viernes, 28 de noviembre de 2014

SI YO TUVIERA UNA ESCOBA



Verle ahí, como una de esas bolas de pelusa, ácaros en realidad, que se acumulan y esconden detrás de las puertas, bajo las camas o en los rincones, en lo alto de la tribuna del Congreso, hablando con sorna y desprecio de "los de la escoba" y sentir unas ganas tremendas de coger yo mismo una de esas escobas para barrerle para siempre de la vida pública española fue todo uno.
Vi al presidente de gobierno que ha acumulado más poder en sus manos en toda la democracia como basura, basura acorralada, cercado por los jueces y la opinión pública que ahora, para su desgracia, la de Rajoy, ha conseguido diferenciarse y escapar de esa otra opinión publicada por todos esos medios convenientemente engrasados mediante publicidad institucional, licencias y ayudas de diverso tipo, incluso en negro cuando ha sido preciso.
Rajoy, que ayer quiso aparecer como el Don Limpio que, con sus poderes desinfectantes, iba a dejar limpia y reluciente la política española, se vio acosado como esas sabandijas de casa antigua y cerrada que corren enloquecidas a buscar refugio en cualquier rendija cuando se mueve cualquier mueble y la luz invade el territorio que han hecho suyo. Y. por más que tratase de disimularlo, su rostro, siempre al borde de lo patético, su palidez y su mirada huidiza lo dejaron bien claro.
Debió ser duro haber tenido que mantener horas antes del debate un pulso enorme y doloroso con la entonces aún ministra Mato, la cocinera de sus campañas electorales, la amiga de sus amigos, la que sabe tanto de tantas cosas, la que escapó por los pelos de la imputación en el caso Gürtel y no se pudo librar de, como dijo el ínclito Martínez Pujalte, de haber sido pillada comiéndose el jamón que trajo su marido a casa. Fueron dos horas de "tira y afloja" con quien, como yo, no entendía por qué había permanecido al frente del ministerio después de haber metido la pata tantas veces y tan gravemente y tenía que marcharse ahora del despacho por una simple cuestión de estética.
Fueron dos horas de discusión con la ministra en la Moncloa, lo que, sumado al partido de Madrid de sus amores en Basilea y el sueño y el cansancio que tanto le afectan debieron restarle frescura a la hora de leer el discurso de corta y pega que pusieron en sus manos para subir a la tribuna.
No estuvo fresco el presidente, como tampoco lo estuvo el flamante líder de la oposición que, frente a ese Rajoy apocado y poco convincente, optó por un discurso socialdemócrata desteñido que apenas hizo mella en el correoso presidente del PP, dejando en manos de Cayo Lara y Rosa Díez los ataques brillantes a su discurso.
Fuera de la cámara, todo aquel que pudo opinar lo hizo para hablar de las propuestas de Rajoy como viejas e increíbles, sobre todo en su boca, para recordarnos que son las mismas que viene anunciando cada vez que se ve pillado en un renuncio corrupcional, sin llegar a ponerlas nunca en práctica, pese a tener en sus manos todo el poder para hacerlo. A mí, que me "tragué" con un cierto sopor la mayor parte del pleno, lo único que me llamó la atención de lo escuchado fueron esas palabras de Rajoy sobre los de las escobas, casi una advertencia a los compañeros de casta, dedicadas, no me cabe la menor duda a Podemos y a quienes consideramos desde hace tiempo votar a Podemos.
Por eso, en tiempo de aspiradoras sin bolsa e incluso sin carrito, sentí unas ganas locas de hacerme con una de esas escobas de retama, de palmito o de mijo, casi reliquias en los tiempos que corren, para ir con ella en procesión al Congreso, a la Moncloa o donde sea para acabar con tanta pelusa como vive escondida en los rincones de este sistema que quiero limpio y reluciente de una vez.


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jueves, 27 de noviembre de 2014

SOLA O EN COMPAÑÍA DE OTROS


Ayer, cuando llegué a casa, me enteré de que la ministra de Sanidad, ese pasmarote a la vez inerte y asustadizo de firmes convicciones religiosas y moral distraída en lo económico que Rajoy situó al frente de un ministerio que iba a resultar clave en medio de la crisis en la que iban a sumergirnos, y me alegré. Me alegré, pero no tanto como me hubiese alegrado saber que Ana Mato se iba porque le atormentaba la idea de haber expulsado de la sanidad universal a ciudadanos a los que, sin trabajo, sin recursos o sin papeles conciencia, esa crisis les ha golpeado con mayor contundencia.  Del mismo modo me hubiese alegrado que hubiese tomado la decisión a primera hora de la mañana después de no haber soportado mirarse al espejo sabiendo como sabe que muchos pensionistas han dejado de tomar los medicamentos que les ayudan a mantenerse vivos, para poder comer hasta final de mes o dejan de comer carne o pescado para poder pagar los medicamentos que les son imprescindibles, porque usted, ustedes, decidieron que los tomaban casi como golosinas y que se había acabado eso de que los recibiesen gratuitamente.
Ojalá lo hubiese pensado cualquiera de esas mañanas, mirando como el servicio vestía a sus niñas, recordando quizá aquellos días felices de lujosos cumpleaños o caprichosos viajes a Eurodisney, quizá echaba de menos en el jardín esas flores descomunales de las fiestas o el delicado rumor del jaguar de Jesús (Sepúlveda) que ya no duerme en el garaje como tampoco él duerme en casa. Quizá, al echar una ojeada a la habitación vacía haya descubierto alguno de los lujosos bolsos de Louis Vuitton en cualquier rincón de la misma. Hubiese estado bien que así fuese que pensando en todo ello hubiese llamado a su amigas Ana (Botella) o Esperanza (Aguirre) con las que vivió su fulgurante ascenso en la política.
Me hubiese alegrado, y cómo, que la dimisión de ayer hubiese sido la respuesta a aquella pregunta del periodista que, en pleno caos social y sanitario causado por el contagio de una de las sanitarias que atendieron a los misioneros enfermos de ébola, evacuados de Sierra Leona, se atrevió a querer saber si pensaba irse. Me hubiese sido que la dimisión hubiese sido consecuencia de un ataque de dignidad de la ministra el día en que fue claramente desautorizada por su amigo Mariano, que colocó a la vicepresidenta al frente de la gestión de una crisis que ella se había mostrado evidentemente incapaz.
Pero no. La decisión la tomó, o la anunció, ya muy entrada la tarde, después de haberse visto con su amigo Mariano, para el que dirigió la campaña electoral que le llevó a La Moncloa y que hoy no ha tenido ni una sola palabra para ella, ni siquiera al contemplar desde la tribuna del Congreso, el hueco que tan fiel y sufrida colaboradora había dejado en el banco azul. Quizá nos quedaremos sin saber quién pidió ver a quién, aunque, a la vista de quien sale beneficiado de esa entrevista, aunque sólo sea de momento, y de quien la perjudicada y dimitida, queda claro que fue el presidente el que llamó a su ministra pasmada.
Lo lógico es que así fuera, porque difícilmente Rajoy hubiese podido  hablar de medidas contra la corrupción en el pleno del Congreso, teniendo sentada en el banco azul a una ministra que acababa de ser señalada por el juez Ruz como beneficiaria, sola o en compañía de otros, ha sido para este país la estructura mafiosa PP-Gürtel. Hubiese tenido que aguantar mucha rechifla, algún abucheo y quién sabe si pataleos, con la ex ministra sentada allí, frente a él. Aunque, bien mirado, en el auto del juez Ruz, Ana Mato es tan beneficiaria de ese saqueo como lo es el Partido Popular que, que yo sepa, aún preside Mariano Rajoy.
Ana mayo se ha ido como llegó y como ha pasado por el ministerio, sin decir una palabra. La lástima es que la mudita del gobierno no se haya ido por su nefasta gestión, ni por todas las injusticias que ella, sola o en compañía de otros, ha perpetrado desde su cargo contra los más débiles.


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miércoles, 26 de noviembre de 2014

CAMINO A FERGUSON


Después de los años en que hemos vivido la utopía del estado de bienestar, una utopía forzada por la existencia del bloque del Este, el falso paraíso socialista tras el telón de acero, los que se esconden tras la máscara del gran capital, el mismo de siempre, sin alma y sin prejuicios, se ha sentido con fuerza para devolver a los pobres a su pobreza y para recuperar ellos los privilegios de siempre. Se sienten fuertes y no piensan parar hasta volver a aquel paisaje de cazadores y monteros de fin de semana y pacos, régulas y azarías condenados a servirles y a humillarse ante sus caprichos.
Y, para conseguirlo, lo primero que están desmontando es la escalera social que ha sido la enseñanza, la que permitía a los hijos de los aparceros llegar a la universidad y volver al pueblo de ingenieros o abogados y no tener que partir de chachas o aprendices cuando el hambre apretaba en el terruño. Y no sólo eso. También se han encargado de dinamitar el futuro de quienes aspiraban a una existencia más o menos plácida, con una casa, un coche, una merecida jubilación y un trabajo para los hijos.
La ambición de quienes no faltan a misa los domingos nos ha llevado a un país en el que los salarios, si es que los hay, siguen bajando, mientras los beneficios de las grandes empresas, las que sientan en sus consejos de administración los culos agradecidos de los descendientes de saqueadores, piratas y contrabandistas y los no menos afines de quienes se cobran en ese asiento los favores hechos desde la administración, se han disparado obscenamente.
En todo es igual y, no lo dudéis, somos culpables. Lo primero que les regalamos fue el salón de casa desde el que, a través de la televisión siempre encendida adormecieron nuestra conciencia hasta el punto de darles el poder absoluto para empobrecernos absolutamente. También desde esas pantallas nos convencieron de lo que teníamos que consumir y de donde había que hacerlo. Ensombrecieron así nuestros barrios, dejando caer ese comercio que reportaba vida los salarios y, cuando hizo falta, el crédito preciso para llegar a fin de mes.
Luego llegó el deterioro de lo que merecemos porque lo pagamos con nuestros impuestos, las calles rotas, sucias y abandonadas, los transportes cada vez más escasos y peor atendidos, la inseguridad que, como todo, va por barrios, y la desesperanza. Los mendigos, las más de las veces explotados por redes que los distribuyen a las puertas de comercios y mercados, las cada vez más desoladoras colas del paro, las de los roperos y comedores sociales, los ancianos y no tan ancianos, vestidos aún con la ropa de cuando se lo ganaban rebuscando en los contenedores, los jóvenes y no tan jóvenes que cada mañana intentan colarse en el metro... en fin todo eso que hace unos años nos parecía tan lejano e imposible y que ahora nos es tan cercano.
A quienes vivimos otra crisis la de los ochenta, con la heroína corriendo por las calles, la de los tirones y los atracos, nos extraña que aún  no haya habido un estallido social. Quizá sea así porque las víctimas de la de ahora, especialmente los jóvenes, conservan aún la esperanza de que todo pase y de que algún día se reconozca su esfuerzo preparándose o porque, gracias a esa preparación, tienen la oportunidad o las fuerzas para marcharse. Pero esto, así, no puede durar siempre. Hace tiempo que la olla está en el fuego y pronto va a romper a hervir y quién sabe si estallará.
Mientras, los responsables creen tenerlo todo resuelto desde sus lujosos chalés bien dotados de alarmas en urbanizaciones vigiladas y fortificadas, con sus negocios vigilados por un paria que, salvo que se tenga por "hombre de acción, es poco más que un uniforme y sus calles -he dicho sus, no muestras- calles vigiladas por una policía que pagamos todos, pero que casi siempre les sirve a ellos. Creen tenerlo todo controlado y quizá así sea. Quizá este estado de cosas, esta injusticia que crece hasta ahogarnos sea capaz de contener la indignación dormida de tanta gente, pero llegará un día en que alguien se excederá más de la cuenta, un  día en que alguien disparará contra un desesperado de aquí y nuestra tolerancia para la injusticia, entrenada frente a las imágenes de las vallas de Ceuta o de Melilla, saltará por los aires como hace dos noches estalló la de los negros en Ferguson.
Y es que esa ciudad, Ferguson, no está tan lejos, Basta con aumentar la presión hasta que la olla reviente. De momento, aquí, Podemos y las esperanzas puestas en esa alternativa están sirviendo de válvula de seguridad de la olla, pero ojo con frustrar esa esperanza, porque acabaremos siendo, como Ferguson, una ciudad en llamas.


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martes, 25 de noviembre de 2014

NO ES TAN FÁCIL, SEÑOR SÁNCHEZ



No, señor Sánchez, no. Ya no es tan fácil pedir perdón. Ya no basta como antes con hacer pucheros, hablar en tono grave y decir eso de "donde dije digo,  digo diego", para que la gente olvide. No hay más que ver el éxito "perfectamente descriptible" del teatral gesto del arzobispo de Granada echado de bruces ante el altar de la catedral, horas antes de que el anuncio de la detención de tres de sus sacerdotes y un profesor de religión arrancase los aplausos del auditorio de un programa de radio en directo. Ahora, cuando el daño ya está hecho, ya no basta con la contrición. Cuando la ofensa y el dolor son tantos, no hay sitio para el olvido y, por higiene más que por venganza, no se puede dejar en manos de quienes lo causaron su reparación.
Ayer, Pedro Sánchez, el que no hace tanto acusaba a Podemos de decir lo que la gente quería oír, de populismo, a la vista de las encuestas y quizá de más de una opinión de la prensa internacional, dio un teatral golpe de timón poniéndole la proa al modificado artículo 135 de la Constitución, la pieza clave de toda la política de recortes emprendida por Zapatero y rematada aún todavía por Rajoy. Y, todo hay que decirlo, no me parece que el gesto le honre, porque el que ayer contrito y compungido anunciaba que apoyará esta tarde la moción de la Izquierda Plural para echar abajo la reforma que ordenó Merkel y Zapatero pactó con los populares ante el silencio cómplice de gran parte de la prensa y el forzado de la ciudadanía, a la que no se quiso consultar, a sabiendas de que la reforma exprés era injusta, fue, no sólo uno más de los diputados que dieron el sí a tan enorme hipoteca sobre nuestra economía, sino que colaboró en la elaboración de la reforma y negoció el texto con los populares. No puedo creer que Pedro Sánchez, economista de formación y profesión, que ha ejercido como tal asesorando en Bruselas a su partido, no fuese consciente de que tan abusiva hipoteca, nada menos que anteponer el pago de la deuda a cualquier otro gasto, incluido el social, conllevaría, más pronto o más tarde, el desahucio de nuestro estado de bienestar. Tampoco puedo creer que alguien conectado con la sociedad como se le supone a un parlamentario que se  dice de izquierdas no fuese consciente de lo que reclamaba la sociedad desde las plazas del 15-M, ni, mucho menos, que no llegasen a su escaño las protestas de las sucesivas mareas y las marchas que se desarrollaban a apenas unos cientos de metros del mismo.
En 2011, con "agostidad" y alevosía, el grupo socialista casi al completo -hubo tres ausencias, un NO por error y una abstención- puso la soga al cuello de los españoles sin privilegios. En poco más de cuarenta y ocho horas encendió la mecha para la voladura perfectamente diseñada y controlada de lo que nos había llevado casi tres décadas construir. Zapatero, al que ayer faltó poco para hacer un corte de mangas a Sánchez y que se conformó con una irónica sonrisa, fabricó con la reforma la llave que puso en manos del PP y de los especuladores los destinos de nuestro país. Y lo hizo a sabiendas de que dando prioridad al pago de la deuda en todos los niveles de la administración cualquiera de los avances sociales que tanto adornaron sus mandatos quedaban en nada si conllevaban algún gasto.
Ahora, pasados tres años, los españoles como gatos escaldados huyen del agua, aunque sea bendita, que provenga de cualquier político con pasado. Han sido testigos de muchas obscenidades y en su piel hay demasiadas cicatrices. Han sufrido tanto y es tanto lo que aún les queda por sufrir que ya no creen en nada, salvo en un nuevo país que, como una página en blanco, volvamos a escribir todos. Y yo, que me cuento entre los desengañados y que aún no he votado a Podemos pero pienso hacerlo, me reafirmo en lo que vengo diciendo desde hace tiempo, les votaré, no porque confíe en Pablo Iglesias y sus compañeros, sino porque votándoles me voto a mí mismo y voto a todos los que les votan.
Lo de ayer fue un primer paso, más teatral que otra cosa, porque difícilmente se conseguirán los tres quintos del Congreso necesarios para revocar la reforma del 135 y Sánchez sabía de sobra que lo suyo es un brindis al sol y, si no lo sabía, peor. Y si ese cambio de actitud de Sánchez lo han traído sólo las encuestas, imaginaos lo que puede dar de sí un revolcón electoral. 
No es tan fácil señor Sánchez. Son ya demasiados engaños, demasiadas promesas no cumplidas, demasiado maquillaje de la realidad, demasiado desapego de los que sufren y les necesitan. No basta con poner cara triste y mostrar arrepentimiento. No es tan fácil, señor Sánchez.


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lunes, 24 de noviembre de 2014

ANA BOTELLA, LOS BUITRES Y LA COHERENCIA



El sábado a la tarde, la alcaldesa de Madrid, la misma que diluía sus problemas en un spa portugués mientras cinco familias lloraban a sus niñas muertas en el Madrid Arena, la misma que está cambiando las marquesinas en buen uso de la EMT, porque quien la encargada de hacerlo es una empresa "amiga", mientras los autobuses tardan cada vez más, la misma que dirige una corporación que cede alegremente coches y escoltas a un soplagaitas de la talla del pequeño imbécil Nicolás, la misma que tiene una amiga, Carmen Cafranga, ex presidenta de la Fundación Caja Madrid, que, aparte de gastarse decenas de miles de euros de su black card en los toros, ha dado, con un crédito casi clandestino de la arruinada Caja Madrid, un pelotazo de nueve millones a coste cero con los pisos del Niño del Remedio, la misma Ana Botella que ha entregado centenares, si no miles, de viviendas de alquiler social a fondos buitre que, después de disparar el precio de los alquileres, está desalojando a los inquilinos que no pueden hacer frente al pago, esa señora que, por una hábil carambola de cacique, llegó a ocupar el faraónico despacho que el más pelota y ambicioso de nuestros, sus, políticos se había hecho construir, la señora de Aznar y suegra de Agag, se presentó envuelta en una manta y rodeada de jovencitos de marca -perdón, quise decir vestidos con ropa de marca- en la manifestación que exigía a Mariano Rajoy el cumplimiento de su programa electoral, aunque sólo en la retrógrada materia de regulación del aborto, para llevarla a los tiempos en los que el tío José (Botella Llusiá) ginecólogo de la dictadura, se negaba a enseñar desde su cátedra a practicar los abortos terapéuticos.
La excelentísima señora alcaldesa de este Madrid de mis entretelas anunció a bombo y platillo que se manifestaba contra Rajoy, no porque debido a su ineptitud se haya puesto fin a su carrera política, sino por coherencia. Curiosa coherencia de quien nada ha dicho, dice ni dirá del recorte de servicios, de la eliminación de las becas de comedor para niños, ni de la práctica demolición de las asistencias a los ancianos, ni del abandono de parques y jardines, ni del de las calles ahogadas en suciedad y basura, ni de la cantidad de empleados de los servicios públicos que, si no han acabado en la calles, sí lo han hecho en manos de contratas que les obligan a trabajar -son lentejas...- por la mitad de lo que lo hacían, mientras el ayuntamiento se llena de jovencitos peperos, mucho más discretos que su primo Nicolás, pero con su correspondiente sueldo-premio de asesor.
No le preocupaban esas coherencias, como tampoco le preocupó apuntarse a la caridad demagógica, prometiendo a Carmen, la anciana de Vallecas, un alojamiento a cuenta del ayuntamiento, cuando ésta ya tenía el ofrecimiento del Rayo Vallecano y mientras otra mujer hacía el hatillo para salir del piso de alquiler social que le costó años conseguir y que ya no puede pagar porque la alcaldesa se lo vendió al peso, junto a centenares más, a un fondo buitre de esos que carroñan en todas las crisis comprando barato pisos o empresas para cambiar las reglas del juego.
Lo de la alcaldesa manifestándose contra la ley del aborto no fue coherencia, porque no salió a la calle mientras su marido mantuvo la ley aprobada en tiempos de González, recurrida por su partido ante el Tribunal Constitucional. Lo de Ana Botella el sábado fue una pequeña venganza, un pellizco de monja histérica, contra quien ya no cuenta con ella para nada, contra quien la está dejando caer, como ella misma está dejando que se coman los buitres una ciudad que llegó a estar orgullosa de sí misma.


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viernes, 21 de noviembre de 2014

COMPARACIONES



Me veo de nuevo en la tesitura de hablar y no precisamente bien de muertos, más concretamente de muertos recientes, algo que no parece estar bien visto y menos si el cadáver es tan excelente como el de Cayetana Fitz-James, duquesa de Alba o, como la se la denominaba ayer desde las televisiones, públicas y privadas, la duquesa del pueblo.
Vivimos en un país en el que ser simpático puede llegar a  ser el salvoconducto para hacer cada uno haga de su capa un sayo. Simpática y llena de desparpajo ha sido Esperanza Aguirre, simpático era el cabecilla de la trama PPúnica -no es una errata- y simpática ha sido toda su vida la duquesa de Alba, la aristócrata más juerguista o la que, al menos, más abiertamente lo ha sido en las últimas décadas. Pues bien, parece que esa simpatía da bula para pisotear derechos o para, lo que a mi modo de ver casi es peor, ejercer la caridad y el paternalismo donde lo que debiera haber es justicia.
Evidentemente, una aristócrata joven y transgresora como lo fue en pleno franquismo la duquesa, rodeada de toreros y gitanos, generosa en las propinas y a todas luces divertida hacía méritos para convertirse en leyenda y está claro que lo consiguió, especialmente si se la compara con la rancia y muy católica aristocracia al uso.
Se ha dicho de ella, ayer mismo lo hizo Alfonso Guerra, como de una mujer muy libre, un piropo que, en labios de quien un día se erigió en líder de los descamisados sonaba cuando menos extraño y que, afortunadamente, fue desactivado por la cantante Paloma San Basilio, quien, con más sentido común y la conciencia de clase que cabría esperar de un ex vicepresidente socialista, puntualizó que con el dinero de la duquesa resultaba mucho más fácil ser libre.
Esa es la clave de la libertad y la simpatía de la duquesa, que, antes que duquesa era inmensamente rica y que la fortuna era suya y no de su primer marido y padre de sus hijos, lo que le ha permitido darse cuantos caprichos ha tenido hasta los últimos días de su vida.
Qué lejos su libertad de la de todos esos gitanos profesionales de la juerga que pagan los señoritos a cambio de unas "perras", más de un insulto y algún que otro abuso y muchos palos. No quiero con ello decir que haya sido esa la relación de Cayetana con sus compadres los gitanos, pero sí que esa ha sido la relación habitual de los de su clase con ella, que a veces resulta pintoresca, cuando no obscena.
Cuesta entender la pasión de radios y televisiones por este desaparecido personaje capaz de llenar horas y horas de programación con su vida, su salud, la de sus hijos y cuantos líos familiares han querido contarnos, pero más cuesta entender el despliegue de alguna prensa "seria", sin caer en la cuenta para contárnoslo de que su fortuna era la octava de España y de que el noventa por ciento de su extenso patrimonio no cotiza a Hacienda como lo hace el más desgraciado de los autónomos. Por eso me revelo, porque se han consumido ríos de tinta y litros de saliva en cantar las excelencias de esta latifundista, heredera de una fortuna procedente de los saqueos de aquel primer duque de Alba del que no procede su sangre, pero si sus títulos, castillos, palacios y tierras y apenas se hable de sus privilegios.
Pero no es sólo cosa de los periodistas, porque ayer Susana Díaz la presidenta andaluza a quien gusta recordar que es casta de fontaneros acudió a presentar sus respetos ante el cadáver de quien posee en el territorio en que ella gobierna muchas de las tierras que les faltan a tantos y tantos andaluces sin decir ni una palabra sobre ello, más preocupada quizá porque el secretario de Comunicación de Podemos, Íñigo Errejón, no cumple con el horario en su puesto, no con el trabajo encomendado, en una universidad andaluza.
Sé que las comparaciones son odiosas, más si uno de los comparados acaba de dejar este mundo, pero, a veces, algunas se vuelven casi un insulto.



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jueves, 20 de noviembre de 2014

CONTUMACIA CALCULADA



El catalanismo, no estoy tan seguro de que el soberanismo lo sea también, es un sentimiento natural y generalizado en Cataluña, en tanto que el independentismo se está convirtiendo en un problema, a todas luces artificial, que los más extremistas de uno y otro lado utilizan como combustible para el viaje electoral en el que continuamente viven, cuando no como pantalla tras la que esconder su verdadero rostro que en el caso de PP y CiU y en aspectos como el desmantelamiento del estado de bienestar o la corrupción, por ejemplo, no son tan distintos.
Tendemos a vivir el instante dejándonos arrastrar por lo que los medios deciden que es la actualidad, esas noticias con las que machaconamente se nos bombardea y se nos aturde mediante una curiosa forma de metaperiodismo en la que las agendas se convierten en noticia en sí mismas y en la que las opiniones de periodistas, políticos y "famosos" en horas bajas, todas mezcladas y estridentes, llevan más a un enconamiento sin salida que a un análisis sereno, más a levantar barricadas que a tender los puentes que llevarían a la solución.
El último intento para conseguir que la incompleta autonomía de Cataluña dejase de ser escenario de transacciones inmortales y alianzas contra natura fue aquel Estatut que aprobó por una abrumadora mayoría el Parlament de Cataluña y que aquí, en el Congreso, echaron abajo, pensando más en la proximidad de unas elecciones que en la solución de un problema que siempre ha estado y seguirá estando ahí, mientras no se dé satisfacción a las aspiraciones de los catalanes.
Aquel fracaso auspiciado por el Partido Popular produjo un enconamiento que supuso el hundimiento del PSC y devolvió el gobierno a CiU, con el apoyo externo de Esquerra, dispuesta a ser cola de león, sin involucrarse en el gobierno, que, anticipándose al gobierno de la nación, comenzó a blandir las tijeras de los recortes, especialmente en la Sanidad. Y fue entonces cuando abrumado por la protesta social Artur Mas disolvió el Parlament y convocó unas nuevas elecciones envuelto en el señuelo de la independencia, elecciones que dieron lugar a un Parlament más radicalizado, en el que los partidarios de terceras vías se vieron más arrinconados si cabe.
Y entonces Mas, en medio de la peor crisis económica de la reciente historia española, dio la espalda a los verdaderos problemas y hábilmente, con la ayuda de Esquerra, convirtió las aspiraciones de independencia en el único punto de su programa.
En Madrid y desde hace tres años, un Rajoy con mayoría absoluta se convirtió en el reverso de Mas y abrumado como el por la crisis, con un paro creciente y en medio de la voladura no tan controlada del estado de bienestar, con un desproporcionado aumento de la desigualdad social, con un partido sitiado por los jueces a propósito de la corrupción y con la pérdida como aliada de la iglesia más montaraz y ya sin la lucha contra el terrorismo como aglutinante, no vio otra salida para paliar su hundimiento en las encuestas que hacer del nacionalismo español, que existe y como, y del no menos cierto anticatalanismo ancestral latente en la sociedad española su luz y su guía.
Desde entonces, como los ciclistas que hacen "la goma" para tomar ventaja sobre el pelotón, Rajoy y Mas, Mas y Rajoy, han estado jugando al ratón y el gato y con nuestros medios retándose el uno al otro, anunciando uno la celebración de un referéndum imposible por el momento, recurriéndolo ante el Tribunal Constitucional que lo prohibió, el otro, respondiendo de nuevo Mas con una consulta más vistosa que efectiva el otro, con nuevo recurso ante el TC, nueva prohibición, y un nuevo envite del presidente catalán, no le quedaba otra, que celebrarlo pese a todo, sabiendo que, como quedó claro, nadie iba a cometer la torpeza de impedirla por la fuerza,
Y es entonces cuando Rajoy, que enzarzado en su pelea más o menos controlada con Mas, tranquilo porque la sangre no había llegado al río, descubre a su familia política azuzándole en la retaguardia, pidiéndole a gritos que saque la navaja de la fiscalía para acabar con el rival.
Y en esas estamos ahora, con la decisión de presentar una querella contra Artur Mas que, de aceptarse en los términos en que se va a plantear podría acabar con el presidente de la Generalitat, dos altos cargos de su gobierno y cuantos parlamentarios catalanes, como ya han hecho los de iniciativa, inhabilitados para cualquier cargo público. Menudo papelón el del fiscal general, obligado a presentar una querella que, si legalmente tiene sentido, políticamente puede abrir definitivamente la caja de los truenos en Cataluña, todo por la contumacia calculada de unos personajes que en ningún momento han sido claros en sus intenciones y que, en mi opinión, nunca han deseado la celebración de un referéndum, consulta, o como se quiera llamar, con garantías, porque saben que cuando, finalmente, los catalanes acaben por pronunciarse con sosiego y en libertad, a ellos se les va a caer la máscara que oculta su verdadero rostro, muy antisocial y de derechas.



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miércoles, 19 de noviembre de 2014

VIAJE CON NOSOTROS





Que nos tienen por gilipollas es ya más que una realidad y que ellos, aunque le moleste que les digan casta, se tienen por un grupo de escogidos con derecho a privilegios inconfesables, otra. Lo dejaron claro ayer, porque tuvieron la oportunidad, no ya de pedir perdón por excesos anteriores, sino la de evitar que se volvieran a repetir abusos y desmadres, poniendo coto al gratis total de los viajes de sus señorías y no lo hicieron.
Podíamos pensar, siendo generosos, que las reglas de juego de nuestra democracia, después de treinta y cinco años de vida, tenían algún que otro agujero que había que zurcir y que PP y PSOE, partidos ambos en caída libre por sus excesos, cuando no abusos, estaban dispuestos a tomar aguja, hilo dedal y ese legendario huevo de nuestras abuelas, para taponar con arte el agujero puesto al descubierto por el itinerante Monago. Podíamos pensarlo, pero estábamos equivocados, porque lo que hicieron ayer fue establecer un mecanismo que deja de nuevo en el misterio el destino y los costes de los viajes y a sus señorías en el más oscuro de los anonimatos.
Lo que aprobaron ayer PP y PSOE, reacios a ser tildados de casta, aunque no a comportarse como tal, fue agrupar el coste de los viajes de sus señorías por grupos y trimestres, frustrando cualquier atisbo de transparencia para que nadie sepa realmente quién viaja, dónde y por cuánto, reclamando nuestra confianza en el buen criterio de cada grupo para evitar excesos. Dicho de otro modo, sus señorías populares y socialistas encerraron los costes de los afanes viajeros de los diputados en un paquete de fondos reservados con menos transparencia que la que tendría todo el dinero que, estoy seguro, se ha invertido en operaciones antiterroristas, si no ilegales, sí inconfesables.
Mientras tanto, José Antonio Monago, exhibe con una mano las presuntas pruebas de su cada vez más increíble inocencia envueltas en la tinta de su descaro, mientras con la otra blande amenazadora la palma de su martirio, atribuyendo, como siempre, el pecado al mensajero. Lo más curioso es que, lo que para la mayor parte de la ciudadanía, es un escándalo de proporciones bíblicas, para los "colegas" del presidente extremeño no merece apenas comentarios y no sólo eso, porque sorprendentemente, su antecesor en el cargo, el socialista Fernández Vara, que, no hace mucho, promovió una moción de censura contra él, dice ahora que se niega a la lapidación de Monago, siendo el propio Monago quien más tierra y piedras ha echado sobre sí.
Observo todo esto estupefacto y recuerdo las únicas veces que he viajado en mi vida con cargo al estado. La primera en un tren, no sé si militar, pero sí cargado de reclutas como yo, camino del CIR de Araca, preocupado si no asustado porque iba a perder durante un año el control de mi destino, otra la que me llevó a mi destino en un cuartel ya inexistente en lo alto de la bella ciudad de Estella y, por último la que, camino de un nuevo destino militar en Madrid, me tuvo bastante más de doce horas subiendo y bajando de autobuses y trenes hasta llegar a mi ciudad. Todo, porque los billetes del viaje, pasaporte se llamaba, sólo eran válidos para los transportes más baratos, lo que me hizo vivir una de las noches más kafkianas de mi vida en un viaje tenebroso con este itinerario Estella, Calahorra, Zaragoza y Madrid, vestido con el uniforme y la boina de cazador de montaña.
No es que yo pretensa que sus señorías repitan mi odisea de aquel viaje, pero tampoco estaría de más que se cortasen un poco a la hora de gastar nuestro dinero, porque eso de que, para poner a salvo la sin duda necesaria discreción, se echen como ingredientes de una ensalada en la que comparten aderezo con viajes de partido, que pagamos todos los ciudadanos, votantes o no, o con viajes personales, si no de placer, convierte al Parlamento, Congreso y Senado, en una agencia de viajes "gratis total" para sus muy suyas señorías. Sí no, será como esas cenas de navidad, en las que nosotros, por un consola y un filetito de pollo, pagamos a escote el solomillo,  la langosta y el Vega Sicilia de los ejecurivos.



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martes, 18 de noviembre de 2014

¡POBRE RAJOY!


¡Pobre Mariano! Ya nadie le cree, ya nadie le obedece, al menos a la primera, ya nadie le cuenta las cosas que no cuenta el MARCA y los discursos que le escriben cada día son más malos y, lo que es peor, más inverosímiles. Tan mal están las cosas que el pobre Mariano tiene que irse al otro lado del mundo, a las antípodas, a sacar pecho por las "reformas estructurales", esas que han hundido en la miseria a uno de cada cuatro españoles, ante el único auditorio capaz de creerle todavía o de, cuando menos, hacernos creer que le cree.
No sé quién le ha dicho a este señor que el mundo es como él cree que es. No sé por qué ha podido llegar a pensar que, como su partido, se construye des de arriba, sin que importe lo más mínimo lo que piensan los de abajo. Acostumbrado como está a que su prensa amiga y, de vez en cuando, la que no lo es o no debiera serlo tanto pinten para él cada mañana una realidad confortable en la que los problemas encogen y los aciertos, o lo que ellos creen aciertos, engordan, no entiende que las cosas pueden escapar a su control y que la gente, al menos mucha gente, es autónoma y ya está cansada de sufrir y de llevarse todos los palos.
No sé quién hizo creer a Rajoy que los problemas se arreglan solos. Quizá haya podido llegar a esa conclusión después de ganar la presidencia del gobierno al tercer intento, quizá considera un éxito no haber cesado a ninguno de sus ministros, pese a que, algunos, estarían en lo más alto del ranking de los ministros más nefastos de la democracia. Sólo se han movido dos de las piezas del gobierno que llevó a la Moncloa, uno, Cañete, para sentar sus orondas posaderas en Bruselas y el otro, Gallardón, porque su ego y su ambición no supieron soportar el paradigmático silencio de Rajoy, que a base de luz de gas y ducha escocesa dejó que tan intrépido como ultramontano ministro acabase cocido en su propio jugo.
Rajoy que siempre ha estado en la sala de máquinas de un partido en el que se hace todo lo que se ordena desde el puente, un buque en el que la democracia sólo existe en las citas de Churchill y su lechero, no entiende que las monarquías absolutistas, por muy fuertes que hayan podido ser, tienen los pies de barro y el cuello de seda. Por eso, Rajoy no es consciente de que camina hacia el patíbulo de la Historia, no se da cuenta de que como ya le ocurriera a la UCD hace más de tres décadas, su partido corre el peligro de pasar de la mayoría absoluta a convertirse en segunda o tercera fuerza en el Parlamento, sin el honor, eso sí, de un pasado honroso como el que no pudo disfrutar Adolfo Suárez.
Hace tiempo que a Rajoy no le salen las cosas, como a la empalagosa familia de la película, le crecen los problemas. Tiene tres tesoreros  del partido en los juzgados, uno de ellos en la cárcel, y el juez, al parecer, va a por el tercero, los casos de corrupción se multiplican, sus barones se ponen en ridículo por una pantomima que pretende ser transparencia o por un quítame allá esos pasajes.
Tan mal le van las cosas a su partido que, de aquí en adelante, tendrá que controlar ese reflejo tan condicionado de aplaudirles o pasarles el brazo por el hombro cuando se vean en medio de un escándalo. Ya ni el fiscal acude raudo y veloz a cumplir sus deseos y el tiempo que éste ha tardado en reaccionar ha bastado para evidenciar las dudas de los profesionales del ministerio público sobre la idoneidad de presentar una querella contra el presidente catalán, al que, por otra parte, pretende hacer ver que se acerca.
Pobre Rajoy. Todo le da la espalda y todo parece conducirle hacia el final. Aunque, bien mirado, quizá ese sea su final feliz, porque yo siempre sostuve que, para Rajoy, no demasiado trabajador él, el mejor futuro consistía en ser expresidente, lástima, para él y para nosotros, que, para llegar a serlo, haya tenido que pasar cuatro años en la Moncloa.


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lunes, 17 de noviembre de 2014

DAR LA VUELTA A LA TORTILLA


Resulta muy enternecedor ver el interés que se han tomado los medios de comunicación de este país, especialmente algunos, en escrutar el pasado, las relaciones personales, los trabajos y los ingresos de los miembros, ya dirigentes por elección directa de noventa mil militantes, de Podemos. Cuánto me hubiera gustado que ese interés se hubiese extendido a otros partidos, aunque sólo fuese a los de más dudosa honestidad. Pero no, con esos se reúnen a comer y a tomar copas, se dejan intoxicar y, a veces les llevan a sus tertulias a lucir su gomina y su verbo chabacano.
Y cuando todo falla, cuando es poco o nada lo que se puede esgrimir en contra de los responsables del fenómeno sociopolítico más lógico y, paradójicamente, más sorprendente que de cuantos han visto la luz en este país, se recurre a acusarles de falta de experiencia o, incluso, de no ser más que un grupo de amiguetes de facultad, de profesorcillos entusiastas a los que se les va a caer encima el estado cuando comiencen a asumir responsabilidades tras las elecciones.
Curiosamente, si algo han demostrado en estos escasos ocho meses que llevan en activo es que les sobra prudencia, ya que todos los pasos dados por Podemos, aún a sabiendas del entusiasmo que despiertan en un electorado cansado de tanta decepción y de tanto "compañero" enriquecido, han sido cautos y suficientemente respaldados por la opinión generalizada de una militancia, no por selecta menos transversal y representativa que la de cualquier partido mayoritario que se tenga por tal.
Y es precisamente eso lo que exaspera a los editorialistas de todos esos periódicos que no supieron o no quisieron avisarnos de que nos la estaban dando con las preferentes, los que callaron mientras a Florentino Pérez se le extendía, lo hizo Zapatero, una quiniela con los catorce resultados acertados -el proyecto Castor- que acaba de cobrar ahora, a la velocidad de rayo, con un gobierno del PP. Lo que les pone de los nervios es que de la noche a la mañana van a perder toda la influencia atesorada a lo largo de todos estos años de democracia en los que, en lugar emplearse a fondo en su defensa, se han dedicado a justificar, maquillar o, directamente, tapar los graves atentados contra la misma de unos y otros partidos.
Todos estos medios que, por qué no admitirlo, trataron de emplear a Podemos o, en todo caso, a su ya secretario general, Pablo Iglesias, como cuña contra los socialistas en las últimas elecciones europeas, se sorprendieron de sus resultados, porque no supieron ver, como no supieron ver el 15-M, que el hoy ya partido es el canal a través se encauza y se refuerza todo el poder que los ciudadanos, sin saberlo, tienen en sus manos y que, lamentablemente, hasta ahora se dilapidaba en abstenciones exquisitas y votos en blanco.
No lo han sabido ver y por eso están asustados, porque no tienen una alternativa que ofrecer, porque el nivel de podredumbre es tan grande en los partidos tradicionales, la corrupción está tan extendida y tan arraigada en ellos que casi todos los nuevos líderes tienen un pasado que les hipoteca, que les ha congelado la conciencia hasta el punto de haber dinamitado uno tras otro todos sus principios. Por eso recurren a la falta idea de que son poco menos que unos pipiolos sin experiencia, que son una panda de amiguetes que se reúnen a tomar cañas y, como se aburren, han parido Podemos.
Se equivocan. Yo, por suerte o por desgracia, vi renacer la democracia en este país y vi la ilusión con que la gente la recibía. También he asistido más o menos conscientemente a su erosión por parte de quienes se erigieron en sus paladines, hasta el punto de que, como decía Alfonso Guerra de España, ya no la conoce ni la madre que la parió.
Hace unos días, charlaba con una amiga, militante del PSOE, que me insistía en todo esto, en la tan manida inexperiencia de Podemos, en limitar su origen a los pasillos de una facultad. Yo, entonces, recordé y le recordé la famosa "foto de la tortilla", en la que Felipe González, Alfonso Guerra, Luis Yánez, Manuel Chaves y otros cuantos socialistas hoy históricos, entonces pipiolos, compartieron merienda e ideas en un pinar sevillano. Estos que hacen sorna de la quizá pretenciosa aspiración de Pablo Iglesias de asaltar el poder, saben de qué habla el líder de Podemos, porque en su día tomaron al asalto el poder en el PSOE.
Aquella tortilla tan ilusionante entonces se ha quemado por uno de sus lados de tantos años en la sartén y creo que ahora es el momento de darle la vuelta para salvarla.


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viernes, 14 de noviembre de 2014

¿CUÁL DE LOS MONAGOS MIENTE?



A veces caigo en la tentación de pensar en la política, esa que los que están dentro llaman "sistema", aunque sólo sea para poder llamar antisistema a quienes intentan ponerle coto, es como una pegajosa tela de araña que atrapa al que cae en ella deslumbrado por la ambición o, por qué ponerlo en duda, por un generoso  espíritu de servicio. Cómo la trampa de la araña, la política, al menos esa de la que estamos tan hartos, está repleta de pegajosos privilegios que, como los cupones y los vales  de un supermercado persiguen la fidelización del "cliente" y, quién sabe, si cegarle para que acabe por no poder distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto o lo decente de lo indecente.
Mientras escribo esto, escucho al presidente extremeño revolverse contra quienes sacaron a la luz sus viajes a Canarias con la seguridad, la memoria y los datos que parece que durante todos estos días no ha sido capaz de mostrar. Y no salgo de mi asombra escuchándole hablar de las certificaciones de los motivos de sus viajes a Tenerife que le hace el mismo Senado que antes de ayer afirmaba carecer de un registro de los viajes de sus señorías.
Tiene también, y lo ha dicho, certificaciones -yo le llamaría coartadas- de compañeros de partido con los que se reunió y de los asuntos que trataron, planes de empleo, problemas del sector del tabaco y cosas por el estilo y yo, que debo ser muy torpe, me pregunto por qué si sus interlocutores en las islas, mejor dicho, en Tenerife, eran senadores qué carajo hacen los senadores en Madrid, con una costosísima cámara a su disposición, si les basta con un pasaje de avión y un ratito para tratar de tan importantes asuntos.
Ese es el gran problema: qué al parecer  nadie sabe para qué sirve ni cómo trabaja el Senado, algo que podría hacerse extensible a algunos diputados. Después de una semana, el señor Monago ha caído en la cuanta de a qué iba a Tenerife y lo ha hecho mediante un relato construido con todas y cada una de las coartadas, me temo que fabricadas, que le han facilitado sus amigos del partido y del Senado, algo que el presidente extremeño, para confundirnos, se empeña en confundir, porque, en cualquier caso, el grupo popular del Senado y sus encargos no son el Senado en sí mismo.
Pero,  a lo que íbamos, es muy difícil no dejarse enredar en las ventajas de que disfrutan sus señorías: dietas, ayudas al alquiler en Madrid, ciudad que parecen odiar por lo poco que tardan en volar desde ella, iPhone e iPads a tutiplén, viajes de hermanamiento con otros parlamentarios que, la mayoría de las veces no pasan de visitas turísticas que los primos pagamos a los hermanos, preocupantes fondos de pensiones, alguna que otra ventaja crediticia, comida café y gin tonics subvencionados y poco, aunque, eso sí, muy aburrido trabajo.
No puede ser que sus señorías se tapen el culo unos a otros y que, para ello, estén dispuestos a justificar lo injustificable. A hacernos tragar, por ejemplo, que la casa de la pareja sea el domicilio familiar al que el Senado tiene que pagarle el viaje todas las semanas ¿no se supone que representan a los ciudadanos de su circunscripción? ¿cuándo se supone que sabe de ellos y de sus problemas? Bien mirado y con una adecuada planificación, que para ello hay secretarias, podrían recorrer España y su diversidad.
Si os digo la verdad, lo de Monago puede ser cierto o no. Sus excusas son tan tardías y elaboradas que se vuelven en sí mismas sospechosas. Sus dudas, sus titubeos, sus versiones cambiantes no dan como para fiarse mucho. Menos aún da para confiar ese afán suyo por escudarse en el daño hecho a su imagen y a su familia, porque, señor Monago, lo que está en duda no es su vida privada, aunque sí su honorabilidad, porque, y no es la primera vez que lo digo, no se puede pasar de negarlo todo, de decir que sus viajes privados se los paga usted mismo, a anunciar entre lágrimas que va a devolverlo todo y regresar ahora a la primera versión encaramado a una montaña de certificados y extractos de sus cuentas bancarias, porque sólo uno de los tres o cuatro monagos que hemos conocido estos días dice la verdad. Ahora hay que decidir cuál y no descartéis que, si vuelve a ser pillado en un renuncio, lo achaque a un fallo de memoria convenientemente certificado por alguno de los ilustres médicos que militan en el partido.


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jueves, 13 de noviembre de 2014

JUEGO DE MANOS...



Correcto. Juego de manos, juego de villanos. Los madrileños lo sabemos cada vez más, pero, al parecer, no todos. Por eso, Esperanza Aguirre, mentirosa compulsiva, ha vuelto a sacar su mugrienta baraja de prestidigitador para desviar, para intentarlo al menos, la atención de su responsabilidad en el nombramiento de todos y cada uno de los cargos públicos de su partido implicados en la tramas de corrupción descubiertas hasta ahora, se llamen Gürtel o Púnica. Y la ha sacado para tratar de hacernos creer que varias decenas de esos cargos la engañaron, porque llevaban relojes discretos y porque no cambiaban habitualmente de reloj, de coche o de vivienda.
Mentiras de patas cortas, como ese primer y burdo intento de hacernos creer, en aquella infame rueda de prensa, que pedía perdón, sin mostrar el más mínimo arrepentimiento, ni mostrar el menor asomo de intención de asumir responsabilidades. Más bien al contrario, lo que más le preocupaba era poner distancia a toda prisa con quienes hasta antes de ayer, como quien dice, habían sido sus más directos colaboradores.
Por eso, cuando las redes se llenaron de sus fotos en "malas" compañías, cuando sus mentiras se iban desmoronando una a una, cuando comenzaban a circular chistes y comentarios sobre los talentos que ha cazado quien presume de dedicarse profesionalmente a ello -algún día sabremos quién y por qué le paga por un trabajo del que nadie sabe nada- la condesa se disfraza de Risto Mejide y nos organiza su propia Operación Triunfo con confesionario a la vista de todos para seleccionar a quienes ocuparán las alcaldías huérfanas de los pillados con las manos en la masa púnica. Y todo ello, ante la prensa y las cámaras para lucirlo en los magazines de tarde de las televisiones.
Vano intento, a mi modo de ver, éste de someter a un tercer grado de mentirijillas a quien, no hay que olvidarlo, iba en la lista del alcalde encarcelado y, de algún modo, consintió en sus tejemanejes. Y es que,  como dirían Trancas y Barrancas en una conocida campaña publicitaria, "No cuela", porque está claro que lo que pretende quien lo ha sido todo y aún hoy lo es en el PP madrileño es, como diría un castizo, "metérnosla doblada". Vano intento frente a una sociedad de gatos escaldados que ya no nos conformamos con ponernos a resguardo del agua fría, sino que sacamos las uñas a la más mínima gota.
Esto en cuanto a la madre del invento. Hablemos ahora del sonrojo que produce conocer a quien tuvo el dudoso honor de inaugurar la pasarela de candidatos. La buena señora, con uniforme completo de "pepita", con ese inverosímil tinte de pelo incluido, contestó como pudo a preguntas idiotas, más de merienda de amigas ante una taza de té que con datos contrastados  en su mérito o demérito, hasta el punto de que la propia candidata se vio obligada a aclarar que cómo iba a hacer otra cosa que hablar bien de sí misma, porque, dijo, sino iba a quedar como "un perro judío". Maldito subconsciente que aflora siempre cuando parece que ya todo ha acabado y deja ver resabios de cristiano viejo.
Y, por si fuese poco ese torpe lazo final que remató la pantomima de ayer, desde que vi y escuché los resúmenes que de ella se han dado en radio y televisión, tampoco tiene desperdicio otra afirmación de la mujer de rojo: "corromperse o no es una opción personal". Para qué leyes, para que la ética, digo yo, existiendo como existe el libre albedrío que todo lo justifica.
En fin, a lo que vamos, lo de ayer no fue más que un nuevo trile, un nuevo juego de manos de quien lleva décadas engañando a la mayoría de los madrileños, aunque espero que esta vez los trucos de la condesa ya no engañen a nadie.


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miércoles, 12 de noviembre de 2014

MONTESQIEU HA MUERTO



Una de las mayores aportaciones de la Ilustración a la creación de un hombre nuevo y, por ende, a la de la reforma definitiva del Estado, el abandono de la tiranía, fue la idea de la separación del poder diseñada por el barón de Montesquieu, que establecía la existencia de tres poderes que se controlaban y contrapesaban entre sí: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. La teoría, de principios del XVIII ha dado lugar hasta ahora a modelos muy perfeccionados de  democracias que, de repente, un señor de Pontevedra se ha empeñado en echar por tierra, controlando y pasando por encima de todos ellos sin que mover un solo pelo de la barba.
Es cierto que, de alguna manera, somos nosotros quienes tenemos la culpa de que este sea un país de mayorías absolutas y de que, cuando no lo es, las pequeñas minorías que garantizan la gobernabilidad se conviertan en amantes caprichosas o caprichosos que acaban el bolsillo y la honorabilidad del que ocupa la Moncloa. Somos nosotros quienes hemos propiciado el bipartidismo del que ahora tanto nos quejamos o los que nos hemos dejado arrastrar a esta situación, caldo de cultivo idóneo para tanta arbitrariedad, la misma que trae como consecuencia tanta corrupción.
La mayor parte de esa corrupción se produce en el escalón inferior de la administración, allá donde, en principio, la democracia está más cerca de los ciudadanos, en los ayuntamientos, y es justo en los ayuntamientos donde más se dan las mayorías absolutas o esas mayorías complementadas con el apoyo de independientes o pequeñas fuerzas que, curiosamente, se quedan siempre con la concejalía de urbanismo o de servicios que son las que más oportunidades brindan para el trapicheo o la corrupción.
Sólo un buen reparto de las sillas en los plenos garantiza el debate y el control necesarios para que queden garantizados los derechos y los intereses de los ciudadanos. Del mismo modo, en la política autonómica o nacional, también la diversidad en los parlamentos garantiza ese necesario control. Y se ha visto que, por desgracia esa diversidad suele brillar por su ausencia. Pero, para cuando tal cosa ocurre, está, debe estar el poder judicial, el que permite a un ciudadano cualquiera poner en cuestión los actos de la administración, sabiendo que la tercera pata del Estado va a ser neutral y no se va a dejar acogotar por el poder o la política.
Después de muchos años de decepciones, los españoles estamos empezando a recuperar la confianza en esa tercera pata capaz de poner contra las cuerdas a personajes como Bárcenas, Acebes, Blesa o Rato. Algunos hemos recuperado la fe en jueces y fiscales que, también en los policías a su servicio, capaces, no sólo de desenmarañar madejas de favores, comisiones y mordidas, sino de poner sitio y asaltar, si es preciso, la sede del partido más poderoso de la nación. Por eso, situaciones como las de estos días a propósito de Cataluña, en las que queda claro que la justicia se convierte en cancha de lo que debería dirimirse en el terreno de la política y que la cancha está desnivelada porque el balón rueda a favor del gobierno, resultan desesperanzadoras.
Escuchar anoche a Alicia Sánchez Camacho usurpar, o al menos confundir, en una televisión, el papel de la fiscalía es descorazonador, porque se supone que el fiscal, los fiscales, toman decisiones al margen del gobierno, al que informan de las mismas, pero no al partido que lo sustenta. Lo de la señora Camacho anoche anunciando querellas contra Mas y otros cargos de la Generalitat fue muy sonrojante.
Gestos, como el de sustituir el necesario diálogo por recursos al primo de Zumosol en que se ha convertido el Tribunal Constitucional o tratar de inhabilitar en los tribunales a un Mas reforzado por esa torpeza dan idea de que a este gobierno ya no le basta con controlar Parlamentos y medios de comunicación y, ahora, pretende ejercer el poder conquistado en los Tribunales y la Fiscalía.
En resumen, A Rajoy le molesta Montesquieu y quiere darle por muerto.



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martes, 11 de noviembre de 2014

EL ÚLTIMO QUE APAGUE



Están nerviosos. No hay duda de que lo están. La prueba más evidente está en que están modificando su conducta pública, cambiando el cinismo y el disimulo tramposos por la bronca y el enfrentamiento abierto con la prensa, algo que fue la imagen de marca de aquel Carlos Fabra acorralado, cuando vio claro que, antes o después, acabaría en la cárcel, en la que aún no ha entrado por el pánico que tienen el gobierno y el partido a que acabe hablando y contando el porqué de su "barra libre" en Castellón y el de su "apoyo" incondicional a Rajoy, que aún sigue cobrándose.
No sé si porque los procesos por corrupción en curso van abriéndose tojos y obscenos como los frutos del granado cuando maduran, no sé si porque los jueces le han perdido, si es que lo tenían, el miedo al poder, que ironía, no sé si porque los ciudadanos, y especialmente los funcionarios, han decidido no callarse más, no mirar hacia otro lado, pero lo cierto es que los escándalos y los abusos de esa vida muelle que han vivido en este país los políticos de la casta y de la caspa, con o sin consecuencias en los juzgados, con o sin imputaciones, pero, siempre y cada vez más, con el reproche ciudadano y, ahora sí, la voluntad de denuncia de los medios, no paran de surgir, ocupando ya, prácticamente, las dos terceras partes de la información que reciben los ciudadanos que, en sus conversaciones, dudan entre hablar de fútbol o hacerlo de cotinos, monagos, granados o, ahora, graus.
Sin salir de Valencia -Madrid y Valencia son el paradigma de la corrupción popular, aunque Valencia está claro que es más fallera- fijémonos en Alfonso Grau, el vicealcalde de Valencia, número dos de Rita Barberá, que ayer en una rueda de prensa intolerable mostró con descaro, con falta de respeto a la prensa y a la ciudadanía y con toda la mala educación de que fue capaz que se pone por montera la autoridad de Alberto Fabra, presidente del PP valenciano y la del juez instructor del Caso Nóos. Y lo hizo diciendo que se saltaba las "líneas rojas" marcadas por Fabra, porque, como dijo, él tiene las suyas propias, y lo hizo en una rueda de prensa que había convocado porque le dio la gana. Lo que deja claro que ni en Valencia ni en Alicante respetan ya los designios de la dirección del partido en Valencia.
No son de extrañar los nervios de Grau, porque esa misma mañana se había sabido de la imputación del ya dimitido y beato Juan Cotino, hasta hace poco presidente de las Cortes Valencianas, por sus tejemanejes a la hora de contratar, a costa de la desaparecida Radiotelevisión Valenciana, por un precio más que hinchado la sonorización de la visita del papa Benedicto XVI, visita que le permitió esconder el horror y las responsabilidades del accidente del metro, sucedido horas antes de la llegada del visitante, con decenas de muertos.
Esto en Valencia. Pero fuera de Valencia la cosa no pinta mejor. Monago es pillado in fraganti en ese sainete viajero con su amiga colombiana de Tenerife y Monago, en una esquizofrénica sucesión de fases, primero indignada dignidad, luego resignada, lacrimosa y contradictoria contrición, eso sí, sin el más mínimo asomo de asumir responsabilidades, sin plantearse la salida de la dimisión, menos con el apoyo de Rajoy y su partido que aplaude una cosa y la contraria. Y cuando parece que está agotada toda nuestra capacidad de sorpresa en este asunto, aparece un diputado de Teruel, sorprendido en los mismos viajes y en la misma compañía al que, esta vez sí, es obligado a dimitir por su presidenta regional, Luisa Fernanda Rudi, con lo que Rajoy queda, una vez más, con el culo al aire.
Son sólo unos ejemplos, pero dejan a las claras cuál es el panorama del PP, un partido en absoluta descomposición, en el que son tantos y tan diversos los escándalos  abiertos y con intereses tan diversos, con tantas imbricaciones en tantos niveles que la madeja está a punto de desquiciar o de ahogar a dirigentes y militantes. No sería de extrañar que, de aquí a poco tiempo, comiencen  a brillar las navajas y los secretos en las sedes del partido. De ahí al apocalipsis del PP, con esta nueva actitud dela justicia y la sociedad hacia ellos, no hay apenas trecho.
Cuando eso ocurra, el último que apague la luz de la carísima sede de Génova 13 y el resto que paguen.


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lunes, 10 de noviembre de 2014

FINAL FELIZ


Me encantó ver ayer las imágenes de colas en Cataluña, bajo la lluvia, al sol, con frío o sin él. Para mí, más allá del resultado, de su legalidad, de su utilidad o de su validez, que creo que no la tiene, porque no hubo garantías exhibibles ante ningún tribunal de aquí o de allá, más allá de todo eso, lo importante fueron esas colas de gente ilusionada y necesitada, deseosa de ser preguntada, Para mí, esa es la imagen de ayer, la de toda esa gente disponiendo de su día de descanso para expresarse. Y el valor democrático de esa imagen comienza y termina en la misma fila, porque no quiero entrar en los interesas de los convocantes, ni en la inexistencia de un censo, ni en la extensión de los convocados a los mayores de dieciséis años, lo que deja la consulta fuera de toda comparación con anteriores llamadas a las urnas.
Me encantan esas colas. Me recuerdan a mis primeras consultas, en las que las colas de votantes eran una fiesta. Nada que ver con las colas. Por eso ayer sentí envidia cuando comprobé que las únicas colas existentes en Madrid eran las de la lotería de Doña Manolita, en la calle del Carmen, o las de los comedores sociales y los bancos de alimentos, algo que no parece preocuparle  tanto al gobierno y su partido como dice que le preocupa la unidad de España, preocupación  que manifiesta siempre que puede, incluso delante de figuras de madera o escayola.
Me importa la gente de las colas de ayer ante los puntos de votación, desde la última que esperaba paciente su turno y hasta que alcanzaba la mesa. El resto, forma parte no de la ilusión y la esperanza en un futuro mejor, sino de la utilización, de la manipulación de esas esperanzas e ilusiones para ocultar problemas más inmediatos como esas colas ante los comedores sociales que, seguro que, también, se repiten en Cataluña o las colas ante las oficinas de empleo que hoy habrán abierto en Cataluña.
No le gustaron a Rajoy, el político más torpe y más cobarde que ha ocupado la presidencia del gobierno en España, ha cometido un error tras de otro, desde que, aún en la oposición, decidió, acosado por sus barones, echar abajo en el Congreso aquel Estatut aprobado por el Parlament de Catalunya que, quién sabe si quizá, hubiese zanjado o al menos hubiese sido el comienzo de una solución para eso que eufemísticamente llamamos "el encaje de Cataluña en España". No le gustó, porque su torpe intento de que el Tribunal Constitucional prohibiese la consulta se convirtió en el mayor acicate para que los catalanes que quisieran se acercasen a las urnas,
Tampoco a esos partidos pequeños y no tanto que se oponen siempre a la consulta, porque saben que, una vez disipada la duda, quizá se quedarán sin su mayor argumento para tocar a rebato en busca del trasnochado sentimiento nacionalista español, ese miedo ciego e inconsciente a Cataluña y los catalanes que de vez en cuando siembran o azuzan, boicoteando embutidos y cavas, recogiendo firmas o amenazando con "españolizar" a los niños catalanes.
Creo que la jornada de ayer no resolvió nada, pero, sin embargo, ayudó,  a quien así quiera verlo, a aclarar muchas cosas. Y creo que el hecho de que se pueda celebrar el referéndum es algo que cada vez está más cerca. También creo que el resultado de ese referéndum acabará sorprendiendo a más de uno, porque, si se hace de común acuerdo entre el gobierno de España y el de Cataluña, no estos, naturalmente, y se defienden desde la calma una y otra postura, si, desde "Madrid", se explica por qué queremos que los catalanes se queden en lugar de por qué nos oponemos a que se vayan, probablemente estaremos más cerca de Escocia, lo que, con el día después ofrecido por Cameron a los escoceses sería sin duda un final feliz para Cataluña y, no lo dudéis, también para España.


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miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL 9-N COMO SALVAVIDAS DE RAJOY


El gobierno Rajoy podía habernos ahorrado el espectáculo de que todo un Tribunal Constitucional, al tomar en consideración su demanda para prohibir la consulta del domingo en Cataluña, haya otorgado de nuevo la palma del martirio al president Mas, que tan necesitado andaba de ella en los últimos días. No me cabe la más mínima duda de que a corto plazo, el recurso del gobierno ante el Tribunal resultará ser una torpeza, puesto que resucitará los sentimiento de agresión exterior y castigo que tan queridos le son al nacionalismo. Es más, creo que esta prohibición llevará a las urnas a muchos de quienes a estas horas quizá hubiesen decidido no participar en algo que, como alguien dejó ya bien definido como una "manifestación con justificante de presencia".
Rajoy podría haber esperado al lunes para, a la vista de la participación de la consulta, valorarla y, en su caso, demostrar el escaso valor que tiene  al no contar con la más mínima garantía, no ya como expresión democrática, que a mi juicio la tiene, aunque no mayor, en todo caso, que la que tuvieron en su día la exitosa uve de la última diada o la cadena humana que recorrió de norte a sur la espina dorsal de Cataluña.
A uno le dan ganas de exclamar ¡qué torpeza!, pero se le pasan rápido cuando cae en la cuenta de que el gobierno presenta su recurso en medio del ciclón mediático y político desatado por la Operación Púnica y a sabiendas de que la encuesta del CIS, aún en la sala de maquillaje, certifica el desgaste, desplome diría yo, que la corrupción, por fin, está causando en sus expectativas de voto. Y es que uno está cansado de ver como este gobierno hace uso en cuanto lo necesita de la llamada al somatén del nacionalismo español en cuanto ve bajar su solidaridad. Lo ha hecho durante años con el terrorismo de ETA, que, querámoslo o no, le reportó dividendos electorales hasta el punto de cegarle al tratar de instrumentalizar el 11-M en su propio beneficio, y lo ha hecho siempre que ha podido agitando como señuelo electoral ante el torpe resquemor ignorante de una parte, por desgracia demasiado grande, de los españoles cualquier fervor nacionalista en Cataluña.
Creo por tanto que lo que pretende Rajoy, elevando a la categoría de referéndum esto que no pasa de ser una demostración de fe independentista, y ni siquiera por parte de todos los participantes, es cambiar las portadas de los periódicos y darnos a columnistas, contertulios y blogueros otro hueso que roer y dejar así tranquilas sus ya las doloridas posaderas de su partido.
Que no vamos a hablar de otra cosa está garantizado, y estoy seguro que la desastrosa, para el partido del gobierno, encuesta del CIS, ha estado durmiendo en el congelador para posar el ruedo informativo con este otro toro en la arena. Cualquier denuncia, cualquier incidente, cualquier cartel ilegal retirado, cualquier incautación de urnas va a robar minutos de telediario al "careto" de Francisco Granados y sus compinches y Rajoy ya sabe por experiencia que, si se consigue sacar de las primeras un asunto, éste acaba durmiéndose en las conciencias de los ciudadanos.
No fue una buena noticia la presentación del recurso. En cuanto a la admisión a trámite del Tribunal Constitucional, era inevitable. Otra cosa es el nuevo paso dado por Mas, denunciando al Gobierno por abuso de autoridad ante el Supremo, que no es más que un nuevo capítulo de ese juego del gato y el ratón que tan entretenidos tiene a los medios, especialmente a los catalanes, y que impide que los ciudadanos hablemos de lo que tenemos que hablar.
Ya tenemos otro hueso, así que vamos a roerlo, mientras el PP a lamerse las heridas y a buscar una salida en la cloaca en que está metido. Quién iba a decirnos que el 9-N iba a servirle a Rajoy para salir del agujero y que iba a ser su salvavidas.



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martes, 4 de noviembre de 2014

LA MANO EN LA BASURA



Supongo que muchos de vosotros, como yo, os habréis preguntado por qué, desde que la democracia llegó a este país comenzaron a desaparecer de los municipios servicios imprescindibles como el de la recogida de basuras, que fue de los primeros en privatizarse, para ser sustituidos por contratas, Si os digo la verdad, nunca lo he entendido, nunca me han salido esas cuentas que dicen que, por menos dinero de lo que costaba mantener el servicio de limpieza de cualquier ayuntamiento, se garantizaban ésta y el beneficio para el contratista. Puedo llegar a entender que se contraten servicios que no sea necesario prestar siempre y en todas partes, pero nunca la limpieza, la jardinería y otros servicios imprescindibles de una gran ciudad.
En Madrid, la ciudad en la que vivo, hace ya mucho tiempo que el ayuntamiento dejó de tener sus propios servicios de limpieza,, aquellos barrenderos del carretón y el uniforme de pana, con sus enormes cepillos, sus palas y sus mangueras. Aún recuerdo el sonido característico de su trabajo, rematado con el rumor del agua y el frescor que subía de la calle cuando la regaban. Hoy, todo eso no es más que un recuerdo, quizá idealizado, pero un recuerdo, porque, hoy, Madrid es una de las ciudades más sucias de España y, probablemente de Europa.
Y, todo, porque aquel despeñadero que comenzó ya con Tierno, con aquella polémica contrata que, por oponerse a ella, le costó la carrera a Alonso Puerta, ha alcanzado con Ana Botella, una niña bien ya talludita, capaz de supervisar el cumplimiento de los servicios mínimos de una huelga de limpieza con abrigo de pieles y zapatos de tacón, que irresponsablemente ha dejado los servicios de limpieza y los de parques y jardines de Madrid reducidos a su mínima expresión, con el resultado de una ciudad sucia, de calles a veces malolientes, en la que pasear bajo los árboles de esas calles puede ser peligroso, después de unificar todos esos servicios en un sólo contrato tan barato como imposible de cumplir.
Todo esto viene a que desde aquellos tiempos de que os hablo se nos ha venido estafando en este y en otros servicios municipales y autonómicos que sería imposible enumerar, pero que incluyen desde esa limpieza que no lo es, al servicio de ambulancias, pasando por la teleasistencia o al catering de los servicios de comedor de los colegios públicos. Una serie de contratas que siempre, ahora también la gestión de las escuelas infantiles, está en manos de constructoras, de toda esa gente del pelotazo, la que hizo su fortuna a la sombra de las recalificaciones de terrenos de sus ayuntamientos amigos y que ahora, ante el estallido de la burbuja, se han reconvertido en contratistas, otra especie parásita de los municipios que, con la apropiada dosis de lubricante, les conceden los servicios pese a que su oferta no sea ni la más barata ni la más completa.
Se lo escuché ayer a una sindicalista y tenía razón. Agotado ya el negocio de comprar secarrales o campos de cereal para, con la ayuda de un partido o de unos amigos concejales, revenderlos como terrenos edificables o edificarlos directamente, el dinero amasado con aquel cemento es ahora el capital reconvertido de esas empresas que sólo tienen uniformes, algún que otro vehículo serigrafiado con el logotipo de la empresa y capataces que garanticen la explotación de un personal mal pagado y casi siempre explotado que, para poder vivir, tiene que combinar dos de estos trabajos o hacerse con otro en la economía sumergida.
Creo que esta sindicalista tiene razón. Las contratas, lo sabemos por la serie Los Soprano, no son más que una evolución de aquellos pelotazos de los ochenta con la que partidos o concejales inmorales se hacen con el dinero de los ciudadanos, rebajando la calidad de los servicios que reciben, mientras el dinero de nuestros impuestos acaba en los bolsillos de personajes como los caídos hace una semana en la operación púnica. Gente que mete mano en la basura o que transforma en basura todo lo que toca.


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lunes, 3 de noviembre de 2014

SÍ, PODEMOS


Cuando, hace ya bastantes meses, el descontento ciudadano que afloró en las calles y en las plazas de toda España comenzó a ponerse en marcha, a reconocerse, a reconocer su fuerza y a organizarse, no tuvo sino el desprecio de los partidos tradicionales, esos a los que ya resulta muy difícil no nombrar como casta. Cuando la ciudadanía, harta de no obtener respuestas ni soluciones a sus problemas de esa casta en la que había confiado, comenzó a movilizarse contra problemas concretos como el de los desahucios, la falta de becas, el empobrecimiento a ojos vista de la sociedad, el cierre de los espacios públicos de participación, la subida y el deterioro del servicio en los transportes públicos, el intento de privatizar y deteriorar la sanidad pública, comenzó a tomar forma, a materializarse, en protestas concretas, en marchas, encierros y escraches, ese desprecio por tan molesto run se transformó en un problema que el gobierno y el partido que lo sustenta trataron de combatir inoculando miedo en la ciudadanía.
Mientras tanto, los descontentos habían demostrado su fuerza en más de una ocasión concentrándose en torno al Congreso sin que ni uno sólo de los diputados socialistas tratase siquiera de acercase a los que se manifestaban, que una y otra vez fueron disueltos con violencia por los anti disturbios que por demasiado tiempo se convirtieron en la única respuesta del Estado a las propuestas de los ciudadanos.
PP y PSOE parecían no darse cuenta de que el país había superado con creces el umbral del dolor ni de que, a partir de ese momento, cualquier agresión, cualquier recorte en sus derechos no iba a quedar sin respuesta.
Seguían a la suya, mirándose el ombligo o, mejor dicho, el escaño o el sillón de concejal que, al fin y al cabo hacía ya tiempo que se había convertido en su puesto de trabajo y en su fuente de ingresos no siempre lícitos. Por eso, confiados en que las elecciones eran sólo cosa de dos, en que su único riesgo era, como mucho, el de la alternancia cada cierto tiempo en el poder, con lo que era posible mantener las estructuras y las influencias que les han permitido durante tanto tiempo revolcarse en el lodo con empresarios sin escrúpulos en beneficio mutuo a costa de los ciudadanos.
Pero llegó mayo y, con él, la sorpresa de las elecciones europeas en las que, ante el asombro de todos, el suelo se abrió bajo los pies del PP y, especialmente, el PSOE, y Podemos, una de las expresiones en la urnas del descontento ciudadano, superó todas las expectativas, del mismo modo que ninguno de los sesudos analistas de los medios de  comunicación fue capaz de anticipar en su día la aparición del 15-M, prueba evidente de que el poder, también el de los medios, desconoce, y los desconoce porque los ignora, los sentimientos y las necesidades de la gente. Llegó mayo y, con él, la irrupción de Podemos en el Parlamento Europeo como una realidad cuyas posibilidades no han dejado de crecer desde entonces.
Finalmente, ayer nos desayunamos con los datos de una encuesta, la de Metroscopia para EL PAÏS, en la que, por primera vez, Podemos, con el apoyo de uno de cada tres ciudadanos, se convierte en la primera fuerza política, con el PSOE, estabilizados en sus malos resultados y el PP en caída libre. Y, ante esa evidencia, no cabe más que reconocer que la sociedad ha despertado por fin, volviendo la espalda a quienes dese hace décadas han gobernado de espaldas a ella. Habrá quien se aventure a decir que el voto a Podemos será el voto de la rabia. Yo más bien me inclino a pensar que, más bien al contrario, es el voto de la esperanza, el voto recuperado de quienes llevan años absteniéndose sumado al de quienes como yo, esperan cambiar las cosas, bien porque sea Podemos quien obtenga poyo suficiente para cambiarlas, bien porque su fuerza se convierta en la cuña que fuerce a "la casta" a transformarse y transformar la legislación para que la corrupción se dificulte y, sobre todo, se castigue.
Hace un rato escuchaba a Iñaki Gabilondo reconociendo el mérito de Podemos al haber encauzado el descontento ciudadano ya que, de no existir como alternativa, probablemente, toda esa frustración y toso ese malestar estarían en la calle. Podemos se consolida y con esa consolidación vuelven la fe y la esperanza en un sistema claramente mejorable y que, sin duda, controlado como estará por sus bases, Podemos luchar por mejorar.
Hace ya tiempo que dije que mi voto que, esta vez sí, será para Podemos o lista que apoye Podemos, lo será, más que al partido de los círculos, a quienes, como yo, les voten, porque por más que nos hayan hecho creer los contrario, sí, podemos.



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