miércoles, 20 de enero de 2016

¿QUÉ APOSTAMOS?

¡Qué feo! Qué triste es enterarse de que nada escapa al juego sucio. Ni siquiera un deporte en el que se compite de dos en dos o, a lo sumo, de cuatro en cuatro. Es triste, pero, sinceramente, moviendo las cifras que mueve y teniendo la audiencia televisiva que tiene, era de esperar, porque, cuando un deporte se convierte en un espectáculo televisivo, cuando mueve de esa manera a las masas, el dinero de las apuestas pone sus ojos en él y, antes o después, lo corrompe.
Nos lo están contando la BBC y Buzz Feed News y, como digo, es triste enterarse de que desde hace años se amañan partidos en los trofeos más importantes del circuito mundial. No los de los grandes ni, naturalmente, las fases finales, porque no habría dinero para comprar a los tenistas, pero sí los de las primeras fases, en los que participan jugadores con peor posición en el ranking, a los que una buena inyección de dinero sí podría interesarles. Aunque, a veces, se den casos como el de Djokovic, que admite haber sido tentado sin éxito con 200.000 euros -no dijo dónde ni cuándo- por perder un partido.
Como en el boxeo, sobre él que hay mucha literatura, en el fútbol, supongo que en el baloncesto en las carreras de caballos y en cualquier deporte de masas hay, ha habido y habrá apuestas y, en ellas, mucho dinero en juego. Y a nadie se nos escapa que, siempre, apostar a caballo perdedor y que éste gane resulta muy rentable. En eso consiste el negocio, en apostar en contra de la lógica, en contra de las estadísticas y nos sorprendería saber que, en China, por ejemplo, se cruzan apuestas en torno a partidos de las categorías inferiores de la liga de fútbol española.
En este punto y asumiendo el riesgo de parecer moralista, me atrevo a afirmar que es en las apuestas donde está el origen del problema, que son las apuestas las que alteran las competiciones y las que, en más de una ocasión, llevan al fraude y al escándalo. No digo, que conste, que sean las empresas de apuestas, casas les llaman como a los burdeles, quienes amañen los partidos, sino que es la tentación de alterar los resultados por parte de mafias o particulares la que propicia el fraude.
La verdad, sin embargo, es que los locales en que se cruzan apuestas recuerdan bastante a los sex shop y los burdeles, muy llamativas, llenas de luces y colores en su exterior, pero opacos a la mirada desde fuera, como dando protección a quienes participan en una actividad, el juego, considerada vergonzante. Capítulo aparte merece la publicidad que estas empresas hacen en radio y televisión, dirigida claramente a los jóvenes, agresiva y vistosa, que ha copado en poco tiempo loes espacios publicitarios de los programas deportivos, entrando incluso en los propios contenidos, algo del todo inmoral o cuando menos poco ético, buscando la reacción en caliente del oyente dándole a entender que el premio está al alcance de su mano. Quizá por eso, por el dinero que mueve en la radio y en la tele, no se ha informado en ellas este escándalo como en mi opinión debiera haber sido.
Amañar un partido de fútbol es tan fácil como comprar a un portero para que una tarde tenga las manos de mantequilla o pagar a un defensa para que lo cometa. Casos hay de esto que os digo en la historia del deporte más masivo en Europa y gran parte en el mundo. De hecho, en la liga italiana el historial se dispara, También en las carreras de caballos, donde verdaderas fortunas han pasado de unas manos a otras o en el boxeo, deporte que, como los toros, ha sido durante décadas en España la única escalera social al alcance de los jóvenes que, como mucho, se veían en un taller para toda la vida y que, con un duro entrenamiento y duras bofetadas, sin pensar nunca, en el riesgo que corría su salud, pegaban y se dejaban pegar a cambio de un coche, un haiga decían, una casa para la familia y una novia guapa, hasta que llegaba la tentación de dejarse caer, para dar paso, les decían, a alguien que empezaba, con lo que si aceptaban entraban en el sucio tiovivo de las mafias y, si no, se jugaban la vida.
En el fútbol y en el boxeo dábamos por hecho que algo había, pero nunca en un deporte de caballeros, que se practica en clubes distinguidos donde los jóvenes de la alta sociedad y algún recoge pelotas que destaca se preparan para ser el nuevo Nadal. Sin embargo, sólo era cuestión de tiempo que las mafias de aquí y de allá acercasen su frío hocico a las pistas. Y es que, si hay dinero en juego, hay corrupción y amaños ¿Qué apostamos?