lunes, 16 de junio de 2014

GALLARDÓN, SIEMPRE QUE PUEDE, SE RETRATA


Qué gran verdad esa de que "la cabra siempre tira al monte" o, como lo decía un viejo compañero, "no hay que luchar contra el destino, porque el que nace tostón, muere gorrino". Se encarga de confirmarlo a cada paso que da el hoy ministro de Justicia y, en tiempos, brazo derecho y delfín suplente de Fraga en Alianza Popular, el partido en torno al cual se organizaron la oligarquía y lo más ilustrado y no por ello menos cerril del franquismo.
Alberto Ruiz Gallardón lleva años, qué digo años, lleva décadas vistiéndose de seda para olvidar su pasado franquista, no olvidemos que, siendo otra vez fiel al refranero, hizo bueno el "cada oveja con su pareja" y casó con la hija de uno de los ministros más azules de Franco, ni que décadas también humedeciendo su lengua en el vaso de los superlativos aduladores. Lleva también años utilizando el poder que los ciudadanos, acertadamente o no, en eso no entro, han puesto en sus manos, en su propio beneficio, tejiendo “círculos” de amistad y sacando a pasear un cierto prestigio cultural, más de guardarropía que otra cosa, con los que intercambiar favores fidelidades y simpatías, en las que apoyarse, para lograr su objetivo final, supongo que abandonado ya, de llegar un día a La Moncloa.
A fe que lo hizo bien, porque, durante un tiempo fue el presidente, después alcalde, de la ópera y la cultura, el político al que gustaba figurar, y no en segundo plano, en todos los acontecimientos que se terciaban. Le encantaba salir en los periódicos rodeado de autores, músicos y actores y aparentaba sentirse incómodo en todo lo demás, procesiones, verbenas y festejos, a los que tan dada es su enemiga y compañera Esperanza Aguirre. Y lo cierto es que, de algún modo, logró esa pátina que buscaba y, como diría un castizo, "dio el pego", consolidándose como un buen cartel electoral en Madrid.
Pero le pudo la ambición, se le nubló la vista ante la posibilidad de obtener una cartera ministerial o, quién sabe, vio que el Madrid de los grandes festivales, las obras y los fastos faraónicos, el del sueño olímpico, para mí pesadilla, se esfumaba y se quitó de en medio, dejando para la torpe Ana Botella los marrones que, como fruta madura, al sol de la crisis, inevitablemente comenzarían a caer. Debió pensar que, a veces, lo mejor de un puesto no es estar en él sino dejar de estar en otro y desplego su bandera de disponible ante los ojos de Rajoy que, taimado como es, le colocó en el ministerio que peor servía a sus pretensiones de ganar prestigio, puesto que no había nada que inaugurar y apenas nada lucido que gastar, pero la ambición le cegó y aceptó Justicia.
Y se ve que el cargo, rancio y sin apenas flashes ni focos, le aburría, por lo que se empeñó en dejar huella a costa de lo que fuese y, como si de un repartidor de pizzas a domicilio se tratase, se puso manos a la obra para llevar a Moncloa en su vespino todas cuantas “leyes Gallardón” le fuesen sugeridas, así que, una tras otra sus reformas, apresuradas y curiosamente "ilegales" fueron filtradas, insinuadas y presentadas, para ganarse un poco del brillo y el glamour perdido en su nuevo destino. Leyes que, también, una detrás de otra han acabado en el taller.
De todas ellas, al margen de su prêt-à-porter y mal cosida "Reforma de la ley de Justicia Universal", la más sonada ha sido su machista, misógina, chapucera, innecesaria, retrógrada y, sobre todo injusta reforma de la legislación que regula el aborto en España, que la ha valido entre otras cosas, el apodo de ministro de la Injusticia, y en cuya defensa ha dejado ver el verdadero retrógrado que se esconde tras ese amaneramiento y cursilería que le acompaña.
Gallardón, como el gran  machista que es, se retrató justificando en la presunta debilidad de la mujer, a la que retrató en una memorable sesión del Congreso como incapacidad de tomar decisiones por si misma o de resistir las presiones de la sociedad que, según él, le empuja inevitablemente al aborto. El ministro se presentó como una especie de Guerrero del Antifaz -yo era del Capitán Trueno- dispuesto a rescatar a las damas de las garras de esta sociedad que las empuja a las clínicas donde se interrumpen los embarazos, eliminando de un plumazo, no ya la libertad de las españolas para tomar una decisión responsable, sino cualquiera de los supuestos en los que, antes de la reforma de Zapatero, se refugiaba esa libertad.
Pero, como la mona, por más que se vista de seda, mona se queda, el ministro volvió a retratarse en el Consejo de Ministros del pasado 30 de mayo, al que llevó su visto bueno al indulto a un guardia civil condenado por omisión del deber de socorro, al permitirse grabar con su teléfono móvil entre risas las agresiones y vejaciones a las que un amigo sometió a una mujer en el compartimento del vagón del tren en que viajaban, en lugar de impedirlas y asistir a la víctima, al que no sólo como cualquier ciudadano, sino como servidor del orden que es.
Y, si indignante es que, en pleno siglo XXI, un gobierno que se dice democrático perdone un delito como ese a un funcionario encargado de perseguirlo, más lo es enterarse de que el indultado es hijo de un concejal del Partido Popular en la Pola de Lena. Y es que si malos son los indultos, peor es que se mezclen con la agenda del que los lleva a la mesa del consejo y más, si tan deleznable comportamiento se repite, porque no olvidemos que un indulto anterior,  propuesto también por Gallardón, a un conductor kamikaze causante de una víctima mortal, resultó aún más escandaloso al saberse que el beneficiado era cliente del despacho de abogados en que trabaja uno de los hijos del ministro.
Gallardón, siempre que puede, se retrata. Y lo hace por acciones u omisiones. Y, en este punto, planteo esta pregunta ¿Alguien se ha sentido intrigado por el hecho de que este ministro, tan retrógrado en algunas cosas, haya celebrado matrimonios entre homosexuales y no haya hecho el menor intento de reformar la ley que los regula? Pues por una razón muy sencilla. Es también una cuestión de agenda y entorno que le honraría, si no resultase discriminatorio, injusto y arbitrario.


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1 comentario:

Unknown dijo...

Magnifico articulo, Javier y estoy de acuerdo en todo.