martes, 12 de enero de 2016

LA CABEZA DE MAS


De que la cabeza de Mas "el israelita" vale más que las de diez palestinos nos enteramos ayer por boca de Anna Gabriel, la diputada de las CUP, tan discreta ella que, aun admitiendo el pecado de uno de los negociadores de Junts pel Sí, no fue capaz de poner nombre y cara al pecador. Curiosa actitud la de la portavoz en esta ocasión de las CUP, una organización que dice haber llegado para subvertir las estructuras del poder, romper las reglas con sus métodos y que, sin embargo, respeta el silencio cobarde de quien, una vez conocida tan despreciable comparación, no ha sido capaz de asumir su autoría. Viejos tics, viejas formas, en quien nos ha querido hacer creer que traía una bocanada de aire fresco a la política catalana. Curiosa actitud la de una organización que se dice de izquierdas y permanece sentada en la mesa de negociación después de escuchar tan deleznable frase. 
No es de recibo haber dejado pasar lo que se dijo en las negociaciones, haberlo escondido, como no es de recibo haber accedido a la imposición de Junts pel Sí, que se negó a que las reuniones fuesen grabadas para dejar constancia de lo que en ellas se dijo. Ahora, denuncien o no la salvajada dicha por el interlocutor de la coalición independentista, va a ser imposible precisar los términos y, de paso, el contexto, porque sería bueno conocer si el ambiente de la negociación era similar al que rige en el conflicto entre israelíes o palestinos. También sería bueno saber si Mas y quienes defendieron sus intereses se identifican con el agresivo estado israelí, opresor de la población palestina, dispuesto siempre a expandir sus asentamientos y su poder a costa del bienestar de los palestinos.
Sería bueno, también, saber si, cuando el negociador, usaba el término palestino, lo asimilaba a rojo, charnego o esa otra palabra, invasor, usada por el hoy presidente, el tapado designado por Mas, en un acto de la Asamblea Nacional de Cataluña y por la que ha tenido que dar demasiadas explicaciones como para haber sido acertada.
Pero volvamos a la cabeza de Mas que, es cierto, debe ser muy valiosa. Tanto como para después de haber dinamitado el estado de bienestar de los catalanes, después de haber llevado la desigualdad de los catalanes hasta límites inimaginables, después de haber saqueado las arcas de la Generalitat y alguno de los ayuntamientos que gobernaba su partido, después de todo eso, encontró, en la bandera estelada y en un soberanismo del que nunca había participado, la salida a su inevitable caída. 
Mucho debe valer esa cabeza, muchos secretos debe guardar y muchas llaves debe esconder, llaves que abren otras tantas cloacas, para que sus defensores hayan tardado tanto en forzarle a tirar la toalla, estando como estaba tan claro que se había convertido en una purga intragable para las CUP.
Mucho debe valer esa cabeza como para atreverse a admitir que ha conseguido para su coalición lo que no le habían dado las urnas, mucho como para haber colocado en su despacho, al frente de la Generalitat, a su propio "Mini yo", dispuesto a ejecutar sin inmutarse el plan trazado por Mas, con la aquiescencia de quienes se avinieron a perder sus diez cabezas con tal de mandar la de Mas a "la papelera de la Historia".