martes, 5 de abril de 2016

EL DINERO Y LAS REGLAS


Tiene toda la razón Íñigo Errejón cuando lo dice. Que los que tienen mucho dinero se pueden permitir saltarse las reglas es una obviedad, pero no por ello hay que dejar de decirlo y darlo por sabido. No hay más que ver la nómina de los titulares de las sociedades "offshore" desvelada en los "papeles de Panamá", una nómina que afecta sólo a los clientes de un despacho, el de Mossack y Fonseca, con doce jefes de Estado o primeros ministros, ciento veintiocho políticos, sesenta y un familiares de estos, además de futbolistas y actores y creadores. Cientos, miles, de nombres entre os que no está el de ninguno de los vecinos de mi calle, ni siquiera el del comerciante más próspero.
Lo más curioso es que, nada más hacerse pública la lista de algunos españoles pillados en ello y tras las primeras reacciones de "santa" indignación, comenzaron a llover las exculpaciones y las excusas, Excusas que casi iban todas en la dirección de "fue hace mucho tiempo" o la de "esas sociedades no han tenido nunca o hace mucho tiempo que no tienen actividad", excusas curiosas cuando de todos es sabido que esas sociedades cuestan dinero y que, si se compran, incluso con sedes vacías, es para algo, porque nadie se compra un apartamento al que nunca va a ir o que no va a alquilar.
Lo que no nos dicen es que todas esas sociedades fantasmas son algo más que oficinas destartaladas y llenas de polvo. lo que deberían decirnos es que son verdaderas pantallas o, mejor dicho, espejos con los que despistar o marear a las haciendas de los países de origen de las fortunas, las que abren a los contribuyentes de a pie una paralela por un "quítame allá diez euros" y pierden el rastro de quienes realmente defraudan y sangran el país en la sala de espejos de los paraísos fiscales que, como ideó el genial Orson Wells para la última escena de "La dama de Shangai", multiplican hasta el infinito el objetivo, haciendo imposible acertar al verdadero blanco, dejando a salvo a la dama y su marinero.
Y es que la cosa no es tan sencilla como parece. Hace falta una sofisticada red de sociedades y otra no más sencilla de testaferros profesionales que permite ocultar los patrimonios y esconder a sus verdaderos propietarios. Y para qué tanto esfuerzo y tanto coste. Supongo que hay muchas razones, pero no se me quita de la cabeza que, si hay tantos jefes de Estado no es precisamente para obras de caridad. Más bien me inclino a pensar que, para ellos, son como la lata en que se esconde la sisa de la compra, ese dinero de difícil justificación que se va acumulando y que resulta tan útil cuando vienen mal dadas y hay que cerrar la puerta por fuera.
Por eso estoy esperando una explicación de Pilar Borbón o de la Casa Real que la justifique y nos aclare el porqué de unas cuentas que se abrieron y se cerraron coincidiendo con momentos clave de la vida de su familia, especialmente relacionados con las fechas de principio y fin del reinado de Juan Carlos, su hermano.
Supongo que, como a toda persona decente, la sacudida que en mí han producido las revelaciones de estos "Papeles de Panamá" me ha llenado de indignación y preguntas. Preguntas como la de por qué no se investiga sistemáticamente a quienes acuden a estos despachos, a quienes ponen sus deberes para con hacienda en manos de asesorías y despachos de abogados especializados en derecho financiero que, a cambio de carísimas minutas, ahorran a estos contribuyentes a base de ingeniería y triquiñuelas una importante parte de los impuestos que corresponderían a la riqueza obtenida de o en nuestro país y que deberían revertir en el bienestar de sus conciudadanos.
Preguntas a las que, me temo, nadie dará respuesta, porque hay demasiados intereses creados y, lo que no es menor, porque hay mala conciencia, especialmente en el PSOE que ha hecho y deshecho leyes a la medida de los poderosos, unas veces directamente por encargo de los poderosos que tan generosamente les tratan, a ellos, no a sus votantes, y otras forzados por la presión externa sobre la deuda que hacen esos fondos de inversión y esos bonos que se alimentan del dinero que unos pocos esconden en sociedades fantasma en paraísos fiscales que "venden" despachos como el de Mossack y Fonseca.
Como dice Errejón, el dinero ayuda a saltar las reglas que debieran ser para todos y quienes se las saltan y quienes les ayudan a hacerlo debieran saber que todo tiene un límite y que, cuando lo único que queda es el miedo, el miedo también acaba por perderse.

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