Escuchaba hace dos días al siempre genial escritor gallego
Juan Tallón relatar cómo le tocó sufrir el asalto de una empleada de su banco
empeñada en venderle un crédito, un asunto que Tallón calificaba de
"atraco por el procedimiento de llenarte de dinero los bolsillos".
Magnífica definición que nadie que haya recibido y tenido que pagar un préstamo
podría desmentir. Pues bien, nada más parecido a lo que ha hecho la
prensa con Unidos Podemos, poniendo una diana sobre la coalición, con
todas esas embriagadoras encuestas que predecían su fácil triunfo sobre el
PSOE. Eso que imprudentemente hemos llamado "sorpasso", sin caer en
la cuenta de que tal palabreja está maldita, porque, como dice mi amigo
Orentino, el sorpasso siempre desemboca en un triunfo de la derecha.
Es aquí, en lo que tiene que ver con las encuestas, donde, a
mi juicio, entra en juego la teoría de la relatividad de Einstein, el genio que
nos enseñó que nada está quieto y que todo está en relación con la posición
cambiante del observador. Porque eso es lo que ha pasado con las encuestas que
dejan de tener valor en cuanto son conocidas por el observador que, ante ellas,
cambia de posición y, por tanto, las altera.
Esa es, yo creo, una de las claves. Tanta encuesta
prediciendo el "subidón" de Unidos Podemos tuvo como consecuencia la
llamada "a rebato" de PP y PSOE que movilizaron todos sus recursos y
a todos sus fieles contra "el populismo extremista" de Podemos y sus
nuevos aliados, los viejos comunistas que, de ese modo y con el odio eterno
contra ellos, jurado de antemano por Ciudadanos, convirtió a la coalición en
objetivo único de los demás, dolorosamente incluido el de los
"compañeros" socialistas.
Una vez descontado el daño que las encuestas triunfalistas
han podido hacer a Unidos Podemos, hay que tener en cuanta otro importante
factor que no es otro que el terremoto mediático provocado por el Brexit, del
que en las cuarenta y ocho horas previas a la jornada del domingo se hicieron
sólo lecturas más que interesadas, atribuyéndoselo al extremismo populista y
señalando, sin decirlo, también a Unidos Podemos, dando a entender que, con
ellos en el poder, no sería descartable que España saliese de la Unión Europea.
Pero, además, todo el tiempo y el espacio dedicado al Brexit se restó del que
era lógico esperar que se dedicase a un último día de campaña y aun escándalo,
el de la conspiración del ministro Fernández Díaz contra los independentistas
catalanes, a mi modo de ver, junto con el de los vínculos del GAL con los
gobiernos de Felipe González, el más grave atribuido a un gobernante en la
reciente democracia española.
El Brexit barrió de los titulares y de las primeras
cualquier alusión a tan sucio asunto. También a los nuevos casos de corrupción
en Valencia, como trece millones destinados por los gobiernos populares de
Valencia a torneos de golf conectados con la trama Púnica. El Brexit y la
tormenta desatada en las bolsas de medio mundo enterraron y bien enterrados uno
y otro asunto, sacándolos de un debate electoral, prácticamente desaparecido.
Estoy seguro de que muchos españoles fueron a votar
asustados por las consecuencias, reales o sólo presentidas, que, en su puesto
de trabajo o en sus ya castigadas inversiones en Bolsa, un triunfo de la
izquierda progresista, un miedo alimentado por el desplome del IBEX 35 el mismo
viernes, un miedo aderezado, como casi todos los miedos, por unas gotas de
egoísmo, que llevó a muchos votantes a correr su voto a la derecha y a cerrar
filas a los más asustados con el dontancredismo de Rajoy, borrando la sonrisa
del rostro de Rivera y a muchos hipotéticos votantes de Podemos a refugiarse en
el "valor seguro" de Pedro Sánchez quién otra cosa no tendrá, pero
suerte tiene para dar y regalar.
No ha sido sólo una la causa de los decepcionantes, al menos
lo son para mí, resultados de ayer. Creo que ha sido una fatal conjunción
planetaria, del tamaño de aquella que anunciara Leire Pajín, la que guio la
mano de muchos votantes y dejó a otros en casa o en la playa o la piscina. Han
sido varias, ha sido la relatividad de las encuestas, ha sido el sobresalto del
Brexit, ha sido el miedo a lo bueno que nos queda por conocer, hartos ya de o
malo que conocemos, ha sido también el miedo egoísta a que lo invertido en
bolsa se esfume, un medo que el parqué ya ha conjurado. Ayer vi muchas monjas en mi colegio electoral, monjas que no veo por la calle, vi también muchos ancianos que a duras puenas pueden moverse o saber quienes son. La ley les permite votar y no me quejo, pero ahora, sólo espero que alguien diga, como dijeron a propósito del Brexit que los viejos les han robaron ayer el futuro a nuestros jóvenes, especialmente a los que están en el extranjero y, una vez más, les han robado el voto.
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