viernes, 29 de abril de 2016

LOS PERROS DEL PP


¿Recordáis, supongo que sí, aquel vídeo que realizaron los publicistas del PSOE para la campaña de las generales de 1996, aquella que Felipe González no quiso disputar, para no perder ante su odiado Aznar? Eran otros tiempos y, probablemente, aún era otro el PSOE. Aquél vídeo fue muy criticado, porque, en él, aparecía varias veces, apenas décimas de segundo, un doberman ciego y enfurecido, dispuesto a clavar sus afilados colmillos en cualquiera que no fuese su amo. Yo sí lo recuerdo, y muy bien. Fue un intento, casi patético, de asustar a los electores con la posibilidad de que el PP llegase al gobierno. Pero llegó, con el apoyo de vascos y catalanes, los mismos que hoy, para Rajoy y los suyos, son poco menos que merecedores de anatema.
Fuimos muchos los que identificamos al perro de boca amenazadora con Francisco Álvarez Cascos, por entonces ariete parlamentario del Partido Popular, dispuesto a reventar cualquier intento socialista de, por ejemplo, lograr la paz con ETA. Cascos, por aquel entonces más delgado y menos abotargado que ahora, daba el tipo del doberman. Hoy, probablemente, de seguir Cascos como portavoz del PP su imagen hubiese sido la de un rottweiler, más compacto y fiero que aquel famosísimo doberman.
Viene todo esto a propósito de la intervención de ayer de Rafael Hernando, en el último pleno de esta ya fenecida legislatura. Y viene, porque, en su más pura tradición, el PP mantuvo como portavoz para ella al correoso y bronquista diputado por Almería, Rafael Hernando, aún recordado en Guadalajara, donde nació y fue conocido de joven como aguerrido extremista de la derecha, que el orden de los factores no altera el producto. Y es que toda aquella furia juvenil, aquel odio indisimulado a todo lo que tuviese aroma progresista, aquella intolerancia manifiesta, le ha sido muy útil al PP, como lo fueron los gurkas a los británicos en la guerra de las Malvinas, las tropas "moras" a Franco o la no menos sanguinaria División Reich a Hitler.
Ya desde los últimos escaños del hemiciclo, Rafael Hernando era el hooligan revienta plenos que, con sus broncas y pataleos, animaba, como ultra sur en la Carrera de San Jerónimo, animaba siempre a los suyos y trataba de acallar, también siempre, a los extraños. Algo que le dio fama entre los diputados y la prensa que les siguen, gasta el punto de que, cuando, en la pasada legislatura sustituyó al todavía ministro Alfonso Alonso como portavoz popular en el Congreso, todos tuvimos claro que el partido de Rajoy, al que ya le dimitían los ministros, se ponía las pinturas de guerra para lo que quedaba de legislatura.
Y así fue, porque Hernando no tardó en sacar los pies del tiesto, insultando y ofendiendo por aquí y por allá. Ofensas como aquella canallada de decir que los familiares de las víctimas del franquismo sólo se acordaban de ellas cuando había subvenciones de por medio. Una ofensa, una canallada, por la que no mostró el menor arrepentimiento, más bien al contrario, se reafirmó en ella, al insistir en que hubo víctimas que se lucraron con las subvenciones. Y no fue la única, porque este súper pijo con ademanes de asiduo a la taberna no ha perdido ocasión de mostrarse como el camorrista faltón que es.
Ayer, probablemente para poner un broche de cualquier cosa menos oro a su participación en esta tan efímera legislatura se mostró igual de despreciable al acusar a Alexandra Hernández, la diputada de Marea, de hacer una utilización política de las víctimas de la catástrofe ferroviaria de Angrois. Y no sólo eso, porque, fiel a su habitual marrullería, acusó a la diputada de Marea de ir codo con codo con los amigos de ETA, Todo ello, en actitud chulesca, con una mano en la cadera y apeándole el cargo al presidente Patxi López.
Y, todo, delante de una representación de los familiares de los ochenta y un fallecidos, que, desde las gradas reservadas al público, se indignaron ante las maneras de Hernando para rechazar la comisión de investigación parlamentaria que reclamaban Marea y otros grupos, hasta el punto de reclamar que no se les causase más dolor.
No cabe duda. Está claro que el Partido Popular defiende su territorio con perros de presa que ladran al menor movimiento de sus contrarios y que no dudan en dejar o al menos en intentar dejar la marca de sus colmillos en la dignidad de quienes se atreven a ponerles en evidencia.

jueves, 28 de abril de 2016

OTRA VEZ LOS MISMOS


No. No quiero ser Perogrullo. Ya sé que, salvo que Iglesias y Garzón compartan lista, los candidatos van a ser los mismos que se presentaron el 20 de diciembre. Es evidente. lo que quiero subrayar, y lo hago porque me gustaría que se tuviese presente a la hora de volver a las urnas para votar, es que son, no ya los mismos que se presentaron, sino los mismos. esos mismos que han fracasado después de cuatro largos meses a la hora de tejer un gobierno con los mimbres que les dimos, También, que, si han fracasado, es porque, en el fondo, no querían acertar, querían fracasar para volver a repartir las cartas.
Son los mismos que, con unos resultados a todas luces decepcionantes, porque todos esperaban más, se han enfrentado a esa tarea de formar gobierno, pensando, más que en lo que representaban sus votos, en lo que pensaban que habían merecido y en lo que podrían estorbar a sus expectativas, a su público objetivo, las alianzas con formaciones que les disputan el espacio político y, por lo tanto, los electores. Son los mismos que, en su mayoría, han estado escondiendo sus cartas, jugando de farol con nuestro futuro.
Durante cuatro meses les hemos visto y escuchado en todas las televisiones, en todas las radios y en todos los periódicos, cada día, cada minuto, exponiendo el que, decían, era su pensamiento, sus planes y sus soluciones. Les hemos visto en cada telediario, en cada portada, en cada boletín, imponiendo sus condiciones, levantando empalizadas, cavando vetos para que los otros, sus hipotéticos socios en el gobierno no pudiesen siquiera plantearse ampliar la base del acuerdo para hacerlo posible.
Han sido demasiadas horas, demasiada su presencia en nuestras vidas, demasiados mensajes en todos los tonos posibles, demasiada doctrina t demasiada práctica, como para pretender que olvidemos lo que han dicho y hecho, pongamos a cero nuestro contador y borremos de nuestro pensamiento lo que ya sabemos de ellos y su comportamiento en el mundo real.
Por eso no quieren renunciar a la campaña, otra campaña, por eso están tan preocupados por hacerla, barata, pero hacerla. Porque necesitan como el aire que respiran poder justificarse ante sus votantes por todo lo que han visto y oído, porque necesitan borrar del pensamiento de los ciudadanos todas las miserias de que han sido testigos, porque necesitan que olviden los diegos y vuelvan a creer en los digos, porque, la verdad, la memoria echaría para atrás la voluntad de votar para resolver de una vez este embrollo.
Con qué cara irían a las urnas los que dieron su voto a los socialistas después de escuchar que Rivera y su Ciudadanos eran, no ya la derecha, sino la peor derecha y tendrían que volver a hacerlo ahora, sabiendo que la cosa no era para tanto y que el representante del IBEX 35, no sólo es un buen socio, sino mucho mejor que los compañeros de la izquierda.
Con qué cara irán a votar ahora quienes confiaron en Podemos y en su intransigente rectitud, después de ver que todo es negociable y todo tiene un precio, con qué ánimo se acercarán a las urnas quienes pensaron que votando a Ciudadanos votaban otra cosa distinta del PP y saben ahora de los esfuerzos denodados de Rivera por arrastrar al PSOE cautivo a esa gran alianza que ni al mismo Rajoy parecía apetecer mucho.
Creo que sólo los que votan a los pequeños, a los marginados den los debates, a los que apenas tienen fondos para hacer campaña, los que cruzan el país de punta a punta en autobús y furgonetas, pueden ir a las urnas con la cabeza alta. Han demostrado que están, que han estado, exactamente donde se les esperaba. Espero que todo esto no se nos olvide, que tengamos presente lo que han hecho, como se han comportado, unos y otros y que su nueva palabrería, la de la inevitable campaña, no saque de nuestra cabeza todo lo visto y oído a lo largo de estos meses.

miércoles, 27 de abril de 2016

TODOS (O CASI TODOS) MIENTEN


Nunca, así de duro, nunca, los cuatro grandes partidos españoles han tenido el más mínimo interés en formar un gobierno que representase a la mayoría de los españoles. Ni siquiera Pedro Sánchez, quien desde su endeblez dentro del partido que aparentemente dirige, se vio forzado a asumir el encargo del rey para intentar formar un gobierno, que, aunque lógico y posible, sumaban más los votos de la izquierda, tenía sobre sí la hipoteca impuesta por la vieja guardia socialista que le impedía pactar la consulta en Cataluña y recabar el apoyo de los nacionalistas. Una hipócrita imposición de quienes gobernaron la mayor parte del tiempo con el apoyo de los catalanes o vascos.
Pese a todo, a sabiendas de que con esa premisa era imposible un acuerdo y consciente también de la negociación era su última oportunidad, si no de salvarse como secretario general. sí de aumentar su popularidad, Pedro Sánchez se dedicó a escribir el guion de una película de Hitchcock, en la que todos somos testigos del crimen en la primera escena, en la que vemos el rostro del asesino y, pese a ello, se nos mantiene en vilo, haciéndonos creer que podemos estar equivocados. Pero, al final, todo queda como parecía al principio. Y lo vimos ayer con la cínica comparecencia de su portavoz, Antonio Hernando, que dijo aceptar la propuesta "in extremis" de Compromís, imponiendo una condición, la del gobierno monocolor socialista con independientes, una propuesta a todas luces inaceptable por el resto de hipotéticos socios.
Otro gran mentiroso ha sido Albert Rivera que ha pretendido hacernos creer que el suyo es un partido sin las afiladas aristas de la derecha "de toda la vida" pero que, en cuanto ha tenido que hablar claro, como ayer, se ha retratado como el partido de la derecha pura y dura que es, porque, más allá de sus resabios machistas o moralistas, siempre se ha colocado del lado del poder económico que para algo le ha financiado la expansión estatal, un milagro en el que han pasado de no tener militantes fuera de Cataluña ni bases perceptibles a obtener cuarenta diputados en toda España. De hecho, Albert Rivera fue ayer, antes incluso de que Felipe de Borbón concluyese su ronda de conversaciones, el encargado de hacer saltar por los aires, con su desprecio, la propuesta de los valencianos.
De Rajoy, poco que decir, porque ha seguido enterrado estos cuatro largos meses en el cieno de su charca, esperando al fracaso de sus adversarios, para sacar pecho y enseñar los dientes de su partido, podridos por la caries de la corrupción, viéndose vencedor otra vez de unas elecciones, las próximas, dominadas, salvo milagro, por la abstención.
Otra cosa es Podemos, o Pablo Iglesias, como queráis, y su juego del todo o nada, muy parecido al de Albert Rivera, lleno de vetos y obstáculos a cualquier acuerdo posible, en el que, por fin, ha mostrado su verdadera cara, alejándose de esa idílica transversalidad de ser el partido de los de abajo, mientras el desgaste del poder ha ido mostrando algunas de sus incoherencias y alguno de los vicios de los que llaman "casta". Su intransigencia, sus salidas de tono, sus purgas y sus cacicadas le colocan en las encuestas, a punto de arrancar la nueva campaña, con un desplome de su popularidad, cercana ya a la de Rajoy, alejada de la de aquella sangre nueva que tanta ilusión despertó en la política española, y parecida ya a la de los políticos "viejos". Además, no puedo quitarme de la cabeza que, de no haber lanzado esa OPA inaceptable a Izquierda Unida de cara a una alianza para las pasadas elecciones, hoy tendríamos ya gobierno y sería de izquierdas,
Todos, salvo quizá Izquierda Unida y quienes no aspiran a presidir nada, nos han mentido. Todos se han mostrado falsamente del centro, porque todos saben que quien no se decide, quien duda, quien se confiesa "apolítico" se cree de centro. Pero "el centro" aquello que se inventaron Suárez y sus socios fue apenas un espejismo en un desierto arrasado por la dictadura.
El centro no existe ni, mucho menos, los partidos de centro. Todos, o casi todos, nos han mentido y, ahora, tenemos que volver a las urnas, más sabios, porque todos o casi todos se han quitado la careta, pero, y eso es lo malo, vamos también más cansados.

martes, 26 de abril de 2016

DE ESFÍNTERES Y REJAS


No creo que los labios, demasiado complejos para serlo, puedan considerarse esfínteres. Aun así, pido licencia para hacerlos, puesto que, a veces, la ansiedad, el miedo o los excesos los hacen equiparables a otros músculos circulares que el apremio o las necesidades se encargan de relajar por más que sus propietarios se empeñen en cerrarlos. Lo cierto es que en estos últimos días una epidemia de algo parecido al miedo se ha desatado en unos cuantos investigados en la investigación de la trama Gürtel valenciana, miedo, si no pavor, a dar con sus huesos en prisión, algo poco prometedor para quien acostumbra a recibir en su yate, lucir trajes de corte impecable o consultar la hora en relojes que ni con el salario de toda una vida podrían pagarse otros.
El miedo y, si no el miedo, la necesidad de asumir la realidad que está a punto de caer sobre ellos ha soltado la boca de algunos empresarios valencianos poco o nada deseosos de envejecer en prisión, por cómoda que sea la que cárcel elegida, de ver crecer a sus hijos o sus nietos desde detrás de unas rejas, sobre todo teniéndolo todo y acostumbrados a "timarse" con los representantes del poder, a los que, de alguna manera, han tenido hasta hace bien poco en nómina,
El primero en abrirse al juez De la Mata fue el empresario Enrique Ortiz, el que guardaba en su yate las chanclas de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, con la que compartía copas y excursiones y con la que diseñaba o corregía a su gusto el futuro de algunas zonas de la ciudad. A Enrique Ortiz le han debido parecer demasiados los años de castigo que le esperaban y demasiadas las evidencias que habría contra él, especialmente sus sonrojantes conversaciones con la alcaldesa y, quizá por ello, ha decidido "hacer negocios", esta vez con la justicia, cambiando su colaboración por indulgencia.
Las rejas separan y hay quien las pone, por ejemplo, en sus ventanas, para separase del mundo que ve como amenaza, pero también las pone la sociedad para proteger a los de afuera de quienes considera una amenaza probada contra ella. Y para esta gente, acostumbrada a dar órdenes, verse los próximos años detrás de una reja sometido a unas reglas, compartiendo intimidad con desconocidos no debe ser plato de gusto.
Tampoco a Ricardo Costa, el dandi del PP valenciano, secretario general del partido en tiempos de Francisco Camps y hermano de "la mano derecha" de Rato en su etapa de ministro de Aznar, parece seducirle el panorama, Por eso ahora, viéndose ante la perspectiva de años de cárcel y sintiéndose quizá abandonado por aquellos a quienes tan bien y tan generosamente había servido, llenándoles de fieles y banderitas las plazas de toros y las explanadas de puertos deportivos y, de paso, también las urnas de los votos necesarios para sus mayorías.
Tan poco le gustan una y otra cosa, la perspectiva de la cárcel y el olvido de los suyos que, ni corto ni perezoso, se ha sentado ante el teclado y ha redactado un largo escrito en el que detalla al juez Costa los mecanismos de financiación del partido en Valencia, exculpándose de una responsabilidad que dice no haber tenido en los años investigados y descargando las culpas sobre la dirección nacional del PP, a cuya flor y nata pide tomar declaración. Ricardo Costa ha decidido dar rienda suelta a sus labios, supongo que porque no quiere "comerse" en solitario "marrones" que no son sólo suyos y, al hacerlo, ha hecho temblar los cimientos del partido al que tan fielmente ha servido, más, cuando lo que toca ahora son unas elecciones, otras, en las que lo peor que puede ocurrirle a Rajoy es verse más en entredicho, si cabe.
Si, acogiéndonos a la licencia, damos por bueno que los labios ejercen como esfínter, la relajación de los de Costa y los empresarios, cansados de callar ante lo evidente, puede desatar la de los personajes aludidos por uno y otros. Lo que me temo es que, cuando la justicia alcance a quien debería alcanzar y ante la posibilidad de verse entre rejas, los esfínteres que se van a relajar van a ser otros. Y, si es así, podemos pasar de escuchar "solos" a asistir a verdaderas obras corales.

lunes, 25 de abril de 2016

NO HAN HECHO LOS DEBERES


Vaya esto por delante: voten lo que voten los ciudadanos, hayan votado lo que hayan votado, son los únicos de esta historia que, desde el 20 de diciembre, no se han equivocado. El resto de los actores, o sea, la mayoría de los partidos, los medios de comunicación, las empresas de demoscopia, la bolsa, los empresarios y hasta los sindicatos se han visto atrapados por una mezcla extraña de ambición y ansiedad que se ha apoderado de su conciencia y les ha convertido en agentes perturbadores de un proceso que, después de cuatro meses, se ha revelado estéril.
A los partidos políticos españoles, después de décadas, les han cambiado el plan de estudios y han sido incapaces de aprobar la difícil pero fundamental asignatura del pacto, una asignatura nueva que se aprueba con horas de esfuerzo, diálogo y negociación. También y, sobre todo, con esa generosidad que les ha faltado a casi todos, pero sobre todo a quienes se han visto con posibilidades de entrar en un hipotético gobierno que la gente, los votantes, habrían querido de cambio.
Es evidente que esta asignatura no la aprobarán en esta primare convocatoria, porque se han mostrado incapaces de cumplir con todos esos requerimientos, especialmente el de la generosidad que, salvo honrosas excepciones les ha faltado a todos. Generosidad para poner a la gente y todos sus problemas por delante de las ambiciones personales y, sobre todo, por delante de esas canonjías conseguidas tras años en el poder.
Pensando en esto último y a la hora de repartir suspensos, creo que el primero de todos, más allá del que merece el PP, que ya venía dado por las urnas, tengo claro que los primeros merecedores de mis calabazas son los barones del PP, la vieja guardia que ha buscado en no sé qué esencias patrias y en no sé qué dogma unitario la excusa perfecta para atar de pies y manos a su candidato, Pedro Sánchez, impidiendo un acuerdo de izquierdas, el preferido por las urnas y las encuestas, que, no me cabe la menor duda, pondría en peligro todos esos privilegios, tanto en órganos consultivos y honoríficos de la administración, como en consejos de administración de empresas privadas, cuando no en negocios personales, a cara descubierta o enmascarados detrás de testaferros.
Merecedor de suspensos es también Albert Rivera que, una vez atrapado Pedro Sánchez en las redes de su acuerdo hizo lo imposible para arrastrar a su presa hasta ponerla al alcance de Rajoy o de quien quiera sea el que le sustituya, tal y como le habían encargado sus padrinos del IBEX 35. Y lo hizo con la ansiedad del cachorro que menea el rabo nervioso junto a su presa, esperando la recompensa, sin pararse a pensar que la presa está aún viva y la caza puede quedarse en nada.
También, cómo no, merece suspenso si no Podemos, que al fin y al cabo es la materialización, quizá en exceso sectaria, del hermoso sueño del 15-M, sí Pablo Iglesias que, en más de una ocasión, se ha mostrado demasiado ambicioso y demasiado individualista, improvisando decisiones y discursos que, luego, deben andar matizando, si no rectificando, a veces con cara de circunstancias, sus compañeros.
Creo que Iglesias, que ayer mismo volvió a verse como presidente, calcula mal, como calculó mal el Che Guevara, cuando creyó, no que el mar era el cielo, sino que la selva de Bolivia donde acabó sus días era la Sierra Maestra de Cuba. Creo que el ególatra que lleva dentro Iglesias le impide ver que con esas autoproclamaciones que quizá valgan en determinados escenarios, pero que, en la vida real, espanta más que atrae.
Por último y por obvio, el bochornoso comportamiento del PP, sometido a un personaje tan nefasto como Rajoy, inmovilizado como el conejo en la madriguera esperando a que los cazadores y sus perros le pierdan la pista y pasen de largo. Un partido lleno de vicios, que en otro país estaría disuelto por los tribunales y que aquí ni siquiera se han planteado, a pesar de tener a muchos de sus dirigentes en prisión o camino de ella.
Queda una semana de puro trámite, porque después de ver y oír al teatrero Antonio Hernando desde el PSOE o a Pablo Iglesias, dinamitando el menor atisbo de puente que pudiese quedar para conseguir el acuerdo. Queda una semana para que los partidos convocados por el ciudadano Borbón los hagan, pero me temo que ni han hecho ni van a hacer los deberes y deberíamos castigarles repitiendo nuestro voto en las urnas, en solitario o en coalición, para que, de una vez, los hagan. 

viernes, 22 de abril de 2016

FUERA DE LUGAR


Lo peor que le puede ocurrir a alguien, la peor maldición que puede caer sobre cualquiera de nosotros es la de creernos con derecho a decidir sobre los demás, a repartir etiquetas de buenos y malos, la de mandar al altar o a la hoguera, a veces, ambas cosas a un tiempo, a cualquiera que se interponga en nuestro camino. Y dicho esto, confieso que me asusta la posibilidad de estar cayendo en este pecado de que os hablo.
Al margen de la simpatía que pueda despertar en mí el personaje de Pablo Iglesias, los que me seguís sabréis que es más bien poca, y de que soy consciente del bien y el mal que ha hecho y hace la prensa a su partido, Podemos, debo deciros que lo de ayer en la facultad de Filosofía de la Complutense fue intolerable, y nadie puede pretender poner en evidencia a alguien ante de un auditorio como ese sin que lo hecho tenga consecuencias. Y lo que hizo Pablo Iglesias, denostar a Álvaro Carvajal, redactor de EL MUNDO, acusándole de "someter" la objetividad de sus informaciones sobre Podemos al "gusto" de la empresa editora para salvar su puesto de trabajo, delante de cientos de estudiantes, fue algo muy feo, muy feo y miserable.
Yo no sé si, en esa filípica, más propia de un capellán de colegio de monjas aleccionando a los niños del diablo y sus pecados, en la que puso de vuelta y media a Carvajal, había mucha verdad o poca. Yo no sé si es cierto eso de que el mismo Carvajal o fuentes próximas a Álvaro Carvajal, como no dudó en parodiar, le confesó su necesidad de llevar a la primera únicamente informaciones negativas para Podemos. Me extrañaría que así fuese. Más bien me inclino a pensar que Iglesias tiende a pensar que cada medio es un Fort Apache como el suyo, en el que el que manda en el fuerte decide lo que se dice y lo que no. Pero, en cualquier caso, creo que Iglesias, como siempre que se siente arropado por un auditorio a favor, se creció y se vio en la necesidad de ser resultar gracioso, gracioso y justiciero.
Lo que quizá no esperaba, porque no es costumbre que lo hagan, es que la prensa le dejase con la palabra en la boca. Tan sorprendido por esa conducta solidaria que él mismo predica, que por unos instantes se vio el miedo en sus ojos, la voz le tembló y balbuceó una excusa, la de todos, la de siempre, la que, en lugar de admitir el error propio, busca culpabilizar al otro, "me temo que he sido malinterpretado". Rajoy, Rivera, Sánchez, Soria, Granados, Bárcenas o el sentencioso Bono no hubiesen dicho otra cosa.
Iglesias que, como esta mañana le reprochaba Pepa Bueno, ofició su "auto de fe" contra Carvajal el mismo día en el que su periódico, EL MUNDO, anunciaba un ERE que diezma aún más la redacción del diario, sin hacer alusión alguna al mismo, aunque está claro que en su cabeza rondaba la difícil situación por la que atraviesan el periodista y sus compañeros. Ni una palabra de crítica a la editora de EL MUNDO, todo se quedó en la humillación al débil y gilipolleces sobre lo afortunados que son los periodistas que le siguen por tener la suerte de informar sobre quien es el objeto de su deseo.
No sé qué esperaba Iglesias tras su diatriba, quizá lo que pretendía era inocular en sus fieles la vacuna contra cualquier información crítica para con él o su partido que apareciese en la prensa, algo que, de hecho y como he podido comprobar esta misma mañana, va surtiendo efecto. Incluso ha calado entre sus fieles la pésima excusa de que los periodistas que se marcharon no habían entendido que eso era un acto académico y no una rueda de prensa, como si en un acto académico, cupiese el linchamiento o la difamación. Pero es que éste no era más que la presentación de un libro que, muy probablemente, Podemos había incluido en las convocatorias que remite a los medios, para mayor gloria de su líder.
He sido periodista muchos años y nunca me he visto en una parecida, aunque sí he oído hablar a otros compañeros de cosas parecidas, pero los protagonistas eran Manuel Fraga, Carlos Fabra, Esperanza Aguirre, Rita Barberá, Mourinho o Luis Enrique, exponentes todos de la casta y la caspa, También he sido profesor de Universidad y sé que en ella cuecen las mismas habas que en todas partes y que algunos profesores que se las dan de colegas acaban recordando antes o después que el poder, el que dan las actas, lo tienen ellos,
Para mí, que Iglesias cree que la vida, el mundo real, es una enorme facultad o, mejor dicho, una asamblea continua tan fácil de manipular, como lo eran y supongo que lo siguen siendo aquellas en las que yo participaba y a veces colaboraba en la manipulación, aunque entonces pensábamos que lo que hacíamos era sólo convencer y concienciar a los compañeros.
Creo que Pablo Iglesias, su soberbia y su divismo son y han sido el mayor obstáculo para la unidad de la izquierda y creo que alguien debiera decirle a este señor que somete obviedades a referéndum y toma con nocturnidad y alevosía decisiones drásticas, que está fuera de lugar, que la vida real es otra cosa, que el paternalismo está bien en los curas y para los alumnos de primero, que el mundo está lleno de problemas reales y que haría bien en disculparse más y mejor por lo de ayer, porque estaba fuera de lugar y fue una irritante metedura de pata. Alguien de su entorno debiera decírselo. Si no, me tremo que Posemos acabará siendo un partido secta sin futuro.

jueves, 21 de abril de 2016

JUNTOS, MUCHO MEJOR


Sé que la mayoría de las veces no es bueno plantear y plantearse qué hubiera pasado si se hubiese hecho o dejado de hacer tal o cual cosa. De acuerdo. Las cosas siempre son como son y no como podrían haber sido. Sin embargo y, aun así, creo que tenemos derecho a pensar que la situación política actual sería muy distinta si, cuando se planteó hace unos meses, Izquierda Unida y Podemos hubiesen llegado a un acuerdo para acudir juntos a las elecciones.
De momento, los votos de unos y otros, sumados al innegable efecto de arrastre que cualquier oferta unitaria de la izquierda produce en electorado hubiesen superado de sobra los obtenido por el PSOE, porque no hay que olvidar que Izquierda Unida, pese a que apenas se le permitió dar su mensaje en las televisiones y pese a que quedó injustamente excluida de los debates obtuvo casi un millón de votos, votos que, por la injusta ley de D'Hont, quedaron, salvo en Madrid, donde obtuvo dos, sin la recompensa del escaño.
Aunque en política se puede estar seguro de pocas cosas, también estoy seguro de que esa suma de votos que no pudo ser hubiese tenido una traducción en escaños que hubiese arrumbado al PSOE de Sánchez al papel de tercera fuerza política y, con esos resultados, hubiese sido más que improbable que el rey encargase a Sánchez la formación de gobierno. Bien es verdad que quizá la consecuencia
de ese resultado hubiese sido "la santa alianza", esa gran coalición tan acariciada por el IBEX 35 y la CEOE. Bien es verdad que tal posibilidad preocupa, y mucho, en la izquierda, pero, como sentencia el dicho, "más vale una vez colorado que ciento amarillo", porque ese sería el penúltimo paso, si no el último, que diese el PSOE como partido de la izquierda.
Dicho esto, ahora viene lo más difícil. Y lo más difícil es la gestión de egos y recelos de unos y otros para que, si se repiten las elecciones, esta vez sí sea posible una lista unitaria de la izquierda, a la que nosotros los votantes, los tontos útiles, los olvidados, pudiésemos votar, sin tener que escoger a quién queremos más, sin tener que elegir "entre papá y mamá". Para ello, para hacer posible esa lista, Pablo Iglesias tendría que mostrar la cintura política que no tuvo en las conversaciones previas al 20-D y admitir a Izquierda Unida como grupo dentro de sus listas y no como un ramillete de nombres que sirvan de reclamo a los votantes.
Bien es verdad que ahora, sabiendo lo que sabemos y sabiendo lo que saben Podemos e Izquierda Unida del comportamiento de unos y otros en el Congreso. Sabiendo, por ejemplo, lo que Izquierda Unida puede esperar de Podemos y lo que Podemos puede esperar de sus mareas, las mareas de Podemos y, unos y otros, del presunto pedigrí de izquierdas del PSOE. Bien es verdad que con todos esos datos el acuerdo, si lo hay, será, si bien más difícil, sí más sólido.
Lo que parece ya seguro es que, si finalmente vamos a elecciones, ese falso equilibrio que ahora se da desaparecerá, porque los votantes acudiremos a las urnas con la lección aprendida y conscientes de lo que podemos esperar del partido a que votemos, conscientes del lugar al que van a llevar esos votos.
Sabremos, por ejemplo, que los votos entregados al PSOE creyendo en la posibilidad de un gobierno de izquierdas se podrán utilizar y se utilizarán para marginar a otras fuerzas de la izquierda a la hora de configurar los grupos y los órganos de la cámara.
No sé cuánto de lo que aquí he escrito se cumplirá. Lo que sí sé es que esta vez si es que, insisto, se convocan nuevas elecciones, es que tenemos que dejarnos la piel en el empeño de conseguir una lista unitaria que nos permita votar a unos sin dejar de votar a los otros. Esa sí que sería una gran lección para los partidos de la casta, esa sí que sería una gran oportunidad de cambiar las cosas, porque está claro que, juntos, todo irá mucho mejor.

miércoles, 20 de abril de 2016

CAERSE DEL GUINDO

Cuánto daría porque la buena gente de este país se atreviera, porque se quitase el miedo del cuerpo y diese un paso al frente y llevase a donde tienen que estar a todos estos líderes que se han llenado la boca de promesas y credos que, al final, han resultado tan falsos o más que las falsas promesas de los charlatanes de feria o quienes pretender hacernos creer que una copa o un perfume pueden hacer de nosotros los adonis irresistibles que ni somos ni seremos.
Cuando llegaron, compraron los votos de mucha buena gente, no los míos, claro, con sus promesas de sacarnos de la crisis, de devolvernos a la gloria de Aznar y Rato, sí, he escrito Rato, de librarnos de las garras de los socialistas, para llevarnos a la modernidad y la opulencia. Pero no tardaron mucho en quitarse la careta. Nada más llegar sacaron sus tijeras y comenzaron a cortar, no por lo sano, sino por lo más débil. Hundieron familias, barrios y ciudades con sus decisiones injustas, con sus descaradas y continuas prevaricaciones, con sus escandalosas privatizaciones, con su estrategia de hundir a los de abajo para llevar al cielo a los suyos, los de arriba.
Con ellos, España se ha convertido en uno de los países más injustos y menos igualitarios de Europa, con ellos se ha roto el sueño de que, con esfuerzo e inteligencia, era posible escalar en la sociedad y superarse como país. Ellos volaron todos los puentes que hasta entonces llevaban de un instituto de barrio a la universidad, subiendo las tasas y matrículas y privando a los más humildes de las becas que les permitían centrarse en los estudios, para forzarles a compatibilizar el trabajo y el estudio, con el consiguiente retraso en sus objetivos, Con ellos, España, y la educación es sólo un ejemplo, volvió a los últimos años del franquismo, a los salarios miserables, incluso a la pobreza, más cruel, si cabe, porque, si en el franquismo íbamos a más, con ellos caíamos a un pozo del que aún no hemos visto el fondo.
Y, mientras hundían a la mayoría cada día un poco más, a los suyos, los privilegiados, los tramposos, les iba cada vez mejor. Los yates y los coches de lujo eran cada vez más y más nuevos. no esos de los que dependen algunos para trabajar, en los que iban creciendo los "remiendos". Me diréis que bares y terrazas estaban llenos, pero no en todas partes, porque, en los barrios no es así. Quien más, quien menos, en barrios como el mío, ha bajado un escalón en su bienestar. Ya nos e come tanta carne ni se compra tanta ropa y los móviles y los ordenadores se reparan y se heredan. Eso, insisto, en barrios como el mío, porque en los otros, en los que no conocían la suciedad ni en tiempos de Ana Botella, la vida sigue igual, pendiente de las rentas y las acciones, de las herencias y las fincas, que, para ello, los papás y los abuelos ganaron una guerra,
Y cuando el país está peor y es evidente, cuando millones de españoles siguen sin encontrar trabajo, algunos, dicen que un millón, desde hace cuatro años, el tiempo que ha pasado desde que llegaron al poder estos señores, cuando ya es evidente que ellos no han sido la solución, sino el problema, se atreven a reconocer, con su cinismo y su desapego por aquellos a quienes dicen defender, que tanto sacrificio, nuestro no suyo, tantas privaciones no han servido para nada, que no llegaremos nunca a ese paraíso que nos prometieron  Y se atreven a decirlo sin asumir culpa alguna, pese a que aquí estamos, más pobres y más desprotegidos.
Lo acaba de decir el "superministro" De Guindos, con su pinta de tabernero y su voz de "pijito" del barrio de Salamanca, con sus gallos y sus malos gestos, sin ni siquiera guardar las formas. Tampoco cabía esperar otra cosa de quien tenía como mayor mérito haber representado en Europa a uno de los bancos de inversión que provocaron la crisis, un tipo que, nada más llegar al gobierno, tomó todas las decisiones precisas para que la crisis de las Cajas y la salida a bolsa de Bankia nos resultasen aún más ruinosas.
Pero, claro, nunca ha dejado de ser el hombre de la banca especulativa en un gobierno que recorta y pretende seguir recortando, con un déficit que crece imparable, porque lo recortado apenas compensa la bajada de impuestos que hacen a los suyos, a los del barrio de Salamanca, a los hijos y los nietos de quienes ganaron aquella guerra. Bajan los impuestos y devuelven a los funcionarios aquella media paga que les deben desde que se la quitaron hace cuatro años. Bajan los impuestos y devuelven aquello que deben porque parece que va a haber elecciones, aunque haya que seguir metiendo la mano en la caja de las pensiones.
Lo malo es que seguirá habiendo, cada vez menos, quienes les crean, pero esto no puede seguir así. Hace falta que, de una vez, los españoles dejemos de votar a nuestros verdugos, hace falta que nos caigamos de una vez del guindo.

martes, 19 de abril de 2016

EL PROBLEMA ES LA OBEDIENCIA


Lo vi escrito en una pared, en una pintada ácrata que, como casi todas las consignas de quienes creen más en el hombre que en el sistema. era clara, sencilla e inapelable. Se me vino al pensamiento tras conocer la valiente decisión de la fiscalía de Santiago de Compostela que, tras estudiar la demanda presentada por familiares de seis enfermos de hepatitis C, fallecidos después de que la Consellería de Sanidade les negase "por razones presupuestarias" el costoso tratamiento son Sovaldi prescrito por sus médicos. No sé en qué basará la defensa de los dos altos cargos de la Xunta investigados, pero no hay que ser muy despierto para suponer que, como los guardias civiles que asaltaron el Congreso de la mano de Tejero, alegaran la obediencia debida con la misma naturalidad que Cristóbal Montoro achacó a la compra de tan carísimo como eficaz medicamento parte de la desviación del déficit y, con ello, tratarán de marcharse "de rositas".
Quien hizo la pintada tiene toda la razón, nuestro problema no es la crisis, nuestro problema, nuestro mayor problema es la obediencia, esa obediencia ciega, cuando no interesada, a quien toma decisiones obedeciendo a su vez a quien las toma obedeciendo las injustas consignas que vienen de Bruselas. Pero, claro, una carrera política es una carrera política y no hay que echarla a perder por tener un poco de humanidad a la hora de tomar decisiones tan graves.
Supongo que será eso lo que aleguen pero, al menos a mí, me va a costar creerles, porque no me cabe en la cabeza que todo un director general de  Asistencia Sanitaria y toda una subdirectora general de Farmacia, con juramento hipocrático o sin él, puedan tomar una decisión como esa a sabiendas de que estaba en juego la vida de ocho seres humanos, Estos altos cargos se saltaron sus propios protocolos, supongo que para obtener el "bien mayor" de cuadrar las cuentas, una decisión injusta a todas luces que les coloca ahora bajo la acusación de prevaricación.
Se da además la circunstancia de que un enfermo de Lugo salvo la vida porque la doctora que le atendía antepuso la salud de su paciente al protocolo y "puenteó" a los dos altos cargos investigados, escribiendo repetidamente a la entonces consejera que, finalmente, autorizó el tratamiento. No sé qué podrán estar pensando los médicos que atendieron a los seis pacientes fallecidos, pero seguro que, de poder hacerlo, ahora mandarían el procedimiento al carajo.
Obedecer no siempre es bueno, obedecer, entiéndaseme, reglamentos y normas injustas, obedecer a quienes se refugian detrás de un escritorio, dos o tres secretarias y un cargo para quedarse sordos y ciegos ante la injusticia, obedecer a quien es incapaz de librar de los presupuestos el dinero necesario para salvar seis vidas y se lo gasta en una campaña publicitaria, no siempre necesaria, no siempre honrada.
A quien únicamente hay que obedecer siempre es a la propia conciencia, una conciencia educada en el respeto por el bienestar de los demás, sea cual sea su origen, una conciencia que nunca se plantee qué pierde y que gana en cada decisión, una conciencia clara que permita sostener ante el espejo lo que se dice en público, una conciencia que, por las noches, nos deje cerrar los ojos y dormir. 
Supongo que, para el fiscal que ha pedido que se investigue a estos altos cargos de la Xunta, lo más fácil hubiese sido obedecer las viejas maneras y someterse a ese dejarse llevar que, hasta ahora, ha garantizado una carrera plácida, quizá aburrida, pero con final feliz. Sin embargo, ha tomado la valiente decisión de salirse del carril y nos ha demostrado que, a veces, el problema está en obedecer sin pararse a pensar si la norma que obedecemos es justa.

lunes, 18 de abril de 2016

SI NO QUIERES PROBLEMAS...


Hay asuntos que uno jamás llega a entender. Asuntos que uno no sabe a qué atribuir, porque, por más que se esfuerce en ello, no llegan a encajar en la lógica de los hechos a los que está acostumbrado. Sé que un cadáver político como el del ministro Soria, enfriándose en las primeras de la prensa y en los telediarios,  frío y solitario, sin nadie que se atreva a llorarle, en un apartado rincón de la morgue de la vida pública, después de haber pasado de serlo todo, nada menos que ministro del gobierno de España, al oprobio más absoluto, sometido, para su desgracia, a sufrir una autopsia en vida en la que, con cada incisión del bisturí aparecía una nueva capa de tejido putrefacto, tiene mucho morbo y, al igual que después de una profunda inmersión o antes de abrir tras el aterrizaje la cabina de pasajeros de un avión, se hacía necesaria la correspondiente descompresión para ir archivando poco a poco en nuestra memoria lo mucho y tan escandaloso que hemos escuchado estos días.
Quizá pueda llegar a entenderlo, lo que no quita para que haya echado de menos los sesudos análisis que esperaba sobre la detención el pasado viernes de dos estrellas de los juzgados que a lo largo de los años se habían convertido en imprescindibles en los asuntos más escabrosos y mediáticos de la política y la economía de este país. me refiero, claro, a la operación llevada por la UDEF contra dos "no tan misteriosas" organizaciones, Manos Limpias y Ausbanc, presididas por Miguel Bernard, un hombre salido del entorno de la extrema derecha, cercano al ya fallecido Blas Piñar, y Luis Pineda un personaje que siempre se ha movido a uno y otro lado de la ley, con antecedentes por atraco a mano armada que, juntos o por separado, reinventaron en España el viejo sistema mafioso de suministrar "protección" a sus víctimas, a cambio de dinero.
Algo que, si siquiera en la España democrática era nuevo, porque ya en los primeros ochenta lo puso en práctica un sindicato policial que acabó en los tribunales, defendido allí por el inefable abogado Emilio Rodríguez Menéndez, acusado de "vender" protección a determinados locales, la mayoría "clubes de alterne" a cambio de contratar publicidad de los mismos en la revista del sindicato. que se convertiría así en recaudadora del pago de esos favores.
Un sistema muy parecido al de Ausbanc, que utilizaba su revista para fines parecidos y que "cobraba" en publicidad su silencio sobre las denuncias de determinadas prácticas bancarias, a veces reales, a veces ficticias que, puesto que su publicación se convertía, en el mejor de los casos, en publicidad negativa para la entidad. Uno y otro, que llegaron a actuar coordinadamente, cediendo Ausbanc, por ejemplo, a Manos Limpias su revista como agencia de cobro para las prácticas de extorsión que, una y otra, practicaban poniendo y quitando querellas y denuncias ante la opinión pública y los tribunales.
Sin embargo, esto que parece tan sencillo no lo era tanto, porque, de alguna manera, estas prácticas estaban en un constante runrún entre los periodistas y porque las más de las veces, en determinados medios, cuando alguna de ellas protagonizaba alguna querella, se apostillaba su nombre con frases como "supuesto sindicato" en las informaciones publicadas, Unas sociedades y personas más que sospechosas, contra las que todo quedaba en eso, en insinuaciones o, lo que es peor, en nada.
No cabe duda de que esa actividad mafiosa le interesaba a alguien y, para entenderlo, baste recordar el acoso a que sometió Manos Limpias al juez Garzón. Lo cierto es que, al PP, en los albores de la investigación de la trama Gürtel, le vino muy bien como escarmiento del juez y advertencia para sus sucesores aquellos zarpazos que dieron con él fuera de la carrera judicial 
En fin, uno no sabe si este relativo y sospechoso silencio, este desinterés sobre lo que va apareciendo en torno al caso, esa filtración que precipitó las detenciones sin estar cerrada la investigación, esa evidencia de que todos sabían y casi todos callaban, no hablan muy bien, si no de los periodistas, sí de los medios para los que trabajan. Así que uno, desconcertado, se ve en el derecho de pensar que lo que hacían, aunque de manera proactiva, era llevar al extremo, de manera industrial y obscena, la vieja práctica de la prensa de dejarse sobornar, contentando informativamente a sus anunciantes, empresas, particulares o gobiernos, a los que, a cambio de campañas publicitarias, "protegen" en sus informaciones a los anunciantes. Una vieja práctica que va desde los estrenos de cine a decisiones del Consejo de ministros, pasando por la ocultación que, hasta que fue imposible esconderlo, hicieron casi todos los medios del escándalo de las preferentes.

Es, en formato industrial, el viejo consejo de los matones de la mafia: "si no quieres tener problemas paga y yo no te romperé las piernas o, en este caso, guardaré silencio sobre lo tuyo.

viernes, 15 de abril de 2016

UNA MENTIRA REPETIDA MIL VECES...


Hoy, mientras cacharreaba en la cocina y preparaba mi desayuno he escuchado un comentario, creo que de José Ignacio Torreblanca, que situaba las expectativas de voto del PP en un porcentaje que es ahora y a un tiempo su techo y su suelo electoral. Era un comentario a propósito de la situación del hasta hace unos minutos ministro de Industria en funciones, acorralado por todas las mentiras y sus no pocas vergüenzas, bajo las faldas de Mariano Rajoy que, hasta que no se ha visto ridiculizado por las mentiras de su amigo Soria que lo fueron antes para él no se ha visto obligado a forzar su nada sorprendente dimisión. 
Rajoy, parece mentira, se ha comportado en este asunto como sus votantes, porque no ha querido ver, no ha querido escuchar el torrente de información que día sí y día también aparecía a propósito de los escándalos que estaban estallando a su alrededor. Y lo hacía. no por generosidad para con su amigo o por solidaridad con un compañero de partido, no. Lo hacía porque había puesto demasiados huevos, de los que se rompen, no de os metafóricos, en el cesto de Soria, que llegó a sonar para sustituto de Cospedal, un personaje cuyo mayor mérito para llegar al gobierno, al parecer, había sido ocuparse en Canarias, como anfitrión de lujo, de las vacaciones del padre del presidente allí, lejos de la lluviosa Pontevedra donde ejerció como magistrado y presidente de la Audiencia.
A Rajoy le ha ocurrido con Soria lo que a los votantes del PP les ocurre con Rajoy. Le ha creído, al igual que los votantes le creen a él, porque necesitaba creerle, sencillamente, porque se da todo por un padre y todo se olvida para quien se portó con un verdadero amigo con el suyo. Del mismo modo, todo se olvidan, todo se le perdona a quien defiende, o dice defender, los intereses del votante del PP, aunque tenga que ponerse una pinza en la nariz para llevar su voto hasta la urna, aunque cada vez sea más difícil defender "los colores" del PP en público y la arrogancia de otros tiempos haya quedado en silencio y miradas bajas.
Rajoy y sus votantes se mueven por los mismo, por sus propios intereses, esfuerzan en creer lo que les interesa creer, sin importarles nada más, aunque los tengan delante de las narices, aunque amenace su futuro. Rajoy quiso creer o le interesó creer a su ministro, del mismo modo que a los votantes del PP quieren creer o les interesa creer en el milagro económico, en la reducción del déficit o en la creación de empleo. Pero la verdad es tozuda y la verdad tozuda, si además está documentada, lo es aún más. Por eso Soria se ha visto obligado a dimitir de la manera más deshonrosa imaginable. Se ha visto obligado a dejar el ministerio que ocupaba en funciones, el escaño que ocupaba en las nuevas cortes y la presidencia del PP canario, porque la mancha de su presencia en los papeles de Panamá se ha ido agrandando y haciendo cada vez más indeleble con sus denodados esfuerzos por ocultarla. Ha sido más que torpe y no sólo ha dejado su culo al aire, sino que, además, ha puesto en evidencia el de su protector y el de todos los ministros y compañeros del PP, empeñados, aún todavía, en defenderle pese a que a su alrededor el mundo se desmorona.
Está claro que la mentira mil veces repetida, en mil versiones, por cierto, de que Soria y su familia no tenían nada que ver con paraísos, no se ha convertido en verdad por repetirla mil veces. Es más, se ha hecho más grande y más grave, por grave que fuera, que lo que pretendía ocultar. y, ahora que el ministro se visto forzado a dimitir, incluso con palabras prestadas desde La Moncloa, tenemos todo el derecho a preguntarnos si todo lo que dicho o hecho a su paso por el ministerio es justo y es verdad.
Tenemos todo el derecho a preguntarnos si dejar a las familias sin agua y sin luz era ético y necesario, tenemos derecho a que nos expliquen el recibo de la luz, el laberinto del precio de los carburantes, siempre prestos a subir de inmediato y perezosos para bajar o, sobre todo, esa teoría delirante de que hay que pagar más por la energía que viene del sol que por la que nos llega de las eléctricas.
Una mentira mil veces repetida, señor ministro, sólo es eso, una mentira.

jueves, 14 de abril de 2016

LOS SUYOS


Dice la información publicada ayer por OKdiario que, hubo mucha tensión cuando José María Aznar, con todo su genio y soberbia, después de esperar una hora a las puertas del despacho, fue recibido por el ministro de Hacienda, al que fue a pedir explicaciones tras haber sido multado con setenta mil euros, por haber sido sorprendido haciendo trampas en su declaración por valor de doscientos mil euros de nada. Dicen que el ex presidente espetó al ministro algo así como "no me puedo creer que los míos me hagan esto", a lo que el ministro respondió con un "y yo no puedo creerme que uno de los nuestros haya hecho algo así". Demasiado literaria me parece y demasiado elegante la respuesta del ministro para ser cierta, pero debemos perdonar al que lo haya contado, y estoy seguro que no lo ha contado el ex presidente, la licencia que pueda haberse tomado reordenando y embelleciendo sus recuerdos, que deja en muy mal lugar, casi como hubiese pronunciando esa fórmula mágica de ·usted no sabe con quién está hablando".
Lo cierto es que Aznar y su esposa, Ana Botella, tuvieron a bien utilizar una sociedad familiar, a la que, en un derroche de imaginación bautizaron Famaztella (Familia Aznar Botella) para declarar sus ingresos como beneficios empresariales, los que las suponía una tasa del 25%, muy por debajo del 51% que les correspondería por su volumen, algo que privaba a la Hacienda Pública y, por tanto, a las necesidades de los españoles, en plena crisis, de casi doscientos mil euros. y que, siento decirlo, les mete en el mismo saco que al denostado Juan Carlos Monedero.
Sin embargo y aun siendo la noticia un bombón para quienes sentimos aversión por Aznar, lo que más celebro del caso es que quien se ha llenado y se llena la boca de palabras como patria, patriota y patriotismo haya sido "pillado" hablando de "los míos", haciendo evidente el sentido patrimonial y sectario que él y los que son como él tienen de lo que es de todos, de lo público. "No me puedo creer que los míos me hagan esto", dicen que dijo, mientras, seguramente, desfilaban por su mente algunos de los invitados a la pomposa boda de su hija Ana, esos que desfilaron en lo que, con el tiempo, se ha convertido en algo así como la pasarela de la corrupción en España, con más de uno y más de dos de esos invitados en prisión o con muchas probabilidades de entrar en ella.
"Los míos", dicen que dijo Aznar, y "los míos", dicen que le respondió el ministro de las perras. Yo, lo único que sé es que los suyos no son los míos. Lo que sé es que gran parte de lo defraudado es el salario que Rupert Murdoch y sus neocon pagan al expresidente por crear ideología y por maltratar a España y sus gobiernos fuera de nuestras fronteras, en conferencias y duros artículos de prensa tan conspirativos como lo pudieran ser a sus ojos los de Monedero, algo tan deleznable como que quien ha tenido en sus manos el gobierno de España use sus conocimientos y la influencia obtenidos en ello para denostarla fuera.
Lo que sé es que mis vecinos, los que llevan años buscando un trabajo decente, sus hijos, a los que nadie coloca en un fondo buitre de esos que rapiñan las viviendas sociales, los que, ya muy mayores, viven en pisos sin ascensor que, para sus cansadas piernas, son cómo cárceles en las que esperar la muerte, los hace años que no van al cine o cenan fuera de casa, los que se han partido la espalda trabajando y pagando sus impuestos, no son los suyos, son los míos, que el peor pecado que han cometido y su dios se lo perdone es el de haber votado a los suyos.
Mal momento o, por el contrario, muy bueno ha escogido el filtrador de la información, porque enterarse de que Aznar no es más que un tramposo que se indigna cuando es sorprendido por "los suyos" mientras un ministro del gobierno de su partido, que fue también su ministro, anda por ahí de mentira en mentira poniéndose y poniendo en evidencia a su familia natural y política, mientras el eterno alcalde de Granada es detenido por llenar de cemento la ciudad que tiene siempre en la boca y detrás de la que esconde sus negocios, mientras quienes lo han sido todo en su partido en Madrid están en la cárcel o a punto de entrar en ella, mientras su partido en Valencia ha saltado por los aires podrido de corrupción, mientras sucede todo eso nos enteramos de que el que se cree guía espiritual de los conservadores españoles y fato de Occidente no es más que un vulgar insolidario y tramposo ladronzuelo decepcionado por los suyos que, os lo aseguro, nada tienen que ver con los míos.

miércoles, 13 de abril de 2016

COMO CAMPS, COMO ROLDÁN...

De todos los personajes cuyos nombres han aparecido hasta ahora en los papeles del despacho Mossack-Fonseca, el más patético sin duda, aunque seguido de cerca por Bertín Osborne, con sus malos modos y su nada santa indignación, es José Manuel Soria que, con su tozudez y su casi infantil modo de mentir, va de radio en radio, de televisión en televisión, siempre amigas, claro, desvelando poco a poco y a regañadientes la realidad que desde un primer momento denunciaban los papeles. Tanto ha mentido y en tantos sitios, que, de haber sido de madera, como Pinocho, no habría espacio en este mundo para contener su nariz.
Soria, como los malos estudiantes, evita el mal admitiendo la verdad "de a poquitos" y pasa del "ni yo ni mi familia tenemos nada que ver" a admitir que la empresa a la que se le vincula en los papeles fue fundada por su padre que tuvo en vida la mitad de las acciones. Pasó de la firma que figura al pie de los documentos se parece a la de mi hermano a admitir la relación, paso del "todo es una coincidencia, un error", un error que, por cierto, se repite tozudamente en Panamá y en Londres, a admitir que fue durante un tiempo administrador de las sociedades aludidas, aunque nunca asistió a ninguna reunió ni tomó decisión alguna.
Mentira tras mentira, datos que, sólo cuando se evidencian en pruebas tan solventes como las hojas del registro mercantil británico, se admiten y se admiten con excusas tan infantiles como que, si no lo había hecho antes, era porque no s e le había preguntado por ellos. Un tipo balbuceante de mirada huidiza, demasiado parecido, para mi gusto, a José María Aznar, del que parece un clon dos o tres tallas más grande, un tipo al que nadie se atrevería a comprarle un coche de segunda mano, que, para nuestra desgracia, es el ministro de la luz, el gas y el agua y, siempre, a favor de los poderosos que sientan a sus amigos y colegas, a los de su clase, en sus consejos de administración.
Y qué se podía esperar de quien pretende cobrar impuestos al sol, de quien, para desalentar a los que pretender independizarse de la tiranía de las eléctricas, les hace pagar cada kilovatio como si les llegase envuelto en celofán y, además, lo explica o, al menos, pretende hacerlo. Brillante carrera para un tipo gris donde los haya que, sin embargo, ignoraba que el pasado le aguardaba en los ficheros de un despacho de abogados en ultramar y que la prensa ya no es lo que era y la información, de un modo u otro, acaba por fluir libremente.
José Manuel Soria, acorralado por la verdad y sus propias mentiras, me recuerda al Francisco Camps de las mentirijillas sobre los trajes, al que sólo un tribunal complaciente libró de la condena, pero que tuvo que dimitir, para ver desde el Consejo Consultivo de la Generalitat como su partido se estrellaba en las autonómicas y como salían a la luz los chanchullos que tuvieron lugar bajo su gobierno.
También me recuerda quizá más todavía, a aquel Luis Roldan que peregrinaba por estudios y redacciones con su carpeta de excusas y aquella bolsita de cuero de contenido ignorado que siempre interponía entre él y sus interlocutores, más propia de un espía que de todo un director de la Guardia Civil, Roldán que juraba y perjuraba, nunca mejor dicho, su inocencia, acabó juzgado y en prisión tras una rocambolesca huida. Ahora, quien citara a la prensa en lujosos hoteles de París, parece que vive humildemente en un piso de mala muerte, 
Ese pequeño detalle, ese final, parece ser lo único que le separa del todavía ministro Soria y del ex presidente Camps: haber sido tan canalla y tramposos como ellos, pero no haber compartido una cuna noble que le pusiese a salvo de la desgracia final., Peri, en el fondo, Soria es como Camps, como Roldán...

martes, 12 de abril de 2016

EN TU PARAÍSO O EN EL MÍO


Ahora que parece que vamos de cabeza a unas nuevas elecciones, después de que los partidos no hayan sido capaces de ponerse de acuerdo para formar gobierno, nos golpea cada día el pasado, un pasado más o menos remoto, un viaje a los tiempos en que, para algunos, todo el monte era orégano, aquellos tiempos en que un ministro socialista, o eso decían él y su partido, declaraba a bombo y platillo que España era el país donde resultaba más fácil enriquecerse. Son los años ochenta, los años de los grandes "pelotazos", de la compraventa de bancos y empresas que, gracias a la filtración de los papeles del despacho Mossack-Fonseca, nos llevan de excursión a una España casi obscena de la que, para nuestra desgracia, aún quedan resabios y vestigios.
Vivíamos los años de resaca de la reforma fiscal de Fernández Ordóñez, los años de aquel Hacienda somos todos, pero está claro que pocos, salvo aquellos que estábamos sujetos a una nómina, cumplían a gusto con su "patriótico deber" de pagar los impuestos, porque, por desgracia, para muchos la patria termina donde acaba la bandera. Eran los tiempos en los que la gente que nunca lo había hecho, por fin, tenía que cobrar y pagar a través de facturas, tiempos en que las asesorías fiscales comenzaron a brotar como hongos en nuestros barrios, cada uno de ellos a la medida de los vecinos de ese barrio, apenas gestorías en el mío suntuosos despachos con nombres todos parecidos con un pomposo "y asociados" al otro lado del río.
Fueron los años en que el viaje que muchos hacíamos a Francia o a Andorra para comprar a mejor precio lo que aquí no existía o tenía precio prohibitivo, lo hacían otros a la inversa con maletines, bolsos y mochilas cargados de billetes, años en que, como mucho, algunos despachos se ofrecían a pasar ellos mismos el dinero, años en que, todavía, el dinero no era de plástico ni, mucho menos, electrónico. Años en los que lo que algunos ganaban aquí acababa indefectiblemente en un bando de Andorra o Suiza, años en los que la gente, alguna gente, no salía de esos paraísos montañosos y no precisamente por la nieve.
Pero los tiempos, ya se sabe, adelantan que es una barbaridad y Andorra, también Suiza, se quedaron pequeñas para el egoísmo y la codicia de algunos y los horizontes de los defraudadores se ampliaron hasta el punto de que el mapa mundi se llenó de pequeñas islas paradisíacas, incluso en las frías aguas del Canal de la Mancha, muchas bajo la Union Jack, la bandera casi pirata del Reino Unido. A partir de entonces, en vez de hablar de las vacaciones o el servicio, en los refinados clubes de golf o hípica, comenzó a hablarse de abogados, asesores financieros y paraísos, de modo que no tener uno u otro podía ser considerado un signo de mediocridad u horterez.
Lo más curioso es que este pasado nos ha vomitado encima mientras nos gobierna o hace que nos gobierna, valga la redundancia, un gobierno en funciones, algo así como un gobierno sin conciencia, capaz de justificar estos mecanismos y estos países. Y no me extraña, porque uno de sus ministros, el que lleva toda una legislatura sirviendo a las eléctricas y petroleras, imponiendo desde el ministerio y para ellas el contradiós de cobrar un impuesto al sol, tuvo, y quién tuvo retuvo, relación con una de esas sociedades "offshore" en Bahamas, gestionada desde Panamá, para determinadas operaciones de la empresa familiar, sin que José Manuel Soria, el ministro de marras, haya sido capaz de dar, salvo negarlo todo, una explicación razonable a la aparición des u nombre en los papeles del ya famoso despacho Mossack-Fonseca.
Por si fuera poco, ayer también nos desayunamos con otros dos nombres, los de los "primos" de la jet society española, los Albertos, que llegaron a figurar entre los ricos más ricos, no ya del país, sino del mundo, implicados también en los papeles. Demasiados sobresaltos que dejarían ya poco lugar a la sorpresa, pero que cada día se superan, en este u otro asunto, como ocurrió ayer con la detención del inefable Mario Conde que, creyéndose quizá ya seguro, había comenzado a repatriar su fortuna en el extranjero o, al menos, parte de ella en unos movimientos detectados por la Guardia Civil y la fiscalía tras denunciarse un trasvase de 600.000 euros desde Suiza, en cumplimiento de las leyes contra el blanqueo que, quizá pillaron al banquero en prisión, interesándose por el budismo.
Suficiente todo para un buen cocido, pero, como cada santo tiene su octava, amanecemos hoy con otro personaje "retratado" en los papeles de Panamá, éste "calentito", como recién sacado del horno, porque Bertín Osborne, el inefable Bertín Osborne, estrella hasta hace dos días de le Televisión Pública, la que se paga con nuestros impuestos, aun siendo un importante moroso de esa Hacienda que somos todos, y que reactivó hace dos meses una empresa gestionada en ese despacho, muy probablemente mientras tenía como invitado en su programa-horterada a Mariano Rajoy, presidente del gobierno del estado al que debe, esta vez sí, tanto.
De qué hablarían fuera de los focos ese tipo tan inane que, cómo Franco, archiva sus asuntos en dos carpetas, la de los que se van a resolver solos y la de los que ya se han resuelto. Me inclino a pensar, dada la compresión y permisividad mostrada por su gobierno frente a los "panamitos", de hablaron de si "en tu paraíso o en el mío". Bonita conversación entre un político "pasmao" y un "niño bien" de sesenta y tantos que no sabe encender la "vitro" pero sabe dónde esconder su "pasta" y es capaz de creer que nos vamos a tragar lo de que estaba dispuesto a engañar a Hacienda para pagarle sus deudas.

lunes, 11 de abril de 2016

¿QUÉ HAN HECHO CON NUESTROS VOTOS?


Nos llamaron a las urnas hace casi cinco meses y obedientes e ilusionados fuimos a ellas para dejar en ellas, impresa en un papel, la que creíamos mejor solución para nuestros problemas que son y no deberían ser otra cosa, los de la nación. Acudimos a las urnas cansados de que el gobierno que formó Rajoy con la mayoría absoluta que le habían dado once millones d españoles egoístas y ansiosos por tomar venganza de quien creían culpable absoluto de sus desgracias. Acudimos tristes y resignados y comprobamos que teníamos razón para ello, porque quienes, en lugar del "sálvese sólo quien, como yo, pueda", queríamos soluciones para todos nos quedamos sin nadie que nos defendiera. Nadie o casi nadie.
Habíamos padecido una legislatura injusta y dura, en la que las tijeras del recorte hicieron presa en los más débiles, en quienes apenas tenían instrumentos para defenderse, con los socialistas del PSOE inanes, no sé si por cansancio, por vergüenza o porque, de alguna manera, como aquel vil Joaquín Almunia que, bien acomodado en Bruselas, tuvo la desvergüenza de culpar a los preferentistas de la estafa que les había dejado sin ahorros, porque, dijo, deberán haber sabido que corrían un riesgo, Quizá por eso o quizá porque después de tantos años pisando moqueta y tocando maderas nobles ya no recordaban la frialdad del terrazo o la vulgaridad de la formica. Lo cierto es que taparon sus ojos, sus oídos y sus narices, para no ver ni oír ni, mucho menos oler el dolor, la injusticia y la miseria que el PP estaba sembrando entre los más humildes.
Yo les había votado y he de reconocer que quise creerles que, pastoreado por la prensa de orden, la que liquidó a la mitad de su plantilla después de hundir su cabecera, llegué a justificar esa pasividad, ese desapego de los problemas de todos. Pero, ensoberbecidos como estaban, no supieron ver lo que se avecinaba. Lo tuve claro aquella noche en que una gran marcha aisló el Congreso. Decenas de miles de ciudadanos, controlados a duras penas por los antidisturbios que se hicieron tan habituales como los leones que guardan sus puertas y los diputados socialistas en lugar, no ya de sumarse a quienes daban testimonio del dolor y la rabia de una sociedad abatida y despojada, sino de salir a la calle para saber de qué iba la protesta, prefirieron indignarse y salir de allí vergonzosamente escoltados por la misma policía que golpeaba a sus votantes.
Fue entonces cuando lo vi claro. Fue entonces cuando supe que el PSOE ya no tenía nada que ver conmigo y mis problemas. Fue entonces cuando crucé el punto de no retorno y decidí negarles mi voto para los restos. Llegó aquel veinte de noviembre y voté. Como muchos españoles cambié mi voto, lo llevé más a la izquierda o, simplemente, lo llevé a la izquierda, de donde nuca debí haberlo sacado. Y los resultados de aquella jornada, pese a que fueron injustos con la opción que yo voté, fueron esperanzadores, porque la suma, si no de la izquierda, sí del progreso, sumaban como para que este país tuviese el cambio que, tras cuatro años de dolor e injusticia, por fin se merecía.
Yo, como muchos, vi en Pedro Sánchez la argamasa con la que construir el muro que nos alejase del PP. Lo malo es que en esa argamasa había demasiada arena del saco de esos barones instalados en el egoísmo y la soberbia que, después de décadas gobernando en sus ínsulas baratarias, optan por su cómoda estabilidad junto al PP, frente a la ilusión y el cambio que venía desde su izquierda. Exceso de esa arena en el mortero que, al final, y antes de sustentar nada creíble se deshizo entre los dedos de quien no quiso ver que el único acuerdo posible lo era con la izquierda.
Ahora, si nada cambia en dos semanas, nos volverán a llamar a las urnas. Lo malo es para, cuando se nos llame otra vez a las urnas, se habrá quedado en el camino mucha de la rabia y la ilusión que hizo temblar a Rajoy. Lo malo es que muchos de quienes volvieron después de muchos años a las urnas o lo hicieron por primera vez se quedarán otra vez en casa y volveremos a lo de siempre, con palabras de arrepentimiento y propósito de la enmienda, eso sí, pero los de siempre, con su misma falta de sensibilidad, con su misma corrupción, con sus reformas laborales, con sus privatizaciones y sus saqueos, incluido el de la Seguridad Social, y, a mí, como a muchos otros, una pregunta nos rondará implacable: ¿Qué han hecho con nuestro voto?
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viernes, 8 de abril de 2016

EL CLUB DE LA COMEDIA


A estas alturas de la cosa, todos sabemos o deberíamos saber lo que podría ser y lo qué sería del todo imposible y, sin embargo, unos y otros se empeñan en explicarnos si son galgos o son podencos, ahora que ya tenemos el aliento de los perros en nuestras nucas. La de ayer, una reunión no tan larga como algunos esperaban, apenas sirvió para dictaminar que el paciente sigue vivo y ya se sabe que mientras hay vida hay esperanza.
Sé que es poco, que es apenas un consuelo, pero el que no se hayan tirado los papeles a la cara no deja de ser un buen síntoma, más. cuando al socio imprescindible en cualquiera otra alternativa cada día le crecen los enanos en los juzgados. Y es que no es lo mismo leer lo que hablaba la concejala Halcón de Rita Barberá con su hijo que escucharlo en su propia voz y, ahora que toso lo hemos escuchado y que sabemos que lo de la rebaja del déficit no era más que una patraña, a Rajoy le va a resultar difícil presentarse como la solución de nada.
Quedan diecinueve días, con sus soleados fines de semana por medio, para llegar a un acuerdo de gobierno y, visto cómo ha corrido el tiempo hasta ahora, esos diecinueve días son apenas un suspiro que no sé si va a dar para algo tan difícil. 
Bien es verdad que, si Ciudadanos que, ahora que se ve guapo en las encuestas, saca pecho y se va de la mesa de negociación, a Pedro Sánchez le quedaría la baza de intentarlo con la izquierda y con los nacionalistas, anatema para muchos de sus barones, una decisión valiente para una legislatura difícil, pero, en cualquier caso, necesaria para este pobre país de políticos corruptos, con una familia real de moral más que distraída.
Aún no sabemos qué le ha parecido a Pablo Iglesias la acogida de Ciudadanos y PSOE a su catálogo de rebajas. Hábil como siempre, se guardó para la mañana de hoy, con tiempo de procesar lo dicho por sus compañeros de mesa y lo publicado y comentado en los medios desde anoche, pero sabemos ya que no renuncia, y bien que hace en ello, a la consulta a los ciudadanos de aquellas comunidades autónomas que quieran redefinir su presencia en España, algo que, no sé en el caso del PSOE, más radical ahora en su oposición a ello que hace unas décadas, pero sí sé que, para Ciudadanos, sería "casus belli".
Tiempo habrá para conocer realmente lo que se dijo y cómo en todas las reuniones celebradas hasta ahora, incluida la de ayer tarde, algo que, por otras experiencias, sabemos que tiene poco que ver con lo que se cuenta en esas ruedas de prensa en las que el cansancio cabalga a sus anchas a uno y otro lado del atril. Lo que es fácil deducir es que nadie es sincero del todo, que siempre surgen en ellas propuestas de difícil digestión que, como Iglesias tras su último encuentro con Sánchez, se anotan y se callan, para digerirlas aparte con los más estrechos colaboradores.
Por saber, sabemos que a PSOE y Podemos no les conviene romper la mesa y que están obligados a explorar cualquier posibilidad, por pequeña que sea, de salvar un acuerdo, en el que se juegan los escaños que ahora tienen y que podrían ser menos en unas nuevas elecciones. Sin embargo, es fácil deducir que a Ciudadanos lo único que le interesa es no ser el primero en levantarse de la mesa, ni siquiera romper con el PSOE, que sería su gran coartada en el caso de cumplir con el encargo del IBEX 35, formando esa "gran coalición" con la que los intereses de los empresarios y el gran capital quedarían a salvo de las veleidades de una izquierda crecida. Por eso quienes toman la palabra en el partido de Rivera comienzan a desmarcarse, en la palabra o el gesto, de lo que tenga que ver con ese quimérico acuerdo a tres. De momento, unos y otros, siguen callando y fingiendo, siguen en su particular "club de la comedia".

jueves, 7 de abril de 2016

EL GESTO Y LA REALIDAD


A Iglesias le ha llegado la hora. Nunca como hoy el líder de Posemos se jugará al mismo tiempo su propia credibilidad y nuestro futuro. Iglesias, que parece demasiado condicionado por las series que ve, es muy dado a  fundir en negro y reaparecer en otra escena después de un salto en el tiempo o en el espacio y, por si fuera poco, esta imbuido del ritmo trepidante que imprime la sintaxis televisiva, de modo que después de tanto cambio de plano y de tantas escenas y tan distintas, corría el peligro, no ya de saltarse el eje, desconcertando a sus votantes, sino de perder el raccord apareciendo en pantalla diciendo unas veces una cosa y otras la contraria. 
Iglesias se ha expuesto demasiado a los medios lo que es lo mismo y, por seguir con la fotografía y el cine, se ha sobreexpuesto y se ha quemado. Ha sembrado su corta pero intensa vida pública con tantas afirmaciones, con tantas "verdades absolutas" que luego el día a día deja sin valor, que vive en medio de un campo de minas que tiene que ir desactivando cada día y a cada paso. Sin ir más lejos, aquella, recordáis, en la que aseguraba que en la negociación de cualquier s acuerdo a que llegasen con otras fuerzas políticas habría una cámara web, para que cualquier ciudadano pudiese seguirlas en directo, algo que no llegó a cumplirse, y me alegro, porque, él mismo es un ejemplo, bajo las cámaras se sobreactúa y se está más pendiente del gesto que de lo que realmente importa.
Ayer, por ejemplo, tuvimos un lamentable ejemplo en el pleno del Congreso en el que Rajoy tuvo que justificar su firma al pie del miserable acuerdo de los veintiocho socios de la Unión Europea para la deportación de refugiados, en contra de lo acordado por el propio Congreso. En él, Iglesias se enceló con Albert Rivera, y Rivera con él, escenificando más bien y, por desgracia, de cara a la galería y a los suyos, el desencuentro que, casi todos lo suponemos, se va a producir hoy en la reunión a tres que van a mantener sus partidos con el de Pedro Sánchez.
La pelea de gallos, o de “cuñados", que ambos nos brindaron, nos privó, salvo honrosas excepciones del adecuado seguimiento en los medios, de la intervención de la diputa de Esquerra, Ana María Surra, que llegó a España huyendo de las dictaduras uruguaya y chilena y que reprochó a Rajoy no saber de qué hablaba cuando hablaba de refugiados en uno de los momentos más emotivos y esclarecedores de lo que va de legislatura.
Ese es, a mi modo de ver, el error no sólo de Iglesias, pero especialmente de él, el de preferir el ruido a las nueces, el de buscar en algunas, demasiadas, de sus intervenciones y comparecencias ante los medios, más ese ruido que contenidos y soluciones reales. Tengo la impresión de que Pablos Iglesias ha pasado directamente de la asamblea a la campaña electoral, sin pararse a pensar que, en algún momento, eso que se dice, se exige y se promete alguna vez hay que ponerlo en práctica y, para ello hay que ser algo más que una mosca cojonera, porque el mundo real está formado por millones de ciudadanos con sus problemas, sus necesidades y sus aspiraciones y apenas dos o tres centenares de periodistas, tontos útiles en apariencia, pero que, en realidad, justifican la propia existencia en la suya.
Esta tarde, Iglesias se significa, una vez más. Esta vez formando parte, mejor dicho, presidiendo el equipo negociador de Podemos que se sentará con los de Ciudadanos y PSOE, en un gesto difícil de interpretar, porque pareciera que desautoriza al que lo encabezaba hasta ahora, Íñigo Errejón, o, por qué no decirlo, porque hoy quiere estar ahí por si, como parecen apuntar los pronósticos, se produce el acercamiento definitivo de su partido al PSOE. De cualquier forma, este hombre, que perece querer quedar en un Peter Pan de la política, me cansa. Lo suyo es lo que les ocurre a quienes viven de la grandilocuencia y el aspaviento: que, al final, se vuelven previsibles.
Sin embargo y a pesar de todo, sería capaz de perdonarle si, finalmente, de la reunión de esta tarde sale un acuerdo para formar un gobierno de progreso que mande a Rajoy al rincón de la Historia, donde muchos creemos que debe estar. Hasta ahora la puesta en escena de Pablo Iglesias ha sido, eso cree él, vistosa, ahora le toca hacer que lo que dice se convierta en realidad.

miércoles, 6 de abril de 2016

POCO DE FIAR


Querría equivocarme, pero tengo la impresión de que Albert Rivera es como esos piratas de nuevo cuño que conducen su frágil patera, cargada de hombres y mujeres ilusionados con un nuevo futuro, hasta que, a la vista de la costa, les abandona para ponerse a salvo en solitario, dejándoles frente a ella, a sabiendas de que, con su actitud, lo más probable sea un naufragio. Y, si lo escribo, es porque cada vez tengo más claro que lo único que persigue Rivera es que el gobierno que se formen si es que llega a formarse, sea tan frágil como para quedar en manos del Partido Popular en la oposición o, en todo caso, de los intereses del IBEX 35,
Lo digo, porque la estrategia de Ciudadanos en este tramo final, ahora que Pablo Iglesias parece haberse caído del caballo y ha dejado de verse arrasando en unas nuevas elecciones, es la de un niño malcriado que, cuando no le gusta el resultado de la partida, vuelca el tablero para que, so no es él el ganador, no lo sea ninguno de los jugadores.
Ayer tuvieron Rivera y sus compañeros la oportunidad de demostrar su lealtad al pacto firmado con el PSOE colocándose junto al resto de fuerzas políticas frente a la Ley Wert que, salvo el ministro que el dio nombre, ahora en su exilio dorado en París, y su partido, aunque no todo su partido, nadie se ha atrevido a defender abiertamente. Un giro, éste de abstenerse en la proposición de ley para que no se implante la LONCE, que deja bien a las claras lo que se puede esperar dl nuevo partido de la derecha española.
Por si fuera poco, Juan Carlos Girauta, portavoz ayer del partido habló, en el papel de policía malo, de la entrada del partido de Rivera en un hipotético gobierno presidido por Sánchez, en lo que parecía una de esas rabietas de última hora que, como la exigencia de la vicepresidencia formulada por Pablo Iglesias casi a traición, no tiene otra finalidad que la de reventar el proceso. Algo tan poco ético y, sobre todo, tan poco operativo de cara a las conversaciones que se inician mañana, que el propio Girauta acaba de desdecirse y de culpar al mensajero, quitando valor a sus palabras poniéndolas en el contexto de “una larga rueda de prensa de veinticinco minutos.
No sé qué se puede esperar del encuentro a tres de mañana., Lo que tengo cada vez más claro es que Rivera que, una vez firmado el pacto con el PSOE, se dedicó a tratar de aislarle de la izquierda para hacer imposible un acuerdo que entonces, con el viento de las encuestas a favor de Pablo Iglesias, parecía sólo un desiderátum. Y, si lo hacía, era porque su verdadera intención era la de pastorear al PSOE con sus necesidades y las del propio Pedro Sánchez, hacia esa odiosa gran coalición que el PP, la derecha europea, las grandes corporaciones españolas y algunos jarrones chinos del propio partido socialista buscan desesperadamente para no perder sus privilegios.
Creo que es "de ley" agotar todas las posibilidades de formar un gobierno de base amplia que incluya a Ciudadanos, pero creo también que tal cosa es imposible y que lo que realmente desea la mayoría social es un gobierno estable que dé un giro radical a las políticas que tanto daño han hecho a este país. Ese gobierno es todavía posible y si algo es la política es hacer real lo posible, especialmente la felicidad y el bienestar de los ciudadanos.
Por eso creo que cualquier acuerdo de gobierno que descanse en Ciudadanos no puede durar, porque el partido de Rivera siempre estará al acecho para, cuando crea llegado el momento o cuando las encuetas se lo aconsejen, echarlo abajo y entregarse al PP, tal cual o renovado, porque Ciudadanos, lo siento, no me parece de fiar. 
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martes, 5 de abril de 2016

EL DINERO Y LAS REGLAS


Tiene toda la razón Íñigo Errejón cuando lo dice. Que los que tienen mucho dinero se pueden permitir saltarse las reglas es una obviedad, pero no por ello hay que dejar de decirlo y darlo por sabido. No hay más que ver la nómina de los titulares de las sociedades "offshore" desvelada en los "papeles de Panamá", una nómina que afecta sólo a los clientes de un despacho, el de Mossack y Fonseca, con doce jefes de Estado o primeros ministros, ciento veintiocho políticos, sesenta y un familiares de estos, además de futbolistas y actores y creadores. Cientos, miles, de nombres entre os que no está el de ninguno de los vecinos de mi calle, ni siquiera el del comerciante más próspero.
Lo más curioso es que, nada más hacerse pública la lista de algunos españoles pillados en ello y tras las primeras reacciones de "santa" indignación, comenzaron a llover las exculpaciones y las excusas, Excusas que casi iban todas en la dirección de "fue hace mucho tiempo" o la de "esas sociedades no han tenido nunca o hace mucho tiempo que no tienen actividad", excusas curiosas cuando de todos es sabido que esas sociedades cuestan dinero y que, si se compran, incluso con sedes vacías, es para algo, porque nadie se compra un apartamento al que nunca va a ir o que no va a alquilar.
Lo que no nos dicen es que todas esas sociedades fantasmas son algo más que oficinas destartaladas y llenas de polvo. lo que deberían decirnos es que son verdaderas pantallas o, mejor dicho, espejos con los que despistar o marear a las haciendas de los países de origen de las fortunas, las que abren a los contribuyentes de a pie una paralela por un "quítame allá diez euros" y pierden el rastro de quienes realmente defraudan y sangran el país en la sala de espejos de los paraísos fiscales que, como ideó el genial Orson Wells para la última escena de "La dama de Shangai", multiplican hasta el infinito el objetivo, haciendo imposible acertar al verdadero blanco, dejando a salvo a la dama y su marinero.
Y es que la cosa no es tan sencilla como parece. Hace falta una sofisticada red de sociedades y otra no más sencilla de testaferros profesionales que permite ocultar los patrimonios y esconder a sus verdaderos propietarios. Y para qué tanto esfuerzo y tanto coste. Supongo que hay muchas razones, pero no se me quita de la cabeza que, si hay tantos jefes de Estado no es precisamente para obras de caridad. Más bien me inclino a pensar que, para ellos, son como la lata en que se esconde la sisa de la compra, ese dinero de difícil justificación que se va acumulando y que resulta tan útil cuando vienen mal dadas y hay que cerrar la puerta por fuera.
Por eso estoy esperando una explicación de Pilar Borbón o de la Casa Real que la justifique y nos aclare el porqué de unas cuentas que se abrieron y se cerraron coincidiendo con momentos clave de la vida de su familia, especialmente relacionados con las fechas de principio y fin del reinado de Juan Carlos, su hermano.
Supongo que, como a toda persona decente, la sacudida que en mí han producido las revelaciones de estos "Papeles de Panamá" me ha llenado de indignación y preguntas. Preguntas como la de por qué no se investiga sistemáticamente a quienes acuden a estos despachos, a quienes ponen sus deberes para con hacienda en manos de asesorías y despachos de abogados especializados en derecho financiero que, a cambio de carísimas minutas, ahorran a estos contribuyentes a base de ingeniería y triquiñuelas una importante parte de los impuestos que corresponderían a la riqueza obtenida de o en nuestro país y que deberían revertir en el bienestar de sus conciudadanos.
Preguntas a las que, me temo, nadie dará respuesta, porque hay demasiados intereses creados y, lo que no es menor, porque hay mala conciencia, especialmente en el PSOE que ha hecho y deshecho leyes a la medida de los poderosos, unas veces directamente por encargo de los poderosos que tan generosamente les tratan, a ellos, no a sus votantes, y otras forzados por la presión externa sobre la deuda que hacen esos fondos de inversión y esos bonos que se alimentan del dinero que unos pocos esconden en sociedades fantasma en paraísos fiscales que "venden" despachos como el de Mossack y Fonseca.
Como dice Errejón, el dinero ayuda a saltar las reglas que debieran ser para todos y quienes se las saltan y quienes les ayudan a hacerlo debieran saber que todo tiene un límite y que, cuando lo único que queda es el miedo, el miedo también acaba por perderse.

lunes, 4 de abril de 2016

TALONES LEJANOS


No sé si hago bien en escribir sobre este asunto. Sobre todo después de tener noticia del comunicado de los hermanos Almodóvar, advirtiendo de vigilará lo que se publique respecto a su presencia en los nuevos papeles filtrados a  WikiLeaks y obtenidos de un despacho de abogados con sede en Panamá. No sé si hago bien en arriesgarme  a hablar de la presencia de sus nombres en algunos de esos once millones de documentos filtrados, junto a otras "personalidades" de la vida pública española que, en algún momento, han tenido o tienen dinero invertido en lo que se denomina sociedades "offshore", en español ultramar, algo que, hablando de capital, equivaldría a la tan criticada "deslocalización" de los medios de producción.
Aseguran en su comunicado los hermanos Almodóvar, que son los que más rápidamente y con más contundencia han reaccionado a las informaciones adelantadas por El Confidencial y La Sexta que están al corriente de pago de sus obligaciones fiscales en España y no será yo quien lo ponga en duda, porque, de otro modo, las garras de Montoro, no la lengua, que ya lo ha hecho, habrían hecho presa en él. No lo dudo, pero, a mis puritanos ojos de votante de izquierda, educado en una familia católica practicante, tener el dinero o parte del dinero en una de esas sociedades radicadas en pequeños países sin apenas población, llenos de bancos y sociedades que nada producen en ellos y que sólo mueven el dinero a la búsqueda de unas ventajas fiscales que, si no ilegales, si son poco o nada éticas.
Si he comenzado hablando de Almodóvar, ha sido porque, al margen de su advertencia, me provoca hacerlo la enorme decepción que en mí ha causado ver a Pedro Almodóvar, siempre rebelde, siempre al lado del progresismo, en una lista, junto a la tía del rey Felipe, la esposa del ex ministro Cañete y sus hermanos, los Domecq, o al maravilloso futbolista de turbias finanzas Lionel Messi. Nunca lo hubiese imaginado y aún me cuesta creer que lo haya hecho, no porque no le crea capaz de hacerlo, sino por el daño en su imagen que provoca en sus admiradores. No me han sorprendido tanto otros nombres como los de Pilar Borbón, hermana del rey Juan Carlos y esposa de uno de los fundadores de un importante despacho de abogados que se ofrece diciendo que "tiene como objetivo aportar valor a nuestros clientes mediante estrategias legales innovadoras y de éxito". Tampoco me sorprendió en el caso de Micaela Domecq y sus hermanos, porque Micaela y su marido, Miguel Arias Cañete, hoy comisario en Bruselas han estado al frente de empresas de ética dudosa, como esas gasolineras piratas ancladas frente a nuestras costas que suministran a cuantos buques lo demandan combustible barato procedente de Gibraltar.
Y qué decir de Messi y su padre que han vuelto a traicionar una vez más la imagen que del jugador del Barça tienen sus seguidores. Ya quisiera yo que su ética en la vida real fuese la décima parte de su genialidad en el campo. Messi y los demás son de esos que piensan que lo suyo es suyo y que no se paran a pensar que sus taquillazos, sus derechos de imagen, sus salarios, los suculentos beneficios de sus negocios o sus asignaciones provienen de lo que pagamos el resto de ciudadanos en impuestos o en entradas, ciudadanos que las están pasando de todos los colores, entre otras cosas, porque en la vieja Europa y no sólo en ella, llevarse a las islas Vírgenes, las Caimán o cualquier otra la espuma del beneficio que sobrenada de la fermentación de los ciudadanos que dependen de un pequeño negocio, una pensión o una nómina.
Almodóvar tiene todo el derecho a defenderse de que su nombre figure, junto al de personajes tan siniestros como Putin o algún otro de los que han aparecido en la nómina de los papeles del despacho Mossak & Fonseca, una especie de supermercado de trampas financieras. Tiene tanto dinero a hacerlo como nosotros a cabrearnos después de saber de sus "talones lejanos". Yo, le pese a quien le pese, con esas “advertencias” o sin ellas, pienso seguir diciendo que, aunque ahora esté en paz con la ley, lo suyo en aquellos años de su particular “boom” no fue ético.