Rajoy tuvo por fin su visita de Obama. Él la hubiese deseado
distinta, vencedor de unas segundas elecciones a las que, antes que nada, nos
condujo su espantada en el proceso de investidura, la misma que dio a Pedro
Sánchez el oxígeno que, realmente, ni tenía ni merecía. La visita ha sido,
quizá, la única buena noticia de las últimas horas para el presidente en
funciones, que tiene abierto ya un proceso sancionador que, aunque formalmente,
no acabe en una multa, nos costará muy caro a todos los españoles, que acabaremos
pagando las veleidades electoralistas de quien demuestra a cada minuto que le
importamos poco o nada.
Sin embargo, ni siquiera la visita de Obama deja a Rajoy en
buen lugar, porque de las palabras del presidente norteamericano puede
desprenderse cualquier cosa menos apoyo a su política austericida o la más
mínima inquietud por el futuro político de España. Nada que ver. la opinión
manifestada, por el presidente con los malos augurios que sobre nuestro futuro
predican a cada momento e, líder del PP y sus corifeos. Nada que ver con el
discurso triunfalista que sobre los resultados económicos lanzan a cada momento
uno y otros, porque tuvo que ser Obama quien le recordarse que el paro que
padecen nuestros jóvenes es insoportable y que es la desigualdad la principal
causa del auge del populismo que tanto temen.
Ahora toca ponerse a trabajar, toca no parar hasta conseguir
un gobierno, estable o no, que evite de una vez repetir las elecciones. Rajoy y
su socio natural, el tapado Albert Rivera, suman escaños para gobernar en
minoría. Ya sé que no es ese el final soñado para un Rajoy, sorprendido él
mismo por su victoria en junio, que no deseaba, como las madres de toda la
vida, una boda, de madrugada, en una ermita de las afueras. U no sólo eso, el
acuerdo o los acuerdos que le permitan asumir el gobierno al filo de que acabe
el plazo para ello, salvado por la campana, le van a salir muy caros, porque,
como en una mañana de resaca, tendrá que arrepentirse y poner remedio a tantos
excesos como cometió en la anterior legislatura, ebrio de una mayoría absoluta
que le vino demasiado grande.
Y es que Rajoy, si quiere los votos de Ciudadanos, los
únicos que parece tener asegurados y muy a pesar de Rivera al que no le
conviene dárselos, o la abstención más o menos vergonzante del PSOE y otros
partidos, tendrá que desmontar, por ejemplo, la que fue ley estrella de sus
primeros meses, esa LONCE, ley Wert por otro nombre, que no fue más que una
concesión a la iglesia católica y su poderoso aparato docente, una ley
absolutamente ideologizada, dirigida, entre otras cosas, a propiciar la
expulsión de los menos favorecidos económicamente de las enseñanzas superiores
y a conseguir el deterioro del sistema público de enseñanza para convertir lo
que es una necesidad y un derecho de todos en un privilegio o un negocio para
algunos.
Una ley, la LONCE, que ni siquiera consiguió el apoyo
unánime del Partido Popular y sus gobiernos autónomos, que, como las reformas
introducidas por un "iluminado" y ultraconservador Gallardón,
introdujo en la justicia española contra los más pobres o, incluso, los menos
ricos, a los que dejó sin acceso a la justicia, y contra las mujeres, a las que
pretendió arrebatar el derecho a decidir o no su maternidad.
Rajoy es quien es y tiene sólo la fuerza que tiene, pero los
españoles en política, como viendo la tele, se cansan rápido y las más de las
veces no tienen paciencia para ver un programa completo y, por eso, cambian de
canal con facilidad o, más de una vez, prefieren apagar el aparato y bajarse al
bar de la abstención. Por eso, ahora es tan importante dejar que Rajoy
gobierne. Por eso es tan importante hacerle morder el polvo de la inestabilidad
y tragar la píldora de la democracia, forzándole a dar marcha atrás en todas
esas leyes y someterse a la investigación parlamentaria, mejor sería independiente,
sobre su corrupción y sobre los abusos y trapacerías del ministro del Interior
que ha puesto a su exclusivo servicio los poderes que todos ponemos para que
nos proteja.
Ahora es el momento de dejarse de veleidades, es el momento
de irse, como Pedro Sánchez, del lugar al que nunca debió llegar, es el momento
que las fuerzas progresistas se conjuren para defendernos de los abusos de la
derecha, es el momento de poner a Rajoy en su sitio.
1 comentario:
Muy bueno...
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