lunes, 4 de noviembre de 2013

BASURA Y POLÍTICA

 
 

Hoy que nos bombardean y nos bombardearan con la segunda entrega de las memorias de José María Aznar, es un buen día para hablar de las basuras, de esas basuras que nuestra sociedad ha prendido a, si no destruir, si ocultar y, en algunos casos, esconder. Esconder esa basura, que a veces es material y otras metafórica, cuesta mucho dinero, pero, como en todo, hay quien ha aprendido a vivir de ella.

Qué curioso que hoy, el día elegido por Aznar y la editorial Planeta para sacar a la luz el libro que pretende justificar todo, desde la guerra de Irak hasta la paranoia por la que unió a tres días de unas elecciones el 11-M y ETA, las calle de Madrid se llenen de empleados de la limpieza viaria de la ciudad de la que, por una carambola perfectamente calculada, es alcaldesa, nefasta pero alcaldesa, la esposa de quien, con argumentos hediondos como la basura, nos metió en la guerra de Irak y nos puso en el punto de mira del islamismo más intransigente y radical. Curioso también que la alcaldesa, en lugar de escuchar el clamor de los mil y pico empleados de la limpieza que se irán a la calle, haya decidido pasar el día en Berlín, no en un spa, sino participando en los actos con que se conmemora el primer cuarto de siglo del hermanamiento de Madrid con la capital alemana. Qué paradoja: Madrid cada vez más pobre y sucio, mientras su alcaldesa saca brillo a su enmohecido prestigio a miles de kilómetros de aquí.

Aún recuerdo aquellos tiempos en que los traperos recogían la basura en las casas, puerta por puerta, cargados con aquellos enormes serones en los que volcaban los cubos de cinc, forrados con papel de periódico, para llevarse tan oloroso botín en sus carros tirados por caballerías hasta el lugar en que, con esmero practicaban el más humilde y verdadero de los reciclajes. Eran dignas de ver aquellas caravanas de carros, de madrugada, o no, camino de los vertederos en las afueras de Madrid que hoy son, muy probablemente, las colinas de algunos de nuestros parques.

En aquella época, no se pagaba por la recogida -a lo sumo un aguinaldo- y, en las calles, la basura se acumulaba, salvo que vecinos y comerciantes se encargasen de recogerla. A veces, lo que hacían era, simplemente, trasladarla., De hecho, yo vivía, vivo todavía, aunque ya es otra cosa, en un bloque a  cuyas espaldas llevaban los comerciantes del mercado que tengo enfrente, los restos irrecuperables de su mercancía. Por eso yo desde la terraza que quedó tras el techado de unos patios que se llenaban de las basuras del mercado, la misma en la que hoy crece mi olivo, mis hortensias, jazmines, rosales y calamondines, cuando caía la tarde, escuchaba y veía correr, por aquel maloliente estercolero en el que a veces jugaba, ratas grandes como conejos.

Hoy las cosas han cambiado. Las necesidades de higiene de una ciudad que crecía y crecía y que tenía sus límites cada vez más lejos obligaron a cambiar el sistema y ponerlo bajo el control del ayuntamiento a cambio no recuerdo si de tasas o de impuestos. Con el tiempo, la recogida se fue privatizando en manos de empresas ad hoc que derivaron en imperios, uno de los cuales es ya, en parte, propiedad de Bill Gates. Fue en ese momento cuando las dos basuras, la material y la no menos real, aunque metafórica. Basuras y política, y, a veces, basuras, política y mafia. Grandes contratos y favores. Financiación, puestos en consejos de administración... allí comenzó todo esto que hoy ha derivado en las contratas cada vez más estrechas, con menos plantilla y peor servicio que coindicen al desastre actual, que ha derivado en el despido de uno de cada cinco trabajadores.

Fuimos muchos los que creímos que las cosas cambiarían en democracia. Y no fue así, porque el olor de las basuras también subió al despacho del alcalde Tierno Galván. Fue el primer escándalo de la joven democracia o así lo recuerdo. Un concejal socialista, Alonso Puerta, se opuso a la oscura concesión de la contrata de recogida de las basuras en la ciudad de Madrid. Puerta fue expulsado del partido, denigrado y relevado del partido.

Fue el primer aviso. Más tarde vendrían las rebajas de impuestos, avaladas también por los socialistas que desembocan irremediablemente en la descapitalización, también humana de los servicios que reciben los ciudadanos. Y en esas estamos hoy, adjudicando a precios increíbles unas contratas cuyas condiciones se convierten en imposibles de cumplir, lo que deriva en peores servicios, peor empleo, aunque no para los políticos encargados de adjudicarlos, a los que, en la política o fuera, les va cada vez mejor.
Hasta que alguien no nos explique claramente, y los ciuddanos lo entendamos, que las bajadas de impuestos suponen más empobrecimiento para quienes menos tienen y enriquecimiento codicioso para los que tienen más, que, por cada euro que rebajan en la declaración de la renta a los del escalón inferior, les restan miles a los más ricos y que todos, incluso los que no ganan ni para hacerla, vamos a perder en servicios y en la calidad de los mismos... hasta que no seamos consciente de que la cosa es así y de que si un servicio es imprescindible debe quedar dentro de la administración, como lo está, por ejemplo, la policía, estaremos perdidos y ellos cabalgarán sobre nuestra desgracia.

Basura y política o basura, política y mafia. Una combinación hedionda, capaz de hacernos volver la mirada, aunque no siempre sea lo que debeos hacer.
 
 

Puedes leer más entradas de "A media luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/


 
 

No hay comentarios: