viernes, 13 de febrero de 2015

EL PARTIDO ÑU

Quién no ha visto alguna vez, en medio del sopor de la siesta esa enorme manada de ñus en Tanzania, lanzándose en un gesto ciego y suicida a las aguas revueltas de un caudaloso río, siguiendo al líder de la manada, sin pararse a pensar en las posibilidades de supervivencia que le concede el salto.
Hay quien atribuye tan espectacular cruce, que demasiadas veces acaba en tragedia, a la necesidad de migrar en busca de pastos pero también los hay que ven en ese suicidio masivo una llamada atávica a la reducción del número de individuos de la especie para asegurar la supervivencia de la especie, reduciendo su número para asegurar el pasto de los que logran ponerse a salvo, en perjuicio de la de los individuos.
Quizá sea simplista hacerlo, pero a veces veo a los partidos, y de modo especial al PSOE como esa manada de ñus saltando al vacío y dejándose arrastrar por la corriente hacia un futuro nada cierto, mientras nosotros, los votantes, sentados frente al televisor, primero intuimos y luego contemplamos un desastre que ellos no son capaces de ver. Desgraciadamente y para mal de esa sociedad madrileña que quiso en los primeros años de la democracia dejarse gobernar por la izquierda, el PSOE, y no menos Izquierda Unida, se empeñan en esas conductas suicidas que les llevan cada cierto tiempo y en especial cuando los votos escasean en la sabana, a un proceso de autodestrucción que espanta tanto a militantes como a electores, pero que fortalece y reafirma en sus errores a quienes quedan.
El "golpe" en la mesa, con grave riesgo para la mesa, dado por Pedro Sánchez en el PSM, no puede ser otra cosa que uno de esos ciclos suicidas. Sobre todo si se acompaña de aspavientos como el de cambiar las cerraduras de la sede del partido en Madrid, en lo que no deja de ser uno desahucio más de esos que, ahora sí, pero al principio no criticaba el partido. No sé qué consecuencias va a tener para el futuro. No sé si, finalmente, Gabilondo accederá a encabezar la lista socialista a la Asamblea de Madrid. Ni, mucho menos, sé cuál será y cuál hubiese sido el resultado de esas elecciones con uno y otro candidato. Eso lo dejo para la política ficción y para la increíble y rauda encuesta publicada por el país en tiempo récord con el resultado buscado y conseguido de laminación de Tomás Gómez.
Y ahora que sale el nombre de Tomás Gómez quiero aclarar que, aunque lo haya podido parecer, no soy en absoluto su defensor. Más bien le considero, y así lo he escrito, tozudo y antipático, un invento del propio aparato que, tras sus éxitos electorales en Parla, una vez conseguido el hospital que los vecinos reclamaban y a la vista de sus resultados allí, manejó su nombre, incluso, como relevo para Zapatero. No es que me guste Gómez, más bien me gusta poco, pero menos me gusta que se maltrate la democracia. 
Estoy demasiado acostumbrado al "por mis cojones" de quienes se colocan en lo alto de la montaña y creo que, al disolver la ejecutiva del PSM, hasta hace dos días era el órgano democrático de gobierno del partido y, vista la sumisión con que está siendo asumida la medida por alcaldes y secretarios de otras federaciones, me temo que en los partidos, al menos en este PSOE, hay mucho seguidísimo al líder, pensando más en conservar su puesto en la manada que en las consecuencias que pueda llegar a tener el camino emprendido por éste para cruzar el río. Un seguidismo que se parece demasiado al de los ñus de la manada. Aunque siempre hay alguno que, como Antonio Miguel Carmona, pensando que nada muy bien al que no le importa saltar al agua y postularse ya para sustituir a Tomás Gómez.


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