martes, 27 de octubre de 2015

RAJOY: LA PRUEBA DE QUE DIOS NO EXISTE



Si me atrevo a hacer la afirmación que hago en el título es porque de pequeño me insistieron en la maldad de la mentira y en lo mucho que ofendían al niño Jesús y a su madre, la virgen las mentiras que nosotros, los niños de verdad, pudiéramos decir. Durante un tiempo lo creí y viví angustiado, pero,  después de comprobar que las puertas del infierno nos e abrieron a mi paso, después de haber comulgado por compromiso, sin haber pasado previamente por el trámite de la confesión, al no caer el rayo divino anunciado ni sentir el fuego eterno, me desengañe y me fui apartando de la única fe verdadera.
Bien es verdad que la iglesia, al menos la católica, es más que tolerante con la mentira. Incluso tiene establecida una categoría, la de "la mentira piadosa", que es algo así como el cajón de sastre en el que caben todas y cada una de las mentiras que de alguna manera tengan una causa justa o que es lo mismo, las que se puedan justificar. Bien es verdad que incluso esas, las que son como las pataditas al delantero hábil y escurridizo, deberían merecer una advertencia, una especie de tarjeta amarilla, acumulable además que pusiera fin a tanta marrullería.
Rajoy es de esos que, continuamente, adecuan la realidad a su conveniencia. Miente mucho y lo hace sin el menor asomo de rubor y más ahora que parece haberse entrenado para mantener el aplomo que no hace tanto le faltaba, cuando, como buen gallego y que me perdonen los gallegos, parecía verse obligado a abrirse trampillas como ese "salvo alguna cosa" por si, al final, se viese pillado en algún renuncio. Parece, como digo, que se ha entrenado y ya es capaz de decir con todo el aplomo todas las mentiras y verdades a medias que le fabrican.
Rajoy miente y miente mucho. Miente en lo grande y en lo pequeño, en lo privado y en lo público, Miente en el color de su pelo y en ese falso afecto que le obligan a mostrar cuando se ve rodeado por propios y extraños. Rajoy miente, incluso, cada vez que se ve obligado a mostrar alegría, por ejemplo en la celebración de sus propias victorias, porque se le ve azorado y torpe. A veces parece como su a Rajoy todo esto le importase un higo, como si dentro de él hubiera otro yo, más que rebelde, perezoso y acomodaticio al que no se puede molestar, ni mucho menos, se le pueden discutir las cosas, porque pasaría, sin solución de continuidad, de la placidez a la ira, como se pasa de la penumbra a la absoluta claridad, cuando se levanta una persiana en una sobremesa de verano.
Rajoy se puso ayer dos veces bajo los focos. Una, por la mañana, en la Moncloa, ante la prensa, tras el consejo de ministros ene l convocó las elecciones, La otra, a la noche, en un plato de la televisión que se ha encargado de desprestigiar en estos cuatro años, también a base de mentiras, sometiéndose a las preguntas grabadas y filtradas de doce ciudadanos que, por lo visto y oído, si tenían piedad y, por cierto, bastante.
Fue precisamente en ese plató donde reconoció que su peor enemigo era él. Y no me extraña que lo hiciese, porque por la mañana, en Moncloa, no sólo había mentido y maquillado la mayoría de las cifras, sino que, además, insultó gravemente a los centenares de miles de parados sin esperanza y sin subsidio, a las decenas de miles de jóvenes obligados a buscar en el extranjero el trabajo que no les da su "patria", a .os millares de trabajadores de la sanidad púbica puestos en la calle y los centenares de miles de pacientes afectados, a los niños deficientemente alimentados o en colegios indignos, a sus maestros despedidos, a sus padres, a sus abuelos desprotegidos, a los autónomos toreados una y otra vez y a los refugiados e inmigrantes que España, como cualquier otro país decente, está obligado a acoger y proteger… los insultó y los ofendió gravemente cuando dijo que había sacado a este país de la crisis, cosa más que dudosa, porque los países no están hechos de empresas sino de ciudadanos, sin haber dejado a nadie en el borde del camino.
Por eso digo que Rajoy es la prueba de que dios no existe, porque, si existiese, un rayo divino, la ira de dios, le hubiese fulminado para alivio y ejemplo de quienes le padecemos.


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Muy buen artículo...
“En resumen, me gustaría tener algún tipo de mensaje positivo que dejarles. Pero no lo tengo. ¿Aceptarían dos mensajes negativos?”... (Woody Allen)


Saludos