jueves, 4 de octubre de 2012

LA VIDA DE LOS OTROS

 
 

Para ilustrar esta entrada sobre el estado policial al que nos quieren conducir algunos podía haber escogido cualquier fotograma de la magnífica serie de HBO "The Wire", que narra el papel de las escuchas telefónicas policiales en el acosos a la delincuencia organizada en Baltimore, o podía, como al final he hecho, optar por otro de "La vida de los otros", la magnífica película de Florian Henkel que nos introduce en la miserable vida del policía encargado en la vieja RDA de la vigilancia y denuncia de sus vecinos.

Aclaro que de lo que quiero hablar es de todas esas actuaciones preventivas y restrictivas con las que políticos partidarios del palo y tente tieso o policías deseosos de mover la porra, y a estas horas os aseguro que no sé quién da las órdenes a quién, con las que se pretende estrangular cualquier atisbo de protesta organizada contra todo lo que nos está haciendo el gobierno con el silencio, si no cómplice, sí al menos útil de la oposición socialista. Y os aclaro también que, si la opción elegida es la de "La vida de los otros, es porque en esta historia quienes son objeto de la vigilancia, escuchados hasta en la cama, son ciudadanos normales que lo único que persiguen es vivir en libertad.

Vivir en libertad y vivir en bienestar. Eso es lo que perseguían y persiguen los imputados de manera preventiva a instancias el ministerio del Interior que hoy comparecen ante el juez en la Audiencia Nacional, después de haber sido espiados, seguidos e identificados por policías de paisano en un estilo que recuerda más a los tiempos de la dictadura, con la Brigada Político Social del odiado Billy el Niño o el comisario Conesa, que a lo que cualquier ciudadano que cree vivir en democracia espera de sus fuerzas de seguridad.

La policía ha investigado asambleas y reuniones abiertas, ha pedido la identificación a quienes se expresaban en ellas, ha seguido o otros, les ha interceptado en plena calle y les ha interceptado y les ha obligado a identificarse, como si estuviesen cometiendo un delito. También han pretendido que las empresas que dan soporte a las redes sociales les facilitasen la identificación de los equipos y las direcciones de correo electrónico desde las que se difundieron las convocatorias. Además, el juez Pedraz, posiblemente abducido por la presión policial, dio orden, posteriormente revocada, para que las entidades bancarias identificasen a todos aquellos que hicieron ingresos o transferencias en las dos cuantas corrientes facilitadas para fletar los autobuses que trasladaron a Madrid a quienes quisieran participar en la concentración frente al Congreso.
 
Todo excesivo, todo aspavientos inútiles en un Estado de Derecho, pero todo dirigido a un único fin, el de "acojonar" a quienes están hasta las narices de no tener trabajo, a quienes están cabreados por no poder estudiar como lo hicieron sus padres o sus hermanos, a quienes temen que la pensión con que sacan adelante a sus hijos parados se vea reducida a limosna, a quienes han perdido o están a punto de perder su casa, a quienes sobreviven con una dieta de posguerra, sin carne ni pescado, a quienes se asfixian ante la persecución que sufre la cultura en España, a quienes, en resumen, están viendo como se desmorona su futuro, mientras los ricos son cada vez más ricos y más soberbios.

Estoy escribiendo esto y escucho como la Policía está pidiendo su identificación a los periodistas que esperan, a las puertas de la sede provisional de la Audiencia Nacional, la comparecencia de los ocho imputados preventivos desde el mes de agosto.

No sé qué pensar. Me da la impresión de que alguien maneja una especie de "estrategia del 10%", similar a aquella tan terrible de la "Escuela de las Américas", en la que militares norteamericanos formaron a los torturadores de las dictaduras del Cono Sur. Una estrategia a la que se aplicaron todos esas asesinos, según la cual, actuando sobre un 10% de la población se conseguía el control del resto.

Menos mal que hoy son impensables, espero, las desapariciones, pero está claro que las cabezas pensantes de Interior están dispuestas a asustar, mediante imputaciones, palos o abusos de autoridad, al diez por ciento de los españoles.
 
 
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