sábado, 21 de diciembre de 2013

COMO UNA VENGANZA

 
 

Desde ayer trato de explicarme qué ha podido llevar a este gobierno, a su presidente, Mariano Rajoy,  y muy especialmente a su ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, a aprobar una ley reguladora del aborto tan restrictiva y tan retrógrada como la que, como proyecto, lleva desde ayer la firma de quien fuera el jabonoso presidente de la Comunidad de Madrid, megalómano alcalde de la capital y delfín de Manuel Fraga, superviviente de aquellos consejos de ministros del franquismo en los que se daba el visto nuevo al asesinato legal de seres humanos.

Trato de explicármelo, porque aprobar esta ley que devuelve España a lo peor de los años ochenta y anteriores se sale de la estrategia habitual en todos los partidos, esa que les lleva a contentar o, al menos, a no molestar a cuantos más electores mejor. Trato de explicármelo y no lo consigo, porque esta ley difícilmente puede satisfacer a las mujeres, mayoría en el censo, y a muchos hombres que, como yo, no entienden que en una relación, por más consentida que sea, todos los riesgos y todas las cargas correspondan siempre a la mujer. Y si no satisface a la mayoría de futuros electores y presumo que muchos y muchas de quienes votaron al PP hace dos años, qué es lo que pretenden.

¿Pretenden quizá que perdamos el tiempo reabriendo un debate que en este país ya estaba cerrado y asumido el resultado desde hace años? No lo descarto, porque mientras nos ocupamos de ello, y no nos queda otro remedio que hacerlo, no lo hacemos de la más que probada corrupción que carcome al Partido Popular, tampoco de sus fracasos en el cometido prioritario de velar por los ciudadanos al ser incapaces de garantizar un puesto de trabajo digno para ellos. Ni, mucho menos, de lo mal que le han salido las cuentas a quien ha tomado medidas que, amén de perjudicar a amplios sectores de nuestra economía, han sido incapaces de aumentar un sólo céntimo, más bien al contrario, la capacidad del Estado para recaudar los fondos necesarios para hacer frente al déficit.

O eso, o es que en realidad lo que pretenden es tomar venganza adelantada del batacazo que pueden darse y deseo que se den en las próximas elecciones. Sería algo así como "nos vais a echar, pero nos vais a recordar por mucho tiempo". Sólo alguien que eligió como mentor político a un personaje tan autoritario y tan arbitrario como Manuel Fraga puede legislar castigando a las mujeres de este país a padecer embarazos no deseados y llevarlos adelante, salvo que tenga dinero suficiente para burlar tan restrictiva ley en el extranjero o asuma el terrible riesgo de someterse a la operación de interrupción del embarazo en cualquier cocina, en manos de gente poco o nada preparada y en unas condiciones de higiene deplorables.

Eso es algo que nunca les ocurrirá al ministro Gallardón o a sus amigos y amigas. Siempre se podrán ir "de compras" a Londres o a esquiar a Suiza, como hacían sus madres y tías durante el franquismo. Mientras, las mujeres que por falta de información, información que, gracias a su colega José Ignacio Wert, también se les va a negar a nuestras hijas en la escuela, o por falta de recursos para hacerse con el método de anticoncepción apropiado, ven peligrar su puesto de trabajo y el sustento de su familia al quedarse embarazadas.

Es venganza y es desprecio. El desprecio que siempre han mostrado los que van en coche o a caballo por quienes se ven obligados a doblar el espinazo parra llevar algo que comer a la mesa familiar. Hasta ayer, uno podía pensar en este gobierno como en el brazo ejecutor de la más injusta política económica neoliberal. Desde que el ministro Gallardón nos obsequió con su cinismo y su insultante y falsa pretensión de que la ley persigue preservar la libertad de las mujeres, el gobierno de España encarna también la más retrógrada y conservadora de las ideologías, porque tal parece que, ahora que en Roma hay un papa dispuesto a entender a la mujer, aquí levantamos un estandarte que les recuerda que son la imagen del pecado y estamos dispuestos a hacerles pagar por ello.
 
 

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