Ahora que parece que vamos de cabeza a unas nuevas
elecciones, después de que los partidos no hayan sido capaces de ponerse de
acuerdo para formar gobierno, nos golpea cada día el pasado, un pasado más o
menos remoto, un viaje a los tiempos en que, para algunos, todo el monte era orégano,
aquellos tiempos en que un ministro socialista, o eso decían él y su partido,
declaraba a bombo y platillo que España era el país donde resultaba más fácil
enriquecerse. Son los años ochenta, los años de los grandes
"pelotazos", de la compraventa de bancos y empresas que, gracias a la
filtración de los papeles del despacho Mossack-Fonseca, nos llevan de excursión
a una España casi obscena de la que, para nuestra desgracia, aún quedan
resabios y vestigios.
Vivíamos los años de resaca de la reforma fiscal de
Fernández Ordóñez, los años de aquel Hacienda somos todos, pero está claro que
pocos, salvo aquellos que estábamos sujetos a una nómina, cumplían a gusto con
su "patriótico deber" de pagar los impuestos, porque, por desgracia,
para muchos la patria termina donde acaba la bandera. Eran los tiempos en los
que la gente que nunca lo había hecho, por fin, tenía que cobrar y pagar a
través de facturas, tiempos en que las asesorías fiscales comenzaron a brotar
como hongos en nuestros barrios, cada uno de ellos a la medida de los vecinos
de ese barrio, apenas gestorías en el mío suntuosos despachos con nombres todos
parecidos con un pomposo "y asociados" al otro lado del río.
Fueron los años en que el viaje que muchos hacíamos a
Francia o a Andorra para comprar a mejor precio lo que aquí no existía o tenía
precio prohibitivo, lo hacían otros a la inversa con maletines, bolsos y
mochilas cargados de billetes, años en que, como mucho, algunos despachos se
ofrecían a pasar ellos mismos el dinero, años en que, todavía, el dinero no era
de plástico ni, mucho menos, electrónico. Años en los que lo que algunos
ganaban aquí acababa indefectiblemente en un bando de Andorra o Suiza, años en
los que la gente, alguna gente, no salía de esos paraísos montañosos y no precisamente
por la nieve.
Pero los tiempos, ya se sabe, adelantan que es una
barbaridad y Andorra, también Suiza, se quedaron pequeñas para el egoísmo y la
codicia de algunos y los horizontes de los defraudadores se ampliaron hasta el
punto de que el mapa mundi se llenó de pequeñas islas paradisíacas, incluso en
las frías aguas del Canal de la Mancha, muchas bajo la Union Jack, la bandera
casi pirata del Reino Unido. A partir de entonces, en vez de hablar de las
vacaciones o el servicio, en los refinados clubes de golf o hípica, comenzó
a hablarse de abogados, asesores financieros y paraísos, de modo que no tener
uno u otro podía ser considerado un signo de mediocridad u horterez.
Lo más curioso es que este pasado nos ha vomitado encima
mientras nos gobierna o hace que nos gobierna, valga la redundancia, un
gobierno en funciones, algo así como un gobierno sin conciencia, capaz de
justificar estos mecanismos y estos países. Y no me extraña, porque uno de sus
ministros, el que lleva toda una legislatura sirviendo a las eléctricas y
petroleras, imponiendo desde el ministerio y para ellas el contradiós de cobrar
un impuesto al sol, tuvo, y quién tuvo retuvo, relación con una de esas
sociedades "offshore" en Bahamas, gestionada desde Panamá, para
determinadas operaciones de la empresa familiar, sin que José Manuel Soria, el
ministro de marras, haya sido capaz de dar, salvo negarlo todo, una explicación
razonable a la aparición des u nombre en los papeles del ya famoso despacho
Mossack-Fonseca.
Por si fuera poco, ayer también nos desayunamos con otros
dos nombres, los de los "primos" de la jet society española, los
Albertos, que llegaron a figurar entre los ricos más ricos, no ya del país,
sino del mundo, implicados también en los papeles. Demasiados sobresaltos que
dejarían ya poco lugar a la sorpresa, pero que cada día se superan, en este u
otro asunto, como ocurrió ayer con la detención del inefable Mario Conde que,
creyéndose quizá ya seguro, había comenzado a repatriar su fortuna en el
extranjero o, al menos, parte de ella en unos movimientos detectados por la
Guardia Civil y la fiscalía tras denunciarse un trasvase de 600.000 euros desde
Suiza, en cumplimiento de las leyes contra el blanqueo que, quizá pillaron al
banquero en prisión, interesándose por el budismo.
Suficiente todo para un buen cocido, pero, como cada santo
tiene su octava, amanecemos hoy con otro personaje "retratado" en los
papeles de Panamá, éste "calentito", como recién sacado del horno,
porque Bertín Osborne, el inefable Bertín Osborne, estrella hasta hace dos días
de le Televisión Pública, la que se paga con nuestros impuestos, aun siendo un
importante moroso de esa Hacienda que somos todos, y que reactivó hace dos
meses una empresa gestionada en ese despacho, muy probablemente mientras tenía
como invitado en su programa-horterada a Mariano Rajoy, presidente del gobierno
del estado al que debe, esta vez sí, tanto.
De qué hablarían fuera de los focos ese tipo tan inane que,
cómo Franco, archiva sus asuntos en dos carpetas, la de los que se van a resolver
solos y la de los que ya se han resuelto. Me inclino a pensar, dada la
compresión y permisividad mostrada por su gobierno frente a los
"panamitos", de hablaron de si "en tu paraíso o en el mío". Bonita conversación entre un político "pasmao" y un "niño bien" de sesenta y tantos que no sabe encender la "vitro" pero sabe dónde esconder su "pasta" y es capaz de creer que nos vamos a tragar lo de que estaba dispuesto a engañar a Hacienda para pagarle sus deudas.
1 comentario:
Está claro que en todas partes cuecen habas...
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