viernes, 19 de diciembre de 2014

DESESPERACIÓN



Esta mañana, como muchos, me he despertado con la noticia de que alguien, un empresario en la ruina y desesperado, nos decían en un principio, había empotrado su coche, con dos bombonas de butano, contra la sede nacional del Partido Popular de la calle Génova. Afortunadamente, ni las bombonas explotaron, ni quien se decía empresario era tal. Todo quedó al parecer en un delirio, sin las graves consecuencias que podía haber tenido, de un hombre con algún antecedente psiquiátrico. Lo grave, lo preocupante, es que, durante unas horas, la versión de que el incidente que ha paralizado una parte importante de este Madrid somnoliento de viernes prenavideño era la acción desesperada de un empresario arruinado que atribuía su desgracia al gobierno del Partido Popular, a todos nos pareció verosímil.
Afortunadamente, insisto en ello, lo que ha pasado esta madrugada no ha sido obra de uno de tantos millones de españoles que han visto como, desde que el PP llegó al gobierno y acusados de haber estado viviendo por encima de sus posibilidades, su vida se ha ido devaluando hasta niveles que ni siquiera los más viejos eran capaces de recordar. Y todo, mientras se descubrían, uno tras otro, los escándalos que han llevado a prisión a unos cuantos colaboradores y amigos del gobierno, mientras bastantes más esperan a sentarse en el banquillo, todos por haber desvalijado las arcas públicas, al tiempo que ese mismo gobierno podaba con sus tijeras la felicidad y el bienestar de los ciudadanos.
De momento, lo que podría haber sido una enorme tragedia se ha quedado en un susto y, siendo como son los madrileños, no hay que descartar que acabe en comedia. Y qué bien que así sea, porque sólo faltaba, con la paranoia interesada de algunos portavoces del partido atacado en su sede y la de todos esos medios que le son afines, que el coche hubiese hecho explosión, por un lado, y que el incidente hubiese sido obra de alguna banda organizada.
Y menos mal, porque tenemos un ministro del Interior, curiosamente el que tiene el despacho más cerca de la sede popular, presto siempre a sacar la porra, y presto a mandar a sus robocops contra los ciudadanos, para coserles a palos y multas, y más si le sale bien lo de la ley mordaza, con la que, si quiere y con su paranoia, podría perseguir éste y otros blogs parecidos.
A estas horas, los artificieros de la Policía continúan trabajando en el "coche bomba" para descartar completamente cualquier riesgo para las personas, porque, recordemos, el vehículo está empotrado en la entrada del edificio, pero vamos conociendo detalles de la identidad del individuo que lo conducía, al parecer un ex toxicómano que había sido tratado en varias ocasiones e hijo del alcalde, socialista, de una pequeña localidad turolense.
Eso es lo que me da más miedo, que comience a ponerse apellidos a lo que parece más un delirio que la acción desesperada de un afectado por la crisis, no descarto que él lo sea,  contra un símbolo de quienes cree responsables de su desgracia. Eso y el que hayamos creído posible, como nos contaron en un principio, la historia del empresario en ruinas que transforma su desesperación en venganza.
Se momento, el más perjudicado va a ser el jovenzuelo Nicolás, que se va a ver privado de los focos y las cámaras el día de su declaración ante el juez, mientras los conspiranoicos aplauden con las orejas el nuevo filón que se abre para disfrute de sus mentes enfermas, ganancia de pescadores sin escrúpulos en el río revuelto de la desesperación.


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jueves, 18 de diciembre de 2014

COLGADOS DE LA BROCHA



Recuerdo, no sé si los más jóvenes lo podéis hacer, aquella frase del pequeño Aznar, encaramado en la guerra de Irak, con la que venía a proclamarse como adalid de una misión que no era otra que la de sacar a España del rincón de la Historia. Supongo que lo decía aturdido y un poco intoxicado por el recio aroma de su amigo Bush, aquellos días en que, por lo que sabemos, le dio por jugar a vaqueros con tan nefasto personaje, mientras preparaba sus clases de inglés y su retiro dorado de puertas giratorias junto al ultraconservador depredador Rupert Murdoch, de quien cobra sueldos millonarios y para quien viene haciendo desde entonces trabajos de lo más sucio.  
Pues bien, para acercarse al vaquero borrachín y pendenciero George W, Bush, el pequeño Aznar desmontó la que hasta entonces prudente política exterior española hacia Cuba, política exterior que, orientada más, quizá, a las relaciones económicas, constituyendo una cabeza de puente, pensando en un más o menos lejano futuro de la isla sin Castro, al tiempo que España hacía valer su papel de mediador con la entonces opulenta Europa.
Toda esa labor, a veces incoherente, que llevó, por ejemplo, al redescubrimiento de la isla por gran número de empresas españolas, especialmente en el sector turístico y por los millones de turistas de nuestro país que comenzaron a practicar ese turismo de alguna manera solidario que llevaba a Cuba artículos hasta entonces "bloqueados" o escasos y esos dólares tan necesarios para la economía de la isla. Un turismo que acabó degenerando en otro más zafio y venéreo que no buscaba otra cosa que satisfacer carencias y perversiones en las necesidades de las cubanas y los cubanos, todos aquellos esfuerzos, todas esas duras negociaciones las tiró por la borda Aznar con su política, abriendo entre Cuba y España ese enorme abismo que nos ha dejado fuera como actores de la gran noticia de ayer, la futura reapertura de embajadas en Washington y La Habana.
La torpeza del pequeño Aznar y sus sucesores nos han dejado fuera de la feliz negociación, otra vez en el rincón de la Historia, detrás de uno de esos muebles que se colocan para tapar los defectos de la pared o las manchas de humedad en la pintura. Todo, por no contar con que la Historia se mueve ni con que la democracia mueve los gobiernos de las naciones, haciendo que, a veces, a uno y otro lado, en unos y otros países, las palomas se comen a los halcones.
No sé cuál será el futuro de Cuba, una tierra tan martirizada por la intransigencia de su vecino como por la obstinación de lo que comenzó en revolución y acabó en dictadura. Sólo sé que, si por fin se abre al mundo, si por fin dejan que se abra al mundo, ese futuro será mucho más feliz, algo que hasta ahora no parecía importarles a los Castro. Y, en ese futuro, nos habremos quedado otra vez colgados de la brocha, después de haber hecho el trabajo sucio para quienes ahora se sentarán a la mesa de la prosperidad cubana. Tan colgados de la brocha como Maduro y el chavismo que, quizá buscando su homologación con la revolución cubana, cedió gran parte de su riqueza energética a la Cuba que quizá haya comenzado a darle la espalda.


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miércoles, 17 de diciembre de 2014

PÁNICO A PODEMOS


A seis meses de la cita con las urnas, el sistema, y me refiero al de las multinacionales, el IBEX 35 y los especuladores, en resumidas cuentas, el suyo, que no el nuestro, se movilizan a toda prisa para sacar a la luz todo aquello que, a su modo de ver, pueda dañar la imagen de la formación que, sólo con la sombra de un cada vez más que hipotético voto masivo a sus candidaturas, ha sido capaz de provocar el mayor terremoto político que recuerda este país que poco a poco despierta de su sueño de cordero inducido por una falsa sensación de opulencia que los malditos delincuentes de cuello blanco aprovecharon para despojarnos de derechos y riqueza.
Son los mismos que, después de haber meado en plena euforia el avispero, temen ahora el aguijonazo de la sociedad, tan cansada y desengañada, en un país saqueado por unos y por otros, sin que nadie, ni siquiera quienes se decían de izquierdas, haya hecho nada por defender a los ciudadanos a los que poco a poco se les ha privado del bienestar, del trabajo y, ahora, sus más elementales derechos.
El PP llegó al poder con la intención de resucitar la hegemonía de la oligarquía, empobreciendo a las clases medias a los trabajadores de la riqueza de una sanidad y una educación públicas y gratuitas, su única oportunidad de romper las barreras sociales, por el contrario y con la pasividad o la anuencia de quienes, desde el PSOE, se dicen socialistas, han agrandado el foso que separa a los cada vez más ricos de los cada vez más pobres.
Y no es, como pretenden algunos que quienes votaron y piensan votar a Podemos se hayan vuelto locos o estén siendo engañados por bolivaristas sin escrúpulos, poco menos que piratas ávidos de su sangre y sus riquezas. Qué va. Lo que ocurre es que esos ciudadanos han recuperado la cordura y, con los ojos bien abiertos, están viendo claro que quienes sí les engañaron fueron todos aquellos que les hablaban del mal menor, el bien común o el voto útil, y es precisamente por eso que los impostores temen ahora su reacción.
Las grandes empresas, las que, desde que comenzó la crisis, han multiplicado sus beneficios, las que desmantelan factorías una vez cobradas todas las ayudas públicas a cambio de crear empleo, dejan nuestro país y se marchan, como hacen las sanguijuelas y garrapatas, para instalarse en otros países con nuevas ayudas económicas, con salarios más bajos, con legislaciones más laxas que dejen a sus trabajadores menos protegidos. O eso, o hacen todo lo posible para "bangladeshizar" a la sociedad española, para convertirnos en ciudadanos resignados a que ellos o sus hijos no cobren los salarios dignos o disfruten de las condiciones dignas que tantos años de lucha y, por qué no, tanta cárcel y tanta sangre costó conseguir.
Han entrado en pánico y desde las instituciones de dentro y fuera de España se agita el espantajo de la caída de nuestra economía, como si lo que ellos defienden no hubiese hundido ya nuestras vidas, por eso dejan que se hable de reuniones y acuerdos para que las grandes empresas, las del IBEX 35, se marcharían de nuestro país ¡cómo si ya no estuviesen llevándose a paraísos o limbos fiscales lo que ganan aquí! Han entrado en pánico y andan buscando e las vidas de quienes han decidido que son sus enemigos para arrojar sobre ellos cuanta basura encuentren. Y no paran en barras en su propósito. Les da lo mismo mentir que exagerar y son capaces de convertir, como ayer hizo ELPAÍS, la declaración de la renta de Pablo Iglesias en algo vergonzante, cuando no es muy distinta de cualquier ciudadano de clase media con una cierta notoriedad pública y presencia en los medios.
Tienen miedo, sienten pánico ante el hecho de que Podemos pueda dividir en tres pedazos la tarta del poder y, sobre todo, a que el pedazo quizá más grande del pastel resultante no sea tan manejable ni tan dócil como lo han sido los dos pedazos que nos han gobernado hasta ahora. Por eso van a hacer lo imposible para que ese pánico, esa histeria, se extienda entre los más pusilánimes, creando una alarma social innecesaria porque, que yo sepa, lo que sale de las urnas nunca debe temerse y, puestos a temer, nada puede ser peor que nadie cambie en este país.


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martes, 16 de diciembre de 2014

LA RESPONSABILIDAD DE LOS VOTANTES


Ahora que estamos a apenas seis meses de una convocatoria electoral, las municipales y autonómicas, creo que  deberíamos comenzar a reflexionar y, si es el caso, a discutir en torno a algo tan peliagudo como lo es determinar en qué medida los ciudadanos deberían sentirse responsables de lo que hagan aquellos a los que dan su voto, mucho mayor, claro está, si nuestro voto sirve para llevar al gobierno al partido que elegimos.
Todo esto viene a cuento de lo que ahora estamos confirmando por vía judicial, aunque ya sabíamos de sobra cuando votamos por última vez, en tiempos en los que la crisis que ha servido a quienes nos gobiernan para devaluar nuestras vidas aún no había enseñado completamente sus garras. No hay más pararse a pensar que casi tres millones de españoles que reconocen haber dado su voto al PP, y no son todos los que lo hicieron, no volverían a votarle en las próximas elecciones.
Me gustaría saber, pero me temo que en las encuestas nunca se hace esa pregunta, hasta qué punto los votantes de un partido se sienten solidarios con el comportamiento de quienes eligen. Yo, sin ir más lejos, me siento responsable de la pésima oposición llevada a cabo por el PSOE en esta legislatura y me avergüenzo tanto de la tibieza y la resignación mostrada por los socialistas, como de mi falta de fe ante la efervescencia de la insatisfacción ciudadana que el 15-M estaba poniendo ante nuestros ojos.
Siempre he pensado que alguien que se sienta concernido por la sociedad en la que vive no puede dar su voto "a tontas y a locas", en el último momento y movido por un arranque de simpatía, por un alambicado eslogan de campaña o por una frase de un mitin, un debate o una entrevista. Nadie, como el escorpión del cuento, renuncia a su condición pese a las promesas que haya podido hacer, siempre será prisionero de ella y, cuando ha metido la mano en la caja, acabará metiéndola otra vez tarde o temprano.
En mi caso y salvo en las últimas elecciones, he venido votando al PSOE desde 1982 en todas las convocatorias, aunque he de reconocer que mi entusiasmo al hacerlo era menor cuando González o Zapatero estaban en el Gobierno que cuando se presentaban desde la oposición, algo que se explica por esa asunción de responsabilidad solidaria con la labor de gobierno, en la que los errores, como en toda experiencia, pesan más que los aciertos, aunque he de reconocer una excepción que fue la de dar mi voto a Rubalcaba después de la cobardía, o quizá sumisión, al partido que demostró al apoyar la reforma del artículo 135 de la Constitución que en un primer momento criticó, una reforma que fue algo así como la entrega de nuestra soberanía a Angela Merkel y su Bundesbank.
Por eso y por mi aún escasa fe en Podemos, en las últimas europeas di mi voto a Izquierda Unida y, aunque no me arrepiento, creo, como muchos más españoles, que debería habérselo dado a quienes mejor encarnan el espíritu del 15-M, que yo creo que, como actor o como simple revulsivo, está llamado a transformar de una vez y ya era hora el rancio y carcomido panorama parlamentario español.
Llegado a este punto y con un cierto sentido de culpabilidad por la deriva que hasta no hace tanto había tomado la política española, especialmente la izquierda, dividida, aburrida y desencantada, hasta el punto de habernos arrojado a esta playa desolada en la que estamos, me permito terminar con dos frases. Una que escuché a Antonio Gutiérrez a propósito de Marcelino Camacho y que me gusta repetir de vez en cuando: "nadie puede pretender razón por haberla tenido", y la otra, de Alberto Moravia y regalada en un comentario por un lector de este blog y que es tan rotunda como ésta:   "Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado".
Pues eso.


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lunes, 15 de diciembre de 2014

LA CORRUPCIÓN NO ES ALGO CULTURAL



Ahora que están pillados por todas partes, ahora que jueces y testigos parecen haber perdido el miedo al rodillo con el que el Partido Popular ha laminado el bienestar de los españoles y preguntan unos y responden otros sobre las tropelías que, durante lustros, han venido cometiendo los partidos que nos gobernaron y nos gobiernan, ahora que la tolerancia de la ciudadanía hacia la corrupción ha tocado suelo, quienes han estado repartiéndose en sobres, comisiones y campañas electorales se esfuerzan en tratar de convencernos de que la corrupción, como los toros, son una tradición inherente a nuestra idiosincrasia, una tradición imposible de combatir que, nos dicen, se extiende a todos los partidos y por toda la sociedad.
Lo acaba de hacer la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal en una emisora amiga al ser preguntada por él, no por intuido menos impactante, testimonio de altos funcionarios de AENA que explicaron al juez Ruz cómo, inmediatamente después de la victoria electoral por mayoría absoluta de Aznar y poco antes de formar el gobierno en el que iba a ser nombrado Francisco Álvarez Cascos como ministro de Fomento, comenzaron a sufrir presiones, bajo forma de sugerencias o, directamenet,  amenazas sobre su continuidad en el puesto, para que contratasen con "el señor Correa" en concursos amañados y al margen de que sus precios y materiales se ajustasen a los pliegos de los concursos a los que se optaba. De hecho, uno de esos testimonios, que hoy hemos podido escuchar de viva voz, denuncia a preguntas del juez que, desde que comenzó a contratarse con las empresas de la trama Gürtel, la calidad de los materiales de los stands contratados con ellas disminuyó hasta el punto de poner en riesgo la seguridad de sus visitantes.
Viene a decir Cospedal eso tan socorrido de que todos somos iguales e insinúa, que, si pudiésemos, seríamos tan iguales como ellos, que, por lo que se va sabiendo, han estado metiendo la cuchara en el presupuesto de cuantas obras o adjudicaciones han pasado por sus manos a lo largo de tantos años. Una buena estrategia, diseñada sobre la errónea creencia de que todos pedimos la factura sin IVA o la aceptamos si nos la ofrecen, nos colamos en el metro y nos callamos si alguien se equivoca a nuestro favor con el cambio en un comercio. Pero eso no es cierto o no lo es siempre y haríamos bien en dar por buena la conducta de quien paga con IVA o devuelve el cambio recibido de más, porque vale más quedar por tonto cuantas veces sea necesario que transformar la sociedad en una selva en la que nadie confía en nadie y todos tratan de aprovecharse del prójimo.
No. La corrupción no es inherente a la condición humana. Mucho menos hay que pensar que es algo cultural, de lo que no podemos desprendernos, porque, si Lázaro de Tormes fue el primer héroe para muchos españoles, no hay por qué hacer de su pícara conducta, en el fondo una respuesta a los abusos del poder, modelo de la nuestra. Mejor nos iría sin duda si hubiésemos quedado fuera de la influencia del catolicismo que todo, hasta lo peor, en el que todo se borra si no se es descubierto o si se pide el perdón de los iguales con cara compungida y la voz quebrada por la emoción.
Lo que dijeron estos tres testigos al juez Ruz, lo que hemos podido escuchar hoy es escandaloso, pero más escandaloso es que quien estaba al frente del Ministerio de Fomento, ex secretario general del PP y receptor confeso de los sobres de Bárcenas, comprador compulsivo para el ministerio de las obras de arte que vendía una de sus novias en su galería, trate de ponerse de perfil y quedar a salvo de este escándalo que se desarrolló ante sus ojos y del que, si no fue directamente responsable, los técnicos que informaban los concursos provenían del PP en el que había ocupado la Secretaría General, si lo fue por no haber puesto los medios para evitarlo.
La corrupción no es una tradición española, ni forma parte de nuestra cultura como pretende hacernos creer Cospedal, empeñada desde hace tiempo, desde que ya no le es posible proclamar indignada su inocencia y la de su partido, en diluir su culpa y sus grandes delitos en las pequeñas pillerías de cada día de algunos de nosotros, aunque no todos.


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viernes, 12 de diciembre de 2014

NO SABRÍA CONTENERME



Qué ganas tengo de que nos llegue cuanto antes la oportunidad de votar, qué ganas tengo de que Rajoy, sus ministros, su partido y sus corruptos pasen de una vez a la Historia, qué ganas tengo de que a la orquesta de periódicos amigos que tocan para Rajoy, mientras se hunde España le llegue el agua al cuello y los silencie de una vez, que ganas tengo de que estos todos estos inmorales que nos gobiernan, con el apoyo de la mayoría de españoles que les dieron su voto, engañados algunos por sus promesas, pero egoístas e interesados la mayoría, dejen de influir de una vez por todas en nuestras vidas.
No puede ser que, mientras cinco millones de españoles no encentran trabajo y los que lo encuentran tienen que someterse a horarios y remuneraciones más propias de otro siglo o de otros continentes, el presidente del gobierno de España, el que debería velar por los intereses y el bienestar de todos vaya por ahí difundiendo mensajes, no ya engañosos, sino directamente falsos, como si de un flautista de Hamelin dispuesto a atraerse el favor de las ratas y de quienes tienen cerebro de rata se tratase.
Lo de ayer de Rajoy, diciéndonos que la crisis ya es Historia, es indignante y lo es porque él es el primero que sabe que miente, como sabía que mentía cuando dijo aquello de "cruzar" -los cabos se doblan y, si se cruzan, se cruzan por tierra- el cabo de Hornos de la crisis. Supongo que lo que dijo ayer, ante ese auditorio de selectos empresarios, se lo escribieron en los sótanos de La Moncloa los enanitos que trabajan para Pedro Arriola o el "bien pagao" Jorge Moragas, moldeando el barro de la realidad en falsos jarrones chinos de fácil venta, pero no me explico cómo no se rasgaron las cortinas del templo tras sus palabras.
Lo que sí sé es que, cuando me enteré de lo que dijo, corrí al teclado para mostrar mi indignación, haciendo mía la de los parados, con o sin subsidio, la de los que trabajan unas pocas horas al mes por una miseria y, sin embargo, sirven al gobierno para purgar las listas del paro, la de quienes trabajan jornadas de ocho horas y a veces más y apenas cobran seiscientos cincuenta euros que no les sirven para llegar a fin de mes ni, mucho menos, pensar en una vida autónoma futura, la de esos ancianos, pendientes de una pensión que tienen que conservar para tapar los agujeros en la economía de sus hijos y nietos, la de esos tres millones de parados que ya no cobran subsidio de desempleo y no les llega ninguna otra ayuda, la de toda esa gente cuyo trabajo en servicios públicos ha caído en manos de alguna contrata mafiosa que echa a la calle a uno de cada dos y desatiende escandalosamente sus obligaciones, dejando que la suciedad, las listas de espera o el mal funcionamiento de nuestro día acaben con nuestra paciencia.
En ese momento pensé lo que pensaron muchos y esta mañana he escuchado a Nacho Escolar en la radio: que Rajoy, cobarde como ha dejado claro que es, se atrevió a decir lo que dijo, porque estaba ante un grupo de empresarios y que jamás se hubiese atrevido a decirlo en cualquiera de los barrios sucios y empobrecidos por la crisis, en los que la basura esparcida por las calles que nadie limpia saluda a los vecinos por la mañana.
Dijo el presidente que nos quiere devolver a las leyes represoras del franquismo que la crisis ya es Historia y yo me temo que lo que ya es Historia es nuestro bienestar, un bienestar que el comenzó a construirse ya con el franquismo que se agarró al salvavidas del desarrollismo cuando la represión ya no le bastaba para frenar el descontento. Lo dijo él, lo dijo su vicepresidenta y lo repetirán hasta la saciedad sus correveidiles del partido o de la prensa, hasta que lleguen las elecciones en mayo. Yo sólo pido que ninguno de ellos ni nadie lo diga delante de mí, que nadie repita ese empalagoso cuento de navidad de mostradores llenos, de cafeterías y restaurantes a rebosar que ayer nos contó Rajoy, porque no sabría contenerme.


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jueves, 11 de diciembre de 2014

LA LUZ CEGADORA



Se dice, el perverso y brillante Hitchcock lo decía, que la mejor manera de ocultar algo es ponerlo a la vista, a plana luz, donde todos puedan verlo, que no equivale a donde todos lo vean, algo que aunque le ha costado, el gobierno español, finalmente, ha asumido y ha puesto en práctica abriendo el portal de transparencia, como se comprometió en la ley del mismo nombre aprobada en octubre.
Lo habían visto previamente las grandes democracias del mundo, pero también la mayoría de países de América Latina, a los que habitualmente miramos por encima del hombro, y, en Europa, muchos países que durante la guerra fría estuvieron tras el llamado telón de acero. España ha sido, por tanto, uno de los  últimos países de su entorno en colocarse bajo la luz de la transparencia.
Lo más lamentable quizá es que este paso que, insisto, no acabo de considerar sincero haya sido dado por un gobierno conservador, sumergido además en el pozo de la corrupción como lo está el gobierno del Partido Popular. No lo ha puesto en marcha, ninguno de los gobiernos socialistas, los que más han estado en el poder, algo que le pasará factura, querámoslo o no, en el futuro.
Mucho me temo que esta especie de autowikileaks de la administración tenga entretenida a la prensa de este país entretenida, como la tuvieron los famosos papeles, consultando cuánto gana quién y. si lo que gana es más o menos que el presidente del Gobierno, que por cierto es bastante poco, como si de uno de esas sopas de letras de los pasatiempos se tratase, datos que en, una vez en la calle, apenas dan para una charla en la cafetería o la barra de un bar.
Habrá que esperar a la digestión de todos esos datos para empezar a sacar conclusiones y, cómo no, se hará necesaria la creación de un cuerpo de periodistas especializados en revisar todos es tos datos o, por qué no, la aparición de funcionarios que, como snowdens caseros, purguen y filtren todo lo que de verdad tiene interés para los ciudadanos.
Si digo esto es porque, en medio de la borrasca propagandística que está generando la apertura del portal de marras, se nos olvida que, de los datos verdejamente interesantes y más a cinco meses de la renovación de los ayuntamientos y de la mayoría de las comunidades autónomas, hábitat natural de corruptos y corruptores, no se dispondrá hasta dentro de un año, cuando ya la suerte esté echada, como tampoco debemos olvidar que entre esos datos, como recordó ayer una diputada del PSOE, no figura la declaración de bienes de doscientos altos cargos del Gobierno.
Tampoco están, importantísimos para una verdadera transparencia democrática, los registros de visitas de los altos cargos de la administración, sus agendas y el detalle de sus gastos, lo que hoy mismo nos sigue impidiendo conocer los detalles del afán excursionista del presidente extremeño, José Antonio Monago o los despachos que visitaba el ya atorrante Francisco Nicolás. 
Es evidente, pues, que aún queda mucho por recorrer hasta alcanzar el exigible nivel de exigencia de nuestra administración, mucho para que podamos saber realmente quien influye en nuestro gobierno o cómo y por qué viajan nuestros ministros y altos funcionarios. No lo vamos a saber, al menos de momento, porque todos esos datos se nos ocultan, son como ese vino maravilloso, esos embutidos o esas conservas y delicatesen que se esconden en una alacena secreta, mientras la nevera se puede ver repleta, o no, de los alimentos del día a día, justo los que dan para sobrevivir, aunque no siempre para disfrutar con ellos.
En fin, y yo lo sé bien por mis pobres retinas, nada hay que ciegue más que el exceso de luz para no dejarnos ver.


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miércoles, 10 de diciembre de 2014

LUIS COBOS EN LA ACADEMIA



Definitivamente, no. No puedo estar a favor de la nueva edición que la Real Academia de la Lengua ha hecho de la obra cumbre de la literatura española y que ayer presentó su responsable Arturo Pérez Reverte. No puedo estar de acuerdo. Y me explico: yo, por edad, soy de esos españoles que hace más de medio siglo tuvieron en sus manos aquella otra edición abreviada del Quijote que, en 1960, publicó la editorial Edelvives para su uso como material de lectura en las escuelas. Una edición de la que sólo conservo el recuerdo positivo de las hermosas ilustraciones que el grabador francés Gustave Doré hizo en el XIX. No puedo estar de acuerdo, porque aquel libro que hoy me encantaría tener otra vez entre mis manos actuó en mí como una vacuna inoculando los anticuerpos que me impidieron, ya más adelante, sumergirme en la indiscutible grandeza del original de Miguel de Cervantes.
Aquella edición escolar que llegó a mis manos era heredera de la que los hermanos maristas hicieron en 1931 en esa misma editorial, entonces bajo otro nombre, una edición que constaba con dos libros ben diferenciados, uno para los alumnos y otro para los maestros, que aún hoy pueden encontrarse a precio de coleccionista en librerías de viejo o, si no se dispone del importe que nos van a  exigir, admirar y consultar en bibliotecas y museos.
No me parece bien y menos que sea la Academia quien lo haga. No me parece bien que se purgue la monumental obra de Cervantes -en palabras de la RAE- a fin de  "facilitar una lectura sin interrupciones de la trama principal", algo que, a mi  modo de ver, priva al lector del inmenso tesoro que Cervantes puso en nuestras manos para conocer la sociedad de su tiempo 
Se han sacado del texto todas las historias que en opinión de los editores se consideran digresiones y no sólo eso, sino que, además, se han renumerado los capítulos, fundiendo en ocasiones  dos en uno, lo que, en mi humilde opinión es poco menos que una herejía.
Supongo que a Arturo Pérez Reverte no le haría ninguna hacia que privasen de alguna de sus aventuras a su Alatriste ni mucho menos que rehiciesen su lenguaje que es lo que, bajo su responsabilidad, se ha hecho con “el ingenioso hidalgo", porque, quede como quede el muñón, una mutilación es siempre una mutilación.
No me gustan estos experimentos y considero que son ya numerosas, si no demasiadas, las ediciones "amables" que ya se han hecho para niños y lectores cómodos, en cómic, en dibujos animados, en cine, para televisión, en comedia musical, en ópera y no sé si en audiolibro. No me gusta, insisto, y creo que una de los monumentos literarios de todos los tiempos y culturas no tiene necesidad de que nadie le acerque lectores.
Creo que se basta y se sobra tal y como lo escribió Cervantes. Otra cosa es jugar con él y tener la osadía de enmendar la plana al autor.
No creo que esta adaptación lleve muchos lectores, quizá ninguno, al Quijote original. Como tampoco Luis Cobos llevó a nadie a la ópera, la zarzuela o las piezas clásicas que contaminó con sus arreglos ratoneros tan publicitados en su día y tan olvidados hoy. Para mí es eso lo que se acaba de hacer: meter a Luis Cobos en la Academia.


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martes, 9 de diciembre de 2014

CUENTO DE NAVIDAD



Hace dos días, una foto parecida a la que ilustra esta entrada, tomada en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid mostraba la otra cara del país de Amancio Ortega, Florentino Pérez y la difunta duquesa de Alba. Fotos estremecedoras que ilustran a la perfección aquello que me decía el abuelo, eso de que "para que haya ricos tiene que haber pobres" y que yo traduzco por "hay pobres porque hay ricos". Fotos inimaginables hace sólo diez años y que nos llevan a las tinieblas del franquismo, que barría a los pobres de la calle con su "Ley de vagos y maleantes" o a los pasajes más negros de las novelas de Galdós.
Pero ésta de que os hablo, la de las fotos no es la España de 1814, si siquiera la de 1914. Esta España es la España del siglo XXI, la que presumió no hace tanto de su integración en Europa y hoy mira para otro lado, si no suelta un improperio cuando le hablan de Bruselas. Tanto, que la misma UE tiene que anunciarse en las televisiones como  si de un turrón o un detergente se tratase.
Esta es la España real, tan distinta de la que Rajoy, desgañitándose la voz, va pregonando estos días por México, con su Elvira, de primera dama ociosa, haciendo turismo, porque, como supo a tiempo la Casa real, que no mandó a la reina Letizia, se suspendió la cumbre paralela de consortes. Un gasto superfluo de escoltas, dietas, hoteles y restaurantes, para un país que tiene los soportales de la Plaza Mayor de su capital sembrados de indigentes ateridos de frío.
Una España en la que las mismas empresas que sientan en sus consejos de administración a varios exministros y dos expresidentes de gobiernos que se supone que eran de todos los españoles, incluso alguno que se dijo socialista y hoy cortan la electricidad y el gas que dan luz y calor en el invierno a quien casi siempre a su pesar no puede pagar los recibos. Una España en la que, al mismo tiempo que algunos, impelidos por la publicidad, hacen acopio de langostinos, turrón y cava, mientras otros han de buscar alimentos no demasiado caducados y frutas o verduras todavía comestibles que poner en su mesa.
Es la misma España que cuelga las luces navideñas en las calles en noviembre y coloca sus belenes napolitanos en plazas y ayuntamientos, mientras las calles se convierten en pistas de patinaje llenas de hojas, pudriéndose bajo o el frío o el agua, mientras las empresas amigas del ayuntamiento que se han hecho con las contratas de limpieza y jardinería incumplen su compromiso mientras despiden a sus vecinos. La misma España que reduce plantillas acogiéndose a reformas laborales tramposas al tiempo que reparte incentivos a sus directivos y dividendos a sus accionistas.
Es la España que vuelve a la caridad y la solidaridad, que no es otra cosa que caridad laica, como suplantadoras de la justicia social que se supone que garantiza la constitución, sin que a nadie parezca importarle. La España que se desliza en un peligroso tobogán hacia un final lacrimógeno de besos y abrazos en las gradas de un estadio o el decorado de un maratón televisivo. La España del atajo y el parche, en lugar de las verdaderas soluciones, la España que da limosnas y palmaditas en la espalda en lugar de soluciones y justicia, palmaditas y limosnas bien ostentadas, eso sí, por quien las da, pero que avergüenzan a quien las recibe.
Si no tomamos conciencia de que esto no debe ser así, de que no puede seguir así, volveremos a ese Cuento de Navidad de Dickens, en el que la familia de Bob Cratchite agasaja y perdona al avaricioso Mr. Scrooge, para el que todo son paparruchas, confiando con su buenismo en que algo o alguien acabe moviendo el corazón de hielo del empresario.


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jueves, 4 de diciembre de 2014

¡QUÉ CURIOSO!



Sí, que curioso. O acaso no lo es que, mientras los jueces decanos de toda España reclamen más medios y que se aumente el plazo de prescripción de los delitos de corrupción, desde el gobierno se nos hable de la necesidad de limitar a seis meses el periodo de instrucción de los sumarios. Una y otra actitud son contradictorias y dejan claro que los intereses del poder, incluyo en él  al Consejo General del Poder Judicial, nada tienen que ver con la verdadera justicia, la que hacen quienes trabajan en los juzgados y conviven con la sociedad real a la que sí representan los jueces decanos.
En un estado como el español, en el que los políticos corruptos se quitan y ponen los aforamientos como quien se quita y se pone una chaqueta, si con ello consiguen forzar el cambio de tribunal y, de paso, ponerse en manos de un nuevo juez que necesitará tiempo para ponerse al día en el sumario, mientras el frustrante periodo de prescripción se agita inexorablemente.
Lo han venido haciendo sistemáticamente los dirigentes del Partido Popular en Valencia que han ido entrando y saliendo en las Cortes Valencianas a medida que se complicaba su situación judicial, a la búsqueda del paraguas del aforamiento y a sabiendas de que, al menos hasta las últimas elecciones, las europeas, la alegre y confiada sociedad valenciana cerraba los ojos ante el cáncer que ha acabado por convertir en cenizas la gran falla de prosperidad de cartón piedra que el PP había levantado.
No puede ser que la instrucción de procesos como el que investiga la trama Gürtel se demoren tantos años. No puede ser que los jueces que instruyen estos casos no cuenten con el apoyo necesario para su tarea. No puede ser que en lugar de esa más que necesaria colaboración reciban como respuesta de la administración torpedos en forma de negativas o silencio administrativo cada vez que reclaman la ayuda de peritos que les ayuden a bucear en determinada documentación o la documentación en sí misma.
Está claro que, si, como dijo el presidente del CGPJ, la legislación española esta trasnochada porque se hizo para combatir a los robagallinas, los distintos gobiernos que han sido en la ya de sobra mayor de edad democracia española no han mostrado el más mínimo interés en solucionar este anacronismo, enredados como siempre han estado en hacerse con los hilos del poder judicial que, estamos hartos de comprobarlo, se eligen como se eligen. Por eso, la declaración  hecha ayer por los jueces decanos es un soplo de aire fresco en el asfixiante panorama español y todo un síntoma que la clase política debe comenzar a tener muy en cuenta.
Y es que, tan importante como la movilización social en favor de un cambio, no de partido, sino de sistema o de equilibrio del sistema, lo es el movimiento cada vez más evidente de los jueces en demanda de los medios y el personal necesarios para hacer que la justicia se haga realmente efectiva porque llegue a todos y llegue a tiempo. Algo que sin duda tendremos que agradecer al patán de Gallardón que, queriendo llevarnos a la Edad Media también en la justicia, sólo consiguió cabrear y movilizar a todos sus estamentos.
La demanda de medios rubricada ayer por los jueces decanos de toda España en Valencia no es el único síntoma de que algo está cambiando en el panorama de la justicia. También lo es su petición de que se legisle para que los impagos de hipoteca y los consiguientes desahucios no dejen con una mano delante y otra detrás y al margen de la sociedad a los afectados. Justo lo contrario de lo que han defendido PP y PSOE porque, según sus sesudos portavoces, generaría inseguridad jurídica 
¡Qué curioso!


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miércoles, 3 de diciembre de 2014

DEMASIADO TARDE PARA LA POLÍTICA



Parece que Mariano Rajoy se ha caído por fin del guindo al que le subieron los españoles hace tres años y lo ha hecho dando un bandazo espectacular al sustituir a una ministra, Mato, que en el mejor de los casos sólo ha sido una buena gestora, eso sí, sólo para el partido, por un político alejado de la confesionalidad tan en boga en el PP, prestigioso, moderado y dotado con el don de la palabra, tan pintoresco en gran parte del gobierno popular.
A la vista de ese perfil y de su nula vinculación con el mundo de la sanidad queda patente que lo que busca Rajoy no es un ministro sino, más bien, un portavoz que permita al ejecutivo conquistar ante la ciudadanía el prestigio y la buena imagen que, con Mato al frente del departamento, no tuvo nunca. Va a ser difícil pero no imposible, porque, al contrario que la señora del confeti, porque Alonso tiene la facilidad de palabra y la cintura política de la que esa virgen románica que tuvimos de ministra ha carecido siempre.
También queda claro, ya lo estaba con Mato, lo poco o nada que le importa a Rajoy y a su partido lo que tiene que ver con la filosofía de la sanidad, con sus líneas maestras, que es lo que de lo poco que le queda al ministro una vez transferidas a las comunidades autónomas la gestión o, como diría el yerno del más ilustre y reciente interno de la prisión de Aranjuez, las oportunidades de negocio que ofrece la sanidad.
Está claro que Rajoy ha decidido librarse de un pesado lastre y cambiarlo por un político brillante, que se ganó su prestigio al frente del ayuntamiento de su ciudad natal, en la que se hizo con un perfil moderado y más o menos progresista, apoyando iniciativas como la de su antecesor José Ángel Cuerda, de establecer el primer registro de parejas, del mismo sexo o no, con el fin de garantizar sus derechos, aunque sin tomar en consideración, lo que era de prever, tratándose de un alcalde de tan católicos personajes, la posibilidad del matrimonio que sólo llegaría con Zapatero. Apenas una tibieza vista con ojos de hoy, aunque un paso polémico y valiente en la segunda mitad de los noventa.
Al nombrarle ministro, Rajoy renuncia a una pieza importante en el Parlamento, que, por otra parte, ya tiene sobradamente controlado con su rodillo mayoritario, para ganar una nueva voz en la calle, capaz de meterse en los telediarios y en el terreno de las entrevistas, de las que suele salir airoso, ahora que es precisamente la calle lo que el PP parece tener definitivamente perdido, Una nueva voz que tendrá que reforzar sus mensajes con una serie de asuntos de su ministerio, hasta ahora abandonados por su antecesora Mato, como lo han sido todas las políticas sociales, las de igualdad, por ejemplo, que no fueron convenientemente atendidas, sino más bien al contrario, en manos de una talibán como Ana Mato,
En fin que, por primera vez, Rajoy parece más inteligente que prudente, también valdría más listo que cobarde, aunque el nombramiento, que parece encaminado a reforzar el perfil político de su gobierno, llegue demasiado tarde. Será una voz más, porque, hasta ahora, apenas se escuchaba otra voz que la del ministro de Exteriores García Margallo y no siempre agradable. Una voz más agradable, pero en modo alguno la que quiere escuchar la calle y es que, como decía Santiago Carrillo refiriéndose al entonces "progre" Gallardón, "no conozco en el PP a nadie que no sea del PP".  



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martes, 2 de diciembre de 2014

TRABAJO SUCIO



Los que seguís este humilde blog conoceréis de sobra, porque la habréis leído en más de una ocasión, mi opinión a propósito del papel que han jugado y juegan los medios de comunicación en el camino que nos ha traído hasta el lugar en el que estamos hoy, tanto política como económicamente, un papel que, ante todo, ha consistido en el "ninguneo" de aquellos actores sociales, especialmente partidos de la izquierda, pero también sindicatos que han sido críticos con el poder económico o con los partidos, PP y PSOE o PNV y CiU en su ámbito, que se han revolcado con él.
Afortunadamente, en los últimos años las nuevas tecnologías han propiciado la circulación alternativa de toda esa información, también alternativa, que nos ha permitido conocer la realidad que o bien se nos maquillaba o, directamente, se nos ocultaba. Fueron las nuevas tecnologías, sobre las que se han asentado las redes sociales, las que nos han permitido expresarnos al margen de todos los filtros que, en nombre de no se sabe qué, han venido estableciendo los medios tradicionales a todo aquello que se apartase del pensamiento único.
Fue gracias a esas redes y a las opiniones difundidas a través de ellas que nuestros jóvenes hicieron posible el 15-M. Fue gracias a la ruptura de ese monopolio que la "gente de orden" ha ejercido hasta sobre la información que la gente pudo reconocerse y contarse, fue gracias a esa ruptura que la gente pudo hacer el diagnóstico de lo que le estaba pasando y comenzar a apuntar soluciones y fue gracias a esa ruptura que la gente comenzó a tirar desde aquí y desde allá de la estaca podrida a la que estamos todos atados.
Las movilizaciones anti desahucio y las protestas ante la estafa canalla de las preferentes lo fueron a pesar de la prensa y los medios que, hipotecados ellos mismos por la banca, hicieron todo lo posible, junto al mismo PSOE, para que miráramos para otro lado y no nos levantásemos contra la poderosa banca que tanto interés se había tomado en infectar con regalos y prebendas a unos y a otros. Algo que hoy resultaría mucho más difícil, porque todo fluye de otra manera, no como un río encauzado, sino como la lluvia que todo lo empapa, y con tal fuerza que fue capaz de acabar con el prestigio y forzar el adiós de alguien como Juan Carlos de Borbón.
El daño para los medios y para los grandes partidos, no para los españoles, ya está hecho. Gracias a todo lo dicho, la izquierda social, que siempre ha sido mayoritaria en este país, está recuperando el espacio que le corresponde y comienza a ser consciente de su fuerza. Pero no va a ser fácil, porque, de nuevo, "los malos", los poderosos, contraatacan y lo hacen con su cara más fea, hurgando en las basuras y en las braguetas de aquellos que ponen en peligro la vida muelle de la que han disfrutado y a la que se hace tan difícil renunciar.
Lo están intentando todo con su basura. Así, el contrato de Errejón, les ha servido, especialmente a Félix de Azua en un artículo infame, para señalar a la dirección de Podemos poco menos que como una banda de profesores corruptos, obviando que la dirección del PSOE, el mismo Pedro Sñanchez lo es, está llena de profesores. También la relación entre Tania Sánchez y Pablo Iglesias, con la que han tratado de dinamitar, afortunadamente sin éxito, la candidatura a las primarias de IU más favorable a la unión de la izquierda, olvidando que el en tiempos del PSOE fiscal general Leopoldo Torres estuvo casado con la desaparecida Rosa Posada que llegó a presidir la Asamblea de Madrid con el PP,
Ha comenzado una guerra sorda y sucia en la que el peor de los trabajos se le ha encomendado a los medios y periodistas de cabecera, trabajo sucio que hacen, si no con gusto, con ahínco, todos esos marhuendas e indas de la acorazada de injuriar (gracias Joaquín Vidal por la imagen) que tan bien han vivido con el "antiguo régimen". Supongo, además, que aún no hemos visto lo peor, porque los sabuesos y todos los temerosos del cambio, los que han vivido como felices gorrinos, revolcándose en la basura deben andar a estas horas emponzoñando sus plumas y dagas, para acabar, en la medida de sus fuerzas, con el prestigio de eso que Sánchez llama "extrema izquierda", mientras preparan sus loas para el más que posible acuerdo entre PP y PSOE. 
En fin, trabajo sucio que paga, en metálico o en especie, la "casta".


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lunes, 1 de diciembre de 2014

FASCISMO EN EL FÚTBOL



Vivo a unos minutos del estadio del Manzanares. De hecho, vi cómo se construía, mucho antes de que la M-30, que por entonces no discurría bajo tierra, se sumase al río para separarlo de ese nuevo Madrid que crecía más allá del Puente de Toledo. Dicho esto, he de decir que sólo he estado dos veces en ese campo y si así ha sido e porque no me gustan las masas, los uniformes, los himnos ni el pensamiento único.
Sí he padecido, y cómo, las consecuencias de vivir cerca de un estadio, los coches aparcados sin control, subidos a las aceras, los atascos, los bocinazos, los cortes de tráfico y, ahora, la animalada urbanística que amenaza a una zona relativamente descongestionada de Madrid, en la que los días en que no hay partido aún se escucha cantar a los pájaros, y que está a punto de cambiar el paisaje que ocupa ese estadio ilegal, construido sobre el trazado de una autopista, por dos enormes torres que volverán insuficientes las ya precarias dotaciones del barrio.
Sé que a estas alturas ya os estaréis preguntando qué tiene que ver todo esto que os cuento con lo que ocurrió ayer a orillas del Manzanares, junto al estadio y tengo que deciros que, por desgracia, mucho. Y es que el fútbol es un negocio que va mucho más allá de la venta de entradas, camisetas o derechos de televisión, Detrás del fútbol se mueven muchos intereses, la mayor parte de ellos ligados al suelo y la construcción. No hay más que ver de dónde proceden la mayor parte de los directivos de los clubes o los "pelotazos" inmobiliarios que dan con las operaciones urbanísticas en que se embarcan con el beneplácito de esos alcaldes que tienen asiento reservado en el palco de los estadios.
Es posible que aún no lo tengáis claro, quizá porque no me he terminado de explicar, quizá porque aún no os he hablado del cariño y la protección que, salvo honrosas excepciones, brindan los "capos" del fútbol español a todas esas bandas de indeseables que llamamos ultras, verdaderos profesionales de la violencia, mercenarios dispuestos a ponerse al servicio de quienes les acaricie el lomo, ponga a su disposición dinero para banderas o autobuses, alguna que otra propina y localidades reservadas en el estadio, Y, todo, porque estos ultras tan descerebrados como bien organizados y dirigidos acaban por convertirse en la guardia de corps, la fuerza de choque que, además de animar al equipo en los partidos comprometidos, castiga a determinados jugadores o silencia a las gradas cuando se vuelven críticas con el que manda y, por supuesto, paga.
No digamos lo que "acojona" una buena muestra de esa "guardia" convenientemente desplegada en cualquier asamblea del club o lo fácil que es homogeneizar la voz de un estadio a partir de toda esa parafernalia de que disponen -megáfonos y banderas, por ejemplo- que disciplinadamente ponen a disposición de eso que llaman "los colores" y que no suelen otra cosa que intereses nada claros.
No sé si os ocurre lo que a mí, pero tengo la sensación de que en determinados sitios, especialmente en aquellos en que se celebran espectáculos de masas, como discotecas, conciertos de rock o recintos deportivos, los derechos se dejan a la entrada y se sustituyen por leyes no escritas, jaleadas a menudo por determinados medios de comunicación, que siembran la confusión en quienes no tienen cerebro suficiente para distinguir la realidad de su delirio.
Muchas veces me he preguntado por qué dentro de un estadio, sobre el césped o no, o en programas deportivos se puede gritar, insultar o incluso pegar, sin que haya consecuencias. Sobre el terreno y en las gradas las agresiones están a la orden del día sin que se sancionen deportiva o jurídicamente. La fascinación por la violencia es una de las características del fascismo y el fascismo siempre ha sido el instrumento de los poderes fácticos para someter a la sociedad. Los ultras, se digan de izquierda s o de derechas, constituyen el fascismo del fútbol y defienden, en su escala, lo mismo que el fascismo ha defendido históricamente. Y sabemos de sobra lo que ese poder es capaz de imponer una vez que ha triunfado el fascismo. Sin ir más lejos todo tipo de arbitrariedades, incluidas las urbanísticas.


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