viernes, 10 de julio de 2015

LO QUE TOCA AHORA, SEÑOR IGLESIAS, ES SUMAR



He de confesar que, desde que sé de la creación de la plataforma Ahora en Común, que esta tarde se presenta en Madrid me estoy más tranquilo t mucho más optimista de cara a las próximas elecciones generales y reconozco que la noticia me ha entusiasmado tanto como me entusiasmo conocer el acuerdo para la creación de Barcelona en Comí que, finalmente, ha llevado a Ada Colau a la alcaldía de Barcelona.
Es triste ver como un éxito que es de todos se estrangula por el personalismo de algunos, es malo ver cómo, en la puerta que hemos abierto entre todos, sí, entre todos, se ha establecido un peaje en el que se obliga a quien quiera pasar a renunciar a su nombre y apellidos y, como en una secta o una orden religiosa, que no deja de ser los mismo, a guardar obediencia ciega al líder. Es triste comprobar cómo Pablo Iglesias se ha hecho con las llaves del convento y no quiere en él nada ni a nadie que le haga sombra.
No me gustan los popes, lo he dicho más de una vez, y menos me gustan todas esas estructuras que los popes construyen a su alrededor que impiden cualquier atisbo de crítica, como tampoco me gustan las asambleas teledirigidas en las que la masa acaba por ser un instrumento del líder. No me gusta la masa uniforme que se convierte en instrumento de control de  la misma masa. No me gusta que, con su labia, nadie controle a nadie.
Ayer, mientras veía a Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo, con los brazos en jarra, llamando de tú al primer ministro griego, Alexis Tsipras - Alexis, le decía- mientras su compañero de escaño, creo que era Miguel Urbán, guardaba una y otra vez su imagen una y otra vez "para la inmortalidad" con su smartphone, lo confieso, sentí vergüenza ajena. Creo sinceramente que Iglesias se está pasando de empoderamiento y de liderazgo y creo que su actitud de Jesucristo Superstar, abroncando a fariseos y comerciantes, unas veces, y dejándose aclamar como un profeta por sus discípulos, en la gira triunfal que, se ha montado para darse a conocer, como haría cualquier líder "castoso", resulta bastante antigua, cuando menos.
Nunca como ahora ha estado tan cerca de hacerse realidad la posibilidad de dar un vuelco, se poner patas arriba, todas estas instituciones que, desde hace años y hasta ahora, se han ido deteriorando y pervirtiendo hasta ponerlas de espaldas al pueblo, preocupadas más por los privilegios de quienes las ocupan que por los ciudadanos a quienes tienen que administrar y defender. Nunca como hasta ahora, hemos tenido tan cerca ese sueño y, sin embargo, el personalismo de algunos, su mesianismo, puede dar al traste con él.
La posibilidad de que, desde la izquierda, aunque sea una izquierda en crisis y en pleno proceso de regeneración, se dé vida a una plataforma capaz, como capaces han sido Barcelona en Comú, las mareas Gallegas o Ahora Madrid, de aunar el voto de los jóvenes airados, los decepcionados de la socialdemocracia, los asqueados con el aparato de los partidos profesionalizados y anquilosados, incapaces ya de otra cosa que defender miserables cuotas de poder, frustrando las ilusiones de una militancia deseosa de movilizarse como siempre ha hecho... la posibilidad, en fin, de que la izquierda despierte, mida sus fuerzas y las una contra quienes decretan recortes crueles de nuestro bienestar o que, manteniendo la O de obrero en sus siglas, hipotecan nuestro futuro y el de nuestros hijos dando su apoyo a un tratado comercial que echa por tierra toda nuestra cultura sindical y todas las leyes que nos hemos dado para defendernos de los abusos de las multinacionales que nos sacan la sangre para enterrar sus beneficios en paraísos fiscales, esa posibilidad no debemos dejar que se nos escape.
Por eso hay que construir una alternativa que sume, no una alternativa que, con su actitud excluyente, reste o divida todas estas fuerzas por primera vez tan dispuestas a colaborar. Cuanto más fuertes sean proyectos como es Ahora en Común, más posibilidades habrá de que Podemos se avenga a unir esas fuerzas que, gracias sin duda a su sentido de la oportunidad, pero gracias también, no hay que olvidarlo, al apoyo que muchos le dimos, potencialmente tienen ahora. Tal parece que Pablo Iglesias prefiere ser cabeza de ratón antes que sumarse a cualquier plataforma unitaria en la que sería, no necesariamente cola per si una parte de un león que nunca tendrá, insisto, como ahora la posibilidad de cambiar, si no este país, sí la manera de hacer política en este país, Y lo que toca ahora, señor Iglesias, es sumar, poner en común, nunca dictar reglas imposibles de cumplir y, por tanto, excluyentes.


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jueves, 9 de julio de 2015

MATICES



Es la autora, al menos puso su firma al pie del texto, de la peor de las reformas laborales que han venido desmantelando, desde que Felipe González se ganó una huelga general con la primera de las suyas, el sistema de protección de los trabajadores de este país. Es un ser tan incompetente, tan falto de sensibilidad y tan al servicio de la clase a la que pertenece, que no duda en fiar la salida de esta maldita crisis a su venerada virgen del Rocío, como tampoco ha dudado en degradar el mercado de trabajo en España a niveles, si no de esclavitud, sí del sistema de jornales de los caciques del XIX.
Personaje escurridizo, como su jefe de gobierno, desaparece siempre que los datos que ha de dar no le son favorables, mientras que echa e resto ante la prensa cada vez que lo son, hasta el punto de hacer avances de los mismos, dar prolijas ruedas de prensa cuando los datos ya están disponibles o de dar alguna que otra entrevista, aunque, dado que el don de la palabra no es lo suyo, no suele prodigarse en ese género.
Precisamente hoy, se publica una de estas raras entrevistas con un medio de esos que, por fortuna, no tienen por costumbre bailarle el agua a su política ni a la del Gobierno. Una entrevista a eldiario.es que el autor ha titulado con una frase, una perogrullada, diría yo, cuando menos inquietante en boca de una de las ministras peor valoradas de la reciente democracia española, algo que no deja de tener mérito cuando hablamos de un gobierno, éste del que forma parte, en el que ninguno de sus miembros alcanza el 3, lejos del aprobado, en la valoración que hacen de ellos los ciudadanos.
La frase en cuestión es ésta "El empleo de calidad tiene muchos matices". Y lo dice la ministra  que "parió" la reforma laboral que ha permitido la destrucción de centenares de miles de empleos fijos y de calidad para sustituirlos por otros a tiempo parcial, mal pagados y sin horario definido. Y estoy seguro que si lo dice es para poder dormir tranquila, porque, con ella, son muchos los empleos que se han creado "troceando" empleos preexistentes de más calidad, poniendo en la calle a trabajadores que nunca volverán a ser contratados.
Una ministra, esta Fátima Báñez, que saca pecho para decir que han crecido el porcentaje de nuevos contratos indefinidos, aunque evita decir que esos contratos indefinidos de los que tanto presume no tienen ni por asomo las mismas garantías para los trabajadores que tenían los que se han destruido. Una ministra esta señora, que resta importancia, en la misma entrevista, al hecho de que el fondo de reserva de las pensiones, la hucha que se llena en época de bonanza, está ahora poco menos que bajo mínimos, después de las sucesivas "sacas” a la que se ha sometido bajo su mandato. Nada parece importarle a esta fiel devota de la "blanca paloma", quizá confiando en que, como el séptimo de caballería, la divina providencia vendrá a resolver lo que ella ha sido incapaz de resolver. Una ministra, en suma, a la que parece no preocuparle que sean cada vez más los parados que se quedan sin prestación
Dice la ministra que el empleo de calidad tiene matices y so me permito decir que la incapacidad para hacer algo bien también los tiene, pero que, en su caso y por más matices que se apliquen, su labor y su persona no pasarían el corte de la capacidad, de la honradez ni de la decencia que se deben exigir a un ministro del gobierno.



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miércoles, 8 de julio de 2015

PODER Y PEDALEO



El poder se parece a esa bicicleta con la que, de niño, aprendí a montar un verano en el pueblo, en casa de los abuelos. No recuerdo cómo llegó aquella bici a nuestras manos, hermanos y primos, lo que sí recuerdo es que era de "piñón fijo". Aquella bici, con una rueda trasera que sólo giraba si se pedaleaba y que hacía girar los pedales enloquecidamente en las cuestas abajo, era todo un peligro porque lo único que garantizaba era que, en cuanto dejases de pedalear, ibas con ella al suelo.
El poder, decía, se parece a esa bici, sobre todo el poder absoluto que PP y PSOE han ejercido, unas veces unos, otras los otros, en casi todo el territorio, desde hace décadas. Unos ciclos, en los que el único sobresalto esperable provenía de la necesidad de contar con los socios apropiados, los partidos bisagra, que garantizasen la investidura, cuando no la gobernabilidad. Así ha sido año tras año en ayuntamientos, gobiernos regionales, diputaciones e incluso en el gobierno de la nación. Así ha sido, hasta que, el pasado mayo, los pedazos en que se repartía la tarta se hicieron más iguales. 
Estos son los días en que el Partido Popular, CiU en Barcelona, ha perdido ayuntamientos de grandes ciudades que, de repente, han tenido que abrir sus libros de cuenta a los nuevos inquilinos, algo que, en efecto, debería haber hecho siempre, incluso con el anterior equipo, que se encargaba de marear la perdiz, aburriendo a sus opositores, atrincherado tras montañas de burocracia. Eso, afortunadamente, se ha acabado y, desde hace unos días, rara es la mañana en que no nos despertamos con algún pufo en  forma de contratos ruinosos, alquileres desorbitados que pagaba el ayuntamiento a los amigos y benefactores del partido entonces en el gobierno, a veces por edificios que no se utilizaban, mientras que locales municipales permanecían vacíos o se cedían a empresas de origen parecido.
Tampoco es moco de pavo la manera en que se han otorgado algunos concursos, demasiados diría yo, para la privatización de  servicios públicos imprescindibles que  han dejado determinados sectores como el de la limpieza urbana o el de parques y jardines sin el personal o el servicio adecuados. Algo denunciado por la oposición y sobre todo por los vecinos que ahora será revisado con lupa para, en su caso, devolver los servicios y el empleo a los niveles de calidad que merecen y de los que nunca debieron salir.
Va a ser un proceso largo, en el que la imposibilidad de pedalear de quienes han perdido el poder les va a acercar al suelo de la verdad y la vergüenza, si es que no acaba sentando a más de uno delante de un juez. Han sido demasiados años de no rendir cuentas o, si se rinden, rendirlas maquilladas ante la opinión pública, en medio de costosas campañas publicitarias con las que se pretende deslumbrar a los ciudadanos, cegándoles para que dejen de ver la suciedad y el deterioro de sus calles.
Eso, desde el poder reconquistado para los ciudadanos. Pero también desde la oposición cabe hacer mucho. Por ejemplo lo que la fragmentación del poder ha permitido en la Comunidad de Madrid, en la que los tres partidos de la oposición han sacado adelante una comisión para investigar la hipotética corrupción que se haya dado en las dos últimas legislaturas con poder absoluto en manos de un PP al frente del que han estado Esperanza Aguirre e Ignacio González y en el que nombres como Gürtel o Púnica han salpicado consejerías y ayuntamientos, en una comunidad en al que al deuda se ha disparado en esos años, en tanto que los servicios se han deteriorado casi en la misma proporción.

El acuerdo de la Asamblea de Madrid no ha gustado al PP que se ha negado a integrarse en tal comisión porque no soporta, dice, que se relacionen deuda pública y privatización con corrupción, palabras que, la experiencia nos lo dice, por desgracia, demasiado a menudo van unidas. El PP, como a mí me ocurría de niño con aquella bicicleta ha dejado de tener los pies en los pedales y, puesto que la bici sigue en marcha, está sintiendo en sus delicadas pantorrillas, uno tras otro, los golpes de esos pedales que ya no controla.


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martes, 7 de julio de 2015

MATAR LA LIBERTAD



A estas horas sigo pellizcándome con la esperanza de que la sentencia del Tribunal Constitucional en la que se reconoce el derecho de  un farmacéutico sevillano a no dispensar la píldora del día después, amparándose en su derecho a la objeción de conciencia, no sea más que una pesadilla  fruto de este ardiente verano que nos asedia. Pero no, no hay suerte. La pesadilla no es tal, porque el fallo del que ha sido ponente el magistrado Luis Ollero es una realidad, una triste realidad en pleno siglo XXI.
Qué distinto este farmacéutico sevillano que tampoco vende preservativos en su botica de aquellos colegas suyos y esos ginecólogos que, en pleno franquismo, facilitaban anticonceptivos a todas esas mujeres que, entonces y ahora, no querían sacrificar su derecho al placer o quién sabe si a la felicidad en aras de una ideología que contempla a la mujer como una máquina destinada a dar hijos a su dios y a su iglesia, una máquina sin la más mínima autonomía ni, por supuesto, los mismos derechos que el hombre.
Este farmacéutico y otros cruzados como él, colocados en un puesto clave del sistema sanitario, la oficina de farmacia, no hacen otra cosa que cortocircuitar el sistema de derechos y libertades que nos hemos dado los españoles, anteponiendo al respeto a nuestros derechos su moral y sus creencias, al igual que hacen determinados ginecólogos que, bien por verdadero convencimiento moral, bien por no señalarse ante su jefe de servicio o sus compañeros impiden que las mujeres puedan ejercer el derecho a interrumpir su embarazo en determinados hospitales o, incluso, comunidades autónomas enteras.
La sentencia del TC, de la que ha sido ponente el magistrado Andrés Ollero, numerario del Opus Dei y, durante diecisiete años, diputado del Partido Popular, equipara el derecho del boticario, sevillano como el propio Ollero y quién sabe si correligionario, al de esos ginecólogos que, por ejemplo, llevan años impidiendo, por ejemplo en toda Navarra, las interrupciones del embarazo, que allí, como en el resto del territorio español, son legales.
Evidentemente, una y otra cosa no son lo mismo, pese a lo que diga el TC por boca de Andrés Ollero, entre otras cosas porque la píldora del día después no es abortiva, porque se toma preventivamente, sin que haya constancia de la existencia no ya de un feto, sino ni siquiera de un óvulo fecundado, y porque el tiempo de que dispone la mujer que quiera eliminar el riesgo de embarazo con el fármaco en  de apenas unas horas, en las que cualquier dificultad para obtener cualquiera de los productos que, afortunadamente, existen en el mercado, multiplica el riesgo de un embarazo no deseado y, por tanto, el de sus consecuencias.
Pero, si el hecho en sí de la sentencia, el sentido de la decisión del pleno del TC, es preocupante, lo que de verdad resulta desasosegante es un párrafo de la misma en el que el ponente, Andrés Ollero, asegura que, cínicamente a mi modo de ver, que los organismos púbicos no deben interferir con la conciencia de los ciudadanos y que "no parece compatible con ello que los magistrados del TC puedan considerarse llamados a erigirse en directores espirituales de los ciudadanos", curioso y, como digo, cínico argumento, puesto que deja en manos de un farmacéutico que incumple lo que establece la ley que las ciudadanas que la soliciten disponen en su establecimiento de la píldora poscoital.
Mal van las libertades en este país si nos encontramos con personajes como este farmacéutico sevillano y quienes le dan la razón. La sentencia conocida ayer supone un giro dramático en la doctrina del TC respecto a las libertades y derechos y pone en grave riesgo que los ciudadanos podamos ejercer nuestros derechos, pese al amparo de la ley, si a alguien no le parece bien  que lo hagamos. A la derecha más conservadora no le gusta que la gente sea libre y feliz, por eso, y lo han hecho muy bien, han ido copando taimadamente puestos claves en la Justicia, puestos desde los que poco a poco van matando nuestra libertad, esa libertad que tanto les molesta.



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lunes, 6 de julio de 2015

LECCIÓN DE DIGNIDAD



Aunque tratan de convencernos de lo contrario, incluso desde el idioma, decir no está muchas veces más cerca de construir que humillarse en síes que anulan y someten, De hecho, el ser humano, de niño, comienza a afirmar su personalidad con noes, a veces solo con gestos, a veces con esa sílaba única con que dos de cada tres griegos que votaron ayer dijeron basta a las penurias impuestas desde Bruselas.
Ayer, yo había puesto mis esperanzas en la victoria del "OXI", entre otras cosas, porque ya era hora de que alguien dijese NO a la fría burocracia de Bruselas, no desde el egoísmo de quienes no quieren compartir, sino el de quienes están cansados de quedarse siempre la botella medio vacía, empujados por gobernantes más pendientes de su bolsillo y el de sus amigos que del bienestar de quienes les han dado sus votos.
El gobierno y el pueblo griego dieron ayer una lección de democracia. Los griegos dijeron NO a esa terrible austeridad sin esperanza que hace ya seis años les impuso la troika, la misma troika que acabó con el socialdemócrata Papandreu por haber tenido la osadía de proponer una consulta similar a esa en que ayer se expresaron los griegos.
Después de conocer el resultado de la consulta, mucho más amplio, incluso, de lo esperado, no queda más remedio que ponerse a pensar en qué sería Europa, la Unión Europea, si todas y cada una de las decisiones transcendentales que afectan a cada uno de los países que la integran se hubiesen consultado a sus ciudadanos. Qué sería de Europa y de Grecia, si ese referéndum que Papandreu no fue capaz de convocar o qué sería de Europa, de España y de los españoles, si Zapatero hubiese tenido el coraje de someter a una consulta democrática esa reforma del artículo 135 de nuestra constitución, por el que se antepone el pago de la deuda, no siempre lícita, al bienestar de sus ciudadanos.
Desde ayer no nos queda otro remedio que pensar en cuál será después del NO griego, la posición de los PIGS, los cuatro países, Portugal, Irlanda, Grecia y España, condenados de antemano por el resto a pagar con paro y recortes los pecados consentidos por la troika de sus gobiernos. No nos queda más remedio que pensar e cuántos parados menos habría o cuánta más riqueza se hubiese podido crear si sus gobiernos hubiesen tenido otras prioridades que liquidar a marchas forzadas un déficit muchas veces forzado por sus socios europeos.
Tampoco puedo dejar de pensar en las consecuencias de esta decisión de los griegos que frente a las amenazas, al asedio, corralito incluido, a la descomunal campaña por el "SÍ" desde dentro y fuera de Grecia, a las amenazas, frente al desprecio de personajillos como Rajoy o su televisión mercenaria al primer ministro elegido por los griegos, pese a todo ello, estos han decidido salvarle y, con él, salvar, si no su prosperidad, sí su dignidad como país.
Por más que, tras el referéndum y como algunos dicen, Grecia vaya a perder, quien más pierde es el desequilibrante bipartidismo europeo, acostumbrado a trapichear con los cambios y a mangonear en las decisiones importantes. Un bipartidismo, éste de conservadores y tibios socialdemócratas, que ha combatido de manera vergonzante al rebelde Tsipras, para aplastar en él cualquier asomo de cambio en los PIGS que ponga en peligro su hegemonía de medio siglo. Finalmente, Grecia se ha puesto en pie y, pase ya lo que pase, ha señalado el camino para los demás.
Grecia ha dicho a sus socios en Europa y al mundo que la dignidad de un pueblo está por encima de los intereses propios y ajenos, por encima de las presiones externas e internas, por encima incluso del dolor. La dignidad es lo único que queda cuando todo lo demás se ha perdido, la dignidad es la que lleva a los hombres a decidir su destino, dejar claro que su hambre y sus penurias son suyas. Los griegos dieron ayer, levantándose en votos, sin un sólo gesto de violencia, toda una lección de dignidad y democracia que a los europeos les va a costar olvidar. Lástima que, para la nueva etapa que comienza el coraje de Varoufakis haya desaparecido, aunque sólo sea de la primera línea, con su dimisión. Le vamos a echar de menos, vamos a echar de menos a ese valiente que plantó cara en solitario a tanto burócrata desalmado, hasra sacarlos de sus casillas. 


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viernes, 3 de julio de 2015

LAS CARTAS MARCADAS



Nada hay más decepcionante que comprobar que quien debería cuidar de ti no te dice la verdad o se juega tu futuro, el futuro de todos, en el casino de unas elecciones. Pues bien, de eso, los españoles vamos sobrados, porque, allá donde miremos, nos encontramos con gobiernos que administran con el único fin de mantenerse en el poder, a sabiendas de que, si lo pierden, el marrón que dejan se lo van a comer otros.
Lo estamos viendo en los nuevos ayuntamientos, por ejemplo el de Madrid, en donde acabar con la suciedad que crece en la mayor parte de los distritos no consiste sólo en ponerse manos a la obra y limpiar las calles, ya que el servicio de limpieza, junto a los de jardinería están hipotecados por unas contratas irreales, con las que lo único que queda garantizado es el beneficio de los contratistas y el deterioro de los servicios, con el consiguiente aumento de la suciedad y la falta de higiene en nuestras calles.
Algo así es lo que acaba de hacer Mariano Rajoy con el adelanto por sorpresa de la bajada del IRPF para los próximos seis meses, bajada prevista para 2016, con la que busca reconquistar el voto que ha perdido entre la gente que tiene ingresos y tiene que hacer declaración de la renta, un colectivo, un nicho de votos, que se puede colocar perfectamente en el mapa, precisamente en los distritos más pudientes de las ciudades.
Poco parece importarle a Rajoy que, si la jugada le sale mal, si, finalmente no llega al gobierno en las próximas elecciones, todo ese dinero dejado de ingresar en IRPF va a influir en el déficit de este año, perjudicando la posición frente a Europa y la troika y quién sabe si forzando el mantenimiento o el agravamiento de los recortes que su gobierno aceptó sin rechistar y sin escuchar nuestras quejas para desgracia de los españoles de hoy y los del futuro, para desgracia de los trabajadores, de los parados, de los niños y de los ancianos.
Queda claro que Rajoy gobierna para los suyos, que no son otros, aunque haya quien erróneamente se incluya entre los beneficiarios de su política, que esos miles de ricos que han crecido con esta terrible crisis, abonados y regados con el dolor y el sudor del resto. Rajoy ni siquiera gobierna para su partido que, a veces, como en el caso de Floriano, y no lo lamento, se ve que es de usar y tirar. Don Mariano gobierna para el poder. Sí, para un poder que se alza, incluso, por encima del palacio de La Moncloa, un poder que impone sus tarifas eléctricas, sus rescates bancarios a cambio de nada y a costa del bolsillo de los ciudadanos, un poder que nos vende los misiles que pagamos con lo que deberíamos destinara  hospitales, escuelas y residencias de ancianos, un poder que después de desmantelar o de abandonar los correspondientes servicios en la sanidad pública, ofrece mamografías preventivas a precio de oro, en clínicas privadas que, de no contar con ese encargo, irían a la ruina,
Un poder perfectamente informado, cuando no autor o inspirador, de determinadas decisiones del gobierno, que le permite, por ejemplo, fijar a su antojo las tarifas eléctricas o marcar el precio de los carburantes al margen, incluso, de los mercados. Un poder que ha engordado con cada “no” que se le ha dado a Grecia en Bruselas o Berlín. Un poder que se ha permitido humillar una y otra vez a Tsipras y Varoufakis para, al final, enseñar sus cartas, reconociendo que Grecia no podrá comenzar a pagar su deuda hasta dentro de veinte años y que necesita una quita de cincuenta mil euros en la misma.
Y todo porque, no lo olvidemos, lo que importaba, lo que importa también en España, es que los "sin corbata" queden al margen de este juego perverso, de esta partida, en la que los de siempre juegan con las cartas marcadas.


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jueves, 2 de julio de 2015

COMPASIÓN Y CINISMO



Resulta muy conmovedor ver a los gerifaltes de la troika preocupándose por los pobres pensionistas griegos, "martirizados" por el "corralito" que, en los últimos días, está limitando su acceso a las pensiones y obligándoles a hacer largas colas, no siempre con resultados, para poder cobrar tan sólo ciento veinte euros de la misma. Me encanta ver al frío De Guindos afectado por el destino de los abuelitos y no tan abuelitos pensionistas, a los que él y sus colegas han recortado sus pensiones en Bruselas, a veces hasta dejarlas en la mitad. Me encanta.
Es el cinismo de los poderosos, el de quienes se quejan de que haya que pagar subsidios a los parados y se gastan en la comida de su mascota  lo que solucionaría la dieta de una familia sin ingresos. No hay más que verles y oírles para ver de qué van. No hay más que asistir al lamentable espectáculo de un Jean Claude Juncker disimulando con chistes y chascarrillos ante la prensa la trágica situación en que la intransigencia de banqueros y funcionarios ha dejado a los ciudadanos griegos.
Compasivo o no, lo que predomina en la actitud de lo que llamamos Europa es el cinismo, porque qué hace, si no, David Cameron preocupándose por la salida de Grecia del euro, cuando está al frente del gobierno de un país, el Reino Unido, que nunca ha querido integrarse en la moneda única y que, cada dos por tres, más si hay elecciones a la vista, se plantea su salida de la Unión Europea.
Preocupante es el cinismo de los conservadores y socialdemócratas que gobiernan Europa, exigiendo a Tsipras, que lleva sólo cinco meses en el gobierno, la liquidación de una deuda de décadas, los que lleva Grecia en la Unión, la misma deuda que nunca exigieron a los anteriores que le antecedieron, conservadores, socialdemócratas o de tecnócratas, una deuda originada tras la entrada, probablemente irresponsable de Grecia en la UE, irresponsable, tanto por parte de la UE, como por parte de los viejos dirigentes griegos, todos con los mismos apellidos, emparentados entre sí, tanto en la derecha como en la socialdemocracia.
A Alemania no le importó nunca que las cuantas de aquellos gobiernos estuvieran falseadas. No le importó, mientras como una sanguijuela vivió aferrada a la piel de los griegos, succionándoles la riqueza que no tenían, vendiéndoles carísimos, automóviles, electrodomésticos, maquinaria o carros de combate, que poco a poco iban engrosando esa deuda cuya liquidación exigen hoy.
No importaba que el gasto en defensa que hoy obligan a reducir, fuese inasumible. Entonces Grecia era, irónicamente junto a su incómodo vecina, Turquía, la llave que cerraba la frontera de la OTAN en el sureste europeo, una posición hoy devaluada con la incorporación a la Alianza de los países del este europeo.
Grecia no es ya el socio consentido y no lo es por todas esas circunstancias y porque Grecia es el primer país de la Unión que se ha recelado en las urnas contra la tiranía de la troika, eligiendo para su gobierno una alianza de partidos, para lo que lo que más importa son los ciudadanos. Y ese es el quid de la cuestión: que Grecia se ha convertido en la molesta garrapata que podría extender su ejemplo en el sur de Europa, especialmente en España, donde Podemos guarda muchas similitudes con Txiriza.
Y, si esto llegase a suceder, si Tsipras "se saliese con la suya", si no acabase humillado y repudiado por su gente, podría extenderse la plaga, convirtiendo la UE en ingobernable, lejos de los tejemanejes de ese bipartidismo sistémico que ha puesto las instituciones europeas al servicio de la gran banca especulativa y que ha olvidado para siempre los valores que inspiraron el Tratado de Roma.
Por eso, porque está claro que lo que pretende la troika es aplastar a Tsipras y acabar con la esperanza de una Europa más justas, me indigna el cinismo de los dirigentes europeos, empeñados en asfixiar al gobierno griego, utilizando como rehenes a esos pensionistas a los que llevan años aplastando y de los que, ahora, cínicamente se compadecen.


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miércoles, 1 de julio de 2015

INSEGURIDAD CIUDADANA


Cuánto daría a cambio de que Jorge Fernández Díaz, como su hasta hace una semana compañero de consejo de ministros, encontrase una novia, en París o donde fuese, que le metiese prisa para dejar el gobierno y, de paso, con su marcha dejar tranquilos a os españoles. Cuánto daría porque este místico insensible a nada que no sean sus vírgenes condecoradas y sus confesores desapareciese de nuestras vidas, devolviéndonos la tranquilidad, los derechos y la seguridad jurídica que, como ciudadanos que somos de un país civilizado y democrático, merecemos.
Hablo de seguridad jurídica, porque, desde hoy, lo lógico ha dejado de serlo, porque los que creemos en las manifestaciones pacíficas, los que creemos en la no violencia y la resistencia pasiva podemos ser identificados, detenidos y multados con miles de euros sin que un juez, garantía para impedir los abusos del poder, tenga conocimiento del procedimiento, del que, al prohibir la toma de imágenes, se habrán borrado, además, todas las pruebas,
Desde hoy, el ministro del Interior puede imponer multas de hasta seiscientos mil euros a todo aquel que ose manifestarse contra cualquier cosa que haga el Gobierno si a este no le parece bien que lo haga o como lo haga. Desde hoy, un ciudadano que participe en una sentada, por muy pacífica que sea, contra los abusos de Blesa, Rato y sus colegas a su paso por Bankia puede salir peor parado que ellos si cae en las garras del ministro.
Desde hoy, las manifestaciones, a favor y en contra de Tsipras, que están teniendo lugar en la Plaza Sintagma de Atenas, serían ilegales aquí. Desde hoy, las habituales concentraciones contra gobiernos tan impopulares y arbitrarios como el madrileño podrán ser declaradas ilegales y los participantes en ellas, desalojados, identificados y detenidos o multados. 
Lo malo es que al ciudadano, salvo que tenga tiempo y dinero para defenderse en los tribunales, de aquí o en Estrasburgo o La Haya, no le van a quedar instrumentos de defensa a la mano, porque estoy seguro de que la Policía va a cambiar de táctica, cambiando las detenciones por las multas y los palos que ella misma administrará, todo sin testigos, porque a cualquiera que ose tomar imágenes de cualquier abuso policial y, peor aún, las difunda, le va a caer encima todo el peso de la Ley, injusta ley, de Seguridad Ciudadana.
Nos quedan apenas unos meses de padecer ese mamotreto del ministro Fernández, que parece más bien inspirada en cualquier compendio de leyes franquistas y que, en alguno de sus aspectos, llega a superar. Nos quedan poco más que unos meses de vivir sumergidos, otra vez, en las tinieblas de la dictadura, de la que parece surgido este nefasto ministro que vive encapsulado y cautivo entre su despacho y las charlas de sus consejeros espirituales, los mismos que "guardan" esa ofensa levantada en cemento y piedra, que, para las víctimas del bando legítimo en la Guerra Civil, es el mal llamado Valle de los Caídos.
Una ley, ésta, peor que las franquistas, porque trata de combatir, como quien combate las moscas a cañonazos, todos los medios que las nuevas tecnologías ponen al servicio de la información y de la comunicación, como querer poner puertas al campo de la libertad, sin darse cuenta de que los tiempos de Franco, en los que el joven Fernández Díaz debió ser feliz, ya han pasado.
Quedan apenas unos meses para convencernos y convencer a quienes tenemos cerca de que no hay que prolongar ni un minuto más allá de las próximas elecciones este poder absoluto y arbitrario que, hace cuatro años, pusimos en manos del PP. Desde entonces, nos han "regalado” leyes imposibles, salidas del delirio autoritario de algunos de sus ministros que, como Gallardón, como Wert, han salido por la puerta falsa de la Historia, sin que sus leyes hayan siquiera entrado en vigor. Este, el ministro de la porra, quiere pasar a ella por habernos devuelto al franquismo, cuarenta años atrás,
Con esta que llama Ley de Seguridad Ciudadana y que acaba de entrar en vigor, los ciudadanos nos sentimos más inseguros, porque hemos perdido derechos y porque viviremos bajo el chantaje de tener que hacer frente a unas multas imposibles si queremos defendernos de las arbitrariedades de quienes nos gobiernan. Con esta ley, pese a lo que diga el ministro y sus amigos, no se protege al ciudadano sino que es el Gobierno el que se protege de los ciudadanos.


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