miércoles, 31 de agosto de 2016

¡BENDITA MEMORIA!


Escuchando ayer a Rajoy su discurso de investidura, tedioso y el peor de su historia, según gran parte de la prensa, no pude por menos que recordar a mi padre, noventa y dos años, y a otras personas como mi padre, a las que la memoria comienza ya a descarrilarles. Y si recordé a mi padre, es porque oyendo a ese muñeco vestido de azul que pretende gobernarnos otros cuatro años, me preguntaba cuál podría ser la reacción de quién carece de memoria o está empezando a perderla ante tal ristra de promesas incumplidas e imposibles de cumplir o ante esa colección de logros que, de serlo, no lo han sido gracias a su gestión, sino a la situación internacional y, sobre todo, al sacrificio de millones de españoles a los que ha robado el futuro y difícilmente se lo devolverá.
Por eso agradecí esta bendita memoria que nos permite discernir entra las palabras y los hechos, la misma que permite confrontar, ahora con la cruda herramienta de fonotecas y hemerotecas, lo que se dijo o se hizo con lo que se dice que se dijo o se hizo. La misma memoria que, ante la imagen de ese señor del traje azul con su raída corbata fetiche, dispara todas nuestras alarmas y nos alerta de que quien dice ahora todos esos "diegos" en campaña es el mismo que en el consejo de ministros dictaba y firmaba los "digos" que todos hemos sufrido.
Gracias también a la memoria me parecieron un suspiro los apenas dos minutos que este dragón de Komodo de la política española, tan lento de movimientos como resulta ponzoñoso su contacto, dedicó a la corrupción o a su poco o nada creíble propósito de enmienda. Esos escasos dos minutos dedicados a ese epígrafe no bastaron, al menos a mí no me bastaron, para hacer desfilar por mi memoria los rostros y las caras de los Camps, Granados, Gómez de la Serna, Pujalte, Rita Barberá, Bárcenas, Esperanza Aguirre y su entorno de ranas, los Fabra y las oportunidades de negocio y toda una lista de indeseables condenados o no que, con la excusa de la eficacia han utilizado lo público para llenarse los bolsillos y engrasar la máquina electoral de su partidos, perpetuándolo en el poder y la rapiña.
La memoria que no le faltó a ese señor empeñado en comerse las eñes de señorías y en llenar el aire de eses líquidas para anunciar el apocalipsis alternativo a su gobierno, como tampoco le abandonó a la hora de parapetarse tras la bandera del peor españolismo, echando abajo imprudentemente, los puentes por los que podrían llegarle en caso de necesidad los votos de la derecha nacionalista, a la que ofendió y cabreó innecesariamente.
Está claro que la memoria, nuestra memoria, a Rajoy "se le ¡importa una figa", `porque la única que le preocupa es la de los votantes que imagina, todos, en el barrio de Salamanca, el único lugar en el que he visto, dos veces, billetes de 500 euros, esos señores de cafetería fina, tortitas con nata y pastas para el té a los que el portero les sube el ABC desde hace décadas, los que tan bien quedan retratados en "Renacimiento", la novela de Manuel Longares, a los que no les duelen prendas a la hora de mantener al partido que desmantela una sanidad y una educación públicas que ellos no necesitan.
Seguro que pensaba en ellos y en el Colegio del Pilar, cuando habló de negociar un gran pacto por la Educación, sin que se le escapara la risa recordando a Wert, su ministro "destroyer", hoy jardinero enamorado en París.
Menos mal que tenemos memoria, esa bendita memoria que nos llena de arañas el estómago cuando escuchamos algunas cosas, esa bendita memoria que nos pone en guardia ante quienes una y otra vez nos hacen "pedorretas" con el BOE y nos arruinan la vida. Menos mal que la tenemos y ojalá la tengan otros a los que, después de quitarles la honra en el huerto del pacto, ninguneó en su discurso.
Rajoy, como cualquier gerifalte de la derecha de este país, va sobrado. Pretende el apoyo de todos a cambio de nada, porque cree que el poder es su lugar natural y que el país se lo debe. Menos mal que algunos aún tenemos memoria ¡Bendita memoria que nos permite recordar quién es quién y lo que cuesta dejar de serlo!

martes, 30 de agosto de 2016

ACABAR CON EL CORSÉ


De repente, se acabó el verano. Un verano extraño, un verano de mal estudiante, de estudiante desganado y aburrido, al que junio no le fue propicio y ni julio ni agosto le han servido para poner las materias "cateadas" al día. Un estudiante que se enfrenta a los exámenes como un mal trago, un trámite por el que hay que pasar sin la más mínima esperanza de superarlo para seguir adelante.
Bien es verdad que, a ese estudiante, después de tantas horas perdidas ante los apuntes, después de tantas ilusiones, angustias y fracasos, le han crecido espolones y se le ha retorcido el colmillo, para bien y para mal. Bien es verdad que ya no es el mismo, porque conoce as dificultades y los tics de quienes le han de tomar la lección.
La sensación que tengo al enfrentarme a este nuevo curso político, con las mismas materias, los mismos profesores y los mismos compañeros del que acabó en fracaso hace apenas tres meses, es la misma sensación que tuve cuando, aquel septiembre ya lejano, cuando equivocadamente estudiaba Veterinaria, me vi incapaz de superar los exámenes de septiembre, con las mismas asignaturas que ya no me ilusionaban, con el hastío acumulado en los meses perdidos. Bien es verdad que fui capaz de armarme del valor suficiente para reconocer que así no podía seguir, primero ante mí mismo y después ante mis padres, comprometiéndome en un giro de ciento ochenta grados que, para mi fortuna, acabó resultando positivo.
Creo que el país, y me refiero a España, porque al otro país, EL PAÍS, lo doy ya por perdido, está ante una encrucijada como la que yo viví. Lo que le ocurre a España, a los españoles, es que la carrera que estudia ya no les satisface, en una facultad y con unas normas que no le sirven. España ha demostrad, y por dos veces, que no quiere estudiar bipartidismo. Lo malo es que aún sigue matriculada en esa carrera en la que, por desgracia, no está contemplado que los partidos con capacidad de decidir y proponer leyes sean más de dos, porque, por mucho que se ganen elecciones, esas victorias no bastan para formar las mayorías precisas para gobernar.
Lo malo, lo peor de todo, es que el parlamento, el terreno de juego, en el que han de confrontarse unos y otros sólo está pensado para dos, porque en él se pintaron las rayas que marcan sus límites y se dictaron las normas para que los contendientes fuesen sólo dos y, de haber un tercero, se le pudiese ir arrinconando hasta sacarle fuera por las buenas o por las malas.
La ley electoral y los reglamentos de las cámaras en las que ha de hacerse la política están diseñadas para que, en España, haya sólo dos partidos. Pero no sólo eso, el sistema, y no me refiero al político, más bien hablo de las grandes corporaciones, las que estrangulan al poder para debilitarlo y hacerlo dócil y manipulable, se maneja mejor con dos partidos, dos voluntades a los que engatusar, manejar o, por qué no, sobornar, para pagar impuestos ridículos mientras el país, muy especialmente, nuestra Seguridad Social, se asfixia. Por eso presiona y presiona hasta alinear al PSOE junto al PP versión A y el PP versión B, aún a costa de su ruptura y la desafección de sus votantes,
Al IBEX 35 no le gusta que sus asuntos dependan de la decisión de tres o más partidos, porque es más fácil "llevarse al huerto" a un diputado "de los de toda la vida" que a un "rasta", aunque nunca se sabe. Por eso, el IBEX 35 y su acorazada de opinar, desde el ya decadente t desacreditado Juan Luis Cebrián al Financial Times, tratan de quebrarle la cintura a Pedro Sánchez, para que el "Pacto de los toros de Guisando" sea a tres y no sólo a dos, porque Coalición Canaria es ahora más simbólica que necesaria.
Por eso, en este curso que comienza, alguien tiene que atreverse, alguien tiene que desatar el corsé que comprime la voluntad de los ciudadanos, para esconder los michelines de su diversidad y convertirla en una imposible cintura de avisa que, antes o después, en lo general y en lo particular, acabará doliéndonos.
No sé cómo ni sé quién lo va a lograr, pero alguien tiene que acabar, no con el bipartidismo, que de eso nos encargamos los ciudadanos, sino con el corsé legislativo que se encarga de modelar nuestra voluntad.