miércoles, 6 de julio de 2016

TRES POR CIENTO S. A.


Al paso que vamos, se va a hacer necesaria la convocatoria de nuevas plazas en la Guardia Civil, sólo para hacer frente a la creciente demanda de guardias para los registros judiciales relacionados con la corrupción. Sólo ayer, este cuerpo policial tuvo que dar cobertura a la inspección y el requerimiento de la documentación exigida por un "humilde" juez de la localidad tarraconense de El Vendrell en ciento veintitrés ayuntamientos de toda España.
Que la corrupción estaba institucionalizada en demasiados ayuntamientos era cosa sabida, pero, de ahí a hacer de ella una industria, va un abismo, el abismo por el que puede despeñarse nuestra fe en la democracia y nuestra credibilidad como país. Afortunadamente, aún hay servidores del Estado que, a pesar de la incomprensión de sus compañeros, de las presiones de sus superiores y de lo fácil que es rendirse ante ellas, hacen su trabajo con pulcritud y entusiasmo sin dejar de tirar de ninguno de los mochos hilos que deja al descubierto cualquier caso de corrupción.
Al joven juez de El Vendrell, la denuncia de una concejala de Esquerra Republicana en el ayuntamiento de Torredembarra le puso sobre la pista de lo que parecía un caso aislado de lo que parecía únicamente corrupción local ligada al urbanismo y los servicios y, tras largos meses de trabajo, le ha permitido, a él y a la Guardia Civil local, desentrañar una tupida red de corrupción institucionalizada que se servía de una empresa que actuaba como si de una gestoría se tratase, mediando entre empresarios deseosos de contratar y ayuntamientos que, a cambio de importantes mordidas previamente establecidas lograban para ellos los anisados contratos.
Hasta ahora pensábamos que la corrupción era cosa de dos, el corruptor, generalmente un empresario, y el corrompido, cualquiera con capacidad para contratar en nombre de la administración y moral tan distraída como para dejarse sobornar personalmente o en nombre de su partido. Ayer hemos sabido que en este negocio hay más actores. Actores que serían algo así como granados o correas por cuenta ajena que movían ante los empresarios en cuestión todo un catálogo de obras y adjudicaciones entre las que elegir, cobrando, claro está, por sus servicios.
Todos recordamos, o al menos deberíamos hacerlo, aquella dura acusación del entonces president de la Generaitat, Pasqual Maragall, en una tórrida sesión del Parlament a Artur Mas, señalándole como causa de su actitud un único problema, el del "tres por ciento". un problema que ahora sabemos que no era el único que tenía Mas y que ni siquiera era exclusivo del que hoy ha quedado sólo como líder de una Convergencia a punto de desaparecer.
Inmediatamente, todos se echaron sobre Maragall, incluso desde las propias filas de su partido, para que rectificase su actitud y se disculpase, como acabó haciendo, ante sus adversarios. Mal asunto para este país que aquello no pasase de mero incidente, de simple bronca parlamentaria. Malo que el ex president Maragall se retractase, malo que a nadie le pareciese oportuno abrir una investigación sobre lo insinuado por el socialista, pero peor aún que la prensa, al menos la catalana, a la que tanto hemos admirado tantos, se encargase de desvelarnos de qué estaba hablando don Pasqual.
Memoria y curiosidad son facultades del pensamiento humano que no deberíamos dejar de lado, como tampoco deberíamos aparcar nuestra lógica cuando nos acercamos a la política. Y lo escribo porque, si actuásemos con lógica, no consentiríamos como hemos consentido tanto y tantas veces que se nos diga que la externalización de actividades que corresponden a los organismos públicos porque, sin ellas, no podrían cumplir con sus fines. Pero nos han contado una y otra vez que lo público es incapaz de gestionarse a sí mismo ni de hacerlo bien. Nos han tratado de convencer, y a algunos han convencido, de algo tan absurdo como que es más barato externalizar cualquier servicio, a sabiendas de que en el precio de la externalización ha de ir incluido el lucro del agente externo.
Son las cosas de la ingeniería financiera, de los nuevos modos de gestión de lo público, que, las más de las veces no hacen otra cosa que abrir agujeros en los silos de la administración por los que las ratas de la gestión privada saquean el grano que es de todos y para todos, los agujeros de los que vive el Tres Por Ciento S.A.

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