jueves, 18 de septiembre de 2014

POR LA BOCA MUERE EL PEZ



Aunque pareciera que hoy sólo se pudiera hablar de referendos y consultas, de Escocia y Cataluña, yo prefiero detenerme en una noticia que, aunque en la mayoría de los medios ha quedado enterrada bajo el peso de esta imagen de una Europa que se descose, una noticia que no es otra que la transcendental decisión tomada ayer por el juez Andreu de la Audiencia Nacional de incorporar al sumario del caso preferentes los correos que el entonces todopoderoso Miguel Blesa dirigió a amigos y colaboradores a propósito de la gran estafa que se organizó desde la cúpula de Caja Madrid, colocando a sus clientes, la mayoría inocentes ahorradores, un producto financiero, más que tóxico, letal y podrido, con el que pretendieron taponar de mala manera los boquetes causados por su gestión, por los que se desangraba la solvencia y el prestigio de una institución con más de tres siglos de antigüedad.
Los correos, enviados y recibidos desde y en la cuenta de correo corporativa de Miguel Blesa como presidente de Caja Madrid, fueron exigidos por el juez Elpidio Silvia, dentro de la investigación abierta por la compra presuntamente fraudulenta de un banco en Florida y eran, a juicio de Silva, tan reveladores del modo de comportarse de este ejecutivo cuyo mayor mérito era su amistad con José María Aznar, que determinaron su decisión de mandarle a prisión por dos veces.
Inexplicablemente, Blesa salió de prisión, pero más inexplicablemente aún, su colega Andreu no quiso incorporar esos correos en los que se hablaba con tanta prepotencia del éxito de la tenebrosa operación de venta de los preferentes sólo comparable al desprecio con que se hablaba de los clientes estafados. Y tan evidente resultó la estafa que Bamkia ha devuelto a día de hoy la mayor parte de ese dinero obtenido bajo engaño de sus clientes.
Los comprometedores correos, publicados por el digital el diario, que hoy, por cierto, cumple dos apasionantes años, revelaban una personalidad, la de Blesa, servil con los amigos, especialmente con los poderosos, la insaciabilidad de éstos, que llegan, como el hijo de Aznar, a exigir el trato de favor que reclaman, y el desprecio de Blesa a sus empleados y clientes. Pero, inexplicablemente, salvo que consideremos la existencia de presiones o exquisiteces legalistas de esas que llevan a la justicia a "cogérsela con papel de fumar", si el investigado es poderoso, esos correos cuyo contenido todos pudimos conocer, no fueron incorporados a la investigación.
Ahora sí. Ahora esos correos han sido incorporados al sumario, en lo que las acusaciones consideran un vuelco en la investigación, ya que dejan en evidencia a Blesa que insistió ante el juez en que desconocía en 2009 el agujero en la entidad. Algo tan difícil de creer como que la caída de árboles en Madrid no tiene que ver con los recortes en el personal y recursos de jardinería llevado a cabo por la, alcaldesa de Madrid, por cierto también amiga de Blesa.
La única explicación que encentro a cambio de actitud del juez es la de que el panorama político que se abre, con un partido en el Gobierno, padrino de Blesa, que ve resquebrajarse su poder, con un ministro de Justicia desprestigiado, humillado y con un pie fuera del ministerio, y con una sociedad muy movilizada que hace tiempo ha dejado de callarse y que viene comprobando su fuerza con la marcha atrás dada por el gobierno en varios asuntos.
La España de hoy, pese a la caída en desgracia del juez Silva, tiene poco que ver con aquella España del caso Naseiro, en la que, por arte de birli birloque y la consiguiente ingeniería jurídica, tan temible como la de Calatrava o la financiera, nadie escuchó a Eduardo Zaplana y otros cargos del Partido Popular en Valencia repartirse las comisiones de los constructores por la adjudicación de obras en sus áreas de poder. En la España de hoy, hay correos electrónicos, medios para investigarlos y, sobre todo, hay una prensa libre, comprometida sólo con sus lectores, dispuesta a publicar cuantas tropelías se cometan desde el poder.
Haber escrito lo que escribió ese patán de zapato italiano y despacho panorámico en esta España de hoy demuestra una vez más que la prepotencia de los poderosos y el servilismo de quienes les rodean son malos consejeros, porque, al final y siempre, por la boca muere el pez.


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