jueves, 7 de abril de 2016

EL GESTO Y LA REALIDAD


A Iglesias le ha llegado la hora. Nunca como hoy el líder de Posemos se jugará al mismo tiempo su propia credibilidad y nuestro futuro. Iglesias, que parece demasiado condicionado por las series que ve, es muy dado a  fundir en negro y reaparecer en otra escena después de un salto en el tiempo o en el espacio y, por si fuera poco, esta imbuido del ritmo trepidante que imprime la sintaxis televisiva, de modo que después de tanto cambio de plano y de tantas escenas y tan distintas, corría el peligro, no ya de saltarse el eje, desconcertando a sus votantes, sino de perder el raccord apareciendo en pantalla diciendo unas veces una cosa y otras la contraria. 
Iglesias se ha expuesto demasiado a los medios lo que es lo mismo y, por seguir con la fotografía y el cine, se ha sobreexpuesto y se ha quemado. Ha sembrado su corta pero intensa vida pública con tantas afirmaciones, con tantas "verdades absolutas" que luego el día a día deja sin valor, que vive en medio de un campo de minas que tiene que ir desactivando cada día y a cada paso. Sin ir más lejos, aquella, recordáis, en la que aseguraba que en la negociación de cualquier s acuerdo a que llegasen con otras fuerzas políticas habría una cámara web, para que cualquier ciudadano pudiese seguirlas en directo, algo que no llegó a cumplirse, y me alegro, porque, él mismo es un ejemplo, bajo las cámaras se sobreactúa y se está más pendiente del gesto que de lo que realmente importa.
Ayer, por ejemplo, tuvimos un lamentable ejemplo en el pleno del Congreso en el que Rajoy tuvo que justificar su firma al pie del miserable acuerdo de los veintiocho socios de la Unión Europea para la deportación de refugiados, en contra de lo acordado por el propio Congreso. En él, Iglesias se enceló con Albert Rivera, y Rivera con él, escenificando más bien y, por desgracia, de cara a la galería y a los suyos, el desencuentro que, casi todos lo suponemos, se va a producir hoy en la reunión a tres que van a mantener sus partidos con el de Pedro Sánchez.
La pelea de gallos, o de “cuñados", que ambos nos brindaron, nos privó, salvo honrosas excepciones del adecuado seguimiento en los medios, de la intervención de la diputa de Esquerra, Ana María Surra, que llegó a España huyendo de las dictaduras uruguaya y chilena y que reprochó a Rajoy no saber de qué hablaba cuando hablaba de refugiados en uno de los momentos más emotivos y esclarecedores de lo que va de legislatura.
Ese es, a mi modo de ver, el error no sólo de Iglesias, pero especialmente de él, el de preferir el ruido a las nueces, el de buscar en algunas, demasiadas, de sus intervenciones y comparecencias ante los medios, más ese ruido que contenidos y soluciones reales. Tengo la impresión de que Pablos Iglesias ha pasado directamente de la asamblea a la campaña electoral, sin pararse a pensar que, en algún momento, eso que se dice, se exige y se promete alguna vez hay que ponerlo en práctica y, para ello hay que ser algo más que una mosca cojonera, porque el mundo real está formado por millones de ciudadanos con sus problemas, sus necesidades y sus aspiraciones y apenas dos o tres centenares de periodistas, tontos útiles en apariencia, pero que, en realidad, justifican la propia existencia en la suya.
Esta tarde, Iglesias se significa, una vez más. Esta vez formando parte, mejor dicho, presidiendo el equipo negociador de Podemos que se sentará con los de Ciudadanos y PSOE, en un gesto difícil de interpretar, porque pareciera que desautoriza al que lo encabezaba hasta ahora, Íñigo Errejón, o, por qué no decirlo, porque hoy quiere estar ahí por si, como parecen apuntar los pronósticos, se produce el acercamiento definitivo de su partido al PSOE. De cualquier forma, este hombre, que perece querer quedar en un Peter Pan de la política, me cansa. Lo suyo es lo que les ocurre a quienes viven de la grandilocuencia y el aspaviento: que, al final, se vuelven previsibles.
Sin embargo y a pesar de todo, sería capaz de perdonarle si, finalmente, de la reunión de esta tarde sale un acuerdo para formar un gobierno de progreso que mande a Rajoy al rincón de la Historia, donde muchos creemos que debe estar. Hasta ahora la puesta en escena de Pablo Iglesias ha sido, eso cree él, vistosa, ahora le toca hacer que lo que dice se convierta en realidad.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Es una oportunidad histórica...