viernes, 14 de febrero de 2014

VERDAD Y PELOTAS

 

Una semana ha tardado el ministro del Interior en  reconocer la implicación de la Guardia Civil en la tragedia provocada en la playa fronteriza de Ceuta, reprimiendo el intento de entrada en territorio español de decenas de inmigrantes africanos, trece de los cuales murieron ahogados. Una semana de mentiras vergonzosas, diluidas ayer torpemente por el ministro Fernández Díaz con un jesuítico baño de mala literatura a una evidente realidad que, desde un primer momento, estaba aflorando en imágenes y testimonios de quienes presenciaron o protagonizaron la masacre.
Las versiones dadas por el delegado del Gobierno en Ceuta y el director general de la Guardia Civil, balbuceantes y contradictorias, no auguraban nada bueno. Negaban los disparos y negaban el uso de flotadores por unos asaltantes más asustados que agresivos. Lo negaban pese a que todos lo habíamos visto y lo negaron hasta el último momento, con la difusión de un video de los hechos, digno de los fontaneros de Nixon en el caso Watergate, en el que se escamotea cualquier imagen de la actuación delos guardias civiles, exigiendo a los ciudadanos un acto de fe sobre su comportamiento, cuando no sólo en España, sino en medio mundo, ya se habían echado por tierra años de labor humanitaria de uno de los cuerpos policiales más universalmente conocidos.
La versión dada ayer por el ministro, con pelotas de goma y botes de humo lanzados al agua, qué derroche, pretendiendo hacernos creer que lo único que hacían era delimitar la frontera entre España y Marruecos, contradice gravemente la de sus subordinados, que ni siquiera trataron de disfrazar lo evidente y se limitaron  a negarlo, insultar la memoria de los muertos y amenazar con querellas, algo que parece ir en los genes del PP, si a pese al escaso éxito operativo y legal que consiguen, a todos los que osasen poner en evidencia la actuación de los guardias. Unas amenazas que afectarían, por ejemplo a su propio ministro. Y no sólo eso, porque el director de la Guardia Civil se permitió decir a periodistas y organizaciones humanitarias cómo tendrían que hacer su trabajo, para mantener sus mentiras, añado yo.
Hubo exceso de pelotas y apenas hubo verdad. A estos señores se les olvida que España es un Estado de Derecho, con obligaciones humanitarias y no sólo ante sus socios europeos. Hubo una evidente falta de humanidad ante unas gentes a las que, hicieran lo que hicieran les esperaban palos y maltrato a uno y otro lado de la frontera. Hubo negación de auxilio a quienes sabían que, de no llegara  pisar arena española, les molerían literalmente a palos los gendarmes marroquíes con sus garrotes. Y hubo cinismo, mucho cinismo.
De lo dicho ayer por el ministro, por más que se empeñe en beatificar a los guardias y sus mandos en el cuerpo y la política, se desprenden graves responsabilidades de unos u otros o de ambos al mismo tiempo. Y, ante tal evidencia, sólo cabe esperar sanciones o dimisiones. Sanciones a los guardias, si es que lo ocurrido fue iniciativa suya, dimisiones de sus mandos si es que dieron órdenes de actuar así y, fuera fuese el origen de la iniciativa, dos dimisiones; la del delegado del gobierno y la del director general de la Guardia Civil que, durante una larga semana, han pretendido engañarnos, bien porque esa era directamente su intención o bien porque, a su vez, fueron engañados por sus subordinados.
No cabe duda de que la ansiedad de verse en el mar, de noche, con el agua al cuello, tiroteado desde la playa, aunque fuese con pelotas de goma y botes de humo, provoca ansiedad suficiente como para abandonarse al peor de los finales. Debe haber dimisiones, insisto, dimisiones que urgen, porque en este asunto ha faltado verdad y han sobrado pelotas. 


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