lunes, 5 de agosto de 2013

LECCIÓN EN MARRUECOS

 
 
Los ciudadanos marroquíes, con sus protestas contra el indulto concedido por el rey Mohamed VI al pederasta español Daniel Galván Viña, acaban de darnos una lección. No sé qué ha pesado más a la hora de sacarles a la calle, si ha sido lo horrible de los delitos del espía español, que iban a quedar sin castigo, o ese componente nacionalista que, dada la nacionalidad del condenado, multiplica, a los ojos de los ciudadanos marroquíes, la afrenta de la decisión del rey. No lo sé, pero bienvenida la presión que, desde la calle, ha conseguido que Mohamed VI haya dado marcha atrás en una decisión  tan arbitraria como injusta.
Creo mucho en la justicia, pese a todo, y no me gusta la gracias. Una sociedad democrática debe tener mecanismos para corregir errores de los jueces o para premiar la rehabilitación de los condenados. Su puesta en libertad debe quedar bajo el control de la sociedad y nunca debe ser una potestad del rey o el Gobierno. No me gustan los indultos y menos me gustan los que se dan tan masivamente como estos que el rey de Marruecos se regala para celebrar su cumpleaños o cualquier otra "alegría". Esos indultos suelen responder más a razones meramente logísticas -aliviar la presión de cárceles superpobladas, y sirven, además para camuflar excarcelaciones que, de otro modo, serían como lo ha sido ésta al trascender, inaceptables para la sociedad.
Sé que a mucha gente le parece, a mí también, horrible que el pederasta español haya quedado, ahora que su indulto se ha revocado, fuera del alcance de la justicia marroquí, pero ello no debe empañar el triunfo de la sociedad marroquí que, pese a la represión desplegada por el ministro del rey, ha seguido con sus protestas en la calle y ha forzado dos pasos inéditos en la tradicionalmente despótica corona alauita: dar explicaciones, primero, y marcha atrás después.
Ahora nos queda por conocer el oscuro papel de España en la liberación de este preso sobre el que, al parecer, ha mostrado un interés especial. A este respecto, sólo espero dos cosas: que se le detenga y se le haga cumplir, aunque sea en una prisión española, el resto de la pena que le queda y que, además, el gobierno dé en sede parlamentaria o donde sea las explicaciones que quienes creemos más en la justicia que en la gracia estamos esperando.
De todo lo sucedido, me quedo con la buena nueva de que la sociedad marroquí ha ganado el pulso mantenido con su rey y con la lección, evidente, de que el pueblo, la sociedad, cuando decide usarla, tiene mucha más fuerza de la que cree. El  "Sí se puede" de nuestros vecinos del otro lado del Estrecho debe ser una lección que no deberíamos olvidar.
 
 
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domingo, 4 de agosto de 2013

MENOS MAL QUE LES QUEDA GTBRALTAR

 
La primera vez que escuché la palabra "porculero" fue de labios de una compañera de trabajo de origen gaditano, concretamente de San Roque, aplicado a quien gusta, en ese caso yo, de sacarle punta a todo o, en resumidas cuentas, lo que viene a ser un tiquismiquis. Yo no sé si la palabra tiene su origen en el campo de Gibraltar, aunque sí sé que a España y Reino Unido les encanta ejercer de porculeros unos con otros a la primera de cambio.
Dicen que sabe más el diablo por viejo que por diablo y llevo muchos años asistiendo a las cíclicas reivindicaciones sobre la españolidad de Gibraltar que, dicho sea de paso, recientemente se ha sabido que, mediante los convenientes sobornos alemanes a algunos generales de Franco, estuvo a punto de dejarse en manos del Tercer Reich para que pudiese tener el control marítimo sobre el Estrecho.
Lo primero que no habría que olvidar a propósito de ese enorme peñón desmoronado en su frente sobre el mar es que, si los  ingleses llegaron a él, fue porque, hace más de tres siglos se les llamó para que echasen una mano en nuestra guerra de sucesión, conocieron las posibilidades de la roca y se hicieron con ella, antes de que se les cediese en el tratado de Utrech, firmado en 1703. Lo curioso es que los habitantes de uno y otro lado de la verja levantada en 1909 por los ingleses llevan siglos conviviendo en paz y convirtiendo la circunstancia de la frontera en el modus vivendi de mirares de habitantes de la zona, sean llanitos o gaditanos de la comarca Campo, porque el contrabando, los tráficos indeseados a manos de indeseables, la pesca y el turismo se han convertido en las fuentes de riqueza de la zona, amén de industrias levantadas antes y después de la muerte del dictador, para "compensar" y reforzar a la población local del lado español.
Sin embargo, creo que, desde los tempos de Castiella, Gibraltar, junto al fútbol televisado, han sido el señuelo que las autoridades españolas han agitado ante las narices de los españolitos incautos para que no cayesen en la tentación de pensar que, a lo mejor, lo que les estaba pasando. la pobreza, el paro, la corrupción y la pertinaz sequía eran culpa del gobierno de turno, porque, convenientemente agitado, el señuelo del nacionalismo da resultados óptimos, incluso, como hizo el ínclito Blas Piñar, imitando al "bolchevique" Kruschev, blandiendo un zapato donde correspondiese.
Ahora, en pleno siglo XXI está volviendo a pasar. Un gobierno en plana descomposición, como lo es, desgraciadamente, éste, formalmente nuestro aunque en la práctica sea sólo suyo, azuza el fantasma de la soberanía y "porculiza" a quienes viven o trabajan en lados distintos de la verja, extremando los controles para retener uno a uno a los vehículos que atraviesan el control de la verja, dando lugar a un problema, ficticio, por supuesto, para desplazar de las primeras páginas el espantoso ridículo que hizo en absoluta soledad Mariano Rajoy en el Congreso.
Espero que el ardor guerrero y nacionalista de alguno de nuestros ministros, especialmente García Margallo, tenga freno de emergencia, porque estas cosas, aunque partan de problemas ficticios, se sabe como empiezan, pero no como terminan.
Ojalá quienes vuelven a ver en las pantallas de su televisor las colas a uno y otro lado de la verja caigan en la cuenta de que, convenientemente aliñada y servida por su prensa más leal, esta crisis no es más que un biombo tras el que esconder la agonía de Mariano Rajoy.
¡Y menos mal que les queda Gibraltar!
 
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sábado, 3 de agosto de 2013

EL FMI Y YO

 
 
Confieso que, salvo por su maldita afición a estrangular países con problemas y por los culebrones, mitad pornográficos, mitad policiacos, que suelen acompañar a sus últimos directores, que vaya trío, el Fondo Monetario Internacional me interesa poco o nada. Aunque me temo que yo -y el resto de los españoles, portugueses o griegos- le interesamos aún menos a la institución.
A estas alturas espero que a nadie le quepa la más mínima duda de que el FMI no vela por la salud económica de los ciudadanos de este complicado mundo que nos ha tocado vivir, entre otras cosas porque el fondo así lo ha queridos. Mucho menos parecen interesarle las economías de los países adscritos a esa ruleta rusa que gobierna. En todo caso lo único que defendería son los interesas de las grandes corporaciones multinacionales y especialmente las de quienes en las últimas décadas se han cargado el viejo, aunque más humanizado y lógico, modelo de economía productiva, para cambiarlo por el vertiginoso y truculento  de la economía especulativa.
MI impresión, que creo ajustada a la realidad, es que el FMI contempla a los países como unidades de producción que han de obtener beneficios con el mínimo gasto, como si fuesen maquinaria  que se compra se usa, se engrasa y se limpia de vez en cuando y, cuando queda obsoleta o es imposible su reparación, se tira y se cambia por otra. Que, para sus intereses, Europa ya está anticuada y que el recambio está en Asia es el ejemplo más claro de lo que digo.
Cómo, si los españoles le interesásemos lo más mínimo al fondo, tendrían la poca vergüenza de hacer propuestas como la de ayer de bajar un diez por ciento los salarios en España, en aras de una presunta reactivación de la creación de empleo. Ojalá fuese tan simple como se viejo problema de aritmética ¿si con veinte euros puedo comprar cien manzanas, cuántas manzanas podría comprar si costasen un diez por ciento menos?
El ejemplo vale para las manzanas, porque se comen, se confitan, sirven para elaborar tartas e, en el peor de los casos, se usan para dar de comer al ganado y punto. Pero las personas, los ciudadanos, no son manzanas, a pesar de lo que piense esa mente privilegiada que rige los destinos de Madrid y los madrileños. Las personas tienen necesidades y quienes les contratan para sus empresas les necesitan para sacar de ellos su fuerza de trabajo -término anticuado pero claro como el agua clara- pero no sólo su fuerza de trabajo. Necesitan también que gasten el dinero, poco o mucho, que les dan a cambio de esa fuerza de trabajo para que consuman los productos o servicios que producen.
Está claro que, si con el endeudamiento pendiente en muchas familias españolas proveniente de las muchas burbujas en que vivimos atrapados, con la caída de ingresos en la unidad familiar a causa del paro y la drástica caída de los salarios y la subida de servicios públicos, copagos, repagos y demás, ya es difícil que a las familias españolas les quede para algo más que sobrevivir, cómo espera el FMI reactivar el consumo y, con él, la economía española. Y está claro también que para el fondo no somos ciudadanos, con derecho a ser felices y a prosperar, sino galeotes mal alimentados que reman a punta de látigo y, cuando, desfallecidos, ya no pueden más se echan por la borda.
Como decía al principio, en absoluto me interesa el Fondo Monetario Internacional, ni me interesan los chorizos, obsesos  sexuales o tramposas que ha tenido y tiene al frente, me temo que yo tampoco le intereso mucho más allá que como simple sumando de sus "cuentas", pero estoy seguro de que cualquier cosa que digan o hagan me va, nos va, a perjudicar.

viernes, 2 de agosto de 2013

RAJOY SE EQUIVOCA

 
 
Ayer, pese a los intentos de Rajoy de "dormir el balón" en ese extraño pleno del Congreso celebrado en el Senado, me esforcé y, con serio riesgo para mi salud, seguí tan señalada y a priori frustrante sesión prácticamente en su totalidad. Subrayo que, a priori, la sesión iba a ser frustrante, y lo hago porque, dijese lo que dijese el presidente, salvo que anunciase su dimisión y ni al más patán de los mandatarios podía ocurrírsele hacerlo un uno de agosto, no iba a aclarar nada respecto al caso que tanto ocupa y preocupa a este país ni iba a anunciar medida alguna que permita evitar en el futuro otros hechos similares.
La estrategia con que Rajoy acudió ayer al pleno era tan simple que sus adversarios la desactivaron antes, incluso, de que subiese al estrado. Y el presidente, nada partidario de las sorpresas, cumplió punto por punto lo pronosticado, tratando de esconderse tras una tediosa enumeración de aparentes buenos datos económicos, leída a toda prisa, porque hasta a él mismo le aburría, para esquivar el verdadero asunto que la había llevado, arrastrado por la oposición y los acontecimientos, pese a que empleó gran parte de su intervención en negarlo, a convocar este pleno fuera de fecha y fuera de escenario para tratar de justificarse ante su partido y sus votantes.
Porque ni siquiera intentó hacer otra cosa. Se limitó a levantar acta, como buen registrador de la propiedad que es, de lo que resulta innegable: que hubo sobresueldos -complementos salariales, en su jerga- y que Luis Bárcenas, su hombre de confianza en las cuentas del partido, es un delincuente, sin concederle siquiera la presunción de inocencia que reclamó para él y su partido. Algo, esto último, que sin duda tendrá consecuencias mediáticas en los próximos días, porque tan "pillado" debía tenerle el extesorero que le dejó carta blanca para retirar de Génova y poner a  buen recaudo los documentos con que probar todas sus acusaciones para arrastrar en su desgracia al partido entero.
Desde la prensa y la opinión de la derecha se viene cantando desde ayer el acto de contrición de don Mariano admitiendo el error que había supuesto confiar en Bárcenas, algo que, de no ir seguido de una dimisión, no es más que un intento de autoexculpación sin el más mínimo mérito, porque es evidente que quien dio a Bárcenas el control absoluto de las cuentas fue él. Nada o casi nada dicen de la admisión, en sede parlamentaria, de la existencia de esos complementos salariales, extendidos en la cantidad y en el tiempo, que, en el caso de los ministros, los cargos del gobierno y, por tanto, él mismo, supondría una grave infracción de lo legislado.
Por eso creo que se equivocó t que éste es sólo el principio de los que vendrá en los próximos meses. Admitir lo que admitió ha de tener consecuencias, porque, de ser cierto que Bárcenas le engaño, le engañó demasiado tiempo y demasiado, porque, como le dijo el socialista Rubalcaba, después de conocerse la existencia de las cuentas millonarias en Suiza, intercambió con él mensajes SMS más propios de dos socios en dificultades que de un presidente de gobierno y un delincuente.
Como también se le dijo todo es como aparenta ser. Bien es verdad que aún falta probarlo, pero, como en el juego de las familias sólo hay que cuadrar los asientos de los donativos en el libro de cuentas de Bárcenas con los ingresos que hacía en las cuentas bancarias del PP y eso parece que va muy avanzado. Tampoco hay que descartar que comiencen a detectarse desfasen entre los ingresos, ya admitidos por Rajoy y en sede parlamentaria, de algunos dirigentes populares y sus declaraciones a Hacienda.
Como bien le recordó la habilidosa Rosa Díez lo de ayer transcurrió en sede parlamentaria y en sede parlamentaria no se puede mentir. Quizá por eso Rajoy no hizo ninguna afirmación categórica del tipo "nadie "prodá", podrá probar. Sabe de sobra que hacerlas en falso sería muy grave y que la capacidad probatoria de la justicia puede llegar a ser muy grande. Por eso ni se molestó en contestar a sus tan certeras veinte preguntas. Es más, Rajoy ni siquiera se tomó la molestia de escucharla con el respeto que merece cualquier diputado. Y aquí también se equivocó, porque parece no ser consciente de que los votos que marcaron la diferencia para darle la mayoría absoluta de que hoy disfrutan están hoy más cerca de Rosa Díez que de su partido. 
Rajoy se equivocó porque, después de haber admitido lo poco o nada que admitió, debería haberse marchado, no lo hizo y, por no hacerlo, ha puesto y seguirá poniendo en peligro la estabilidad y las perspectivas de recuperación de España que, aparentemente, tanto le interesan. De momento, desde Alemania ya están señalando a Soraya Sáenz de Santamaría, su limpia vicepresidenta como sucesora.
 
 
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