lunes, 9 de mayo de 2016

CON E DE EGOÍSMO



Entre las efemérides de hoy lunes 9 de mayo, está la de la firma de la entrada de España en el Mercado Común, entonces, y veintiséis años más de la proclamación de la denominada "Declaración Schuman", que, inspirada por los franceses Robert Schuman y Jean Monnet, puso las bases para lo que hoy es la Unión Europea, pese a que lo que la Unión que hoy conocemos tenga poco que ver con el sueño de aquellos dos estadistas que vieron en ella la mejor manera de restañar las heridas de una guerra que hacía apenas cinco años antes asoló Europa.
No es una fecha redonda, de esas que a los periodistas nos gusta, en realidad nos viene bien, recordar. Sin embargo, este año coincide con la intención manifestada por Austria de levantar fronteras físicas con Italia, para impedir que quienes huyen, no de Siria o de cualquier otro escenario de guerra, sino de la muerte, la injusticia y la imposibilidad de construir una vida en libertad. También coincide con la certificación hecha ayer por el parlamento griego de que sus ciudadanos, como nosotros mismos, son europeos de segunda, buenos camareros, buenos haciendo camas de hotel o cocinando, buenos quizá enamorando turistas de uno y otro sexo, pero no merecedores del bienestar que les prometieron para atraerles al círculo de las estrellas.
De aquel sueño que fue creciendo poco a poco, primero como comunión de intereses comerciales, casi como cooperativa de países, después como un proyecto de federación de países que hicieran del continente una especie de Estados Unidos de Europa, potente, influyente y rica, capaz de competir con los del otro lado del Atlántico. Un sueño posible y atrayente, mientras el muro, el telón de acero, como fue llamado en plena guerra fría, cruzaba el continente, de norte a sur, como una cicatriz. 
Pero el muro cayó y todos vimos que al otro lado apenas había nada y el gran capital y quienes le han servido siempre ya no tuvieron motivos para disimular, la Europa "roja", la del Este, paso de ser una vieja y misteriosa enemiga a convertirse en mercado y los estados de este lado pasaron de fabricar aviones y carros de combate con los que atacarles o con los que defendernos de quienes estaban al otro lado, nuestros siniestros vecinos, a fabricar coches, televisores y todo tipo de electrodomésticos para vendérselos.
Por eso, la vieja Europa "improvisó" una precipitada entrada de esos países del Este, muy al gusto de Alemania que siempre se sintió un poco sola en la Europa de los seis o de los doce, por eso se hizo la vista gorda ante gobiernos y constituciones no suficientemente homologadas y por eso ha sido por ese flanco que se ha descosido el traje de una UE engordada precipitadamente.
Desde hace un año, los pecados de hipocresía de esta Europa que, junto a los Estados Unidos, dice combatir a los regímenes tiránicos y lo dice, presuntuosa, con grandes gestos, mientras cierra a cal y canto sus fronteras a quienes padecen las consecuencias de la vampirización de los pozos de gas y de petróleo, esta vieja Europa es incapaz de ofrecerles una esperanza de vida, sólo frío, barro y hambre, a las puertas del paraíso.
Una vieja Europa, que se ha vuelto avara y desconfiada, que esconde sus riquezas en los armarios, en los cajones, envueltos en retórica, himnos y banderas, mientras a sus puertas lloran los niños y tras de ellas crece la desigualdad y se alimenta el odio. Una vieja Europa en manos de la banca y las grandes multinacionales que se comen nuestro bienestar y nuestra felicidad para defecarlos en las letrinas de los paraísos fiscales, desde donde alimentan nuevas crisis y nuevas guerras. Una vieja Europa que ha pasado de sueño a pesadilla, convenientemente alimentada con el egoísmo insolidario de gobiernos elegidos con nuestros votos. Una Europa que hoy se escribe con E de egoísmo.

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