Lo vi escrito en una pared, en una pintada ácrata que, como
casi todas las consignas de quienes creen más en el hombre que en el sistema.
era clara, sencilla e inapelable. Se me vino al pensamiento tras conocer la
valiente decisión de la fiscalía de Santiago de Compostela que, tras estudiar
la demanda presentada por familiares de seis enfermos de hepatitis C,
fallecidos después de que la Consellería de Sanidade les negase "por
razones presupuestarias" el costoso tratamiento son Sovaldi prescrito por
sus médicos. No sé en qué basará la defensa de los dos altos cargos de la Xunta
investigados, pero no hay que ser muy despierto para suponer que, como los
guardias civiles que asaltaron el Congreso de la mano de Tejero, alegaran la
obediencia debida con la misma naturalidad que Cristóbal Montoro achacó a la
compra de tan carísimo como eficaz medicamento parte de la desviación del
déficit y, con ello, tratarán de marcharse "de rositas".
Quien hizo la pintada tiene toda la razón, nuestro problema
no es la crisis, nuestro problema, nuestro mayor problema es la obediencia, esa
obediencia ciega, cuando no interesada, a quien toma decisiones obedeciendo a
su vez a quien las toma obedeciendo las injustas consignas que vienen de
Bruselas. Pero, claro, una carrera política es una carrera política y no hay
que echarla a perder por tener un poco de humanidad a la hora de tomar
decisiones tan graves.
Supongo que será eso lo que aleguen pero, al menos a mí, me
va a costar creerles, porque no me cabe en la cabeza que todo un director
general de Asistencia Sanitaria y toda una subdirectora general de
Farmacia, con juramento hipocrático o sin él, puedan tomar una decisión
como esa a sabiendas de que estaba en juego la vida de ocho seres humanos,
Estos altos cargos se saltaron sus propios protocolos, supongo que para obtener
el "bien mayor" de cuadrar las cuentas, una decisión injusta a todas
luces que les coloca ahora bajo la acusación de prevaricación.
Se da además la circunstancia de que un enfermo de Lugo
salvo la vida porque la doctora que le atendía antepuso la salud de su paciente
al protocolo y "puenteó" a los dos altos cargos investigados,
escribiendo repetidamente a la entonces consejera que, finalmente, autorizó el
tratamiento. No sé qué podrán estar pensando los médicos que atendieron a los
seis pacientes fallecidos, pero seguro que, de poder
hacerlo, ahora mandarían el procedimiento al carajo.
Obedecer no siempre es bueno, obedecer, entiéndaseme,
reglamentos y normas injustas, obedecer a quienes se refugian detrás de un
escritorio, dos o tres secretarias y un cargo para quedarse sordos y ciegos
ante la injusticia, obedecer a quien es incapaz de librar de los presupuestos
el dinero necesario para salvar seis vidas y se lo gasta en una campaña
publicitaria, no siempre necesaria, no siempre honrada.
A quien únicamente hay que obedecer siempre es a la propia
conciencia, una conciencia educada en el respeto por el bienestar de los demás,
sea cual sea su origen, una conciencia que nunca se plantee qué pierde y que
gana en cada decisión, una conciencia clara que permita sostener ante el espejo
lo que se dice en público, una conciencia que, por las noches, nos deje cerrar
los ojos y dormir.
Supongo que, para el fiscal que ha pedido que se investigue
a estos altos cargos de la Xunta, lo más fácil hubiese sido obedecer las viejas
maneras y someterse a ese dejarse llevar que, hasta ahora, ha garantizado una
carrera plácida, quizá aburrida, pero con final feliz. Sin embargo, ha tomado
la valiente decisión de salirse del carril y nos ha demostrado que, a veces, el
problema está en obedecer sin pararse a pensar si la norma que obedecemos es
justa.
1 comentario:
Interesante reflexión...
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