martes, 28 de junio de 2016

CASTIGOS


No hay vuelta de hoja. Los ciudadanos españoles han castigado con su voto o con su abstención a quienes desperdiciaron hace cinco meses la oportunidad de constituir un gobierno capaz de impulsar el cambio que este país, mejor dicho, la gente de este país, necesitan para vivir con dignidad, tanto como el aire que respira.
El cambio que reclamaba Pedro Sánchez en su campaña lo tuvo en su mano, ese cambio del SÍ que pedía, a gritos a veces, lo tuvo en su mano y prefirió decirle NO, porque él o sus padrinos  tuvieron miedo de emprenderlo con quien podían y prefirieron esconderse tras el escudo naranja que puso a su disposición Albert Rivera, con la esperanza de ser el lazo de esa "gran coalición" tan querida por las grandes corporaciones y por el estómago neo liberal de la UE que lleva tantos años comiéndose la merienda de los trabajadores y las clases medias de Europa.
Lo tocamos con la punta de los dedos, pero les dio miedo. Les dio miedo tener que ponerse manos a la obra para corregir tantas injusticias como se han "perpetrado" en este país desde que, va ya para cinco años, el Partido Popular tomó, por un ataque de cuernos de los españoles, las riendas de este país. Lo tuvimos en la pinta de los dedos y el PSOE tampoco Podemos tuvo la grandeza de compartir el nuevo diseño de este país con una fuerza emergente que sorprendió a propios y extraños tiñendo de morado una gran parte del hemiciclo del Congreso.
Pero tampoco tuvo Podemos la grandeza o la cintura necesarias para borrar sus "líneas rojas" o para no traspasar las de los otros, haciendo gala de una intransigencia que frustró el sueño de tantos con la vana esperanza, así se acaba de demostrar, de crecer y crecer hasta sobrepasar a los socialistas y así forzar un gobierno con su presidencia. Una intransigencia, la suya, que sumada a la de Ciudadanos conllevó el bloqueo a un pacto imposible, en el que los socialistas mostraron a las claras su cara más conservadora, que la tienen, y el peso que, también en el PSOE, tienen las grandes corporaciones.
Todos, en mayor o menor medida, han recibido su castigo en las urnas. Así, el PSOE de Sánchez ha abierto más la herida por la que se desangra, perdiendo cinco escaños más, a pesar de que mejora sus resultados en algunas provincias. Ha perdido Albert Rivera que se ha dejado casi la cuarta parte de sus diputados en esta "segunda vuelta" de aquellas elecciones de diciembre y ha perdido, sobre todo y a pesar de mantener sus escaños, la coalición Unidos Podemos que, a pesar de conservar el mismo número de escaños, se ha dejado un millón de votos en la "aventura".
Todos han perdido. Todos han tenido el merecido castigo a sus pecados en las urnas. Todos, menos el PP que, siguiendo la pauta de conducta de su líder, el inmutable Rajoy, ha recibido más de una veintena de diputados como premio a su inmovilidad, como las arañas, los reptiles y los pulpos reciben el premio de su presa tras horas de permanecer inmóviles en su rama, en su cueva o pagados al fondo, aguantando casi la respiración hasta que tienen a su víctima a su alcance y lanzan sobre ella su lengua pegajosa o envenenada, su aguijón o sus tentáculos.
El PP ha sido el único partido que no ha sido castigado en las urnas. Más bien al contrario. Por eso, tenemos que confiar en que su castigo sea de otra índole, por ejemplo, el castigo judicial a todos sus "crímenes", que son muchos y muy variados. Crímenes de corrupción, crímenes electorales o esos otros crímenes de Estado, los más odiosos, en los que pone a su servicio las fuerzas policiales o las de la Justicia a su servicio.
Un castigo merecido, en el que la prensa debiera jugar un papel primordial, aunque, después de escuchar al ministro Fernández Díaz y el indeseable director de la Oficina Anti Corrupción de Cataluña, pasando revista a sus huestes periodísticas, a uno se le desvanezcan las esperanza. Todos hemos sido castigados, nosotros también, porque hasta que no aprendamos que, por un escaño, la derecha moviliza asilos y conventos, y que, con la abstención, los primeros castigados somos nosotros, no habrá nada que hacer.