viernes, 15 de julio de 2016

INJUSTICIA Y TERROR


Cuando ayer me fui a la cama, aún no sabía nada de la tragedia que acababa de ocurrir en Niza. Me acosté y, de hecho, hoy me he levantado pensando en escribir sobre lo lejos que están los gobiernos de nosotros, los ciudadanos. Pensaba en que hace ya años, décadas, que estos gobiernos tienen poco o nada que ver con quienes les votan, que le único que esperan de aquellos para quienes dicen gobernar es que les voten una y otra vez y, para ello, trampean con los presupuestos, las obras públicas y los impuestos para que un puente, una carretera o unos pocos euros en el bolsillo de casi todos, que se convierten en bastantes más en los de unos pocos, bastan para tapar todos los desmanes anteriores y hacer creíbles promesas inverosímiles.
Pensaba, por ejemplo, en lo que le cuesta a una izquierda que hace demasiado tiempo no se comporta como tal, unirse al resto de la izquierda, ahora que puede, para formar un gobierno que subvierta este estado de cosas tan injusto que ha devuelto a nuestro país, el hambre y la desigualdad. Pensaba en qué es lo que les ha llevado a dejarse acunar en los brazos del capital más salvaje, uno que ni siquiera Marx y Engels llegaron a imaginar, para, engatusados por los halagos y las migajas de la mesa de los poderosos, dejarles hacer y deshacer a su antojo leyes que, luego, ni siquiera respetan.
Me fui a la cama pensando que quien debía haber velado para que los europeos todos, también los griegos, también los portugueses, también nosotros, viviésemos en la mejor Europa posible, a salvo de los vaivenes de la política y la economía, el miserable, ya puedo decirlo, anfitrión del aquelarre de las Azores, el amoral José Manuel Durao Barroso, era, en realidad, un tapado de la banca que trajo la desgracia al mundo, con la basura tóxica de sus hipotecas-basura, de la banca que maquilló las muy oscuras cuentas griegas, empujando al país mediterráneo y al resto de la Europa mediterránea hacia el abismo de la crisis y la miseria, el ex presidente de la comisión, se marchaba, no a casa, sino al lujo de un despacho, desde el que seguir trabajando contra quienes debería haber defendido, cobrando de esos a los que ha engañado y pretende seguir engañando, una pensión mensual que supere lo que reciben muchos europeos después de toda una vida de trabajo.
Me fui a la cama pensando que esto no puede durar mucho más y que, si no es desde la política, será desde otro ámbito como se cambiará o se intentará cambiar este estado de cosas, este mundo desigual que se parece demasiad a una olla a punto de reventar.
Me acosté pensando en todo eso y me he levantado con el sobresalto provocado por quienes también creen que este mundo no es posible, con un ejemplo de hasta dónde puede llegar la desesperación humana o el uso que algunos pueden hacer de ella, hasta donde llega la codiciosa ceguera de unos que provoca la rabia ciega de otros, llevándose por delante la vida y la felicidad de quienes, quizá, no tienen nada que ver con una ni con otra.
Barbaridades como la de anoche llevan a gobernantes poco inteligentes y demasiado comprometidos con oscuros intereses a responder al terror con más terror, a responder a las bombas y los asesinatos con bombardeos y asesinatos indiscriminados, daños colaterales les llaman, que volverán  alimentar la espiral del odio y la violencia indiscriminada, una espiral en la que sólo ganan las petroleras, las grandes constructoras, las empresas que venden falsa seguridad y, sobre todo, quienes amasan fortunas con la sangre de las víctimas de las armas que fabrican. Y ganan, también, quienes sólo saben responder con venganzas y odio a quienes odian también a quienes dicen defender, porque les convierten en rehenes de la desconfianza y la marginación de sus vecinos.
Unos y otros saben muy bien lo que hacen. Unos y otros saben de sobra que no es con dolor como se combate el dolor, que no es con odio que se acaba con el odio. Saben muy bien cuantos más desheredados haya en la tierra más gente habrá que, sin armas, sin bombas, con un camión, un coche, una motocicleta o un cuchillo de cocina tratarán de acabar con su rabia. Saben de sobra que, si siguen sembrando injusticia, no tardarán en aparecer nuevos mártires capaces de sembrar de sangre y dolor el escenario de lo que debería haber sido una fiesta. Saben de sobra que recluyendo a los jóvenes hijos de inmigrantes, jóvenes sin futuro, en guetos desolados y desoladores, cuando se les niega la esperanza, se les pone en la vía del martirio criel. Saben de sobra que, antes o después, la injusticia acaba convirtiéndose en terror.

jueves, 14 de julio de 2016

DANDO PALMAS Y SILBANDO


Recuerdo de mis tiempos del colegio que cuando alguien hacía una trastada, por ejemplo, la de esconder la cartera, porque entonces había carteras, no mochilas, se decía eso de "dando palmas y silbando", para garantizar que nadie movía nada ni conspiraba con el compañero.  Esa era en aquellos tiempos de pícara inocencia la expresión máxima del disimulo, porque batiendo palmas o silbando era imposible hacer otra cosa.
Con el tiempo, acabaría aprendiendo que, también dando palmas y silbando, no como se dan en un concierto o un partido de fútbol, se puede conspirar y se conspira. Pero quedémonos con el recuerdo infantil y su significado. para describir gráficamente lo que nuestros líderes políticos llevan días haciendo: dar palmas y silbar, para no decir claramente lo que desde hace días tienen decidido hacer.
Tengo más que claro que Rajoy no tiene pensado tirarse a la piscina de una nueva investidura, sin haber comprobado que en ella hay suficientes abstenciones para que, en el peor de los casos -desde su punto de vista, claro- puede salir a flote el encargo de formar gobierno. Pero tengo, también, tanto o más claro, que el gallego impasible no está dispuesto a entrar en el horno de un otoño caliente, lleno de huelgas manifestaciones y agitación social, sin la protección ignífuga de un acuerdo de legislatura.
Rajoy anda ahora en esa contradicción tan suya de no callar, pero decir, en ese "todo, salvo alguna cosa”, tan propio de quien sabe, pero calla, al tiempo que no quiere verse pillado en renuncio, eso tan gallego de cubrir todos los flancos y controlar todas las salidas. Por eso no dejó ayer completamente cerrada su postura, por eso se reservó el "botón del pánico" para no sentirse encerrado con problemas que ya no podrá "resolver" mediante decretos-ley, por eso, al final de cada frase, dejó colgados los correspondientes condicionales.
Otro tanto hizo Abert Rivera, el aliado natural del PP, según dijo ayer Pedro Sánchez, pese a que en su fracasado intento de investidura se escudó en sus faldas, para no lograr con Podemos, el acuerdo más lógico y deseado para la mayoría del electorado. Rivera anunció lo que haría su partido, pero dando palmas y silbando a la hora de justificar su consentimiento final a que Rajoy gobierne, si éste quiere, porque dijo que lo haría por responsabilidad, algo parecido al "imperativo legal" con que algunos diputados reticentes a ella juraban la constitución.
Por su parte Pedro Sánchez, con la voz engolada y poco creíble de las ocasiones solemnes mareó su particular perdiz, cebada con consignas y argumentos ya escuchados en los miembros de la ejecutiva, tratando de envolver en vaselina el enrome y decepcionante supositorio de la vergonzosa abstención, total, parcial o mediopensionista, que acabará introduciendo en el confiado e inocente recto de sus votantes No me lo creo y más cuando deja entrever, mientras "da palmas y silba", su disposición a intentar otra vez el ridículos de aceptar una nueva investidura.
Quizá, porque no le quede otra, Podemos es quien menos disimula. curado ya de espanto y aprendida ya la lección de que aún no ha llegado su momento. Está más tranquilo y se explica mejor que los otros, porque le es más fácil la coherencia. Su posición es, ahora mismo, la que más poder tiene en su mano, tanto que, si quisiese, podría hacer la trastada de forzar con su abstención, "dando palmas y silbando", un gobierno de Rajoy en penosa minoría, aunque Ciudadanos y el PSOE no quieran.

miércoles, 13 de julio de 2016

PASA TÚ PRIMERO, QUE A MÍ ME DA LA RISA


Cuenta un chiste, nunca he sabido si está inspirado en una historia real, que un comerciante, cansado de que los cacos entrasen en su negocio por las noches, decidió esperarles tras la persiana del cierre, sentado pacientemente, con un garrote para recibirles. Una de esas noches, los cacos volvieron y, cuando el primero levanto el cierre y asomó la cabeza, el comerciante le dio tal palo que le reventó la boca. El caco retrocedió hacia donde estaba su compañero y, tapándose con una de sus manos la boca ensangrentada, farfulló "pasa tú primero, que a mí me da la risa".
He recordado esta historia al ver ayer al "brillante" líder de Ciudadanos, Albert Rivera, encaminarse, más que contrariado, a regañadientes hacia la abstención que dará a Rajoy otros cuatro años de gobierno, algo que no sólo va a ser irremediable, sino que gran parte de los postulados económicos del PP entrarían dentro de la lógica de su partido y eso, a pesar de determinados gestos y actitudes regeneracionistas de Ciudadanos choquen con los viejos vicios de los populares.
Ayer, un Rivera cada vez más críptico anunció su no pero sí a Rajoy, dándose el tiempo suficiente para que su postura sea respaldada por la dirección de su partido, pero, sobre todo, dejando pasar a Pedro Sánchez y su PSOE hacia el interior de la tienda, donde les esperan el garrote de la prensa y la opinión pública. 
Y es que es muy difícil casar en los próximos días, probablemente antes de agosto, la abstención total o parcial de unos y otros que permitiría gobernar a Rajoy con lo dicho tantas veces, por activa o por pasiva, en la campaña electoral ese "no es no" repetido como una letanía por unos y otros que, visto el resultado electoral, se ha ido desinflando como un suflé mal horneado, dejándoles en una posición de incomodidad directamente proporcional a la tenacidad con que mantuvieron en campaña su no absoluto a Rajoy.
Lo que toca ahora, ante lo irremediable, ante el espectáculo de acudir al Congreso para, con las orejas gachas, mirar para otro lado, mientras el más impopular de los presidentes que ha tenido este país se sale otra vez con la suya. Lo que toca es asumir los errores y dejar paso, si los hay, a quienes sean capaces de reanimar a esos partidos y a este país, sin resuello ni ilusión, después de haberle puesto dos veces la miel en los labios para, como a un niño al que se quiere enrabietar, quitárselo sin más.
Lo que toca es reconocer, en la izquierda y en la derecha, que se ha fracasado que, mal aconsejados por la ambición y el espejismo de mejorar resultados ante unas segundas elecciones, despreciaron la mejor oportunidad que tendrán nunca de acabar con la casta y con esos "viejos" partidos, sin darse cuenta de que ellos mismos estaban envejeciendo.
La situación actual no es muy distinta de la que dejó el 20-D. La única diferencia radica en que todos los partidos, a excepción del PP, saben que en unas terceras elecciones sus resultados empeorarían y que tendrían más posibilidades una cicciolina o un chiquilicuatre que ellos mismos. Por eso les toca ahora pasar el mal trago de admitir el fracaso, de hacer lo contrario de lo que dijeron que harían, de someterse a la humillación de tener que ceder ante lo inevitable. Por eso se afanan ahora en encontrar la excusa más creíble para la abstención que tendrán que regalar a Rajoy. Por eso se esfuerzan en el equilibrio imposible que les permita taparse su boca reventada, mientras le dicen al otro "pasa tú, que a mí me da la risa", para que elq eu se llev el palo gordo ante la opinión pública o para no ser los únicos en llevárselo, cuando Rajoy vuelva a tomar posesión como presidente.

martes, 12 de julio de 2016

TRISTEZA Y CONSUELO DE MESSI


No podéis imaginar cómo se agradece poder hablar de otra cosa que no sea la penosa formación de gobierno, con unos protagonistas como el mentirosillo y contradictorio Albert Rivera, el fracasado Pedro Sánchez, enfrentado por fin ante su propia insignificancia, el soberbio Pablo Iglesias, capaz de atribuir su fracaso a su propia lucidez o, por último, el paciente Mariano Rajoy, sabio calculador de tiempos que, al final, se saldrá con las suyas, mientras sus rivales se cuecen en el jugo agridulce de su poco documentada ambición.
Cansado de revolcarme como una croqueta en la aburrida actualidad política, ayer me entero de lo que no puede ser calificado más que como vergonzante campaña del Fútbol Club Barcelona en apoyo de su jugador estrella, Leo Messi, condenado a veintiún meses de prisión, siete meses por cada uno de los delitos de fraude, cometido por el jugador junto a su padre en las declaraciones de ingresos correspondientes a los años 2007, 2008 y 2009. Una campaña que ofende, incluso a quienes gozamos con el Barça y el juego del argentino, pero pagamos religiosamente nuestros impuestos.
Cuesta creer que haya gente capaz de perdonar las trampas del jugador por las satisfacciones que le haya podido dar en el campo. Del mismo modo, cuesta imaginar que haya gente capaz de creer que hay una persecución contra Messi desde las oscuras instancias del Estado, por jugar en un equipo catalán y darle los triunfos que para sí querría "el equipo del régimen". Pero, como dicen que dijo el torero Rafael Gómez Ortega, "el Gallo", cuando le presentaron a José Ortega y Gasset diciéndole que era filósofo, "hay gente pa to".
Hay gente pa to y hay dente que lo sabe y por eso, como ha hecho la dirección del Barça, se vuelca en acciones como esta ridícula campaña para lavar su mala conciencia por no haber dado su apoyo en su momento al jugador y para consolarle, ahora que parece abrumado por un castigo, que todavía no es firme, pero que le crearía antecedentes y le colocaría bajo la espada de Damocles de tener que entrar en prisión tras cualquier otra condena, aunque fuese por ser "pillado" superando con creces la tasa permitida en un control de alcoholemia. El Barça sabe que Messi es frágil y que, al sentirse herido y perseguido, podría hacer las maletas para desplegar su magia en otros pagos. De ahí esa infantil y cara protección psicológica, muy al estilo del argentino "Leo no te vayas" que, a mí, personalmente, me sonroja.
Me da mucha vergüenza, porque la condena y la defensa que se hace de Messi no son muy distintas de la condena que en su día sufrió "nuestra" Lola Flores y la campaña que ella misma emprendió para ser perdonada. La postura de quienes pretenden el perdón de Messi basándose en lo bien que juega al fútbol no es muy distinta de la de quienes votan a Rajoy, a pesar de la corrupción que le rodea, porque les va bien a sus impuestos.
Me desconcierta que muchos de quienes piden el perdón de Messi, reclamen a las claras la condena de Cristina de Borbón. No se dan cuenta de que los destinos de ambos están más que atados, porque sus delitos son de índole parecida y su estrategia de defensa, calcada. Hay que tener un poco más de coherencia y, sobre todos, pensar en nosotros y en nuestros vecinos. Hay que pensar que la piscina y el cuidado césped de Messi son caros, sí, pero también lo son los parques en los que juegan nuestros niños, las escuelas en las que estudian, los campos de fútbol públicos en los que sueñan en ser como él, o los hospitales donde les curan también lo son.
Pero tampoco hay que olvidar que, si bien es verdad que lo defraudado y la correspondiente multa, ya abonadas por Messi, le convierten en el mayor contribuyente particular de España, no hay que dejar de tener presente que lo es porque también es el particular que más dinero ha ganado y que nada le da derecho a ignorar leyes que lo son para todos.
Tal vez Messi esté triste y haya que consolarle. Pero no dejéis de tener presente que mucho más lo están quienes no pueden llevar a la piscina a sus hijos estos días de calor, o, peor aún, darles de comer dignamente.

lunes, 11 de julio de 2016

PONER A RAJOY EN SU SITIO


Rajoy tuvo por fin su visita de Obama. Él la hubiese deseado distinta, vencedor de unas segundas elecciones a las que, antes que nada, nos condujo su espantada en el proceso de investidura, la misma que dio a Pedro Sánchez el oxígeno que, realmente, ni tenía ni merecía. La visita ha sido, quizá, la única buena noticia de las últimas horas para el presidente en funciones, que tiene abierto ya un proceso sancionador que, aunque formalmente, no acabe en una multa, nos costará muy caro a todos los españoles, que acabaremos pagando las veleidades electoralistas de quien demuestra a cada minuto que le importamos poco o nada.
Sin embargo, ni siquiera la visita de Obama deja a Rajoy en buen lugar, porque de las palabras del presidente norteamericano puede desprenderse cualquier cosa menos apoyo a su política austericida o la más mínima inquietud por el futuro político de España. Nada que ver. la opinión manifestada, por el presidente con los malos augurios que sobre nuestro futuro predican a cada momento e, líder del PP y sus corifeos. Nada que ver con el discurso triunfalista que sobre los resultados económicos lanzan a cada momento uno y otros, porque tuvo que ser Obama quien le recordarse que el paro que padecen nuestros jóvenes es insoportable y que es la desigualdad la principal causa del auge del populismo que tanto temen.
Ahora toca ponerse a trabajar, toca no parar hasta conseguir un gobierno, estable o no, que evite de una vez repetir las elecciones. Rajoy y su socio natural, el tapado Albert Rivera, suman escaños para gobernar en minoría. Ya sé que no es ese el final soñado para un Rajoy, sorprendido él mismo por su victoria en junio, que no deseaba, como las madres de toda la vida, una boda, de madrugada, en una ermita de las afueras. U no sólo eso, el acuerdo o los acuerdos que le permitan asumir el gobierno al filo de que acabe el plazo para ello, salvado por la campana, le van a salir muy caros, porque, como en una mañana de resaca, tendrá que arrepentirse y poner remedio a tantos excesos como cometió en la anterior legislatura, ebrio de una mayoría absoluta que le vino demasiado grande.
Y es que Rajoy, si quiere los votos de Ciudadanos, los únicos que parece tener asegurados y muy a pesar de Rivera al que no le conviene dárselos, o la abstención más o menos vergonzante del PSOE y otros partidos, tendrá que desmontar, por ejemplo, la que fue ley estrella de sus primeros meses, esa LONCE, ley Wert por otro nombre, que no fue más que una concesión a la iglesia católica y su poderoso aparato docente, una ley absolutamente ideologizada, dirigida, entre otras cosas, a propiciar la expulsión de los menos favorecidos económicamente de las enseñanzas superiores y a conseguir el deterioro del sistema público de enseñanza para convertir lo que es una necesidad y un derecho de todos en un privilegio o un negocio para algunos.
Una ley, la LONCE, que ni siquiera consiguió el apoyo unánime del Partido Popular y sus gobiernos autónomos, que, como las reformas introducidas por un "iluminado" y ultraconservador Gallardón, introdujo en la justicia española contra los más pobres o, incluso, los menos ricos, a los que dejó sin acceso a la justicia, y contra las mujeres, a las que pretendió arrebatar el derecho a decidir o no su maternidad.
Rajoy es quien es y tiene sólo la fuerza que tiene, pero los españoles en política, como viendo la tele, se cansan rápido y las más de las veces no tienen paciencia para ver un programa completo y, por eso, cambian de canal con facilidad o, más de una vez, prefieren apagar el aparato y bajarse al bar de la abstención. Por eso, ahora es tan importante dejar que Rajoy gobierne. Por eso es tan importante hacerle morder el polvo de la inestabilidad y tragar la píldora de la democracia, forzándole a dar marcha atrás en todas esas leyes y someterse a la investigación parlamentaria, mejor sería independiente, sobre su corrupción y sobre los abusos y trapacerías del ministro del Interior que ha puesto a su exclusivo servicio los poderes que todos ponemos para que nos proteja.
Ahora es el momento de dejarse de veleidades, es el momento de irse, como Pedro Sánchez, del lugar al que nunca debió llegar, es el momento que las fuerzas progresistas se conjuren para defendernos de los abusos de la derecha, es el momento de poner a Rajoy en su sitio.

viernes, 8 de julio de 2016

EL TAPADO SE DESTAPA


Dicen quienes saben de la vida que no se puede pretender ser sublime todo el tiempo. Mucho menos, añado yo, cuando la exquisitez que se pretende se construye en la réplica a los demás. Pues bien, eso es lo que le está ocurriendo a Albert Rivera, esclavo de sus padrinos y de su verdadera ideología, que le conducen inexorablemente a dar su apoyo al PP, algo que repugna a gran parte de sus votantes, pero con lo que, antes o después, tendrá que lidiar.
Rivera tiene el martes una cita con Rajoy, así que pasará todo un fin de semana en capilla, como ese torero que se enfrenta a la tarde de su vida, ante la más grande de sus "faenas" o, quién sabe, el peor de sus fracasos. Tendrá que optar entre dar a Rajoy la llave para que inicie su segunda legislatura en la Moncloa o negársela y colocarle así, también al país entero, frente al despeñadero de unas terceras elecciones.
Ni una cosa ni otra le gustan demasiado. No le gusta verse como el socio necesario, dentro o fuera del gobierno, de Rajoy, porque pensará con razón que, para muchos de sus votantes, se vería traicionado el sentido de su voto, que acabaría en manos de aquel al que habían descartado ante las urnas, urnas a las que tenía pensado no volver en cuatro años.
A Rivera sólo le salvaría arrancar del PP un vistoso acuerdo de investidura, del estilo de los que sacó de Susana Díaz o Cristina Cifuentes, un acuerdo de normas morales y líneas rojas que, con la marcha de la legislatura se irá diluyendo y revelará que, en lo que realmente duele al ciudadano, la economía, apenas habrá diferencias con los cuatro años pasados con Rajoy.
Eso es lo que está pasando, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid, donde la política social brilla por su ausencia y donde la corrupción sigue aflorando sin que se consumen nunca los ultimátums con que había advertido a Cristina Sánchez. Al final, el día a día de los ciudadanos de a pie, sus penurias, el deterioro de la educación pública, los servicios y la Sanidad siguen siendo prácticamente iguales. Las ayudas a los más necesitados, como acaba de ocurrir en Madrid con la formación de jóvenes en riesgo de exclusión, se saca del circuito de lo público, para convertirla, aun así, a regañadientes, en becas para que esos jóvenes estudien en centros privados.
Supongo que las intenciones de Rivera para Ciudadanos, muy parecida a la que sus tan denostados nacionalistas, es la de obrar como partido bisagra, una especie de clave de arco, sin la que se hace imposible levantar el gobierno, pero una piedra que, por desgracia, acaba confundiéndose con el resto de piedras que forman el arco. Estoy seguro que la estrategia de Rivera dará sus frutos en su partido, sobre todo de puertas adentro, pero también lo estoy de que esa estrategia va a resultar poco o nada emocionante para sus votantes.
Todo un riesgo para una fuerza a la que el frustrado intento de acuerdo con Pedro Sánchez en la pasada y estéril legislatura le restó importantes apoyos en escaños, un riesgo que debe preocupar y parece que preocupa a Rivera. Tanto que le llevó ayer a perder los nervios cuando la prensa le pidió que revelase su posición respecto a su apoyo a Rajoy y acabó cayendo de muy mal humos en el tremendo pecado de poner en duda la inteligencia o la menoría de unos periodistas extrañados por su renuncia, ahora, de un veto a Rajoy que ha mantenido a lo largo de dos campañas electorales. Rivera, el tapado que no lo fue en sus primeros carteles, tiene que destaparse ahora y no parece que tal cosa le resulte cómoda, de ahí sus nervios.

jueves, 7 de julio de 2016

EL CANICHE DEL CANICHE


De los tres protagonistas de la infame foto de las Azores, cuatro si contamos al anfitrión Durao Barrosos, quizá el más indigno de todos sea "nuestro" José María Aznar, el caniche del caniche de Bush, el caniche de Blair que era poco más que el caniche de Bush, como acaba de definirle Lluis Bassets. Y si me atrevo a afirmar que lo es porque actúo en nombre de España, de todos nosotros, por meros e inconfesables intereses personales. El muy tonto, que como tal se ríe en esta otra foto de las Azores, se creyó parte de la cima del mundo, cuando, en realidad, sólo era el tonto útil, fácilmente manejable por sus delirios de grandeza, al que la lotería de que España ocupara por turno un sillón en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas convirtió en socio indispensable para la infamia.
Afortunadamente, algunos países, en lugar de perderse en comisiones parlamentarias que acaban siempre reflejando los intereses de los partidos representados en las cámaras, optan por encargar la investigación de asuntos cruciales como lo fue le invasión de Irak a personalidades independientes a las que, además, dotan de los poderes necesarios para exigir a la administración correspondiente los documentos y testimonios precisos. Ese ha sido el caso de la investigación encargada a Sir John Chilcot, miembro del equivalente en Reino Unido al Consejo de Estado español, en el que después de años de laboriosa investigación encargada por el laborista Gordon Brown se concluye en miles de páginas que no hubo base jurídica para la ·infame· invasión de Irak, que se manipularon y exageraron ante la opinión pública las escasas y endebles pruebas de la existencia de armas de destrucción masiva en manos de Sadam Hussein, que se optó por la invasión sin agotar las vías diplomáticas, que Blair despreció las advertencias sobre las consecuencias que tendría en el recrudecimiento de las actividades terroristas de Al Qaeda, que la planificación de las operaciones militares fue desastrosa y que ni siquiera se planteó el escenario posterior a la derrota de Sadam.
Un desastre, en suma, malintencionado, añado, que me lleva a pensar que aquella invasión injusta e innecesaria respondía únicamente a los intereses de las empresas ligadas a los neocon, verdaderos ideólogos de todo aquel montaje, algo que pude verse tras los combates, con la entrega del país invadido a empresas de seguridad, mercenarias, como Black Water, a constructoras y a petroleras que, sin preocuparse de pacificar y organizar el país, se entregaron a su saqueo.
Algo de eso sabemos los españoles que tuvimos que escuchar a la ministra de exteriores de Aznar, Ana Palacio, "vendernos" las ventajas que en el precio del petróleo tendría para nosotros participar en aquella infamia.
Un Tony Blair aparentemente compungido, aunque ya sabemos es poco de fiar, se disculpó ayer en una larga rueda de prensa en la que tampoco evitó justificarse ni asegurar, como, por su parte, hizo horas después George Bush, que volvería a actuar como lo hizo. Actitudes repugnantes para mí que, sin embargo, reflejan un mínimo destello de dignidad que ni siquiera ha aparecido en el pequeño Aznar, el amigo del americano, que, colocándose bajo el brazo de Bush, creyó entrar en la Historia y que se ve ahora con sus compañeros de trío en el cubo de la basura de la ignominia.
Demasiada grandeza para esperarla de un personaje como Aznar, a sueldo de Rupert Murdoch, uno de los padrinos de aquello, más preocupado por su peinado y sus abdominales que por ponerse a bien con su conciencia, el caniche del caniche del infame George Bush, mentiroso compulsivo, como sus dos compañeros de foto, y, desde entonces, forrado de billetes como ellos, feliz y ufano, mientras el mundo, gracias a sus mentiras y su infamias, es hoy mucho más injusto y menos seguro

miércoles, 6 de julio de 2016

TRES POR CIENTO S. A.


Al paso que vamos, se va a hacer necesaria la convocatoria de nuevas plazas en la Guardia Civil, sólo para hacer frente a la creciente demanda de guardias para los registros judiciales relacionados con la corrupción. Sólo ayer, este cuerpo policial tuvo que dar cobertura a la inspección y el requerimiento de la documentación exigida por un "humilde" juez de la localidad tarraconense de El Vendrell en ciento veintitrés ayuntamientos de toda España.
Que la corrupción estaba institucionalizada en demasiados ayuntamientos era cosa sabida, pero, de ahí a hacer de ella una industria, va un abismo, el abismo por el que puede despeñarse nuestra fe en la democracia y nuestra credibilidad como país. Afortunadamente, aún hay servidores del Estado que, a pesar de la incomprensión de sus compañeros, de las presiones de sus superiores y de lo fácil que es rendirse ante ellas, hacen su trabajo con pulcritud y entusiasmo sin dejar de tirar de ninguno de los mochos hilos que deja al descubierto cualquier caso de corrupción.
Al joven juez de El Vendrell, la denuncia de una concejala de Esquerra Republicana en el ayuntamiento de Torredembarra le puso sobre la pista de lo que parecía un caso aislado de lo que parecía únicamente corrupción local ligada al urbanismo y los servicios y, tras largos meses de trabajo, le ha permitido, a él y a la Guardia Civil local, desentrañar una tupida red de corrupción institucionalizada que se servía de una empresa que actuaba como si de una gestoría se tratase, mediando entre empresarios deseosos de contratar y ayuntamientos que, a cambio de importantes mordidas previamente establecidas lograban para ellos los anisados contratos.
Hasta ahora pensábamos que la corrupción era cosa de dos, el corruptor, generalmente un empresario, y el corrompido, cualquiera con capacidad para contratar en nombre de la administración y moral tan distraída como para dejarse sobornar personalmente o en nombre de su partido. Ayer hemos sabido que en este negocio hay más actores. Actores que serían algo así como granados o correas por cuenta ajena que movían ante los empresarios en cuestión todo un catálogo de obras y adjudicaciones entre las que elegir, cobrando, claro está, por sus servicios.
Todos recordamos, o al menos deberíamos hacerlo, aquella dura acusación del entonces president de la Generaitat, Pasqual Maragall, en una tórrida sesión del Parlament a Artur Mas, señalándole como causa de su actitud un único problema, el del "tres por ciento". un problema que ahora sabemos que no era el único que tenía Mas y que ni siquiera era exclusivo del que hoy ha quedado sólo como líder de una Convergencia a punto de desaparecer.
Inmediatamente, todos se echaron sobre Maragall, incluso desde las propias filas de su partido, para que rectificase su actitud y se disculpase, como acabó haciendo, ante sus adversarios. Mal asunto para este país que aquello no pasase de mero incidente, de simple bronca parlamentaria. Malo que el ex president Maragall se retractase, malo que a nadie le pareciese oportuno abrir una investigación sobre lo insinuado por el socialista, pero peor aún que la prensa, al menos la catalana, a la que tanto hemos admirado tantos, se encargase de desvelarnos de qué estaba hablando don Pasqual.
Memoria y curiosidad son facultades del pensamiento humano que no deberíamos dejar de lado, como tampoco deberíamos aparcar nuestra lógica cuando nos acercamos a la política. Y lo escribo porque, si actuásemos con lógica, no consentiríamos como hemos consentido tanto y tantas veces que se nos diga que la externalización de actividades que corresponden a los organismos públicos porque, sin ellas, no podrían cumplir con sus fines. Pero nos han contado una y otra vez que lo público es incapaz de gestionarse a sí mismo ni de hacerlo bien. Nos han tratado de convencer, y a algunos han convencido, de algo tan absurdo como que es más barato externalizar cualquier servicio, a sabiendas de que en el precio de la externalización ha de ir incluido el lucro del agente externo.
Son las cosas de la ingeniería financiera, de los nuevos modos de gestión de lo público, que, las más de las veces no hacen otra cosa que abrir agujeros en los silos de la administración por los que las ratas de la gestión privada saquean el grano que es de todos y para todos, los agujeros de los que vive el Tres Por Ciento S.A.

martes, 5 de julio de 2016

LA LISTA MÁS VOTADA


Cansados ya de escuchar tantas veces al PP, sobre todo en campaña electoral, la eterna canción de que después de unas elecciones se debería dejar gobernar a la lista más votada, extraña la indecisión con que el partido de Rajoy aborda la que parece definitiva negociación para formar gobierno formando o no esa gran coalición tan deseada por sus amigos del IBEX y por el tercer hombre, Albert Rivera, el que más ha hecho por ella y que, sin embargo, no quiere quedar en la foto como el socio minoritario, la torna, de un gobierno de derechas.
Rajoy debería reconocer ahora que no es fácil gobernar sólo por el hecho de haber encabezado la lista más votada. Debería reconocer que todos nuestros actos, especialmente los suyos, acaban por tener consecuencias. Debería pedir perdón, ahora que necesita los votos de los nacionalistas vascos, por haber hecho uso partidista del dolor causado por ETA. Debería tener presentes y pedirles perdón por ello a todos esos territorios castigados por no haberles preferido o esquilmados por todo lo contrario. Debería, en fin, sincerarse consigo mismo y con este país que continúa asustado ante su futuro, tanto, que, como he leído recientemente, vota por miedo a quienes deberían tener pánico. Si no lo hace, si sigue vendiéndonos ese futuro de color de rosa, mientras pasa como sobre ascuas por asuntos como el paro, la depreciación de la fuerza de trabajo o las pensiones, el establecimiento de un nuevo marco laboral que, sin facilitar la creación de empleo, a no ser que se "unte" a los empresarios, que, como un campo sobreexplotado, apenas es capaz de dar empleos como escuálidos brotes o las consiguientes malas hierbas.
Rajoy tiene ahora en sus manos la oportunidad de hacer valer su lista más votada y querría hacerlo gobernando con los apoyos que le garanticen la tranquilidad y la estabilidad, pero querría hacerlo a cambio de nada. Querría también o, mejor dicho, preferiría, gobernar con sus rivales, los socialistas, reproduciendo en La Moncloa los pactos inconfesables que mantienen el poder de la Comisión en Bruselas, un pacto entre populares y socialdemócratas que ha dado como fruto la Europa más injusta e inmoral imaginable y que no auguraría nada bueno para los españoles.
Rajoy quería la lista más votada y gobernar con ella y yo empiezo a desearlo también. Me muero de ganas de ver cómo va a tener que desmontar, por exigencias de unos o de otros, el entramado legal, empalizada ponzoñosa más bien, tras la que quiso protegerse de la ira ciudadana en la anterior legislatura y que no quedaría nada bien como marco de cualquier acuerdo. Estoy deseando ver cómo Rajoy sale de su madriguera, no le quedará otro remedio, para batirse el cobre en cada una de las decisiones que debiera tomar.
Estoy deseando, en suma, ver a Rajoy deshacer el camino que hizo Aznar de su primera a su segunda legislatura, de hablar catalán en la intimidad o dar carta de naturaleza al Movimiento de Liberación Nacional Vasco a lo que vino después. Estoy deseando que a estos señores se les caiga la careta y, de paso, la cara de vergüenza. Y todo esto, mientras avanzan los procesos judiciales que, poco a poco, van dejando al descubierto el cómo y el porqué de que el PP lleve años, si no décadas, teniendo la lista más votada. Me diréis que toda esa trama miserable que desvía el dinero destinado a colegios o asilos a mítines y fiestas de partido, nada importa a quienes les votan, Y quizá tengáis razón, pero no me negaréis que ver a quienes un día formaron parte de la lista más votada tiene su morbo.

lunes, 4 de julio de 2016

¿QUIÉN DIJO QUE SERÍA FÁCIL?


Los psicólogos saben de sobra que los individuos acostumbrados al éxito y la recompensa fáciles soportan mal la frustración y el fracaso, que acaban produciéndole ansiedad. Pues bien, no parece ser otra cosa lo que está sucediendo dentro de Podemos, en cuya dirección, el sorprendente fracaso en las urnas, al menos según lo que auguraba las encuestas, de su alianza con la Unidad Popular de Garzón, está generando demasiada ansiedad. Tanta, que parece que para Iglesias y sus compañeros la política sea una especie de videojuego en el que hay que pasar pantalla lo antes posible y como sea, porque, si no, la consola te devuelve a la salida con una música burlona de fondo.
Pese a lo que pueda parecer, sigo creyendo que, si no la mejor propuesta para el futuro de este país, si no la mejor actitud, en Podemos y sus aliados está el impulso transformador que sólo da la distancia con los poderes establecidos y que es imprescindible para sacarnos de este oscuro callejón en que nos han metido para que unos pocos, los de siempre, nos quiten lo que tanto sudor y tanta sangre nos costó conseguir.
Unidos Podemos, también el PSOE, deben entender que es el momento de dejar pasar a Rajoy, para que gobierne en minoría. Habrá llegado entonces el momento de dejar al PP cocerse en sus propias contradicciones y hacer una verdadera y eficaz oposición, la que, desde hace ya tantos años, están necesitando este país y sus instituciones. Va a ser difícil, sobre todo para algunos, renunciar a todos esos privilegios de tantos años, remangarse y patear las calles y los barrios, sin cámaras y sin figuración, para tomarle el pulso a este país, conocer sus necesidades y sus frustraciones y llevarlas al Parlamento.
Sólo así, la política volverá a ser cosa de todos, solo así esa gente dejará de quedarse en casa los días de elecciones, porque empezará a creer que no todos los políticos son iguales y que la política es cosa de todos. Sólo así, los políticos empezarán a entender que a la política se va a servir y no a defender privilegios o a hacer negocios. Sólo así, algunos volveremos a sentir aquel entusiasmo que sentimos en los primeros años de la democracia. Sólo así, podremos forzar a que el Parlamento y el gobierno cumplan con su función y nos protejan de eso que llamamos Europa o Bruselas y que en realidad no es otra cosa que la sublimación de esa gran coalición que, a cambio de unos cuantos sillones en la Comisión, lleva años recortando recursos y derecho a los ciudadanos.
Lo que toca ahora es dejar de lado el maquiavelismo de los pactos y ponerse a trabajar. Lo que queda es dejar de lado el tacticismo y comenzar a llamar de una vez a las cosas por su nombre. lo que queda es que Podemos deje de ver al PSOE como enemigo y que el PSOE vuelva a mirarse en su verdadera alma, dejándose de veleidades "patrióticas", dejando de dejarse, valga la redundancia, arrastrar por la estrategia del PP, porque la verdadera patria son los hombres que la forman, dejando de pintar líneas y muros donde sólo debería haber puentes.
Lo que toca es solucionar el problema del paro endémico que nos lastra, lo que toca es plantar las bases para que Cataluña y Euskadi dejen de ser un problema, lo que toca es dejar de utilizar el futuro de ambos territorios como arma electoral con la que desactivar al rival. Lo que toca es ponerse a trabajar de verdad y todos contra el verdadero enemigo de las clases populares. Lo que toca es hacer pedagogía y no demagogia, lo que toca es ser valiente y decir las verdades, aunque duelan, lo que toca es obrar por principios y no por intereses, por muy generosos que consideremos esos principios,
Lo que toca es trabajar y ganarse el sueldo, el iPhone, el iPad, los viajes y las dietas, lo que toca es penar más en los otros y en el bien común que en el propio o el del partido, o que toca es congraciarse otra vez con la gente... y quién dijo que sería fácil.

viernes, 1 de julio de 2016

EN SÁNCHEZ NO HAY GRANDEZA



Hay gente cuya principal característica no es precisamente el coraje. La hay en todos los ámbitos de la vida y también, claro, en la política. Quién no se sintió avergonzado al comprobar que el presidente del gobierno de su nación era incapaz de dar la cara ante la evidencia de los "papales de Bárcenas" se escondiese tras una pantalla para no dar explicaciones sobre su responsabilidad en el asunto. Yo la sentí, pero está claro que a más de siete millones y medio de españoles no les ocurrió lo mismo y, por eso, le votaron el veinte de diciembre y el 26 de junio.
Si os digo la verdad, de Rajoy me esperaba ese comportamiento, es su imagen de marca. Tampoco me ha sorprendido, cómo iba a hacerlo, el comportamiento de sus votantes que, escándalo tras escándalo, detención tras detención, registro tras registro, han seguido dándole su voto por prudencia, por miedo, por sentido práctico de la vida o, simplemente, porque les va la marcha de la estafa y el desfalco.
Lo que no esperaba y me molesta sobremanera es algún que otro silencio, en concreto el clamoroso silencio de Pedro Sánchez que no ha dicho ni mu desde que el mismo domingo leyó torpemente una declaración ante las cámaras de los medios y ante sus militantes, después de haberse dejado otros cinco escaños en la gatera de su indefinición. Una declaración en que, para quienes nos consideramos "de izquierdas", torturados siempre por la autocrítica, adolecía de una falta absoluta de asunción de responsabilidades.
Pedro Sánchez, es mi opinión, es plenamente consciente de que la secretaría general del PSOE le viene, no grande, sino grandísima y es consciente también de que tiene las horas contadas, por eso se queda en el rincón, callado, esperando a que capee el temporal, mientras sus "segundos" dicen, una detrás de otra, sus ocurrencias, sean o no contradictorias, como miniyós del miniyó que, por su parte, es el propio Sánchez. Dicen una cosa y la contraria, sin inmutarse. Dicen blanco y después negro, sin inmutarse, como esperando el santo advenimiento que les dé la difícil salida que están necesitando para sus carreras políticas.
A Pedro Sánchez, camisa blanca de la esperanza de tantos militantes alegres y confiados, le faltan el coraje y la grandeza precisas para reconocer que se ha equivocado, le falta el valor para asumir que la estrategia de convertir a Unidos Podemos en su mayor enemigo ha arruinado, cuando menos por cuatro años, las perspectivas de la izquierda en los próximos años. Pero no lo va a ver, no lo va a reconocer. Le falta grandeza. Le falta la misma grandeza que le faltó ayer mismo para reconocer que dinamitó el partido en Madrid con acusaciones falsas o, cuando menos, precipitadas contra quien era secretario del PSM a su llegada a Ferraz, Tomás Gómez.
Ayer mismo se conoció que el Tribunal de Cuentas no encuentra nada punible en el comportamiento de Tomás Gómez, por aquel entonces alcalde de Parla, en la construcción del tranvía que acercaría a los vecinos de la localidad madrileña a las cercanías de RENFE. Nada irregular ni punible en un asunto que a os miniyós de Sánchez, con el apoyo de EL PAÍS y la SER, les bastó para acabar con el prestigio de uno de los alcaldes más votados de España. Y lo hicieron, muy probablemente, porque era un obstáculo para el afianzamiento de un total desconocido en el puesto de secretario general del PSOE.
Pero no esperéis en vano. No esperéis que Sánchez o sus miniyós pidan disculpas, No esperéis que EL PAÍS, al que no le queda ya ni el recuerdo de su pasado prestigio o la SER que "tira" de archivo sonoro sólo cuando le interesa, reconozcan su papel en la operación de acoso y derribo que se llevó a cabo contra Tomás Gómez y su gente. Perded toda esperanza de que el milagro se produzca. Para Pedro Sánchez, asumir la derrota del domingo que ya perece que fue hace siglos, o asumir su culpa en el hundimiento del PSM resulta imposible. Para EL PAÍS y la SER, otro tanto. Se requiere la grandeza que no tienen.