sábado, 9 de noviembre de 2013

POLÍTICA Y RENTA

 
 
Llevo unos cuantos días dándole vueltas a una idea que resulta bastante peregrina lo admito,  pero no porque realmente lo sea, sino porque el fariseísmo instalado en todos los ámbitos del poder, sean cuales sean y del color que sean, la hacen hoy por hoy inviable. La tan peregrina idea es la de que, para ser elegido diputado o para formar parte de un gobierno habría que establecer un tope máximo de patrimonio, por encima del cual el escaño o el despacho estuviesen votados.
A los políticos les pasa lo mismo que a quienes escriben novelas, que las escribe inspirándose en lo que han vivido o leído. Y eso es así al menos hasta que ganan un premio literario de postín o alcanzan la fama y, entonces, dejan de vivir y sentir, si no es para cumplir con el maratoniano programa de firmas y la cadena de entrevistas de promoción, a los que les obligan tanto la editorial de marras como, por qué no decirlo, la ambición de vivir en una casa mejor, tener un coche mejor o beber, al caer la tarde, un whisky mejor.
Al final, todos estos autores ataban cortando el hilo que les ataba a esa realidad que hasta entonces les inspiraba y hacía interesante para la mayoría de la gente su obra. No quiero ser maximalista ni mucho menos excluyente, pero lo he visto demasiadas veces y he padecido como lector las consecuencias de que muchos de esos autores hayan acabado convertidos en una especie de niños burbuja, imposibles de contaminar por sentimientos y pasiones reales. Los autores pasan entonces a medir y dosificar una realidad sintética, escribir pensando más en el márquetin, las cifras de ventas y la literatura, la creación o la obra, como  acaban diciendo cuando se refieren a su trabajo.
Os preguntaréis porque hablo de escritores y de literatura, cuando el título que he escogido para esta entrada es "POLÍTICA Y RENTA". Muy fácil, basta con cambiar algunas palabras: literatura por política, autores por políticos y promociones o márquetin por elecciones. Entonces lo entenderéis a la perfección o, al menos, eso espero. A nuestros políticos les ha pasado y les está pasando. Tienen muy poco que ver ya con la realidad que vive el resto de la gente y la novela que nos escriben a través de las leyes que aprueban, las polémicas en que se enredan o las decisiones que toman.
Los políticos "profesionales", salvo honrosas excepciones, ya no viven entre la gente, no viajen en metro o autobús y no comen en los restaurantes de menú donde lo hacen los curritos. ES por eso por lo que ya no nos sirven, tomando la palabra "servir" en el sentido que tiene de servicio, de trabajar para nosotros. Por eso, el ministro Wert tomó la decisión, luego rectificada sin el menor asomo de  dignidad, de dejar de pagar a los erasmus, y su amiga y secretaria de Estado de Educación dijo que, al fin y al cabo, salir o no a estudiar al extranjero no va de 120 euros al mes.
Estoy seguro de que si la señora Gomendio tuviese que vivir de un sueldo de menos de mil euros o, en todo caso, del que marque la media salarial en España, en lugar de hacerlo de un patrimonio de casi quince millones de euros, no habría dicho lo que dijo, que además de demostrar su ignorancia de la realidad y su falta de sensibilidad es una cruel gilipollez.
Por eso ahí queda mi propuesta: que nuestros políticos tengan un patrimonio similar al de la media de los españoles y que vivan del sueldo del que viven muchas familias españoles. Seguro que, así, sus decisiones tendrían más que ver con nosotros.
 
 
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