viernes, 27 de febrero de 2015

EL SOVALDI COMO EJEMPLO



Leo en el diario Público un titular, "Alonso se saca ahora de la manga 727 millones para tratar a 53.999 enfermos de hepatitis C", que puede parecer duro, pero que, sin duda, es el más acertado, porque, cómo puede explicarse si no una medida alcanzada in extremis, casi al final de la legislatura y colocada como broche final en el debate sobre el estado de la Nación que, pese al coro de sus diputados y a los elogios tan exagerados como increíbles de la "prensa amiga", Rajoy había perdido escandalosamente.
Mi opinión, y así lo expresé en un primer momento, es la de que éste ha sido un as en la manga del gobierno, el as tramposo que se saca cuando la mano viene mal dada y está claro que se va a perder la partida. Incluso aunque la trampa no les salve de la derrota, que no les salvará, la jugada se ha fiado al futuro y a los nuevos gobiernos que, en las comunidades autónomas y en la nación, relevarán a los actuales, porque, como aclaró el ministro, las comunidades que son competentes en la administración del Sovaldi, el medicamento salvador, tienen tres años para pagárselo al laboratorio que lo suministra, tras el que se esconde lo más florido del capital especulativo.
Dijo ayer el ministro que los laboratorios pueden esperar el cobro, pero que los enfermos no pueden esperar la asistencia. Qué curioso que lo piense y lo diga ahora, meses después de que el Sovaldi hubiese entrado en el Sistema Nacional de Salud y, lo que es peor, con una larga lista de enfermos fallecidos que nunca lo recibieron, pese a habérseles prescrito con urgencia por sus médicos.
Habrá quienes piensen, los que no padecen la terrible enfermedad, no tienen familiares o personas queridas que la padezcan, pueden pagarse el tratamiento y son completamente insolidarios, que piensen que el Sovaldi es un medicamento muy caro que no tiene por qué causar un agujero tan enorme en los presupuestos de la sanidad española. Una postura absolutamente egoísta y minoritaria, que, si se generalizase, nos devolvería a estadios de no civilización impensables.
En este asunto se ha perdido mucho tiempo, porque son muchas las víctimas que han quedado por el camino, víctimas involuntarias que no eligieron estar enfermas y que, en muchos casos, contrajeron su enfermedad dentro del mismo sistema de salud y la única enseñanza que puede sacarse de él es la de que ha sido también mucho el tiempo perdido en ese "que inventen ellos" que nunca ha dejado de estar en la mente de nuestros gobernantes es el que nos lleva a situaciones como esta.
En este país nunca ha sido mucho lo que se ha invertido en ciencia, pero de un tiempo a esta parte las cifras se han desplomado quedando, además, en manos del sector privado que, curiosamente, tiene los medios que el Estado no puede permitirse, dándose también la circunstancia de que la ciencia y las patentes que genera han caído en las garras de la economía especulativa. Y no es un mecanismo lógico ni mucho menos inocente ya que responde a una perversa ecuación.
La ecuación es tan sencilla como ésta: los estados, con la amenaza de la existencia de los paraísos fiscales, rebajan los impuestos a las grandes corporaciones que, por si fuera poco, se las arreglan siempre para pagarlos en países que, como Luxemburgo, practican el dumping fiscal convirtiéndose en refugio de empresas sin conciencia que se nos utilizan como mercado o se establecen en países de los que sólo buscan subvenciones, para deslocalizarse y "si te he visto no me acuerdo" en cuanto encuentran un territorio más ventajoso.
Una terrible ecuación que lleva a la descapitalización del Estado que, a la postre, ha de gastarse en Sovaldi o cualquier otro avance de la ciencia patentado y tarifado mucho más de lo que le hubiese costado dar a sus científicos la oportunidad de trabajar y obtener resultados en España.
El calvario padecido por los enfermos de hepatitis C, tocando con la punta de sus dedos la salvación sin poder alcanzarla, debe servirnos de ejemplo de lo que nunca debimos dejar que nos hiciesen como ciudadanos y como país.


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jueves, 26 de febrero de 2015

JUECES DOPADOS


Hubo un tiempo, allá por loso sesenta en que la guerra fría, con un tablero bloqueado en Europa, se dirimía en guerras de terceros y también en otras guerras menos cruentas, pero no por ello menos trascendentes. Una de esas guerras es la tan manida "carrera espacial" que, cuando pasó a ser una "guerra de las galaxias" en toda regla, trajo la caída del muro y el hundimiento del bloque del Este. La otra, una guerra sorda llena de víctimas, se libraba en  pistas de tartán y piscinas, en campeonatos y juegos olímpicos.
Esta última fue una guerra en la que los países tras el muro se jugaban el prestigio de su modelo de paraíso, con heroicos trabajadores del deporte, esforzados hombres y mujeres, capaces de llegar más alto, más lejos y más rápido que los corrompidos occidentales. Pero, con el tiempo supimos que tal esfuerzo no era sólo de los héroes, hombres y mujeres, y que tampoco era sólo esfuerzo. Acabamos por saber que quienes acompañaban y cuidaban de tan esforzados trabajadores del deporte no velaban por su salud y su técnica, sino que les dopaban con drogas, anabolizantes, hormonas y otras muchas sustancias aberrantes, para multiplicar su resistencia y deformar su cuerpo y a veces su mente, en pos de los triunfos que reforzaban la imagen de sus gobiernos.
Salvadas las distancias y con la debida prudencia, me atrevo a decir que algo así es lo que acabamos de descubrir a través del diario EL PAÍS que ha estado sucediendo con algunos jueces madrileños que, de un modo u otro, estaban siendo distinguidos y premiados por el gobierno madrileño con la designación para una serie de trabajos e informes pagados, unas veces por la multinacional INDRA y otras por el propio gobierno de González, para llevar a cabo una serie de trabajos y reuniones que, de natural, deberían corresponderle a la administración o a los órganos de gobierno de la Justicia en Madrid, pero nunca a jueces en ejercicio, que podrían llegar a sentirse obligados con la mano que tan generosamente les paga.
Cómo no sospechar de cualquier decisión que adopten estos jueces en relación con la multinacional con los miembros del gobierno madrileño o su partido. Sería tanto como pensar que el niño al que el maestro encarga el borrado de la pizarra y el diario suministro de tiza no goza, al menos, de sus simpatías.  Lo lógico sería establecer entre los alumnos un turno para ello o que un bedel, un propio que dicen los castizos madrileños, se encargase de ello, para no levantar sospechas o para que, en todo caso, el alumno señalado cargue con un trabajo y una responsabilidad que no le corresponden, al menos en exclusiva.
La grandeza de la justicia es la de que quien la administra tiene sus ingresos y sus responsabilidades regladas para que, no sólo todos seamos iguales ante la ley, sino para que podamos esperar que los que nos la acabarán administrando sean también iguales o, cuando menos, igual de neutrales respecto a nuestra causa. Por eso resulta poco estético y muy sospechoso que se haya encargado a unos jueces y no a otros la realización de una serie de trabajos para la empresa encargada de mejorar el soporte informático de la administración de justicia en Madrid, una empresa que cobra, y supongo que bien, por el encargo. Pero no menos sospechoso es que nueve de esos jueces cobren además dietas por su asistencia a las reuniones de un llamado comité permanente para el seguimiento del trabajo que fue encargado a la empresa INDRA.
Lo siento pero una de las garantías que caracterizan al Estado de Derecho es la separación de poderes y, si se establecen concomitancias, más si son pecuniarias, entre el poder ejecutivo y el judicial, podemos llegar a  pensar que algunas decisiones de esos jueces, absolviendo o condenando a sus pagadores o a sus amigos, ya hay algunas difíciles de explicar, son el resultado de ese dopaje del que hablamos.


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miércoles, 25 de febrero de 2015

PATÉTICO RAJOY



Lo primero que me viene a la cabeza cuando  pienso en el debate de ayer es la cantidad de tiempo que se ha perdido en hacer nula o mala oposición a este patético personaje que perdió los nervios, quizá por la falta de costumbre, ante quien le leyó la cartilla, porque lectura fue, sobre todos sus desmanes al frente del Gobierno, especialmente en lo relativo al amparo dado a la corrupción y a su paradigma, Luis Bárcenas.
Y, si se ha perdido tanto tiempo, es porque, hasta ayer tarde, se dejó "al gallego impasible" marcar el ritmo y el estilo de la política de este país y está claro que ni siquiera en el parlamento se puede tratar a un delincuente como se trata a un caballero o aun socio. No sé qué pudo llegar a pensar Rubalcaba al comprobar cómo su sucesor en la tribuna, el novato Sánchez, consiguió, con poco más que pegar la oreja a la calle y transmitir, aunque fuese por escrito, lo que en ella se dice, descolocar a quien acude al Parlamento como quien va a la oficina o a unas oposiciones que sabe de antemano ganadas, porque no tiene adversario.
Quiso hacer Rajoy con Sánchez y supongo que con el brillante Alberto Garzón lo que lleva tres años haciendo con los españoles que no se resignan a sufrir penurias y recortes: mandarle a sus matones de uniforme para no dejarles "decir ni hacer nada" en el parlamento. Es más, creo que, de haber podido, hubiese establecido otro cordón de seguridad en torno al Congreso para impedir el paso a quienes no acudiesen al pleno a darle la razón o a jugar al candy crush, porque es así como nos querría ver tan patético personaje, mudos y aplaudiendo como focas sus gracietas o aburridos en el escaño más alto o en el sillón, intentando pasar pantalla en nuestras empobrecidas vidas.
Quiso aplicar Rajoy al parlamento la mordaza que ya está tratando de aplicar a la ciudadanía, de ahí su furia de matón enfurecido que considera el Congreso, la casa de todos, como una finca por la que se deja transitar o no al vecino. Cree Rajoy y cree mal que, como en las televisiones públicas u otras no tan públicas, está en su mano decidir quién habla y qué se dice. Y se equivoca, porque la gente, que es el verdadero y más grande parlamento, no está pendiente de las consignas del jefe de grupo ni está dispuesto a subrayar con sus aplausos los párrafos más brillantes o intencionados de su líder.
No sabe Rajoy que ese mitin que ayer nos quiso colocar desde la tribuna del Congreso, debate que, por cierto, comenzó con un corta y pega de otro pronunciado hace tres años desde en el misma escenario, no es igual que los que le organizaban Correa y el “Bigotes”. No sabe Rajoy que, mientras decía que todo va bien y va a ir aún mejor, le escuchaban españolitos de a pie, alargando un café o una caña en la barra de un bar donde ya no hay la alegría de antaño, o a través de un "transistor" desde el banco del parque en el que se refugian los parados sin esperanza de dejar de serlo., Y no sabe que más de uno le habrá maldecido levantando el puño hacia el televisor desde su casa, o que habrá quien le haya insultado desde ese puesto de trabajo que no le da para llegar a fin de mes ni, mucho menos, para pagar la hipoteca, cambiar el coche que se le va en averías, una detrás de otra o para mandar a sus hijos a la universidad.
No lo sabe, porque, como le recordó Alberto Garzón, el que más ha ganado en lo que va de debate, hace mucho que no pisa la calle. Tanto que no sabe ya qué pasa en ella. Ayer debió pensar que todo iba a seguir igual, que los socialistas iban  a "guardar las formas" y que Garzón iba a ser un manojo de nervios. Por eso, más de una vez se le acumulaban las frases. Por eso no dejó de dar torpes manotazos al micrófono ¿a quién querría dárselos? Por eso se repitió más de una vez. Por eso o porque pensaba que quizá iba a ser el último, Rajoy estuvo patético, pese a que acusó de serlo a Pedro Sánchez. Por eso cada vez tengo más claro que, el de ayer, fue el último debate, no de Rajoy, sino de un modo de hacer política que la crisis también se ha llevado por delante.


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martes, 24 de febrero de 2015

CON UNA MANO DELANTE Y OTRA DETRÁS



Una de las frases, sentencias diría mi abuela, que he heredado de mis muchos amigos es esa tan dura y tan certera que dice "teme a los viejos, porque no tienen futuro". Una frase que parece hecha a medida para el matrimonio Pujol que ayer volvió a ese mismo Parlament al que le faltó entrar bajo palio, para reírse abiertamente de los representantes del pueblo, los mismos que no hace tanto le encumbraron a la torre de marfil en que acabó encerrándose el más maleducado, más malencarado y poco respetuoso de los dirigentes que ha tenido este país, tanto que, en ocasiones, deja atrás al mismo Manuel Fraga.
Pues bien, resulta que ese matrimonio intocable, del que él se ha pasado veintitrés años, un cuarto  de siglo casi, ostentando el tratamiento de muy honorable e interponiendo entre él y los demás, las más de las veces con malos modos, el respeto que se gana, pero nunca se impone, y ella malencarada y boquirrota casi siempre, despreciativa con los inmigrantes y con todo aquello que, a sus ojos, pusiese en peligro la identidad catalana, en cuya defensa tantas veces se ha permitido hablar, casi tantas como veces ha "rebañado" con sus tiestos y macetas los presupuestos que se dotaban de los impuestos de los ciudadanos de Cataluña, hubiesen nacido o no de padres catalanes y al norte del Ebro... resulta, decía -dicen, dicen, dicen- que ese matrimonio, en tiempos adorado y santificado, tiene la piel fina, tan fina como para no soportar ser tratados como iguales en la casa de todos.
Los Pujol, con seis de sus siete hijos investigados en casos de corrupción, con una fortuna localizada en Andorra que aún no han sido capaces de justificar, con un oscuro pasado, Banca Catalana, que ha sido, a cambio de no meter el palo en el avispero, moneda de cambio en tantos y tantos acuerdos de gobierno, unas veces con la derecha y otras con los socialistas, pretenden ahora una vejez tranquila, dejando a su prole a salvo de los vaivenes de la política al igual que -dicen- hizo el abuelo cuando hizo ese sorprendente legado, del que dice, aunque sin probarlo, el ex molt honorable que proceden sus cuentas en el extranjero, hábilmente gestionadas por su hijo el "chatarrero", el mismo que, según la madre enrabietada, compra coches de lujo desballestados en los desguaces, para luego, con cuatro perras, arreglarlos y dejarlos "niquelados" para pasear a sus novias.
Los Pujol, que se consideran a sí mismos, la encarnación de Cataluña, acudieron ayer a la sede del Parlament, a burlarse del pueblo de Cataluña a la cara de quienes lo representan. Pero esta vez, y más con los cambios que ya están en puertas, ese temeroso respeto, casi religioso, se convirtió en todo lo contrario y a Pujol y señora, primero, y a su primogénito, después, no les pasaron ni una, del mismo modo que a las pocas horas, en sus crónicas, periodistas otrora sumisos y consentidores mostraron a sus oyentes, telespectadores o lectores un retrato descarnado de una familia que ya no es lo que fue y de una Cataluña que por haberlo consentido va a dejar de serlo,
A estas alturas, creo que sólo un informe forense, una incapacitación, puede salvar a esta pareja, en la que a él se le acaban las pilas del sonotone cuando no le gusta lo que escucha y a ella le perece que los coches exclusivos, los pisos aquí y allá y las cuentas en paraísos fiscales equivalen a ir con una mano delante y otra detrás.
En cuanto al mayor de los hijos, Jordi, tampoco parece que las cosas no le van bien porque, dejando atrás la que sería la actitud de un caballero, señaló con uno de sus índices, no sé si el de delante o el de detrás, a su "amigo" Artur Más, quien no hace ni una semana negó cualquier amistad con el hijo de su mentor y padre en política, quizá porque no sabe que los poderes del hoy molt honorable ni son ni serán nunca los mismos que dejaron tener a su padre.


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lunes, 23 de febrero de 2015

LA TARTA

Si todo va bien, después de todos y cada uno de los procesos electorales que hay a la vista en nuestro país, nada va a ser igual, porque la tarta electoral, distribuida hasta ahora entre dos grandes glotones, atiborrados después de tantos y tan beneficiosos repartos, sin tiempo para pensar en plena digestión en quienes no tiempo y egoístas incapaces de pensar en quienes, a pesar de estar sentados a la mesa y con todos los derechos, se quedaban siempre con las migajas del pastel, viendo como otros, con menos votos y con menos derechos, por tanto, se llevaban la guinda, las guindas, por ceder su porción, unas veces unos, otras veces otros y unas veces a unos y otras veces a otros, como hasta ahora han venido haciendo en España los nacionalistas, todos, siempre por encima, muy por encima de sus votos y su verdadera representatividad.
Ahora, con la irrupción de Podemos, un partido de la izquierda alternativa, y Ciudadanos, otro que lo es de derecha más o menos "civilizada", pero derecha al fin y al cabo, que han entrado de lleno en las encuestas y, lo que es más importante, en las conversaciones de los ciudadanos, que comienzan ahora a asomar la cabeza y a atreverse, no sólo a criticar a los grandes, sino a soñar con que puedan dejar de serlo.
El miedo a perder sus porciones de tartas y, con ellas, las ventajas que conllevan está llevando a que uno y otro, PP y PSOE, hayan comenzado a moverse, para bien y para mal, poniendo en marcha otros estrategias, construyendo otros discursos y tratando de reforzar sus alianzas mediáticas, cada vez más en duda, porque, como se sabe, el dinero es ante todo cobarde y buscará resituarse aquí y allá, para no dejar de influir en lo que venga.
Con el pánico a perder poder o a tener que compartirlo, se han desatado en los dos grandes partidos todas las insidias y los odios atávicos que el reparto de cargos y prebendas habían adormecido. Ya se sabe que cuando no hay harina todo es mohína y parece que los tiempos que llegan son de muy poca harina y de mucha mohína. Y, de aquí a que se elaboren las listas se verá, ya lo estamos viendo, hasta qué punto una concejalía o un escaño desatan lenguas, recuerdos y dosieres.
Frente a estos dos mastodontes carcomidos por la corrupción y la abulia, irrumpen con fuerza en el escenario Podemos y Ciudadanos, cuyo principal valor es el de ser "nuevos en la plaza", no adolecer de todos esos vicios que nos han llevado a aborrecer a quienes no hace tanto eran, para unos y otros, la esperanza de convertir España en un país nuevo y distinto del que vivió tantos años bajo una dictadura indeseable. No sé lo que les durará la inocencia a los recién llegados. No sé si no acabarán infiltrados por los roldanes y granados que andan siempre olisqueando el trasero del poder. Lo que sí sé es que ya hemos pasado por ello y hemos creado los anticuerpos que provocarían, cuando menos, reacciones virulentas, fiebres de decencia, ante escándalos para los que parecíamos inmunizados.
Lo bueno que tienen estos tiempos es que todo pasa deprisa y, aparentemente, a la vista de todos. Lo bueno es que cualquier situación se transforma, salvo en el PP, claro. Lo malo es que haya quien, como Pedro Sánchez y la mayoría de los militantes de su partido lleguen a pensar, como Maquiavelo, que "el fin justifica los medios", porque si la elección de Gabilondo como candidato tiene el respaldo de la militancia y la prensa amiga, tiene la hipoteca de que se ha producido por procedimientos poco o nada democráticos.
Ya veremos en qué queda dentro de tres meses, cuando al bueno de Gabilondo -y no se entienda por bueno inocente o cándido- tenga que lidiar con la construcción de una difícil alianza de gobierno o con la ardua tarea de encabezar la oposición. El reparto de la tarta va a ser difícil y tentador y, por lo escuchado a Gabilondo, parece que nunca se "arrimará" al PP para conseguir esa gobernabilidad.
Ojalá sea así. Si no, perderíamos un modelo de decencia y, con él, la esperanza de que algo cambie.


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viernes, 20 de febrero de 2015

LA FRANCOTIRADORA



Alguien debería expñlicarle a esta mujer que todo eso que aprendió de niña, a veces dudo que lo haya sido, probablemente con las monjas, no es verdad. Alguien debería explicarle que eso que ella supone que es el alma no es más que una acumulación de experiencias almacenadas en su cabeza gracias a esa maravillosa casualidad electro orgánica que es nuestro cerebro. Alguien debería decirle que el día que nos deje volverá a ser poco más que carbono, fósforo y calcio, amen de algún que otro gas más o menos maloliente, que, esos sí, subirén a eso que llamamos cielo y que no es más que la atmósfera sucia y contaminada especialmente gracias a ella.
Alguien debería decirle que la inmortalidad no es otra cosa que el recuerdo, bueno o malo, que va a quedar de nosotros en quienes nos han conocido. Nada de angelitos con túnica blanca sentados en las nubes velando por los que hemos dejado abajo, en la tierra. Apenas, en el mejor de los casos, un libro en el que se nos cite, con suerte para bien, una placa o el nombre de una calle por la que, al cabo del tiempo, pasará la gente sin recordar o sin haber sabido nunca quienes fuimos.
Lo del cielo y el alma junto a dios no es más que una añagaza para justificar ese trabajo tan sucio que algunos hacen a su paso por la tierra, porque, si no creyesen en que al final de su existencia, existiese ese túnel de lavado en el que desprenderse, bajo el agua a presión de las oraciones propias o ajenas, de todas las malas acciones, las arbitrariedades y las injusticias que dejamos en nuestro paso por la vida, se haría muy difícil y angustioso vivir.
Por eso las misas, con sus rituales adormecedores de cuerpos y conciencias. por eso la caridad y las "buenas obras", las cesiones de terrenos, que son de todos nosotros, para construir universidades y criptas para uso, disftute y negocio de sectas ultracatólicas, y por eso la caridad vestida de pieles y pulseras tintineantes para con algunos pobres, a ser posible los de la propia parroquia.
Doña Ana Botella, primera dama que quiso ser, sin pedir permiso a la reina Sofía, y alcaldesa que dejara de ser sin haberlo sido con el permiso de los madrileños, es el paradigma de todo lo que don Benito Pérez Galdós criticó en sus novelas. Ana Botella, capaz de dejar que se humedezcan sus ojos delante de un altar es también capaz de contemplar impasible, sin inmutarse, cuando se arroja a la calle a familias enterases, con enfermos, ancianos y niños, cuyo único delito ha sido el de haberse dejado devorar por la crisis y el de haber creído que esa vivienda social que un día, después de todas las gestiones imaginables y de haber demostrado que era si única salida, iba a ser para ellos mientras la necesitasen y que, incluso, acabaría siendo de su propiedad al cabo de los años con el pago de su alquiler.
Pero no, Ana Botella, que debe pensar, como su tenebroso marido y sus admirados Ronald Reagan y Margaret Tatcher, que los pobres no son aún suficientemente pobres y que los ricos tampoco son sufocientemente ricos, prefirió vender todas esas viviendas a un "fondo buitre" de esos que pagan los fondos de pensiones de alemanes y japoneses con la sangre y el dolor de estos y otros españoles desahuciados y que, a base de matonismo, especulación y amenazas, convierten el hogar de algunos en el sobre que, puntualmente y probablemente sin que conozcan su origen, llega cada mes a los pensionistas suscriptores de sus fondos,
Pero no os preocupéis por la pobre Botella. Seguro que, como ese francotirador que fríamente, sin apenas emoción, ejecuta, uno a uno,a  distancia  y protegido tras la mirilla de su fusil de cualquier asomo de duda, los objetivos de los señores de la guerra que, donde otros vemos sufrimiento, sólo ven beneficios y poder, encontrará un miserable Clint Eastwood que la justifique.


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jueves, 19 de febrero de 2015

LA PRUEBA DEL NUEVE



El Partido Popular, como les ocurre a los cocineros descuidados acaba de darse cuenta de que le falta un ingrediente para cocinar si plato estrella, plato que no es otro que su famoso "cómo ganar unas elecciones con un poquito de allí y otro poquito de allá". Y como ese cocinero despistado, el PP anda buscando por los armarios la hoja de laurel o la ramita de canela que permita a sus invitados reconocer ese viejo sabor que hizo a su cocina inconfundible.
Hace cuatro años, además de ese suflé anticrisis trufado de puestos de trabajo y riqueza, con el que los españoles nos íbamos a chupar los dedos, pero que, al final, se ha quedado en poco más que una tortilla agridulce y esmirriada, el Partido Popular convocó a sus electores a la mesa ofreciéndoles un menú elaborado a base de platos de sabor fuerte y rancio, no del gusto de todos. Platos como el de la total intransigencia en la lucha antiterrorista, servido con la asistencia de las asociaciones de víctimas, u otros, para los que contó con el apoyo y el aplauso de la cúpula de la iglesia católica, como la más que odiosa reforma educativa o la no menos odiosa y amarga reforma de la legislación vigente sobre el aborto.
El PP, una vez servida la mesa, ha visto fracasar casi todos sus platos. Tanto que los comensales, en su mayoría, andan diciendo en las encuestas que no volverán a sentarse a esa mesa. Quizá por ello, con una reforma educativa, no sólo odiada y protestada, sino imposible de aplicar por la escasez de presupuesto para ello, Y no sólo eso, con unos "aparentemente buenos" datos macroeconómicos, resultado más de la coyuntura mundial, con las bajadas del euro y el precio del petróleo, y con unas cifras de empleo de "todo a cien" que sólo sirven para ser presentadas pero que, en cuanto se llevan al mundo real, dejan ver lo que esconden que no es otra cosa que empleo basura, explotación y salarios insultantes. 
Con ese panorama y después de haber tenido que tragarse el sapo de la retirada de la ultraderechista reforma de la legislación que aún regula el aborto en España, un texto delirantemente conservador y misógino, elaborado por el no menos conservador, misógino y delirante Alberto Ruiz Gallardón, a los responsables del partido de la Calle Génova no les ha quedado otro remedio que volver a poner en la mesa un recordatorio, apenas un canapé, de esa frustrada reforma del aborto, reclamada por lo más montaraz de su electorado, un canapé que toma a las adolescentes embarazadas como rehenes de la reconexión con ese electorado, poniendo en manos de unos padres, muchas veces autoritarios, cuando no maltratadores, el futuro de sus hijas.
Desde que se supo que arrebatar a estas jóvenes de entre dieciséis y dieciocho años mediante una mini reforma que ningún ministro quiere asumir, no han cesado las reacciones, tanto de los partidos, como de movimientos sociales, feministas o no. Y la mayoría de esas reacciones han sido, con más o menos matices, contrarias a la reforma, si exceptuamos al confesional PNV o ¡menuda sorpresa!, es sarcasmo, al emergente Ciudadanos que apoya la reforma, dejando clara su alma de lobo bajo la piel de cordero o, lo que es peor, su oportunismo político a la hora de echar la caña en el caladero de un voto tradicionalmente del PP que, hoy por hoy, es su principal objetivo.
Es la prueba del nueve de que la cabra tira al monte y de que quien creció en Cataluña haciendo suya una reivindicación y una imagen deformada de la sociedad catalana que siempre han sido del PP está dispuesto a seguir por el mismo camino en su expansión por el resto del Estado.


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miércoles, 18 de febrero de 2015

INTERPRETAR



Cuanto más viejo me hago, más claro me queda que el truco, la llave del poder que coloca a unos encima y a otros debajo, está en interpretar, en retorcer la verdad, que debiera ser única y de todos, hasta hacerla propia. Por eso las leyes, las normas que rigen la política se dictan y se escriben de manera tan ambigua, para dejar en manos del que está encima, el que nos gobierna, el poder de interpretarlas. Lo vemos cada día, a cada momento, cuando unos y otros pretenden hacernos creer que no estamos viendo lo que vemos o que no han dicho lo que han dicho.
En principio y para tranquilizarnos, nos dicen que para interpretar las leyes y las normas están los tribunales, los jueces y los árbitros que, para nuestra desgracia, las más de las veces no desentrañan la razón, sino que se limitan a dársela a unos o a otros. Por eso, los que las hacen se toman tanto interés en nombrar sus propios árbitros, esos que en un mundo ideal, más allá de presiones o simpatías han de desentrañar la única verdad y con ella la razón.
Quienes hemos vivido, por poco que haya sido, bajo un régimen autoritario de sobra sabemos que, en ellos, los jueces, los árbitros siempre miran hacia arriba a la hora de tomar sus decisiones y, en cierto modo, a ello nos resignamos. Lo que nos inquieta más es detectar que eso mismo ocurre después de tantos años de democracia, que quienes pueden aún pretenden hacer suyas las leyes retorciéndolas en su interpretación para arrebatarnos eso que Montesquieu llamó "el espíritu de las leyes" y que debiera ser uno.
Viene todo esto a cuenta del laberinto en que se han metido, nos han metido, los amigos socialistas a propósito de la interpretación que se da a una palabra al parecer tan ambigua como lo es imputación, palabra tan de moda como lo estuvo en los primeros años de la transición "coyuntura", palabras que están en todas las salsas y en todas las conversaciones sin que, con ellas, unos y otros interlocutores les den el mismo significado.
Casi todos los partidos, que se vienen llenando la boca de peticiones de dimisión para sus adversarios en cuanto sobre ellos se cierne la sombra de un juez, han elaborado sus propios y farisaicos códigos éticos que fijan el momento procesal en el que cualquier cargo ha de abandonarlo. Y es aquí donde aparece la palabrita de marras, imputación, que tiene distinto alcance si el imputado es de ellos o de los nuestros. Una palabra que se ha retorcido tanto que, ayer, el portavoz socialista en el Congreso se hizo un lío con ella, hasta el punto de que, a propósito de lo que deberían hacer José Antonio Griñán y Manuel Chaves, senador y diputado, deberían hacer tras ser imputados por el Tribunal Supremo en el asunto de los ERE, curiosamente sin delito atribuido. Tanto lío como para dar tres versiones de lo que deberían hacer, en menos de una hora, reconociendo que la primera, en la que exigía la dimisión de ambos, la dio sin haber el extraño auto del Supremo.
Tenemos a los padres de la patria haciendo leyes que, luego, interpretan jueces y magistrados, pero tenemos, también, partidos que, como el PSOE, elaboran códigos éticos que luego, con más o menos prisas, interpretan como les conviene. Y, en medio de todo este puré, tenemos un partido, el PSM, que desde hoy y hasta el sábado va a elegir a su candidato a presidente de la Comunidad de Madrid sin papeletas ni urnas, en asambleas sin la garantía que da el anonimato, de las que saldrán unas actas que luego interpretará la gestora impuesta por quien destituyó al que los órganos democráticos del PSM colocaron al frente del partido y la candidatura. 
Está el patio como para fiarse de interpretaciones, más cuando interpretar y actuar,en ocasiones, son sinónimos.


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martes, 17 de febrero de 2015

ES LA DEMOCRACIA, ESTÚPIDOS



Pertenezco a la generación que alcanzó su mayoría de edad, 21 años entonces, mientras la democracia daba en España sus primeros y tímidos pasos y, después de aquel crucial referéndum para la Reforma Política de 1976, nunca he faltado a una cita con las urnas y siempre, salvo en aquella consulta en la que, como pedía la izquierda, me abstuve, he depositado mi papeleta en las urnas. Por eso me estoy haciendo cruces,  es un decir, por la deriva que está tomando el partido que se ha llevado la mayoría de esas papeletas y al que hoy me cuesta tanto reconocer, desde que hace ya seis días su secretario general, Pedro Sánchez, decidió cargarse de un plumazo todos los órganos representativos y, cómo no, democráticos del partido en Madrid, con su secretario general, Tomás Gómez, a la cabeza.
Las cruces me las hago, porque siempre pensé que en un partido que se dice democrático se responde ante la militancia y más si ésta se expresa democráticamente en sus decisiones. Pero parece que no, parece que los partidos, incluso los que presumen de más de un siglo de existencia, adolecen de vez en cuando de inmadurez, de tanta inmadurez como para que un señor secretario general, con sólo una parte de su ejecutiva, decida de la noche a la mañana que las decisiones expresadas por los militantes de una de las federaciones del partido, por más que sea la madrileña, no tienen el más mínimo valor ante sus opiniones o, en el peor de los casos, ante sus más oscuros intereses.
Y, siendo esto malo, lo peor es que quien dice tener el poder para hacerlo, yo lo dudo, aún no ha sido capaz de dar con su voz una sola explicación de la decisión tomada el miércoles, después de  casi seis días de zozobra e incertidumbre en la tercera federación de su partido. Un silencio de hielo que dice muy poco de quien se "vende" como una esperanza de renovación de un partido malherido por tantos años de deterioro en el gobierno, los gobiernos, y tantos y tantos enfrentamientos fratricidas que, al final, han llevado al deterioro de la imagen que los socialistas dan hacia el exterior y a la absoluta falta de credibilidad que evidencia el abandono continuo, si no traición, de los principios que ha de defender cualquier demócrata convencido.
Ayer tuve la oportunidad, fortuna diría yo, de coincidir con dos militantes del PSM, con dos puntos de vista totalmente opuestos sobre lo que ha sucedido en su federación. La una, dispuesta a creer en lo que calificó de "apuesta" de Pedro Sánchez, cansada ya de los fracasos de Tomás Gómez y con una evidente antipatía hacia quien un día recibió su apoyo. La otra, con la que, he de reconocerlo, estoy totalmente de acuerdo, se decía ya cansada y dispuesta a dejar el partido, dejando claro que lo suyo no era una defensa de Gómez, sino de la democracia, vapuleada por el secretario general del PSOE.
Mi aportación a ese debate que pillé en marcha fue decir lo que pienso: que, admitiendo que lo de Pedro Sánchez haya sido una apuesta, ésta no puede salirle gratis y que, al igual que hizo Joaquín Almunia a los pocos minutos de haber fracasado en las generales del 2000 tras una jugada demasiado parecida a la última de Pedro Sánchez, en la que el aparato de Ferraz se cargó al candidato elegido en primarias, Josep Borrell. Creo sinceramente que, pase lo que pase a partir de ahora y sea cual sea el nuevo candidato socialista al gobierno de Madrid, si sus resultados no superan a los últimos de Tomás Gómez, Sánchez debería dejar la secretaría general del partido tan rápidamente como la dejó hace quince años Almunia.
Ese es el precio que debería exigírsele a Pedro Sánchez por sus devaneos incomprensibles, salvo que estén teledirigidos por las fuerzas oscuras del aparato oculto del partido, la prensa y la patronal que quieren, para el tiempo apasionante que se acerca, un PSOE más rosado que rojo, por si, al final, se hace necesario el gran acuerdo entre PP y PSOE por el que vienen apostando descaradamente Felipe González y las grandes empresas españolas.
Mal asunto para el PSOE que quedaría tan mal o peor que el PASOK, porque sería intolerable para sus militantes y porque, pese a que algunos estúpidos parezcan olvidarlo, al final la democracia pura y dura, sin interferencias ni asambleas asentidoras y teledirigidas es lo que define el alma de un partido.



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viernes, 13 de febrero de 2015

EL PARTIDO ÑU

Quién no ha visto alguna vez, en medio del sopor de la siesta esa enorme manada de ñus en Tanzania, lanzándose en un gesto ciego y suicida a las aguas revueltas de un caudaloso río, siguiendo al líder de la manada, sin pararse a pensar en las posibilidades de supervivencia que le concede el salto.
Hay quien atribuye tan espectacular cruce, que demasiadas veces acaba en tragedia, a la necesidad de migrar en busca de pastos pero también los hay que ven en ese suicidio masivo una llamada atávica a la reducción del número de individuos de la especie para asegurar la supervivencia de la especie, reduciendo su número para asegurar el pasto de los que logran ponerse a salvo, en perjuicio de la de los individuos.
Quizá sea simplista hacerlo, pero a veces veo a los partidos, y de modo especial al PSOE como esa manada de ñus saltando al vacío y dejándose arrastrar por la corriente hacia un futuro nada cierto, mientras nosotros, los votantes, sentados frente al televisor, primero intuimos y luego contemplamos un desastre que ellos no son capaces de ver. Desgraciadamente y para mal de esa sociedad madrileña que quiso en los primeros años de la democracia dejarse gobernar por la izquierda, el PSOE, y no menos Izquierda Unida, se empeñan en esas conductas suicidas que les llevan cada cierto tiempo y en especial cuando los votos escasean en la sabana, a un proceso de autodestrucción que espanta tanto a militantes como a electores, pero que fortalece y reafirma en sus errores a quienes quedan.
El "golpe" en la mesa, con grave riesgo para la mesa, dado por Pedro Sánchez en el PSM, no puede ser otra cosa que uno de esos ciclos suicidas. Sobre todo si se acompaña de aspavientos como el de cambiar las cerraduras de la sede del partido en Madrid, en lo que no deja de ser uno desahucio más de esos que, ahora sí, pero al principio no criticaba el partido. No sé qué consecuencias va a tener para el futuro. No sé si, finalmente, Gabilondo accederá a encabezar la lista socialista a la Asamblea de Madrid. Ni, mucho menos, sé cuál será y cuál hubiese sido el resultado de esas elecciones con uno y otro candidato. Eso lo dejo para la política ficción y para la increíble y rauda encuesta publicada por el país en tiempo récord con el resultado buscado y conseguido de laminación de Tomás Gómez.
Y ahora que sale el nombre de Tomás Gómez quiero aclarar que, aunque lo haya podido parecer, no soy en absoluto su defensor. Más bien le considero, y así lo he escrito, tozudo y antipático, un invento del propio aparato que, tras sus éxitos electorales en Parla, una vez conseguido el hospital que los vecinos reclamaban y a la vista de sus resultados allí, manejó su nombre, incluso, como relevo para Zapatero. No es que me guste Gómez, más bien me gusta poco, pero menos me gusta que se maltrate la democracia. 
Estoy demasiado acostumbrado al "por mis cojones" de quienes se colocan en lo alto de la montaña y creo que, al disolver la ejecutiva del PSM, hasta hace dos días era el órgano democrático de gobierno del partido y, vista la sumisión con que está siendo asumida la medida por alcaldes y secretarios de otras federaciones, me temo que en los partidos, al menos en este PSOE, hay mucho seguidísimo al líder, pensando más en conservar su puesto en la manada que en las consecuencias que pueda llegar a tener el camino emprendido por éste para cruzar el río. Un seguidismo que se parece demasiado al de los ñus de la manada. Aunque siempre hay alguno que, como Antonio Miguel Carmona, pensando que nada muy bien al que no le importa saltar al agua y postularse ya para sustituir a Tomás Gómez.


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jueves, 12 de febrero de 2015

CABEZA DE RATÓN



Lo de ayer en el PSOE, digan lo que digan y aleguen lo que aleguen desde Ferraz, fue una jugada muy sucia comparable a esos tiros en el pie que, dicen, se daban algunos soldados temerosos de ir al frente, Son varias las razones que balbuceó el secretario de organización becario, César Luena, pero se guardó la verdadera, si no la única razón para cesar a Tomás Gómez al frente del PSM t, lo que es infinitamente peor, para disolver la ejecutiva del partido en Madrid. Y esa razón no es otra que la falta de control que Pedro Sánchez y el viejo aparato del partido, que sigue agazapado tras él, tienen sobre el partido en Madrid.
Alegan que Tomás Gómez es un mal candidato, porque ha fracasado en sus intentos de desbancar al PP de la Asamblea de Madrid, cuando sus fracasos no son más que los que, salvo en Andalucía, ha venido cosechando el PSOE en los últimos años- Y no sólo eso, tienen, además, el descaro de meter en la gestora que se hará cargo del partido a Lissavetzky, el candidato socialista que más veces se ha estrellado en su carrera al ayuntamiento de Madrid. De modo que, si esa fuese la verdadera causa de la razzia de ayer en Callao, sería tan falsa como injusta.
Mucho me temo que a Tomás Gómez, el ser más antipático y contumaz a este lado de la política, no se le ha perdonado haber apostado con fuerza y haber vencido, no sólo él, claro, en la batalla por la defensa de la Sanidad Pública en Madrid, dejando, incluso, su escaño en el Senado, como protesta al apoyo que el complaciente Rubalcaba dio al nombramiento del juez Martínez Tristán, candidato del PP y partidario de la privatización de los hospitales, para vocal del Consejo General del Poder Judicial.
Otra de las razones alegadas por Sánchez, por intermediación de Luena, es la de que los escándalos del sobrecoste del tranvía de Parla y la corrupción que se investiga en la Operación Púnica podrían salpicarle, una especie de cirugía preventiva, en la que se amputa el pie para evitar que pueda hacerse daño al tropezar, porque a día de hoy, salvo campañas perfectamente orquestadas desde el PP, con el apoyo de la prensa amiga y de la que hasta hace poco creíamos objetiva, nada parece que implique al que fuera alcalde de la ciudad madrileña, que, y eso es incontestable, no ha sido llamado a declarar, ni siquiera como testigo, por uno u otro asunto.
No hay más que ver para corroborar lo que escribo, la prisa que se ha dado EL PAÍS, en plena crisis del grupo al que pertenece, para encargar una encuesta telefónica que, con un enorme margen de error, arroja el resultado, tan increíble como buscado, de que la salida de Gómez doblaría y más los resultados del PSOE en la Comunidad de Madrid. Yo, personalmente, no me lo creo y menos del periódico que, durante años, ayudo a cultivar la imagen de demócrata progresista del despilfarrador ultraderechista Alberto Ruiz Gallardón.
No. Pedro Sánchez no me convence de que haga falta provocar este desastre democrático para salvar el partido en Madrid, porque bien poco le importaron los problemas legales y de organización del líder del PSM cuando éste le dio su apoyo para auparse a la secretaría general en Ferraz. Más bien me parece que lo suyo es una especie de desembarco en la federación socialista madrileña que ahora no controla, para asegurarse el apoyo que tiene en el aire, de cara a una confrontación con Susana Díaz tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo.
En resumidas cuentas. Ahora mismo el contradictorio e inseguro Pedro Sánchez no las tiene todas consigo y prefiere un partido roto o hipotecado mediáticamente antes que un partido real y crítico con el que hacer la necesaria travesía del desierto, En resumidas cuentas, Sánchez prefiere ser cabeza de ratón antes que cola de león. Cabeza de ratón asustadizo que no da la cara despues de comerse el queso. Pero se equivoca si piensa que convencer al bueno de Ángel Gabilondo para ocupar la silla aún caliente de Tomás Gómez. De momento, Iñaki, el hermano del ex ministro, acaba de decir, no sé si como consejo a su hermano, que nadie querría meterse en la boca del lobo que hoy es el PSOE.



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miércoles, 11 de febrero de 2015

EL GUIÑOL DE MONTORO Y MONEDERO



El problema de Monedero frente a la Hacienda Pública es la candidez del novato. O quizá creer que, si finalmente se demuestra que sus ingresos procedentes de América Latina lo eran para financiar el movimiento que dio lugar a  Podemos, el fin justificaba los medios y no haber escamoteado ni un céntimo al control bancario ni, por tanto, a la inspección de Hacienda. Si el dinero le hubiese llegado en los maletines de Flick, como le llegaba a aquel PSOE de Felipe el dinero de la socialdemocracia alemana, en cajas de zapatos de manos de empresarios y banqueros asustados como le llegaba a la UCD de Suárez, o los donativos que recibe el PP como contraprestaciones a generosas adjudicaciones de obras y contratas, como le ocurre al PP, Monedero no hubiera tenido que padecer lo que está ahora padeciendo bajo la lupa de cuantos desean que Podemos fracase, para que no fracase el chiringuito del que, desde hace décadas, vienen disfrutando.
Evidentemente, que ese dinero es sospechoso no se le escapa a nadie, pero no creo que PSOE o PP sean los más indicados para reprochárselo porque su pasado y su presente están llenos de rincones más oscuros aún que éste. Eso debería quedarle a partidos emergentes como Podemos, que, si no cuentan con fuentes de ingresos distintas de las cuestaciones entre sus militantes, muy difícilmente podrían plantearse el uso de los medios precisos en una campaña electoral.
Y digo esto estando seguro de que mediante un crowdfunding -en español, sablazo- o pasando la gorra en sus actos públicos podrían obtener esos fondos con la mayor de las facilidades. Lo que ocurre es que lo que menos importa es el dinero, lo que realmente importa es señalar la irregularidad que, en el mejor de los casos, podría atribuirse a una ingenua interpretación de las leyes, una trampa, generalizada entre los contribuyentes e inducida las más de las veces por asesores aficionados o poco escrupulosos.
Me viene a la memoria el caso de una compañera de la agencia EFE que, en los tiempos de UCD y de las primeras declaraciones de la renta, tuvo que enfrentarse a una paralela, en la que el inspector de turno se hacía cruces por cómo habían tratado de "colar" una declaración trampeada tan burdamente como esa. Era tal su asombro que acabó preguntándoles de dónde había salido tal declaración y ella acabó diciéndole que se la había hecho un amigo que entendía de eso. El picante de la anécdota es el de que el amigo era un  joven Francisco Fernández Marugán, que acabó siendo tesorero del PSOE y portavoz socialista en la Comisión de Presupuestos del Congreso amén de haber sido uno de los diputados de más larga trayectoria de la democracia.
Anécdotas aparte, si es reprochable la torpeza y el ocultismo a medias de Monedero, mucho más lo es la actitud del ministro de Hacienda que parece haberse adjudicado el papel de espía de su partido en las cuentas de los españoles que son de todos y en absoluto están para hacer el uso partidista de ellas que viene haciendo desde el primer minuto de cada uno de sus dos mandatos en el ministerio. Nunca un ministro ha exhibido con tanto descaro los datos de los contribuyentes que no le son simpáticos, datos que son sólo del contribuyente y de la Agencia Tributaria, pero que él no duda en insinuar o en comentar después de las consiguientes filtraciones a la prensa "amiga". Una actitud que bordea, si no traspasa abiertamente, la legalidad.
Eso y su contumaz tendencia a callar y ocultar las faltas de los amigos y no pasar ni una de las de los molestos adversarios. La prueba la hemos tenido con la escandalosa nómina de patriotas que, como dice hoy El Roto, mandaban su dinero a estudiar a Suiza, que el ministro tilda de agua pasada y que sin embargo revelaba el mecanismo usado por las grandes fortunas españolas, incluidas las de algunos de sus compañeros de partido. Tan burda ha sido su actuación que ha merecido el reproche de los mismos inspectores de Hacienda, que se ha visto obligado a admitir que se investiguen las actuaciones del HSBC en nuestro país.
Son cosas distintas, las de Monedero y Montoro, pero se están dirimiendo en un guiñol que iguala los tamaños y en el que yo, como cuando era niño, prefiero que gane el más débil, por pillo que sea, frente al ogro malvado que se esconde en el Ministerio de Hacienda. Sobre todo, porque, con su victoria sobre el villano, le irá mejor a la princesa, que es nuetsra democracia secuestrada.

martes, 10 de febrero de 2015

BLESA EN LA SER


No, no penséis que quien saqueo Caja Madrid va a ser entrevistado en cualquiera de los programas de la que en tiempos fue mi casa, en la que durante tantos años fue casa y escuela del mejor periodismo radiofónico, no. Lo que quiero decir con este título es que los métodos y las maneras de Miguel Blesa hace ya tiempo que se han impuesto en la Cadena SER y que, de la mano de personajes que, como Juan Luis Cebrián, son capaces de decretar un ERE detrás de otro mientras se suben el sueldo un 35% y "dotarse" de un bonus de jubilación, con el que se pagaría sobradamente la nómina de la redacción de informativos de la cadena, estrellas aparte, durante todo un año. Métodos que van encaminados a desmantelar una redacción que fue prestigiosa y eficaz y a abaratar el precio de una marca, Cadena SER, que hace ya tiempo busca comprador para llevar dinero a los agujereados bolsillos de quienes heredaron el prestigioso imperio mediático que fue PRISA, apenas ya imperio y con menos prestigio cada día que pasa.
Ayer supe del despido de siete compañeros de la redacción de la ser y alguno más del cuerpo técnico y supe de ella a través de llamadas y mensajes de compañeros, porque yo, que continuamente sigo la programación de "la radio", no me había enterado porque, "naturalmente", quienes continuamente nos informan de eres en Coca Cola, de desahucios de viviendas, siempre que no estén implicados en ellos los bancos acreedores de su deuda, de carencias e injusticias, en fin, nada dijeron de estos despidos injustos y salvajes, en los que el perfil de las víctimas lo marcan que el salario fuese el justo premio a la antigüedad y la experiencia, junto al criterio profesional y la autoridad moral de unos profesionales que, en tiempos de docilidades y salarios que hacen añorar el tiempo de los mileuristas, convierten a quienes saben y no se dejan manipular en un estorbo para el uso que quienes detentan hoy el poder en la radio pretenden hacer de ella.
Es tal la inseguridad y el miedo que estos tipejos han sembrado en esa redacción martirizada que ya no queda nadie capaz de elevar su voz para protestar por "masacres" como la de ayer, que el único que tuvo la gallardía de hacerlo, sabiendo como las gasta la empresa que censuró para siempre jamás a la concejal socialista Matilde Fernández, por oponerse, ya en tiempos de Zapatero, al pelotazo del que nacieron las cuatro torres de la que fuera Ciudad Deportiva del Real Madrid. Pese a todo, en la sacrosanta Hora XXV, Llamazares denunció ante el micrófono lo que hacía horas había sucedido en la SER.
Quién iba a sospechar que la última reforma laboral aprobada por el PP, la de los veinte días por año trabajado y el despido preventivo, tan criticada en los mismísimos micrófonos de la SER iba a ser, juntos a los fondos buitre, tan denostados en ella cuando se hacen con las viviendas de alquiler social, los instrumentos de "sacas" como la de ayer, en que, después de semanas de terrorismo empresarial, en las que se amenazó con las consecuencias de los "corrillos" en la redacción y los comentarios en los pasillos, se acabó de un plumazo con carreras profesionales que superan los veinte años de media y que han sido reconocidas no sólo por los oyentes, sino con galardones de sus compañeros de profesión o, en el caso de Ana Borderas, con el Premio Nacional de Periodismo Cultural.
Desde aquí os pido a quienes seáis oyentes de la SER que no mováis el dial o apaguéis el receptor, sino que la escuchéis con más espíritu si cabe y que aprovechéis cada resquicio de participación que la SER ponga a vuestro alcance, no ya para pedir que readmita a los despedidos, algo imposible ya, sino para denunciar el deterioro de una redacción en la que nadie corrige ya a nadie, en la que cada vez son menos los que tienen, no ya cultura, sino la más mínima cultura general. Una redacción en la que son pocos los que saben manejar las preposiciones, en la que cualquier palabra o cosa que se salga del ramillete de tópicos provoca asombro, en la que se confunden términos casi del catón, en la que todo, incluso palabras tan españolas y tan de actualidad como "laboral" se acentúan a la inglesa, si van delante se Kutxa, en la que un equipo de Nancy lo parece de una famosa muñeca y no de una ciudad francesa. Una redacción, en fin, en la que el bajo coste, la docilidad y el sálvese quien pueda sean el salvoconducto para encadenar contratos, ahora ya sin Seguridad Social, porque, en ella y después de alguna que otra inspección de Trabajo, el futuro está en hacerse autónomo.
Por todo esto y desde la pena que me da tener que reconocerme como privilegiado por haber sido despedido hace ya tiempo, cuando se respetaban los derechos laborales y no se esperaba a las reformas cuasi esclavistas y a la liquidez que dan los buitres para echar a la calle a los caros y díscolos, me solidarizo con mis compañeros y os digo que Juan Luis Cebrián y su equipo no son mucho mejores que Blesa y su cohorte de saqueadores, porque están acabando con la ilusión con que trabajan quienes aún siguen trabajando en ella y porque están dejando el prestigio de la que no fue sólo líder de audiencia, sino un referente en cuanto a solvencia y credibilidad en el panorama de la información en España.


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lunes, 9 de febrero de 2015

PATRIOTAS Y BANDIDOS



Espero que algún día la Historia reserve alguna de sus líneas a quienes, con sus luces y sus sombras, decidieron un día dar a conocer la "delicada" información que una sociedad tan hipócrita como la que nos ha tocado vivir puso un día en sus manos. Me refiero yodos esos héroes, villanos para la "gente de orden", que filtraron a Wikileaks las vergüenzas del espionaje norteamericano y la imagen que los Estados Unidos tienes de sus socios, o las villanías de las tropas norteamericanas en Irak. También, cómo no, el jovencísimo Edward Snowden que reveló al mundo, por razones éticas, las técnicas que, para el espionaje en las redes, utilizan si país y la connivencia que, para ello, mantenía Washington con las grandes empresas del sector. Y, ya por último, Hervé Falciani, el empleado de del HSBC en Ginebra que entregó a Francia material informático en el que se incluía una lista con el nombre de miles de clientes del banco que escondían en él el dinero que ocultaban a la Hacienda de sus países y los métodos utilizados para ello.
Quizá sólo sea un sueño, pero creo que se haría justicia a estos nuevos héroes que han asumido el papel de cargar sobre sus espaldas tanta ignominia para echarla a rodar por la pendiente de los medios de comunicación hasta hacerla reventar en la conciencia de los ciudadanos. Héroes y no villanos como Bárcenas o Carlos van Schouwen, el contable chileno de Filesa, que nos dieron la información de los chanchullos en que colaboraron, con el único ánimo de vengarse de sus jefes o compañeros.
Todo esto viene a cuenta -y nunca mejor dicho- de la publicación hoy por parte de Le Monde y un grupo de periódicos de varios países del contendió detallado de la lista revelada por Falciani, la misma que, al caer en manos de la justicia española, provocó la regularización fiscal de la fortuna de millares de ciudadanos y empresas españolas en el 2006/2007, por un total cercano a lo que nos cuesta anualmente la administración tributaria. Un escándalo que traerá cola, entre otras cosas, porque coloca los nombres de "héroes" de la banca como Emilio Botín y familia o del deporte como su "apadrinado" Fernando Alonso, junto a los villanos del narcotráfico y el comercio de armas o diamantes.
Lo más lamentable es conocer las marrullerías utilizadas por los evasores españoles que, como en una lujosa partida de billar acababan con su dinero en el banco suizo, después de recorrer medio mundo rebotando de isla en isla y paraíso en paraíso para escapar a cualquier control posible. Un banco, este HSBC, del que ya oímos hablar en España cuando, en tiempos de Aznar y en medio del escándalo Gescartera, se le relacionó con empresas propiedad de Rodrigo Rato y sus hermanos. 
De lo que estoy seguro es de que en los próximos días conoceremos muchos más detalles y nombres de todos estos patriotas que unas veces se permiten darnos consejos morales y pedirnos que nos apretemos el cinturón en las crisis, mientras ellos se quedan con nuestras casas, y otras se envuelven en la bandera española y aceptan premios como el Príncipe de Asturias, mientras eligen fijar residencia en Suiza y dejar allí su dinero. Patriotas que, a  la hora de la verdad, no tienen el menor escrúpulo en que su dinero se mezcle con el de villanos y bandidos, manchado con la sangre de las víctimas de su codicia.


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viernes, 6 de febrero de 2015

DESPERTAR DE PESADILLA


Utilizo para despertarme cada mañana una radio sintonizada con el informativo que escucho desde hace décadas. El aparatito se conecta unos minutos antes de las ocho y últimamente, desde el lunes, lo hace con la voz de Rajoy, diciéndole a alguien, diciéndome a mí, diciendo a los oyentes, que todo va bien y que va a ir mucho mejor. Hoy, Rajoy en persona, en esos segundos en que paso del sueño a la realidad me ha dicho que han hecho tan bien las cosas como para bajarnos los impuestos desde el pasado mes de enero y para reorganizar las tablas del IRPF ¡Qué hermoso despertar! He estado a punto de creérmelo. Menos mal que aún quedaban unos minutos del informativo local, el que habla de las cosas más cercanas y en esos minutos he podido enterarme de que los jueces de instrucción de la Plaza de Castilla reconocen que son ciertas las quejas de los funcionarios, que protestan por la insalubridad de sus puestos de trabajo y porque no se cubren las bajas, lo que acaba desembocando en una carga de trabajo inasumible, con el consiguiente retraso en las causas que tramitan. Y no sólo eso, a continuación he escuchado a un responsable del Hospital Ramón y Cajal respondiendo a las enfermeras de urgencias del centro que habían presentado una demanda, probablemente en uno de los juzgados de la Plaza de Castilla, describiendo la falta de recursos y de personal que está sufriendo el departamento y que pone en riesgo la salud y la vida de los enfermos. La respuesta a la que aludo podría haberla dado el ex consejero de Sanidad, famoso por llegar comido y con ganas de gresca al cargo.
La "cuña", que es como llamamos los que trabajamos en la radio a los anuncios, siguiendo la "moda" impuesta por Rajoy, va firmada con uno de esos eufemismos que tanto le gustan: "populares" Se ve que les da reparo usar su verdadero nombre, Partido Popular, tan denostado y, en los últimos tiempos, tan asociado a los juzgados por una corrupción que les permitía, entre otras cosas, invertir el botín de sus saqueos en campañas como esta que uno no sabe si son del gobierno o del partido, pero que, con el adoctrinamiento de los convencidos y  tratando de engañar a las almas inocentes aún dispuestas a creerles, pretenden marcar las diferencias con el resto de partidos, entrando en un limbo legal en el que sus anuncios no podrían considerarse, no sé si su importe, como campaña electoral, que estaría sometida a control.
Pero no es ésta la única campaña llevada a cabo por el partido que, en España, se identifica con la mayoría que gobierna Europa, que "elige" a la troika y que ha colocado a Mario Draghi, coautor de la tragedia griega, al frente del Banco Central Europeo. También consigue apoyos dese Bruselas, donde la Comisión Europea mejora las expectativas de crecimiento de España, en un momento en el que el paro sigue subiendo en nuestro país, sin destacar que lo único que las mejora es la bajada del precio del petróleo y que el paro seguirá creciendo, algo que Rajoy no ha tardado en colgar en su pecho como una medalla.
Y, simultáneamente, la misma comisión, dando muestra de su total desprecio por la democracia, pone en marcha la voladura controlada del gobierno griego y las ilusiones de los griegos, cerrando el grifo del crédito a los bancos helenos, para colapsar los planes de Syriza y, si es posible, de  paso provocar malestar y revueltas, dificultando el pago de la nómina de los funcionarios, aunque de momento, lo único que han conseguido ha sido un reforzamiento de la fe de los griegos en su gobierno expresada ayer tarde en una concentración, por primera vez sin alambradas ni antidisturbios, ante el Parlamento en Atenas.
Un gesto, los dos, mejor dicho, el de colocar la medalla en el pecho de Rajoy y el de segar la hierba bajo los pies de Tsipras, que, a mi modo de ver, tienen un único significado: el de sembrar de piedras el camino de Podemos en España o el de cualquier nueva izquierda en Europa para que la UE, el enorme chiringuito en que la derecha, ha transformado el sueño europeo, se transforme o cambie de manos.
Pesadillas al despertar, pesadillas que tengo por no haber perdido la costumbre de informarme desde que me levanto y, sobre todo, de no creerme todo lo que me cuentan.



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miércoles, 4 de febrero de 2015

FELIPE Y EL SEÑOR GONZÁLEZ



Hace ya mucho y me duele que no reconozco en el señor González, consejero de Gas Natural, a  aquel Felipe que nos encandilaba en mítines y entrevistas. Hace ya tiempo que no se parece en nada a aquel joven presidente que una tarde de verano del 83 sentado en una silla, en un salón del Palacio de la Moncloa, rodeado por unos cuantos periodistas entre los que me contaba me miraba a los ojos y, todavía de carne y hueso, nos daba su opinión sobre lo divino y lo humano de la política de aquí y de allá. 
No sé si en aquel entonces González era más creíble o yo más inocente. Lo cierto es que aquella tarde me hice felipista. A partir de ahí le defendí contra viento y marea, hasta el punto de que, pese a que se trajo de China dos gatos, uno blanco y otro negro, porque los dos cazaban ratones y que un día nos dijo que prefería morir apuñalado en el metro de Nueva York, antes que vivir en Moscú, durante mucho tiempo, quizá más del debido, seguí creyéndole y votándoles a él y a sus cmpañeros.
Sin embargo, con los años, la soberbia y la arrogancia fueron creciendo en el personaje, arrogancia y soberbia que quizá identificábamos como fuerza y seguridad. Pero era soberbia y era arrogancia Se conoce que después de tantos años codeándose con los líderes mundiales, después de que su opinión pasase a tener peso en la política internacional, se fue olvidando de nosotros, los que le hicimos fuerte con nuestros votos y de nuestros problemas. Nos fue dejando de lado, al tiempo que, en determinados asuntos, se ponía en manos de los peores.
Por eso me indigna como me indigna oírle hablar con esa distancia de los niños que se quedan sin comedor, de los parados o apoyar algunos tenebrosos pactos de Estado. Nada puede llegar a odiarse como lo que se ha querido y de nada se defiende uno como de lo que le duele. Y, a mí, el señor González y su partido me duelen y me duelen mucho, porque, por desgracia, todo lo que le reprocho a él, se lo reprocho también a ese partido que no ha sabido encontrar su camino sin él ni su tutela.
De González le han quedado al PSOE los aires de grandeza, esa incapacidad para bajar a la calle a escuchar a los ciudadanos, a empaparse de sus problemas y a buscar soluciones para ellos. El PSOE, como el señor González, ya sólo viven para las grandes cifras, los "parámetros", tan alejados de la realidad como estamos comprobando. Si al menos el partido tuviese la determinación que en otros tiempos, con acierto o sin él, mostró Felipe. Pero no, este PSOE, en el que las bases eligieron lo más "vendible" frente a lo mejor, es un mar de dudas, un "sin vivir" que le lleva a indecisión y a la peor de las parálisis, la del cálculo y la conveniencia.
Al PSOE, como al señor González, le ha ocurrido que ha olvidado sus principios, esos que te llevan a ganar o a perder, pero nunca a equivocarte, lo que te hacen reconocible y, por qué no, amable y defendible por los tuyos. Entre la identidad y la estrategia, han optado por la estrategia, la que quizá les lleve  a lo más alto, para, cuando están allí, olvidarse de para qué subieron.
Ayer el señor González dio un recital de lo que os digo. Rechazando una derogación de esta reforma laboral que está haciendo picadillo a los españoles, con el único fin de que los ricos, los que tienen su dinero en las SICAP que él inventó sean cada vez más ricos, hasta que unos y otros sepan lo que quieren, dijo. Sin considerar siquiera la emergencia que el daños produce. Y, para remate, abogó por la firma de éste, parece que como cualquier pacto antiterrorista, y criticó a quienes los critican de un modo injusto, cuando no cruel, porque dijo que no vale criticar ahora, para sumarse a las manifestaciones y las condenas, cuando se produce un atentado. De lo que parece no darse cuenta el señor González es de que, así, está poniendo nuestros derechos y libertades en manos de quienes decidan cometer un atentado.
En fin, qué poco se parece aquel Felipe de hace tres décadas a este señor González, al que el poder y la gloria, como al personaje de Poe el bebedizo, han convertido en un monstruo irreconocible.


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martes, 3 de febrero de 2015

PACTO ¿ANTI QUÉ?



Cómo me alegro de no tener ya nada que ver con ese partido que, en 1982, trajo la ilusión a este país y que, tras unos años en los que realmente llevó a cabo una importante transformación del mismo, para, después, recular, al tiempo que sus dirigentes dejaban olvidados en el armario la pana y los principios, para arrimarse a los círculos del poder económico, abandonando a aquellos que tantas esperanzas habíamos depositado en ellos.
Debimos darnos cuenta con aquel referéndum "de la OTAN" que, como dijo hace poco el mismo González, hoy no convocaría. Lo cierto es que, entonces, resignados o convencidos por el encantador de serpientes que era Felipe, tragamos. Y cómo. Luego vinieron todas las reconversiones, la primera reforma laboral, la bajada de pantalones de Guerra a propósito del concordato, el sometimiento, que aún perdura, a las mafias de las basuras en los ayuntamientos, todos esos señores que, como Bono, de simples profesionales del derecho, pasaron a tener "para enterrar una vaca", la patada en la puerta, los primeros pactos antiterroristas y el que Jiménez Aguilar firmo por la Justicia, entregándonos atados de pies y manos, junto a las llaves de los tribunales, a quienes siempre habían sido los amos de la Justicia.
Y callamos, porque, al fin y al cabo, eran los nuestros, porque, si lo hacían, seguro que sería por nuestro bien. Y qué equivocados estábamos, porque, a la postre, por vocación o por mala conciencia aquellos "héroes de barrio", que tanto se parecían a nosotros, dejaron de hacerlo para ser cada vez más "intercambiables" con ellos, con los otros, con los hijos de quienes nos impusieron su terribles posguerra, amasando sus fortunas con nuestra desgracia o quienes, años después, han querido seguir sus pasos.
De entonces parecen haberle quedado al PSOE malos hábitos. Por ejemplo, la necesidad de revestirse de esa pátina con la que, en tiempos, justificábamos los excesos anti democráticos de Manuel Fraga o Jordi Pujol. Tienen la necesidad de sentirse hombres de Estado, para diferenciarse de la chusma, no sé si, en su imaginario, obrera o arribista, cuando les muerden los tobillos. Y, para poder meterse en el disfraz, necesitan desprenderse de eso tan incómodo para algunas cosas que son los principios y que han ido dejando tirados, como la ropa los amantes, camino del tálamo, de la mano del PP.
Pedro Sánchez fue ayer la novia en la fiesta que le había preparado Rajoy. Y para llegar allí, entregó como dote un buen puñado de nuestros derechos y libertades. Tragó con una ley infumable que es, a ojo de los expertos y los juristas más prestigiosos, inútil o redundante en los fines que dice perseguir, pero que, de paso, deja nuestra privacidad y nuestras vidas desprotegidas y en manos del ministro del Interior de turno. El mismo que, como todos los sábados, hace dos se inventó para los telediarios una importante operación "anti yihadista", con helicóptero militar y todo, contra los Kouachi españoles, a los que se les incautó un peligroso arsenal de cuchillos y una pistola. Y no digo que no hubiese sido preciso detenerlos, no. Lo que digo es que este ministro o sus asesores sufrieron un arrebato místico y se pasaron, como siempre, en la propaganda.
No sé, de verdad, qué necesidad tenía España de una pacto como el que ayer firmaron Mariano Rajoy y Pedro Sánchez- Ninguna. Sí sé, en cambio, que, con él, a Fernández Díaz, y espero que por poco tiempo, le va a ser más fácil husmear en nuestras comunicaciones, aficiones y costumbres y que, en adelante, el escrutinio implacable y canalla a que están siendo sometidos los dirigentes de Podemos y cualquiera de nosotros va a resultar mucho más fácil.
Nos dicen que este pacto de boxeadores sonados, este abrazo del oso, esta entrega de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy,  es por nuestro bien y por nuestra seguridad. Nos dicen que demuestra la firmeza de nuestro país frente al terrorismo islámico. Yo, personalmente, creo que está diseñado contra nosotros, para hacernos un poco menos libres y felices.


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lunes, 2 de febrero de 2015

¿QUÉ NOS HA PASADO?


El pasado sábado, mientras decenas de miles de personas -entre cien mil y trescientas mil, según las fuentes- abarrotaban Sol y sus alrededores, en las radios de Madrid se escuchaban cuñas, anuncios, pagados por quien ocupa el edificio sede del gobierno madrileño, el del reloj de fin de año, en las que se nos contaba lo bien que está la sanidad madrileña, en la que los hospitales crecen en los árboles y los pacientes pueden elegir médico, como se elige la tienda en la que se hace la compra, y mientras unos nos llenaban de esperanza y los otros difundían sus mentiras en propaganda pagada con nuestro dinero, en los hospitales de Madrid, como en los de media España, se acumulaban los pacientes que habían sido atendidos en urgencias, en camas "aparcadas" en los pasillos, a la espera de que quedase una cama libre en la planta para la que había sido diagnosticado o cualquiera otra con camas libres.
Qué tienen que ver cosas tan distintas os preguntaréis. Tienen mucho más que ver de lo que pensáis, porque el estado en que se encuentran nuestros hospitales, que no algo nuevo, porque yo ya lo sufrí hace años con otro gobierno en la nación y uno del mismo color que el que hoy ocupa Sol. No es nada nuevo y no es más que la consecuencia de unos años de egoísmo y pereza en los que a muchos nos bastaba con creer que éramos tan ricos y tan fuertes como para necesitar un papá estado que nos cuidase y protegiese, mucho menos si ese estado había que pagarlo con nuestros impuestos. 
Esa ha sido la clave de lo que nos está pasando. Nos han hecho creer y no hemos hecho nada por no creerlo, que no necesitábamos tanto estado, que el estado protector y solidario era un engorro y era caro, que no importaba cerrar plantas de hospitales ni despedir a médicos y enfermeras, si los costes de ese hospital se "optimizaban" y se ajustaban a unas necesidades de diseño, decididas en despachos aislados dentro de una burbuja a la que nunca llegan las voces dela calle, por más que estas surjan de cientos de miles de gargantas y levantarlas esté plenamente justificado.
Si me refiero a la sanidad es porque estoy especialmente sensibilizado por mi condición de paciente crónico y porque sé todo el esfuerzo que hacen quienes trabajan en ella, pero el panorama de nuestra sanidad, orgullo nacional durante tanto tiempo, pero ese agotamiento, al borde del colapso, que está alcanzando al personal sanitario, puede verse ya en la enseñanza, con maestros sobrepasados por el número y los problemas de sus alumnos, a los funcionarios que atienden las oficinas de empleo, los que tramitan los expedientes de los miles y miles de despedidos o parados sin esperanza, los que ven crecer el papel que sitia sus puestos de trabajo en los juzgados, los profesores universitarios, cada vez peor pagados, cada vez más desmotivados, con incesantes cambios de planes, todos, a espaldas de las aulas y, como siempre, de la calles.
Hay quien dice, y lo critica, que la manifestación del sábado en Madrid no reivindicaba nada, incluso hay quien, como Antonio Elorza, lo dejó por escrito en EL PAÍS, antes de que la concentración se celebrase. Lo hacen y no se dan cuenta de que, el sábado, la gente no estaba pidiendo nada a nadie, que la gente se estaba pidiendo a sí misma no perder la esperanza, esa esperanza que ya empieza a brillar en los ojos de gente como ellos que, por primera vez en muchos años, comienzan a ver que otra forma de hacer las cosas es posible, que los mercados podrían ser lo que nosotros quisiéramos que fuesen, porque, al fin y al cabo, los mercados se alimentan de nuestro sudor y nuestro dinero y tenemos mucho más poder de decisión del que creemos.
Ojala el idilio que, pese a la oposición y el torpedeo incesante de la prensa y sus contertulios. vivió la gente el sábado con Podemos, sea el comienzo de una gran amistad que perdure en el tiempo y ojalá que los deseos de cambio se hagan realidad, ojalá que no nos frustren y que, poco a poco, los mejores y los más honrados se arrimen a los círculos del cambio y nos puedan dar muchos días de esperanza, primero, y de realidades, después. Ojalá nos demos cuenta de lo que nos ha pasado, de lo que les ha pasado a aquellos en quienes confiamos más de una vez y ojalá nunca consintamos que eso vuelva a repetirse.


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