viernes, 30 de septiembre de 2016

23-F EN SEPTIEMBRE


Debo confesar, para comenzar, que no entendí la comparecencia de Susana Díaz del Comité Director de su partido. Una comparecencia, ante el máximo órgano del Partido Socialista de Andalucía, hecha deprisa y corriendo, sin nada que debatir, sin nada que votar, sin nada que decir, con la única finalidad de aplaudir y dar "calorcito" a la temeraria y ambiciosa presidenta que, ciega de ambición y muy mal aconsejada por su colección de jarrones chinos, ha puesto patas arriba un partido con más de un siglo, un partido que ha resistido clandestinidades, guerras, cárcel, éxitos de los de morir de éxito y derrotas que, por los enemigos a batir, son algunas que más dignas que otras. Una convocatoria digna de ese bolivarismo que tanto dicen odiar, hecha con el único fin de ser aclamada, consolada y perdonada por el enorme estropicio que acababa de perpetrar en el partido.
Y es que no puede calificarse de otra manera el cerco que de esa acorazada dimisionaria desplegó en torno y frente a Pedro Sánchez, condenado de antemano por el único crimen de haber creído que el secretario general del PSOE era él y no ninguna "gestora" en la sombra formada por los ya aludidos "jarrones", el grupo mediático propietario del periódico en cuyo consejo se sienta Rubalcaba, toda una serie de tontos útiles y los necesarios "tejerillos" de este golpe, encarnados por los lacayos de la señora Díaz, Antonio Pradas y Verónica Pérez.
Dicen, no seré yo quien lo ponga en duda, que, cuando Susana Díaz, en plena euforia por aquellos primeros éxitos al frente de los socialistas andaluces, comenzó a plantearse, inspirada y apoyada por lo más rancio, lo más viejuno, del PSOE rancio del PSOE, comenzó a conspirar para buscar a alguien que le mantuviese caliente la silla hasta que, ella, considerase llegado el momento de trasladarse a la calle Ferraz, en aquellos momentos en que la vieja dirección, la eterna dirección diría yo, ante todo, quería frenar el paso a Eduardo Madina y que, cuando le propusieron al joven y guapo Sánchez, lo que dijo fue "este chico no vale, pero nos vale".
Lo malo, para los conspiradores de entonces y de ahora, es que, con el tiempo, aquel chico, no sólo valía, sino que no les valía. Y no me extraña, porque la presidenta andaluza ha sido para Sánchez como una china en el zapato que le criticaba y apoyaba a partes iguales, a partes iguales, para, en mi opinión, cuidarse muy mucho que no alcanzase el triunfo electoral que cortaría los hilos del títere que creían manejar.
Supongo que, para quien tiene un poco de dignidad, debe ser duro tener que chocar una y otra vez con el muro de una investidura que se le hacía imposible, atado como estaba de pies y manos, como estaba por todos esos conspiradores, esa vieja guardia fracasada y sin ganas de dar la cara, para hacer imposible el acuerdo con Podemos o los nacionalistas, basándose, como decía ayer Martín Pallín, en un sólo artículo de la constitución, el que atañe a la unidad de España, y olvidando todos los demás, los que hablan de los vapuleados derechos y libertades de todos los españoles. Y supongo que Pedro Sánchez y los suyos no querían asumir el encargo de la trama oculta de este golpe, siempre, aunque nunca llegue a descubrirse, como en el 23 F, hay una trama oculta que nunca llega a descubrirse. Y en este caso la trama oculta que ha movido la mano y el pensamiento de Susana Díaz y sus mentores hay que buscarla en ese ente perverso que es el IBEX-35, empañado en "ganar y ganar y ganar", que diría Luis Aragonés, y en acabar con nuestra felicidad, nuestro futuro y quién sabe si con nuestras vidas.
Sin embargo, no acaba ahí la nómina de estos otros golpistas, empeñados en traicionar de los votantes del PSOE, dando el gobierno de nuevo ala ayer silencioso Mariano Rajoy. En esa nómina infame está también el gripo PRISA que, ayer, combinando sus fuerzas, como Milans del Bosch con Tejero en el 23-F de 1981, puso el micrófono a Felipe González para desatar la tormenta, mientras publicaba un insidioso editorial en el que se tachaba al secretario general socialista, el primero elegido directamente por los militantes, de "insensato y sin escrúpulos". 
Hoy, para rematar este 23-F vergonzante, la encargada de sacar los tanques ha sido Pepa Bueno que en su programa en la SER ha entrevistado a un dubitativo y triste Eduardo Madina, primero, y a un cargado de razones y, por momentos, indignado Josep Borrell, al que no ha podido aturullar, ni mucho menos callar, en sus críticas contra la torpeza de Susana Díaz y los suyos y que ha llegado a preguntar a la periodista si le consideraba gilipollas, aunque sin llegar a decirlo También que, que él sepa, "el grupo PRISA no puede cesar al secretario general del PSOE.
En fin, ese desgarrar el partido, para, luego, con voz compungida y ese tono populista y paternalista de Canal Sur, para, luego, cuando ya era evidente que su 23-F particular y en septiembre había sido una torpeza, ofrecerse a coserlo, es una falacia que, con un poco de suerte, servirá para que los militantes del PSOE vuelvan a colocar a su partido donde siempre debió estar, en la izquierda.

jueves, 29 de septiembre de 2016

MARRULLERÍAS


Desde que ayer Susana Díaz decidió mandar sus huestes a la batalla y dar el primer paso para salirse con la suya, que no es otra que defenestrar a  Pedro Sánchez de la Secretaría General del PSOE, no hago otra cosa que preguntarme qué estarán pensando los votantes y, sobre todo, los militantes del segundo partido de este país que, de la noche a la mañana, pueden ver, no sólo como sus votos, en contra de lo que les contaron cuando se lo pidieron, son utilizados para dar continuidad al gobierno de los recortes y la desigualdad, sino que, además, su partido o el partido al que votaron se ha roto por la mitad, dejando al descubierto lo más hediondo de sus vísceras.
Supongo que quienes no hace tanto tiempo eligieron a Pedro Sánchez como su secretario general de la forma más democrática posible, por sufragio universal dentro del partido, quienes han visto que, pese a algún titubeo, éste no ha hecho otra cosa que cumplir con lo ofrecido en su programa electoral, negándose a consentir con su abstención, que Rajoy pueda salirse con la suya, quienes llevan tantos meses defendiendo ante amigos y enemigos, en el trabajo, en tertulias y en las redes que su partido, el PSOE, sigue siendo de izquierdas, todos ellos, harán algo para defender a su secretario general de esta canallada, de este verdadero golpe de estado que está sufriendo.
Me pregunto dónde habrán dejado su alma socialista quienes llevan meses ladrando alrededor de Pedro Sánchez, boicoteando cualquier intento de acercamiento a la izquierda, cualquier apuesta por reconstruir viejas mayorías con la izquierda y los nacionalistas. Me pregunto en qué rincón del desván de sus ideas habrán escondido los años de cárcel y sufrimiento de tantos militantes, dónde habrán dejado aquel ímpetu redentor de los débiles que, a muchos, nos hizo sentirnos orgullosos de haberles votado. Me temo que, cuando la púrpura, los cargos, importan más que los principios, todo eso cabe en cualquier cajón de la mesa del despacho por el que se pelean.
Sin embargo, de todo lo visto, lo peor es esa manera de comportarse, fuera de toda lógica, esas prisas que no hacen otra cosa que confirmar lo más lamentable, que quienes quieren derribar a Sánchez no quieren enfrentarse a la democracia, al "un militante un voto", aunque sea delegado, que casi con toda seguridad acabaría dándole la razón al secretario general. Por eso, contra toda lógica y cuando ya se habían convocado un comité federal para modificar o no, esto último lo más probable, ese "no es no" para el que ya está mandatado el secretario general por el último comité consultado al efecto, Susana Díaz ha movido sus peones, incluido su padrino, Felipe González, para asaltar Ferraz y mandar al destierro a Sánchez, antes de que este próximo sábado pueda reunirse el equivalente a la asamblea del partido.
Había prisas y, cuando hay prisas, se pierden las formas. El primero en perderlas y hacerlo de forma más lamentable ha sido Felipe González, que, con la entrevista que dejó grabada desde Chile para la Cadena SER, lanzó el chupinazo que abrió el portón del corral de los morlacos y que, ya a la noche, también desde Chile, se tomaba a broma su trastada y la ruina que amenaza hoy a su partido. Y hubo prisas por parte de Antonio Pradas, correveidile de Susana Díaz, por destituir a Pedro Sánchez de sus cargos. También hay, huno, prisas por parte de muchos de los que han carcomido el prestigio, sobre todo electoral, del PSOE, personajes como el alcalde de Vigo, Abel Caballero, en desautorizar allá donde ha podido a la dirección federal, prisas casi de estampida que han dejado el escenario lleno de heridos, de los que el más grave es el prestigio de un partido que, pase lo que pase, ya nunca será el mismo ni ocupará el lugar que tuvo.
Demasiadas marrullerías de quienes dicen poner a España por delante del partido, piensen lo que piensen los militantes que lo componen, del mismo modo que ponen a España, una abstracción, patriotismo barato, por delante y por encima de los españoles que son, debieran ser, lo más importante, porque son ellos y no marcas, empresas o prestigios, lo más importantes. Marrullerías, juego sucio y malas artes de Susana Díaz, que quiere, sobre todas las cosas, ocupar el sillón que un día fue de un Felipe González que, en su día, se fue más por soberbia que por sentido del deber. Marrullerías y juego sucio de quien se quiere más a si mismo que al partido y a los ciudadanos que dice defender y quiere escamotear las decisiones importantes al sufragio universal, porque sabe que lo que defiende es insostenible.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

ESCENARIO PARA UNA RENDICIÓN



Andan todos -la prensa, el PP, Ciudadanos y sus propios compañeros- diseñando un funeral para el secretario general del PSOE, Pero Sánchez. sin que se haya muerto. Quieren enterrarle pronto, para que nadie se dé cuenta de que aún está vivo. Por eso, los unos improvisan certificados de defunción de médico tramposo, amigo de la familia, los otros encargan la caja y los demás empiezan ya a repartirse los despojos.
Triste panorama, en el que Don Tancredo Rajoy espera ver pasar el cadáver de quien, con mayor o menor acierto, con mayor o menor convencimiento, desde el PSOE ja acabado por plantarle cara, algo para lo que no estaba preparado en un país en el que demasiadas cosas, por desgracia, acaban resolviéndose entre bambalinas. Y cree que ya lo tiene, que la cosa esta madura, que los felones, como con Julio César, darán buena cuenta del "amigo", "por el bien de Roma". 
Si lo consiguen, Rajoy habrá obtenido, con sus propios votos, los de Ciudadanos y los de los que creyeron en el programa del PSOE, disfrazados ahora de cínica abstención, el perdón a todos sus pecados, el perdón a todo lo hecho y dicho desde las filas del gobierno, de los gobiernos del PP en estos últimos años. Una maniobra demasiado habitual, la de atribuirse el perdón de las urnas por pecados que hay que pagar en los tribunales, indigna y mentirosa, que ha llevado a este país, especialmente en Madrid y Valencia a niveles de corrupción e impunidad insoportables. 
A Pedro Sánchez, empeñado en defender lo que interpreta que es la voluntad de sus votantes y, muy especialmente, le están mordiendo los tobillos todos esos reyezuelos que alzan su voz en aras del bien de España para impedirle hacer a nivel nacional lo que toso y cada uno de ellos, acertadamente, han hecho en sus propios territorios. Lo suyo es la actitud cobarde de quien nada y guarda la ropa, la de quien ha perdido tantos votos como el propio Sánchez en sus respectivos comicios y cínicamente culpan a su secretario general, cuando es evidente que, si los pierden, es porque existe Podemos y, si existe, es porque los ciudadanos, primero con Zapatero y luego con Rubalcaba, se sintieron huérfanos de unas siglas que les defendiesen y acabaron buscando refugio en otros pagos.
Los dirigentes del PSOE, barones o jarrones chinos, quieren liquidar al díscolo Sánchez, al mismo que fracasó en marzo por no acercarse a la izquierda, atado de pies y manos como estaba por los mismos que ahora le reprochan el fracaso que ellos mismos provocaron. Pero Sánchez, en contra de lo que viene siendo en ese partido, el de la calle Ferraz, ha decidido resistir a las presiones y morir matando, atrincherado en una dignidad y unos principios que, si no son los suyos, sí son los de la mayoría de sus militantes y votantes.
Quienes pretenden entender de esto tratan de colocarnos, si Pedro Sánchez se sale con la suya, ante el abismo de un PSOE dividido y desgarrado. Pero no hacen el esfuerzo, y no lo hacen a conciencia, de enfrentarnos al día después de un PSOE entregado a los intereses de los poderosos, consintiendo que quienes, ayer mismo y por enésima vez, se negaron a ser controlados o investigados por el pleno del Congreso, la máxima expresión de la voluntad ciudadana que es, los miembros de  de un gobierno en funciones y amotinado, los dirigentes de un partido que está siendo investigado aquí y allá por años de corrupción, el partido investigado por destruir pruebas del caso Bárcenas, machacando los discos duros que guardaban la caja B de la corrupción, el presidente y el ministro que retiran a sus amigos, sin más, en puestos en los que se juega el prestigio de España, el mismo que sentó en el Senado a la responsable de la vergüenza valenciana, al "caloret" del sueldo y el fuero, para no hacer nada y, sobre todo, para que no diga nada.
Ese es el escenario. Un escenario que podría completarse con ciudades sucias, con colegios sin aulas ni profesores, con hospitales con camas cerradas por falta de personal, con millones de parados sin ayuda y millones de trabajadores con sueldos de miseria. Ese es el escario en el que los barones y jarrones chinos del PSOE pretenden dejar hacer, dejar pasar a Rajoy. Yo estoy seguro de que, si, al final regalan su abstención y, con ella, su implícito perdón a don Mariano, los peores resultados del PSOE no serán estos, sino los que vengan después de la rendición.

martes, 27 de septiembre de 2016

QUÉ FALTA DE RESPETO


Yo, que, cuando fue elegido por sus compañeros en primarias, cuando, inmediatamente, comenzó a dar sus primeros y polémicos pasos en Ferraz, especialmente, el desmantelamiento de la dirección del partido en Madrid, tuve serias dudas, no ya sobre la idoneidad de la elección, sino sobre la persona en sí misma, yo que le critique duramente, ahora pienso que está haciendo lo correcto o, en todo caso, que tiene legitimidad para hacer lo que hace.
Quienes le critican, desde dentro y fuera del partido, le reprochan haber fracasado en su tentativa de formar un gobierno de progreso, frente al partido de Rajoy y pretenden, en nombre no se sabe de qué intereses superiores, que se aparte del camino y deje el paso libre al último responsable de la cruel gestión de la crisis de la que aún no hemos salido y en la que se ha vuelto a abrir la brecha social que parecía haberse suturado en España, a quien, en cuatro largos años, con su reforma laboral y con sus presupuesto ha acabado con gran parte de la clase media, ha dejado a millones de españoles al borde de la pobreza y ha expulsado de las universidades a los hijos de la clase obrera, mientras consentía la corrupción, poniendo trabas a su esclarecimiento, todo ellos, mientras los ricos, los poderosos y los especuladores se hacían más ricos, más poderosos y más salvajemente especuladores.
A Pedro Sánchez, elegido democráticamente por los militantes de su partido, un partido en caída libre tras la desastrosa gestión de Alfredo Pérez Rubalcaba, un partido en plana crisis de identidad, con una dirección que, ya hacía años había dado la espalda a la calle y a la gente, también a sus militantes, le han llovido las críticas desde todos lados. A Pedro Sánchez "le han dado" desde el propio partido, donde los barones, con Susana Día, su particular Esperanza Aguirre, a la cabeza no han hecho otra cosa que sabotear las iniciativas de su secretario general, a veces con grandes aspavientos, a veces taimadamente, a Pedro Sánchez le han criticado desde periódicos que apenas se venden en los kioscos y ahora se venden desde los despachos, pero al mejor postor. También, cómo no, en radios y televisiones, con informaciones sesgadas, en tertulias en las que chillan indocumentados monos de repetición, en las que correveidiles con su correspondiente argumentario filtrado y bien aprendido. Pero, además y, por si fuera poco, no ya criticado, sino pretendidamente coaccionado por dirigentes del PP, sus adversarios directos, que, de ninguna manera, quieren tener enfrente un partido díscolo y crítico, ahora que la posibilidad de formar un gobierno más o menos cómodo depende de arrancar la abstención al PSOE.
La decisión de Pedro Sánchez, de ir a primarias y a un congreso extraordinario, que ratifique o no su autoridad en el partido es valiente y le honra. Y no sólo eso, porque ya iba siendo hora de poner en marcha la maquinaria democrática de un partido que lleva ya demasiado tiempo soslayándola. Ya iba haciendo falta que un partido como ese, de gobierno, diese voz a sus militantes. Ahora sólo espero que todas esas voces críticas -a veces yo mismo, lo reconozco- que han, hemos, hecho todo lo posible para hacerle tambalearse en su silla, acepten los que la militancia decida sobre el futuro del partido y su secretario general. 
Otra cosa sería persistir tan tozuda como interesadamente en una intolerable falta de respeto, no ya a Pedro Sánchez, sino, también, a los militantes que, hace no tanto, le dieron su confianza, sin que haya habido un refrendo equivalente para revocársela.



lunes, 26 de septiembre de 2016

RESACÓN EN LAS URNAS

Señores, la fiesta se ha acabado y, ahora viene la resaca o, como dicen en México, la cruda. Ahora es eso lo que toca, la cruda realidad y lo único que espero es que unos y otros se dejen de experimentos, abandonen las veleidades y la venta de humo, para, de una vez, sincerarse con la sociedad y, sobre todo, con ellos mismos.
Cada vez tengo más claro que Podemos ha sido para la izquierda social de este país, tan maltratada, como esas drogas euforizantes que te dan el subidón, que te llevan a creer que estás en la cima del mundo que eres inmortal y lo puedes todo y que luego, de repente, sin avisar, te abandonan en plena fiesta, dejándote con el estómago en la boca y la cabeza a rastras  Podemos nos hizo creer, y fue así porque necesitábamos creerlo, que desalojar al PP de su castillo iba a ser fácil, pero cometió el error de confundir el enemigo, enzarzándose en una pelea cainita, con un PSOE tan desconcertado como desarbolado que, por su parte, no supo reconocerse en sus militantes, azuzado a demás por todas sus viejas glorias, empeñadas en conducirlo a un centro imposible, dejándolo a los pies de la derecha, cautivo y desarmado, como nosotros mismos, para lo que gusten mandar las grandes corporaciones de aquí y de allá.
Los resultados de ayer, con un PSOE bajo mínimos y un Podemos que no acaba de convertirse en la gran fuerza transformadora que promete, frente a un PP triunfante y eufórico en Galicia y un PNV reafirmado en su mayoría como nunca, que ni siquiera permiten comenzar a pensar en alianzas o en una oposición capaz de arrancar a los gobiernos de Feijóo y Urkullu nada distinto de lo que cada uno lleve, si no en programa, si en su agenda, a la vista u oculta.
Sin embargo, aún más significativo y un aviso para navegantes, es el batacazo de Ciudadanos al que, su intransigencia hacia todo aquello que huela a nacionalismo ha dejado con su casilla en blanco y sin representación en los parlamentos de Santiago y Vitoria, demostrando que hay realidades que, como los nacionalismos en cualquiera de sus manifestaciones, sea el independentismo democrático o el ese galleguismo rancio y de derechas que inventó Fraga, no se pueden ignorar. Tampoco, ese hacer de correveidile del PP que, inevitablemente, le llevará, si hay unas terceras elecciones, le llevará a ser fagocitado como uno más de los hijos de ese Saturno de la política española que es el Partido Popular.
Está claro que ignorar o, peor aún, satanizar el nacionalismo es un error que lleva a cualquier partido que quiera gobernar España a fracasar, porque de esa manera dejará de ser significativo en Cataluña, la misma Galicia o Euskadi, porque, amén de la galleguista Galicia que parece necesitar como el aire el caciquismo de su PP ruralista, ignorar que, en Euskadi o Cataluña, la mayoría de los votantes son nacionalistas o partidarios del derecho a decidir.
Por eso, mientras el PSOE, al que, pese a todo, sigo situando en la izquierda, no se mire en el espejo de sus militantes y deje dejarse arrastrar por la demagogia patriotera del PP, esa que diluye y oculta cualquier debate económico o social, en el que cualquier planteamiento mínimamente decente le bastaría para derrotarle.
Lo de ayer, lo de hoy, fue, ha sido, un enorme resacón que quizá, como las resacas de juventud, nos enseñe, a unos y a otros, a manejar euforias y expectativas Ojalá.



viernes, 23 de septiembre de 2016

EL SEPARATISMO Y LA PISTOLA

Me lo dijo un día Santiago Carrillo a propósito de Gallardón y, yo, siempre que puedo lo repito "no hay nadie en el PP que no sea del PP" Don Santiago acertaba, tenía toda la razón, porque, como el diablo, sabía más por viejo que por diablo.
Por más que se disfracen, por más que quieran parecer modernos, liberales o cordiales, por más que traten de vestir su discurso con tintes sociales, siempre, antes o después, les sale el alma conservadora y ultra nacionalista, porque eso que llaman patriotismo, el nacionalismo español, no es más que otra forma de nacionalismo y quizá la peor, porque trata de imponerse a las demás y, siempre que puede, los reprime. 
Le ocurrió esta semana a Alberto Núñez Feijoo, el presidente gallego y candidato a la reelección dentro de cuarenta y ocho horas. Hablaba en la intimidad de su coche oficial con Pepa Bueno y, quizá por creerse en territorio amigo, se relajó y, hablando de la difícil solución de la salida a la encrucijada catalana, lo dijo "no se puede negociar con la pistola del independentismo encima de la mesa" y, por si no le hubiésemos entendido, glosó su innecesaria "boutade", aludiendo torpemente al terrorismo de ETA.
Inmediatamente, claro, nacionalistas y no nacionalistas se le echaron encima, especialmente desde Cataluña, y con razón, porque tratar de asimilar el nacionalismo al terrorismo de ETA, que, ni aun en Euskadi encarnó nunca al nacionalismo, a todo el nacionalismo, no fue sólo una falsedad, fue además una canallada, porque, afortunadamente, ese mal sueño ya ha pasado e invocarlo no es de gente "de ley".
Sin embargo, lo que hizo Feijóo, dejarse traicionar por el subconsciente, era de esperar. Les pasa a todos los del Partido Popular. Han sido demasiados años hurgando con el palo de la intransigencia y el ojo por ojo, no sólo en el avispero etarra, sino, también, en todo el jardín vasco, demasiados años considerando ese territorio un fortín a defender a sangre y fuego y a costa de todo, demasiados años lanzando en Euskadi un mensaje apocalíptico e intransigente, a sabiendas de que, con esa actitud, esquilmaban a su propio electorado, incluso en Álava, "el sur" que decía el personaje de Karra Elejalde en "Ocho apellidos vascos".
Pero no nos engañemos, todo aquello tenía un sentido, todas esas salidas de tono, ofensivas para la mayoría de los vascos buscaban el premio del "prietas las filas" entre los votantes, generalmente mal informados sobre las causas y el alcance del "conflicto" vasco. Sé que es duro decirlo, pero ha sido así. Euskadi primero y luego Cataluña han sido el frontón contra el que los candidatos populares, pero no sólo los populares, lanzaban sus mensajes "patriotas", a sabiendas de que esos mensajes, como en el juego de pelota, les serían devueltos, con más fuerza si cabe, en forma de votos en el resto del territorio.
Ahora que ETA lleva cinco años sin matar y que Euskadi ha vuelto a ser el país que nunca debió dejar de ser, la pared del frontón se ha trasladado a Cataluña, y contra Cataluña y una gran parte de los catalanes se lanzan ahora los pelotazos. El primero, el que abrió el partido fue aquel recurso presentado contra el Estatut que se habían dado la inmensa mayoría de los catalanes, más de los que hoy se confiesan independientes y votan a los partidos que se dicen independentistas. Con aquel gesto y con el boicot a los productos catalanes y todas las campañas asociadas, con el ruido de todas esas tertulias, el PP y su gobierno hicieron más independentistas que el mismísimo Franco, mientras que el Partido Popular se convertía en residual. 
Pero no nos engañemos, ese aparente sacrificio obtuvo su premio en el resto de España, pero también allí, porque la tibieza del PSC, su indeterminación, su renuncia a hacer pedagogía y optar por el seguidismo al PP acabaron por convertir al partido que no hace tanto gobernaba Cataluña en otro partido casi residual.
No es mala esa estrategia del PP, Al menos es taimada e inteligente, aludir siempre que se pueda al separatismo y las pistolas reporta beneficios, pero no es, ni mucho menos, honrado.

jueves, 22 de septiembre de 2016

APRENDER DE LA DERECHA


Cuando uno cae en la cuenta de lo distinto que es el comportamiento de la izquierda y la derecha ante los conflictos, especialmente los internos, comienza a entender muchas cosas. La derecha es siempre una piña, para la que los trapos sucios se lavan en casa, mientras que la izquierda es una corrala, un patio de vecindad, en el que afloran las envidias, en el que se exageran los errores y se agrandan las diferencias, siempre que se puede, cuando no se deja al compañero persistir en el error, para verle estrellarse y ocupar la silla que deja vacía.
Sé que todo es matizable y que también en la derecha hay esperanzas aguirre y se crean gestapillos para espiar a los compañeros. No seré yo quien les niegue el derecho a abrigar las pasiones, pero, o son más discretos a la hora de odiarse, o cuentan con la complicidad de los medios que las suavizan, cuando no las silencian.
toso esto me viene a la cabeza después de escuchar al candidato del PP a la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, justificar, si no defender abiertamente a Rita Barberá, en su calvario por los tribunales, tratándola como una compañera más, pese a que, a la hora de elegir, la ex alcaldesa optó por quedarse con el escaño y tirar a la basura el carné y una militancia de cuarenta años en el PP y su antecedente, la Alianza Popular de Fraga.
Para Feijóo, el hecho de que Barberá no se haya enriquecido personalmente, algo dudoso, si se tiene en cuenta que ha vivid como una sultana, viajando, comiendo y pernoctando en coches, restaurantes y hoteles de lujo, a cuenta, claro, del dinero de los ciudadanos y recibiendo regalos no menos lujosos y atenciones de quienes hacían "negocios" con el ayuntamiento que creyó suyo para siempre.
Feijóo parece perdonar a Rita como el mismo se perdona por haberse subido, no una, sino varias veces al barco equivocado, con la persona equivocada, que, y lo dice para disculparse, hace veinte años cuando compadreó con él, sólo se dedicaba al contrabando de tabaco, actividad generalizada y socialmente aceptada en las costas gallegas, y no al narcotráfico.
Qué envidia me dan. Se lo callas, todo, se lo perdonan todo, nada, por grave que sea, les pasa factura en las urnas. Cuánto mejor le iría a la izquierda si se dejase de reproches, justificados o no, a los compañeros, cuanto mejor nos iría a quienes queremos ver este país gobernado por progresistas. Un sueño que, de momento, parece imposible, porque la izquierda española parece empeñarse siempre que tiene oportunidad en partirse las piernas para no avanzar.
Sólo alguna que otra carambola, aunque sea tan trágica como fue aquel 11-M y la más que estúpida gestión que de la información sobre las investigaciones del atentado hizo el gobierno de Aznar, nos permiten alguna que otra alegría. esa o el desgaste de una derecha que, como la UCD de Adolfo Suárez, quiso bajar del monte de los oligarcas para arrimarse al pueblo llano.
Es lamentable este canibalismo de la izquierda, por el que todos mueven la silla a todos, por el que todos conspiran contra todos, lo mismo en un partido con más de un siglo, como el PSOE, que en Podemos que apenas tiene un lustro de existencia. No hay más que ver el cariño que los barones del PSOE le tienen a Pedro Sánchez o esa pelea "a los cuatro vientos" que parece haberse desatado en las filas de Podemos.
Quizá nuestra izquierda debería aprender de la derecha, aunque, mirándolo ben, prefiero quedarme donde se ejerce, en mayor o menor medida, la democracia interna. Prefiero llevarme algún que otro disgusto, cabrearme de vez en cuando, antes que vivir en la paz del cementerio en el que yacen desde hace décadas la autocrítica y el debate interno. De la derecha, aprender la unidad, no la mordaza.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

DEMASIADA TESTOSTERONA



Siempre me ha parecido que Pablo Iglesias va sobrado de testosterona y que se "pone" pinchándose baños de masas en vena. Esa debe ser su droga, una droga que, como todas, acaba creando paraísos artificiales que, en su caso, le impiden ver la realidad social desde su nirvana particular.
Lo digo porque, ayer, en la campaña de las elecciones gallegas y después de un largo silencio, Pablo Iglesias invocó al miedo que hay que dar a los poderosos y sus voceros, como arma electoral, como reclamo para atraer votos a las urnas. Lo más curioso, como ha señalado algún comentarista, es que, cuando lo hizo, el auditorio ni se inmutó, en tanto que sus palabras, más o menos incendiarias, pero, ante todo, mientras, han abierto una brecha indisimulable entre él mismo y su viejo amigo Errejón en torno a la estrategia, no a la ideología, que debe caracterizar al partido.
Como bien señalo Errejón en un "tuit" posterior, los poderosos ya les temen y de lo que se trata es de no asustar a hipotéticos nuevos votantes. Ese fue el principio y, a partir de ahí, se desató la tormenta en redes y tertulias. Una tormenta que habla de luchas internas si no de divisiones, pero que, a mi entender, se circunscribe únicamente a la estrategia a seguir ante las urnas.
Ya sabréis de sobra que Pablo Iglesias, "prima donna" donde las haya, no es santo de mi devoción. Y, si no lo es, es porque, como tantos, pretende reducir el mundo a lo que conoce, temeroso siempre de lo que no controla. De ahí sus "purguitas" dentro del partido, su intervencionismo en los procesos de democracia interna y, digámoslo claro, su excesivo protagonismo, asumiendo siempre que puede, la voz única de la organización.
A mi modo de ver, lo que lleva a Pablo Iglesias a decir lo que dice, a "soltar" en un mitin de campaña lo que debería haberse tratado de puertas adentro es la mala digestión que arrastra del "fracaso" en las elecciones del 26 de junio que él insiste en atribuir al tono moderado que sostuvo en ella, siguiendo quizá los consejos de Errejón, la pérdida de un millón de votos, justo los que impidieron el ansiado "sorpasso" al PSOE. Así lo dedujeron después de las consultas convenientemente "dirigidas" a los militantes, una especie de consulta al "espejito" de la madrastra de Blancanieves, que dejaba fuera del cuestionario la verdadera causa, insisto, a mi parecer, del fracaso.
Conociéndole y, siguiendo el evangélico "por sus obras les conoceréis" creo que le conozco, estoy seguro de que su irrupción como elefante en cacharrería en las consultas para la investidura de Pedro Sánchez, haciéndole el gobierno y sembrando su propuesta de acuerdo con los socialistas con más de un borrón estalinista, ni siquiera ha sido considerada por él como causa de la sangría de votos. Cómo iba a equivocarse él que, desde que era el crío que ya no es, había ido de éxito en éxito, cada vez más arriba, hasta toparse con un fracaso que ni siquiera las encuestas le auguraban.
Para mí, aquello fue un subidón de testosterona que, a muchos, como a mí, nos asustaron. Y no es que yo crea que la izquierda deba de ser sumisa, me conformo con que sea inteligente y realista y me temo que Iglesias no lo fue en esa ocasión, tirando por la borda la mayor oportunidad que ha tenido la izquierda española en los últimos años.
Gobernar no es controlar una asamblea ni escribir un manifiesto, gobernar es algo más. Sobre todo, cuando conseguir la mayoría absoluta para poner en práctica un programa como el de Podemos, es algo más que una utopía. Por eso, si Iglesias cree que, sólo asustando a banqueros y poderosos lo va conseguir, se equivoca, porque ese miedo arrastra a otros muchos miedos subsidiarios. Iglesias debería hacer caso a Errejón y esforzarse en convencer a los que aún no están convencidos, a los que no están en sus mítines ni asambleas. Y debe tener muy claro que no sólo con aclamaciones y palmaditas en la espalda se consigue. A iglesias le vendría bien de vez en cuando una ducha fría, algo que rebaje su elevado nivel de testosterona. Si no, él y los que creemos que Podemos es no sólo muy necesario, sino imprescindible.

martes, 20 de septiembre de 2016

DE USAR Y TIRAR

Crecí en unos tiempos en los que el trabajo era algo más que un modo de subsistencia, un tiempo en el que el trabajo, los oficios, eran bienes en sí mismos, un tiempo en el que para un chaval o una chavala de dieciséis años, cruzar las puertas de la Perkins, la Barreiros, la Standard la Seat, o, incluso, las de El Corte Inglés, era iniciar una vida laboral en empresas que, muchas veces, eran como de la familia, porque de ellas había venido durante años "el dinero del mes", porque en ellas se habían jubilado el abuelo o los tíos, se jubilarían el padre o la madre y, muy probablemente, ellos también.
Eran tiempos en los que el trabajo era en sí mismo un bien social, tiempos en los que el trabajador era algo más que un nombre en una lista, un sumando en un balance. Eran tiempos en los que muchos aprendimos nuestro oficio en empresas por las que sentíamos un cierto cariño, tiempos en los que las plantillas de los centros de trabajo eran un tejido social en el que se progresaba, donde se amaba y se odiaba, un tejido en el que se formaban familias que crecían, un tejido en el que, la empresa se decía "la casa", con lo que la casa tiene de cobijo. Tiempos que, por desgracia, no son los nuestros.
Todavía recuerdo aquel día que escuché a algún jefe, en la SER, decir aquello de que estábamos muy mal acostumbrados, que qué era eso de jubilarse en la empresa en la que entraste de aprendiz, que eso era muy cómodo y que, sobre todo y ahí estaba la trampa, esa actitud no nos dejaba crecer. Y nos ponían como ejemplo a "los americanos", que, por no tener, no tenían ni casa en propiedad, por si un nuevo trabajo les hacía cruzar el país de costa a costa. Curiosamente, nos lo decían los mismos que, luego, nos vendieron las hipotecas hinchadas para pagar viviendas a precios imposibles.             Ahora, no hace tanto tiempo, he entendido que esos mensajes, los de que no había que aspirar a trabajar toda la vida en la misma empresa, formaban parte de una estrategia, la estrategia que se puso en marcha cuando Margaret Thatcher y Ronald Reagan coincidieron en el poder, cuando la Unión Soviética se deshizo como un azucarillo ante nuestros ojos y comenzaron a vendernos la unidad de los trabajadores, no como un sueño, sino como una pesadilla. Quien más y quien menos, fue minando el prestigio de los sindicatos, ellos mismos, con las sombras en su gestión, los primeros. Así, poco a poco, y con un gobierno presuntamente de izquierdas, los trabajadores se fueron quedando huérfanos, en un mundo cada vez más hostil. injusto y cruel.
Tragamos todos. Los trabajadores con trabajo, los primeros. Nos hicieron creer que quienes caían a nuestro alrededor se lo merecían, por vagos, por díscolos o por lo que fuese, y lo creímos a pies juntillas. En la SER, donde me tocó vivir esta trágica involución, poco a poco, becarios repescados, gracias a los contratos en prácticas introducidos por Felipe González, iban sustituyendo a quienes se jubilaban o se iban, encadenando un contrato detrás de otro, cumpliendo jornadas inhumanas muy superiores a las firmadas, siempre con el palo y la zanahoria de la calle o la renovación. Así, de un día para otro, la plantilla de la SER y de muchas otras empresas, fueron perdiendo trabajadores con derechos y experiencia, que fueron sustituidos por otros más jóvenes y desprotegidos. 
Sin embargo, la pérdida de derechos laborales no es el único mal de esa esa estrategia empresarial consentida por gobiernos y, por qué no decirlo, también sindicatos, porque, además, los trabajadores bajo amenaza son más maleables y acríticos, algo que, por ejemplo, ha dado al traste con el prestigio y la calidad de nuestra prensa.
Las distintas reformas laborales han sido los grilletes que los sucesivos gobiernos han cerrado sobre los trabajadores. De todas ellas, la última, la del PP, ha sido el instrumento definitivo que Rajoy ha puesto en manos de sus amigos, los empresarios, para devolver a los trabajadores a niveles de explotación que hace décadas creíamos superados. Lo peor de todo, lo más vergonzoso, es que han tenido que ser los tribunales europeos los que han venido a sacar los colores a este gobierno que se ha hartado de decir que todo lo que hacía lo hacía por nuestro bien y pensando en Europa. Una mentira descomunal que incluye a los tribunales españoles, complacientes con leyes a todas luces injustas, una mentira que ha convertido a trabajadores orgullosos de serlo a mano de obra barata de usar y tirar.

lunes, 19 de septiembre de 2016

ABURRIMIENTO Y HARTAZGO


Aburrimiento y hartazgo. Esas son según el observatorio de la SER, una encuesta que se acaba de hacer pública hoy, las dos palabras más señaladas por los consultados, para definir la actual situación política, bloqueada va ya para diez meses, por unos partidos o, mejor dicho, unos líderes a los que no les apetece gobernar, si no es con mayoría absoluta o, a lo sumo, con un socio manipulable. Y, si es mala esa primera lectura del sondeo, peor aún es, al menos para mí, la que puede hacerse agrupando a los consultados conforme a su último voto en las urnas. en el perfil de los consultados, por ejemplo, en cuál fue su voto en las últimas elecciones. Peor, porque a quienes menos parece afectar el impasse, el limbo asfixiante en que vivimos, es a los votantes del PP.
Debe ser que de tanto votar le han acabado pareciéndose a Rajoy, como algunos acaban pareciéndose a sus mascotas y viceversa. porque, pese a que manifiestan lo contrario, ponen cara de preocupación e invocan al Apocalipsis, están tranquilos para sus adentros, porque saben que el tiempo está jugando a su favor, porque lleva al desánimo y la abstención, y saben que, en el desánimo y la abstención, el PP tiene las de ganar.
Este deprimente sondeo, insisto, para mí, coincide con una serie de encuestas que, todas, otorgan al PNV y al PP gallego victorias holgadas en las elecciones del domingo en Euskadi y Galicia, en tanto que pronostican el hundimiento de los socialistas, sobrepasados por las Podemos y las mareas. Así las cosas, parece claro que uno y otro, Íñigo Urkullu, y Alberto Núñez Feijoo, renovarían gobierno en sus respectivas comunidades y que, los resultados no influirían en futuras negociaciones para formar gobierno, salvo porque debilitarían las posiciones de Pedro Sánchez, y su "no es no" a Rajoy, tocado por el desgaste de sus siglas vascas y catalanas.
Lo que resulta realmente curioso es que Sánchez, que no ha hecho otra cosa que defender el No a Rajoy con el que se presentó a las elecciones y que cuenta con el respaldo en las encuestas de la práctica totalidad de los votantes socialistas, se convierta en el chivo expiatorio de sus "barones", responsables en gran medida de los malos resultados en las autonomías. No quiero ni pensar cuál va a ser la actitud de todos esos reyes de taifas, deseosos de comerse el hígado del primer secretario 
general que, en su partido, ha optado por escuchar antes a las bases que, al sanedrín de ex presidentes y presidentes en activo, demasiado atados por el pragmatismo y la mala conciencia de hasta dónde nos han llevado con su cómodo, para ellos, pragmatismo.
Hartos y aburridos se muestran los encuestados y horrorizados ante la posibilidad de volver a las urnas por tercera vez, pero, también, convencidos de que el mejor gobierno posible sería uno que deje fuera a Rajoy, firmado por socialistas, Podemos, Ciudadanos y nacionalistas. Nada que ver con lo que Rajoy, los poderes fácticos, sublimados hoy en el IBEX 35, o los acomodados gerifaltes socialistas quieren para España.
Cada vez que me paro a pensar en estas cosas, no puedo quitarme de la cabeza la oportunidad perdida por Podemos, para "abrochar" en marzo un gobierno capaz de desalojar a Rajoy de La Moncloa, una oportunidad perdida por la actitud irresponsable de Pablo Iglesias, que vendió la piel del oso antes de cazarlo, dinamitando cualquier posible acuerdo alternativo. No sé si se han parado a pensarlo, pero, desde entonces, no han hecho sino caer, perjudicándose y perjudicando la imagen de la izquierda, desunida una vez más, e incapaz de anteponer el bienestar de todos a su propia gloria.
No sé cómo acabarán las elecciones del segundo. Posiblemente con el asentamiento del PNV y el nacionalismo de izquierdas en Euskadi y la eternización, si es que existe la palabra, del PP en Galicia, liderado de nuevo por el chico de las narco amistades peligrosas. Lo que sé es que, a Sánchez, si no le defienden sus bases, le van a hacer picadillo.

viernes, 16 de septiembre de 2016

ESPERANZA AGUIRRE Y UN LARGO ETCÉTERA, TAMBIÉN


No seré yo quien defienda a capa y espada a quienes durante tantos años han gobernado Andalucía a placer, con esa mezcla de populismo y despotismo, tan propia de quienes cabalgan sobre mayorías absolutas, como quien cabalga un potro desbocado. No lo haré en el caso de José Antonio Griñan y Manuel Chaves, pero no puedo dejar de decir que echo en falta comportamientos similares de la Fiscalía en casos tan sangrantes o más, como lo han sido los gobiernos de Esperanza Aguirre o su sucesor, Ignacio González, en la Comunidad de Madrid o Francisco Camps y Alberto Fabra en la valenciana.
Eso, por no hablar de la providencial "oportunidad" con que el tribunal que juzga el caso de los ERE se manifiesta para, voluntaria o involuntariamente, equilibrar los efectos que los escándalos que la gestión del PP ha desatado en otras comunidades. Naturalmente, el fiscal está en su derecho y obra conforme a la ley cuando hace públicas sus peticiones para los dos expresidentes andaluces, pero da que pensar el hecho de que esa petición haya irrumpido en la actualidad coincidiendo con el clímax de la polémica desatada por la no renuncia de Rita Barberá al escaño que le otorgaron para el Senado las Cortes Valencianas, escaño que, por cierto,  la pone a salvo, de momento, de decisiones como la que se acaba de tomar con Manuel Chaves y José Antonio Griñán.
Supongo que los asesores de comunicación de los partidos saben lo que tienen que hacer en estos casos y los hacen. El PP, agitar y remover la boñiga que acaba de caer sobre el PSOE, para que su olor disimule el del asunto Rita, mientras el PSOE, por su parte, hace algo parecido, pero sin reservas mentales, a lo que estoy haciendo yo ahora mismo. Nos dirán que defender a los propios y atacar a los contrarios sin hacerse preguntas es lo que toca, pero, la verdad, los ciudadanos no nos merecemos eso. Más bien echamos de menos un poco de autocrítica y, sobre todos, una actitud de defensa de los ciudadanos y del sistema que, por lo general, brilla por su ausencia.
Creo que ahora es momento de aclarar que, amén de por las presuntas irregularidades cometidas por ellos o por sus subordinados, si Chaves y Griñán se ven en las que se ven es por haber renunciado en su momento a sus escaños en el Congreso y el Senado, con su correspondiente paraguas judicial, o a la reelección que, sin duda y no por falta de ganas, podría haberles proporcionado el PSOE, su partido, . Algo muy distinto de lo hecho por Rita Barberá y, seamos sinceros, la práctica totalidad de nuestros representantes.
Habrá quien me diga que la cabeza de Griñán y Chaves fue el precio pagado por Susana Díaz a Ciudadanos para que consintiese su gobierno en Andalucía. Algo que no deja de ser cierto, pero, al tiempo, habría que reconocer que no opusieron la resistencia que demuestran los imputados del PP, desde Rita Barberá a Gómez de la Serna, pasando por no sé cuántos más ni en cuántos asuntos más.
Insisto en que no me parece mal que Griñán y Chaves sean juzgados y, a la vista de lo probado, absueltos o condenados. Pero, del mismo modo, echo de menos ver pasar por lo mismo a personajes como Esperanza Aguirre, que, como una gallina clueca, ha estado sentada sobre el nido, el gran nido, de corrupción que ha sido la Comunidad de Madrid, desde su llegada a la presidencia, propiciada por el soborno indemostrable, de momento, a los diputados socialistas Tamayo y Sáez, soborno que fue investigado por una comisión parlamentaria presidida, atención, por el insigne inquilino de la prisión de Estremera, Francisco Granados.
Echo de menos en ese trance a Esperanza Aguirre y su sucesor Ignacio González, responsables del deterioro y desmantelamiento de la Sanidad y la Educación pública en Madrid, despilfarradores y malversadores del dinero que es de todos y para todos, del mismo modo que echo de menos a todos esos personajes y personajillos que tanto han tenido que ver con el saqueo de las arcas de una comunidad, la valenciana, que había sido siempre rica.
Está bien que Chaves y Griñán seas investigados y, si es menester, juzgados, pero Esperanza Aguirre, Ignacio González, Francisco Camps y un largo etcétera, también.

jueves, 15 de septiembre de 2016

TE VAS, PERO TE QUEDAS


Con la ya ex militante del PP Rita Barberá estamos asistiendo a un fenómeno curioso no demasiado habitual entre los personajes que hacen su vida bajo los focos, un fenómeno que se manifiesta en su aparente afán por parecerse cada vez más a la (mala) imagen que una gran mayoría de los ciudadanos tenemos de ella y no al contrario, como cabría esperar de una persona inteligente. Y es que cada vez más, su rostro, su voz, se aproximan más a su feo y desagradable comportamiento.
Ayer mismo lo demostró, dando un paso más en el camino de depravación pública que emprendió hace ya meses, un paso difícil de explicar, una especie de chantaje que en realidad no lo es, porque, de todas las salidas posibles, la ex alcaldesa de Valencia ha escogido la que mejor le viene a ella, porque pone a salvo su sueldo y su fuero, pero también y, sobre todo, la que mejor le viene a Rajoy, porque le permite decir que ha presionado a tan incómoda compañera de partido, salvando así el pacto con Ciudadanos que, de momento, le permite mantener la posibilidad de un nuevo intento de investidura.
La cosa podría haber quedado como un triunfo del silencioso Rajoy, como un golpe de autoridad en el partido, de no ser por algo tan chocante como ese comunicado de Barberá, en el que anunciaba su salida del partido en papel con membrete del PP y, muy probablemente, distribuido por el servicio de prensa del mismísimo Partido Popular. Un comunicado que cabe preguntarse si ha sido una torpeza, un error de tan zafio personaje o, por el contrario, un gol por toda la escuadra al que durante tantos años ha sido su partido y ahora le enseña la puerta de salida.
Ese comunicado, que no es una nota de prensa que recoja el anuncio de su renuncia a la militancia, sino el documento de la propia renuncia. Rita aúna bajo ese aspecto tosco y autoritario, la torpeza de quien está acostumbrado al poder que otorga siempre la razón, pero también la astucia de quien ha sobrevivido a décadas de luchas internas, pegada siempre a quien ha ostentado el poder, en Alianza Popular, primero, y en el PP, después, fuesen Fraga, Aznar o Rajoy.
Me cuesta creer que esta señora haya desconectado del que ha sido su partido toda la vida, del mismo modo que me costaría creer que ese partido la hubiera arrojado a las tinieblas exteriores, sin haberle protegido previamente con un escaño blindado en el Senado. Me costaría creer en una ruptura tan abrupta, porque Rita Barberá es una bomba de tiempo, un archivador vestido con traje de chaqueta, a ser posible rojo, que guarda importantes secretos sobre la financiación del PP en Valencia y Madrid, sobre los stands de FITUR, sobre la visita papal, sobre la Formula Uno y sobre todo lo que huele a cloaca en los despachos del PP, una bomba de tiempo a la que hay que mimar para que no acabe estallando en cualquier juzgado, complicando aún más el vía crucis judicial por el que sus viejos camaradas tienen que arrastrar las cadenas de la deshonra, soportando la cruz de la corrupción.
¿Alguien esperaba que Rita renunciase a todo? ¿A alguien le cabía en la cabeza que renunciase a la militancia y al escaño en el mismo día? A mí, desde luego, no. A Rajoy, tampoco. Y estoy seguro de que ha estado todo el tiempo en la pomada de la decisión de la todavía senadora. Todo a costa de los ciudadanos que, de no mediar una condena que la inhabilite para ejercer cargo público, seguiremos pagándole el suculento sueldo y las dietas que corresponden a esa acta de senadora a la que se agarra como a un clavo ardiendo.
Dicen que la ley le da derecho a hacerlo y yo creo que, de ser así, la ley está mal hecha y habrá que cambiarla cuanto antes, del mismo modo que habrá que explorar cuantos resquicios haya para forzar a esta señora a devolver un escaño que, en su caso, no es de elección directa, porque fue elegida por el pleno del Senado y no por los ciudadanos, y que, como en el caso del presidente del Gobierno debería poder ser revocado por la misma cámara que se lo ha dado.
Lo que pase en ese terreno, la actitud que adopte el PP y el comportamiento de la senadora Barberá desde su escaño en el Grupo Mixto, entre los senadores de Compromís y Bildu, lo que vote y lo que diga, si es que dice algo, nos darán la medida de si en realidad está fuera del PP o sigue bajo su disciplina.
Lo que ayer hizo Rita es un poco lo que cantaba su casi paisano Camilo Sesto en "Algo de mí", eso de "te vas, pero te quedas, porque formas parte de mí y en mi cama y en mi alma hay un sitio para ti".

miércoles, 14 de septiembre de 2016

EN RACHA

Un verbo, procrastinar, se está poniendo de moda, fundamentalmente, porque es fácil identificarse con la actitud a la que tal verbo se aplica. Procrastina, yo soy un especialista, quien deja para más adelante los asuntos complicados y los sustituye por otros más sencillos o gratos. Ya os confieso que soy un procrastinador nato, aunque nada que, con Mariano Rajoy, especialista en aparcar cualquier decisión trascendente, especialmente ceses y nombramientos, a la espera no sé si de la inspiración celestial o de que, como le ha ayudado a creer la experiencia, las cosas se vayan resolviendo solas poco a poco.
Razones tiene Rajoy, desde luego, para procrastinar como si no hubiera un mañana. Dejar pasar el tiempo parece ser su especialidad. Es una consecuencia de ese carácter que se atribuye a los gallegos, cuya desconfianza les alcanza incluso a ellos, atenazándoles a la hora de tomar una decisión por no fiarse de hacerlo acertadamente. Eso debe creer él, y cree bien, porque la precipitación en los apoyos, probablemente forzados, a personajes en entredicho han minado su credibilidad, su autoridad u su prestigio, de puertas afuera de su partido y, como viene ocurriendo de un tiempo a esta parte, también puertas adentro, 
Los abrazos forzados en campaña, los SMS de apoyo a quienes, como Bárcenas, han sido pillados en renuncio, las manos puestas en el fuego por personajes como Rita Barberá, las lealtades reiteradas a amigos con pasado tenebroso, como el exministro Soria, el miedo, porque quizá sólo sea eso, a tipos que, como Jaume Matas, descubren, ante la proximidad de volver a prisión, sus dotes para el cante... Todo ello es tarea acumulada que va llenando un saco cada vez más pesado con el que ahora tiene que cargar.
No tuvo coraje de deshacerse de todos ellos cuando correspondía, limpiando el desván de su partido, en el que anidan ya demasiados fantasmas. O, dicho de otro modo, tuvo miedo de hacerlo. Y, si tuvo miedo, es porque cada uno de ellos sabían, saben, demasiado del turbio funcionamiento del PP y de su papel en el mismo. Hoy, sin una mayoría absoluta a la vista, a la que fiar la tranquilidad en sus filas, a Rajoy le están saliendo todos esos fantasmas a pasear.
Dicen que el presidente en funciones se está dando tiempo para llegar a unas terceras elecciones en las que podría acercarse a la mayoría absoluta con la que únicamente parece saber gobernar, mayoría absoluta o, en todo caso, mayoría tan holgada como para necesitar el apoyo de pequeños partidos, para superar el trámite de la investidura. Una estrategia que parece no sólo clara, sin la única posible ahora que, dado lo que se le viene encima, se le va a hacer difícil conseguir el apoyo de partidos que han hecho bandera de la regeneración y la lucha contra la corrupción.
De aquí a que se agote el plazo para volver a plantear y superar la investidura, los líderes del PP. van a pasar más tiempo sentados en el banquillo que en los despachos de las sedes de su partido. La investigación abierta por el Supremo a la hasta ahora intocable, por blindada no por honrada, Rita Barberá, los deseos de Jaume Matas, el de las escobillas doradas, de cantar para aliviar su pena, contando, por ejemplo, que fue en la sede del PP nacional donde recibió instrucciones de cómo convocar el concurso para las obras del mayor hospital público de las islas de modo que se le adjudicase a la constructora de Villar Mir, OHL. Están también las consecuencias de las mentiras que rodearon el nombramiento de su amigo José Manuel Soria como aspirante a una dirección del Banco Mundial, mentiras puestas en evidencia ayer en sede parlamentaria por su ministro De Guindos, acosado por la oposición, pese a que las malas artes de Rajoy, su amiga Ana Pastor y la inestimable colaboración de Ciudadanos le permitieron explicarse o tratar de hacerlo al menos en el formato menso humillante.
Y esas son sólo las hojas del rábano judicial que espera a Rajoy y su partido. Una ristra de casos que le convierten en apestad, en mala compañía, para cualquiera que quiera ofrecerse como solución para este país. Definitivamente el PP o al menos Rajoy están en racha. Esperemos que sea la definitiva.


martes, 13 de septiembre de 2016

EL PAPEL DE CIUDADANOS


Más de uno se ha sorprendido o, incluso, se ha indignado, con el quiebro hecho ayer por Ciudadanos, retirando su apoyo a la petición de comparecencia de Luis de Guindos en el pleno del Congreso para someterse al control de los grupos sobre su papel en el frustrado nombramiento del ex ministro Soria para un carísimo sillón en el Banco Mundial. Ciudadanos, el partido de Rivera, el partido que Rivera ha construido a su imagen y semejanza, en un tiempo récord y con un potencial económico también récord y nunca suficientemente explicado, dejó "colgados de la brocha" al resto de partidos que, junto con ellos, habían arrancado la comparecencia en pleno del ministro, pese a la tenaz resistencia de Ana Pastor, amiga, paisana y compañera de Rajoy desde hace décadas y nombrada por su amigo de toda la vida para verter sobre los engranajes de la maquinaria del Congreso la arena suficiente para mellar algún que otro diente de sus ruedas, provocando su disfunción si no su paralización.
La pobre Pastor, que está echando por la borda su carrera por seguir a pies juntillas los deseos de su amigo Mariano, no parece querer darse cuenta de que no es más que otro mártir que Rajoy ha echado a los leones, un cadáver más que sumar a la empalizada tras la que se esconde. Ana Pastor, siguiendo las instrucciones de su amigo, retorció el calendario hasta hacer coincidir la fecha de unas hipotéticas elecciones con las navidades, dejando sin voto a los cientos de miles de españoles, la mayoría jóvenes suficientemente preparados, frustrados y, por tanto, alejados del PP, 
La presidenta de la cámara, que se ha comportado como ese conserje que sólo es amable con los ricos de la finca, les abre la puerta y les da conversación y les sube la compra a casa, mientras se esconde y se muestra huraño con el resto, ha superado en estos meses cualquier expectativa que tuviésemos sobre cuál iba a ser su comportamiento partidista, convirtiéndose en la más sesgada de las personalidades que han ocupado el cargo.
Quizá hasta la propia Pastor, a la que la lealtad a su viejo amigo ha llevado demasiado lejos, ha llegado a sentir vergüenza por tanto trapicheo. Quizá por eso se vio forzada a ceder a las pretensiones de todos los grupos de la cámara, todos, salvo el PP, para convocar un pleno en el que tuviese que comparecer De Guindos. Un pleno al que, con el reglamento en la mano, no se podía negar, pero que no gustaba en absoluto a los suyos, hasta el punto de que, con su decisión, llegó a enfadar a más de uno.
Estoy seguro de que, a estas alturas, os estaréis preguntando por qué he titulado está artículo como lo he hecho. Pues bien, aquí va la respuesta:  Ciudadanos ha sido el bombero que ha apagado "in extremis" el fuego en el que iba a arder el poco prestigio de este gobierno que, para lo que quiere, está en funciones y, para lo que no quiere, no. Ciudadanos ha sido quien, traicionando el compromiso a que había llegado con sus compañeros de la Mesa del Congreso, se descolgó de la petición, porque, según uno de sus portavoces lo importante es que Guindos diese explicaciones y las diese cuanto antes, y, una vez anunciado que las daría en una comisión, un formato mucho menos solemne y con mucho menos eco mediático, consideraron que no era necesario llevarle ante el pleno o, en todo caso, hacerle pasar la vergüenza de dejar su sillón vacío ante toda la cámara reunida en pleno.
Ciudadanos, con una excusa perfectamente elaborada, se ha convertido en la coartada que necesitaba el PP para escurrir una vez más el bulto de las responsabilidades políticas. Ciudadanos, en contra de lo que nos hizo creer en su campaña electoral, en contra de lo que hizo firmar, primero a Pedro Sánchez y luego a Rajoy, en sus respectivos pactos, hoy papel mojado, en lugar de combatir lo que no es más que suciedad en la política, ayuda a que se barra y se esconda bajo la alfombra de una comisión. Ese es el verdadero papel de Ciudadanos, hacernos creer que ha venido a cambiar las reglas de juego de la política para que, al final, no cambie nada. Ese es el papel de la formación de Rivera. Ahora sólo espero que los ciudadanos, los que votan, se den cuenta de quién es Rivera, inflexible con quienes defienden la solidaridad y el derecho a ser escuchados y  a decidir su futuro de vascos y catalanes, y blando, muy blanod y moldeable como plastilina con quienes defienden a los poderosos y la vieja política.

viernes, 9 de septiembre de 2016

DE NUEVO A LA GREÑA

Si hay algo que los votantes de la izquierda tenemos claro y que los dirigentes de los partidos esa misma izquierda parecen olvidar es que la división espanta tanto y repele los votos tanto como la peste. No a los propios militantes, que esos demasiadas veces tienen su hábitat limitado al partido y, por desgracia, son incapaces de entender que hay vida más allá de las agrupaciones, los círculos o los cuadros.
Cuando irrumpió Podemos en la vida pública, muchos penamos que, por fin, iba a desaparecer toda esa maraña de ambiciones, servidumbres, compromisos, lealtades y deslealtades que llevan a quienes deciden hacer de la política su vida a olvidarse del bosque mientras trepan a su árbol, dejándonos al resto a expensas de las alimañas y los salteadores de caminos que en él nos acechan.
Creíamos que Posemos podía arreglar las cosas. Creíamos que Podemos iba a ser la cuña que forzase al resto de partidos, si no a todos, sí a los que nos interesan a mí y a los que piensan, como yo, que el Estado no es una finca, una propiedad desde la que colocar y hacer ricos a los amigos, sino el ámbito en el que redistribuir la riqueza en aras del bienestar y la felicidad de todos.
Pero no. Las cosas n parecen haber ido por ese camino. Parece más bien que ha sido Podemos quien se ha contaminado, quien se ha contagiado de todos esos vicios, de ese mal que les lleva a anteponer el partido y su control al bien general que, en buena ley, debería ser su objetivo. Desgraciadamente hemos tenido que ver como la proximidad a los centros de poder ha hecho florecer las diferencias y los egos irreconciliables. Es triste, pero es así. Es triste que el asalto al cielo se haya quedado en una lucha sin cuartel por el control del purgatorio. Es triste, insisto, pero es así.
Está claro que Podemos, la gran esperanza de quienes creemos que es necesaria una renovación del sistema, está en crisis. Una crisis que ya no es de crecimiento, sino más bien de estancamiento o de desgaste, una crisis lógica, cuando después de dos elecciones no sólo ha sido incapaz de ser parte de la solución de nuestros problemas, sino que, más bien, se convirtió, al menos en la anterior y frustrada legislatura en un obstáculo para el cambio, un obstáculo demasiado exigente y demasiado exigente como para formar parte de un hipotético gobierno de cambio.
Para desgracia de quienes teníamos puesta nuestra esperanza en Podemos, Pablo Iglesias, demasiado personalista, equivocó claramente la estrategia y perdió unas cuantas plumas en su ciego intento de quedar como único gallo en el corral de la izquierda. Pero, como a Iglesias, a casi nadie, no parecen gustarle las derrotas, se volvió hacia su propio partido y comenzó a arrancar, aquí y allá las malas hierbas y a podar, especialmente en Madrid, pero no sólo en Madrid, las ramas que sobresalían del seto.
Debería ser comprensible la actitud de Iglesias, nada acostumbrado a ser discutido ni, mucho menos, a la derrota. De ahí, el golpe de mano por el que destituyo al coordinador del partido en Madrid, aun a costa de enfrentarse a su amigo Errejón, amigo desde los tiempos de la facultad, no desde la tarima de profesor, sino desde los pupitres de los alumnos. 
Aquel golpe de mano provocó malestar en Errejón que, durante días, desapareció de la escena, para volver conciliador después de haberse lamido las heridas. Pero el mal estaba hecho y, con un Igleias a la baja, especialmente después del fracaso de junio, Errejón comenzó a expresarse con más libertad y a mover sus hilos en el partido en Madrid, en pleno proceso de renovación, preparando su asalto a la parcela de purgatorio correspondiente materializado en la iniciativa presentada, entre otros por Tania Sánchez y Rita Maestre. 
Claro está, a Iglesias no le gustó nada ese movimiento en el tablero y, por ellos, se aprestó a meter baza, reclamando otro movimiento similar, se supone que de "los suyos" que, ahí volvió a aparecer el gallo, mejoraría la oferta. No quiero imaginar, si esto es lo que aflora a la superficie, lo que debe estar pasando en la olla hirviendo que debe ser ahora Podemos. Lo que sé es, como decía al principio, que las peleas internas nunca son internas y que, acaban ahuyentando a los votantes. Pero, como si ellos, tan listos, no lo supiesen, ahí siguen, otra vez a la greña.


jueves, 8 de septiembre de 2016

LA MALA CABEZA DE RAJOY

Si alguien nos hubiese dicho haca poco más de dos años que Juan Carlos de Borbón, el rey de la transición, el héroe. mientras no se demuestre lo contrario- del 23-F, iba a verse obligado a dimitir, que abdicar no es otra cosa, no nos lo hubiésemos creído. Abdicar no se lleva mucho y, de haberse presentado a unas elecciones, estoy seguro de que Juan Carlos de Borbón no hubiese dado mal como candidato, superando, incluso, los votos recibidos por Rajoy, que lleva meses sobrándonos como el irreductible tapón que es para la gobernabilidad de España.
Pero aquel rey de popularidad a la baja, pero aún apreciad por una gran parte de los españoles, sobre todo, como le ocurre a Rajoy, los de una determinada edad, se vio obligado a dimitir y, finalmente se fue aquel 19 de julio de hace dos años. Y, si aquel rey se fue, Mariano Rajoy no puede pretender ser más que él, porque, si en el caso de Juan Carlos, el desencadenante de toso, el origen de la culpa fue aquella foto, posando orgulloso junto al cadáver de un elefante en Botsuana, en el de Rajoy el desencadenante debería ser, después de tanto como nos ha hecho pasar, el tozudo cadáver de su amigo José Manuel Soria, empeñado, imposible de esconder en un armario, porque se empeña en reaparecer una v otra vez en la vida pública española. Un cadáver enterrado y desenterrado con torpeza por el propio Rajoy, que acuciado por las prisas que generan las dudas sobre su futuro, quiso dar a su amigo una jubilación de oro en el Banco Mundial.
No sé qué le pasa a este chico, que diría mi madre, porque parece empeñado en cagarla una y otra vez, en hundirse en el oprobio, tomando decisiones difíciles de explicar y, lo que es peor, tratando de explicarlas. Rajoy no parece entender que eso que llamamos opinión pública es, a veces, difícil de entender, que a menudo se mueve a golpes de emoción y que el cansancio y las afrentas acumulados durante años se escapan a borbotones por la herida más pequeña que se abra en sus sentimientos.
No sé qué llevó a Rajoy y a su ministro De Guindos a hacer coincidir el anuncio del nombramiento de Soria con el revuelo d ellos pasillos del Congreso después de la finalización del fallido pleno de investidura. No sé si pensaron uno y otro que el rumor de ese revuelo apagaría cualquier comentario sobre la gran pifia, pero, de ser así, se equivocaron de medio a medio y, con ella, saltó la espita que contenía todo el rencor acumulado por la sociedad durante tanto tiempo, tanta frustración contenida de gente que a duras penas consigue un mal trabajo y  tiene que ver como a un torpe mentiroso se le premia con un trabajo en el que cobraría durante un año y libre de impuestos el salario de más de veinte años de su vida, si es que consigue trabajarlos.
Y Rajoy, torpeza tras torpeza, enredado no se sabe si en su ignorancia o su soberbia, ha culminado su operación de resucitar para la vida pública del cadáver de su amigo, teniendo que volver a enterrarlo deprisa y corriendo y ganándose su enemistad y rencor -le han obligado a dimitir dos veces- y la de su ministro De Guindos, al que ya se ha encargado de señalar como cabeza de turco del desaguisado.
Lo malo, para Rajoy, es el momento en que se ha desatado la tormenta, porque el país se enfrenta a un nuevo "impasse" del que, salvo que se celebren unas terceras elecciones, solo cabe concebir una salida, cualquiera que sea, en la que el precio será la cabeza, la mala cabeza, de Rajoy. Y ha quedado claro que, si cayó hace dos años la cabeza coronada sin corona de Juan Carlos de Borbón, no es disparatado pensar que, con la correspondiente presión social y mediática y las grietas que comienzan a aparecer en su partido, Rajoy se vea obligado a ceder y ofrecer la.suya en sacrificio.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

LA GUINDA

Quien piense que esa mezcla perfecta de maldad, desprecio a los demás y torpeza que caracteriza las actuaciones de los dirigentes del PP es insuperable, se equivoca. Rajoy, ese personaje capaz de coger un avión para irse al fútbol tan tranquilo, después de firmar veintitantos mil euros de rescate a la banca que acabaríamos pagando todos, el mismo que manda mensajes de ánimo al entonces personaje más odiado de la política española, el que dijo de las informaciones publicadas sobre los papeles de su amigo Luis (Bárcenas) que "todo es mentira, salvo alguna cosa", el que defendió a capa y espada a otro de sus amigos, un tal Soria, al que nombró ministro y que resultó haber sido titular de sociedades fantasmas en Panamá y se pasó días y días mintiendo como un bellaco, el que premió al peor ministro de Educación de nuestra historia con una embajada ajardinada en París, cerca de su novia, ese mismo señor que, para nuestra desgracia, ha presidido el gobierno de España durante cuatro años, lleva otro año presidiéndolo en funciones y que, para nuestra vergüenza, sigue siendo el más votado, ése, ha sido capaz de empeorar lo que parecía que no podía ser empeorado.
Ese señor que se creía a salvo de todo, ese señor que ha vivido convencido de que no tenía por qué dar explicaciones a nadie, el que ha hecho de su capa un sayo cada vez que le ha convenido, el que retuerce las leyes para ponerlas a su servicio y, si no puede, las cambia, el que quita y pone jueces magistrados a su gusto o conforme a sus necesidades, el que, siendo el presidente de su partido, en el que ha sido de todo, cocinero y fraile, el que también lo ha sido todo en el gobierno, el que parece incombustible, ha superado lo insuperable.
Fue el viernes pasado. Cuando batió el récord mundial de la ignominia nombrando a oscuras y sin taquígrafos a su amigo José Manuel Soria, el que tanto cuidó de su padre, el viejo magistrado, cuando pasó unos días en las Canarias, para uno de los sillones de la dirección del Banco Mundial, un puesto remunerado con 220.000 euros al año libres de impuestos. un nombramiento que podría haber pasado tan inadvertido como Rajoy y su ministro De Guindos pretendían, de no haber sido porque el elegido tuvo que salir sin honra del gobierno, por la puerta de atrás de la dimisión indigna, luciendo la larga nariz de los mentirosos.
José Manuel Soria, el amigo de Rajoy, se empeñó en mentir como mienten los niños, a la espera del milagro imposible de no ser descubiertos, y, como los niños, fue reconociendo su culpa poco a poco, según iba siendo descubierto, ganando tiempo, apenas horas, no se sabe muy bien para qué, hasta que la mentira se hizo insostenible y no le quedó más remedio que dimitir.
Lo que probablemente no aprendieron ni Soria ni el propio Rajoy es que la lealtad entre amigos debe ser recíproca. Lo que quizá no entendió Rajoy es que, al dar la cara a ciegas por su ministro amigo y mentiroso, se la estaba jugando, porque su destino iba a quedar indefectiblemente unido al suyo.
Cabe pensar que a Rajoy le quedó mal cuerpo cuando forzó a Soria a dimitir entonces como ministro y que, por ello, se esforzó en buscarle un buen destino, un destino a medida, como ese sillón en el Banco Mundial. De ese modo, Rajoy agradecía al protector de su padre el sacrificio de quitarse de en medio, cuando más arreciaba la polémica que ya comenzaba a salpicarle.
Lo que no calcularon De Guindos y Rajoy es que, ahora y sin mayoría absoluta, todo cuanto pasa y más puede llegar a saberse y que son demasiados los agraviados dispuestos a contarlo todo. Tampoco fueron conscientes, sobre todo Rajoy, de que el estado de gracia de que otorga controlar el Congreso ya no les acompaña. Por eso, en cuanto se conoció el nombramiento, la noticia y el escándalo corrieron como la pólvora y de nada sirvieron excusas y justificaciones, inventadas para vestir de legalidad lo que no fue más que un nepotista nombramiento a dedo.
Curiosamente, Rajoy y De Guindos se han comportado en este asunto como se comportó su amigo, sumado mentira tras mentira hasta que la situación se volvió insostenible y, por segunda vez hubo que forzar la renuncia del amigo Soria. Lo que ocurre es que esas mentiras han colmado todos los vasos y, amén de estallar las costuras del disfraz de unidad del PP, han hecho crecer narices de niño mentiroso en la jeta de ministro y presidente. 
Rajoy y De Guindos se ven ahora a la misma altura que quedó su amigo Soria y, por eso, lo lógico sería que pagasen el mismo precio que él mismo pago. De los partidos depende que, en estos dos meses que quedan de legislatura, se exija para ambos el castigo que merece la guinda que ambos colocaron sobre el pastel del descaro de un gobierno, el suyo, vuelto de espaldas como ningún otro a los ciudadanos.

martes, 6 de septiembre de 2016

CIÉNAGA Y FANGO


Llevamos demasiado tiempo chapoteando en aguas estancadas. No me refiero, aunque sería lo más fácil, a la inacción política que en estos nueve meses nos ha llevado dos veces a las urnas, nos ha hecho pasar por dos investiduras frustradas y, si alguien con más generosidad e imaginación de las demostradas hasta ahora no lo remedia, corremos el peligro de tropezar tres veces en esas mismas piedras.
La ciénaga en la que vivimos, esa enorme charca de aguas estancadas y fétidas es la de la corrupción. Una corrupción que se remonta décadas atrás, heredada de unos tiempos, los de la transición, en los que las grandes empresas acarreaban su dinero, en sobres o en de zapatos, a determinados partidos, para que el país en que habían construidos sus negocios no cayese en manos de los sindicatos y el "rojerío".
Era aquella una situación injusta de la que la Alianza Popular de Fraga y la UCD de Suárez eran los grandes beneficiarios. Una situación en la que los partidos de la derecha partían con ventaja frente a un Partido Comunista, que apenas contaba con sus militantes siempre movilizados y las aportaciones de sus élites culturales, y un PSOE seriamente desmovilizado durante el franquismo que necesito de ayuda moral y "de la otra" para recuperar el lugar que ocupaba antes de la dictadura.
De aquellos polvos de entonces vinieron los lodos de ahora, de aquellas aportaciones, para suplir con vallas y anuncios, vienen las Gürtel y púnicas de ahora y, si vienen, es porque aquellas empresas y otras parecidas siguen empeñadas en "proteger" a los partidos con los que se entienden y los protegen como mejor saben, con su dinero.
Hoy las cosas han cambiado. Ya ni las tramas, Gürtel o Púnica, puestas al descubierto y sentadas en el banquillo, les sirven. Hoy la estrategia del capital se ha hecho más sutil. Sutil hasta el punto de haberse "comprado" un partido cortafuegos. Un partido que no es otro que Ciudadanos, el partido "cortafuegos" que emergió a nivel nacional cuando peor estaba en Cataluña, con unos fondos y una militancia de origen incierto, surgido con el único fin de levantar barreras frente a cualquier intento de devolver al PSOE al lugar de la izquierda donde históricamente le corresponde estar y, una vez cercado, tratar de llevarlo al redil de esa "gran coalición" pretendida por la banca y todas esas viejas glorias que tiene o ha tenido a sueldo.,
Ciudadanos es como esas algas que proliferan en las ciénagas, impidiendo que pueda crecer cualquier otra flora y que acaban con el oxígeno que permite la vida y, sobre todo, la diversidad que garantiza la vida. Ciudadanos ha llegado con el único fin de impedir que crezca la izquierda de este país y, por el momento, lo está consiguiendo. Ciudadanos, como un parásito, se suma a cualquier atisbo de pacto para marcar el territorio, para esterilizarlo de modo que no pueda crecer en el nada que lleve a un cambio de estas reglas de juego tan trasnochadas con las que tenemos que lidiar.
Rivera y su partido consiguieron abortar aquel intento, ahora parece que tan lejano, de Pedro Sánchez para formar gobierno. También hizo lo que pudo para dar a Rajoy y su PP un barniz de credibilidad que no tenía, aunque, en este caso, no contó con la soberbia de un Rajoy que, desconfiado, hizo lo imposible para humillar al intrépido líder de Ciudadanos. 
Unos y otros lo han conseguido. Unos y otros, con la inestimable colaboración de la inexperiencia y el ego de quien se creyó más de lo que era, nos han dejado en esa ciénaga inmunda que asesina toda esperanza, angustiados por el futuro y atrapados en el fango.  

lunes, 5 de septiembre de 2016

...ME CAGO DENTRO


Habladme de descaro. Decidme una sola cosa que, por provocativa, inoportuna o indecorosa, creáis que un gobierno, no sólo en funciones, sino también en entredicho nunca se atrevería a hacer. Os digo ya de antemano que digáis lo que digáis, por imposible que os parezca, estaréis equivocados, porque, para nuestra desgracia, son capaces de eso y de más.
Es difícil imaginar qué pasa por las cabezas de Rajoy y su ministro De Guindos, cuál es la dimensión de su mundo, de dónde le llegan los consejos y las opiniones para no darse cuenta de que hay cosas que no se deben siquiera intentar. Supongo que lo que les ocurre es que tienen una idea “chiringuitera” del Estado, que son como esos personajes que, por sobrados, liquidan las existencias de su negocio en atenciones e invitaciones a sus amigos. eso, que estaría mal por suicida en el mundo privado, es mucho peor en el mundo de lo público, porque las rondas, las raciones y los "cubatas" corren a cuenta de todos y de quienes se van a reír no es de Rajoy o su ministro, sino de esa España que tanto dicen defender.
Llegados a este punto creo que cualquier infamia que podemos imaginar con la firma de Rajoy se va a ver superada inmediatamente. De hecho, cuando a los pocos minutos de materializarse el segundo fracaso de Rajoy en su investidura supimos de la designación de Soria, tuvimos que sumar al descaro del nombramiento el momento en que se materializó, después de la votación y con la administración prácticamente de fin de semana. A eso y, por si fuera poco, debemos sumarle las más que marrulleras justificaciones que el “pijoministro” De Guindos y Rajoy han tratado de colarnos, diciendo que sería ilegal no haberle nombrado, dando a entender que cualquier otro gobierno de signo distinto se habría visto obligado a nombrarle.
Mienten y lo saben, pero no les importa. Ni a ellos, pero, por lo que parece, no a todos ellos, porque también entre las filas del PP y en el mismo gobierno hay quienes comienzan a sentir la comezón de la indignidad, militantes y miembros del gobierno a los que, si lo pierden, no les va a quedar una pensión vitalicia o un sillón en cualquiera de las bancas especulativas dedicadas a la gestión de los fondos depositados en paraísos fiscales para hundir la economía de países decentes, aunque sea el suyo.
Esos picores de la decencia que llegan cuando menos tarde. no parecen preocuparle a Rajoy ni a De Guindos que han acudido al G-20 chino sacando pecho, henchidos de orgullo y permitiéndose dar al mundo su propia receta contra el populismo, ocultando que eso que llaman populismo, que no es sino indignación y rabia, le quitó de las manos la mayoría más absoluta de que ha disfrutado un gobierno del PP, dejándole sin escaños para formar gobierno y, por el absolutismo parlamentario ejercido desde su mayoría sin posibilidad alguna de formarlo.
Le he dado muchas vueltas a esta última jugada de Rajoy, similar a la que se marcó, prorrogando por varias generaciones la vida de la papelera que envenena las aguas y el aire de la ría de su Pontevedra natal, le he dado muchas vueltas, para, al final, llegar a la conclusión de que Rajoy es como ese mal inquilino que al enterarse de que debe dejar el piso rompe cuanto tiene a mano y se lleva lo que se puede llevar por el simple placer de negar a quienes le sucedan el disfrute de lo que en él había.
Rajoy, por más que diga lo contrario, se enfrenta al final de su carrera política y parece dispuesto a arrasar lo que le quede a mano y en repartir, como se reparten prebendas entre sus amigos, como se reparten las pertenencias de un muerto, por más que, pese a sus esfuerzos, el estado español y su prestigio aún no lo están.
La actitud de Rajoy es como la del novicio que, al verse rechazado por la comunidad dijo aquello de "para lo que me queda en el convento, me cago dentro".

viernes, 2 de septiembre de 2016

¿QUÉ DEMOCRACIA?


Resulta curioso, cuando no insultante que quienes más se han pasado la democracia por "el Arco del Triunfo", PP, patronales y grandes corporaciones invoquen una y otra vez aquello que no respetan.
Tanto o más curioso resulta que quienes vistieron la pana en aquellos ilusionantes años de la Transición nos empujen hoy, desde sus ternos de buen paño y mejor corte, a que pasemos por alto lo que ha quedado patente en las urnas y por dos veces: que la inmensa mayoría de los españoles no quieren a Rajoy al frente del Gobierno. Es más, como dejó claro Rivera, único socio de Rajoy, según el para esta a todas luces frustrada investidura, según el propio Rajoy para el gobierno, confiese en sede parlamentaria, a plena luz y con taquígrafos, que tampoco él se fía de tan torpe y marrullero candidato.
Pero más curioso resulta que en medio de este espectáculo, la prensa, demasiad pagada de sí misma y auto investida sin motivo como guardiana de la democracia, se empeñe en decirnos todos los días que lo que ahora nos conviene es renunciar a nuestro voto y tragar las ruedas de molino con que quienes les sostienen pretenden hacernos comulgar. A veces, como ayer miércoles, con el arrogante impudor, la desvergüenza o la torpeza que tuvieron EL PAÍS y EL MUNDO, al calcar, si no palabra por palabra, sí en su idea fuerza el titular con que abrieron sus ediciones en papel, como si una mente superior les hubiese dictado eso de que Pedro Sánchez había dado un "portazo" y que, con él, "aboca" a unas terceras "elecciones".
Dónde queda aquel "diario independiente de la mañana" que desafío a los generales Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch, Tejero fue un mero peón, un "tonto útil", para los verdaderos artífices, no todos de uniforme, de aquel golpe, afortunadamente frustrado, dónde queda aquel diario que salió a la calle a última hora de la tarde para decir no a la barbarie y para hacernos llorar de emoción a quienes no concebíamos nuestras vidas otra vez bajo una dictadura.
Hay quien cuenta que tampoco aquel 23 de febrero fue unánime ni, mucho menos, clara la postura de algunos destacados dirigentes, entonces no les llamábamos barones, socialistas. Intereses bastardos y trilaterales que, tras el fracaso de la asonada, se disiparon en medio de un silencio tan sospechoso y molesto como el de la diplomacia norteamericana o la del Vaticano. Evidentemente, aquellos eran otros tiempos. Hoy, los de siempre no necesitan recurrir a los carros de Milans o a los guardias de Tejero. Hoy, los gobiernos ya no gobiernan del todo y los militares juegan a la guerra electrónica con carísimos juguetes y no necesitan provocar acción para "hacen carrera", porque, para eso, ya tienen las misiones internacionales.
Hoy el instrumento con que los dueños del capital, sin credo ni patria a pesar de lo que dicen, no va de uniforme. Hoy el instrumento para doblegar la voluntad del pueblo, nuestra voluntad, es otro, Ese instrumento es el mismo que hasta hace poco creíamos que nos defendería. El instrumento es esa prensa, la prensa acogotada por deudas, eres y revoluciones tecnológicas, ahogada en el caldo de un lujo innecesario y faraónico, después de gestiones suicidas, no para el gestor, sino para los que, a su pesar, se ven gestionados.
Supongo que, de una manera u otra, siempre ha sido así, que siempre se ha podido comprar la línea editorial de un periódico o que, al menos, se ha podido comprar la voluntad de los periodistas, uno a uno. Pero, por aquel entonces, los periódicos eran de los periodistas o, al menos, los controlaban los periodistas. Hoy no, aunque quien decida titulares y editoriales tenga el carné y un pasado en el día adía de una redacción. Hoy quienes deciden apenas levantan el teléfono para enterarse de qué pasa y qué quieren los ciudadanos. Hoy sólo hablan con quien les dice lo que tienen que decir y con aquellos a los que ordenan lo que tiene que escribir.
Hoy, gente como Juan Luis Cebrián que ha arruinado económica y profesionalmente un periódico y sus empresas afines, de las que nos sentíamos orgullosos quienes trabajábamos en ellas y quienes las seguían, pretende decirnos qué hay que hacer con nuestra democracia, pretende, junto a personajes tan trasnochados como Felipe González, decidir quién debe gobernarnos, aún en contra de nuestra voluntad. Todo en aras de la democracia, pero qué democracia, la suya o la nuestra.