miércoles, 25 de noviembre de 2015

INTELIGENCIAS


No sé si es lo habitual, pero soy de los que crecieron pensando que la inteligencia era sólo una, esa que la Real Academia Española define como "capacidad de entender o comprender o capacidad de resolver problemas". Con el tiempo y gracias, primero al cine y las novelas de espías y luego a la sopa de siglas, supe de otra inteligencia, la que tiene que ver con el espionaje y con su reverso, el contraespionaje. Siglas como MI 6, SIS, por otro nombre, CIA, CNI o SIM, en las que la i hace referencia a la inteligencia, como asunto de espías y analistas, pero que, a la vista de los resultados, en ocasiones tienen poco que ver con ella, porque en lugar de sumar esfuerzos, a veces se empeñan en ocultarse los avances, cuando no en engañarse, unos a otros
Decía que, según la RAE, inteligencia es la capacidad de entender o comprender y la capacidad de resolver problemas y, visto lo visto, los servicios de inteligencia y quienes toman decisiones después de consultar sus informes no entienden ni comprenden la realidad ni, mucho menos, son capaces de resolver o anticiparse a los problemas. Eso, en el mejor de los casos, porque demasiado a menudo son esos servicios los que "arman" las guerras o, como parece que hay que llamarlas ahora, los conflictos.
Tal parece que a nuestros dirigentes les fallan una y otra inteligencia, del mismo modo que parecen más dispuestos a esforzarse en tapar los fallos de sus inteligencias que en tomar decisiones inteligentes.
De no ser así las cosas, sería impensable que un grupo de "no tan descerebrados", como parecen ser los responsables de Daes, pueda poner en jaque a tantos países a la vez, de uno y otro continente, de una y otra ideología. De no fallar tan estrepitosamente las dos inteligencias de esos dirigentes, la que debería entender y comprender y la que debería resolver los problemas, no se habría revuelto como se ha revuelto el tablero del próximo oriente, en el que son cada vez más los frentes abiertos y más los actores tan irreconciliablemente enfrentados.
Bastaría con pararse a pensar en las consecuencias, aún por definir, del derribo de un avión militar ruso por dos cazas turcos en territorio sirio, junto a la frontera turca. Será difícil saber si el aparato ruso entró, como dicen las autoridades turcas, en su territorio, pero más difícil aún será entender quién y por qué tomó la decisión de abrir fuego contra él, convirtiéndolo en el primer avión ruso derribado por fuerzas de la OTAN en tantos años de guerra fría y, ahora, templada, porque es de suponer que una decisión de consecuencias tan graves no la toma un simple piloto de caza, ni siquiera el responsable de su base. Es de suponer que, antes de apretar el disparador, se haría alguna consulta y más en un momento en el que Rusia actúa como un "casi" aliado de la OTAN. El caso es que se disparó y el aparato cayó en territorio sirio, con uno de sus tripulantes muertos y que la tensión entre unos y otros está en lo más alto, mientras cabe suponer que el Daes se frota las manos.
Lo mismo que se frotará las manos tras el nuevo atentado en Túnez, esta vez asesinando a miembros de la guardia presidencial. Una acción que sostiene el ruido de las bombas y las sirenas, esta vez en el norte de África, ahora que, si no la inteligencia, si la contumacia de las policías de Francia y Bélgica ha desbaratado sus planes más inmediatos en Europa. Un frente reabierto, este de Túnez, que le ayuda a desviar la atención y mantener entre sus seguidores la moral bien alta.
Falta inteligencia para entender y comprender que el Daes, A Qaeda y todos los que se escudan en un falso islamismo, tan cruel como radical, viven del abandono en que las prósperas sociedades europeas han sumido, no a una, sino a varias generaciones de hijos de la emigración magrebí en Europa, miles de jóvenes sin esperanza ni futuro, encerrados en jaulas de cemento, fracasando en la escuela, sin nada que hacer día tras día, que de vez en cuando estallan con violencia y a los que únicamente se les responde con el falso orden restituida con la violencia policial y que se convierten en presa fácil para quienes les prometen el paraíso y ser, por fin, alguien vengándose de su vida anterior.
Les falta inteligencia para comprender el porqué de esta situación e inteligencia para poner los medios que permitan acabar con el problema. Falta una inteligencia al servicio de todos, porque de inteligencia para quedarse con lo que debería ser de toda la comunidad y para abrir y agrandar las brechas, más bien zanjas, abiertas entre unos y otros parece que van sobrados.


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Muy buen epílogo....

Saludos