lunes, 14 de diciembre de 2015

TU CARA ME SUENA


Desde que comenzó esta campaña electoral hace ya meses, el Partido Popular ha intentado disfrazarse de todos los modos posibles. Ha intentado, por ejemplo, hacerse pasar por un partido de hípsters y se les ha visto la factura de Cornejo en la vestimenta mal compuesta del cofrade caballista y concejal del partido que escogieron para su teatrillo en las redes. No ha colado, porque ya se sabe que, aunque la mona se vista de seda, urraca ladrona se queda.
Es tan burdo el intento de hacerse pasar por otra cosa de quienes llevan décadas saqueando nuestros ayuntamientos y comunidades autónomas, nuestras cajas de ahorro, un encomiable intento de raíces caritativas para la redistribución moralista de la riqueza hasta que, claro, cayó en sus manos y en las de quienes se dejaron comprar por ellos, años y años cobrando el sueldo de diputado, de senador o de miembro del servicio diplomático, mientras, en afortunada expresión de un viejo y querido maestro "cosían para afuera", haciendo gestiones, incluidos sobornos, para empresas que correspondían a sus esfuerzos con generosos porcentajes.
El Partido Popular ha sido durante tres décadas la única expresión de la derecha, el refugio electoral de la "gente de orden", desde el más golpista de los golpistas al pensionista acobardado, pasando por el joven ejecutivo con chalé y coche de alta gama, para el que quienes no llegan a serlo no son más que vagos, fracasados o, todo lo más, cifras en un balance que hay que recortar o eliminar. El PP lo ha sido toso en la derecha española y, por ello, ha abusado, ensoberbecido, de su poder. El PP se ha convertido en un partido en caída libre, que se niega a reconocer que ha matado a su gallina de los huevos de oro y ahora se encuentra solo y acorralado en medio de un país que ya no entiende y, lo que es peor para ellos, ya no está dispuesto a dejarse engañar por "los de siempre".
El Partido Popular es como los suelos de esas casas viejas en los que han caído las manchas y las miserias de generaciones, fregados y vueltos a fregar, encerados, pulidos y vueltos a encerar, a los que ya no hay ya decapante que los rescate. Se ha convertido en uno de esos suelos problemáticos de baldosas partidas y desiguales, que ni las más delicadas alfombras consiguen ocultar.
Por eso y solamente por eso, la banca y las grandes empresas, que se tienen por dueños del país y su destino han decidido dar el paso y levantar ese suelo bajo el que se ocultan, que cada vez es menos atrayente para quienes estén dispuestos a convertirse en inquilinos de sus promesas. Por eso y nada más que por eso, se han puesto manos a la obra y se han decidido a remozar la casa de la derecha, cambiando ese suelo imposible de recuperar que es el PP, por una tarima reluciente, fabricada con el aglomerado demoscópico de los residuos electorales del bipartidismo y forrada con la atractiva cara de chico bueno, yerno ideal de señoras de tortitas y café, incapaz de resistir el primer arañazo de una polémica, como el de una silla arrastrada, o la primera mancha indeleble que dejará su primer caso de corrupción.
Albert Rivera es el recambio elegido por la derecha económica, la banca y otras empresas del IBEX 35, para sustituir al caduco, pasmado y desconcertado Rajoy. Es esa tarima, preciosa en el catálogo y mientras aguanta empaquetada, que, incluso antes de quedar colocada, ya comienza a mostrar sus taras. Albert Rivera es la oferta que nos hacen hoy los poderosos, parecida y mejorada a la que en su día nos hicieron con su frustrada "Operación Roca". Y lo siento por ti, Albert, pero tu cara me suena.


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Es realmente así...

Saludos