jueves, 6 de marzo de 2014

EL PERDÓN ES EL CAMINO

 
 

Acabo de escuchar la entrevista que, en la Cadena SER, Pepa Bueno ha hecho al etarra arrepentido Iñaki Rekarte. Un testimonio duro y emotivo que me reafirma en la idea de que el perdón es el único camino para alcanzar la paz, la personal y la de todo un país. También, que el rencor es cansado, muy cansado, porque el rencor exige, no sólo recordar continuamente la ofensa, sino exhibirla ante los demás y transmitirla, a veces a los hijos. Dice Rekarte en su entrevista que, tras entrevistarse, con un familiar de una de sus víctimas aprendió que "hay que ser buena persona".

Cuando digo que el perdón es el camino, lo que quiero decir es que es necesario, como sé que es muy duro, darlo, pero, sobre todo, que es muy duro y necesario pedirlo. Tan duro, como debe ser quedarse solo en la noche, cerrar los ojos y recordar que se lleva a las espaldas la muerte de tres semejantes y la no vida de una veintena más. Iñaki Rekarte ya ha saldado sus cuentas con la justicia, mejor dicho, con los tribunales, fue uno de los beneficiados con la anulación de la doctrina Parot, pero llevaba ya tiempo disfrutando del tercer grado después de repudiar "la lucha armada", la violencia ciega y cruel de la que participó, y de pedir perdón a la familia de sus víctimas.

Rekarte cuenta en la entrevista que se decidió a dar el paso cuando nació el mayor  de sus hijos. Y sé que habrá, cómo no, quien quiera encontrar en esa decisión una salida por la que escapar a la vida tal y como la entienden los ciudadanos "normales". Habrá quien quiera ver en ello una estrategia de borrón y cuenta nueva que le permita "resetear" una vida que no le ha sido grata. No hay más que buscar sus fotos para comprobar que, de la sonrisa de aquel joven risueño de hace unos años, apenas queda nada. Su mirada taciturna y melancólica deja claro que el proceso ha debido ser largo y difícil y que en él, que causó muerte y dolor, han triunfado el amor y la vida. No hay más que oírle hablar de sus hijos y de su compañera.

Habrá quien piense que lo que ha hecho Rekarte, lo que está haciendo prestándose a que se divulgue su caso y colocándose bajo los focos, es simplemente un trámite. Yo estoy convencido de que no es así, quizá tan difícil como lo fue en su día el paso dado por "Yoyes" para regresar a su Ordicia y a la vida y para, al final, morir asesinada de la mano de su hijo, bajo las balas de quienes habían sido sus compañeros. No es fácil. No, no es fácil enfrentarse a un tiempo a la vida real y deseable, al tiempo que al pasado, al rencor de los adversarios y al odio y la incomprensión de aquellos a quienes creías defender. 

A veces, esas cosas acaban mal. Sobre todo, cuando la decisión es heroica y demasiado personal. Sobre todo,  cuando sabes que, a cambio de ese pedazo de vida de esa maternidad, de esa infancia feliz que todo ser humano bien pensante debe desear para sus hijos, te expones a ser utilizado, a ponerte en el escaparate de una política, la de la reinserción que, en el caso de Yoyes, no estaba aún madura. Por eso deseo con todas mis fuerzas que a Iñaki Rekarte la vaya bien, que a la vía Nanclares, con la que alcanzó la libertad y su paz le vaya bien también. Sólo si el perdón triunfa sobre el del rencor, sólo si los hijos de Rekarte pueden mirar a la cara a su padre y a quienes fueron sus víctimas, la paz será posible.

Sé, insisto, lo difícil que es hacer el camino íntimo y personal que lleva a cambiar ese rencor por perdón. Imagino lo difícil que habrá sido para Iñaki colocarse la etiqueta de "traidor", aceptar enfrentarse a la mirada de una de sus víctimas y pedirle perdón, volver a su tierra no como el héroe que quizá algún día soñó ser, sino como un villano o un cobarde egoísta que ha pasado por el aro.


Muy difícil ha debido ser, desde luego, entre otras cosas, porque la organización a la que entregó su juventud se desmorona. Pero hay un camino, el del perdón. El camino que quizá hubiese necesitado Paul Bergman, el navegante que condujo al Enola Gay sobre Hiroshima, el mismo que, cuarenta años después de aquella "hazaña", se colgó, quitándose la vida.
 
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