miércoles, 9 de marzo de 2016

VERGÜENZA DE EUROPA


Aún recuerdo con qué ilusión recibí mi pasaporte europeo. Después de haber vivido mis primeros veinte años en dictadura, me hacía sentirme importante, ciudadano de una democracia, con los mismos derechos que todos esos viajeros que en el cine, también en la realidad, invocaban su origen para pedir amparo en cuanto se sentían en apuros. Ser ciudadano de Europa, llevar en el bolsillo esa cartilla de tapas del color del vino de Borgoña, era, para mí, un sueño cumplido, un sueño que me llenaba de orgullo.
Votar cada cuatro años en las elecciones europeas para conformar el parlamento que elaboraría las leyes que nos daríamos los europeos era, para mí, al principio, un deber y un honor. Un deber y un honor que comenzaron a desvanecerse en cuanto pude ver que cada partido llenaba las listas con que concurría a esos comicios con los desechos de la política nacional, con personajes díscolos a los que mandaban al destierro o con personajes a los que premiaba con vacaciones más que bien pagadas en la tierra de la cerveza con el compromiso de asistir a las tediosas reuniones de una inmensa asamblea en la que la inmensidad de la sala y a traducción simultánea difícilmente captan la atención de la prensa nacional.
Los españoles fuimos despertando del sueño europeo, primero entre bostezos de aburrimiento, luego con la desidia del que no entiende porque no se le explica y, finalmente, con el resentimiento y el desconcierto de quien es maltratado por aquel a quien se ha querido mucho. Tanto, que, ahora, una vez que hemos recibido las coces de los recortes y hemos padecido el rigor de la austeridad, atados de pies y manos, sin poder defendernos, somos muchos los que vemos, en esa Europa con la que un día soñamos, la fuente de casi todos nuestros males.
Lo peor de todo es que la democracia y el progreso que, al principio, lo justificaban todo, se han ido pervirtiendo y diluyendo hasta desaparecer prácticamente. Lo peor es que Europa, que, desde hace siglos, ha crecido a costa del saqueo y el sufrimiento de terceros, Europa que ha explotado y explota las riquezas de África, Europa, que se bebe ansiosamente el petróleo y el gas del norte de África y el Próximo Oriente, Europa, que no duda en agitar avisperos o apoyar a quien lo hace, para sacar partido de las dictaduras tiránicas resultantes, se desentiende ahora de las víctimas de su codicia.
Europa que, por acción u omisión, deja a millones de seres humanos en medio de la guerra o el hambre, se niega ahora a acogerlos.
Europa que ha sufrido guerras terribles, las últimas el pasado siglo, con decenas de millones de muertos entre sus hijos, no encuentra ahora el tiempo, el espacio ni el dinero para recoger a quienes huyen de hambres y guerras tan terribles o más que las que la asolaron no hace tanto tiempo. Europa, a la que se le llena la boca a la hora de hablar de derechos y obligaciones, no quiere pobres ni, mucho menos, dolientes en sus campos y ciudades. A Europa se le ha helado el corazón y, atrincherada en el miedo al terrorismo y la pérdida de identidad, cierra la puerta y levanta alambradas, o paga para que otros las levanten, con las que apartar a los millones de seres humanos que llaman a sus puertas.
Europa que se dice cuna de la civilización y la democracia, no está dispuesta a tender una mano a los que sufren, pero sí a pagar a Turquía para que los enjaule. Europa va a pagar miles de millones de euros para que, aún no sabemos cómo, se expulse de su suelo a los que lo han pisado después de largas y penosas travesías en el mar helado que hoy baña sus costas. Europa va a devolverlos a Turquía, saltándose sus propias leyes, saltándose el sacrosanto deber de asilo, a cambio de dinero y de la promesa de eximir a sus ciudadanos de la necesidad de visado, ha acordado con Turquía, un país de dudoso pedigrí democrático, que devolverá allí a quienes han llegado a sus playas. Europa acaba de legalizar la deportación masiva, lo que ayer yo mismo definía como devolución en caliente de proporciones industriales, para que Turquía selecciones ¿despioje y desinfecte? a quienes serán luego acogidos como refugiados,
Hoy me siento asqueado de que eso se haga en mi nombre, de que Europa se salte sus propias leyes para que Merkel y quien no es Merkel ganen sus elecciones. Hoy siento vergüenza de Europa y devolvería con los ojos bajos ese pasaporte que con tanta ilusión y orgullo recibi.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Es un montaje sin ningún sentido que no sea el invento de una moneda...

Saludos