domingo, 1 de julio de 2012

PERAS CON PERAS, MANZANAS CON MANZANAS


Cuando anoche, poco antes de irme a la cama, leí en la edición digital de EL PAÍS que el Tribunal Constitucional avalará por fin el matrimonio entre personas del mismo sexo, pensé ¡menos mal, una buena noticia! Una buena noticia entre tanto agobio, entre tanta subida, entre tanto medicamentazao, entre tanto incendio agravado por la corteza de miras de quienes sólo saben hacer cuentas y no saben hacer vida... una buena noticia que traerá la calma a quienes ejercieron su derecho a la felicidad acogiéndose a la valiente ley socialista que, con los años, engrandecerá y pondrá en su sitio la figura de José Luis Rodríguez Zapatero.
Aquella decisión que dio la vuelta al mundo y marcó la senda que después han seguido otros muchos países, encontró en sus ruedas el palo del PP que, una vez más, ha pretendido imponer su modelo. Ese modelo que atormenta, incluso, a muchos de sus militantes, para los que el mundo sigue siendo un gran armario del que es imposible salir. Mientras esto escribo, escucho a quien tanto ha luchado por los derechos de estos colectivos tradicionalmente marginados, Pedro Cerolo, que con una sola palabra ha definido la actitud de los populares en este asunto: crueldad.
Crueldad para quienes deciden buscar la felicidad fuera del corralito moral que han levantado siglos y siglos de poder ignominioso. Crueldad, también, para quienes les vemos felices y sabemos que su felicidad es posible entre nosotros, porque nunca nos hará daño. Crueldad para con todas esas familias que, tras años de avergonzarse de sus hijos, han visto por fin que lo que les hacía diferentes era el espejo deformante en el que se empeñaban en mirarlos. Crueldad, en fin, para una sociedad que sólo busca, o debería buscar, la felicidad.
Los populares, como cualquier tiranuelo, han intentado retorcer la ley, el lenguaje y quién sabe si la misma biología para llevar el agua al molino de su intolerancia. Han tratado, como siempre, de teñir de incienso pringar de cera rancia sus argumentos. Su último, y desesperado, intento fue el de tratar de confundir el sacramento con el contrato social del matrimonio, pretendiendo dotar de hegemonía a lo que sólo se diferencia del matrimonio civil en un cierto compromiso añadido y las más de las veces incumplido entre las partes y un pomposo ritual lleno de hipocresía.
La endeblez de los argumentos de tan cortos de mira personajes podría resumirse en aquel galimatías de la que hoy es alcaldesa de Madrid, esa parábola de las peras y las manzanas. La malicia la puso su antecesor y hoy ministro de Justicia que, pese a reconocer la constitucionalidad de la ley, se atrevió a plantear su derogación. A ver si se atreve.


Puedes leer más entradas de "A media luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/

1 comentario:

Marisa dijo...

Por la macedonia,
por la coherencia,
por la libertad.

Salud.