados y que afectan inexorablemente, como una maldición bíblica, a nuestro rebajo, nuestros ahorros, por resumir, a nuestro futuro. Es una especia de parte meteorológico instalado en una eterna borrasca, contra la que no queda otra salida que la de la resignación y la esperanza de que, pese a la experiencia de cada día, la cosa no vaya a peor.
Pero la cosa no es así o, al menos, no debiera ser así. No puede ser que siempre, siempre, llueva encima de los mismos. No puede ser que, como si estuviésemos atados de pies y manos, no nos quedase otra que aguantar el chaparrón, mientras se echa a perder lo que tenemos. No puede ser que lo que fue la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, más tarde Caja Madrid, y ahora Bankia, una institución sólida, a la que muchos llevamos nuestros ahorros porque nos creímos aquello de la "obra social", se deshaga como un azucarillo en el agua y pretendan hacernos creer que es cosa del destino.
Lo que ha pasado tiene unas causas muy claras. Lo que ha pasado es la consecuencia de haber tomado muy malas, quién sabe si fraudulentas, decisiones. Ahora parece claro que nunca debió acometerse esa macrofusión de Caja Madrid y Bancaja, con la que salvaban el culo quienes nos llevaron al desastre inmobiliario en Madrid y Valencia. Parece claro, pero esa decisión parece no tener padres ni padrinos. Parece claro, pero esos padres, esos padrinos, se van a ir a casa, si es que se van -Rato ha dejado el timón de Bankia, pero sigue presidiendo, y cobrando por ello, lo que queda de Caja Madrid- "de rositas". Parece que nadie les va a exigir que paguen por ello y, eso, no puede ser. Si queremos que nadie más se juegue nuestros ahorros en ese gran casino en el que hemos convertido la Economía, hay que poner coto a tanta impunidad.
Hace ya un año lo dejaban claro en EL PAÍS dos profesoras de esta ciencia tan inexacta que nos ocupa, Lourdes Benería y Carmen Sarasúa. Lo hacían en un artículo de opinión que, a propósito de lo ocurrido en Islandia, parecía adelantarse a todo lo que nos ha llovido desde entonces, en el que apuntaban ideas tan de Perogrullo como ésta: "Si tuviéramos nociones claras de qué es un crimen económico y si existieran mecanismos para investigarlos y perseguirlos se hubieran podido evitar muchos de los actuales problemas. No es una utopía. Islandia ofrece un ejemplo muy interesante".
¿Qué es un crimen económico? Resumiendo y desde mi experiencia en los medios de comunicación, os diría que un crimen económico es el que se oculta contratando páginas enteras de publicidad en los periódicos o patrocinando los espacios de información económica en la radio: "a continuación la zorra patrocina las noticias del gallinero". Crimen económico es también aquel que se comete en presencia de políticos y sindicalistas que, cómodamente sentados en un consejo de administración, ven, oyen y callan lo que allí se cuece a cambio de un buen sueldo.
Juzgar a os responsables de tanta irresponsabilidad o tanta estafa debería ser posible. De hecho, en Islandia ha sido posible. Aquí, demasiados ciudadanos han perdido su vivienda, su trabajo, su salud, su futuro y el de sus hijos, a causa de todas esas frívolas decisiones, rayanas en el fraude y la estafa. Y no puede ser que a los responsables no les pase nada. Que respondan con cárcel o, cuando menos, con sus bienes, por el daño causado.
Tal y como escribían hace un año las profesoras Benería y Sarasúa, todos estos individuos serán mucho más prudentes si tienen claro que habrán de pagar las consecuencias de lo que decidan. De momento ya hay asociaciones de perjudicados que estudian emprender acciones legales contra los responsables de lo que estamos viviendo. No estaría de más que alguno cambiase el yate por la celda.


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jueves, 17 de mayo de 2012

DESDE HOY, MÁS POBRES



Más pobres e inseguros...
Hoy, el Congreso de los Diputados. es decir la representación de los ciudadanos, arrepentidos o no de su voto, refrenda los terribles decretos del Gobierno por los que los pensionistas pagarán una parte del precio de sus medicamentos y el resto de los ciudadanos verán incrementado el porcentaje de lo que ya pagan, mientras a los inmigrantes se las saca de la asistencia universal sanitaria, dejándoles a su suerte, salvo que opten por la asistencia urgente, lo que como la profecía que se cumple a sí misma hará realidad el mito de que los inmigrantes colapsan con cualquier dolencia sin importancia los servicios de urgencia.
Estos recortes, que, a los españoles, nos hacen más pobres, también nos hacen más inseguros, porque, por ejemplo, todos esos inmigrantes que trabajan, demasiado a menudo ilegalmente, en las cocinas de los bares y restaurantes que frecuentamos, los que manipulan los alimentos que consumimos o los que venden golosinas a nuestros hijos habrán perdido desde hoy su derecho a la salud y a una asistencia sanitaria consagrados en la Constitución.
También hoy el Congreso da su visto bueno a los recortes en Enseñanza. Un ahorro en el gasto que dispara el número de alumnos por aula, que priva de profesorado de apoyo a los que tienen dificultades, que ha mandado o mandará al paro a numerosos interinos y que está deteriorando a pasos de gigante la calidad y el mantenimiento de las aulas de colegios e institutos públicos, amén de alejar cada vez más del horizonte de las parejas con trabajo el sueño de poder contar con escuelas infantiles para sus hijos. Eso, que nos hace más pobres, porque, no sólo nos empuja a echarnos en brazos de los centros privados, sino que agranda la brecha que separa a la clase trabajadora de su derecho a subir peldaños en la escala social, también nos hace más inseguros, porque la seguridad en las calles se irá deteriorando en la misma medida que se deteriore el ambiente en las aulas. Y, no lo dudéis, se irá deteriorando.
También subirán las tasas universitarias, se reducirán las becas y se endurecerán las condiciones para obtenerlas y mantenerlas, con lo que la decepción y la falta de estímulos de los jóvenes se adelantarán unos años y sin la posibilidad de acceder a un puesto de trabajo en España o aspirar a emigrar en condiciones aceptables. Algo que, creo que no hace falta insistir en ello, redundará también en un aumento del malestar en las calles,
Hasta ahora se ha reprimido con policía en la calle cualquier protesta contra estas medidas a las que hoy da su visto bueno el Congreso. Lo que no sé es si va a haber policías suficientes para contener toso el malestar, toda la rabila y la desesperación que van a ocasionar entre los ciudadanos. La cosa ya no tiene remedio y, desde que me he despertado esta mañana, no me quedo quitar de la cabeza que esto que nos pasa y los que nos pasará, que no ha solucionado, más bien al contrario, ninguno d los problemas que teníamos antes del 20 de noviembre, nos pasa porque, detrás de cada uno de los diputados del PP que darán hoy su sí a los recortes, hay miles de ciudadanos que, no sé si conscientes de lo que hacían, no sé si ya arrepentido, les han sentado en su escaño.



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miércoles, 16 de mayo de 2012

UN CÍRCULO INFERNAL


Confieso que, de Economía, no tengo ni idea y que, de los oscuros mecanismos que mueven ese siniestro mundo, aún menos. Sí sé, porque la amarga experiencia me lo ha enseñado, que todo lo que acontece en él, antes o después, acabará por afectarme.
Aún recuerdo lo fácil que resultaba todo cuando todos estábamos abajo y contra el dictador y sus poderes fácticos -la iglesia, la banca y la oligarquía- eran fáciles de identificar y sólo eran esos. Hoy no sabemos muy bien si sólo son esos y tampoco sabemos si formamos parte de ellos, porque tener nuestros ahorros en los bancos, incluso tenerlos, o manejar el mando a distancia de la tele nos convierte en víctimas hasta cierto punto responsables de su poder.
Hoy todo resulta más complejo y mucho más terrible. Hoy, que podemos elegir a quien nos gobierne, se corrige nuestro voto una y otra vez hasta que el resultado sea el que conviene a quienes nos han llevado hasta donde estamos. No hay más que ver los mensajes de presión que, desde Berlín o Bruselas, se están enviando a Grecia para que, en las próximas elecciones, corrijan su castigo a quienes han pilotado el desmantelamiento de su Estado de Bienestar y vuelvan al impopular gobierno de los recortes y la miseria.
Menos mal que Francia, otra vez Francia y por las razones que sean, ha dejado cojo el tándem que, con Sarkozy en el Eliseo, ha impuesto en Europa el conservadurismo más rancio e injusto que hoy paraliza Europa. Y es que la sola elección de François Hollande ha bastado para traer un rayo de esperanza al doliente sur del continente de la ya casi olvidada prosperidad.
Llevamos ya demasiado tiempo amaneciendo cada día un poco más pobres, un poco más débiles y un poco más deprimidos. Y lo peor es que nada hemos hecho para estar así y nada podemos hacer para evitarlo. Al menos, nada con los instrumentos, llamémosles convencionales, como el voto, que tenemos a nuestro alcance.
Cada vez tengo más claro que los banqueros, los poderes económicos, con el concurso de los medios de comunicación que, directa o indirectamente, abierta o taimadamente, controlan, nos han traído, o nos han empujado a traer, a estos políticos incapaces en el mejor de los casos de evitar el desastre. Digo en el mejor de los casos, porque empiezo a creer que tanta torpeza no es inocente, empiezo a pensar que algunas declaraciones de algunos ministros son como campanadas que advierten a quienes rapiñan en los mercados del momento oportuno para echar sus redes y sacarlas llenas.
Los banqueros hacen todo lo posible para que nuestros gobernantes sean de determinada manera y esos políticos hacen lo imposible para tapar las vergüenzas de los banqueros, llevándonos a esta situación terrible y absurda en que nos encontramos.
No sé cuál será la solución. Históricamente, de estas crisis se salía con una guerra, a ser posible mundial. Se borraba de un plumazo una parte importante de la población, los jóvenes, y se arrasaba todo para reconstruirlo todo, mientras los supervivientes, satisfechos con haber quedado vivos, tragaban y tragaban con la miseria que trae toda posguerra.
Al parecer, ahora no cabe tal final, aunque el hombre parece especialmente capacitado para repetir sus errores y nada es descartable, porque el hombre, capaz de tanta grandeza, es capaz también de convertirse en un estúpido que corre ciego detrás de cualquier bandera.
Hoy, las calles de cualquier ciudad europea son prácticamente iguales. Los mismos comercios, las mismas ropas, la misma diversidad de colores en la piel, los mismos miedos, las mismas protestas... incluso, a veces, el mismo idioma, el inglés, en pintadas parecidas. Tanto es así que, en ocasiones, el único elemento que permite distinguirlas es el color del uniforme de los antidisturbios que, diciendo que nos defienden, nos reprimen.
A lo mejor -o a lo peor, quién sabe- la salida de este círculo infernal en que nos han metido está en esa guerra civil global que reclama el autor de la pintada, porque él, nosotros, no queremos ser esclavos.


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