viernes, 19 de diciembre de 2014

DESESPERACIÓN



Esta mañana, como muchos, me he despertado con la noticia de que alguien, un empresario en la ruina y desesperado, nos decían en un principio, había empotrado su coche, con dos bombonas de butano, contra la sede nacional del Partido Popular de la calle Génova. Afortunadamente, ni las bombonas explotaron, ni quien se decía empresario era tal. Todo quedó al parecer en un delirio, sin las graves consecuencias que podía haber tenido, de un hombre con algún antecedente psiquiátrico. Lo grave, lo preocupante, es que, durante unas horas, la versión de que el incidente que ha paralizado una parte importante de este Madrid somnoliento de viernes prenavideño era la acción desesperada de un empresario arruinado que atribuía su desgracia al gobierno del Partido Popular, a todos nos pareció verosímil.
Afortunadamente, insisto en ello, lo que ha pasado esta madrugada no ha sido obra de uno de tantos millones de españoles que han visto como, desde que el PP llegó al gobierno y acusados de haber estado viviendo por encima de sus posibilidades, su vida se ha ido devaluando hasta niveles que ni siquiera los más viejos eran capaces de recordar. Y todo, mientras se descubrían, uno tras otro, los escándalos que han llevado a prisión a unos cuantos colaboradores y amigos del gobierno, mientras bastantes más esperan a sentarse en el banquillo, todos por haber desvalijado las arcas públicas, al tiempo que ese mismo gobierno podaba con sus tijeras la felicidad y el bienestar de los ciudadanos.
De momento, lo que podría haber sido una enorme tragedia se ha quedado en un susto y, siendo como son los madrileños, no hay que descartar que acabe en comedia. Y qué bien que así sea, porque sólo faltaba, con la paranoia interesada de algunos portavoces del partido atacado en su sede y la de todos esos medios que le son afines, que el coche hubiese hecho explosión, por un lado, y que el incidente hubiese sido obra de alguna banda organizada.
Y menos mal, porque tenemos un ministro del Interior, curiosamente el que tiene el despacho más cerca de la sede popular, presto siempre a sacar la porra, y presto a mandar a sus robocops contra los ciudadanos, para coserles a palos y multas, y más si le sale bien lo de la ley mordaza, con la que, si quiere y con su paranoia, podría perseguir éste y otros blogs parecidos.
A estas horas, los artificieros de la Policía continúan trabajando en el "coche bomba" para descartar completamente cualquier riesgo para las personas, porque, recordemos, el vehículo está empotrado en la entrada del edificio, pero vamos conociendo detalles de la identidad del individuo que lo conducía, al parecer un ex toxicómano que había sido tratado en varias ocasiones e hijo del alcalde, socialista, de una pequeña localidad turolense.
Eso es lo que me da más miedo, que comience a ponerse apellidos a lo que parece más un delirio que la acción desesperada de un afectado por la crisis, no descarto que él lo sea,  contra un símbolo de quienes cree responsables de su desgracia. Eso y el que hayamos creído posible, como nos contaron en un principio, la historia del empresario en ruinas que transforma su desesperación en venganza.
Se momento, el más perjudicado va a ser el jovenzuelo Nicolás, que se va a ver privado de los focos y las cámaras el día de su declaración ante el juez, mientras los conspiranoicos aplauden con las orejas el nuevo filón que se abre para disfrute de sus mentes enfermas, ganancia de pescadores sin escrúpulos en el río revuelto de la desesperación.


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jueves, 18 de diciembre de 2014

COLGADOS DE LA BROCHA



Recuerdo, no sé si los más jóvenes lo podéis hacer, aquella frase del pequeño Aznar, encaramado en la guerra de Irak, con la que venía a proclamarse como adalid de una misión que no era otra que la de sacar a España del rincón de la Historia. Supongo que lo decía aturdido y un poco intoxicado por el recio aroma de su amigo Bush, aquellos días en que, por lo que sabemos, le dio por jugar a vaqueros con tan nefasto personaje, mientras preparaba sus clases de inglés y su retiro dorado de puertas giratorias junto al ultraconservador depredador Rupert Murdoch, de quien cobra sueldos millonarios y para quien viene haciendo desde entonces trabajos de lo más sucio.  
Pues bien, para acercarse al vaquero borrachín y pendenciero George W, Bush, el pequeño Aznar desmontó la que hasta entonces prudente política exterior española hacia Cuba, política exterior que, orientada más, quizá, a las relaciones económicas, constituyendo una cabeza de puente, pensando en un más o menos lejano futuro de la isla sin Castro, al tiempo que España hacía valer su papel de mediador con la entonces opulenta Europa.
Toda esa labor, a veces incoherente, que llevó, por ejemplo, al redescubrimiento de la isla por gran número de empresas españolas, especialmente en el sector turístico y por los millones de turistas de nuestro país que comenzaron a practicar ese turismo de alguna manera solidario que llevaba a Cuba artículos hasta entonces "bloqueados" o escasos y esos dólares tan necesarios para la economía de la isla. Un turismo que acabó degenerando en otro más zafio y venéreo que no buscaba otra cosa que satisfacer carencias y perversiones en las necesidades de las cubanas y los cubanos, todos aquellos esfuerzos, todas esas duras negociaciones las tiró por la borda Aznar con su política, abriendo entre Cuba y España ese enorme abismo que nos ha dejado fuera como actores de la gran noticia de ayer, la futura reapertura de embajadas en Washington y La Habana.
La torpeza del pequeño Aznar y sus sucesores nos han dejado fuera de la feliz negociación, otra vez en el rincón de la Historia, detrás de uno de esos muebles que se colocan para tapar los defectos de la pared o las manchas de humedad en la pintura. Todo, por no contar con que la Historia se mueve ni con que la democracia mueve los gobiernos de las naciones, haciendo que, a veces, a uno y otro lado, en unos y otros países, las palomas se comen a los halcones.
No sé cuál será el futuro de Cuba, una tierra tan martirizada por la intransigencia de su vecino como por la obstinación de lo que comenzó en revolución y acabó en dictadura. Sólo sé que, si por fin se abre al mundo, si por fin dejan que se abra al mundo, ese futuro será mucho más feliz, algo que hasta ahora no parecía importarles a los Castro. Y, en ese futuro, nos habremos quedado otra vez colgados de la brocha, después de haber hecho el trabajo sucio para quienes ahora se sentarán a la mesa de la prosperidad cubana. Tan colgados de la brocha como Maduro y el chavismo que, quizá buscando su homologación con la revolución cubana, cedió gran parte de su riqueza energética a la Cuba que quizá haya comenzado a darle la espalda.


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miércoles, 17 de diciembre de 2014

PÁNICO A PODEMOS


A seis meses de la cita con las urnas, el sistema, y me refiero al de las multinacionales, el IBEX 35 y los especuladores, en resumidas cuentas, el suyo, que no el nuestro, se movilizan a toda prisa para sacar a la luz todo aquello que, a su modo de ver, pueda dañar la imagen de la formación que, sólo con la sombra de un cada vez más que hipotético voto masivo a sus candidaturas, ha sido capaz de provocar el mayor terremoto político que recuerda este país que poco a poco despierta de su sueño de cordero inducido por una falsa sensación de opulencia que los malditos delincuentes de cuello blanco aprovecharon para despojarnos de derechos y riqueza.
Son los mismos que, después de haber meado en plena euforia el avispero, temen ahora el aguijonazo de la sociedad, tan cansada y desengañada, en un país saqueado por unos y por otros, sin que nadie, ni siquiera quienes se decían de izquierdas, haya hecho nada por defender a los ciudadanos a los que poco a poco se les ha privado del bienestar, del trabajo y, ahora, sus más elementales derechos.
El PP llegó al poder con la intención de resucitar la hegemonía de la oligarquía, empobreciendo a las clases medias a los trabajadores de la riqueza de una sanidad y una educación públicas y gratuitas, su única oportunidad de romper las barreras sociales, por el contrario y con la pasividad o la anuencia de quienes, desde el PSOE, se dicen socialistas, han agrandado el foso que separa a los cada vez más ricos de los cada vez más pobres.
Y no es, como pretenden algunos que quienes votaron y piensan votar a Podemos se hayan vuelto locos o estén siendo engañados por bolivaristas sin escrúpulos, poco menos que piratas ávidos de su sangre y sus riquezas. Qué va. Lo que ocurre es que esos ciudadanos han recuperado la cordura y, con los ojos bien abiertos, están viendo claro que quienes sí les engañaron fueron todos aquellos que les hablaban del mal menor, el bien común o el voto útil, y es precisamente por eso que los impostores temen ahora su reacción.
Las grandes empresas, las que, desde que comenzó la crisis, han multiplicado sus beneficios, las que desmantelan factorías una vez cobradas todas las ayudas públicas a cambio de crear empleo, dejan nuestro país y se marchan, como hacen las sanguijuelas y garrapatas, para instalarse en otros países con nuevas ayudas económicas, con salarios más bajos, con legislaciones más laxas que dejen a sus trabajadores menos protegidos. O eso, o hacen todo lo posible para "bangladeshizar" a la sociedad española, para convertirnos en ciudadanos resignados a que ellos o sus hijos no cobren los salarios dignos o disfruten de las condiciones dignas que tantos años de lucha y, por qué no, tanta cárcel y tanta sangre costó conseguir.
Han entrado en pánico y desde las instituciones de dentro y fuera de España se agita el espantajo de la caída de nuestra economía, como si lo que ellos defienden no hubiese hundido ya nuestras vidas, por eso dejan que se hable de reuniones y acuerdos para que las grandes empresas, las del IBEX 35, se marcharían de nuestro país ¡cómo si ya no estuviesen llevándose a paraísos o limbos fiscales lo que ganan aquí! Han entrado en pánico y andan buscando e las vidas de quienes han decidido que son sus enemigos para arrojar sobre ellos cuanta basura encuentren. Y no paran en barras en su propósito. Les da lo mismo mentir que exagerar y son capaces de convertir, como ayer hizo ELPAÍS, la declaración de la renta de Pablo Iglesias en algo vergonzante, cuando no es muy distinta de cualquier ciudadano de clase media con una cierta notoriedad pública y presencia en los medios.
Tienen miedo, sienten pánico ante el hecho de que Podemos pueda dividir en tres pedazos la tarta del poder y, sobre todo, a que el pedazo quizá más grande del pastel resultante no sea tan manejable ni tan dócil como lo han sido los dos pedazos que nos han gobernado hasta ahora. Por eso van a hacer lo imposible para que ese pánico, esa histeria, se extienda entre los más pusilánimes, creando una alarma social innecesaria porque, que yo sepa, lo que sale de las urnas nunca debe temerse y, puestos a temer, nada puede ser peor que nadie cambie en este país.


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martes, 16 de diciembre de 2014

LA RESPONSABILIDAD DE LOS VOTANTES


Ahora que estamos a apenas seis meses de una convocatoria electoral, las municipales y autonómicas, creo que  deberíamos comenzar a reflexionar y, si es el caso, a discutir en torno a algo tan peliagudo como lo es determinar en qué medida los ciudadanos deberían sentirse responsables de lo que hagan aquellos a los que dan su voto, mucho mayor, claro está, si nuestro voto sirve para llevar al gobierno al partido que elegimos.
Todo esto viene a cuento de lo que ahora estamos confirmando por vía judicial, aunque ya sabíamos de sobra cuando votamos por última vez, en tiempos en los que la crisis que ha servido a quienes nos gobiernan para devaluar nuestras vidas aún no había enseñado completamente sus garras. No hay más pararse a pensar que casi tres millones de españoles que reconocen haber dado su voto al PP, y no son todos los que lo hicieron, no volverían a votarle en las próximas elecciones.
Me gustaría saber, pero me temo que en las encuestas nunca se hace esa pregunta, hasta qué punto los votantes de un partido se sienten solidarios con el comportamiento de quienes eligen. Yo, sin ir más lejos, me siento responsable de la pésima oposición llevada a cabo por el PSOE en esta legislatura y me avergüenzo tanto de la tibieza y la resignación mostrada por los socialistas, como de mi falta de fe ante la efervescencia de la insatisfacción ciudadana que el 15-M estaba poniendo ante nuestros ojos.
Siempre he pensado que alguien que se sienta concernido por la sociedad en la que vive no puede dar su voto "a tontas y a locas", en el último momento y movido por un arranque de simpatía, por un alambicado eslogan de campaña o por una frase de un mitin, un debate o una entrevista. Nadie, como el escorpión del cuento, renuncia a su condición pese a las promesas que haya podido hacer, siempre será prisionero de ella y, cuando ha metido la mano en la caja, acabará metiéndola otra vez tarde o temprano.
En mi caso y salvo en las últimas elecciones, he venido votando al PSOE desde 1982 en todas las convocatorias, aunque he de reconocer que mi entusiasmo al hacerlo era menor cuando González o Zapatero estaban en el Gobierno que cuando se presentaban desde la oposición, algo que se explica por esa asunción de responsabilidad solidaria con la labor de gobierno, en la que los errores, como en toda experiencia, pesan más que los aciertos, aunque he de reconocer una excepción que fue la de dar mi voto a Rubalcaba después de la cobardía, o quizá sumisión, al partido que demostró al apoyar la reforma del artículo 135 de la Constitución que en un primer momento criticó, una reforma que fue algo así como la entrega de nuestra soberanía a Angela Merkel y su Bundesbank.
Por eso y por mi aún escasa fe en Podemos, en las últimas europeas di mi voto a Izquierda Unida y, aunque no me arrepiento, creo, como muchos más españoles, que debería habérselo dado a quienes mejor encarnan el espíritu del 15-M, que yo creo que, como actor o como simple revulsivo, está llamado a transformar de una vez y ya era hora el rancio y carcomido panorama parlamentario español.
Llegado a este punto y con un cierto sentido de culpabilidad por la deriva que hasta no hace tanto había tomado la política española, especialmente la izquierda, dividida, aburrida y desencantada, hasta el punto de habernos arrojado a esta playa desolada en la que estamos, me permito terminar con dos frases. Una que escuché a Antonio Gutiérrez a propósito de Marcelino Camacho y que me gusta repetir de vez en cuando: "nadie puede pretender razón por haberla tenido", y la otra, de Alberto Moravia y regalada en un comentario por un lector de este blog y que es tan rotunda como ésta:   "Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado".
Pues eso.


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lunes, 15 de diciembre de 2014

LA CORRUPCIÓN NO ES ALGO CULTURAL



Ahora que están pillados por todas partes, ahora que jueces y testigos parecen haber perdido el miedo al rodillo con el que el Partido Popular ha laminado el bienestar de los españoles y preguntan unos y responden otros sobre las tropelías que, durante lustros, han venido cometiendo los partidos que nos gobernaron y nos gobiernan, ahora que la tolerancia de la ciudadanía hacia la corrupción ha tocado suelo, quienes han estado repartiéndose en sobres, comisiones y campañas electorales se esfuerzan en tratar de convencernos de que la corrupción, como los toros, son una tradición inherente a nuestra idiosincrasia, una tradición imposible de combatir que, nos dicen, se extiende a todos los partidos y por toda la sociedad.
Lo acaba de hacer la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal en una emisora amiga al ser preguntada por él, no por intuido menos impactante, testimonio de altos funcionarios de AENA que explicaron al juez Ruz cómo, inmediatamente después de la victoria electoral por mayoría absoluta de Aznar y poco antes de formar el gobierno en el que iba a ser nombrado Francisco Álvarez Cascos como ministro de Fomento, comenzaron a sufrir presiones, bajo forma de sugerencias o, directamenet,  amenazas sobre su continuidad en el puesto, para que contratasen con "el señor Correa" en concursos amañados y al margen de que sus precios y materiales se ajustasen a los pliegos de los concursos a los que se optaba. De hecho, uno de esos testimonios, que hoy hemos podido escuchar de viva voz, denuncia a preguntas del juez que, desde que comenzó a contratarse con las empresas de la trama Gürtel, la calidad de los materiales de los stands contratados con ellas disminuyó hasta el punto de poner en riesgo la seguridad de sus visitantes.
Viene a decir Cospedal eso tan socorrido de que todos somos iguales e insinúa, que, si pudiésemos, seríamos tan iguales como ellos, que, por lo que se va sabiendo, han estado metiendo la cuchara en el presupuesto de cuantas obras o adjudicaciones han pasado por sus manos a lo largo de tantos años. Una buena estrategia, diseñada sobre la errónea creencia de que todos pedimos la factura sin IVA o la aceptamos si nos la ofrecen, nos colamos en el metro y nos callamos si alguien se equivoca a nuestro favor con el cambio en un comercio. Pero eso no es cierto o no lo es siempre y haríamos bien en dar por buena la conducta de quien paga con IVA o devuelve el cambio recibido de más, porque vale más quedar por tonto cuantas veces sea necesario que transformar la sociedad en una selva en la que nadie confía en nadie y todos tratan de aprovecharse del prójimo.
No. La corrupción no es inherente a la condición humana. Mucho menos hay que pensar que es algo cultural, de lo que no podemos desprendernos, porque, si Lázaro de Tormes fue el primer héroe para muchos españoles, no hay por qué hacer de su pícara conducta, en el fondo una respuesta a los abusos del poder, modelo de la nuestra. Mejor nos iría sin duda si hubiésemos quedado fuera de la influencia del catolicismo que todo, hasta lo peor, en el que todo se borra si no se es descubierto o si se pide el perdón de los iguales con cara compungida y la voz quebrada por la emoción.
Lo que dijeron estos tres testigos al juez Ruz, lo que hemos podido escuchar hoy es escandaloso, pero más escandaloso es que quien estaba al frente del Ministerio de Fomento, ex secretario general del PP y receptor confeso de los sobres de Bárcenas, comprador compulsivo para el ministerio de las obras de arte que vendía una de sus novias en su galería, trate de ponerse de perfil y quedar a salvo de este escándalo que se desarrolló ante sus ojos y del que, si no fue directamente responsable, los técnicos que informaban los concursos provenían del PP en el que había ocupado la Secretaría General, si lo fue por no haber puesto los medios para evitarlo.
La corrupción no es una tradición española, ni forma parte de nuestra cultura como pretende hacernos creer Cospedal, empeñada desde hace tiempo, desde que ya no le es posible proclamar indignada su inocencia y la de su partido, en diluir su culpa y sus grandes delitos en las pequeñas pillerías de cada día de algunos de nosotros, aunque no todos.


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viernes, 12 de diciembre de 2014

NO SABRÍA CONTENERME



Qué ganas tengo de que nos llegue cuanto antes la oportunidad de votar, qué ganas tengo de que Rajoy, sus ministros, su partido y sus corruptos pasen de una vez a la Historia, qué ganas tengo de que a la orquesta de periódicos amigos que tocan para Rajoy, mientras se hunde España le llegue el agua al cuello y los silencie de una vez, que ganas tengo de que estos todos estos inmorales que nos gobiernan, con el apoyo de la mayoría de españoles que les dieron su voto, engañados algunos por sus promesas, pero egoístas e interesados la mayoría, dejen de influir de una vez por todas en nuestras vidas.
No puede ser que, mientras cinco millones de españoles no encentran trabajo y los que lo encuentran tienen que someterse a horarios y remuneraciones más propias de otro siglo o de otros continentes, el presidente del gobierno de España, el que debería velar por los intereses y el bienestar de todos vaya por ahí difundiendo mensajes, no ya engañosos, sino directamente falsos, como si de un flautista de Hamelin dispuesto a atraerse el favor de las ratas y de quienes tienen cerebro de rata se tratase.
Lo de ayer de Rajoy, diciéndonos que la crisis ya es Historia, es indignante y lo es porque él es el primero que sabe que miente, como sabía que mentía cuando dijo aquello de "cruzar" -los cabos se doblan y, si se cruzan, se cruzan por tierra- el cabo de Hornos de la crisis. Supongo que lo que dijo ayer, ante ese auditorio de selectos empresarios, se lo escribieron en los sótanos de La Moncloa los enanitos que trabajan para Pedro Arriola o el "bien pagao" Jorge Moragas, moldeando el barro de la realidad en falsos jarrones chinos de fácil venta, pero no me explico cómo no se rasgaron las cortinas del templo tras sus palabras.
Lo que sí sé es que, cuando me enteré de lo que dijo, corrí al teclado para mostrar mi indignación, haciendo mía la de los parados, con o sin subsidio, la de los que trabajan unas pocas horas al mes por una miseria y, sin embargo, sirven al gobierno para purgar las listas del paro, la de quienes trabajan jornadas de ocho horas y a veces más y apenas cobran seiscientos cincuenta euros que no les sirven para llegar a fin de mes ni, mucho menos, pensar en una vida autónoma futura, la de esos ancianos, pendientes de una pensión que tienen que conservar para tapar los agujeros en la economía de sus hijos y nietos, la de esos tres millones de parados que ya no cobran subsidio de desempleo y no les llega ninguna otra ayuda, la de toda esa gente cuyo trabajo en servicios públicos ha caído en manos de alguna contrata mafiosa que echa a la calle a uno de cada dos y desatiende escandalosamente sus obligaciones, dejando que la suciedad, las listas de espera o el mal funcionamiento de nuestro día acaben con nuestra paciencia.
En ese momento pensé lo que pensaron muchos y esta mañana he escuchado a Nacho Escolar en la radio: que Rajoy, cobarde como ha dejado claro que es, se atrevió a decir lo que dijo, porque estaba ante un grupo de empresarios y que jamás se hubiese atrevido a decirlo en cualquiera de los barrios sucios y empobrecidos por la crisis, en los que la basura esparcida por las calles que nadie limpia saluda a los vecinos por la mañana.
Dijo el presidente que nos quiere devolver a las leyes represoras del franquismo que la crisis ya es Historia y yo me temo que lo que ya es Historia es nuestro bienestar, un bienestar que el comenzó a construirse ya con el franquismo que se agarró al salvavidas del desarrollismo cuando la represión ya no le bastaba para frenar el descontento. Lo dijo él, lo dijo su vicepresidenta y lo repetirán hasta la saciedad sus correveidiles del partido o de la prensa, hasta que lleguen las elecciones en mayo. Yo sólo pido que ninguno de ellos ni nadie lo diga delante de mí, que nadie repita ese empalagoso cuento de navidad de mostradores llenos, de cafeterías y restaurantes a rebosar que ayer nos contó Rajoy, porque no sabría contenerme.


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jueves, 11 de diciembre de 2014

LA LUZ CEGADORA



Se dice, el perverso y brillante Hitchcock lo decía, que la mejor manera de ocultar algo es ponerlo a la vista, a plana luz, donde todos puedan verlo, que no equivale a donde todos lo vean, algo que aunque le ha costado, el gobierno español, finalmente, ha asumido y ha puesto en práctica abriendo el portal de transparencia, como se comprometió en la ley del mismo nombre aprobada en octubre.
Lo habían visto previamente las grandes democracias del mundo, pero también la mayoría de países de América Latina, a los que habitualmente miramos por encima del hombro, y, en Europa, muchos países que durante la guerra fría estuvieron tras el llamado telón de acero. España ha sido, por tanto, uno de los  últimos países de su entorno en colocarse bajo la luz de la transparencia.
Lo más lamentable quizá es que este paso que, insisto, no acabo de considerar sincero haya sido dado por un gobierno conservador, sumergido además en el pozo de la corrupción como lo está el gobierno del Partido Popular. No lo ha puesto en marcha, ninguno de los gobiernos socialistas, los que más han estado en el poder, algo que le pasará factura, querámoslo o no, en el futuro.
Mucho me temo que esta especie de autowikileaks de la administración tenga entretenida a la prensa de este país entretenida, como la tuvieron los famosos papeles, consultando cuánto gana quién y. si lo que gana es más o menos que el presidente del Gobierno, que por cierto es bastante poco, como si de uno de esas sopas de letras de los pasatiempos se tratase, datos que en, una vez en la calle, apenas dan para una charla en la cafetería o la barra de un bar.
Habrá que esperar a la digestión de todos esos datos para empezar a sacar conclusiones y, cómo no, se hará necesaria la creación de un cuerpo de periodistas especializados en revisar todos es tos datos o, por qué no, la aparición de funcionarios que, como snowdens caseros, purguen y filtren todo lo que de verdad tiene interés para los ciudadanos.
Si digo esto es porque, en medio de la borrasca propagandística que está generando la apertura del portal de marras, se nos olvida que, de los datos verdejamente interesantes y más a cinco meses de la renovación de los ayuntamientos y de la mayoría de las comunidades autónomas, hábitat natural de corruptos y corruptores, no se dispondrá hasta dentro de un año, cuando ya la suerte esté echada, como tampoco debemos olvidar que entre esos datos, como recordó ayer una diputada del PSOE, no figura la declaración de bienes de doscientos altos cargos del Gobierno.
Tampoco están, importantísimos para una verdadera transparencia democrática, los registros de visitas de los altos cargos de la administración, sus agendas y el detalle de sus gastos, lo que hoy mismo nos sigue impidiendo conocer los detalles del afán excursionista del presidente extremeño, José Antonio Monago o los despachos que visitaba el ya atorrante Francisco Nicolás. 
Es evidente, pues, que aún queda mucho por recorrer hasta alcanzar el exigible nivel de exigencia de nuestra administración, mucho para que podamos saber realmente quien influye en nuestro gobierno o cómo y por qué viajan nuestros ministros y altos funcionarios. No lo vamos a saber, al menos de momento, porque todos esos datos se nos ocultan, son como ese vino maravilloso, esos embutidos o esas conservas y delicatesen que se esconden en una alacena secreta, mientras la nevera se puede ver repleta, o no, de los alimentos del día a día, justo los que dan para sobrevivir, aunque no siempre para disfrutar con ellos.
En fin, y yo lo sé bien por mis pobres retinas, nada hay que ciegue más que el exceso de luz para no dejarnos ver.


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miércoles, 10 de diciembre de 2014

LUIS COBOS EN LA ACADEMIA



Definitivamente, no. No puedo estar a favor de la nueva edición que la Real Academia de la Lengua ha hecho de la obra cumbre de la literatura española y que ayer presentó su responsable Arturo Pérez Reverte. No puedo estar de acuerdo. Y me explico: yo, por edad, soy de esos españoles que hace más de medio siglo tuvieron en sus manos aquella otra edición abreviada del Quijote que, en 1960, publicó la editorial Edelvives para su uso como material de lectura en las escuelas. Una edición de la que sólo conservo el recuerdo positivo de las hermosas ilustraciones que el grabador francés Gustave Doré hizo en el XIX. No puedo estar de acuerdo, porque aquel libro que hoy me encantaría tener otra vez entre mis manos actuó en mí como una vacuna inoculando los anticuerpos que me impidieron, ya más adelante, sumergirme en la indiscutible grandeza del original de Miguel de Cervantes.
Aquella edición escolar que llegó a mis manos era heredera de la que los hermanos maristas hicieron en 1931 en esa misma editorial, entonces bajo otro nombre, una edición que constaba con dos libros ben diferenciados, uno para los alumnos y otro para los maestros, que aún hoy pueden encontrarse a precio de coleccionista en librerías de viejo o, si no se dispone del importe que nos van a  exigir, admirar y consultar en bibliotecas y museos.
No me parece bien y menos que sea la Academia quien lo haga. No me parece bien que se purgue la monumental obra de Cervantes -en palabras de la RAE- a fin de  "facilitar una lectura sin interrupciones de la trama principal", algo que, a mi  modo de ver, priva al lector del inmenso tesoro que Cervantes puso en nuestras manos para conocer la sociedad de su tiempo 
Se han sacado del texto todas las historias que en opinión de los editores se consideran digresiones y no sólo eso, sino que, además, se han renumerado los capítulos, fundiendo en ocasiones  dos en uno, lo que, en mi humilde opinión es poco menos que una herejía.
Supongo que a Arturo Pérez Reverte no le haría ninguna hacia que privasen de alguna de sus aventuras a su Alatriste ni mucho menos que rehiciesen su lenguaje que es lo que, bajo su responsabilidad, se ha hecho con “el ingenioso hidalgo", porque, quede como quede el muñón, una mutilación es siempre una mutilación.
No me gustan estos experimentos y considero que son ya numerosas, si no demasiadas, las ediciones "amables" que ya se han hecho para niños y lectores cómodos, en cómic, en dibujos animados, en cine, para televisión, en comedia musical, en ópera y no sé si en audiolibro. No me gusta, insisto, y creo que una de los monumentos literarios de todos los tiempos y culturas no tiene necesidad de que nadie le acerque lectores.
Creo que se basta y se sobra tal y como lo escribió Cervantes. Otra cosa es jugar con él y tener la osadía de enmendar la plana al autor.
No creo que esta adaptación lleve muchos lectores, quizá ninguno, al Quijote original. Como tampoco Luis Cobos llevó a nadie a la ópera, la zarzuela o las piezas clásicas que contaminó con sus arreglos ratoneros tan publicitados en su día y tan olvidados hoy. Para mí es eso lo que se acaba de hacer: meter a Luis Cobos en la Academia.


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martes, 9 de diciembre de 2014

CUENTO DE NAVIDAD



Hace dos días, una foto parecida a la que ilustra esta entrada, tomada en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid mostraba la otra cara del país de Amancio Ortega, Florentino Pérez y la difunta duquesa de Alba. Fotos estremecedoras que ilustran a la perfección aquello que me decía el abuelo, eso de que "para que haya ricos tiene que haber pobres" y que yo traduzco por "hay pobres porque hay ricos". Fotos inimaginables hace sólo diez años y que nos llevan a las tinieblas del franquismo, que barría a los pobres de la calle con su "Ley de vagos y maleantes" o a los pasajes más negros de las novelas de Galdós.
Pero ésta de que os hablo, la de las fotos no es la España de 1814, si siquiera la de 1914. Esta España es la España del siglo XXI, la que presumió no hace tanto de su integración en Europa y hoy mira para otro lado, si no suelta un improperio cuando le hablan de Bruselas. Tanto, que la misma UE tiene que anunciarse en las televisiones como  si de un turrón o un detergente se tratase.
Esta es la España real, tan distinta de la que Rajoy, desgañitándose la voz, va pregonando estos días por México, con su Elvira, de primera dama ociosa, haciendo turismo, porque, como supo a tiempo la Casa real, que no mandó a la reina Letizia, se suspendió la cumbre paralela de consortes. Un gasto superfluo de escoltas, dietas, hoteles y restaurantes, para un país que tiene los soportales de la Plaza Mayor de su capital sembrados de indigentes ateridos de frío.
Una España en la que las mismas empresas que sientan en sus consejos de administración a varios exministros y dos expresidentes de gobiernos que se supone que eran de todos los españoles, incluso alguno que se dijo socialista y hoy cortan la electricidad y el gas que dan luz y calor en el invierno a quien casi siempre a su pesar no puede pagar los recibos. Una España en la que, al mismo tiempo que algunos, impelidos por la publicidad, hacen acopio de langostinos, turrón y cava, mientras otros han de buscar alimentos no demasiado caducados y frutas o verduras todavía comestibles que poner en su mesa.
Es la misma España que cuelga las luces navideñas en las calles en noviembre y coloca sus belenes napolitanos en plazas y ayuntamientos, mientras las calles se convierten en pistas de patinaje llenas de hojas, pudriéndose bajo o el frío o el agua, mientras las empresas amigas del ayuntamiento que se han hecho con las contratas de limpieza y jardinería incumplen su compromiso mientras despiden a sus vecinos. La misma España que reduce plantillas acogiéndose a reformas laborales tramposas al tiempo que reparte incentivos a sus directivos y dividendos a sus accionistas.
Es la España que vuelve a la caridad y la solidaridad, que no es otra cosa que caridad laica, como suplantadoras de la justicia social que se supone que garantiza la constitución, sin que a nadie parezca importarle. La España que se desliza en un peligroso tobogán hacia un final lacrimógeno de besos y abrazos en las gradas de un estadio o el decorado de un maratón televisivo. La España del atajo y el parche, en lugar de las verdaderas soluciones, la España que da limosnas y palmaditas en la espalda en lugar de soluciones y justicia, palmaditas y limosnas bien ostentadas, eso sí, por quien las da, pero que avergüenzan a quien las recibe.
Si no tomamos conciencia de que esto no debe ser así, de que no puede seguir así, volveremos a ese Cuento de Navidad de Dickens, en el que la familia de Bob Cratchite agasaja y perdona al avaricioso Mr. Scrooge, para el que todo son paparruchas, confiando con su buenismo en que algo o alguien acabe moviendo el corazón de hielo del empresario.


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jueves, 4 de diciembre de 2014

¡QUÉ CURIOSO!



Sí, que curioso. O acaso no lo es que, mientras los jueces decanos de toda España reclamen más medios y que se aumente el plazo de prescripción de los delitos de corrupción, desde el gobierno se nos hable de la necesidad de limitar a seis meses el periodo de instrucción de los sumarios. Una y otra actitud son contradictorias y dejan claro que los intereses del poder, incluyo en él  al Consejo General del Poder Judicial, nada tienen que ver con la verdadera justicia, la que hacen quienes trabajan en los juzgados y conviven con la sociedad real a la que sí representan los jueces decanos.
En un estado como el español, en el que los políticos corruptos se quitan y ponen los aforamientos como quien se quita y se pone una chaqueta, si con ello consiguen forzar el cambio de tribunal y, de paso, ponerse en manos de un nuevo juez que necesitará tiempo para ponerse al día en el sumario, mientras el frustrante periodo de prescripción se agita inexorablemente.
Lo han venido haciendo sistemáticamente los dirigentes del Partido Popular en Valencia que han ido entrando y saliendo en las Cortes Valencianas a medida que se complicaba su situación judicial, a la búsqueda del paraguas del aforamiento y a sabiendas de que, al menos hasta las últimas elecciones, las europeas, la alegre y confiada sociedad valenciana cerraba los ojos ante el cáncer que ha acabado por convertir en cenizas la gran falla de prosperidad de cartón piedra que el PP había levantado.
No puede ser que la instrucción de procesos como el que investiga la trama Gürtel se demoren tantos años. No puede ser que los jueces que instruyen estos casos no cuenten con el apoyo necesario para su tarea. No puede ser que en lugar de esa más que necesaria colaboración reciban como respuesta de la administración torpedos en forma de negativas o silencio administrativo cada vez que reclaman la ayuda de peritos que les ayuden a bucear en determinada documentación o la documentación en sí misma.
Está claro que, si, como dijo el presidente del CGPJ, la legislación española esta trasnochada porque se hizo para combatir a los robagallinas, los distintos gobiernos que han sido en la ya de sobra mayor de edad democracia española no han mostrado el más mínimo interés en solucionar este anacronismo, enredados como siempre han estado en hacerse con los hilos del poder judicial que, estamos hartos de comprobarlo, se eligen como se eligen. Por eso, la declaración  hecha ayer por los jueces decanos es un soplo de aire fresco en el asfixiante panorama español y todo un síntoma que la clase política debe comenzar a tener muy en cuenta.
Y es que, tan importante como la movilización social en favor de un cambio, no de partido, sino de sistema o de equilibrio del sistema, lo es el movimiento cada vez más evidente de los jueces en demanda de los medios y el personal necesarios para hacer que la justicia se haga realmente efectiva porque llegue a todos y llegue a tiempo. Algo que sin duda tendremos que agradecer al patán de Gallardón que, queriendo llevarnos a la Edad Media también en la justicia, sólo consiguió cabrear y movilizar a todos sus estamentos.
La demanda de medios rubricada ayer por los jueces decanos de toda España en Valencia no es el único síntoma de que algo está cambiando en el panorama de la justicia. También lo es su petición de que se legisle para que los impagos de hipoteca y los consiguientes desahucios no dejen con una mano delante y otra detrás y al margen de la sociedad a los afectados. Justo lo contrario de lo que han defendido PP y PSOE porque, según sus sesudos portavoces, generaría inseguridad jurídica 
¡Qué curioso!


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miércoles, 3 de diciembre de 2014

DEMASIADO TARDE PARA LA POLÍTICA



Parece que Mariano Rajoy se ha caído por fin del guindo al que le subieron los españoles hace tres años y lo ha hecho dando un bandazo espectacular al sustituir a una ministra, Mato, que en el mejor de los casos sólo ha sido una buena gestora, eso sí, sólo para el partido, por un político alejado de la confesionalidad tan en boga en el PP, prestigioso, moderado y dotado con el don de la palabra, tan pintoresco en gran parte del gobierno popular.
A la vista de ese perfil y de su nula vinculación con el mundo de la sanidad queda patente que lo que busca Rajoy no es un ministro sino, más bien, un portavoz que permita al ejecutivo conquistar ante la ciudadanía el prestigio y la buena imagen que, con Mato al frente del departamento, no tuvo nunca. Va a ser difícil pero no imposible, porque, al contrario que la señora del confeti, porque Alonso tiene la facilidad de palabra y la cintura política de la que esa virgen románica que tuvimos de ministra ha carecido siempre.
También queda claro, ya lo estaba con Mato, lo poco o nada que le importa a Rajoy y a su partido lo que tiene que ver con la filosofía de la sanidad, con sus líneas maestras, que es lo que de lo poco que le queda al ministro una vez transferidas a las comunidades autónomas la gestión o, como diría el yerno del más ilustre y reciente interno de la prisión de Aranjuez, las oportunidades de negocio que ofrece la sanidad.
Está claro que Rajoy ha decidido librarse de un pesado lastre y cambiarlo por un político brillante, que se ganó su prestigio al frente del ayuntamiento de su ciudad natal, en la que se hizo con un perfil moderado y más o menos progresista, apoyando iniciativas como la de su antecesor José Ángel Cuerda, de establecer el primer registro de parejas, del mismo sexo o no, con el fin de garantizar sus derechos, aunque sin tomar en consideración, lo que era de prever, tratándose de un alcalde de tan católicos personajes, la posibilidad del matrimonio que sólo llegaría con Zapatero. Apenas una tibieza vista con ojos de hoy, aunque un paso polémico y valiente en la segunda mitad de los noventa.
Al nombrarle ministro, Rajoy renuncia a una pieza importante en el Parlamento, que, por otra parte, ya tiene sobradamente controlado con su rodillo mayoritario, para ganar una nueva voz en la calle, capaz de meterse en los telediarios y en el terreno de las entrevistas, de las que suele salir airoso, ahora que es precisamente la calle lo que el PP parece tener definitivamente perdido, Una nueva voz que tendrá que reforzar sus mensajes con una serie de asuntos de su ministerio, hasta ahora abandonados por su antecesora Mato, como lo han sido todas las políticas sociales, las de igualdad, por ejemplo, que no fueron convenientemente atendidas, sino más bien al contrario, en manos de una talibán como Ana Mato,
En fin que, por primera vez, Rajoy parece más inteligente que prudente, también valdría más listo que cobarde, aunque el nombramiento, que parece encaminado a reforzar el perfil político de su gobierno, llegue demasiado tarde. Será una voz más, porque, hasta ahora, apenas se escuchaba otra voz que la del ministro de Exteriores García Margallo y no siempre agradable. Una voz más agradable, pero en modo alguno la que quiere escuchar la calle y es que, como decía Santiago Carrillo refiriéndose al entonces "progre" Gallardón, "no conozco en el PP a nadie que no sea del PP".  



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martes, 2 de diciembre de 2014

TRABAJO SUCIO



Los que seguís este humilde blog conoceréis de sobra, porque la habréis leído en más de una ocasión, mi opinión a propósito del papel que han jugado y juegan los medios de comunicación en el camino que nos ha traído hasta el lugar en el que estamos hoy, tanto política como económicamente, un papel que, ante todo, ha consistido en el "ninguneo" de aquellos actores sociales, especialmente partidos de la izquierda, pero también sindicatos que han sido críticos con el poder económico o con los partidos, PP y PSOE o PNV y CiU en su ámbito, que se han revolcado con él.
Afortunadamente, en los últimos años las nuevas tecnologías han propiciado la circulación alternativa de toda esa información, también alternativa, que nos ha permitido conocer la realidad que o bien se nos maquillaba o, directamente, se nos ocultaba. Fueron las nuevas tecnologías, sobre las que se han asentado las redes sociales, las que nos han permitido expresarnos al margen de todos los filtros que, en nombre de no se sabe qué, han venido estableciendo los medios tradicionales a todo aquello que se apartase del pensamiento único.
Fue gracias a esas redes y a las opiniones difundidas a través de ellas que nuestros jóvenes hicieron posible el 15-M. Fue gracias a la ruptura de ese monopolio que la "gente de orden" ha ejercido hasta sobre la información que la gente pudo reconocerse y contarse, fue gracias a esa ruptura que la gente pudo hacer el diagnóstico de lo que le estaba pasando y comenzar a apuntar soluciones y fue gracias a esa ruptura que la gente comenzó a tirar desde aquí y desde allá de la estaca podrida a la que estamos todos atados.
Las movilizaciones anti desahucio y las protestas ante la estafa canalla de las preferentes lo fueron a pesar de la prensa y los medios que, hipotecados ellos mismos por la banca, hicieron todo lo posible, junto al mismo PSOE, para que miráramos para otro lado y no nos levantásemos contra la poderosa banca que tanto interés se había tomado en infectar con regalos y prebendas a unos y a otros. Algo que hoy resultaría mucho más difícil, porque todo fluye de otra manera, no como un río encauzado, sino como la lluvia que todo lo empapa, y con tal fuerza que fue capaz de acabar con el prestigio y forzar el adiós de alguien como Juan Carlos de Borbón.
El daño para los medios y para los grandes partidos, no para los españoles, ya está hecho. Gracias a todo lo dicho, la izquierda social, que siempre ha sido mayoritaria en este país, está recuperando el espacio que le corresponde y comienza a ser consciente de su fuerza. Pero no va a ser fácil, porque, de nuevo, "los malos", los poderosos, contraatacan y lo hacen con su cara más fea, hurgando en las basuras y en las braguetas de aquellos que ponen en peligro la vida muelle de la que han disfrutado y a la que se hace tan difícil renunciar.
Lo están intentando todo con su basura. Así, el contrato de Errejón, les ha servido, especialmente a Félix de Azua en un artículo infame, para señalar a la dirección de Podemos poco menos que como una banda de profesores corruptos, obviando que la dirección del PSOE, el mismo Pedro Sñanchez lo es, está llena de profesores. También la relación entre Tania Sánchez y Pablo Iglesias, con la que han tratado de dinamitar, afortunadamente sin éxito, la candidatura a las primarias de IU más favorable a la unión de la izquierda, olvidando que el en tiempos del PSOE fiscal general Leopoldo Torres estuvo casado con la desaparecida Rosa Posada que llegó a presidir la Asamblea de Madrid con el PP,
Ha comenzado una guerra sorda y sucia en la que el peor de los trabajos se le ha encomendado a los medios y periodistas de cabecera, trabajo sucio que hacen, si no con gusto, con ahínco, todos esos marhuendas e indas de la acorazada de injuriar (gracias Joaquín Vidal por la imagen) que tan bien han vivido con el "antiguo régimen". Supongo, además, que aún no hemos visto lo peor, porque los sabuesos y todos los temerosos del cambio, los que han vivido como felices gorrinos, revolcándose en la basura deben andar a estas horas emponzoñando sus plumas y dagas, para acabar, en la medida de sus fuerzas, con el prestigio de eso que Sánchez llama "extrema izquierda", mientras preparan sus loas para el más que posible acuerdo entre PP y PSOE. 
En fin, trabajo sucio que paga, en metálico o en especie, la "casta".


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lunes, 1 de diciembre de 2014

FASCISMO EN EL FÚTBOL



Vivo a unos minutos del estadio del Manzanares. De hecho, vi cómo se construía, mucho antes de que la M-30, que por entonces no discurría bajo tierra, se sumase al río para separarlo de ese nuevo Madrid que crecía más allá del Puente de Toledo. Dicho esto, he de decir que sólo he estado dos veces en ese campo y si así ha sido e porque no me gustan las masas, los uniformes, los himnos ni el pensamiento único.
Sí he padecido, y cómo, las consecuencias de vivir cerca de un estadio, los coches aparcados sin control, subidos a las aceras, los atascos, los bocinazos, los cortes de tráfico y, ahora, la animalada urbanística que amenaza a una zona relativamente descongestionada de Madrid, en la que los días en que no hay partido aún se escucha cantar a los pájaros, y que está a punto de cambiar el paisaje que ocupa ese estadio ilegal, construido sobre el trazado de una autopista, por dos enormes torres que volverán insuficientes las ya precarias dotaciones del barrio.
Sé que a estas alturas ya os estaréis preguntando qué tiene que ver todo esto que os cuento con lo que ocurrió ayer a orillas del Manzanares, junto al estadio y tengo que deciros que, por desgracia, mucho. Y es que el fútbol es un negocio que va mucho más allá de la venta de entradas, camisetas o derechos de televisión, Detrás del fútbol se mueven muchos intereses, la mayor parte de ellos ligados al suelo y la construcción. No hay más que ver de dónde proceden la mayor parte de los directivos de los clubes o los "pelotazos" inmobiliarios que dan con las operaciones urbanísticas en que se embarcan con el beneplácito de esos alcaldes que tienen asiento reservado en el palco de los estadios.
Es posible que aún no lo tengáis claro, quizá porque no me he terminado de explicar, quizá porque aún no os he hablado del cariño y la protección que, salvo honrosas excepciones, brindan los "capos" del fútbol español a todas esas bandas de indeseables que llamamos ultras, verdaderos profesionales de la violencia, mercenarios dispuestos a ponerse al servicio de quienes les acaricie el lomo, ponga a su disposición dinero para banderas o autobuses, alguna que otra propina y localidades reservadas en el estadio, Y, todo, porque estos ultras tan descerebrados como bien organizados y dirigidos acaban por convertirse en la guardia de corps, la fuerza de choque que, además de animar al equipo en los partidos comprometidos, castiga a determinados jugadores o silencia a las gradas cuando se vuelven críticas con el que manda y, por supuesto, paga.
No digamos lo que "acojona" una buena muestra de esa "guardia" convenientemente desplegada en cualquier asamblea del club o lo fácil que es homogeneizar la voz de un estadio a partir de toda esa parafernalia de que disponen -megáfonos y banderas, por ejemplo- que disciplinadamente ponen a disposición de eso que llaman "los colores" y que no suelen otra cosa que intereses nada claros.
No sé si os ocurre lo que a mí, pero tengo la sensación de que en determinados sitios, especialmente en aquellos en que se celebran espectáculos de masas, como discotecas, conciertos de rock o recintos deportivos, los derechos se dejan a la entrada y se sustituyen por leyes no escritas, jaleadas a menudo por determinados medios de comunicación, que siembran la confusión en quienes no tienen cerebro suficiente para distinguir la realidad de su delirio.
Muchas veces me he preguntado por qué dentro de un estadio, sobre el césped o no, o en programas deportivos se puede gritar, insultar o incluso pegar, sin que haya consecuencias. Sobre el terreno y en las gradas las agresiones están a la orden del día sin que se sancionen deportiva o jurídicamente. La fascinación por la violencia es una de las características del fascismo y el fascismo siempre ha sido el instrumento de los poderes fácticos para someter a la sociedad. Los ultras, se digan de izquierda s o de derechas, constituyen el fascismo del fútbol y defienden, en su escala, lo mismo que el fascismo ha defendido históricamente. Y sabemos de sobra lo que ese poder es capaz de imponer una vez que ha triunfado el fascismo. Sin ir más lejos todo tipo de arbitrariedades, incluidas las urbanísticas.


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viernes, 28 de noviembre de 2014

SI YO TUVIERA UNA ESCOBA



Verle ahí, como una de esas bolas de pelusa, ácaros en realidad, que se acumulan y esconden detrás de las puertas, bajo las camas o en los rincones, en lo alto de la tribuna del Congreso, hablando con sorna y desprecio de "los de la escoba" y sentir unas ganas tremendas de coger yo mismo una de esas escobas para barrerle para siempre de la vida pública española fue todo uno.
Vi al presidente de gobierno que ha acumulado más poder en sus manos en toda la democracia como basura, basura acorralada, cercado por los jueces y la opinión pública que ahora, para su desgracia, la de Rajoy, ha conseguido diferenciarse y escapar de esa otra opinión publicada por todos esos medios convenientemente engrasados mediante publicidad institucional, licencias y ayudas de diverso tipo, incluso en negro cuando ha sido preciso.
Rajoy, que ayer quiso aparecer como el Don Limpio que, con sus poderes desinfectantes, iba a dejar limpia y reluciente la política española, se vio acosado como esas sabandijas de casa antigua y cerrada que corren enloquecidas a buscar refugio en cualquier rendija cuando se mueve cualquier mueble y la luz invade el territorio que han hecho suyo. Y. por más que tratase de disimularlo, su rostro, siempre al borde de lo patético, su palidez y su mirada huidiza lo dejaron bien claro.
Debió ser duro haber tenido que mantener horas antes del debate un pulso enorme y doloroso con la entonces aún ministra Mato, la cocinera de sus campañas electorales, la amiga de sus amigos, la que sabe tanto de tantas cosas, la que escapó por los pelos de la imputación en el caso Gürtel y no se pudo librar de, como dijo el ínclito Martínez Pujalte, de haber sido pillada comiéndose el jamón que trajo su marido a casa. Fueron dos horas de "tira y afloja" con quien, como yo, no entendía por qué había permanecido al frente del ministerio después de haber metido la pata tantas veces y tan gravemente y tenía que marcharse ahora del despacho por una simple cuestión de estética.
Fueron dos horas de discusión con la ministra en la Moncloa, lo que, sumado al partido de Madrid de sus amores en Basilea y el sueño y el cansancio que tanto le afectan debieron restarle frescura a la hora de leer el discurso de corta y pega que pusieron en sus manos para subir a la tribuna.
No estuvo fresco el presidente, como tampoco lo estuvo el flamante líder de la oposición que, frente a ese Rajoy apocado y poco convincente, optó por un discurso socialdemócrata desteñido que apenas hizo mella en el correoso presidente del PP, dejando en manos de Cayo Lara y Rosa Díez los ataques brillantes a su discurso.
Fuera de la cámara, todo aquel que pudo opinar lo hizo para hablar de las propuestas de Rajoy como viejas e increíbles, sobre todo en su boca, para recordarnos que son las mismas que viene anunciando cada vez que se ve pillado en un renuncio corrupcional, sin llegar a ponerlas nunca en práctica, pese a tener en sus manos todo el poder para hacerlo. A mí, que me "tragué" con un cierto sopor la mayor parte del pleno, lo único que me llamó la atención de lo escuchado fueron esas palabras de Rajoy sobre los de las escobas, casi una advertencia a los compañeros de casta, dedicadas, no me cabe la menor duda a Podemos y a quienes consideramos desde hace tiempo votar a Podemos.
Por eso, en tiempo de aspiradoras sin bolsa e incluso sin carrito, sentí unas ganas locas de hacerme con una de esas escobas de retama, de palmito o de mijo, casi reliquias en los tiempos que corren, para ir con ella en procesión al Congreso, a la Moncloa o donde sea para acabar con tanta pelusa como vive escondida en los rincones de este sistema que quiero limpio y reluciente de una vez.


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jueves, 27 de noviembre de 2014

SOLA O EN COMPAÑÍA DE OTROS


Ayer, cuando llegué a casa, me enteré de que la ministra de Sanidad, ese pasmarote a la vez inerte y asustadizo de firmes convicciones religiosas y moral distraída en lo económico que Rajoy situó al frente de un ministerio que iba a resultar clave en medio de la crisis en la que iban a sumergirnos, y me alegré. Me alegré, pero no tanto como me hubiese alegrado saber que Ana Mato se iba porque le atormentaba la idea de haber expulsado de la sanidad universal a ciudadanos a los que, sin trabajo, sin recursos o sin papeles conciencia, esa crisis les ha golpeado con mayor contundencia.  Del mismo modo me hubiese alegrado que hubiese tomado la decisión a primera hora de la mañana después de no haber soportado mirarse al espejo sabiendo como sabe que muchos pensionistas han dejado de tomar los medicamentos que les ayudan a mantenerse vivos, para poder comer hasta final de mes o dejan de comer carne o pescado para poder pagar los medicamentos que les son imprescindibles, porque usted, ustedes, decidieron que los tomaban casi como golosinas y que se había acabado eso de que los recibiesen gratuitamente.
Ojalá lo hubiese pensado cualquiera de esas mañanas, mirando como el servicio vestía a sus niñas, recordando quizá aquellos días felices de lujosos cumpleaños o caprichosos viajes a Eurodisney, quizá echaba de menos en el jardín esas flores descomunales de las fiestas o el delicado rumor del jaguar de Jesús (Sepúlveda) que ya no duerme en el garaje como tampoco él duerme en casa. Quizá, al echar una ojeada a la habitación vacía haya descubierto alguno de los lujosos bolsos de Louis Vuitton en cualquier rincón de la misma. Hubiese estado bien que así fuese que pensando en todo ello hubiese llamado a su amigas Ana (Botella) o Esperanza (Aguirre) con las que vivió su fulgurante ascenso en la política.
Me hubiese alegrado, y cómo, que la dimisión de ayer hubiese sido la respuesta a aquella pregunta del periodista que, en pleno caos social y sanitario causado por el contagio de una de las sanitarias que atendieron a los misioneros enfermos de ébola, evacuados de Sierra Leona, se atrevió a querer saber si pensaba irse. Me hubiese sido que la dimisión hubiese sido consecuencia de un ataque de dignidad de la ministra el día en que fue claramente desautorizada por su amigo Mariano, que colocó a la vicepresidenta al frente de la gestión de una crisis que ella se había mostrado evidentemente incapaz.
Pero no. La decisión la tomó, o la anunció, ya muy entrada la tarde, después de haberse visto con su amigo Mariano, para el que dirigió la campaña electoral que le llevó a La Moncloa y que hoy no ha tenido ni una sola palabra para ella, ni siquiera al contemplar desde la tribuna del Congreso, el hueco que tan fiel y sufrida colaboradora había dejado en el banco azul. Quizá nos quedaremos sin saber quién pidió ver a quién, aunque, a la vista de quien sale beneficiado de esa entrevista, aunque sólo sea de momento, y de quien la perjudicada y dimitida, queda claro que fue el presidente el que llamó a su ministra pasmada.
Lo lógico es que así fuera, porque difícilmente Rajoy hubiese podido  hablar de medidas contra la corrupción en el pleno del Congreso, teniendo sentada en el banco azul a una ministra que acababa de ser señalada por el juez Ruz como beneficiaria, sola o en compañía de otros, ha sido para este país la estructura mafiosa PP-Gürtel. Hubiese tenido que aguantar mucha rechifla, algún abucheo y quién sabe si pataleos, con la ex ministra sentada allí, frente a él. Aunque, bien mirado, en el auto del juez Ruz, Ana Mato es tan beneficiaria de ese saqueo como lo es el Partido Popular que, que yo sepa, aún preside Mariano Rajoy.
Ana mayo se ha ido como llegó y como ha pasado por el ministerio, sin decir una palabra. La lástima es que la mudita del gobierno no se haya ido por su nefasta gestión, ni por todas las injusticias que ella, sola o en compañía de otros, ha perpetrado desde su cargo contra los más débiles.


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miércoles, 26 de noviembre de 2014

CAMINO A FERGUSON


Después de los años en que hemos vivido la utopía del estado de bienestar, una utopía forzada por la existencia del bloque del Este, el falso paraíso socialista tras el telón de acero, los que se esconden tras la máscara del gran capital, el mismo de siempre, sin alma y sin prejuicios, se ha sentido con fuerza para devolver a los pobres a su pobreza y para recuperar ellos los privilegios de siempre. Se sienten fuertes y no piensan parar hasta volver a aquel paisaje de cazadores y monteros de fin de semana y pacos, régulas y azarías condenados a servirles y a humillarse ante sus caprichos.
Y, para conseguirlo, lo primero que están desmontando es la escalera social que ha sido la enseñanza, la que permitía a los hijos de los aparceros llegar a la universidad y volver al pueblo de ingenieros o abogados y no tener que partir de chachas o aprendices cuando el hambre apretaba en el terruño. Y no sólo eso. También se han encargado de dinamitar el futuro de quienes aspiraban a una existencia más o menos plácida, con una casa, un coche, una merecida jubilación y un trabajo para los hijos.
La ambición de quienes no faltan a misa los domingos nos ha llevado a un país en el que los salarios, si es que los hay, siguen bajando, mientras los beneficios de las grandes empresas, las que sientan en sus consejos de administración los culos agradecidos de los descendientes de saqueadores, piratas y contrabandistas y los no menos afines de quienes se cobran en ese asiento los favores hechos desde la administración, se han disparado obscenamente.
En todo es igual y, no lo dudéis, somos culpables. Lo primero que les regalamos fue el salón de casa desde el que, a través de la televisión siempre encendida adormecieron nuestra conciencia hasta el punto de darles el poder absoluto para empobrecernos absolutamente. También desde esas pantallas nos convencieron de lo que teníamos que consumir y de donde había que hacerlo. Ensombrecieron así nuestros barrios, dejando caer ese comercio que reportaba vida los salarios y, cuando hizo falta, el crédito preciso para llegar a fin de mes.
Luego llegó el deterioro de lo que merecemos porque lo pagamos con nuestros impuestos, las calles rotas, sucias y abandonadas, los transportes cada vez más escasos y peor atendidos, la inseguridad que, como todo, va por barrios, y la desesperanza. Los mendigos, las más de las veces explotados por redes que los distribuyen a las puertas de comercios y mercados, las cada vez más desoladoras colas del paro, las de los roperos y comedores sociales, los ancianos y no tan ancianos, vestidos aún con la ropa de cuando se lo ganaban rebuscando en los contenedores, los jóvenes y no tan jóvenes que cada mañana intentan colarse en el metro... en fin todo eso que hace unos años nos parecía tan lejano e imposible y que ahora nos es tan cercano.
A quienes vivimos otra crisis la de los ochenta, con la heroína corriendo por las calles, la de los tirones y los atracos, nos extraña que aún  no haya habido un estallido social. Quizá sea así porque las víctimas de la de ahora, especialmente los jóvenes, conservan aún la esperanza de que todo pase y de que algún día se reconozca su esfuerzo preparándose o porque, gracias a esa preparación, tienen la oportunidad o las fuerzas para marcharse. Pero esto, así, no puede durar siempre. Hace tiempo que la olla está en el fuego y pronto va a romper a hervir y quién sabe si estallará.
Mientras, los responsables creen tenerlo todo resuelto desde sus lujosos chalés bien dotados de alarmas en urbanizaciones vigiladas y fortificadas, con sus negocios vigilados por un paria que, salvo que se tenga por "hombre de acción, es poco más que un uniforme y sus calles -he dicho sus, no muestras- calles vigiladas por una policía que pagamos todos, pero que casi siempre les sirve a ellos. Creen tenerlo todo controlado y quizá así sea. Quizá este estado de cosas, esta injusticia que crece hasta ahogarnos sea capaz de contener la indignación dormida de tanta gente, pero llegará un día en que alguien se excederá más de la cuenta, un  día en que alguien disparará contra un desesperado de aquí y nuestra tolerancia para la injusticia, entrenada frente a las imágenes de las vallas de Ceuta o de Melilla, saltará por los aires como hace dos noches estalló la de los negros en Ferguson.
Y es que esa ciudad, Ferguson, no está tan lejos, Basta con aumentar la presión hasta que la olla reviente. De momento, aquí, Podemos y las esperanzas puestas en esa alternativa están sirviendo de válvula de seguridad de la olla, pero ojo con frustrar esa esperanza, porque acabaremos siendo, como Ferguson, una ciudad en llamas.


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martes, 25 de noviembre de 2014

NO ES TAN FÁCIL, SEÑOR SÁNCHEZ



No, señor Sánchez, no. Ya no es tan fácil pedir perdón. Ya no basta como antes con hacer pucheros, hablar en tono grave y decir eso de "donde dije digo,  digo diego", para que la gente olvide. No hay más que ver el éxito "perfectamente descriptible" del teatral gesto del arzobispo de Granada echado de bruces ante el altar de la catedral, horas antes de que el anuncio de la detención de tres de sus sacerdotes y un profesor de religión arrancase los aplausos del auditorio de un programa de radio en directo. Ahora, cuando el daño ya está hecho, ya no basta con la contrición. Cuando la ofensa y el dolor son tantos, no hay sitio para el olvido y, por higiene más que por venganza, no se puede dejar en manos de quienes lo causaron su reparación.
Ayer, Pedro Sánchez, el que no hace tanto acusaba a Podemos de decir lo que la gente quería oír, de populismo, a la vista de las encuestas y quizá de más de una opinión de la prensa internacional, dio un teatral golpe de timón poniéndole la proa al modificado artículo 135 de la Constitución, la pieza clave de toda la política de recortes emprendida por Zapatero y rematada aún todavía por Rajoy. Y, todo hay que decirlo, no me parece que el gesto le honre, porque el que ayer contrito y compungido anunciaba que apoyará esta tarde la moción de la Izquierda Plural para echar abajo la reforma que ordenó Merkel y Zapatero pactó con los populares ante el silencio cómplice de gran parte de la prensa y el forzado de la ciudadanía, a la que no se quiso consultar, a sabiendas de que la reforma exprés era injusta, fue, no sólo uno más de los diputados que dieron el sí a tan enorme hipoteca sobre nuestra economía, sino que colaboró en la elaboración de la reforma y negoció el texto con los populares. No puedo creer que Pedro Sánchez, economista de formación y profesión, que ha ejercido como tal asesorando en Bruselas a su partido, no fuese consciente de que tan abusiva hipoteca, nada menos que anteponer el pago de la deuda a cualquier otro gasto, incluido el social, conllevaría, más pronto o más tarde, el desahucio de nuestro estado de bienestar. Tampoco puedo creer que alguien conectado con la sociedad como se le supone a un parlamentario que se  dice de izquierdas no fuese consciente de lo que reclamaba la sociedad desde las plazas del 15-M, ni, mucho menos, que no llegasen a su escaño las protestas de las sucesivas mareas y las marchas que se desarrollaban a apenas unos cientos de metros del mismo.
En 2011, con "agostidad" y alevosía, el grupo socialista casi al completo -hubo tres ausencias, un NO por error y una abstención- puso la soga al cuello de los españoles sin privilegios. En poco más de cuarenta y ocho horas encendió la mecha para la voladura perfectamente diseñada y controlada de lo que nos había llevado casi tres décadas construir. Zapatero, al que ayer faltó poco para hacer un corte de mangas a Sánchez y que se conformó con una irónica sonrisa, fabricó con la reforma la llave que puso en manos del PP y de los especuladores los destinos de nuestro país. Y lo hizo a sabiendas de que dando prioridad al pago de la deuda en todos los niveles de la administración cualquiera de los avances sociales que tanto adornaron sus mandatos quedaban en nada si conllevaban algún gasto.
Ahora, pasados tres años, los españoles como gatos escaldados huyen del agua, aunque sea bendita, que provenga de cualquier político con pasado. Han sido testigos de muchas obscenidades y en su piel hay demasiadas cicatrices. Han sufrido tanto y es tanto lo que aún les queda por sufrir que ya no creen en nada, salvo en un nuevo país que, como una página en blanco, volvamos a escribir todos. Y yo, que me cuento entre los desengañados y que aún no he votado a Podemos pero pienso hacerlo, me reafirmo en lo que vengo diciendo desde hace tiempo, les votaré, no porque confíe en Pablo Iglesias y sus compañeros, sino porque votándoles me voto a mí mismo y voto a todos los que les votan.
Lo de ayer fue un primer paso, más teatral que otra cosa, porque difícilmente se conseguirán los tres quintos del Congreso necesarios para revocar la reforma del 135 y Sánchez sabía de sobra que lo suyo es un brindis al sol y, si no lo sabía, peor. Y si ese cambio de actitud de Sánchez lo han traído sólo las encuestas, imaginaos lo que puede dar de sí un revolcón electoral. 
No es tan fácil señor Sánchez. Son ya demasiados engaños, demasiadas promesas no cumplidas, demasiado maquillaje de la realidad, demasiado desapego de los que sufren y les necesitan. No basta con poner cara triste y mostrar arrepentimiento. No es tan fácil, señor Sánchez.


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lunes, 24 de noviembre de 2014

ANA BOTELLA, LOS BUITRES Y LA COHERENCIA



El sábado a la tarde, la alcaldesa de Madrid, la misma que diluía sus problemas en un spa portugués mientras cinco familias lloraban a sus niñas muertas en el Madrid Arena, la misma que está cambiando las marquesinas en buen uso de la EMT, porque quien la encargada de hacerlo es una empresa "amiga", mientras los autobuses tardan cada vez más, la misma que dirige una corporación que cede alegremente coches y escoltas a un soplagaitas de la talla del pequeño imbécil Nicolás, la misma que tiene una amiga, Carmen Cafranga, ex presidenta de la Fundación Caja Madrid, que, aparte de gastarse decenas de miles de euros de su black card en los toros, ha dado, con un crédito casi clandestino de la arruinada Caja Madrid, un pelotazo de nueve millones a coste cero con los pisos del Niño del Remedio, la misma Ana Botella que ha entregado centenares, si no miles, de viviendas de alquiler social a fondos buitre que, después de disparar el precio de los alquileres, está desalojando a los inquilinos que no pueden hacer frente al pago, esa señora que, por una hábil carambola de cacique, llegó a ocupar el faraónico despacho que el más pelota y ambicioso de nuestros, sus, políticos se había hecho construir, la señora de Aznar y suegra de Agag, se presentó envuelta en una manta y rodeada de jovencitos de marca -perdón, quise decir vestidos con ropa de marca- en la manifestación que exigía a Mariano Rajoy el cumplimiento de su programa electoral, aunque sólo en la retrógrada materia de regulación del aborto, para llevarla a los tiempos en los que el tío José (Botella Llusiá) ginecólogo de la dictadura, se negaba a enseñar desde su cátedra a practicar los abortos terapéuticos.
La excelentísima señora alcaldesa de este Madrid de mis entretelas anunció a bombo y platillo que se manifestaba contra Rajoy, no porque debido a su ineptitud se haya puesto fin a su carrera política, sino por coherencia. Curiosa coherencia de quien nada ha dicho, dice ni dirá del recorte de servicios, de la eliminación de las becas de comedor para niños, ni de la práctica demolición de las asistencias a los ancianos, ni del abandono de parques y jardines, ni del de las calles ahogadas en suciedad y basura, ni de la cantidad de empleados de los servicios públicos que, si no han acabado en la calles, sí lo han hecho en manos de contratas que les obligan a trabajar -son lentejas...- por la mitad de lo que lo hacían, mientras el ayuntamiento se llena de jovencitos peperos, mucho más discretos que su primo Nicolás, pero con su correspondiente sueldo-premio de asesor.
No le preocupaban esas coherencias, como tampoco le preocupó apuntarse a la caridad demagógica, prometiendo a Carmen, la anciana de Vallecas, un alojamiento a cuenta del ayuntamiento, cuando ésta ya tenía el ofrecimiento del Rayo Vallecano y mientras otra mujer hacía el hatillo para salir del piso de alquiler social que le costó años conseguir y que ya no puede pagar porque la alcaldesa se lo vendió al peso, junto a centenares más, a un fondo buitre de esos que carroñan en todas las crisis comprando barato pisos o empresas para cambiar las reglas del juego.
Lo de la alcaldesa manifestándose contra la ley del aborto no fue coherencia, porque no salió a la calle mientras su marido mantuvo la ley aprobada en tiempos de González, recurrida por su partido ante el Tribunal Constitucional. Lo de Ana Botella el sábado fue una pequeña venganza, un pellizco de monja histérica, contra quien ya no cuenta con ella para nada, contra quien la está dejando caer, como ella misma está dejando que se coman los buitres una ciudad que llegó a estar orgullosa de sí misma.


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viernes, 21 de noviembre de 2014

COMPARACIONES



Me veo de nuevo en la tesitura de hablar y no precisamente bien de muertos, más concretamente de muertos recientes, algo que no parece estar bien visto y menos si el cadáver es tan excelente como el de Cayetana Fitz-James, duquesa de Alba o, como la se la denominaba ayer desde las televisiones, públicas y privadas, la duquesa del pueblo.
Vivimos en un país en el que ser simpático puede llegar a  ser el salvoconducto para hacer cada uno haga de su capa un sayo. Simpática y llena de desparpajo ha sido Esperanza Aguirre, simpático era el cabecilla de la trama PPúnica -no es una errata- y simpática ha sido toda su vida la duquesa de Alba, la aristócrata más juerguista o la que, al menos, más abiertamente lo ha sido en las últimas décadas. Pues bien, parece que esa simpatía da bula para pisotear derechos o para, lo que a mi modo de ver casi es peor, ejercer la caridad y el paternalismo donde lo que debiera haber es justicia.
Evidentemente, una aristócrata joven y transgresora como lo fue en pleno franquismo la duquesa, rodeada de toreros y gitanos, generosa en las propinas y a todas luces divertida hacía méritos para convertirse en leyenda y está claro que lo consiguió, especialmente si se la compara con la rancia y muy católica aristocracia al uso.
Se ha dicho de ella, ayer mismo lo hizo Alfonso Guerra, como de una mujer muy libre, un piropo que, en labios de quien un día se erigió en líder de los descamisados sonaba cuando menos extraño y que, afortunadamente, fue desactivado por la cantante Paloma San Basilio, quien, con más sentido común y la conciencia de clase que cabría esperar de un ex vicepresidente socialista, puntualizó que con el dinero de la duquesa resultaba mucho más fácil ser libre.
Esa es la clave de la libertad y la simpatía de la duquesa, que, antes que duquesa era inmensamente rica y que la fortuna era suya y no de su primer marido y padre de sus hijos, lo que le ha permitido darse cuantos caprichos ha tenido hasta los últimos días de su vida.
Qué lejos su libertad de la de todos esos gitanos profesionales de la juerga que pagan los señoritos a cambio de unas "perras", más de un insulto y algún que otro abuso y muchos palos. No quiero con ello decir que haya sido esa la relación de Cayetana con sus compadres los gitanos, pero sí que esa ha sido la relación habitual de los de su clase con ella, que a veces resulta pintoresca, cuando no obscena.
Cuesta entender la pasión de radios y televisiones por este desaparecido personaje capaz de llenar horas y horas de programación con su vida, su salud, la de sus hijos y cuantos líos familiares han querido contarnos, pero más cuesta entender el despliegue de alguna prensa "seria", sin caer en la cuenta para contárnoslo de que su fortuna era la octava de España y de que el noventa por ciento de su extenso patrimonio no cotiza a Hacienda como lo hace el más desgraciado de los autónomos. Por eso me revelo, porque se han consumido ríos de tinta y litros de saliva en cantar las excelencias de esta latifundista, heredera de una fortuna procedente de los saqueos de aquel primer duque de Alba del que no procede su sangre, pero si sus títulos, castillos, palacios y tierras y apenas se hable de sus privilegios.
Pero no es sólo cosa de los periodistas, porque ayer Susana Díaz la presidenta andaluza a quien gusta recordar que es casta de fontaneros acudió a presentar sus respetos ante el cadáver de quien posee en el territorio en que ella gobierna muchas de las tierras que les faltan a tantos y tantos andaluces sin decir ni una palabra sobre ello, más preocupada quizá porque el secretario de Comunicación de Podemos, Íñigo Errejón, no cumple con el horario en su puesto, no con el trabajo encomendado, en una universidad andaluza.
Sé que las comparaciones son odiosas, más si uno de los comparados acaba de dejar este mundo, pero, a veces, algunas se vuelven casi un insulto.



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jueves, 20 de noviembre de 2014

CONTUMACIA CALCULADA



El catalanismo, no estoy tan seguro de que el soberanismo lo sea también, es un sentimiento natural y generalizado en Cataluña, en tanto que el independentismo se está convirtiendo en un problema, a todas luces artificial, que los más extremistas de uno y otro lado utilizan como combustible para el viaje electoral en el que continuamente viven, cuando no como pantalla tras la que esconder su verdadero rostro que en el caso de PP y CiU y en aspectos como el desmantelamiento del estado de bienestar o la corrupción, por ejemplo, no son tan distintos.
Tendemos a vivir el instante dejándonos arrastrar por lo que los medios deciden que es la actualidad, esas noticias con las que machaconamente se nos bombardea y se nos aturde mediante una curiosa forma de metaperiodismo en la que las agendas se convierten en noticia en sí mismas y en la que las opiniones de periodistas, políticos y "famosos" en horas bajas, todas mezcladas y estridentes, llevan más a un enconamiento sin salida que a un análisis sereno, más a levantar barricadas que a tender los puentes que llevarían a la solución.
El último intento para conseguir que la incompleta autonomía de Cataluña dejase de ser escenario de transacciones inmortales y alianzas contra natura fue aquel Estatut que aprobó por una abrumadora mayoría el Parlament de Cataluña y que aquí, en el Congreso, echaron abajo, pensando más en la proximidad de unas elecciones que en la solución de un problema que siempre ha estado y seguirá estando ahí, mientras no se dé satisfacción a las aspiraciones de los catalanes.
Aquel fracaso auspiciado por el Partido Popular produjo un enconamiento que supuso el hundimiento del PSC y devolvió el gobierno a CiU, con el apoyo externo de Esquerra, dispuesta a ser cola de león, sin involucrarse en el gobierno, que, anticipándose al gobierno de la nación, comenzó a blandir las tijeras de los recortes, especialmente en la Sanidad. Y fue entonces cuando abrumado por la protesta social Artur Mas disolvió el Parlament y convocó unas nuevas elecciones envuelto en el señuelo de la independencia, elecciones que dieron lugar a un Parlament más radicalizado, en el que los partidarios de terceras vías se vieron más arrinconados si cabe.
Y entonces Mas, en medio de la peor crisis económica de la reciente historia española, dio la espalda a los verdaderos problemas y hábilmente, con la ayuda de Esquerra, convirtió las aspiraciones de independencia en el único punto de su programa.
En Madrid y desde hace tres años, un Rajoy con mayoría absoluta se convirtió en el reverso de Mas y abrumado como el por la crisis, con un paro creciente y en medio de la voladura no tan controlada del estado de bienestar, con un desproporcionado aumento de la desigualdad social, con un partido sitiado por los jueces a propósito de la corrupción y con la pérdida como aliada de la iglesia más montaraz y ya sin la lucha contra el terrorismo como aglutinante, no vio otra salida para paliar su hundimiento en las encuestas que hacer del nacionalismo español, que existe y como, y del no menos cierto anticatalanismo ancestral latente en la sociedad española su luz y su guía.
Desde entonces, como los ciclistas que hacen "la goma" para tomar ventaja sobre el pelotón, Rajoy y Mas, Mas y Rajoy, han estado jugando al ratón y el gato y con nuestros medios retándose el uno al otro, anunciando uno la celebración de un referéndum imposible por el momento, recurriéndolo ante el Tribunal Constitucional que lo prohibió, el otro, respondiendo de nuevo Mas con una consulta más vistosa que efectiva el otro, con nuevo recurso ante el TC, nueva prohibición, y un nuevo envite del presidente catalán, no le quedaba otra, que celebrarlo pese a todo, sabiendo que, como quedó claro, nadie iba a cometer la torpeza de impedirla por la fuerza,
Y es entonces cuando Rajoy, que enzarzado en su pelea más o menos controlada con Mas, tranquilo porque la sangre no había llegado al río, descubre a su familia política azuzándole en la retaguardia, pidiéndole a gritos que saque la navaja de la fiscalía para acabar con el rival.
Y en esas estamos ahora, con la decisión de presentar una querella contra Artur Mas que, de aceptarse en los términos en que se va a plantear podría acabar con el presidente de la Generalitat, dos altos cargos de su gobierno y cuantos parlamentarios catalanes, como ya han hecho los de iniciativa, inhabilitados para cualquier cargo público. Menudo papelón el del fiscal general, obligado a presentar una querella que, si legalmente tiene sentido, políticamente puede abrir definitivamente la caja de los truenos en Cataluña, todo por la contumacia calculada de unos personajes que en ningún momento han sido claros en sus intenciones y que, en mi opinión, nunca han deseado la celebración de un referéndum, consulta, o como se quiera llamar, con garantías, porque saben que cuando, finalmente, los catalanes acaben por pronunciarse con sosiego y en libertad, a ellos se les va a caer la máscara que oculta su verdadero rostro, muy antisocial y de derechas.



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