lunes, 22 de febrero de 2016

HASTA LOS COJONES


Mariano Rajoy, al que el ayuntamiento de su Pontevedra de adopción declarará perdona non grata por haber condenado a la capital gallega y a sus habitantes a sesenta años más de papelera, tuvo que verse ayer ante sus compañeros de partido de Vizcaya, para que, allí, el presidente del partido le sacase los colores por la corrupción o, al menos, lo intentase. Y hablo de intentarlo, porque, por lo que pudimos ver, nada ni nadie, salvo algunos amigos, algunos corruptos y algunos amigos que lo son, corruptos, parecen conmoverle.
Antón Damborenea le dijo, sin haber escuchado hoy la radio, que estaba "hasta los cojones! de ver un día sí y otro también a gente del PP pringada". Rajoy, con más cara de susto, que, de indignación, contestó a Damborenea y los presentes que no sabían hasta dónde estaba él de lo mismo, La verdad es que su respuesta no podía ser otra, porque su compañero se había encargado de recordarle "ante sus mismas narices que, mientras los compañeros del PP del País Vasco estaban siendo asesinados o amenazados por ETA, otros estaban "a otra cosa". Menuda papeleta, la de Rajoy, para alguien que ve como el suelo se mueve bajo sus pies y se creía en territorio amigo.
No sé qué diría hoy que la Cadena SER informa de que la trama de corrupción del PP valenciano es mucho más profunda y extensa de lo que hasta ahora se ha sabido, porque según los investigadores de la operación "Taula", en la que habrían detectado hasta cinco "cajas B" del partido en las distintas provincias, cajas que formaban parte de una estructura de financiación ilegal del PP, conectadas entre sí y con la organización nacional que preside Rajoy, Una estructura mafiosa que cobraba mordidas a constructores y contratistas por la concesión de obras y contratos, al frente de la cual estaría el ex presidente de la Generalitat, Francisco Camps, "el curita" de la trama Gürtel, que escapó indemne del asunto de los trajes y salió del gobierno, aunque , como Rita Barberá, convenientemente "blindado" por su fuero, como diputado de las Cortes valencianas, primero, y, ahora, como miembro del Consejo Consultivo de la Generalitat valenciana.
Lo que revela la SER, sumado a la detención, esta misma mañana, del malencarado número dos de Rita Barbera, Alfonso Grau, es lo que todos sospechábamos pero que así, contado por quien lo ha sabido de boca de quienes conocen el sumario, lo convierte en una obscenidad que nos lleva a la náusea y a un cabreo infinito, porque no hay que olvidar que el PP, en Valencia y en toda España, habría ganado elecciones durante años, comprando voluntades y apabullando con sus mítines, su propaganda y sus despliegues, financiados, todos, con las mordidas cobradas a quien contrataba con cualquiera de sus administraciones, convenientemente  blanqueadas mediante un complicado trasvase de dineros y facturas, de modo que un sobrecoste en la construcción de un colegio o un puente puede acabar en un escenario o unos autobuses para llenarlo de militantes contratados muy por debajo de los precios de mercado, para no sobrepasar los límites impuestos por la ley.
Antón Damborenea, harto de funerales y de escoltas, le ha dicho a Damborenea lo que muchos de sus compañeros de base piensan desde hace meses, si no años. Le ha transmitido lo que comienza a ser un runrún en las sedes de los barrios, un runrún del que pude ser testigo ayer en un autobús de la EMT, donde un viajero que hablaba "del partido" le decía a otro que esto no podía seguir así, sin respuesta a esa Rita Barberá que n se quiere comer sola el marrón y amenaza con "tirar de la manta".
Probablemente mis dos compañeros de viaje estaban también "hasta los cojones" de tener que pasar vergüenza por los delitos cometidos por otro. Imaginaos hasta dónde estamos yo y tantos como yo, que ni siquiera hemos podido felicitarnos por los triunfos de su partido sino, más bien al contrario, hemos sufrido en nuestras carnes los abusos de gobiernos alcanzados con las trampas de esa mafia que esconde el partido que más poder ha concentrado en la España democrática y que ahora, poco a poco, conforme vamos conociendo sus amaños, va camino de deshacerse como un azucarillo. Pues sí, estamos hasta los cojones y al borde de la náusea.