domingo, 10 de febrero de 2013

SOBRE VERDADES Y ELEFANTES

 
 

Decir la verdad no puede resultar tan difícil. Si para mí, por ejemplo, no es nada complicado poner en una hoja de papel la lista de todos mis bienes e ingresos, no me explico por qué el presidente del gobierno, con toda una legión de asistentes y asesores, algunos muy caros, ha tardado tanto en presentar la suya. Debe ser porque, como dijo a la prensa en Bruselas está "muy cansado" o porque es muy difícil hacer una declaración que resulte creíble y no ofenda a los ciudadanos tan castigados, más que por la crisis, por sus decisiones y las que toman sus colaboradores y compañeros de partido.

Ahora, con la última publicación de la página oficial de La Moncloa, resulta que tenemos distintas versiones, hasta tres, de los ingresos del señor Rajoy. Aquella primera dada por su partido días después de quedarse mudo y azorado cuando una ciudadana le preguntó en un programa de televisión cuánto ganaba al mes y sólo atino a contestar que bastante más que ella. El partido, en una nota hecha pública bastantes días después, le atribuyó unos ingresos que por entonces eran de unos ocho mil euros mensuales. Yo, que hice el bachillerato de Ciencias, he multiplicado esos ocho mil euros por quince pagas, las doce mensuales más las extraordinarias de Navidad y julio, que, a la vista de lo que hacen, en esa empresa, debe seguir siendo "del 18 de julio", y, en el mejor de los casos, la tercera paga, de beneficios, aunque no sé qué beneficios puede generar un partido que se dice al servicio de la sociedad y los ciudadanos. He multiplicado por quince y el resultado es de ciento veinte mil euros. Y sin embargo la cifra aportada por Presidencia para esa fecha es de ciento cuarenta y seis mil que, por si fuera poco, subió a doscientos mil cuando comenzaron a caer los primeros chuzos de "la que está cayendo" para el resto de los españoles. Casi un treinta por ciento de incremento, cuando centenares de miles de españoles estaban perdiendo ya sus puestos de trabajo y los salarios de los que lo conservaban se estabilizaron, cuando no bajaron por la presión, a veces abusiva, del empresariado.

Dos respuestas, dos, distintas hasta ahora, a las que, sin querer agobiaros con cifras, se suma una tercera declaración que sería la que, de su patrimonio, presentó ante el Congreso de los Diputados. No sé cual será vuestra sensación, pero la mía es la de que este estriptís que nos ofrece el señor Rajoy va a terminar como terminaban aquellos desnudos del primer destape, con una pierna o cualquier objeto, cubriendo oportunamente el colofón del mismo o, lo que es peor, con una oportuna media vuelta del o de la protagonista de la ceremonia que, al final, acaba mostrándonos el trasero.

Resulta enfermizo ese interés en desnudarse poco a poco y nunca del todo, en el español que hablan mis amigos, ese que tan a menudo cito, existe un término que la RAE, so pena de que asumamos nuestra vulgaridad nos autoriza ya a utilizar y que define a la perfección a quienes practican esta ceremonia de la confusión: calientapollas.

Pues bien, este "ponernos calientes" con tantas verdades distintas comienza ya a cansarme. Sobre todo, porque parece claro que, al final, no habrá recompensa o, si la hay, será menor. A qué viene tanta declaración solemne de veracidad en lo propio y falsedad en lo que dicen los otros, si a cada una de ellas se le añade una salvedad, "todo es falso salvo algunas cosas", "no soy el autor de los papeles que me atribuyen -Bárcenas dixit- pero el que los ha elaborado conoce la contabilidad del PP", que, con la promesa de que hay un velo más por destapar, no hacen sino desmentir al veracidad de lo que se dice y de quien lo dice. Ese último velo que no están dispuestos a dejar caer y que, al final, tendrá que levantar un juez es la contabilidad B en la que, al parecer, desde hace años, se vienen registrando ingresos y gastos negros como el alma del más pecador de los pecadores.

Creo que, en el caso de Bárcenas esas acotaciones, esos ventanucos que va abriendo en el muro de sus negaciones, no son más que un seguro de vida, una mano agarrando la manta de la que, en un momento dado, convendría tirar. En cuanto a Rajoy, creo que como muy bien describe el lingüista George Lakoff en su libro "No pienses en un elefante", está obsesionado con esa verdad evidente que a toda costa quiere esconder, y a causa de esa obsesión el subconsciente le traiciona y le lleva a ese "todo es falso, salvo algunas cosas..." a esas sofisticadas dobles negaciones que, muy a su pesar, acaban convirtiéndose en afirmaciones.

En resumidas cuentas, la verdad incómoda es, en el cerebro de Rajoy, un elefante empeñado en barritar y asomar la trompa cuando menos falta hace.
 
 

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