viernes, 20 de marzo de 2015

CADA VEZ MÁS SOLA EN EL FORTÍN



Rara es la mañana en que, al encender la radio, antes o después, no aparece, para bien o para mal, el nombre de Esperanza Aguirre ene ellas. Bien es verdad que ahora está en plena pre campaña, dando leña aquí y allá, a propios y extraños, pero no menos verdad es que todos los días se produce algún goteo de la que fue su gestión en el gobierno de la Comunidad, una gestión marcada por las luchas internas y, sobre todo, por las consecuencias de  las tramas de corrupción descubiertas en torno a sus más íntimos colaboradores.
Aun así, no sé qué tiene esta señora para caerle bien incluso gente que, como los vecinos de mi barrio de Carabanchel, un barrio no precisamente acomodado, llevan años dándole su voto, ,pese a que, con ella en el poder las cosas les han ido mucho peor. Quizá sea esa chulería en los modos, desparpajo le llaman sus aduladores, o quizá esa amoralidad que le permite permanecer impasible ante la desgracia ajena o saltar, como si nada, entre la sangre de muertos y heridos en el asalto del hotel de Bombay, para ponerse a salvo y salir del país, mientras sus colaboradores quedaban abandonados a su suerte.
Hablando de sangre, debe ser la sangre que corre por sus venas, la de una pudiente familia que acabó mezclando con la del hoy conde de Bornos, la que la lleva a comportarse como si estuviese muy por encima del bien y del mal y como si las leyes que rigen para el resto de los mortales no lo hiciesen para ella.
Lo acabamos de comprobar con el recorrido que está teniendo en los tribunales su incidente con los agentes de movilidad del Ayuntamiento de Madrid, que, las urnas no lo quieran, podrían acabar a sus órdenes, un asunto que, pese a fiscales, acusación e instancias superiores, siempre encentra a un juez bondadoso o prudente que lo echa abajo, creando un agravio comparativo con otros ciudadanos a los que, como a una anciana enferma de cáncer o a una embarazada, a las que por negarse a abandonar la sede del ayuntamiento acaban de condenar a pagar una multa de treinta euros cada una por ofender a los policías que pretendían impedir su protesta contra un desahucio que finalmente se produjo.
Aguirre, la neocondesa parece ser, también, insensible al hedor que desprende lo que se corrompe, porque lleva una larga temporada chapoteando en la muerda acumulada en su partido, especialmente en el PP de Madrid, que preside desde hace años, para el que las tramas corruptas han organizado y pagado mítines. Tampoco ha sido capaz de ver, pendiente de si llevaba o no relojes de lujo, la mansión que se había construido su querido Francisco Granados, tan dicharachero e inmoral como ella, a costa de corruptelas como los descubiertos en la Operación Púnica o a base de mordidas como los 900.000 euros que cobraba por cada colegio concertado autorizado en la región, mientras los de titularidad pública se dejan caer de viejos y de marginales.
Pero ella no se dio cuenta de nada. Tampoco, del baile de sus consejeros de Sanidad que, como en el juego de las sillas musicales pasan de sentarse en el despacho de la consejería a bailar, y no con la más fea, en el negocio de la empresa privada del sector. No, no se dio cuenta así mismo de los negocios que su consejero y también hombre de confianza, Antonio Beteta, hacía con el despacho de su actual jefe el ministro Montoro y con la Cámara de Comercio, presidida por su compañero de colegio Arturo Fernández.
No se da cuenta esta tapada de Aznar en Madrid, estoy convencido de que la candidatura de Aguirre es el impuesto exigido a Rajoy por el siniestro ex presidente por su apoyo, crítico, pero apoyo, en la última convención popular, porque Aguirre es la última esperanza de los neo conservadores de Aznar para mantener cuotas de poder en el PP, de que la justicia cada vez dispara más cerca de ella, No se da cuenta, o sí, de que, antes o después, acabará por darle de lleno, porque es un verdadero insulto a la inteligencia pretender hacernos creer que "una chica tan lista como ella", especializada en la caza de talentos -yo siempre he pensado que es trabajo era una mordida d Sheldon Adelson, el capo de la mafia del juego de Eurovegas- no se daba cuenta de nada. Aparenta no darse cuenta, pero lo cierto es que, rodeada de cadáveres,  cada vez está más sola en el fortín.



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