domingo, 30 de septiembre de 2012

¿DE QUÉ SE EXTRAÑAN?

 
 

Quienes hayan tenido la oportunidad de estar allí, en los alrededores del Congreso o ver las imágenes de los que allí pasó, a través de televisiones más o menos veraces, no la TVE del PP, o Internet, habrán comprobado que, en las tres concentraciones que allí se han desarrollado hasta ahora, había jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, trabajadores con empleo, trabajadores en paro y jubilados, estudiantes de todos los niveles de enseñanza, comunistas, anarquistas y ,también, señor Rubalcaba, socialistas y votantes socialistas, muchos de los votantes que aún le quedan, no sé por cuánto tiempo, al partido socialista.

Sin embargo, el poder -y cuando digo poder me refiero a los que lo tienen, los que lo han tenido y los que aspiran a tenerlo- ha acuñado, para calificarles, el término anti sistema, con el que, nos dicen de un plumazo que ellos son lo bueno, lo que hay que defender y todos los demás, excepción hecha de esa mayoría silenciosa y pasiva que se queda en casa y no abre telediarios ni está en las portadas de los periódicos, salvo cuando, cada cuatro años, votan para ellos, para el sistema. Pero se equivocan, porque nosotros somos el sistema. Un sistema reglado que venía funcionando con una cierta armonía hasta que, hace doce años los especuladores, financiando campañas electorales, se hicieron con el poder, primero en Estados Unidos y luego en el resto del mundo, para cambiar las normas, eliminar el volante de la maquinaria del reloj y dejar que las manecillas giren alocadamente hasta agotar, como han hecho, la cuerda del reloj.

Desde el poder, ese complejo poder del que hablo, se extrañan de que toda esta gente esté en la calle. Pero han sido ellos los que les han puesto en la calle, echándoles de sus trabajos de sus casas y de sus centros de salud. Por eso les gritan desde el otro lado de las vallas. Por eso vuelven y volverán una y otra vez hasta que esos que se creen el sistema les atiendan. Por eso este otoño va a ser tan caliente como lo eran los de la transición. Por eso estoy un poco asustado, pero cada vez más convencido de que la solución está en la respuesta que, pacíficamente, seamos capaces de dar en la calle.

Y digo esto, porque nos temen. Nos temen mucho. Tanto, que, siempre que pueden, tratan de ganar tiempo engañándonos burdamente. Tanto, que no se atreven a decir claramente donde están metiendo sus tijeras. Tanto, que dicen una cosa el jueves y aparece otra muy distinta publicada dos días más tarde en el BOE. Tanto, que no saben cuánto tiempo van a poder tenernos bajo control y empiezan a estar asustados.
 
Se nos quita de lo nuestro y se nos hace ver que es porque hemos abusado, mientras la parte del león del gasto se va, sin esperanzas de poder recuperarla, a recimentar esos bancos que tanto les han ayudado a ganar elecciones, para, al final, quedar tan lejos de los ciudadanos que, engañados, les votan. Y, mientras, los bancos , ni siquiera los nacionalizados, los que se comen el dinerod e nuestros colegios y hospitales, sueltan un céntimo que nos permita salir del abismo al que nos han arrojado
 
La calle les está mordiendo los talones y no tardará en ir a las pantorrillas. Y deben tener cuidado, porque, en contra de lo que suele decirse, tardamos mucho en cabrearnos, ahí está ese "vivan las cadenas" que cuentan que gritaron los madrileños mientras arrastraban la carroza de Fernando VII por la calle de Toledo. Tardamos en cabrearnos, pero, ojo, cuando nos cabreamos, nos cabreamos mucho.

De qué se extrañan si ya estamos cabreados.


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sábado, 29 de septiembre de 2012

BANCOS GOLFOS

 
 
En mi barrio, que hace apenas medio siglo era un pueblo, estuvo una de las primeras agencias del Banco Central en Madrid, la número 6, y, salvo que ahora luce en su fachada el luminoso rojo del Banco Santander, pocos cambios externos ha sufrido desde entonces. Siguen el mármol negro y los grandes ventanales, casi escaparates, rematados con grandes barrotes de acero y sigue siendo la referencia para hacer girar al taxi que te trae a casa cuando es tarde.
Ya no existe el mostrador que separaba a los clientes de los empleados, como tampoco existen las ventanillas a través de las cuales se hacían los ingresos, se cobraban los cheques y se pagaban los recibos. Los han quitado para hacernos creer que son más cercanos, que están a nuestro lado y que son como nosotros. Nada más lejos de la realidad, porque, a nuestras espaldas y sobre nosotros, hay guardas jurados y cámaras vigilando cada uno de nuestros gestos, porque, desde hace tiempo y en todas partes, hemos pasado de ser clientes a ser sospechosos, cuando no posibles víctimas de algún abuso.
Recuerdo que, en aquella época, pese a mostradores, ventanillas y barrotes, los empleados de los bancos eran mucho más cercanos y mucho más de fiar. Eran gente del barrio que cuidaba a sus clientes. No eran, como ahora, mercenarios que trabajan a comisión que, porque les suman o no les restan, cobran cada mes más o menso dinero en función de los clientes "captados" para los productos que el banco o la caja tratan de colocar ente sus clientes.
Que conste que he comenzado hablando del Banco Central de mi calle como modelo de esa vieja banca que daba consejos y solucionaba problemas, en comparación de esas frías oficinas de hoy, con música ambiental, a la que casi nunca entramos, porque nuestra comunicación con los bancos es a través de cajeros automáticos y esas horribles cartas de formato y tipografía imposible que nunca traen buenas nuevas, sino todo lo contrario.
Hoy, cuando entras en un banco, de los de siempre de los paridos por las cajas de ahorros, tienes la sensación, al menos yo, de que van a aprovecharse de ti. Son capaces, salvo honrosas excepciones, de las mayores arbitrariedades y son capaces de desplumar ancianitos, parejas de recién casados o pensionistas, sin pestañear.
Desde hace unos días y gracias a la SER estamos conociendo el contenido de la investigación judicial abierta sobre Bankia, una entidad solvente y popular que, gracias a eso piratas de la comisión en que se convirtieron sus empleados y gracias al descaro con que sus directivos han hecho y deshecho en su propio beneficio o el de sus amigos y partidos, se ha convertido hoy en un enorme agujero que se está tragando las viviendas de todos aquellos a los que hicieron creer que podían ser dueños de una casa que difícilmente podrían pagar y los ahorros de quienes atemorizados por el futuro se dejaron embaucar por tan desaprensivos mercenarios.
Sabemos gracias a ese sumario que el Banco de España advirtió por dos veces a Bankia de que estaba arriesgando mucho con su política hipotecaria y sabemos también de que hablaban mientras tanto en los consejos de administración de la entonces Cajamadrid: de sus luchas de poder y poco más y de cómo lo tratado en ellos no debía salir de allí. Menos mal que estaban obligados a levantar acta de ello y a entregar esas actas al juez, ahora que se las ha reclamado.
Lo que yo quiero saber ahora es qué responsabilidad penal o la que sea tienen estos directivos, fundamentalmente Miguel Blesa, cuando siguieron contratando esas hipotecas y esos préstamos, pese a las advertencias del Banco de España -en este punto echo en falta la locuacidad de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, tan dado a regañar en público a los trabajadores y tan discreto cuando los regañados eran estos golfos- con lo que podría decirse, no sé si técnicamente, que todos los embaucados después de esas advertencias fueron conscientemente engañados por la caja.
Me gustaría que se probase y se castigase esa conducta más perversa que inconsciente, porque no es gusto que los golfos que estaban al frente de todas estas estafas legales se han ido a casa con pensiones e indemnizaciones que garantizan su futuro y el de sus hijos, mientras los estafados lo han perdido toso o casi todo por su culpa.
Me gustaría que les obligasen, al menos, a devolver todo ese dinero, porque está claro que ninguno de ellos duerme mal ni ha decidido poner fin a su miserable existencia.
 
 
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viernes, 28 de septiembre de 2012

EL CORTIJO

 
 

Es lo que tiene haber nacido en buena cuna. Uno se cree que todo y todos están a su servicio. Tanto que, según me contaron, en los años sesenta, un "progre" de muy buena familia, sometido a arresto domiciliario mandaba a por tabaco a los policías encargados de vigilarle. No sé si la cosa es genética o resultado de haberse criado entre tatas, institutrices, curas o monjas, lo cierto es que determinados hijos de dios lo son más que otros y tienden a pensar que todo y todos son parte de la finca de papá.

A este gobierno le pasa continuamente. Los ministros piensan que todo lo que existe está para que puedan disponer de ello cómo y cuando quieran. Lo hemos podido comprobar en las últimas horas con el uso abusivo y sesgado de la ley y las fuerzas de orden público y, más aún, con ese intento delirante y chusco de llevar ante la Audiencia Nacional a los detenidos tras las cargas policiales del 25-S. Ningún jurista y, lo que es casi peor, todas las asociaciones de jueces y fiscales lo consideraban un error, pero, aún así, la Policía llevó a sus 34 detenidos allá donde se juzga el terrorismo, porque existía un enorme interés en asimilar las protestas del martes con el terrorismo. Pero o el juez Pedraz no estaba en nómina o no había recibido el argumentario con las consignas del PP, porque no sólo no quiso hacerse cargo de los detenidos, sino que, además, puso en ridículo a la Policía, tomando sus propios atestados para tomar la decisión de ordenarles que se los llevasen a otra parte.

La cosa no es moco de pavo, porque la decisión del magistrado quiebra toda una estrategia policial e informativa, diseñada para desprestigiar y, a ser posible, desactivar las protestas del 15-M y, ahora, del 25-S.

No, señor ministro, no, señora Cifuentes, los tribunales son independientes, o deberían serlo, no acatan órdenes y no tienen por qué perder su valioso tiempo, que pagamos todos, en resolver lo que ya venía resuelto de comisaría, porque está claro que, si alguien tiene que entender de leyes, sobre todo de las que afectan al orden público, deben ser Interior y la propia Policía.

Resueltas ya las dudas sobre la Audiencia Nacional, que ha demostrado con rapidez y con firmeza que no es un apéndice de Interior, vayamos ahora con la Seguridad Social y las pensiones que, pese a las decisiones tomadas ayer por el Gobierno, no son sólo suyas, sino de todos.

Digamos primero que la presunta subida de las pensiones anunciada ayer tras el Consejo de Ministros es, en sí misma, una falacia, porque hablan los ministros de una subida del 1%, pero no aclaran si se revalorizarán con el IPC como había sido habitual hasta que Zapatero las congeló a causa de la crisis en su último año de gobierno. Hace apenas unos minutos acaba de hacerse público el dato del IPC y éste, a consecuencia de la disparatada subida del IVA, está ya en el tres y medio interanual, con lo que, si sólo se produce esa subida claramente electoralista del 1% y el IPC sigue subiendo al mismo ritmo, los pensionistas perderán, perderemos, cerca de un cuatro por ciento de nuestro poder adquisitivo, algo de lo que yo, que tengo una buena pensión y soy solidario por convicción, pero que puede retraer hasta la miseria la ya menguada economía de quienes cobran las más bajas. Pero, claro, el PP se la juega de aquí a diciembre en tres convocatorias electorales autonómicas y hay que repartir caramelos a ese colectivo de buenos españoles que se quedan en casa y no saben ni opinan, aunque, para ello haya que echar mano, por primera vez en la Historia, del fondo de reserva de la Seguridad Social, algo así como comenzar a vender las joyas de la familia.

¿No sería mejor, digo yo, aunque yo mismo fuese uno de los perjudicados, establecer subidas, congelaciones o bajadas de las pensiones, en función de su cuantía? No para quienes, a toda costa, quieren seguir cazando en el cortijo. Para ellos, de lo que se trata es de no espantar a los votantes que aún les quedan y uno de los sectores menos agredidos, aunque también lo fueron y engañados, es el de los pensionistas. Y lo digo, porque, para muchos, la subida de sus pensiones, el año pasado, se la comió la otra subida, la del IRPF.

En resumen. Los señores del PP, ahora en el Gobierno, ven España como un cortijo del que se toma o se deja lo que convenga, la Policía o la caja de reserva de las pensiones que han de ser de nuestros hijos, si, con ello, se mantienen al frente de la propiedad de la finca. Y, si no, la malvenderán y a otra cosa.
 
 
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jueves, 27 de septiembre de 2012

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS

 
Ufano, con su “puraco” y rodeado de su tropa, aparece Rajoy en la foto de Jonan Basterra por las calles de Nueva York. Y parece tan ajeno a los problemas de España y sus ciudadanos como esa gran mayoría de "buenos ciudadanos" que "se quedan en casa, no abren los periódicos ni ven los telediarios". A veces pienso, y tengo derecho a hacerlo, que puede fumar y pasear tranquilo porque él es de los que se quedan en casa, no leen los periódicos ni ven los telediarios que su tropa no controla, añado.
Y hablando de su tropa, o bien el guionista que escribe el papel de tan aburrido secundario no se ha esmerado esta vez o Rajoy, como los malos actores, ha colado su morcilla sin pensar mucho en las consecuencias, añadiendo a las virtudes de buen ciudadano la de vivir desinformado y de espaldas a la realidad. No se puede ser más torpe. Nadie que se pretenda demócrata puede escudarse en la masa amorfa y no pensante para justificar sus lamentables acciones de gobierno.
Parece que a Rajoy le gusta el silencio de los corderos, parece que le gustaría ser el pastor de un inmenso rebaño de cuarenta y siete millones de ovejas resignadas que comen cuando el pastor les lleva al pasto y se conforman con balidos lastimeros y resignados cuando les aleja de él. Es más, le gustaría que los cuarenta y siete millones de ciudadanos tuviesen tan poca información y tan poco cerebro, como esos corderos incapaces de distinguir el campo o tan resignados como para dejarse conducir al matadero en silencio.
Lo de ayer fue un acto fallido. Con haber homenajeado a los ciudadanos hogareños, los que se quedan en casa a ver Tele-5 y similares, los toros o el fútbol, le hubiese bastado. Pero, como siempre, se creció y habló de más, Dejó claro que le teme al ciudadano informado y con criterio. Si por el fuese, los españoles deberían ser ganado que se cría en establos para, cada cuatro años, ordeñarle el voto. Esa ha sido siempre la actitud de la derecha: cuanta más incultura más maleabilidad y más docilidad. No hay más que ver los presupuestos de este año, en los que el presupuesto para Cultura se reduce en un 30%. Eso, después de que, en contra de la experiencia de los países a los que nos queríamos parecer, al menos hasta hace unos meses, el IVA del cine, el teatro y los conciertos se haya subido hasta el 21%. Claro que, viendo al personaje que tenemos por ministro, todo encaja a la perfección.
Creo que Rajoy -él lo sabe y por eso calla siempre que puede- es el peor enemigo de Rajoy. LO malo es que también lo es de España. No hay más que recordar lo que dijo sobre la falta de ingresos del Estado y la relación que estableció ante el Wall Street Journal entre el alza de la prima de riesgo y el rescate, para ver que cuando habla sube el pan. Lo malo es que el pan que sube es siempre el nuestro.
No sé si ha sido porque le ha fallado el riego por caminar por Nueva York mirando a las alturas, pero lo cierto es que, en estos dos días que ha pasado en medio de la gran manzana, le he encontrado más torpe que de costumbre.
No os dejéis llevar al matadero, corderitos míos, balad hasta quedaros sin aliento. Rajoy no lo sabe, pero también las ovejas cabreadas se vuelven peligrosas.
 
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miércoles, 26 de septiembre de 2012

SOY DIPURADO, SOY DIPUTADO...

 

La verdad es que ha tenido que ser duro. Ha tenido que ser muy duro para cualquiera de sus señorías levantarse hoy y mirarse al espejo repitiendo "soy diputado, soy diputado, soy diputado...". Ha tenido que ser duro, porque en algún momento al mantra le habrán crecido interrogantes, le habrá nacido pena o le habrá asaltado la ira.

Habrá sido duro, porque ¿cómo puede uno decirse diputado, representante del pueblo, salido del pueblo y elegido por el pueblo para defender los intereses del pueblo, después de ver cómo se masacraba al pueblo que mostraba su descontento por la desatención con que cada día tratan los diputados cada día los problemas que afectan al pueblo?

Supongo también que más de un diputado, quién sabe si muchos, hayan dormido esta noche más tranquilos sintiéndose seguros y protegidos, aislados de ese pueblo "vociferante y violento" que ayer pretendió forzar su legítima voluntad a la hora de votar. Podría, incluso, haceros una lista. Pero también podría hacérosla de quienes se marcharon a casa o al hotel avergonzados de verse sometidos a ese juego perverso de verse aislados de sus electores. Porque, sin haberlo pretendido, la delegada del Gobierno en Madrid, la que está casada con un señor al que busca la Justicia para poder ejecutar una sentencia y no le encuentra, y el, hasta hace unos minutos ministro, silencioso ministro del Interior, lo que han conseguido con su despliegue es que en todo el mundo se vea que, en España, a menos de un año de unas elecciones los representantes del pueblo se reúnen aislados y protegidos del pueblo.

Me temo que, al final, el Congreso es como una oficina o una fábrica, en la que lo que te da vueltas en la cabeza mientras acudes a ella se esfuma con el primer chiste, la primera broma o el primer chascarrillo del compañero. Supongo que más de uno comentará en la cafetería los incidentes de ayer, vistos en la tele, porque tan aislados estaban ellos de pueblo que se manifestaba, como el pueblo lo estaba de ellos.

Harían mal en no preocuparse, porque la de ayer, y los que tenemos ya unos años lo sabemos, era una jornada de "alto riesgo" y, sin embargo había miles de ciudadanos en la calle, muchos más de esos ridículos seis mil que pretende haber "censado" la señora Cifuentes, la del marido ausente. De ser así, mal hace el ministro en felicitar a "sus", que no nuestros, policías. Porque, si, para controlar a seis mil ciudadanos, los casi 1.500 policías, uno por cada cuatro manifestantes, tuvieron que causar más de sesenta heridos, uno de ellos grave, más vale que le entreguen las competencias de seguridad a SEUR o cualquier otra empresa privada.

No me gustó nada lo de ayer. No me gustó, porque se arriesgó demasiado y porque la siguiente puede que sea más violenta e incontrolada. Pero, por la experiencia que tengo, por la presencia de policías encapuchados e infiltrados, supongo que es lo que pretende el gobierno: radicalizar y atomizar un movimiento que, es evidente, tiene muchos partidarios tan pacíficos como cabreados.

Insisto: más de un diputado hoy habrá tenido que repetirse ante el espejo "soy diputado, soy diputado..." y ese diputado haría bien en hacerse con la foto de uno o más de sus votantes, para colocarla en el escaño, al lado de los botones de votar, para poderlas mirar a la hora de votar, en lugar tener que mirar los dedos "señalero" de su grupo que le "sugieren" el botón que debe pulsar.

Señores diputados. Es así de sencillo, el escaño no es suyo, tampoco de su partido, el escaño es de los ciudadanos, también de los que ayer estaban en la calle al otro lado de la valla.

 
 

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martes, 25 de septiembre de 2012

CABALLITOS DE CARRUSEL

 
 
Nunca me han gustado los niños sin infancia y, por ello, nunca me han gustado toso esas actividades, entre ellas más de un deporte, en las que los niños se convierten en objeto de sublimación de las frustraciones y ambiciones paternas. Los niños deben ser niños y, mientras lo sean, deben ser felices o, cuando menos, no deben ser infelices.
Pequeños gimnastas, tenistas, nadadores, bailarines, músicos e incluso futbolistas son, en la mayoría de los casos, niños frustrados, sin apenas tiempo para jugar, que se relacionan con otros niños como ellos y que tienen, en el mejor de los casos, en su entrenador o su maestro, el redentor que, con un "no vale para esto", les pone a salvo de esa pasión mal entendida de los padres.
Pero, las más de las veces, cuando un niño en el campo, la clase, la piscina o el gimnasio es una fuente de ingresos, los niños están perdidos, sometidos a la tortura de hacer aquello para lo que no valen o no les gusta. Mucho esfuerzo, poca evasión y mucha presión sobre cabecitas que lo que necesitan es evasión y cariño.
Por cada Billy Elliot que tiene un sueño y lo alcanza, hay millares de "pianistas" que, al igual que la protagonista de la novela Elfriede Jelinek, después de haberse desfondado en una carrera imposible, frustradas y sin vida propia, se ven atrapadas en la espiral de alimentar los sueños de otras niñas y otros padres, a sabiendas de que acabarían como ella.
Pero no sólo hay historias, terribles historias, en la ficción. No hace mucho que la "novia" del tenis español, Arantxa Sánchez Vicario, ha contado en un libro el calvario que fueron su infancia y su juventud, en manos de unos padres ambiciosos y opresores que, por quitarle, le quitaron no sólo la propia vida, sino casi todo lo que ganó a raquetazos, durante años, en las pistas de medio mundo.
Quién no ha oído hablar de la dureza de los entrenadores de las gimnastas de los países del este. Quién no ha visto esos cuerpos deformados, esos cuerpos, casi bonsáis, sacrificados en aras de una medalla que se da una vez cada cuatro años y que casi nunca se alcanza.
En las últimas semanas, tras el regreso triunfal de los Juegos Olímpicos de Londres, se destapó la caja de los truenos en el equipo de natación sincronizada y comenzó a extenderse el runrún de que algo oscuro, muy oscuro, pasaba en la federación, cuando los focos y las fanfarrias del triunfo se apagaban,
Una de las integrantes del equipo fue la primera en soltarse la lengua. Y debía tener razón, cuando se produjo el cese fulminante de la seleccionadora. Ayer una cadena de televisión, la Sexta, reveló una carta firmada por la práctica totalidad del triunfante y aparentemente feliz equipo olímpico, en la que se denunciaban todo tipo de abusos y vejaciones por parte de una entrenadora, cuya conducta parece más propia de un campo de concentración que de una actividad deportiva.
Sé que decirlo ahora puede parecer nadar a favor de la corriente, pero os aseguro que siempre he visto a esas chicas de sonrisa forzada y gestos forzados como los caballos de un carrusel, entrenados desde potrillos y condicionados en cada uno de sus gestos al premio de la zanahoria o el castigo del látigo. Sólo cuando se consigue que cada uno de los integrantes del carrusel deje de pensar por sí mismo y se resigne a ser una pieza más del engranaje, la cosa funciona.
Siempre he tenido la fantasía de que los hermosas caballos de los carruseles, cuando ya no sirven, acaban convertidos en caballitos de tiovivo, atravesados por una barra y condenados a girar una y otra vez, subiendo y bajando, al son de una música monótona, girando y girando sin llegar nunca a ninguna parte.
Cuando era pequeña me preguntaban a menudo -a los padres siempre nos preguntan esas cosas- qué quería que fuese cuando dejase de ser una niña. Se referían, claro, a la profesión que elegiría para ella. Y yo siempre contestaba lo mismo "·quiero que de mayor sea feliz".
Espero haberlo logrado.



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lunes, 24 de septiembre de 2012

DIPUTADOS ASUSTADOS

 
Quienes paseamos habitualmente el centro de Madrid llevamos casi dos semanas montones de armatostes metálicos, parecen somieres, apilados en las aceras, junto al señorial y decadente Hotel Palace, ocupando las aceras en la estrecha calle del Prado, como si de una especie de mudanza perenne se tratase, de no ser porque, junto a ellos, policías antidisturbios, mal encarados, aburridos y cansados, custodian tanto hierro, destinado a separar, aún más si cabe, al pueblo de sus representantes.
Sé perfectamente, como lo sabe ya todo el mundo, que los "somieres" apilados en las calles que rodean el entorno del Congreso de los Diputados están dispuestos para aislarlo, mañana día 25, de quienes pretenden "tomarlo", no a caballo como Pavía, con una guerra civil como Franco o en autobús como Tejero, sino de manera simbólica, pacíficamente y desde la calle.
Que conste que entiendo que el Congreso de los Diputados, como cualquier sede parlamentaria en un estado democrático, goce de un estatus especial que evite que pueda quedar "secuestrado" y que sus decisiones se tomen bajo la presión, por muy legítima que sea en ese momento, de la calle. Y basta, para entender esto, con pensar en un pleno reunido para votar una ley que regule el derecho de la mujer a decidir sobre la interrupción de su embarazo, rodeado por millares de ciudadanos convocados -no seré yo quien diga acarreados- por los obispos.
Está claro que, de cara a la jornada de mañana, el ambiente en Madrid está enrarecido. Y lo está porque, de todas las estrategias policiales posibles para tratar de controlar algo como la convocatoria prevista para las próximas horas, el Gobierno ha escogido la más peligrosa, la del acoso y el miedo. Y esa estrategia, se sabe, no lleva más que a hacer de los detenidos mártires, a cargar de razón a quienes ya no creen en el sistema y a radicalizar cualquier concentración que pueda producirse mañana.
Eso, siendo bienintencionado y pensando que lo que ha movido a Interior es sólo el autoritarismo y la torpeza, porque me temo que lo que pretende, en una arriesgada carambola, es radicalizar el 25-S, para desactivar el adormecido 15-M, ya que uno y otro se nutren de las mismas bases.
No sé qué piensa un diputado cuando, cada día, para cumplir con su deber como representante de los ciudadanos, tiene que pasar entre montones de vallas, apiladas o desplegadas, identificándose ante los policías que le piden la documentación y les "protegen" y aíslan de sus votantes. Yo, desde luego, me sentiría muy mal y haría todo lo posible para tratar, precisamente mañana, de hacerme más cercano a quien represento, para que los ciudadanos no crean que son vendedores de enciclopedias que, una vez "colocadas", se olvidan del "cliente", salvo para cobrar las correspondientes mensualidades.
Mañana, el Parlamento, de alguna manera, se la juega. Mañana debe decidir si está con los ciudadanos por muy cabreados que estén o se aísla de ellos y se esconde en su concha de "somieres" hasta que salga el sol de la prosperidad y se pueda ganar su favor con promesas tan disparatadas como caras y mensajes simples que adormezcan lo que quede en la memoria colectiva de esto tan terrible por lo que estamos pasando.
Si no salen al encuentro de los ciudadanos, tenemos todo el derecho a pensar que están asustados. Y el miedo, sus señorías, no da buenos consejos y, si hablamos de la desconfianza que ahora sienten los ciudadanos, aún menos.
 
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domingo, 23 de septiembre de 2012

EN LA PUNTA DE LOS DEDOS

 
 

Curiosa semana la que acabamos de vivir, la última de este verano de recortes, dudas y silencios. Más que curiosa, ilustrativa de lo peligroso que resulta hacer navegar por las procelosas aguas de las redes sociales, sin tener claro qué son ni para qué sirven.

Tuvimos, creo que el lunes, la metedura de pata de la Casa Real o el propio rey que se aventuró a dejar su opinión por escrito, en forma de carta, sobre un tema tan apasionante como lo es el de las justas aspiraciones del pueblo catalán a la independencia, especialmente si, como ocurre, tiene la sensación de ser poco querido y nada reconocido por el resto de España. Más allá de si esas aspiraciones tienen razón de ser o no, el hecho de que el rey, que reina, pero no gobierna y que, hasta ahora, sólo opinaba en sus mensajes de Navidad, algún que otro discurso o intervenía, afortunadamente una única vez, de uniforme y como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, para parar a los golpistas del 23 F.

No midieron ni el rey ni sus asesores la trascendencia de la carta y, supongo, estarán ya arrepentidos de publicarla, porque más le vale al monarca en estos tiempos convulsos y "horribles" para su buen nombre y su imagen, sumar en vez de restar. Y, si algo estaba claro desde el principio, es que de un plumazo, mejor dicho de unas cuantas pulsaciones sobre el teclado, se restó el respeto del millón y medio de ciudadanos que salieron a la calle en Barcelona y otros tantos que respetamos sus quimeras.

No saben en la Casa Real que, a diferencia de los periódicos, en la red, nadie puede, una vez pulsada la tecla oportuna, parar las máquinas y que, al contrario que los periódicos que tienen perfectamente medidas sus tiradas, lo que se cuelga en la red se extiende como un virus imparable y queda sometido al escrutinio y la crítica de todo el mundo.

Esto que ha ocurrido en torno al monarca les está ocurriendo todos los días a los políticos y sus partidos que se entregan, casi como al onanismo, al trepidante y vertiginoso mundo del tuiteo, porque quién no recuerda a estas alturas alguna metedura de pata de alguno de estos personajes. Pero no son los políticos los únicos "famosos" que se estrellan contra los escollos de la costa atraídos por el canto de las sirenas del éxito.

Le ocurrió esta semana a la cantautora Russian Red algo demasiado habitual entre tuiteros, confundir el proceso habitual de la reflexión con el hecho de escribir los pensamientos propios en twitter. Os aseguro que yo, que paseo en solitario durante horas y, por tanto, reflexiono durante horas, muchas veces me río de las gilipolleces que se me ocurren y, en más de una ocasión, me río en voz alta de ellas.

A la pobre Lourdes se le ocurrió escribir que la fealdad se combate -no con simpatía, no desarrollando las muchas virtudes que puede desarrollar una adolescente leyendo, cultivándose o disfrutando de toda la belleza que nos ofrece la vida- sino con la delgadez extrema. Bien es verdad que luego quiso explicarse y tuit tras tuit lo fue matizando. Pero el mal estaba hecho y se le vino el mundo encima, hasta el punto de tener que cerrar su cuenta en Twitter. Espero que ella, y otros muchos famosos que se creen en la obligación de trascender en ciento cuarenta caracteres, hayan escarmentado.

También esta semana, el error de una adolescente holandesa que envío una invitación a su fiesta de cumpleaños a toda la red en lugar de limitarla a su grupo de amigos. La convocatoria se convirtió en un asunto de orden público, con heridos y toso, y, me temo, que la protagonista se quedó sin fiesta y sin regalos.

Lo que olvidan quienes se asoman a las redes -redes que "enredan" y atrapan, más que protegen o amortiguan las caídas- es que la red, así en abstracto, tiene alma justiciera y, si es capaz de las mayores crueldades, también lo es de combatirlas. Que se lo pregunten, si no, al "listillo" de Nicolás Alcalá, que se permitió ridiculizar, despreciar y humillar en la web de su empresa, Riot Collective Cinema, al joven parado que le había enviado su currículo solicitándoles trabajo. Fue tal la tormenta desatada, por esa falta de sensibilidad y esa "sobrantía" de alguien que, como el mismo dijo en su respuesta al solicitante, apenas tiene veinticinco años, que se vio obligado a reconocer su error, aunque no bastó para parar los miles de comentarios condenatorios que le llovieron a Riot.

Quienes escribimos y opinamos en la red debemos tener presente que hacerlo es arriesgado, porque lo hacemos en la soledad de una habitación, pero lo que expresamos llega a muchas y muy distintas personas. Tocamos el mundo con la punta de los dedos y no nos damos cuenta de que, si no andamos con cuidado, podemos quemarnos.



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sábado, 22 de septiembre de 2012

EXPULSADOS DEL PARAÍSO

 
 
Qué diríais de un país en el que, en Madrid concretamente, se cobra tres euros con ochenta céntimos cada día a los padres de los alumnos que no pueden pagar los casi cinco que cuesta el menú escolar, para que sus hijos puedan utilizar el comedor del centro y sus instalaciones para consumir la comida que traen de casa, mientras, en el Senado, a los empleados y a sus señorías un menú les cuesta apenas tres euros con cincuenta. Lo más probable es que pensaseis que sus dirigentes se han vuelto locos. Pero eso implicaría ser demasiado piadosos con quienes, en realidad, se han propuesto que la mitad de esos alumnos, o quién sabe si más, nunca lleguen a la Universidad y se conviertan cuanto antes en mano de obra barata para las multinacionales de la industria o la distribución.
Cómo se explica, si no, que un senador que cobra un importante salario, además de dietas y otras regalías o un empleado de la cámara alta, tan inútil por otra parte, paguen por su comida menos de lo que debe pagar un padre para que sus hijos puedan utilizar una mesa y un microondas, si es que lo usan, a sabiendas de que estos padres recurren al tupper porque no pueden hacer frente al menú.
Mis padres y yo mismo no podríamos hoy dar a mis hermanos y a mí y a mi propia hija los estudios que, afortunadamente, todos nosotros tenemos. Lo mismo ocurriría, estoy seguro, si consulto a mis amigos y conocidos.
Y esto ocurre coincidiendo en el tiempo con una subida inusitada de las tasas académicas en las universidades, con el cierre del grifo de las becas para transporte, libros y comedor y al tiempo que el bufón que tenemos por ministro se propone retorcer la ley para que sea legal, en contra del criterio del Tribunal Supremo, subvencionar a los colegios sectarios y ultraconservadores que separan a los niños de las niñas, quizá con la aviesa intención de inculcarles desde la infancia la errónea percepción de que no deben tener los mismos derechos y la esperanza infundada de que descienda entre ellos la sana costumbre, con la debida información, de la masturbación y el juego sexual.
Este ministro, intrépido como sólo lo puede ser un insensato, quiere reintroducir en la sociedad española "de tapadillo" la figura del aprendiz, pero no ese aprendiz de taller o comercio de barrio que, con el tiempo, acababa por tener un oficio y un maestro que, en muchas ocasiones, se convertía en una especie de padre, con sus intereses y sus arbitrariedades, claro, pero qué padre no los tiene. Por el contrario, lo que quiere Wert,, con esa pista americana, llena de obstáculos en los que irán quedándose los más débiles, los que tengan menos recursos, en que piensan convertir la enseñanza, es crear fábricas de peones mal pagados, al margen de cualquier contagioso contacto con la cultura, todos iguales y todos dóciles, como chinos, que pueblen las fábricas de las multinacionales o las líneas de cajas y los almacenes de las grandes superficies comerciales y que, a lo sumo, sólo entiendan de fútbol, talk shows o series de moda.
Está claro de q Wert y al gobierno del que forma parte no le interesa lo más mínimo el nivel cultural de este país. Está claro que lo único que persiguen es hacer más rentable su población, a mayor gloria y beneficio de todas esas empresas que, al final, apenas cotizan un 6% de toso esos beneficios que obtienen de nuestra infelicidad.
Vivíamos en un paraíso, irreal quizá, hasta que un arcángel, calvo, un poco fondón y bastante abufonado, nada que ver con San Miguel, armado del BOE nos ha puesto de patitas en las tinieblas del erial en que quieren convertir España.
 
 
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viernes, 21 de septiembre de 2012

LAS COSAS DEL QUERER

 
 
Decir que las cosas son como son, pero que cada uno las percibe como las percibe puede parecer una perogrullada, pero, por suerte o por desgracia, se aproxima a bastante a la realidad. Y los catalanes, con razón en muchos casos, se sienten víctimas del resto de España, no sólo en lo económico, sino, especialmente en el aspecto más sentimental de las relaciones.
Los catalanes creen que no se les quiere fuera de sus fronteras y yo, que les quiero, os aseguro que, al menos en lo que respecta a mis paisanos, los madrileños, tienen gran parte de razón, porque, en Madrid, reconozcámoslo, no se les quiere.
No sé en qué momento se jodió la cosa, que diría Mario Vargas Llosa, pero lo cierto es que se jodió.
Quizá todo viene de aquellos momentos en que Barcelona, en particular y Cataluña en general, por razones geográficas, por su puerto, por su cercanía a Europa y por méritos propios se convirtieron en una de las regiones más pujantes de Europa que, a su vez, atrajo población de toda España para trabajar en sus fábricas y que, con el tiempo, se ha integrado plenamente en la sociedad catalana. Tanto que, si preguntásemos, uno por uno, al millón y medio de manifestantes que el pasado día once abarrotaron las calles y plazas de Barcelona, nos sorprendería la diversidad de acentos que escucharíamos.
He pasado muchos veranos en Cataluña y siempre me he sentido como en casa. Como en una casa cuidada y orgullosa de sí misma, hospitalaria y generosa. Probablemente sólo haya sido, otra vez, una sensación, pero es la mía. El idioma nunca ha sido para mí una barrera, nunca lo he hablado, ni siquiera en la intimidad, aunque gasto bigote, pero lo entiendo y, aunque no es difícil hacerlo, basta una petición cortés, para que cualquier conversación se abra al español que compartimos todos.
Lo peor de todo esto es que, en parte por razones perfectamente objetivables, los catalanes se sienten mal queridos, al menos en Madrid. Y tienen razones para ello. No hay que olvidar aquella insidiosa y estúpida campaña desatada por la derecha más montaraz y sus palmeros de la prensa más rancia, para dejar de consumir productos catalanes -fundamentalmente fuet, embutidos y cava- en una especie de "para que se joda el sargento, no como rancho".
Es cierto, en Madrid no les quieren. Y lo peor es que es un sentimiento cultivado por quienes más deberían haber hecho por la concordia entre una y otra sociedad. Han sembrado esa cizaña a la búsqueda de réditos electorales, más allá de la inteligencia y la prudencia. Han extendido especies sobre el maltrato que sufren los madrileños en Barcelona y ya hay quien suscribe tales infundios sin haber estado nunca allí. Han dicho que Cataluña tienen más que nadie, que se queda con lo mejor de lo mejor y no caen en la cuenta de que es muy difícil transitar allí por una autopista sin pagar y que lo que aporta la comunidad al Estado es mucho más de lo que recibe.
Por eso, en época de dificultades es fácil azuzar también allá viejos fantasmas, cultivar el victimismo y espolear el sentimiento nacional, tan extendido, hacia una independencia que no parece posible, ni conveniente, especialmente para para la propia Cataluña.
Más productivo sería caminar con calma hacia una remodelación del ya caduco estado de las autonomías, para buscar alguna fórmula federalista. Quizá en esa senda esté la solución y quizá la solución lime las diferencias, artificiales diferencias, que ahora distancian a unos y otros ciudadanos.
Son sensaciones, pero, a veces, las sensaciones generan odio, dolor y amargura. Y, de eso, no puede venir nada bueno.
 
 
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jueves, 20 de septiembre de 2012

NACIONALISMOS

 
 

Como muchos españoles e mi generación, los que padecimos la opresión de quienes se habían apropiado de nuestro país y nuestra bandera y no teníamos, a cambio, otra con la que identificarnos, nunca me he sentido implicado por nacionalismos de ningún tipo, aunque os aseguro que los respeto y muy especialmente en todo lo que tienen de expresión de sentimientos y hechos culturales.

Sin embargo y pese a no sentirme inmiscuido en disputas nacionalistas, me desagradan aquellos que esconden bajo las banderas intereses bastardos, los que agitan los símbolos para ocultar sus fracasos, y aquellos que buscan banderas en los desvanes para oponerlas a los de los primeros. Y eso, porque, si no me inclino por los unos, mucho menos por este nacionalismo excluyente e imperialista que tan hábilmente ha manejado la dimitida presidenta madrileña.

Quien, como yo, por propio interés o por razones profesionales, lleve años asomado a la actualidad política, debe saber ya de sobra que el nacionalismo o, mejor dicho, los nacionalistas, como en la Ítaca de Kavafis, no buscan la meta, sino el propio viaje. Luego, cuanto más les alejemos de ella, más sentido damos a su existencia y más fuerza les suministramos. Dicho de otro modo, el nacionalismo es como el agua que baja de las montañas que, cuando llega al valle, se remansa. Ahora bien, si levantamos presas en su camino o cegamos los puentes bajo los que corre, el agua se represará, cobrará fuerza y acabará reventando la presa, el puente y lo que se le ponga por delante.

Hay que ser tolerantes con los sentimientos de la gente y hay que ser, al mismo tiempo, implacable con quienes tratan de manipularlos. Hoy Rajoy y Más tienen una oportunidad única para detenerse ante el abismo, reflexionar y buscar una manera de descender al valle común en el que hemos vivido y debemos seguir viviendo.

Aún así, me temo que no lo harán. Y no lo harán, porque a uno y otro les interesa prender ese bosque para que el fuego implacable del descontento contra los recortes y el desmantelamiento del Estado de Bienestar que avanza implacable en Cataluña y el resto de España no les queme. Creen que quemando de manera controlada los parques que circundan sus palacios de poder, las llamas no les alcanzarán. Pero cuidado, a veces los grandes fuegos nacen cuando se pierde el control de estos otros fuegos terapéuticos.

Personalmente creo que a la gran mayoría de los catalanes y de los españoles, lo que les preocupa es encontrar trabajo o conservar el que tienen, llegar a fin de mes, pagar la hipoteca y sacar adelante a sus hijos. Todo lo demás es accesorio y, enredándonos en ello, estaremos haciendo el mayor de los favores a quienes nos quieren hacer pagar el desastre que provocaron o, al menos, consintieron.

 

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miércoles, 19 de septiembre de 2012

SANTIAGO

 
Ayer, hacía ejercicio como todas las tardes, cuando, al final del boletín, en la radio, dieron la noticia: Santiago Carrillo acababa de morir en su casa de Madrid. Inmediatamente me senté delante del teclado y compuse con una foto mi opinión más sincera el homenaje que creí que debía a este hombre, todo dignidad, que tanto hizo porque vosotros, lectores, y yo podamos disfrutar de esta libertad que sirve, entre otras cosas, para contarnos unos a otros lo mal que vamos.
Recuerdo cómo, allá por los primeros setenta, en la Universidad tuve noticia de la existencia de Carrillo, mejor dicho, de "los carrillos", porque, en aquel entonces en que todos estábamos en el lado de allá de la realidad, el que linda con la quimera -gracias, majestad-, enredados en la acracia o en siglas que, al final, se llevó el viento de la normalidad. Pero la cosa era así, nosotros éramos los más rojos, e inocentes, añado ahora, y ellos, los carrillos, también lo añado, eran los revisionistas que andaban limando, ya en la dictadura, las aristas del comunismo para hacerlo compatible con la libertad.
Esa fue la mayor virtud Santiago Carrillo: tener claro, ya entonces e, incluso, años antes, cual debía ser el papel de su partido, el que más sangre y más libertad había consumido en la lucha contra el franquismo, en los tiempos que se avecinaban. Carrillo fue duro, muy duro, hay quien dice que poco o nada democrático, al frente de la secretaría general del PCE, manteniendo firme el timón hacia ese rumbo. Algo que le costó lealtades, muchos amigos y, al final, la propia secretaría. Pero aguantó y, al final, supo irse con dignidad, para seguir regalándonos su actitud y su conciencia de izquierda a todos, especialmente a quienes, estando en la izquierda, nunca militamos ni quisimos militar en partido alguno.
Recuerdo que mis primeros votos en democracia, o sea, mis primeros votos, fueron para el PCE. Y ahora no soy capaz de recordar si aquellos votos eran por verdadero convencimiento o por razones sentimentales, porque mi hermano Miguel, dirigente de las juventudes del partido, fue candidato, y de los que salen, en unas municipales. Lo cierto es que vote a los comunistas, aunque ya en el 82 voté a González, un hombre menos importante, quizá, en la transición, pero fundamental en los años que siguieron.
Aún recuerdo, y tengo la satisfacción de haberme excusado personalmente con él años después, la bronca que como "intrépido periodista" le monté a Don Santiago, junto a Julián Ariza, cuando yo, como muchos, penábamos que Carrillo había traicionado a la izquierda. Ahora, como digo, me siento orgulloso de haber tenido el coraje, no para cometer aquella imprudencia, sino para pedir perdón por ello.
Tuve la suerte de cruzarme muchas veces con Santiago y Carmen en los pasillos de la radio y, la verdad, era enternecedor ver a esa pareja que ha pasado por tanto, como una pareja más, y no me sale escribir de ancianos o de jubilados, porque no eran ni una cosa ni otra, queriéndose, respetándose y cuidándose, Daba gloria verlos, que diría mi abuela Evarista, y se hacía fácil, muy fácil, sentir ternura y respeto por ellos, considerarlos, casi como mis propios abuelos.
Santiago, fue siempre, pero más quizá en sus últimos años, un hombre elegante y fuerte. No hay más que verle ajustándose la corbata en la foto de Gonzalo Arroyo con que ilustro esta entrada, recordarlo en su escaño, sin tirarse al suelo, como le ordenaron los golpistas la tarde del 23-F, o imaginárselo aguantando a pie firme los gritos y los zarandeos de los pijofascistas, a la entrada de una librería del barrio de Salamanca.
Santiago, Carrillo, ha muerto como a todos nos gustaría hacerlo, rodeados del cariño de los nuestros, y sin pretenderlo, simplemente olvidando despertar de la siesta. Una muerte absolutamente distinta de la de aquel monstruo que tanto dolor trajo a España durante cuarenta años.
Y antes de finalizar, dos cosas. La primera es que creo que Carrillo, el pillo diablo Carrillo que, con tanta gracia dibujaba Peridis, asomado a la alcantarilla, hizo un último favor a su amigo Juan Carlos, algo en lo que ahora sé coincido con Josep Ramoneda, al dejar este mundo atenuando el revuelo que la imprudente carta del monarca sobre esfuerzos y quimeras. La otra recomendaros un documental del que no recuerdo el título, pero que, sin duda, volverá a emitirse, hecho, eso sí, a mayor gloria de Santiago, que, sin embargo, muestra el lado humano y familiar de un hombre irrepetible.
Gracias, Santiago. Hasta siempre.
 
 
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martes, 18 de septiembre de 2012

ADIÓS, ESPERANZA, ADIÓS

 
 
Vestida de blanco pureza y a la hora en que, como bien sabe quien está más que acostumbrado a manejar los medios, no cabe el análisis. A las dos y unos minutos, con todos los informativos en marcha, Esperanza Aguirre tocó la campana de su dimisión con una puesta en escena más que envidiable, porque en eso, la condesa de Murillo, hay que reconocerlo, es único.
Ella, siempre inflexible y ordinaria y cruel con sus adversarios supo hacer los pucheros justos, supo quebrar la voz donde correspondía para que nadie osase pararse a pensar en lo que deja en la Casa del Correo, toda la basura que hay escondida bajo las alfombras y todo el daño que ha hecho al estado de bienestar en esta extraña autonomía del himno raro y la bandera de las siete estrellas.
La llegada de Aguirre a la presidencia de la comunidad de Madrid fue irregular y tuvo que ver con el cemento, porque quién ignora a estas alturas que Tamayo y Sáez, los del tamayazo, que aquellos tránsfugas miserables no eran otra cosa que peones de la especulación inmobiliaria. Su salida también es irregular, porque, por más que insista, nadie decide a media mañana acabar con treinta años de carrera y, menos, sin concluir lo que tiene a medias.
Esperanza Aguirre no se ha muerto, pero ha movido las teclas precisas para que la prensa y el mundo de la política sean con ella tan piadosos como lo fueron a la muerte de Manuel Fraga. Sin embargo, creo que nuestra obligación es no dejarnos llevar por sentimentalismos y, siguiendo el ejemplo de Duran i Lleida, que también ha superado un cáncer, buscar, más allá de las lágrimas tiernas y el lamento de los violonchelos, las verdaderas razones de esta "espantá" de doña Esperanza.
¿Quién nos asegura que esta señora no ha vuelto a engañarnos con las cuentas del déficit? Ya lo hizo una vez, poniéndose de ejemplo frente al resto de comunidades, mientras escondía mil millones de euros impagados en cajones llenos de facturas.
¿Quién nos dice que lo de Eurovegas va adelante? ¿Alguien ha vuelto a oír habar de ubicaciones, fechas o presupuestos? Yo, al menos, no.
Os preguntaréis qué es lo que ha dejado a cambio. Pues poco o nada. Incluso me atrevería a decir que, como ya hiciera la Tatcher en Reino Unido, amiga de mafiosos y fascistas, ha agrandado de manera preocupante la brecha que divide a ricos y pobres en Madrid. No puso un céntimo para las ayudas a la dependencia, ha retirado becas y ayudas en todos los niveles de la enseñanza, de un plumazo, ha echado a la calle a miles de profesores de la enseñanza pública, abarrotando aulas y abandonando a los chicos con dificultades. Recortando en lo público y subvencionando lo privado y, ojo, lo sectario, ha conseguido el contradiós de que lo que reciben los colegios privados sea ya más de lo que perciben los públicos. Ha subido el transporte, después de sacar al Metro todo el partido político posible y de endeudarnos hasta no se sabe cuándo en extensiones que, ahora, se han revelado poco rentables. Ha llenado Madrid de hospitales no siempre necesarios, pero incompletos y poco o mal dotados, hospitales que explotan sus amiguetes, los mismos que ahora pretenden renegociar al alza los conciertos de explotación. Se ha enfrentado con saña a los sindicatos, tildando a sus representantes de vagos y no sé cuántas cosas más. Ha arruinado la televisión pública y, ahora, la vende de saldo... En fin, la lista sería inmensa y siempre quedaría alguna miseria fuera.
Aún así no quiero dejar de mencionar que bajo su mandato germinó y creció la más extensa red de corrupción que ha conocido la España democrática, la red Gürtel, cuyas consecuencias aún están por ver.
Tengo la impresión de que Aguirre ha olido el tufillo de los motores recalentados, ha cogido el único paracaídas a la vista y ha saltado del avión. La marcha de la condesa no se explica sólo con la rueda de prensa de ayer. Las causas y las consecuencias de su marcha aún están por ver y serán el tiempo y las miserias de quienes la rodearon tanto tiempo las que acabarán explicándola.
Por último algo que no sé si es sarcasmo o falta de información. Cuando ayer tuvo que decir aquello de lo que se sentía más orgullosa, no dudó en decir con ese “desparpajo” que no es otra cosa que cara dura, que de la enseñanza bilingüe en los colegios. Desde que la escuche, no he dejado de pegar la oreja a la ventana, vivo en un primero, y, es verdad,   todos los niños que pasan, camino del cole, van charlando animadamente en la lengua de Shalespeare.
 
 
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lunes, 17 de septiembre de 2012

DEPRESIÓN

 
 
Dicen que lo peor de los cuernos o es llevarlos, sino vérselos. Y algo así ha pasado con la sociedad española y los partidos políticos que deberían representarla, porque, aunque hace ya tiempo que los españoles veníamos notando las infidelidades de nuestros políticos, sus coqueteos con la banca y con el poder económico, en el caso del partido socialista, su empeño en acicalarse en exceso, aparentando lo que no es ni debe ser, y su insistencia en huir, a la menor ocasión, del hogar común que compartía con la clase trabajadora, abandonando las obligaciones a ella debidas.
Como digo, que llevábamos esos cuernos veníamos sospechándolo desde hace unos cuantos años y, de alguna manera, nos habíamos resignado a llevar esa carga. Sin embargo, para lo que no estábamos ni estamos preparados es para que quien se comprometió a defender nuestros intereses, a cambio de nuestro propio compromiso, se haya retirado de la escena cuando las cosas han venido mal dadas, dejándonos abandonados a nuestra suerte.
Y no nos valen, a mí al menos no me vale, ese discurso de que, en momentos como éste, es mejor no extremar las posiciones hacía la izquierda. No sé da cuenta este partido que apenas hace un año gobernaba este país, de que ahora mismo ni siquiera conserva el suelo electoral que siempre tuvo, ni se da cuenta de que, si sigue así, no lo recuperará nunca.
A veces, el verdadero valor está en asumir los errores del pasado, huir de la mala conciencia que acarrean los reprobables devaneos del pasado y, lleno de humildad y verdaderos propósitos de enmendar lo errado, llamar de nuevo a la puerta del hogar común, para levantarlo de nuevo sobre las bases sólidas que nunca debió haber abandonado.
Demasiado a menudo tenemos que escuchar que ha fallado el sistema, incluso yo mismo he escrito algo parecido. Pero no nos engañemos, lo que ha fallado no es el sistema, sino la actitud de aquellos a quienes se encomienda la gestión del sistema. Ha faltado la honradez de nuestros representantes, una honradez que no sólo consiste en no meter la mano en la caja, sino que va mucho más allá y que se basa en la fidelidad a unos principios, cada vez más manoseados por quienes han hecho de la política no un servicio al bien común, sino un cómodo y prestigioso medio de vida.
La única manera en que los representantes de la izquierda, con o sin escaño, conseguirán nuestro perdón, el de los ofendidos, es esa´, la vuelta al hogar común de quienes no podemos o no queremos prescindir del Estado de Bienestar, de la educación y la cultura para todos. Sólo así dejaremos de vernos esos horribles cuernos que llevamos en la frente y, poco a poco, recuperar, ellos y nosotros, el lugar que merecemos bajo el sol. Si no, estaremos en manos de las Rosas Díez y los Sánchez Gordillo de turno. Y, os lo aseguro, de ahí al caudillismo que acaba por traer el fascismo hay muy poco trecho.
 Estamos deprimidos, muy deprimidos, no hay más que mirar cualquier sondeo sobre el estado de ánimo de los españoles. Con un poco de esfuerzo, o con mucho, para qué engañarnos, podremos salir de esa depresión. De la otra, de la que se nos vendría encima si nos dejamos llevar por el derrotismo y nos entregamos al populismo bajo tosas sus formas, tenedlo en cuenta, Tardaremos décadas en salir.
 
 
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domingo, 16 de septiembre de 2012

DECEPCIÓN

 
 
Quiero que conste por adelantado que me ha costado mucho decidir el asunto sobre elq ue escribiría hoy. Os aseguro que lo que finalmente estáis leyendo se corresponde con mi prinera intención, pero también os confieso que me he pasado u buen rato buscando alternativas, porque me daba un cierto pudor el hacerlo. He iniciado mentalmente unas y otras alternativas y todas y cada una vez que lo he hecho me ha parecido que me estaba y os estaba estafando, Así que, sin más preámbulos, me pongo a ello.
Lo que ahora mismo me preocupa lo dejo claro en el título de esta entrada. Efectivamente, estoy muy decepcionado por el resultado de la Marcha hacia Madrid a la que, como "decenas de miles", que diría ELPAÍS de  asistí
 
 
 
Quiero que conste por adelantado que me ha costado mucho decidir el asunto sobre el que escribiría hoy. Os aseguro que lo que finalmente estáis leyendo se corresponde con mi primera intención, pero también os confieso que me he pasado u buen rato buscando alternativas, porque me daba un cierto pudor el hacerlo. He iniciado mentalmente unas y otras alternativas y todas y cada una vez que lo he hecho me ha parecido que me estaba y os estaba estafando, Así que, sin más preámbulos, me pongo a ello.
Lo que ahora mismo me preocupa lo dejo claro en el título de esta entrada. Efectivamente, estoy muy decepcionado por el resultado de la Marcha hacia Madrid, una cita a la que, como decenas de miles de ciudadanos, creí que no podía faltar. Lo primero que sentí cuando me encaminaba a uno de los puntos de partida de la marcha fue mucho desconcierto, porque nadie sabía a qué hora comenzaba y a qué hora concluía la marcha. Es más, no noté, ya desde mi barrio, ese movimiento de banderas, pegatinas y pancartas enrolladas tan habitual en las grandes ocasiones. Pero no, no lo había. Es más, mucha gente se preguntaba cuando veía alguna de las escasas camisetas reivindicativas si es que había alguna manifestación.
Lo malo, lo peor de todo, es que la gente joven, a esas horas, a las diez y media de la mañana estaba durmiendo después de una larga noche. Y os aseguro que, en tiempos como estos, buscar la salida a la desesperanza y a la angustia de ser joven y no tener futuro es lo mejor que se puede hacer. A esas horas, había también una parte importante de trabajadores aprovechando la mañana para hacer la compra semanal y qué sé yo cuántas cosas que quienes tienen la suerte de tener una jornada laboral, digamos "normal", no pueden dejar de hacer.
Qué quiero decir con esto. Quiero decir que ha habido un enorme error de cálculo en la convocatoria. Quiero decir que han obrado con cabeza de militante organizado, pensando más en cuántos autobuses se podían traer a Madrid, cuánta gente de fuera de Madrid se podía movilizar o cuántas camisetas había que repartir, que en atraer a todos esos indecisos, a todos esos "relativamente concienciados", a todos esos agravados por el gobierno con que se querían medir las fuerzas.
Se pensó de esa manera y estoy seguro que ninguno de los militantes ni de los autobuses calculados dejaron de estar en los alrededores de Colón, Sin embargo faltó ese otro importante número de ciudadanos que, de haber tenido clara la convocatoria, de haber estado prevista para la caída de la tarde, porque en qué cabeza cabe convocar una concentración a las doce del mediodía, a pleno sol, sobre el asfalto de un Madrid a treinta y tantos grados de temperatura.
Espero que los organizadores hayan aprendido la lección y, si vuelven a convocar algo similar, que, sin duda, habrá necesidad de hacerlo, lo hagan teniendo en cuenta todas estas circunstancias. Ayer eché de menos a los jóvenes y eché de menos a las familias completas de otras ocasiones. Yo esperaba ver toda la Castellana llena a reventar y lo único totalmente ocupado eran las sombras de los bulevares.
Pero lo peor de todo es que cuatro días antes más de millón y medio de personas abarrotaron las calles de Barcelona y una y otra manifestación no admiten comparaciones.
Repito que faltaron los jóvenes y las familias y, como muy bien sabe la derecha, en las elecciones, esa gente es la que da y quita las mayorías
Siento haber sido tan sincero, pero creo que me lo debía y os lo debía.
 
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