viernes, 29 de enero de 2016

BECAS ALFONSO Y RITA



¡Qué descaro! Ni entrenando puede hacerse un ejercicio de cinismo que se acerque siquiera al de los dirigentes del PP en Madrid y Valencia. Cada día que pasa, cada escándalo que se descubre, cada caja B que aparece, no merecen, por parte de los dirigentes populares, más que el desplante a la verdad y a los ciudadanos, ese "hacer la estatua", ese "ver, oír y callar", que tan bien se le da a Mariano Rajoy y que, a mí, y espero que, a la mayor parte de los ciudadanos, me repugna.
Cómo puede ser que ocupe no sólo un lugar, sino un lugar tan destacado como el de la portavocía del Partido Popular en el Congreso, un personaje tan inmoral, tan mentiroso y tan malencarado como el ínclito Rafael Hernando, encargado, como un perro de presa rabioso y desconfiado de guardar su jardín de la pureza y la verdad, en el que hace tiempo ya que no crece nada, de tanta basura y tantas heces y orines como ha dejado en él el "perrito".
A Hernando le da lo mismo acusar a Podemos de golpismo que responsabilizar a los socialistas de hace cuatro años de la corrupción que hoy ahoga a su partido. sin pensar, o quizá pensándolo muy bien, quién sabe, en que Rajoy anda como loco "enseñando la pierna" al PSOE para ver si se aviene a yacer con él en el jergón de esa gran alianza que pondría a salvo o al alcance de un indulto, por más ominoso que sea, a sus muchos corruptos.
Y es que los corruptos, por más que miren al techo silbando, son suyos y trabajaban para ellos. Para poder reformar oficinas y despachos en la calle Génova, para remozar las sedes provinciales, para pagar los despidos simulados y en diferido o para jugar con ventaja al juego de las elecciones. Porque cómo si no es posible que el PP contratase a precios muy por debajo del mercado toda la parafernalia de sus mítines, a cara descubierta o no, precisamente con las empresas que se beneficiaban de los contratos de sus ayuntamientos.
Por eso no vale la vieja estrategia de hacerse los ofendidos, ese cuento infumable de que los corruptos saqueaban sus cuentas, que "cosían para fuera" vamos, aprovechándose del partido para llevar a cabo sus negocios y corruptelas, sin que nadie -insisto, nadie- se enterara ni mucho menos hiciera nada para impedirlo.
Esa es más o menos la copla que entona desde Valencia Isabel Bonig, presidenta del Partido Popular valenciano, sucesora del hasta anoche entre rejas y hoy con una fianza de dos millones de euros, para cubrir la responsabilidad de sus desmanes, anunciaba su intención de exigir una indemnización por dañar la imagen del partido a quienes resulten condenados en el sumario abierto el lunes. Pero no para ahí la cosa, porque Bonig, atacada al parecer por el virus de lo social, aclaró que lo obtenido por esas hipotéticas demandas se destinaría a obras sociales o, por ejemplo, a becas.
¡Qué bonito! Devolver a la sociedad lo que le han quitado bajo sus siglas. Me acordaba esta mañana, mientras reflexionaba sobre ello, después de escuchar las palabras de Isabel Bonig, de aquel papel que envolvía las mejores naranjas de cada montón, con la marca o el nombre del productor, a veces tan entrañable como el de aquellas naranjas "Manolín" de la familia Molés. Me acordaba de esos envoltorios y volaba mi imaginación hacia otras marcas. Marcas, por ejemplo, como "Comedor social IMELSA", "Residencia de la tercera edad Camps" que valdría para el ex president Francisco y para el diputado nacional implicado Gerardo, o "Becas Alfonso y Rita". Tendría gracia, sí señor.




jueves, 28 de enero de 2016

A TU COSTA



Cada vatio de la iluminación o de la megafonía de sus mítines, cada kilómetro que recorrían sus candidatos para pedirte el voto en tu pueblo o en tu barrio, cada cartel, cada cuña, cada anuncio con el que el PP ganaba, una tras otra, las elecciones, tenía algo de ti, aunque nunca les votaste. En cada uno de esos elementos de sus campañas había un rincón del patio del colegio de tus hijos, la pizarra, pantalla de un ordenador o un pupitre.
Del mismo modo estaban las gasas y jeringas que se escatimaban en tu hospital, las vacunas que racaneaban a los niños y ancianos, los baches de cada carretera, la basura esparcida por tus calles, los autobuses que cada vez tardaban más en pasar, las colas ante las ventanillas para pedir cualquier papel, os enfermos en los pasillos de los hospitales, los polideportivos sin material ni monitores, los jardines descuidados y sucios... Todo eso, todo está en el lujo y el despilfarro de cada campaña, de cada elección, en los canapés, las copas y las comidas.
Todo eso es lo que está poniendo al descubierto la "Operación Taula" que tan impecablemente están llevando a cabo el Tribunal Superior de Justicia de Valencia y la Guardia Civil. Toda la mierda oculta durante tantos años en los ayuntamientos y ciudades que ha gobernado el PP dopado con el dinero robado a todos los ciudadanos, todos esos sobrecostes consentidos, si no pactados, de los que una parte iba a parar a las arcas del partido o a los bolsillos de los consentidores, todo acabará por salir a la luz y, con suerte, con mucha suerte, llevará a la sombra a los responsables.
Han sido demasiados años de barra libre, primero con la orgía de recalificaciones que, gracias a la ley del suelo de Aznar acabó con el encanto del paisaje rural de Valencia, las huertas y los naranjales para sembrarlo de apartamentos vacíos o de esqueletos de edificios inacabados, deteriorándose al sol del verano, como aquellos decorados de las películas de Samuel Bronston que. como fríos fantasmas, daban testimonio de que un día Madrid quiso ser la nueva Roma, el Hollywood europeo, como ahora esas urbanizaciones y bloques abandonados dan fe de un día Valencia quiso ser la Riviera del pobre y se quedó en cementerio de vanidades y cemento.
Cuando acabó el sueño del cemento y las recalificaciones, muy propio de las mafias, como bien saben en el sur de Italia, se buscó una nueva fuente de ingresos, un nuevo huerto que cavar, en el campo de las adjudicaciones y las contratas, aceptando cínicamente ofertas insostenibles de empresas amigas, con el acuerdo secreto y deshonroso de revisar el precio una vez concedido o consentir que quien se queda con ellas, normalmente unas siglas sin trabajadores, se deshagan de las verdaderas plantillas, siempre las mismas, para obtener el beneficio y la mordida que, como donativo o en especie, llegará de nuevo a los bolsillos de los consentidores o a las arcas de su partido.
Un mecanismo tan elemental que les cuadra a la perfección a personajes tan zafios como Alfonso Rus o Rita Barberá, un mecanismo que sólo es posible con el silencio de funcionarios y oposición y que, ahora ha quedado sobre la "mesa", convirtiendo a personajes todopoderosos en apenas una mueca en el asiento trasero de un coche policial.

Demasiado boato a tu costa para que, ahora que lo sabes, sigas creyendo que eres como ellos y que han venido a bajarte los impuestos y a librarte de los parásitos que el Estado de Bienestar alimenta con tus impuestos. Ahora ya lo sabes, ahora no puedes decir que no sabes que han sido ellos los que han vivido, hecho y deshecho a tu costa.

miércoles, 27 de enero de 2016

MIL, DOS MIL, TRES MIL...



No descarto que unos y otros, casta y asociados, estén mareando la perdiz, mareándola, pobre, hasta el vómito, a la espera de que la sociedad que se despertó ilusionada el veinte de diciembre, se rinda y vuelva a optar por lo malo, pésimo, conocido, renunciando a lo buen o por conocer. A eso es, al menos, a lo que nos animan patronal y sindicatos, tan prestos ellos a defender, es sarcasmo, el estado de bienestar que, mal que bien, nos protegía, para caer en este estad de rapiña, en el que ellos siguen viviendo mejor que bien.
"Sed buenos y comeros esta bazofia", parecen decir, porque "si no, ni eso tendréis". Aceptar que nos gobiernen los de siempre, contritos y benditos por la troika y los mercados, se atreven a proponernos, como si pudiésemos olvidar que han sido ellos, por activa o por pasiva, los principales cómplices del saqueo. Es el mensaje que vuelve, el mensaje de la calma, la resignación y la paciencia, frente a la cruel austeridad que bruselas nos receta, como si no hubiésemos aprendido a palos que, de algunas manos ni siquiera el mendrugo de pan podemos esperar.
Menos mal que la justicia, lenta, aunque no siempre segura, hizo caso de la denuncia de una diputada de uno de esos partidos marginales a los que, como a Podemos, la "gente de orden" envía siempre que puede al gallinero de los parlamentos.Una diputada de Esquerda Unida en Valencia llevó al juez toda la documentación recopilada sobre los desfalcos y el saqueo que, desde la cúpula del PP valenciano se vienen llevando a cabo desde hace décadas en aquella comunidad.
El juez estudió e investigo los que se señalaba en aquella denuncia y ayer mismo ordenó veinticuatro arrestos, entre ellos el del inefable Alfonso Rus, el de la obscena cuenta de billetes, de mil en mil hasta los doce mil euros que canta en pesetas, un millón, dentro de un coche resultado de una de las múltiples comisiones de las que tan bien han vivido ellos y su partido. Ayer ese "mil, deu mil, tres mil, quatre mil..." sonó hasta la saciedad, colocando otra vez en su sitio a quien creía haberse ido "de rositas" otra vez.
Tampoco parece haberse ido de rositas quien parece la hermana gemela de Rus, Rita Barberá, la ex alcaldesa, gemela, prñacticamente, de Rus, con el que comparte zafiedad y, al parecer, escrúpulos, pese a que ella, de momento, ha quedado a cubierto del juez valenciano, atrincherada en el escaño del Senado, al que la envió su partido en cuanto se materializo "la hostia" que se había dado el PP en las pasadas autonómicas y municipales.
Y es que, no hay que olvidarlo, siempre que se descubre un escándalo de corrupción en sus filas, el PP, como recordaba ayer Rafael Hernando, su portavoz en el Congreso, toma medidas. Medidas tales como la compra del silencio de los implicados mediante despidos simulados y en diferido, como en el caso de Luis Bárcenas, o con el aforamiento de los personajes sujetos de corrupción a los que, como en esta ocasión a Rita Barberá manda al abrigo del Senado o al del Congreso como al ex conseller Gerardo Camps, implicado, al parecer, en el amaño fraudulento de un sobrecoste sistemático de cerca de mil millones de euros en la construcción de colegiso en la Comunidad Valenciana.U na importante fuente de financiación, gasolina para ganar elecciones en Valencia y en el resto de España
Sí, el PP toma medidas y, si pudiese, haría cirugía preventiva, pero no para extirpar todos esos tumores, ya demasiados que se desatan en su seno, no. Su cirugía preventiva consistoría en extirpar los ojos de quienes no están dispuestos a tragar con sus corruptelas como han tragado hace poca más de un mes más de siete millones de españoles ciegos o inmorales. Pero ya es tarde, porque aunque puedan sacarnos los ojos o rompernos los oídos, en la cabeza de todos está ya  y para siempre el eco do la obscena cuenta: "mil, dos mil, trres mil, cuatro mil..."

martes, 26 de enero de 2016

UN GOLPE SILENCIOSO


Tendemos a tomar a Rajoy por torpe y está claro que no lo es o, al menos, no los son quienes le rodean, porque conocen todas las triquiñuelas que se pueden hacer con la ley y están dispuestos a llevarlas a cabo. Qué es, si no, ese golpe de efecto dado por Rajoy el viernes, rechazando el encargo del rey para intentar formar gobierno y parando tramposamente el reloj de la investidura y dejando al país en el limbo, con un gobierno que no es gobierno y un parlamento condenado a la inacción porque, difícilmente puede aprobar leyes sin un gobierno que las ejecute.
Algo está mal en nuestra constitución, en nuestras leyes, cuando permite a un personaje como Rajoy enrocarse en su rechazo "momentáneo" del encargo, parando el reloj que conduciría a unas nuevas elecciones y, para comprobarlo, basta imaginar qué ocurriría si al cabo de esta nueva ronda de regios contactos, el designado para el encargo es Pedro Sánchez y también rehúsa dar un paso al frente para formar gobierno.
Creo que queda claro que los benditos padres de la Constitución jamás se plantearon que el resultado de las elecciones pudiera ser el que ha sido. Nadie previó que un sistema previsto para pastorear a los electores hacia el bipartidismo, mediante la del D'Hont, el reparto de escaños por circunscripciones y los límites para alcanzar representación, pudiera volverse como un calcetín para dividir el hemiciclo en cuatro grandes grupos obligados a llegar a un acuerdo al menos entre tres de ellos.
No puede ser que la estrategia de un personaje como Rajoy, acostumbrado a que el agua de las riadas se retire y acabe saliendo el sol, mantenga al país, con todos sus problemas, paralizado a la espera de que sus rivales se estrellen en el empeño de formar un gobierno. Más, cuando está claro que el tercer partido por resultados, Podemos, y lo está demostrando, preferiría repartir otra vez las cartas en unas nuevas elecciones, de las que, cree, saldría reforzado.
Otro tanto le ocurre al PP y, por eso, va a obstaculizar cualquier acuerdo, sin mostrar sus cartas a Ciudadanos, sin darle ni quitarle esperanzas de una alianza con o sin el PSOE que pudiera hacerse cargo del gobierno. En frente, o no, está el PSOE i, mejor dicho, Pedro Sánchez atado de pies y manos por unos barones, controlados por vete a saber quién, para que no pueda acercarse lo más mínimo a los nacionalistas que tendrían en su mano, si no la llave, si el contrapeso para un gobierno de los socialistas y Podemos.
Lo de Rajoy es un golpe de estado incruento y desde dentro en el que Rajoy, como un Tejero de paisano, es el instrumento, como lo hubiese sido el ex teniente coronel, de unos intereses que, en 1981, eran de la oligarquía y hoy lo son de los mercados y la troika o como diantres se llame ahora.
Es terrible, pero es así. Rajoy ha demostrado que tiene en sus manos la llave del nuevo gobierno y que está dispuesto a tirarla al mar con tal de no perder un ápice de poder, más, ahora que la Guardia Civil después de detener a Alfonso Rus, el recaudador del recuento en el coche, anda olisqueando a la ex alcaldesa de Valencia, a cubierto y silenciosa hoy gracias al fuero que le otorga su bunkerizado escaño en el Senado.
Sí, lo de Rajoy es un golpe de estado para que tanta información y tanto poder de obtenerla no caigan en manos nada fiables.

lunes, 25 de enero de 2016

IMPUDICIA O TRAMPA

Cuando no le gustaban las maneras de alguien, especialmente cuando alguien no venía de frente, mi querido Fernando Delgado decía una frase "no me gusta cómo caza la perrita", que, con el tiempo, he acabado por hacer mía. Una frase que viene como anillo al dedo al comportamiento, nada claro a mi juicio, del líder de Podemos, Pablo Iglesias. Este chico, que diría mi madre, habla muy deprisa, dice demasiadas cosas y me temo que no siempre con sentido.
Lo del pasado viernes, que recuerda en exceso a ese "voy a hacerte una oferta que no podrá rechazar" de "El padrino" o, quizás, a todo lo contrario, seguro de que Sánchez o su partido no iban a plegarse a tan leoninas condiciones. No sé muy bien si es un chantaje, como ha decidido el PSOE, un farol o un "rompo la baraja" para ir a unas nuevas elecciones.
Lo que ya no sé es si esa exigencia contaba con el apoyo de los dirigentes de Podemos que corrieron a "arropar" al líder, alguno, incluso, como Íñigo Errejón, con cara de demasiadas circunstancias. Hoy mismo, lo acabo de escuchar, Pablo Iglesias decía en una entrevista que cualquier acuerdo a que se pueda llegar con el PSOE de Pedro Sánchez debería ser refrendado por los órganos de su Partido, lo que dice mucho de quien hace anuncio tan solemne sin haber cruzado una palabra con el destinatario de una oferta que le implica directamente y sin haber consultado a sus propias bases.
Siendo un poco malicioso, tengo que pensar que Pablo Iglesias, insatisfecho con los resultados del 20 de diciembre, porque llegó a verse por encima de su presunto socio de gobierno, ya ha decidido que le interesan unas nuevas elecciones y, por ello, ha arrojado a la cara del líder socialista el guante de "su" propuesta de gobierno, al que, por cierto, le faltaba el apoyo de al menos un cuarto socio que confirmase una de suma de diputados por encima de una hipotética alianza PP-Ciuddanos.
Esta última circunstancia, imprescindible para "aguantar" una legislatura parece no haber tomada en cuanta por los estrategas de Podemos, algo impensable, salvo que sean ellos mismos los que ya han descartado que Sánchez pueda darles el "sí quiero". Más bien me inclino a pensar que lo que quieren es unas elecciones anticipadas ya, unas elecciones en las que, calculan, se harían con gran parte de los votos del PSOE.
Creo que se equivocan, porque el país no es una enorme asamblea ni sus ciudadanos son únicamente los convencidos que acuden a ellas. Da más bien la impresión de que Pablo Iglesias y los suyos se están acomodando en el asentimiento por aclamación, sin tener en cuenta que, en democracia, las formas, los tiempos y los escenarios son otros, distintos de los que acostumbran. Iglesias y los suyos no deben olvidar que en democracia los votos son siempre prestados, nunca se tienen en propiedad, ni que quienes les votaron en diciembre nunca les habían visto administrar sus votos, más allá de lo que es una hipótesis sobre papel.
No tengo miedo a unas segundas elecciones, pero creo que no serían buenas, porque equivaldría a decirnos a quienes votamos hace poco más de un mes que nos equivocamos, que hicimos mal los deberes dando nuestro voto a quienes no han sabido gestionarlos. Creo más bien que unos u otros están obligados, si no a entenderse, sí a formar el gobierno que ya estamos necesitando.
En resumen, no me gusta cómo caza la perrita. No me gusta la actitud de Pablo Iglesias que, como los gatos se hincha y bufa para parecer más fiero de lo que en realidad es. No me gustaría que hubiera hecho lo que ha hecho, dar el regalo envenenado e inaceptable de su apoyo a Sánchez, a la búsqueda de unos nuevos comicios en los que lo único claro parece que sería el reagrupamiento de la derecha, con lo que, aunque él se convirtiese en líder de la oposición, sobrepasando a Pedro Sánchez, España habría perdido la oportunidad de gobernarse desde la izquierda.
No sé si lo de Iglesias el viernes fue impudicia o trampa, lo que sé es que no me gusta como caza la perrita.

viernes, 22 de enero de 2016

RAJOY EL INDOLENTE


Escuché hace poco como alguien señalaba, en una tertulia radiofónica, la indolencia como una de las características de la personalidad de Rajoy. Y, la verdad, no podía estar más en lo cierto, porque el indolente, según la Real Academia de la Lengua Española es, en sus tres acepciones, el que no se afecta o conmueve, el perezoso o el insensible, el que no siente el dolor, especialmente el dolor ajeno demás, añadiría yo. Y lo cierto es que esas tres características encajan muy bien en el personaje.
Rajoy, capaz de encajar sin apenas inmutarse el tremendo zurdazo de un joven y descerebrado o de aguantar con aplomo y fair play la broma pesada de una emisora catalana, es también de los que creen que el tiempo está de su parte y de dejar que las cosas, por muy graves que sean, acaban por solucionarse solas y eso que, vistos algunos resultados, podría considerarse una virtud, puede ser que en realidad sea sólo pereza y falta de ánimo.
Pero la primera acepción del que siente esa indolencia, la del que no se afecta ni conmueve, es la que mejor le cuadra a éste y a otros muchos gobernantes, gentes que se esfuerzan en alcanzar el poder y que, una vez que lo consiguen, se olvidan, si no de todos, sí de la mayoría de quienes le rodean o están por debajo de él. Cómo, si no, pueden Mariano Rajoy o Felipe González mostrarse insensibles y lejanos ante el dolor de quienes han perdido el trabajo, la vivienda y, muchas veces, la capacidad para dar de comer y vestir a sus hijos.
La indolencia de Rajoy es de proporciones bíblicas. Tanto que a veces no sé si lo suyo es únicamente indolencia, es estrategia o es pasmo, porque demasiado a menudo, no hay más que ver sus gestos, lo que aparenta es haber quedado tan pasmado como aquel Felipe IV que tan magistralmente interpretó para el cine Gabino Diego.
Pasmado debe estar Rajoy en su despacho, "a verlas venir" que diría un castizo, sin siquiera levantar un teléfono, que sepamos, para llamar o contestar a nadie que pueda darle esos apoyos que necesita para salir investido del pleno del Congreso, quizá porque tal interlocutor no existe ni existirá a corto plazo. Únicamente, otra vez que sepamos, levantó el teléfono para atender a quien creía el president de la Generalitat de Catalunya y lo hizo con la jovialidad o el "dinamismo", que diría mi madre, de quien por fin recibe la llamada que esperaba.
Sin embargo y no sé si por la sorpresa o por el talante, Rajoy no se mostró especialmente contrariado o, mejor dicho, cabreado, quizá porque ya esté resignado a que, en adelante, no sean muchos los que le tomen en serio, una difícil situación por la que no me gustaría pasar, porque, difícilmente, su futuro, fuera del Gobierno y quizá de su partido, se parecerá al de Aznar, González o, incluso, Zapatero. Y es que su caso es especial y lo es porque no deja nada especial a sus espaldas. No fue, como Aznar, el lacayo imprescindible para dar cobertura a una canallada como la segunda guerra de Irak, al que los buitres de las empresas de armamento y del petróleo, regalan un retiro dorado, agradecidos por los servicios prestados. Tampoco es el prestigioso entonces Felipe González, adalid de la refundación de la Unión Europea o del acercamiento de ésta a Latinoamérica o dejó tras de sí una revolución social como la de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, que colocó a nuestro país a la vanguardia de las conquistas sociales.
Rajoy, por el contrario, se ha limitado a recibir y poner en práctica las instrucciones recibidas de la troika y los mercados. Rajoy se ha limitado a ser el matarife que, limpiamente, ha acabado con la calidad de vida de los trabajadores y de una gran parte de la clase media española, dejando en su lugar un enorme vacío, una brecha insalvable para las próximas generaciones.
Rajoy no es como sus antecesores. Rajoy, al que le queda por pasar el difícil trago de recibir en el debate de Investidura, una tras otra, las bofetadas morales de los dos tercios de la cámara que no le quieren, bien podría pasar a la Historia como Rajoy el Indolente.

jueves, 21 de enero de 2016

PATÉTICO RAJOY


¡Qué conmovedor! Mariano Rajoy, como un niño decepcionad por el regalo que ha dejado Papá Noel en su calcetín, se niega a sacar el juguete de la caja y, con un gesto, mitad de incomprensión, mitad de soberbia, se ha encerrado en su habitación de La Moncloa y apenas sale, si no es para oír lo que quiere escuchar de sus adeptos, cada vez más resignados, cada vez menos entusiastas.
Mientras, el resto de los niños, Pedro, Pablo y Albert, incluso Alberto, andan presumiendo de regalos y haciéndolos valer en el Congreso, la prensa, las radios y las televisiones. Sin embargo, a Rajoy no se le van los ojos tristes, la cara de asombro ni, en ocasiones, el ceño fruncido. Sabe que su juguete, a pesar de ser más caro y más grande que el de los demás, necesita de compañeros de juego y no parece que haya nadie dispuesto a jugar con él.
Es curioso y no sé de qué se extraña este Marianito, porque, la verdad, nunca hizo nada para tener amigos. Más bien al contrario. Siempre rechazó jugar a nada que no controlase. Se inventó reglas estrictas con las que nadie podía jugar y escondió siempre los juguetes a los demás. Todo ello de espaldas a la realidad y como hacen los tan odiosos pelotas de la clase, dorando la píldora a los profes de Bruselas o los mercados y "chivándose" de cualquier movimiento de sus otros compañeros.
Creía Mariano que eso, tener el beneplácito de "la superioridad", le garantizaría un juguete parecido al que le dejaron hace cuatro años. Pero se olvidó de un detalle, el de que Papa Noel o quien quiera que fuese quien se adelantó el pasado 20 de diciembre lo ve todo, porque tienen millones de cabezas con ojos que lo han pasado muy mal estos últimos años y que nada hicieron para que el regalo fuese el esperado por Rajoy. Más bien al contrario, hicieron lo posible para que su regalo no le permitiese jugar sólo como hasta ahora.
Ese es Rajoy ahora, Rajoy sin la mayoría absoluta que le permitió hacer de su capa un sayo, errar en casi todo, especialmente en lo que afectaba a la mayoría de la población, a la que ha empobrecido, mientras sus amigos y protectores se quedaban con casi toda la riqueza, con el beneficio de siempre y con la parte del salario de los trabajadores que sus leyes, especialmente la Reforma Laboral, permiten
robar, sí, robar, a los trabajadores indefensos.
El mismo Rajoy que sube el IVA y baja los impuestos a los más ricos, el que no vigila ni permite que se vigile a todos esos que se llevan lo rapiñado a paraísos fiscales, el que facilita que unos pocos se lleven la espuma, mientras el resto, casi todos, fermentamos en la cuba. Un Rajoy mal aconsejado que llegó a creer que el dinero y el control de los medios de comunicación garantizaba casi todo, un Rajoy patético que ha caído demasiado tarde en la cuenta de que las cosas ya no son como eran, que, hoy, la verdad está a unos clics de ratón o a unas cuantas pulsaciones de teclado. Un Rajoy que no se dio cuenta a tiempo que, por más portadas que lleve a los portales del barrio de Salamanca o por más Marhuendas incansables que meta en todas y cada una de las tertulias televisivas, siempre hay un momento en el que el dolor y la rabia se imponen a todo lo demás.
Patético Rajoy, patético este líder de la derecha al que la crisis puso en las manos una mayoría que su partido no había tenido nunca, en el Parlamento, las autonomías y los ayuntamientos y que se le ha escapado entre los dedos como se escapa el agua de un cesto. Patético este Rajoy noqueado y sentado en su rincón de la Moncloa. Un rincón que ha creído tan suyo como para confundir la residencia del presidente del gobierno de España, recibiendo a sus adversarios, como si de su despacho de la calle Génova se tratase.
Un Rajoy tan patético como para ponerse al teléfono de un Carles Puigdemont de mentira, al que se compromete a recibir porque "tiene la agenda muy desocupada", en plena vorágine de la investidura. En fin y una vez más, patético Rajoy.

miércoles, 20 de enero de 2016

¿QUÉ APOSTAMOS?

¡Qué feo! Qué triste es enterarse de que nada escapa al juego sucio. Ni siquiera un deporte en el que se compite de dos en dos o, a lo sumo, de cuatro en cuatro. Es triste, pero, sinceramente, moviendo las cifras que mueve y teniendo la audiencia televisiva que tiene, era de esperar, porque, cuando un deporte se convierte en un espectáculo televisivo, cuando mueve de esa manera a las masas, el dinero de las apuestas pone sus ojos en él y, antes o después, lo corrompe.
Nos lo están contando la BBC y Buzz Feed News y, como digo, es triste enterarse de que desde hace años se amañan partidos en los trofeos más importantes del circuito mundial. No los de los grandes ni, naturalmente, las fases finales, porque no habría dinero para comprar a los tenistas, pero sí los de las primeras fases, en los que participan jugadores con peor posición en el ranking, a los que una buena inyección de dinero sí podría interesarles. Aunque, a veces, se den casos como el de Djokovic, que admite haber sido tentado sin éxito con 200.000 euros -no dijo dónde ni cuándo- por perder un partido.
Como en el boxeo, sobre él que hay mucha literatura, en el fútbol, supongo que en el baloncesto en las carreras de caballos y en cualquier deporte de masas hay, ha habido y habrá apuestas y, en ellas, mucho dinero en juego. Y a nadie se nos escapa que, siempre, apostar a caballo perdedor y que éste gane resulta muy rentable. En eso consiste el negocio, en apostar en contra de la lógica, en contra de las estadísticas y nos sorprendería saber que, en China, por ejemplo, se cruzan apuestas en torno a partidos de las categorías inferiores de la liga de fútbol española.
En este punto y asumiendo el riesgo de parecer moralista, me atrevo a afirmar que es en las apuestas donde está el origen del problema, que son las apuestas las que alteran las competiciones y las que, en más de una ocasión, llevan al fraude y al escándalo. No digo, que conste, que sean las empresas de apuestas, casas les llaman como a los burdeles, quienes amañen los partidos, sino que es la tentación de alterar los resultados por parte de mafias o particulares la que propicia el fraude.
La verdad, sin embargo, es que los locales en que se cruzan apuestas recuerdan bastante a los sex shop y los burdeles, muy llamativas, llenas de luces y colores en su exterior, pero opacos a la mirada desde fuera, como dando protección a quienes participan en una actividad, el juego, considerada vergonzante. Capítulo aparte merece la publicidad que estas empresas hacen en radio y televisión, dirigida claramente a los jóvenes, agresiva y vistosa, que ha copado en poco tiempo loes espacios publicitarios de los programas deportivos, entrando incluso en los propios contenidos, algo del todo inmoral o cuando menos poco ético, buscando la reacción en caliente del oyente dándole a entender que el premio está al alcance de su mano. Quizá por eso, por el dinero que mueve en la radio y en la tele, no se ha informado en ellas este escándalo como en mi opinión debiera haber sido.
Amañar un partido de fútbol es tan fácil como comprar a un portero para que una tarde tenga las manos de mantequilla o pagar a un defensa para que lo cometa. Casos hay de esto que os digo en la historia del deporte más masivo en Europa y gran parte en el mundo. De hecho, en la liga italiana el historial se dispara, También en las carreras de caballos, donde verdaderas fortunas han pasado de unas manos a otras o en el boxeo, deporte que, como los toros, ha sido durante décadas en España la única escalera social al alcance de los jóvenes que, como mucho, se veían en un taller para toda la vida y que, con un duro entrenamiento y duras bofetadas, sin pensar nunca, en el riesgo que corría su salud, pegaban y se dejaban pegar a cambio de un coche, un haiga decían, una casa para la familia y una novia guapa, hasta que llegaba la tentación de dejarse caer, para dar paso, les decían, a alguien que empezaba, con lo que si aceptaban entraban en el sucio tiovivo de las mafias y, si no, se jugaban la vida.
En el fútbol y en el boxeo dábamos por hecho que algo había, pero nunca en un deporte de caballeros, que se practica en clubes distinguidos donde los jóvenes de la alta sociedad y algún recoge pelotas que destaca se preparan para ser el nuevo Nadal. Sin embargo, sólo era cuestión de tiempo que las mafias de aquí y de allá acercasen su frío hocico a las pistas. Y es que, si hay dinero en juego, hay corrupción y amaños ¿Qué apostamos?

martes, 19 de enero de 2016

¡AGUA VA!


¡Agua va! era el grito con el que los vecinos de las calles de aquella España que encandiló a aquellos románticos europeos, advertían los viandantes de que les podía caer encima cualquier desecho líquido de origen innoble contenido en las bacinas, palanganas u orinales que se vaciaban directamente desde las ventanas. Yo no sé si habré vivido otra vida en aquella España, pero lo cierto es que escuchar la frase de marras y ponerme a cubierto es todo uno.
Y es que nada hay en un país del primer mundo -iba a decir civilizado, pero sería casi un sarcasmo- que, por falta de costumbre, de más asco que tener que ver mezcladas el agua y la basura, algo que, por desgracia, acaba de poner al descubierto la Guardia Civil con la operación Frontino, dirigida contra una trama de corrupción que operaba desde Acuamed, una empresa pública dependiente del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, desde la que se deban por buenos sobrecostes en la ejecución de obras, generalmente de plantas desalinizadoras y generalmente en las costas sedientas del sureste peninsular, que iban a parar, una parte a los directivos corruptos y, naturalmente, la otra a la constructora que los facturaba con el consentimiento de los primeros.
La operación, bautizada con el nombre del militar, político e historiador romano que pasó a la Historia por su informe sobre los acueductos construidos por el Imperio, se desencadeno, al parecer y otra vez, por la denuncia de un mando intermedio de la empresa investigada y afecta a proyectos que datan desde 2007, con lo que serían dos los gobiernos, el de Zapatero y el de Rajoy, los implicados y cuatro los ministros de los que dependía la empresa investigada.
El mecanismo era el de siempre. Alguien decide qué empresa se queda con un proyecto, que por lo general se presupuesta a la baja para, al final, elevar los costes en torno a un diez por ciento, parte del cual acaba en los bolsillos de los directivos corruptos que adjudican el proyecto. Un mecanismo que, no por sabido, parece llamar la atención de los encargados de supervisar las cuentas públicas y que siempre tiene que esperar a la traición de algún descontento de la trama o a un funcionario o un trabajador, que los hay, con los suficientes arrestos para denunciar los tejemanejes que pasan ante sus narices a la fiscalía.
Creo que la salida a la luz de esta trama en plenas negociaciones para muñir los pactos que permitan formar gobierno resulta, cuando menos, pedagógica, porque coloca el punto de mira  de la sospecha sobre socialistas y populares que no han sabido ver el pozo negro en esta empresa pública, empresa que, por cierto, escapó a la disolución generalizada de empresas públicas llevada a cabo por el PP, pozo hediondo al que iba a parar un diez por ciento del dinero salido de nuestros bolsillos para la ejecución de obras claramente necesarias.
Eso en lo que respecta a la administración y a la empresa pública investigada. Sin embargo, no debe acabar ahí la investigación ni las detenciones y la demanda de responsabilidades a las empresas que sobornaban a los directivos de Acuamed, porque todos sabemos que no hay corruptos sin corruptores y ya va siendo hora de ver entre rejas a quienes sobornan. Dicho queda y ¡agua va!

lunes, 18 de enero de 2016

DESNUDOS ANTE EL ESPEJO



Si una virtud ha tenido el resultado de las elecciones es la de haber colocado a quienes concurrieron a ellas ante todos y sin disfraces. Todos, sin excepción, arrastran ahora las cadenas de sus mentiras, las de su pasado o la de compromisos, a veces verbales, a veces por escrito, que les atan y amordazan a la hora de sentarse a negociar una salida a las tablas, relativas, pero tablas en que acabó el 20-D.
Hoy da comienzo el paripé, la ceremonia en la que cada uno de los partidos con representación en el Congreso tendría que presentarse ante un rey errado y con una hermana en el banquillo, un rey que, por primera vez en cuarenta años de democracia, se ha negado a mirar a los ojos a la realidad de este país, rechazando el ejercicio de mano izquierda y "savoir faire" que se le planteaba ante la petición de audiencia que le hizo la presidenta del Parlament de Catalunya para informarle de la investidura de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat.
Un ejercicio estéril y más protocolario que otra cosa del que nada va a salir más que unas fotos y unas declaraciones a la puerta del Palacio y el desplante del representante de Esquerra en respuesta al que previamente hizo el rey a Carme Forcadell. Al cabo de la semana, cuando el viernes el rey termine de reunirse con los representantes escogerá a uno de ellos, o no, que diría Rajoy, para proponerle ante el Congreso para que se someta a la investidura como nuevo presidente, con el encargo de formar 
gobierno.
Hasta que el rey dio portazo a Forcadell, aconsejado no sé por quién, pensaba que todo este protocolo obligaba al monarca, que formaba parte de su trabajo. Ahora ya sé que no y sé que el rey, al menos Felipe VI tiene preferencias y que hay gusta que le gusta hacer y otras que ni se plantea. Y me apena que así sea, porque, con ese feo gesto, se ha desnudado y porque ha incumplido con su obligación de ser imparcial, frío si queréis, pero imparcial, al que podríamos recurrir en algún momento como árbitro o referencia. Después de ese gesto, al menos para mí, ya no lo será nunca.
De modo que en este marasmo de urnas e investiduras ha sido el rey el primero en quedar desnudo ante el espejo. El primero, pero no el único, porque a todos y cada uno de los líderes a los que recibirá esta semana se les ha visto el plumero de uno u otro modo y todos acuden a la cita con sus hipotecas a cuestas, con todo su pasado a cuestas.
Acude Rajoy con todo el dolor, la injusticia y la desigualdad sembrada en España en estos cuatro años de gobierno y acudirá después de haber afirmado hoy mismo que se toque una de sus leyes estrella, cono lo es la reforma laboral que ha devaluado hasta límites impensables el valor del trabajo de los españoles y que tantos elogios le ha proporcionado en eso que llamamos Europa o la gran patronal. Acude inflexible, pero más frágil que nunca, porque acude sin esperanzas de poder cumplir el encargo del rey.
Y acude un Pedro Sánchez que sabe que recibir ese encargo y poder cumplirlo es su única esperanza de permanecer al frente de un partido que parece diseñado para tragarse a sus líderes, uno tras otro, en medio de las miserias que acompañan a quienes ostentan pequeñas parcelas de poder y que, como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. barones les llaman, que desatienden sus obligaciones como presidentes autonómicos, que pactan con el mismísimo diablo para llegar a serlo y que, sin embargo, no permiten que haga otro tanto su secretario general, volcando tinta roja en su entorno.
Desnudo está también Pablo Iglesias atado de pies y manos por la aparente firmeza de su discurso, empeñado más en el gesto y las metáforas que en el realismo práctico que tan necesario sería ahora. si es que realmente quiere intentarlo antes de llegar a unas nuevas elecciones. Y más desnudo aún está Albert Rivera, demasiado presuroso por conseguir un acuerdo que incluya al PP y dejando claro que no hará nada que disguste a las empresas del Ibex que con tanto mimo le han tratado.
Todos desnudos a la luz, en medio de los focos de la prensa, haciendo el paripé, escenificando una ceremonia que nunca ha sido lo que aparentaba, porque, la experiencia nos lo dice, los acuerdos, especialmente los grandes acuerdos, se muñen en la sombra.
Todos desnudos ante el espejo, pero os recuerdo que, como nos enseñó Alicia, hay vida al otro lado del espejo.

viernes, 15 de enero de 2016

¡CIELOS, LA DEMOCRACIA! Y YO CON ESTOS PELOS



Resulta enternecedor contemplar en la foto de Uly Martín con qué "carita" reciben Mariano Rajoy y otro diputado que no identifico el paso del, como ellos, diputado Alberto Rodríguez, armado de sus peligrosas rastas, toda un arma de destrucción masiva cargada de piojos a los ojos de la campeona de Candy Crash y vicepresidenta del Congreso. Resulta enternecedor paro, más que enternecedor, resulta reconfortante saber que el presidente en funciones y la reina del iPad tendrán que resignarse a compartir su espacio con las rastas de ese personaje al que los porteros de sus casas o los restaurantes que frecuentan jamás franquearían el paso.
Debería saber la ex ministra de Sanidad del hueso en el caldo que la presencia de "piojos no tiene nada que ver con la higiene, el nivel socioeconómico o los hábitos de vida y que, es más, estos parásitos suelen preferir el pelo limpio", como indica el conocido pediatra Carlos Marina. Pero, claro, cómo una arrabalera y malintencionada señoritinga como ella iba a perderse la oportunidad de estigmatizar públicamente a un chiquilicuatre de esos que han llegado, parece que para quedarse, al parlamento que, desde hace décadas y desgraciadamente con motivo, consideran una finca familiar.
Celia Villalobos lo dijo y lo dijo dos veces y ante dos televisiones en horario de mañana, en esos programas a los que sólo tienen acceso los pensionistas, los enfermos o los parados que ya han perdido la esperanza de encontrar empleo. Así que, por favor, ella y su partido nos eviten el bochorno de pretender hacernos creer que su temor a que el diputado de las rastas le deje algún piojo fue sólo un calentón verbal de esos a lo que es tan dada, porque tiempo tuvo de reflexionar o seguir los consejos de algún asesor de esos que controla su marido.
Lo más lamentable es que esa mezcla de miedo y desprecio con que algunos diputados de la casta han recibido a “los invasores” también se da en quienes deberían ser, por formación y por oficio, exquisitos en objetividad y ausencia de prejuicios. Me refiero, claro, a periodistas como la veteranísima Pilar Cernuda, que afirmó sin miramientos que los de Podemos huelen. Y tengo que suponer que lo que quiso decir es que huelen mal, a “gato muerto”, vamos, sin pararse a pensar que no todo el mundo vive en el barrio de Salamanca, tiene una criada que le lava y plancha la ropa, una cómoda bañera en la que relajarse con sales perfumadas al final de la jornada o una ducha de uso exclusivo en la que cantar mientras se aclara bajo el chorro de agua caliente por las mañanas.
Qué lástima que las delicadas pituitarias de estos periodistas que viven, comen y, a veces, duermen con los diputados no fuesen capaces de detectar después de tantos años el hedor de Rodrigo Rato, Federico Trillo, Martínez Pujalte, Gómez de la Serna y tantos y tantos otros con lo que llevan años conviviendo. Qué lástima que su manera de actuar recuerde más a la de los habituales de las meriendas en Embassy o las partidas de bridge en algún salón de la calle de Serrano o cualquier otra del barrio de Salamanca.
El reproche de la Cernuda evoca esas imágenes de dictadores o caciques, protegidos siempre por el pañuelo empapado en Lavanda Inglesa de Atkinsons, como un amuleto que les libra de la miseria, la enfermedad y, sobre todo, la realidad. Qué pena. Lo siento por ella que, ahora ya de retirada se enfrenta a la riada de realidad que ha anegado los pasillos del Congreso. Y es que ya está mayor para cambiar de hábitos, para dejar las coquetas cafeterías y los exclusivos restaurantes de su barrio u otros similares por los bares y las tabernas de Lavapiés, cultivando confidencias apoyada en una barra y pisando un suelo lleno de cabezas de gamba y huesos de aceituna.
Es precisamente eso lo que temen Villalobos, Cernuda y tantos y tantos otros villalobos y cernudas que corretean por los pasillos del Congreso. Temen a tener que establecer nuevos lazos con gente que ya no tiene nada que ver con ellos. No se resignan a admitir que las cosas han cambiado. No me extrañaría por tanto escucharles decir cualquier día en tono de queja lastimera ¡Cielos, la democracia! Y yo con estos pelos!

jueves, 14 de enero de 2016

SONRISAS Y LÁGRIMAS


Quizá sólo sea un resabio de quien toda su vida se ha dedicado a esto, pero a veces me cuesta poner toda mi fe en lo que se pone ante mis ojos y, debo reconocerlo, de lo que me llegó ayer de la sesión de constitución del Congreso, hay demasiadas escenas que, más que reales, parecían deformadas por algún filtro de Instagram, exageradas en su contraste, llamativas, pero lejos de la realidad que, se supone, quieren representar.
Lo de ayer, y lo aclaro ya, me refiero a la puesta de escena de Podemos, fue como un happening, algo parecido a esa última noche en la mansión de los ricachones, con que los amigos premiasen al hippy que va de soldado a Vietnam y que tan magistralmente describió Milos Forman en la versión para el cine de la comedia musical de "Hair".
No era sólo espontaneidad. No se trataba sólo de la sorpresa ante un nuevo escenario. Se trataba de algo más. Parecía como si los diputados de Podemos se hubiesen conjurado para aprovechar todos y cada uno de los salientes que les brindaba el anquilosado reglamento de la cámara y del sistema, para apoyarse e tomar impulso en ellos hasta alcanzar la cima perseguida de convertirse en protagonistas de la fiesta.
Y doy fe de que lo consiguieron, porque de un modo u otro, incluso en este blog desde el que estoy hablando de ellos, se han llevado los focos y las cámaras, a veces. como Pablo Iglesias, hasta la puerta del mismísimo cuarto de baño. Lo consiguieron, porque el pleno de constitución no fuera el de Patxi López, un socialista de raza, que no de casta, que pronunció un discurso no sólo adecuado, sino necesario, que, desgraciadamente quedó en un segundo plano, perdido entre el ruido de tanto gesto.
También nos privó todo ese ruido del infinito placer de ver a un Mariano Rajoy descolocado, fuera de la que ha sido hasta ahora su posición privilegiada. Nos privó de ver enmarcado en siniestro negro o en rojo de vergüenza el momento en el que el diputado Gómez de la Serna, elegido en la lista del PP por Segovia, investigado sin futuro por la Audiencia Nacional, que no ha podido practicar registros en sus viviendas y tendrá que enviar el caso al Supremo, porque el PP bendijo a Gómez de la Serna con la extensión de su fuero hasta ayer, al incorporarle a la Diputación Permanente del Congreso.
Hay que reconocer que los diputados de Podemos o quien quiera que diseñase la coreografía de ese primer día lo hicieron bien. La procesión de bicicletas acompañando al ecologista López de Uralde montado en la suya, la batucada que acompañó a los diputados de Compromis, los anoraks de Iglesias y sus compañeros, colocados en los carísimos sillones de sus señorías, como banderas ondeando en territorio conquistado, pese a la presencia de cómodos percheros en los accesos al hemiciclo, el bebé de Carolina Bescansa, pasando de los brazos de un compañero de su mamá a los de otro, convertido  supongo que a su pesar, en protagonista de un pleno en el que estuvo durante cinco horas.
A Podemos no le bastó con el vistoso desfile multicolor de sus diputados, una bocanada de aire fresco en un lugar que hace años que no se ventilaba. Tuvo que subrayar lo evidente, lo obvio, y, a veces, subrayar lo obvio es desvirtuar la realidad. Demasiado ruido, entendido como interferencia, en lo que realmente debería interesarnos, porque, hasta su propia proposición de ley contra el desahucio y a favor de proporcionar un techo a quienes se encuentren en situación de emergencia social, haya quedado apagada por tanto gesto y tanto espectáculo.
Hubo, como en ese encuentro a la salida del Pleno, entre Podemos y sus bases, sonrisas y lágrimas a la luz de los focos, sonrisas y lágrimas que también vinieron a mí, al contemplar un espectáculo que, siento decirlo, me pareció desmedido e innecesario.

miércoles, 13 de enero de 2016

UNA DE CATORCE


Soy de esos que cree que una quiniela o una "primitiva" me pueden cambiar la vida. Creo que por eso juego sin falta cada semana, porque, aunque soy consciente de que, guardando en una hucha todo lo jugado a lo largo de estos años, tendría para darme un capricho, un capricho importante, conservo la esperanza de jugar la combinación única y difícil que me dé, no para un capricho, sino para una vida de caprichos. que, ojo, no tienen por qué ser egoístas ni insolidarios.
Por desgracia, la única vez que acerté los catorce resultados de una quiniela, el resultado fue tan lógico que fueron muchos, demasiados, los que, como yo, dieron con los catorce, con lo que el sueño duró poco, apenas hasta que se hizo público el escrutinio y comprobé que la diosa fortuna apenas me había sonreído unas horas y lo justo para darme el capricho de comprarme un equipo de alta fidelidad y no precisamente de los caros.
Con el tiempo y tras unos días de frustración feliz, comprendí que aquel premio que llegué a imaginar fabuloso y exclusivo para mí había hecho felices, aunque sólo fuese un poco felices, a muchos otros, a todos los que, como yo dieron con la clave afortunada. También que, si a mí me sirvió para darme aquel capricho, a otros les solucionaron verdaderas necesidades, de esas de las que sólo tomamos conciencia cuando están en nuestra casa.
Dicho esto, os preguntaréis qué hago yo contándoos todo esto ahora, con la que está cayendo aquí al lado, en la Carrera de San Jerónimo o en el Parque de la Ciudadela, en el Congreso o el Parlament de Catalunya. La respuesta no es otra que subrayar que, en política, como en los juegos de azar. a veces, acertar los catorce o tener el boleto ganador no supone hacerse con todo el botín del premio, porque, a veces, la suerte se empeña en repartir el premio.
Lo acabamos de ver en Catalunya, en donde los ganadores se han visto obligados, con gran disgusto y sin disimularlo, a compartir el premio con "los palestinos" de la CUP, sin que, de momento, está claro cuánto han cedido a la "ultra izquierda" en aras del proceso hacia la independencia ni cuál va a ser la firmeza de esos diez diputados para exigirles esos programas sociales tan disonantes con la que, hasta ahora, ha sido la trayectoria de la CDC de Mas, que comparte con Esquerra y algunos independientes la formación ganadora de las elecciones.
Más repartido está el premio en lo que los nacionalistas llaman "Madrid", donde izquierda y derecha han obtenido resultados parejos. Tanto, que, hoy por hoy, parece imposible un acuerdo que permita unir las fuerzas de unos y otros para hacerse con el premio de una mayoría absoluta. Tan repartido y entre gente tan dispar - por eso fueron a las urnas por separado- que nunca el acuerdo ha estado tan lejos de hacerse realidad.
De momento, el PSOE y Ciudadanos, poniendo en común su saldo de escaños, frente al cabreo de Podemos y la aquiescencia forzosa -y recompensada- del PP, el PSOE ha conseguido colocar a Patxi López, el hijo del sindicalista Lalo, al frente del Congreso, en tanto que los de Pablo Iglesias, se ha quedado sin pareja en la fiesta y sin los cuatro grupos parlamentarios que se prometían. Mal asunto éste de que la composición del baile haya propiciado parejas tan diversas y mal augurio para lo que ha de venir, una legislatura tan difícil que, de momento, pinta como breve.
En fin, lo que ha ocurrido -y en absoluto es malo- es que los premios han sido muy repartidos y eso, que hará infelices a muchos, permitirá a otros poner uno a uno los peldaños para lograr sus sueños.


martes, 12 de enero de 2016

LA CABEZA DE MAS


De que la cabeza de Mas "el israelita" vale más que las de diez palestinos nos enteramos ayer por boca de Anna Gabriel, la diputada de las CUP, tan discreta ella que, aun admitiendo el pecado de uno de los negociadores de Junts pel Sí, no fue capaz de poner nombre y cara al pecador. Curiosa actitud la de la portavoz en esta ocasión de las CUP, una organización que dice haber llegado para subvertir las estructuras del poder, romper las reglas con sus métodos y que, sin embargo, respeta el silencio cobarde de quien, una vez conocida tan despreciable comparación, no ha sido capaz de asumir su autoría. Viejos tics, viejas formas, en quien nos ha querido hacer creer que traía una bocanada de aire fresco a la política catalana. Curiosa actitud la de una organización que se dice de izquierdas y permanece sentada en la mesa de negociación después de escuchar tan deleznable frase. 
No es de recibo haber dejado pasar lo que se dijo en las negociaciones, haberlo escondido, como no es de recibo haber accedido a la imposición de Junts pel Sí, que se negó a que las reuniones fuesen grabadas para dejar constancia de lo que en ellas se dijo. Ahora, denuncien o no la salvajada dicha por el interlocutor de la coalición independentista, va a ser imposible precisar los términos y, de paso, el contexto, porque sería bueno conocer si el ambiente de la negociación era similar al que rige en el conflicto entre israelíes o palestinos. También sería bueno saber si Mas y quienes defendieron sus intereses se identifican con el agresivo estado israelí, opresor de la población palestina, dispuesto siempre a expandir sus asentamientos y su poder a costa del bienestar de los palestinos.
Sería bueno, también, saber si, cuando el negociador, usaba el término palestino, lo asimilaba a rojo, charnego o esa otra palabra, invasor, usada por el hoy presidente, el tapado designado por Mas, en un acto de la Asamblea Nacional de Cataluña y por la que ha tenido que dar demasiadas explicaciones como para haber sido acertada.
Pero volvamos a la cabeza de Mas que, es cierto, debe ser muy valiosa. Tanto como para después de haber dinamitado el estado de bienestar de los catalanes, después de haber llevado la desigualdad de los catalanes hasta límites inimaginables, después de haber saqueado las arcas de la Generalitat y alguno de los ayuntamientos que gobernaba su partido, después de todo eso, encontró, en la bandera estelada y en un soberanismo del que nunca había participado, la salida a su inevitable caída. 
Mucho debe valer esa cabeza, muchos secretos debe guardar y muchas llaves debe esconder, llaves que abren otras tantas cloacas, para que sus defensores hayan tardado tanto en forzarle a tirar la toalla, estando como estaba tan claro que se había convertido en una purga intragable para las CUP.
Mucho debe valer esa cabeza como para atreverse a admitir que ha conseguido para su coalición lo que no le habían dado las urnas, mucho como para haber colocado en su despacho, al frente de la Generalitat, a su propio "Mini yo", dispuesto a ejecutar sin inmutarse el plan trazado por Mas, con la aquiescencia de quienes se avinieron a perder sus diez cabezas con tal de mandar la de Mas a "la papelera de la Historia".

lunes, 11 de enero de 2016

PÁNICO A LAS URNAS


Desde que la CUP se avino a negociar con Junts pel sí la investidura de Mas, porque durante todo el proceso, no lo olvidemos, Mas ha sido el candidato, me he preguntado que podían tener en común las CUP (Candidaturas de Unidad Popular), constituidas desde las bases, transformadoras y enfrentadas siempre al poder establecido, con el partido que encarna a la burguesía catalana, el mismo partido autoritario que ordenó el desalojo salvaje de la Plaza de Cataluña  en el 15-M, envuelto en hediondos casos de corrupción,  responsable de las primera y más graves privatización de la Sanidad en España y responsable, asimismo, de los primeros y más graves recortes del estado de bienestar en este país del que una minoría mayoritaria de sus ciudadanos quiere o cree que quiere separarse.
Me lo preguntaba y desde la noche del sábado creo tener la respuesta y no es otra que la de que lo único que tienen en común unos y otros es el pánico a las urnas, el miedo a que los ciudadanos vuelvan  a enfrentarse en solitario y "armados" de una única papeleta a la grave decisión de elegir quiénes y para qué formen el parlamento que apruebe las leyes y controle al gobierno que salga de él para los cuatro años que vienen, unas elecciones en las que, como en los juego de naipes tras los descartes, estaría mucho más claro quién es quien y sus verdaderas intenciones, unas elecciones a las que Mas acudiría como un náufrago desesperado a punto de ahogarse en corrupción y las CUP como una hidra de mil cabezas, contradictorias, incoherentes e inconstantes no sólo como organización, sino, en más de una ocasión individualmente.
Qué puede esperarse de una organización que hizo suya la voz de Antonio Baños, que tras semanas de "torear" a Mas con su "NO tranquilo" y al ver que las bases de la misma optaban por un NO claro, anunció su abandono del escaño, cansado de defender aquello en lo que no creía, para, ayer, volver a sentarse en el mismo para dar su SÍ a Carles Puigdemont, tan heredero del Mas al que decían repudiar como el mismo Mas lo ha sido del corrupto Pujol. Inconstancia e incoherencia por parte de quien tenía claro que, de haber unas nuevas elecciones, por las propias normas internas de las CUP no podría volver a ser candidato, perdiendo toda la proyección pública que jamás pensó alcanzar.
Ha sido tan bochornoso el espectáculo dado por unos y otros, la subasta que del gobierno y el bienestar de los catalanes que han hecho unos y otros que, en las encuestas, sólo se salve ERC, más coherente y discreta que Convergencia y las CUP que, dicen, unos y otros se estaban hundiendo en los sondeos. Quizá por eso este acuerdo de última hora, sin luz ni taquígrafos, de espaldas a unas bases cansadas, en el que el presidente investido no es un independiente ni siquiera un republicano, como las CUP parecían dispuestas a aceptar, sino el señalado por el dedo del repudiado Artur Mas.
A ver cuánto dura la componenda, porque la condición que dice haber impuesto tan pintoresca organización de izquierdas equivaldría a poner a la zorra, CDC, a cuidar de las gallinas a las que durante tantos años ha venido esquilmando. Soy tan incapaz de creer que el heredero de Mas vaya a ejecutar un programa social de emergencia, como de que el PSOE de libertad, pero libertad total y sincera, a Pedro Sánchez para que explore las posibilidades de un pacto progresista que le lleve a La Moncloa.
Acabaremos, si no al tiempo, con un gobierno de componendas, de gran coalición, como hoy pide Cebrián, el gran liquidador, mediante el que nuestro país, que aún sigue siendo y por mucho tiempo el de los catalanes, evite esas elecciones a las que tantos que andan diciéndose demócratas, parecen temer tanto.




viernes, 8 de enero de 2016

TENDRÁN QUE EXPLICARLO



Traigo esta foto a la entrada porque es muy explícita. Es, nada menos, que una "foto de unidad", una de esas fotos de esas que se hacen los dirigentes de los partidos, preferentemente en patios o azoteas, para dejar claro -en realidad, para hacernos creer- que están unidos, una foto más o menos reciente, el vientre de Susana Díaz lo deja claro, que, sin embargo, hoy queda muy lejana.
Creo que fija el momento en el que los barones del PSOE "cerraron filas" en torno a Pedro Sánchez, el momento en que Susana Díaz, o quien le aconseje, llegó a la conclusión de que aún era pronto para asaltar Ferraz y, luego, La Moncloa, una foto en la que no hay navajas a la vista, pero se huele el acero que esconden. Ese es, desde que Felipe González decidió no perder las elecciones y que iba a ser muy cansado volver a la oposición, el destino del PSOE, un triste destino que pagamos todos los que entonces le votamos.
Lo que le ha ocurrido y le ocurre al PSOE es consecuencia, es el efecto secundario, de un liderazgo tan fuerte como el de González, un liderazgo que tejió un aparato fuerte y a la defensiva, a imagen y semejanza de Alfonso Guerra, en el que cualquier intento de destacar, cualquier movimiento por parte de alguno de los barones, conllevaba la decapitación inmediata, "el que se mueve, dijo, no sale en la foto, lo que llevó a la grisura absoluta del partido, a una falta de liderazgo que ha desembocado en dos figuras, Pedro Sánchez y Susana Díaz, incapaces de liderar un partido unido.
No sé qué encuesta, interna o externa, ha llegado a oídos de los barones socialistas encabezados por Susana Díaz, pero, de existir, ha tenido efectos sosegantes en las filas del que, por el momento, sigue siendo el mayor partido. Eso, o es que los barones socialistas se han encerrado en casas y despachos, en modo "mute", para practicar con los juegos de rol que, sin duda, les han traído los reyes.
Evidentemente, Pedro Sánchez, que está probando en sus carnes exactamente la misma medicina que aplico en Madrid a Tomás Gómez y los suyos, no es el "primus inter pares" que necesita su partido. No lo es él y, como diría González, ese líder indiscutible aún está estudiando el COU o lo que sea que se estudie ahora en su lugar. Pero, si quiere llegar, debe darse prisa, porque, al paso que va el PSOE, puede ser que, cuando llegue, no quede ya partido que dirigir.
Pedro Sánchez ja sido un candidato "fabricado" para los carteles, perfectamente consciente de sus limitaciones y empeñado en segar cualquier cosa que crezca a su lado, si tiene la menor sospecha de que pueda hacerle sombra. Lo curioso es que, siendo ese el candidato elegido por el PSOE, sus militantes parezcan empeñados ya, en deshacerse de él, sin darle siquiera la oportunidad de cumplir con la obligación de intentar formar un gobierno alternativo al tan derrotado como él Mariano Rajoy.
Ahora parece que, al menos momentáneamente, la calma ha llegado a las filas del PSOE, Sánchez ha acudido en peregrinación a Portugal, no a Fátima, no sería suficientemente laico, sino a Lisboa, quién pudiera, donde se ha visto con Antonio Costa que, desde su mismo punto de partida, ha conseguido dar a los portugueses un gobierno progresista que, si no responde a los deseos de la banca, Bruselas y so troika, sí refleja con más verosimilitud los deseos de los votantes portugueses. 
El viaje de Sánchez, hay que reconocérselo, ha sido todo un acierto, porque ha dicho a unos y otros que, también en España, es posible formar un gobierno progresista con el que satisfacer a quienes votamos a la izquierda, incluidos los que votaron al PSOE, que no soportarían que el partido de la calle Ferraz franquease el paso al PP en su regreso a La Moncloa.
Sin embargo, ya hay quien desde el propio PSOE se empeña en decir que en Portugal no existe "el problema soberanista" y vuelve a empuñar las malditas líneas rojas contra su secretario general. El PSOE tiene que intentar formar ese gobierno y, si no lo consigue, especialmente si no lo consigue por el acoso de sus barones tendrá que explicárselo a los españoles, a los que habrían dejado con la miel del cambio imprescindible demasiado cerca de los labios, como para no poder probarlo.

jueves, 7 de enero de 2016

MORRALLA


Después de muchos años de profesión y de haber tratado con muchos de ellos, he llegado a la terrible conclusión de que el mayor defecto, el mayor pecado, de los políticos, al menos en España, no es, en contra de lo que podamos pensar, no es el de la codicia, ni siquiera el de la mentira, porque el mayor de sus pecados es, no me cabe duda, el de la soberbia.
Y no es pequeño ese pecado, sobre todo entre quienes tienen por vocación, al menos en teoría o al menos eso dicen,  la consecución del bien común y el buen gobierno de lo público. Bien es verdad que demasiadas veces el bien común "se les importa una higa" y que el buen gobierno que de ellos se espera se queda en uno nefasto, en el que lo único importante parece ser llenar a rebosar los bolillos propios, los de los amigos y los de gente a la que desprecian, pero a la que necesitan para trampear en la financiación de sus campañas para las elecciones, ese examen que han de pasar cada cuatro años, para seguir contando con el favor de los ciudadanos, no durante otros cuatro años, sino ese día crucial en que estos introduzcan un papel, con su nombre o cualquier otro, en una urna.
No es un pecado pequeño, porque la soberbia es esa ceguera con que los dioses castigan a quienes se empeñan en ser como ellos. Una ceguera que les impide, no sé si ver, pero sí reconocer sus defectos y limitaciones y que, cuando pierden el favor de los votantes, les lleva a pensar que son estos y no ellos mismos los equivocados. Un pecado, la soberbia, que les lleva a cortar cualquier con la realidad y a alejar de su lado a quienes acercan a sus oídos el incómodo mensaje de la verdad. Sólo así puede entenderse la deriva del, todavía presidente en funciones del gobierno de Cataluña.
Hemos de tener absolutamente claro que Artur Mas necesita tanto como respirar alcanzar de nuevo la presidencia de la Generalitat. Y dice que lo suyo es el afán de culminar "el proceso", el afán de que sea su nombre y no otro el que figure como el del primer presidente de una todavía lejana república catalana independiente. Pero, ante la insistencia del president, yo soy más dado a pensar que las cosas son tan simples como parecen t que Mas no es más que un tipo tan hábil y ambicioso como tramposo, al frente de un partido tan tramposo como el mismo, enterrado en el cieno de la corrupción después de décadas de un gobierno despótico que contó con la aquiescencia de una prensa servil y la soberbia, otra vez la soberbia, de una ciudadanía que prefirió siempre atender a los elogios interesados de lo que, ahora y con indisimulada hostilidad, llaman Madrid y las apelaciones al "seny", antes de mirar lo que estaba pasando a su alrededor.
Mas se sabe en la senda, si no de la prisión, sí del banquillo, porque nadie con dos dedos de frente puede pensar que alguien permanezca virgen e impoluto después de décadas en la cima de un partido y un gobierno que se han demostrado corruptos y que, en menos de tres semanas, tendrá que empezar a rendir cuentas en la Audiencia Nacional, en la figura del hasta hace bien poco muy honorable e intocable Jordi Pujol.
Pujol, el mismo ensoberbecido antecesor de Mas al frente del partido y, con un breve interludio a cargo del socialista Montilla, de la Generalitat. El mismo personaje malencarado y faltón que se permitía callar las bocas de periodistas díscolos o poco avisados, jefe o sólo jefe consorte de un clan familiar que, para sí o como intermediario del partido -una vez que se mete la mano en la caja resulta difícil parar- saqueó las arcas de ayuntamientos y consejerías, a base de "mordidas" a todo aquel que pretendía trabajar con la Generalitat o con los ayuntamientos gobernados por el partido. Un tipo más que vulgar, cuya imagen encaja más con lo que ahora sabemos de él que con su anterior honorabilidad.
A Pujol le perdió la soberbia, esa soberbia que le impidió poner límite al saqueo y tomar conciencia de que tanto descaro en el saqueo iba a tener consecuencias y no podía durar. Pues bien, a Mas, fiel mano derecha en su desgobernado gobierno también le ha perdido la soberbia, ese creerse la quimera de la independencia para ya, una independencia que necesitaba para sobrevivir y por la que, una vez conocido su fracaso electoral, estuvo dispuesto a darlo todo, lo que tenía y lo que no.
Demasiada necesidad y demasiada soberbia. Tanta como para no ver que, pese a lo que llegó a creer, no era más que el tonto útil, el instrumento capaz de acometer y firmar cuando fue preciso cada uno de los pasos marcados en la famosa "hoja de ruta", la misma soberbia que el impidió ver que, al final, las bases de un partido "revolucionario", con el que, ahora, dice que no iría ni a la esquina, le negaría los votos necesarios para su coartada.
Más, como todos los soberbios, cuando se ha visto con la partida perdida, ha perdido las formas y parece empeñado en parecerse a su mentor Pujol, volviéndose faltón y sin cintura, sin ser consciente, otra vez la soberbia, de que, sin la púrpura del poder, poco o nada le queda de vida política.
En su delirio soberbio, Mas ha llegado a comparar la negociación, en la que tanto y durante tanto tiempo se ha dejado humillar, con una subasta de pescado. Sin darse cuenta de que lo suyo no era más que morralla y la morralla, pescado deteriorado y de poco valor, y, ya se sabe, la morralla difícilmente se vende.

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lunes, 4 de enero de 2016

EL RIDÍCULO ES DE MAS


Al final y, aunque a punto estuvo de naufragar, la democracia ha triunfado en Cataluña. Y no es, como dirán algunos, un triunfo del radicalismo, ni una victoria de las fuerzas sensatas sobre las alocadas bases de las CUP, a las que han sabido combatir con su firmeza en la defensa de la candidatura del equilibrista president en funciones de la Generalitat.
A punto han estado de conseguirlo, porque estoy seguro de que todo lo que Junts p'el sí ha cedido a las claras para conseguir los votos de los diputados de tan alocada candidatura se queda en nada ante las ofertas y los halagos que, sin duda y en secreto, habrán recibido algunos de sus dirigentes, a cambio de permitir que el más nefasto e inoperante de los presidentes que ha tenido Cataluña en la reciente democracia siguiese en su puesto como si nada hubiera pasado.
Lo cierto es que las CUP, un contradiós en el que se mezclan nacionalismo e izquierda radical y asamblearia, se ha dejado muchos pelos en la gatera, demasiados, porque las diferencias entre sus líderes han quedado en evidencia que difícilmente la coalición, o lo que sea, podrá mantenerse como hasta ahora. No hay más que reparar en el paso atrás dado por Antonio Baños a la hora de anunciar que todo el tiempo empleado en tratar de torcer el programa con que las CUP se presentaron a las elecciones no ha servido para nada.
Al final ha podido más la necesidad de ajustar cuentas con quien, envuelto en una bandera que nunca había sido la suya, trataba y trata de salvar el pellejo y el cargo, después de cuatro años de recortes, apenas ningún avance social y tres convocatorias electorales. Al final el castillo de naipes orquestado por el president y sus socios ha saltado por los aires en cuanto ha tenido que enfrentarse a unas bases, las de las CUP, dispuestas a practicar la democracia y a exigir a sus dirigentes que la respeten.
Artur Mas ha encontrado la horma de su zapato, se ha enredado en una maquinaria tan compleja, la de las CUP, compleja y parsimoniosa, como la suya, para acabar estrellándose frente a una realidad, la del rechazo a su persona por parte de quienes nunca han tenido ni han querido tener nada que ver con él. 
Admito que estoy entre los que llegaron a creer que modificar la voluntad de las CUP era posible. Y es que la presión fue mucha, como fue mucha la miel puesta en los labios de quienes llegaron a creer que una república catalana era posible ya. Admito que era difícil creer en la honestidad de la mayoría, cuando la tentación vive arriba, enredando en la voluntad de los dirigentes. Lo admito y reconozco con alivio que, en esta sociedad en la que partidos y coaliciones tienen su flanco más débil en sus cúpulas endiosadas y corruptibles, comprobar la tenacidad de algunos, insobornables ante halagos y transacciones, que han sido capaces de echarse a la espalda la frustración de quienes querían la independencia para ya y el rechazo de todos esos burgueses que durante tantos años han parasitado el poder en Cataluña, para defender una condición irrenunciable, que a punto estivo de dejar de serlo.
Pero la estructura de la CUP ha resultado tan premiosa como resistente a la hora de respetar y hacer respetar sus principios y, ahora, el que ha quedado en evidencia, el que ha hecho el ridículo, es Mas, que se ve solo y al final de su carrera, con la única esperanza de que, en unas nuevas elecciones, los catalanes le den el apoyo que le negaron en septiembre.