martes, 29 de septiembre de 2015

SALVEMOS A LOS VOTANTES DE PODEMOS, POR MANITÚ,



No. No ha sido un error. He escrito "los votantes de Podemos" y no "Podemos" con toda la intención.
Creo que quienes votamos a Podemos, quienes creemos en una izquierda regeneradora, merecemos algo más que un partido encerrado en sí mismo, en el que su secretario general, Pablo Iglesias, se empeña en ser el perejil de todas las salsas, tan pagado de sí mismo, que, pese a su rancio sentido del humor, más propio de un catequista que de un líder político de izquierdas, insiste en hacer chistes malos, en "amenizar" sus mítines destrozando canciones o contándonos todas las seres que ve en vacaciones, en lugar de aprovechar esos minutos en dejar claro lo que quiere para España y cómo lo quiere.
Tampoco debería "robar" protagonismo mediático a los candidatos a los que pretende apoyar, como ha hecho con Lluis Rabell, de cuyo programa, al menos en los medios nacionales, nada o muy poco se ha sabido. También debería empezar a definirse claramente, en lugar de manejarse en la niebla de la ambigüedad, hasta el punto de que, tras conocerse los resultados de la coalición en la que participa Podemos, Catalunya si que es pot,  en las elecciones del domingo, independentistas corrieron a coronarse con sus votos, que les darían la mayoría, mientras que los no independentistas, en mi opinión con toda la razón, hacían otro tanto. 
Nadie puede negar que Iglesias y sus compañeros de facultad fueron muy hábiles e hicieron muy bien al aprovechar el enorme descontento de los indignados en aquellas elecciones europeas que parecen ya tan lejanas. Pasaron de la sorpresa inicial al crecimiento espectacular en las encuestas, crecimiento que se fue apagando en las urnas, primero en Andalucía, después en las municipales y cuando acudió en alianzas, como en Galicia, Cádiz Madrid o Barcelona, pero no en las autonómicas, en las que en absoluto cumplió esas expectativas, hasta llegar a las catalanas del pasado domingo en que junto con el esperado hundimiento del PP, pasaron a ser la gran decepción, de la noche electoral, puesto que  su candidatura sumó menos escaños que los que obtuvo su socio, Iniciativa per Catalunya, en las anteriores autonómicas.
Lo cierto es que el empeño de Podemos en venderse caro a la hora de hacer coaliciones, imponiendo su pedigrí a la candidatura o imponiendo la ya cansina imagen de su "líder supremo" en los mítines y, por tanto, en los telediarios, está llevando a la frustración a sus votantes que están volviendo a dar su apoyo a los socialistas, al menos en las encuestas, o buscando otras opciones de izquierda, ese será mi caso, repudiadas por los chicos de "gran coleta morada".
Es lo que pasa por imponer tácticas y estrategias a la ideología, porque entre una y otra actitud hay un montón de posibilidades. Y es que no se puede desdibujarse la ideología en aras de un sólo hipotético crecimiento transversal del voto que, si lo hubo, fue en un momento de gran indignación, pero que se está recolocando y yendo a parar en su mayoría, de nuevo a los socialistas o a la emergente opción de Ciudadanos.
U en medio de estos cálculos, al parecer erróneos, nosotros, los votantes, nos sentimos huérfanos de una opción con posibilidades y camino de la frustración de haber perdido una oportunidad histórica de transformar este país y su sistema. Por eso, porque creo que el verdadero valor de Podemos, pese a lo que piensan sus dirigentes, está en la gente que les votó y aún puede hacerlo y no en ellos, pido "por Manitú" que hagan, hagamos, algo por salvar a esos votantes que con tanta ilusión tocamos el cambio con la punta de los dedos.


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