lunes, 30 de julio de 2012

COMO ELEFANTE EN CACHARRERÍA


A veces, uno echa en falta, que su dios me lo perdone, una real escopeta que abata a todos esos elefantes que entran en la cacharrería de nuestras vidas y lo hacen, no inconscientemente como lo haría el que abatió el rey en Botswana, sino con la más clara intención de destrozar todo lo que ya no les cabe en sus armarios pero tampoco quieren ver en los de los demás. Todos ellos, por cuna o por Gürtel, tienen pasta para comprarse todos los derechos y libertades que nos niegan a los demás. Saben que aquello que decían y tendrán que seguir diciendo los indignados del 15-M, lo de que "no hay pan para tanto chorizo", es cierto y, como buenos chorizos que son, quieren todo el pan para ellos.
La mayoría de ellos han pisado mullidas alfombras desde niños y nos desprecian. Hasta a quienes parecen más sensatos y tolerantes -Basagoiti, por ejemplo- se les cae la careta en cuanto se descuidan y sacan a relucir las diferencias, de clase, de estudios, de fortuna o de lo que sea. Han crecido en el privilegio y no lo quieren perder.
Cuando Gallardón pretende restringir el derecho de la mujer a decidir si quiere o no que su vida y la del hijo que nacerá con malformaciones sea un suplicio, lo que pretende es poner grilletes de por vida a esa mujer y su familia que sólo tendrán en la cabeza su desgracia y sólo vivirán para ella. Mientras, ellos se ponen a cubierto con la seguridad de que, si es preciso, la eficiencia y la discreción de las clínicas suizas no está tan lejos y quién no se va unos días a esquiar o a relajarse en ese país de postal que ha hecho de los "pecados" y las culpas de los otros su medio de vida.
Han entrado como elefante en cacharrería en este asunto, el descarnado asunto del aborto, y lo han hecho de igual modo en el de los recortes con los que han dejado en nada el escudo del que los humildes se encontraban a cubierto de las inclemencias de la vida. Sin encomendarse a su dios ni a mi diablo han metido las tijeras a todo lo de quienes menos tienen, dicen que por mandato de Bruselas y los mercados, aunque yo tengo cada vez más claro que, con esa excusa, están cumpliendo la sacrosanta misión para la que han venido que no es otra que la de "poner las cosas en su sitio" y devolvernos a tiempos, si me apuráis, son casi prefranquistas, porque al menos en aquellos tiempos había un minisistema compensatorio para que unos pocos y brillantes hijos de obreros escalasen el muro que les separaba de la universidad.
Lo han echado todo abajo para convertirnos y, sobre toso, convertir a nuestros hijos en mano de obra barata, casi esclava, al servicio de las grandes multinacionales y los patrones sin escrúpulos. Han decidido que en España un pensionista puede vivir demasiado tiempo y por eso le han alejado de la farmacia y de los doctorees que les recetan los medicamentos que les permiten alargar esos años en que, aún con achaques, podrían disfrutar de todo lo que el trabajo y la dura vida que han levado les había negado.
Han puesto la cacharrería patas arriba y yo creo que lo han hecho sin orden ni concierto, improvisando medidas a cual más injusta, medidas que otros países, como Francia, se han cuidado mucho de tomar, obteniendo mejores resultados.
Parece que ahora llega el tiempo de salvarnos. Parece que el salvavidas que tan desesperadamente pedíamos se va a poner a nuestro alcance. Lo que no sé es si nos servirá ya entre tanto cacharro destrozado.

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